GinerMaestro/Cap25/07

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25.07. La casa madre de San pantaleón

No había en toda la curia romana un cardenal tan amigo y condescendiente con el P. Calasanz como Marzio Ginetti, que, por-su oficio de vicario del papa y ordinario de la diócesis de Roma, quedaba constituido jurídicamente, según las disposiciones del breve de reducción, en superior de las casas escolapias de la Urbe, salvo el Colegio Nazareno que él mismo consiguió -según Berro- quitarlo de las manos del P. Cherubini y Pietrasanta y ponerlo bajo la inmediata dependencia de la Rota Romana.[Notas 1] Aunque, según el breve, cada casa dependía directamente del Ordinario del lugar, de hecho, por tácito consentimiento, la casa-madre de San Pantaleón, dada la tradición ininterrumpida de ser la sede del P. General y de su curia y por vivir todavía en ella el venerable P. Fundador, mantuvo no sólo el honor, sino también cierta preponderancia y autoridad central reconocida por todas las demás casas de la Orden. Con ello, el cardenal Ginetti adquirió en cierto modo la autoridad de superior universal de toda la corporación desmembrada, pero en realidad, con suma delicadeza, no hizo más que dejar al P. General moverse con toda la libertad posible para mantener la unidad y llevar a cabo los intentos de restauración.

El 25 de marzo de 1646, domingo de Ramos, apenas una semana después de haberse leído el breve, volvía a reunir en el oratorio a toda la comunidad don José Palamolla, secretario del cardenal vicario, y en su nombre les rogó que eligieran por votación al rector de la casa. Por condescendencia del cardenal serían admitidos también a la votación los Hermanos. La comunidad estaba formada entonces por 23 Padres y 18 Hermanos, es decir, 41 religiosos en total.[Notas 2] Después de un primer sondeo decidieron que el P. General -le seguían llamando así[Notas 3] - propusiera una terna para votarla, y eligió a los PP. Spinola, Baldi y Fedele. Se votó y salió elegido el P. Spinola, pero no se dio por nombrado, pues debía hacerlo el cardenal. El secretario Palamolla le comunicó el resultado y al día siguiente el Emo. Ginetti fue a San Pantaleón a proclamarlo, después de una votación formal ‘nemine discrepante’. Aprovechó la ocasión para consolarles y animarles a todos a vivir en paz,[Notas 4]

A principios de junio ya se decía que el P. Spinola había sacado el breve para irse, aunque nunca lo usó.[Notas 5] Pero algunos díscolos de la comunidad le debieron importunar tanto, que antes de cumplir el año de rectorado renunció al cargo y se fue a Narni.[Notas 6] En su lugar fue elegido y aprobado por el cardenal el P. Juan García, que se mantuvo hasta mayo de 1649, en que le sucedió el P. Francisco Baldi.[Notas 7]

No fue, de hecho, tan tajante la autonomía e independencia de las casas, debido en parte a la benignidad de Ginetti, qué dejaba hacer, o a decisiones personales y caprichosas de algunos obispos, como la recordada del cardenal Filomarino, arzobispo de Nápoles, que expulsó de su diócesis a los 'forasteros'. Había un cierto trasiego de religiosos, pero la nota dominante entre estos inquietos o desplazados era su deseo de ir a Roma para vivir en San Pantaleón, junto al P. Fundador. Esta comunidad, en los dos años y medio que van desde el breve de reducción hasta la muerte del Fundador, tuvo muchos altibajos. Cuando se leyó el breve eran 41 religiosos, de los cuales 23 sacerdotes y 18 Hermanos. De ellos se fueron, consiguiendo el breve, 6 sacerdotes y 7 Hermanos, y cambiaron de casa 8 sacerdotes y 3 Hermanos. Total. 20 bajas. Aprovechando estos vacíos lograron incorporarse 6 padres y 7 Hermanos,[Notas 8] entre los cuales, procedentes de Nápoles, llegaron los PP. Berro y Caputi, los dos testigos de los últimos años de vida del Fundador que pudieron recoger tantísimos recuerdos, confidencias y testimonios suyos, así como documentos en abundancia que nos dejaron en sus Memorias.

No fue, sin embargo, tan fácil encardinarse a esta Comunidad privilegiada, que, como otras, había tomado la norma de someter a votación el ingreso de nuevos miembros. Ni el interés personal del Santo Patriarca consiguió a veces la admisión de algunos como fue concretamente el caso del p. Berro y del H. Agapito Sciviglietto, teniendo que recurrir él rriismo al vicegerente, Mons. Alejandro Vitrice, para lograrlo.[Notas 9]

El desconcierto producido por las salidas relativamente numerosas y el consiguiente trasiego de personal, junto con los efectos desastrosos de la difamación pública, provocada por la Visita Apostólica y reducción-destrucción pontificia, amenazaron con cerrar las escuelas, notándose a la vez la disminución de limosnas. Ello forzó a elevar una súplica a los 'conservadores' del Capitolio. Es conmovedor pensar que aquel hombre que medio siglo antes había subido al Capitolio para pedir aumento de sueldo para los maestros públicos a fin de que pudieran admitir en sus aulas municipales a los niños pobres, tiene que volver a rogar una ayuda económica, una limosna para mantener las Escuelas Pías. Es un memorial sobrecogedor, en que aparecen de nuevo las ideas machaconas de la utilidad de las Escuelas Pías, dado que 'no ha faltado quien haya dicho que este Instituto es perjudicial para la sociedad por el hecho de enseñar a los pobres'. Y después de exponer el estado lamentable en que se encuentran, debido al breve de reducción, añade 'y, en fin, porque con esta incertidumbre de su estado, no encontrarán ya quien quiera hacerles una limosna… por tanto, quedando así abandonados, recurren a VV. SS. Ilmas. pidiéndoles la ayuda que les parezca según su prudencia y caridad'.[Notas 10] No sabemos en qué acabó la cosa.

De no ser por estas dificultades económicas y por las estrecheces de la casa, el Santo Viejo hubiera acogido a todos los que se lo pedían, sintiéndose padre de todos y 'siendo esta casa la madre de piedad', como decía a Berro, invitándole a ir, al saber que le desterraban de Nápoles.[Notas 11]

El Fundador sigue siendo el centro de la Congregación, como en los tiempos pasados. A él se acude en demanda de gente, de consejos, de decisiones, y lo que no puede hacer por falta de autoridad -no tiene absolutamente ninguna- acude al cardenal vicario para que los autorice. Así, apenas publicado el breve de reducción consigue que Ginetti dé licencia al P. Onofre Conti y al Ho. Agapito para que vayan a Germania y Polonia, aunque no logra de la Congregación de Propaganda Fide que le den a Conti el título de Misionero apostólico, porque Mons. Albizzi les informa que era uno de los 'perturbadores de la orden'[Notas 12] De Cáller le piden que les mande un visitador, y les manda en 1648 al P. Onofre Conti.[Notas 13] De Turi le ruegan les envíe a dos sacerdotes, en 1648[Notas 14] . En Florencia, decide él la salida de algunos hacia otras casas.[Notas 15] De Nikolsburg le escriben en julio de 1648: 'todas las decisiones y órdenes que se hagan, se mandarán siempre a V. P, ni haremos nada sin su conocimiento y consenso'.[Notas 16] Y de Nápoles le dice al rector de Puerta Real: 'la carta de V. P, Rma. ha sido de gran consuelo, no sólo para mí, sino también para todos los padres y Hermanos de esta familia, los cuales nos preciamos de ser súbditos de S. P. y depender, en cuanto lo permitan los tiempos presentes, de su mandato y consejo. Y en cuanto al asunto de Aversa esperemos el resultado y la solución, como escribe'.[Notas 17] son sólo ejemplos de una actitud generalizada.

Notas

  1. Cf. BERRO II, p.223-224.
  2. Cf. en RegCal, 69, lista de los Padres y Hermanos que estaban presentes en San Pantaleón mientras se leía el breve de reducción, con notas interesantes del movimiento del personal hasta la muerte del Fundador.
  3. Muchos sustituyeron el título de ‘General’ por el de ‘Fundador’, otros siguieron llamándole General y otros General y Fundador. Alguno incluso se excusa de no llamarle ‘General’ 'per non dare ammirazione alli inquieti della Religione' (EHI, p. 1439). Nunca fue amigo de títulos rumbosos. A Cherubini le decía: 'Escríbame sin títulos' (c.1962); a Alacchi: 'ponga en la dirección, a la española: 'Al P. General de las Escuelas Pías de Roma (CCP, p.219); al P. Vitali: 'No me escriba nunca Rmo., sino sólo al P. General' (c.431), etc.
  4. El P. Bianchi, testigo ocular, le refería a Berro todos los detalles en carta del 31 de marzo (BERRO II,p.222-223). Cf. c.4349, 4350, 4357.
  5. C.4380. Su vida ejemplar -se le incluye entre los Venerables de la Orden- y los cargos que desempeñó antes y después de la reducción inocenciana hasta su muerte en 1674 (cf. EEC, p.1119-1120) manifiestan una vez más que aun entre los muy buenos hubo quien obtuvo el breve, debido a la confusión y a la desesperanza de supervivencia de la Religión en aquellas circunstancias.
  6. Cf. n.85 anterior.
  7. Cf. G. SÁNTHA, ‘Card. Martius Ginetti…’: EphCal 4-5 (1972) 149-150.
  8. Cf. n.85 anterior.
  9. Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.151 y 159, n.46-47; EC, p.2515.
  10. EC, p.2513-2514.
  11. C.4426.
  12. Cf. c,4362, 4562; G. SÁNTHA, o.c., p.151; ID., S. Congregatio de propagandan Fide… :EphCal 4 (1960) II9-120.
  13. Cf. EHI, p.226,233.
  14. Ib., p.2203.
  15. Ib., p.236.
  16. EEC, p.602.
  17. EHI, p.882.