GinerMaestro/Cap24/09

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24.09. Tiempo de callar y tiempo de hablar

Cuanto más graves son los problemas tanto más absorben la atención de la Historia, dejando marginada la sencillez de la vida ordinaria. Mientras esta ruidosa tormenta se cierne y descarga sobre la casa de San Pantaleón, las escuelas siguen su ritmo y los niños -pobres y ricos, nobles y plebeyos-, como si nada pasara a su alrededor, siguen deletreando en la clase de párvulos, trazando rasgueos elegantísimos en la de caligrafía del Maestro Sarafellini, o recitando versos de Horacio y Virgilio en la escuela superior. A mediodía y al caer la tarde salen de las Escuelas Pías las cinco filas de muchachos -unos mil-, acompañados por religiosos que los van distribuyendo por todos los barrios de Roma.

Los niños y las escuelas siguen ocupando el corazón del Santo Pedagogo, no obstante los demás problemas gravísimos que le atañen de cerca. He aquí cómo se expresa en carta del 28 de junio de 1644 al Provincial de Roma:

'Vengo con la presente a exhortar a V. P. a un acto de perfección y buen ejemplo para todos los de casa y aun para los seglares de fuera. Y es que todos los días, al menos una vez, pase por las escuelas y tome la lección a cuatro o cinco alumnos, ya sean de la clase de escribir, o de leer o de los pequeñines, pues así dará buen nombre a las escuelas y con su ejemplo incitará a los demás Padres y Hermanos a hacer lo misino. Y le aseguro que haciendo esto por mera caridad, adquirirán más mérito ante Dios que si hiciesen oración, siendo verdad aquel dicho, que no me acuerdo de qué-Santo es, aunque creo que es de S. Agustín, que dice: 'qui orat bene facit, sed qui iuvat melius facit' [el qué ora hace bien, pero el que ayuda hace mejor]. Yo, aun siendo viejo, como soy, muchas veces voy por las escuelas a echar una mano. Que el Señor nos bendiga a todos y nos haga conocer y cumplir esta verdad'.[Notas 1]

Un mes más tarde, el 29 de julio, moría el papa Urbano VIII. El P. General, al comunicar la noticia, manifiesta su convicción de que no se destruiría la Orden, y sus esperanzas de que 'el remedio total venga del nuevo Pontífice, que no estará tan mal informado como el anterior'.[Notas 2] pero se equivocaba de plano. En tono más agrio y reivindicativo escribía a todos los Provinciales el P. Baldi desde Roma el 7 de agosto:

'Habiendo muerto el Papa, reinando el cual nuestra Orden… se vio cerca del exterminio, y deseando nosotros publicar cómo han ido hasta ahora nuestras cosas… queremos librarnos del yugo de esta Visita, procurada por quienes no pretenden sino la destrucción y muerte de la Orden. Por tanto… debemos orar sin desfallecer para que el Altísimo nos conceda un Pontífice que sepa compadecer nuestras tribulaciones y escuchar a la vez nuestras razones'.[Notas 3]

La Sede Vacante le daba óptima oportunidad de exponer las cosas sin miedo a represalias, pero demasiado confiado quizás en que perdieran poder los que de él habían gozado y abusado en perjuicio de la Orden. Y tal como lo prometía, lo cumplió, escribiendo una larguísima circular, que firmaba en Roma el 18 de agosto, y empezaba con estas significativas palabras: 'Hay tiempo para callar y tiempo para hablar'. Hasta entonces no se había tenido reparo en hablar en contra de Cherubini, pero sí contra el Visitador Apostólico y especialmente contra Mons. Albizzi. De hecho, la circular del primero en propia defensa había quedado sin respuesta, y por ello creía Baldi que había llegado el momento propicio para darla. No obstante, lo que a primera vista parece y es un ataque directo contra el Visitador, no es difícil advertir que va dirigido asimismo contra Monseñor Asesor. Sin duda, Baldi confió buenamente en lo que calificó de 'derecho natural que tiene todo el mundo para dar sus razones y tomar la propia defensa'.[Notas 4] Pero olvidó que generalmente la verdad de los pobres no pasa de ser mera temeridad cuando se lanza contra los prepotentes. Y ALbizzi era prepotente.

Hubo, además, otra respuesta paralela a la misma circular de autodefensa del Visitador, fechada el 22 de agosto en Nikolsburg, pero en anónimo, la cual, aunque dirigida al P. Pietrasanta, suponen los autores que iría 'a manos del Sacro Colegio, Obispos, Príncipes y Comunidades del Cristianismo'.[Notas 5] Es mucho más moderada que la de Baldi, y sobre todo no lleva referencias a la actuación de Mons. Asesor. Por ello, preferimos dar una síntesis de la primera en su doble aspecto de respuesta a Pietrasanta y acerada crítica a la conducta de Monseñor.

En primer lugar, pues, acusa al Visitador, siguiendo el esquema que presentaba su autodefensa, y haciendo ver que su culpabilidad deriva tanto de las cosas mal hechas como de aquellas que hubiera debido impedir que se hicieran. Así, reconociendo expresamente que en la Orden sigue habiendo buenos miembros y una santa cabeza, ha permitido que sea gobernada por elementos 'pútridos'. Critica la supuesta objetividad de los informes de Visita, basados en las declaraciones de quienes estaban mediatizados por Mario y Ridolfi, tanto los que hablaron con el Visitador como los que le escribieron. Asimismo, descubre el favoritismo de la elección del delegado de Visita, P. Gavotti, y su desechable conducta. Lamenta que los Asistentes nuevos se vieran forzados a consentir las decisiones de Mario, porque el Visitador les amenazaba diciendo que eran órdenes de Albizzi o de Palacio. Y rechaza la versión ingenua de que hubiera renuncia de los mismos cuando hubo dimisión sin breve. Se queja de que sacaran como problemas presentes cuestiones viejas ya resueltas o antiguas calumnias. Es también lamentable que no se haya preocupado de que se abolieran las restricciones de admitir novicios y fundar nuevas casas y de reponer al General en sus funciones. Recuerda que prometió en un principio que el gobierno de Cherubini sería provisional, sólo para unos quince días, luego se alargó hasta Navidad y hasta febrero, y el caso es que aún perdura. Arremete contra el breve 'subrepticio' de nombramiento de Cherubini y de haberle concedido más poderes que si fuera de hecho Vicario General; ratifica su ambición de poder y defiende la legitimidad de los memoriales firmados contra él, lamentando el poco o nulo valor que les ha concedido Pietrasanta.[Notas 6]

En cuanto a Monseñor Asesor, le acusa de haber 'informado siniestramente' al Card. Barberini; de haber elegido y mantenido 'miembros pútridos' en el gobierno de la Orden; de haber asegurado que mientras viviera Urbano VIII no se restablecería al General; del denigrante traslado al Santo Oficio, afirmando que él -el P. Baldi- fue testigo presencial del registro del conde Corona y del supuesto 'documento del Santo Oficio' que llevaba Mario. Recrimina su defensa de Mario a capa y espada (a spada tratta),la sustitución de Ubaldini por breve y aun la disposición de deponer también a Pietrasanta con otro breve si no complacía a Mario. Lamenta sus acusaciones ante el papa de rebeldes, contumaces, desobedientes y refractarios, referidas en general contra todos los de la Orden. Propone que se vuelva a interrogar a todos, pero quitando de en medio a Pietrasanta y a Monseñor, 'tenidos por jueces parciales'. Recuerda que fue él quien propuso a la Comisión como Superior al P. Cherubini por habérselo prometido a Mario en el lecho de muerte. Le acusa de haber aceptado la renuncia de los tres Asistentes sin comunicarlo al papa y sin abolir con otro el primer breve de nombramiento, interpretando 'a su modo' el primero. Pietrasanta escribió que recibió órdenes de gobernar con un solo Asistente, y la orden vino de Albizzi, quien dirá qüe se lo ordenó el cardenal Barberini (pues la Comisión aún no existía), e[ cual dirá que fue mal informado.

Si Monseñor asegura que todo lo que hizo antes de crearse la Comisión fue por orden del papa (‘vivae vocis oraculo’),los cardenales mismos saben cuántas cosas se hicieron con esta excusa, 'que han exacerbado luego los ánimos contra aquella alma de santísimas intenciones [Urbano VIII] y Dios sabe si se le dijo palabra alguna'. Pietrasanta, 'junto con dicho Prelado', incitaron al papa a dar el breve de aniquilación, que no se publicó. Tenía razón quien aconsejó a Pietrasanta que no aceptara ser Visitador, porque 'o debería procurar la aniquilación de la Orden por ‘secundar la voluntad de un Prelado’, o hacérselo enemigo si obraba en justicia'. Al P. General se le quitó el gobierno 'por un mero capricho y pésimo informe hecho por un Prelado sin ningún proceso o examen precedente, o querer admitir la defensa que se concede incluso a un condenado a la horca'.

Aún había más alusiones a Mons. Asesor, pero acabamos con esta apelación, válida para los dos, es decir, el Visitador y el Asesor, no por lo que tiene de intento de amenaza profetica, sino por lo que manifiesta de temeridad en este corcel desbocado y fogoso que es Baldi: 'Dios es juez, y aunque había mostrado claramente su justicia con un mal que no parecía previsible [en Mario]… debería bastar a personas religiosas, que muchas veces encuentran leyendo ejemplos semejantes de castigos memorables contra los que persiguen a los Fundadores de Ordenes'.[Notas 7] Y esta otra visión de futuro, relativa al Fundador y a sus detractores domésticos: 'Hablará un día la inocencia de este Santo Padre, a quien Dios permite ahora que se refine el oro de su paciencia en el crisol de la mortificación con el fuego de las contradicciones, y será tan notable que podrá verse bien cuál era la casta de bastardos en la Orden'.[Notas 8]

Notas

  1. C.4204
  2. C4211, 4212, 4214, 4217, 4218.
  3. EC, p.201.
  4. EC, p.214.
  5. EC, p.1080.
  6. Esta importantísima carta la incluyó íntegra -18 pág.- Berro en sus Memorias (cf. BERRO II, p.93-110), así como la paralela de la comunidad de Nikolsburg (ib., p.111-123), últimamente editadas de nuevo (cf. EC, p.202-219 y 1078-1089)
  7. EC, p.218-219.
  8. EC, p.214.