GinerMaestro/Cap24/10

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24.10. Forcejeos e intentos de conciliación

El 15 de septiembre fue elegido papa el cardenal Juan Bta. Pamfili, que tomó el nombre de Inocencio X. Era uno de los cardenales de la Comisión Diputada, pero no asistió a ninguna de sus sesiones. Su elección dio nuevas esperanzas al P. General por lo que dice en sus primeras cartas:

'… esperamos cuanto antes la exaltación de nuestro Instituto, el cual en el pasado, por causa de algunos nuestros relajados se ha visto en grandísimo peligro, habiendo tenido el Papa difunto y su Nepote muchos malos informes contra nuestra Orden, lo que no ocurrirá con el actual. V. R. dé ánimos a todos nuestros religiosos, que esperen ver cuanto antes volver la debida observancia y facultad de poder dar el hábito y fundar nuevas casas'.[Notas 1]

También Cherubini andaba preocupado por el giro que iban tomando las cosas de la Orden. A fines de julio escribía al P. Alejandro Novari, recién nombrado por él Vicario Provincial de Germania, que 'nuestras cosas habían llegado ya al fin deseado', pero la muerte del papa lo paralizó todo. 'Esperamos encontrar óptima correspondencia en el sucesor para beneficio común'.[Notas 2] A mediados de octubre decía: 'nuestras cosas van despacio, dado que S. S. es reacio a hacer cosas nuevas y nuestra Orden la consideran incurable sin alguna innovación de importancia'.[Notas 3] Un mes más tarde le anunciaba que había mandado licencias para ordenar y profesar y que esperaba conseguir pronto permiso para vestir novicios, rogando cartas de recomendación del emperador y del rey de Polonia a favor de la Orden.[Notas 4] Con ello queda de manifiesto que Cherubini no pretendía la ruina de la Orden, sino simplemente procuraba una adecuada reforma, mitigando las austeridades y pobreza, como hemos visto en páginas anteriores.

El creciente optimismo de Cherubini se vio turbado seriamente por las nuevas iniciativas del P. General, decidido a aprovechar la ocasión del cambio de pontificado con excesiva confianza en ganarse la voluntad del nuevo papa. La situación, sin embargo, pareció empeorar, como le decía Cherubini a Novari en carta del 26 de noviembre de 1644:

'Nuestras cosas están de nuevo en peligro. La causa es un Memorial presentado por quienes, con la adhesión de los viejos, se hacen procuradores de la Orden, en el cual se ha hablado mal de Mons. Asesor, del P. Visitador, de los vivos y de los muertos; más aún, se ha suplicado contra la Comisión misma de los Emos. Cardenales con una petición temeraria de que nuestras cosas se remitieran al juicio de un solo Prelado. Omito los presupuestos falsos que han presentado, de los que se ha asqueado toda la Corte'.[Notas 5]

Ciertamente, la violenta circular de Baldi no podía haber sentado bien 'a la Corte', y menos aún a Mons. Albizzi y a Pietrasanta. Pero la imprudente actitud de un nuevo intercesor agravó las cosas. La Comisión Diputada había quedado diezmada por la elección del cardenal Pamfili a papa y por la salida del cardenal Lelio Falconieri hacia Bolonia, de donde había sido nombrado Legado Pontificio.[Notas 6] Aprovechando estas circunstancias, el P. General acudió al abate Juan Domingo Orsi, Residente u Orador del rey de Polonia en Roma, gran amigo y protector de las Escuelas Pías, como lo era el rey mismo, Ladislao IV. Y he aquí lo que escribía el abate al rey el 9 de noviembre de 1644 sobre lo que pedía el Fundador y lo que el abate expuso al papa en una audiencia:

'En nombre de V. M. le encomendé calurosamente la Orden de las Escuelas Pías, que es de tan buen ejemplo y provecho en Polonia,[Notas 7] y supliqué humildemente a S. S. que la protegiera y favoreciera, y particularmente le supliqué que encomendara el asunto de esta Religión al Sr-Card. Ginetti, Vicario de S. S., y a Mons. Cecchini, Auditor de Rota y Datario de S. S., conforme me había rogado el P. General. Me dijo que ya había una Comisión especial diputada para ello. Le repliqué, como me había instado el P. General, que dicha Comisión se reunía de tarde en tarde, de modo que la solución del asunto se prorrogaría demasiado, y si a S. S. no le parecía bien encomendarlo a dicho Card. Ginetti y a Mons. Datario, al menos se dignara encomendarlo a la Congregación ordinaria de Religiosos, que se reúne a menudo. Dijo S. S. que era más difícil informar a los Cardenales de la Congr. de Religiosos, por ser muchos, que a los de la Comisión particular. Así que yo dejé el Memorial que me había dado el P. General, y he sabido luego que se entregó a Mons. Asesor del Sto. Oficio, quien, por lo que dicen los PP., les es muy contrario'.[Notas 8]

Tiempo le faltó a Albizzi para comunicar estos manejos del P. General a Cherubini y Pietrasanta, los cuales presentaron al papa una súplica, diciendo que mantuviera la misma Comisión para no verse forzados a empezar de nuevo, ahora que estaban ya llegando al final felizmente.[Notas 9] Por su parte, el P. General no sólo consiguió a su favor la intercesión de la corte polaca, sino también la del embajador de España y de la corte florentina. En una de las cartas de Gondi desde Roma al príncipe Leopoldo de Médicis se leen estos párrafos interesantes: 'este otro P. Francisco [Baldi] es un hombre muy inquieto y tan enfrentado con el P. Cherubini y con el Asesor, que no llegarán nunca a entenderse y la Religión sufrirá las consecuencias… Hoy que ha venido a hablarme, me he enfadado algo con él, diciéndole que mejor sería que se pusieran de acuerdo, porque al final llevarán la Orden a la muerte'.[Notas 10]

No sin amargura constataba el Fundador que de nada valían las recomendaciones diplomáticas de España, Florencia y Polonia, pues todos los memoriales presentados por esos medios y otros más iban a parar, por voluntad del papa, a manos de Mons. Albizzi, de modo que al final quedaron las cosas como estaban, encomendadas a la misma Comisión, que fue completada, llenando las vacantes de Pamfili y Falconieri con los nuevos cardenales Alfonso de la Cueva y Jerónimo Colonna, pero este último no intervino nunca en las sesiones.[Notas 11]

Hubo todavía en enero de 1645 otra intentona diplomática, más peligrosa y temeraria que las anteriores, llevada a cabo por el abate Orsi, quien había pedido al rey de Polonia que escribiera personalmente al papa en favor del P. General y de la Orden. El rey, efectivamente, cumplió, pidiendo nada menos que el papa excluyera de la Comisión a Mons. Albizzi, 'de cuya poca inclinación hacia ellos [los escolapios] y hacia mis asuntos -decía el rey- tengo señales indudables'.[Notas 12] El abate tuvo audiencia pontificia y presentó la carta del rey, a quien comunicaba con fecha del 21 de enero de 1645 el deprimente diálogo mantenido con Inocencio X, precisamente informado e influido por el intrigante Monseñor Asesor. He aquí lo que Orsi escribía al rey:

'Habiendo presentado a S. S. la carta de puño y letra de V. M., le dije que por ser los PP. de las Escuelas Pías de grandísimo buen ejemplo y utilidad en Polonia, V. M. los recomendaba calurosamente a S. S. y le suplicaba se dignase excluir a Mons. Asesor del Sto. Oficio de la Comisión que trata la causa de dichos Padres, por tenerles mucha aversión y serles sospechoso, y restablecer en su cargo al P. General, dándole un compañero de sus Padres para que le ayude a gobernar bien la Religión, si es que por su avanzada edad no puede ya sostener solo tanto peso. S. S. dijo que sentía mucho gusto de que los escolapios fueran de buen ejemplo y utilidad en Polonia, y que tendrá en cuenta las recomendaciones de V. M. a favor de dichos Padres, pero que conoce muy bien a los de Italia y está informadísimo de sus acciones y sabe cómo se comportan; que Mons. Asesor no tiene aversión sino a sus malas acciones y que no tenían razón de lamentarse de Mons. Asesor; que no se les hará agravio alguno, pero que es una Orden mal hecha y poco buena. A esto respondí que se-podía corregir lo que estaba mal y cambiarlo en bien, pero no seguí adelante por miedo a que S. S. lanzase alguna declaración contra dichos Padres, de los que descubrí que está pésimamente impresionado, pero he pensado encontrar ayuda en este asunto en los Sres. Cardenales de la Comisión, que son los jueces, no pudiendo en definitiva hacer mucho mal a los Padres dicho Mons. Asesor, pues no es más que el Secretario de dicha comisión'[Notas 13]

En esta última apreciación se equivocaba de plano al abate, como quizá tuvo ocasión de comprobar cuando a los pocos días fue a hablar de todo el asunto con Albizzi, quien le expuso -como quien ya lo ha decidido personalmente- (que no se suprimiría la Religión, y me ha dicho -escribe Orsi al rey el 18 de enero de 1645- que puedo escribírselo a S. M. de su parte; es cierto que me ha insinuado que se podrá reducir a simple Congregación, como era antes, pero respecto a restablecer al P. General en su cargo, incluso con Ayudante, no se puede hacer, dado que es un viejo decrépito y demasiado testarudo; ahora su Orden está gobernada muy bien por uno de sus Padres, al cual han encomendado el cuidado'.[Notas 14]

Paralelamente a estos forcejeos diplomáticos se intentaba llegar a un acuerdo entre el Fundador y Cherubini, o más ampliamente, entre la corriente conservadora, fiel a la mentalidad de suma pobreza, austeridad y rigor primitivo, propia del Fundador, y la corriente innovadora, reformista y moderadora, propuesta por Mario, Cherubini y Albizzi, e incluso por los componentes de la Comisión Diputada. En efecto, ya el 5 de noviembre de 1644 decía el P. General a Berro: 'nuestras cosas estarían ya arregladas si yo hubiera querido aceptar las condiciones que proponía de parte del P. Esteban el Sr. D. Lucio, tales como hacer nuevas Constituciones y Reglas, lo cual no le toca a él ni a otros, sino al Sumo Pontífice o a quien él designe'.[Notas 15] Otros aspectos de la pretendida reforma los exponía un mes más tarde al mismo Berro: 'no he consentido nunca y haré todo lo que pueda para que no se reduzca el Instituto a leer, escribir y ábaco, ni tampoco a Congregación de votos simples'.[Notas 16]

Quizá el Santo Fundador abrigaba cierta confianza de llegar a algo positivo si hablaba personalmente con el papa. Desde su elección, el 15 de septiembre, había pensado en ello, pero no fue fácil conseguir audiencia. Por fin, la obtuvo el día 28 de diciembre€, y no debió de ser muy satisfactoria por la parquedad con que habla de ella en sus cartas a Berro: la primera vez 31 de diciembre, sólo le dice que habló con el papa, 'el cual ha remitido el arreglo de la Orden a cinco cardenales'; la segunda vez, 14 de enero, le repite escuetamente la misma idea, precedida de esta expresión: 'Tuve gratísima audiencia con N. Señor'; la tercera vez, el 18 de febrero, es bastante más explícito, y dice:

'Hablé con S. S. con toda comodidad, como cualquier otro, y espero buen éxito para nuestras cosas, aunque no faltan personas que pueden mucho ante S. S., que quisieran estropear la Orden con uno de estos tres puntos: 1º, que en la Orden no se pueda enseñar sino a leer, escribir y abaco; 2º, que vistamos como Clérigos Regulares y aceptemos entradas; 3º, que en adelante no se hagan votos solemnes, sino que sea Congregación de votos simples'.[Notas 17]

Aunque aparentemente no lo diga, la impresión es que el papa le habló de esas condiciones y otras más, tal vez, que componían desde meses anteriores el tema de tentativas de conciliación entre él y Cherubini. Debió de palpar, además, que de poco habían servido las influencias diplomáticas, pues manifiesta en este intervalo sentimientos de desconfianza en los recursos humanos y su confianza plena en que Dios no permitirá que se destruya su obra. Véase este ramillete de frases:

'Espero que no permita el Señor que una obra tan ejemplar y tanacepta en toda Europa puedan impedirla las malas lenguas, esperando que ‘portae inferi non praevalebunt adversus religionem nostram’', 'hemos de esperar más en la ayuda divina que en los favores humanos… ‘si Deus erit nobiscum, quis contra nos?’'; el Señor 'no permitirá, como pretende el enemigo infernal, que se destruya' el Instituto; 'nuestras cosas están puestas primero en las manos de Dios y después en las de estos Emos. Señores Cardenales'; 'aunque, por ser nuestra causa, la causa de Dios, convendría dejarla tratar a S. D. M., no dejaremos de buscar también ayudas humanas para que no falte nada de nuestra parte'[Notas 18]

A los temores y esperarzas, recelos y desconfianzas, propuestas y contrapropuestas hay que añadir la desesperante tensión por la próxima sesión de la Comisión, que se preveía en enero, en Cuaresma, el sábado ‘in albis’, dentro de unos días… pero pasaban los meses sin que se reuniera.[Notas 19]

Notas

  1. C.4224, cf. también c.4222 y 4223.
  2. EC, p.906 y 907.
  3. EC, p.907.
  4. EC, p.907-908.
  5. EC, p.909.
  6. EC, p.907.
  7. En junio de 1642, tras la derrota de los imperiales de Schweidnitz -en la Guerra de los Treinta Años-, entraron los suecos en Moravia a sangre y fuego y algunos escolapios huyeron a Viena con intención de volverse a Italia. Pero el nuncio Gaspar Mattei los acogió, convenciendo al P. Provincial, Onofre Conti, que fueran a Varsovia, pues hacía años que el rey de Polonia estaba pidiendo una fundación de Escuelas Pías. El P. Conti, con otros cinco religiosos, llegó a Varsovia, donde fueron recibidos con gran satisfacción por la corte polaca. Antes de acabar el año 1642 se fundaba la primera casa en la capital del reino y al año siguiente la segunda para noviciado, en Podoliniec. A pesar de ser tan recientes las fundaciones, el rey y la corte polaca se convirtieron providencialmente en los máximos defensores de la Orden y del Fundador en estos años aciagos de contradicciones que empezaban precisamente ahora (cf. DENEs I, Polonia, Varsovia, Podoliniec).
  8. EC, p.2949-2950.
  9. EC, p.2096.
  10. EGC IX, p.139 (Imperfecta la versión en EC, p.2951).
  11. Cf. c.4236, 4237, 4247, 4248, 4249.
  12. EC, p.3034. La fecha propuesta debe ser errónea (cf. EGC IX, p.152).
  13. EC, p.2951.
  14. EC, b.2953. En carta del 4 de marzo de 1645 confirma las mismas ideas (cf. EC, p.1956).
  15. C.4233.
  16. C.4243. Fecha del 10 de diciembre de 1644.
  17. C.4247, 4250, 4253 y 4261.
  18. C.4248, 4249, 4251, 4252, 4252*.
  19. Cf. c.4248-4254, 4201, 4265.