GinerMaestro/Cap23/04

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23.04 Nueva refriega, acusaciones y proceso

El 20 de octubre, el Cardenal Secretario del Santo Oficio, Francisco Barberini, escribía al Inquisidor florentino: 'Después de haber escuchado judicialmente al P. Mario, estos Emos. [Cardenales del Santo Oficio] han decidido enviarlo de nuevo ahí, como desea V. R., pero N. S. [el papa], que ha sido informado por la carta que V. escribió a Mons. Asesor [Albizzi] y por la declaración del mismo P. Mario, le recomienda a V. destreza, prudencia y vigilancia en asunto tan importante a fin que se descubra todo el mal, etc.'[Notas 1] Por su parte, dos años más tarde recordará Mario, en su Memorial calumnioso, que apenas llegó a Roma (se presentó en seguida al Ilmo. Asesor [Albizzi], el cual escribió al P. General que no le molestara, y mientras tanto fue llamado y examinado por el Rmo. P. Comisario [Fr. Juan Bta. Martinengo, O.P.] varias veces, y después de algunos días el mismo Rmo. Le ordenó que volviera a Florencia… para ayudar al P. Inquisidor de Florencia a poner en claro las cosas de la Faustina'.[Notas 2]

De estos textos se desprende que el viaje de Mario a Roma había sido un triunfo y que a sus 32 años su nombre era ya conocido por el Asesor, el Comisario y los Cardenales del Santo Oficio, por el Secretario de Estado y por el mismo papa. Y todos se mostraban muy interesados en que volviera a Florencia como pieza clave para descubrir aquel foco de infección herética que era Madre Faustina y sus cómplices. Respecto a él, pues, no valían obediencias en contrario. El P. General debía dejarle en paz. Además, en los varios interrogatorios 'judiciales' a que fue sometido y en las demás conversaciones tenidas Particularmente con Albizzi, aunque el tema central era el asunto de Faustina-Ricasoli, no es desacertado suponer que relatado a su modo la actitud adversa de sus hermanos de comunidad, presentándose como víctima inocente de sus burlas contra el Santo Oficio.

Temiendo las represalias de la comunidad florentina -dice fingiendo-, rogó que no le mandaran a Florencia, pero tuvo que resignarse a obedecer al Santo Oficio´.[Notas 3] Y a fines de octubre estaba de -.vuelta en la ciudad del Arno. Lo más probable, sin embargo, es que volviera con la oculta satisfacción de enfrentarse con sus hermanos pata hacer valer sus nuevos poderes, gloriándose del trato recibido por los cardenales y prelados del Santo Oficio de Roma. Y es probable también que la comunidad florentina se mostrara poco dispuesta a celebrar sus nuevos triunfos. Las anécdotas de Berro dan a entender que se vivía más bien en cierta tensión mutua, de la que con frecuencia saltaban chispas. Y de nuevo fue en los días alegres de carnaval de 164 cuando ocurrió el caso más sonado.

Lo cuenta Berro con todo detalle. Estando ausente el P. Rector el jueves lardero a la hora de comer, dio la bendición un Padre anciano y enfermizo con voz tan lánguida que apenas se oía ni se entendía. Y se oyeron risitas de algunos. Terminó la comida, y al salir del refectorio se acercó uno al P. Ambrosio Ambrosi y le dijo: 'Se ha reído V. durante la bendición'. Y el interpelado respondió: '¿Y quién no? ¿Acaso reírse en el comedor es ya un caso del Santo Oficio?' El P. Mario, dándose por aludido increpó con ira al P. Ambrosio, que intentó quitar hierro a su expresión. Intervino el P. Settimi diciendo: 'Por favor, P. Mario, cálmese. Hoy es día de fiesta; no la estropeemos'. Mario se revolvió contra Settimi y le dio un sonoro bofetón, diciendo:'¿Y tú también vas contra mí?' El ofendido se cruzó de brazos y dijo con dignidad, mirando los presentes: 'Todos sois testigos; este padre esta excomulgado' (tal era la pena que imponía el Derecho a quien maliciosamente golpeara a un clérigo). La cólera cegó más al P. Mario, que intentó golpearle de nuevo, pero lo contuvo el Hº Cesario Landucci, sobre el cual recayó el segundo bofetón. Dice Berro que el joven Hº quiso devolverle el golpe, pero el P. Morelli lo impidió de modo que 'el P. Mario no fue tocado por nadie', pero previendo la tormenta que se le venía encima, se escabulló y se fue directamente a casa de su amigo el Inquisidor y le contó entre sollozos: 'He aquí cómo me han tratado los Padres, porque he denunciado al Sto. Oficio a la Faustina; todos se han lanzado contra mí y me han maltratado, como puede ver V. P. Rma.'.[Notas 4] Si nadie le había tocado, difícilmente podía mostrar huellas de agresión y malos tratos. Sería excesivo suponer que se hubiera autolesionado para atribuir la culpa a sus compañeros. Así que lo más probable es que el Hº.Cesario propinara una soberana paliza al insolente, con la intervención de algún otro, tal como Mario mismo declara en su Memorial calumnioso:

'… por obediencia volvió [a Florencia], donde poco tiempo después del descubrimiento [de la Faustina], bajo pretexto de que dicho P. Mario fuera espía del Santo Oficio, fue golpeado y apaleado por los mismos Padres del Convento, entre los cuales estaba el Matemático [Michelini], y para salvar la vida se vio obligado en pleno mediodía a escapar solo y buscar refugio en casa del Rmo. Inquisidor de Florencia y de tal manera le dejaron la cara que tuvo que estar ocho días sin poder salir de casa por la deformidad, y como ni el Superior ni los Padres lo querían en el convento, estuvo en casa de un cura amigo suyo durante un mes'.[Notas 5]

El asunto se complicó. El Inquisidor mandó a su Vicario a las Escuelas Pías con orden de que nadie saliera de casa bajo pena de excomunión. En los días siguientes se abrió proceso contra los supuestos agresores, pero por lo visto se omitía en las actas lo que directamente acusaba al P. Mario. Los interrogados decidieron entonces escribir una declaración aparte, protestando por las omisiones del proceso y la presentaron al Inquisidor, el cual, concluido el proceso, mandó las actas a Roma.[Notas 6]

Con gran celeridad se hicieron las cosas, pues el 2 de marzo de 1641 -el jueves lardero de aquel año había sido el 7 de febrero- el cardenal Francisco Barberini escribía esta carta al Inquisidor General de Florencia:

'Muy Rdo. Padre: Ha llegado a esta Sacra Congregación [del Santo Oficio] y se ha considerado el proceso instruido por V. R. contra los Padres de las Escuelas Pías, que maltrataron al P. Mario de S. Francisco, y estos Emos. mios [los cardenales] han resuelto que todos los delincuentes se hagan venir a Roma y que ahí se mande una nueva familia, a fin que el P. Mario pueda volver a casa y no ser molestado. Deberá, por tanto, V. R. comunicar a todos los indiciados, que vengan cuanto antes y se presenten en esta Suprema y Universal Inquisición. Mientras tanto, no deje de enviarnos la nota de las cosas que se encontraron en poder de dicho P. Mario y explicarnos por qué razón las tenía'.[Notas 7]

Como delincuentes y encausados partieron para Roma los que los que creyó tales el P. Muzzarelli. Y con fecha del 23 de marzo volvía a escribirle el cardenal Barberini esta corta pero interesantísima misiva:

'Han llegado los PP. Ángel [Morelli], Clemente [Settimi] y Ricardo [Antoni] de las Escuelas Pías, cuya causa procuraremos terminar. Hemos visto también la nota de las cosas que tenía en su cuarto el P. Mario, al cual hará V. R. que se comporte modestamente y reprima los ímpetus de su férvido temperamento, de modo que esta Sagrada Congregación no tenga que lamentarse de él.[Notas 8]

En el Santo Oficio habían leído el proceso contra ellos y acababan de escucharles ahora personalmente. Por lo que parece, nada tienen que decir los cardenales contra los 'delincuentes', pero sí llaman la atención al P. Mario por sus fogosas reacciones y por todas aquellas chucherías inexplicables que tenía en su cuarto. Fácilmente se trasluce que los 'reos' son considerados inocentes y Mario culpable. Más deben .mantenerle en Florencia contra viento y marea hasta que termine el proceso de Faustina. El P. Settimi desde Roma escribe el 11 de Mayo al príncipe Leopoldo de Médicis, amigo y protector de los 'galileyanos', dándole detalles interesantes de todo este asunto, empezando por agradecerle su poderosa recomendación ante alguno que otro cardenal del Santo Oficio para que le trataran benignamente. Y dice entre otras cosas:

'... nuestra causa ha terminado con grandísima satisfacción y los Sres. de la Sda. Congregación ya se han percatado de que trataba de una mera persecución frailuna y no celo por el Santo Oficio… Todos los que vinieron a Roma desde Florencia por orden del Tribunal pueden volver… aunque no creo que quieran volver, y muchos procuran conseguir del P. General que no les mande ahí, temiendo nuevas iniquidades'.[Notas 9]

Total, que la perturbación florentina repercutió directamente en el P. General, a quien el Santo Oficio había conminado que no se molestara al P. Mario, que€ tenía necesariamente que permanecer en Florencia hasta concluir el proceso de Faustina; que cambiara la comunidad para que el P. Mario -refugiado durante un mes en casa de un amigo, como él dijo- pudiera volver a su casa; que los 'delincuentes' llamados a Roma, aunque declarados inocentes, deberían esperar el final del proceso para poder volver; y mientras tanto, el P. General debía buscar nuevos religiosos para llenar los vacíos dejados en Florencia. Todavía el 3 de agosto escribía al P. Michelini: 'he escrito a Fanano que manden al P. Francisco a Florencia y cuando termine la causa [de la Faustina], o cuando Dios quiera de otro modo, volverán ahí los de esa casa, que están ahora aquí'.[Notas 10]

Notas

  1. Cf. L. PICANYOL, o.c., p.130.
  2. EC, p.2529. Durante el período que interesa a nuestra historia. el P. Comisario del Santo Oficio fue el P. Fr. Juan B. Martinengo, O.P., que sucedió al P. Fr. Vicente Maculano, O.P., que lo fue desde 1632 a 1639, y Martinengo desde 1639 a 1649 (cf. I. TAURISAN0, ‘Hierarchia Ordinis Praedicatorum’ [Roma2 1946], p.57, 74, 104). En un principio intervienen en nuestros asuntos el Asesor y el Comisario, quedando luego todo en manos de Albizzi. El nombre del P. Martinengo era desconocido hasta ahora en las biografías calasancias.
  3. EC, p.2529.
  4. BERRo II, p.11-12.
  5. EC, p.2529.
  6. Cf. BERRO II, p.9-13. Habla de dos procesos hechos por Muzzarelli contra los 'enemigos' de Mario, pero debe tratarse de uno solo, del que habla también Mario (cf. EC, p.2529).
  7. Cf. l PICANYOL, o.c., p.135-136.
  8. p. 136. Berro confundió, sin duda, los nombres de los protagonistas –escribe unos veinte años después de los hechos -, entre los cuales no podían esta Ambrosio y Cesario, pues a ambos llamó a Roma el P. General el 8 de septiembre de 1640 (C. 3501) según esta carta de Barberini -a mes y medio de los hechos-, los 'delincuentes' fueron los PP. Settimi y Morelli y el Hº. Ricárdo.
  9. EC, p.2465.
  10. C.3689.