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24.12. La sesión tercera

El 18 de julio de 1645 se tuvo finalmente la esperada sesión tercera en el palacio del cardenal Roma, según costumbre, a la que asistieron los cardenales Roma, Spada, Ginetti y Cueva, los monseñores Paolucci y Albizzi y el Visitador Pietrasanta, que empezó la reunión leyendo su relación.[Notas 1] No en vano había pasado un año y casi diez meses desde la precipitada relación que presentó en la sesión primera del 1 de octubre de 1643, demasiado confiado en los informes de Mario, Cherubini, Ridolfi y sus partidarios. No habían faltado situaciones tensas y ataques virulentos contra su persona, como las dos famosas cartas acusatorias de Baldi y de la comunidad de Nikolsburg. No obstante, se ve que supo reaccionar religiosamente y distinguir entre la verdad y el apasionamiento de unos y otros, pues esta nueva relación no parece escrita por la misma mano que escribió aquélla.

En su primera parte histórico-descriptiva habla de la fundación y aprobación de la Orden por los papas, sin aludir a sus antiguas dudas sobre obrepción y subrepción de breves. Reconoce el derecho de enseñar no sólo a leer, escribir y contar -enseñanza primaria-, sino también retórica -enseñanza secundaria-. Da unos datos estadísticos interesantes: la Orden se divide en provincias, distribuidas en Italia, Germania y Polonia, contando con unos 500 religiosos, de los cuales 220 son sacerdotes, 110 clérigos y 160 Hermanos. Describe el rigor de la pobreza en que viven, así como las demás austeridades de Regla, puntualizando que 'quizás sean excesivas y no adecuadas a las fatigas diarias de la escuela y de acompañar a los niños a sus casas'. Recuerda que ha habido dificultades, 'como ocurre siempre -matiza- en los principios de las nuevas Religiones', y por ese motivo han tenido algunas visitas apostólicas, como la actual. Sin bajar a detalles y justificaciones, refiere escuetamente que por decretos y breves apostólicos fue suspendido el General, depuestos los Asistentes, nombrado Superior Cherubini, cuyo gobierno comparte con el Visitador. No hay una sola frase de crítica, ni de queja, ni de recriminación.

En una segunda parte podríamos notar la sintética descripción de la Visita y sus impresiones personales. Vuelve a recordar lo que en su primera relación calificó de 'tres principales desórdenes… que alteran grandemente a la Orden', y que llama ahora 'tres necesidades (‘bísogni’) principales, por las que se mantenía en cierto desconcierto la Orden', es decir, las cuestiones sobre nulidad de las profesiones, aspiración de los Hermanos al clericato y las precedencias. Reconoce -quizá con excesiva benevolencia- que 'por singular misericordia de Dios N. S. no ha ocurrido en la Orden ningún caso grave de inobservancia o desorden público, que haya producido escándalo a los seglares o bien deshonra a la Religión, ni ha llegado a mis oídos ningún exceso notable en detrimento grave de la caridad o en perjuicio de los tres votos esenciales de la Orden, particularmente de la castidad'.

En cuanto a la obediencia exigida por el Santo Oficio a la Provincia Toscana respecto al P. Mario, no ha habido nunca dificultad en Florencia, sino sólo en la casa de Pisa, que está ya bien dispuesta, dadas las nuevas relaciones de la corte del Granduque. Y respecto al P. Cherubini, parecía haber cierta repugnancia en reconocerle como Superior, pero fue cosa de unos pocos de Roma que fueron alejados de aquí por orden de esta Comisión Cardenalicia.

Y no hay más quejas ni críticas del Visitador. ¡Increíble!

La última parte de su relación es la más importante, pues en ella propone sus peticiones o conclusiones de Visita. Y son: que se les permita aceptar nuevas casas y admitir novicios; que se reponga al P. General en su cargo, dándole un Vicario; que se elijan seis Padres, uno por Provincia -no dice que sean Asistentes Generales-, para que revisen las Constituciones y los rigores del Instituto respecto a la pobreza de las casas y sacristías, al vestido y demás austeridades, de modo que todo sea practicable y proporcionado al ejercicio de las escuelas; que en cada Provincia haya una casa de estudios para formar sujetos idóneos.

Es de justicia destacar expresamente tres puntos finales de esta relación, pues nos dan la definitiva mentalidad de Pietrasanta como conclusión -junto con los otros puntos mencionados- de su Visita Apostólica. Con ellos se opone diametralmente no só0lo a las opiniones de Spada, Roma y Albizzi, sino también a aquella corriente de jesuitas, que abogaba por restringir el campo de enseñanza de las Escuelas Pías, y que él -por referencias de palabra o por escrito- no podía ignorar en manera alguna, pues tan conocida era entre los escolapios. Con dignidad, pues, olvidando magnánimamente la acritud con que le habían atacado en circulares públicas, proclamó al final de su relación:

1. Contra los jesuitas: 'el querer restringir sus facultades [de los escolapios] a enseñar a leer, escribir y contar, es privarles del privilegio concedido por los papas Pablo V y Gregorio XV, que es de enseñar humanidades, retórica y casos de conciencia [moral]…'

2. Contra el cardenal Roma y otros muchos: 'a quienes objetan que impiden las artes [u oficios serviles] al dejar estudiar letras a los pobres, se responde que resulta en gran servicio del Estado civil y político de una Comunidad el que las artes mismas las hagan personas que sepan leer, escribir y hacer cuentas…'

3. Contra Spada, Roma y Albizzi: 'el tratar de querer reducir esta Religión que tiene votos solemnes a una Congregación que tenga sólo votos simples y esté sujeta al Ordinario, sería querer destruirla… además, no parece que haya otro ejemplo en la Iglesia, de una Religión ya aprobada y confirmada por la Sede Apostólica, que haya sido reducida a simple Congregación'.[Notas 2]

No es menos importante observar que el último tema tratado en esta relación se refiere a los 'tres desórdenes', tan traídos y llevados en tantos memoriales y relaciones y tan exagerados por los historiadores, como motivo determinante de esta dramática Visita Apostólica, a saber: la nulidad de profesiones y las pretensiones al clericato y a las precedencias. Y es muy significativo que la última palabra del Visitador sobre el tema sea ésta: respecto a la nulidad, ya se trató el problema y hay que atenerse a las soluciones que dieron los teólogos; respecto a las dos especies de pretensiones, en parte fue provisto por decretos de Urbano VIII y comisión de prelados y en parte se proveerá por el futuro gobierno de la Orden[Notas 3] Es decir, que estos 'gravísimos problemas' -según algunos- estaban ya estudiados y resueltos antes de esta Visita Apostólica, y si algo queda por resolver, ya lo resolverá el futuro P. General y su gobierno. ¡Sin comentarios!

Oída la relación del Visitador -dice Paolucci en sus notas-, hubo una larga discusión sobre el asunto, en la que los cardenales manifestaron primero su opinión, es decir, Cueva y Ginetti abogaron por la no extinción de la Orden, mientras Spada y Roma propusieron de nuevo la extinción absoluta.[Notas 4] . Esto significa que ni la relación de Pietrasanta, ni las razones aducidas en tantos memoriales, ni la dignidad y el número de los intercesores a favor de las Escuelas Pías, hicieron huella en el ánimo de los purpurados Roma y Spada.[Notas 5] Por el contrario, quizá la carta circular de Pietrasanta en propia defensa, las respuestas virulentas de Baldi y Nikolsburg y particularmente el 'Documento siniestro' de Albizzi, además de las propias convicciones, tuvieron tal fuerza que les hicieron volver a los dos a su primera posición de octubre de 1643, dejando de parte lo que ya habían decidido en marzo de 1644, al inclinarse por una reducción de la Orden a simple Congregación.

Así las cosas, después de hablar los cuatro cardenales, tomó la palabra Mons. Paolucci, impugnando el voto de la extinción, considerado como un remedio violento y extraordinario. Había que usar antes 'todos los medios ordinarios, sobre todo tratándose de una Religión establecida desde tantos años, a favor de la cual interviene una particular Providencia divina d, y a la que no es imposible proveer, según la relación del P. Pietrasanta'. Excluía expresamente compararla con la congregación del Oratorio, a cuya semejanza se la quería reducir[Notas 6] , y proponía los siguientes remedios: reformar el gobierno presente 'reintegrando al P. General, pero dándole los Asistentes y Adjuntos que el P. visitador juzgare idóneos y neutrales, y para ello el Rmo. card. Roma que los convoque y amoneste bajo amenaza de supresión y hágase todo con caridad'. Además, nómbrese un Cardenal Protector con autoridad extraordinaria que actúe junto con el P. Visitador; que se cierren algunas casas en las que no puedan vivir cómodamente de limosnas; que se corrijan las Constituciones y se modere el rigor de las Reglas.

Al terminar Paolucci su exposición, habló el secretario Mons. Albizzi y -dejando de lado, por lo visto, todo lo dicho en el ‘Documento siniestro’- aceptó las propuestas de Paolucci, con lo que cambiaron de opinión también los cardenales Roma y Spada, quedando todos providencialmente de acuerdo en que así se pidiera al papa.[Notas 7] La sesión había concluido.

Notas

  1. Cf. PAOLUCCI, doc. 5, p.31. Las actas de las cinco sesiones publicadas por Picanyol (EGC IX, p.134-135, 177, 210-212, 214-215) son incompletas por haberlas sacado de los procesos de beatificación impresos y no de los documentos originales de Paolucci, como ha hecho Tosti. La fecha de esta sesión tercera, según PicanyoI, es el 17 de julio, pero es un error, atribuible a quien las copió de su original en 1717, pues una notable cantidad de cartas escritas aquellos días inmediatos coinciden en que fue el 18 de julio. Véanse las de Calasanz (de¡¡r]io. véanse las de Calasanz (c. 4279, 4280, 4283, 4284), Cherubini (EHI, p.304, EC, p.913, 914), Panicola (EC, p.1994), P. P. Berro (EC, p.310) y BERRO II, p. 143-147, etc.
  2. EC, p.2116-2119.
  3. Los dos últimos párrafos de la Relación, referentes a este tema, han sido omitidos por descuido en EC, p.2116-2119. Véase texto completo en EGC IX, p.205-210.
  4. Cf. PAOLUCCI, doc. 5, p.31.
  5. Aunque este 'voto' se refiere expresamente a la extinción de la Orden, lógicamente incluye el rechazo de la reintegración del P. General. Sin embargo, con cierta sutileza diplomática, el cardenal Spada respondía el 24 de enero de 1645 al Duque de Altemps Gallese: 'La bondad ejemplar y el celo del P. José, General de las Escuelas Pías merecen el afecto de V. E., y las señales que manifiesta en su carta eficaz del 20 del corriente merecen que yo desee ocasión propicia para poder corresponder a tan afectuosa recomendación. Por tanto, puede V. E. confiar que haré todo lo posible ‘dentro de los límites de la justicia y de la conveniencia’, asegurándole que…' (EC, p.2541).
  6. Esta idea la propuso ya antes el ‘Documento Siniestro’ y se impondrá al final.
  7. Cf. PAOLUCCI, p.31-32.