GinerMaestro/Cap25/08

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25.08. Promotor de esperanza

'La esperanza de V. nos da ánimo a todos', escribió Berro al Santo, en frase lapidaria.[Notas 1] . Y era verdad. Fue como un surtidor inagotable. Antes de que saliera el breve nefasto, entre los malos pronósticos y amenazas de ruina inminente, hasta el último momento esperó ’in spe contra spem’ que la Orden quedaría en pie, que no se destruiría: 'yo espero -decía a Berro- que todo lo que han hecho y harán nuestros adversarios, todo se deshará con la ayuda de Dios y podrá más la verdad que la envidia, pero V. R. esté de buen ánimo, junto con los que aman el instituto, que sin duda volverá a ser quizá más glorioso que antes.[Notas 2]

Apenas recibió la fatal noticia del breve, aunque le tembló el pulso y se le desmoronaron las letras de su firma, seguía diciendo: 'no pierda el ánimo, porque esperamos en el Señor que se ha de arreglar todo, si estamos unidos'; 'espero que cuanto más la mortifiquen [a la Religión], tanto más la exaltará Dios'; 'manteniendo el Instituto en pie, el Señor pondrá orden oportuno a servicio del pueblo'; 'Dios benditono permitirá que se pierda un Instituto tan requerido en toda Europa'; 'tenga por cierto que el Instituto quedará en pie… y ruegue al Señor que se digne ayudar la causa de los pobres'; 'aquí tenemos firme esperanza ‘in spem divinam contra spem humanam’ y estamos con ánimo resuelto a mantener el Instituto hasta que Dios bendito nos mande el remedio'.[Notas 3]

Y así continuó impertérrito sembrando esperanzas, sin desfallecer. De tantas cartas para elegir, he aquí unos párrafos de tres selectas: la primera La dirige al P. Novari, Provincial de Germania y Polonia, desesperado por la situación de desamparo, y dice:

'... siento mucho que, siendo V. el piloto de esa barca, se muestre dudoso, debiendo tener pqor cierto que aunque los vientos sean contrarios, no sumergirán esa barca, aunque fueren pocos en compañía dem-V. R. para sostener el Instituto. Aquí no dejaremos de ayudar con oraciones y con personal a su tiempo. Y cuanto más le parezca estar abandonado de ayudas humanas, tanto más cerca estará de ser ayudado por ayuda divina'.

Y a Palermo:

'Si alguien le escribe o dice que nuestro asunto no tiene remedio, no lecrea, porque espero que el Señor nos ayudará más pronto de lo que algunos creen. Exhorte a todos a perseverar en tener la escuela con diligencia y esté seguro que donde fala lten medios humanos, vendrán los divinos. Pero hagan oración y persistan en el ejercicio con la esperanza cierta de la ayuda divina'. persistan en el ejercicio con la esperanza cierta de la ayuda divina.[Notas 4]

Finalmente, he aquí una carta histórica, por ser la última que escribió entera de su puño y letra. Es una verdadera joya, con su último mensaje escrito con palabras de profeta:

'Constantes estote et videbitis auxilium Dei super vos. Et nunc sumus orantes pro vobis, ut non contristemini, sed in tiibulatione magis elucescat virtus vestra. [Perseverad y veréis el auxilio de Dios sobre vosotros. Mientras tanto, oramos por vosotros para que no os contristéis, sino que en la tribulación brille más vuestra virtud (2 Par 20,17; 2 Mac 1,6; 1 Tes 4,12)]. Por defecto de vista no puedo alargarme en escribir. El Señor nos bendiga siempre a todos. Roma, 20 de mayo de 1647'.[Notas 5]

Esta siembra de esperanzas iba arraigando en muchos y junto a tantas cartas de amargura y derrotismo, le llegaban también otras cargadas de optimismo y de fe en el futuro, reconociendo con frecuencia que necesitaban el apoyo de su consuelo y de su aliento. Valgan de ejemplo las siguientes expresiones: (espero que V. P. verá aún en sus días restablecida de nuevo la Religión'; 'aora navegamos en continua tormenta -le escriben en castellano desde Cerdeña-, pero espero que vendrá tempo quando nos volverá al rostro; a este fin no se falta rogar con continuas plegarias al soberano y celestial Neptuno se haga placentero y en su Reyno sea nuestro Piloto'; 'nos alegramos todos de las buenas esperanzas que nos da del próximo arreglo de nuestra Religión y por ello no dejaremos de hacer oración con mayor instancia por la total satisfacción de todos. Hace ya dos años que con este fin decimos el miserere de la mañana con los brazos en cruz haciendo también, otras penitencias por lo mucho que nos urge el bien de la Religión. Nuestra Madre'; 'aquí [en Florencia] se hace y hará lo posible por cada uno de nosotros. Pero la mayor de nuestras esperanza está en lo mucho que V. P. puede hacer'; 'Alabado sea el Señor, que por boca de S. P. nos consuela con la esperanza de la cierta y pronta, no digo conservación, sino aumento del Instituto y del número de los que lo profesen', 'nos vamos consolando con las buenas esperanzas que S. P. nos da y no dejaremos de elevar preces a S. D. M. para que oiga los piadosos deseos, no sólo suyos, sino de todos los buenos'; 'se ha leído su última carta con mucha ternura y afecto, y a mí en particular me ha causado gran resignación rogando al Señor por aquellos que se han opuesto a una obra de tanta caridad. Viendo la serenidad de S. P., ruegue al Señor que me infunda su Espíritu Santo en esta vida miserable'; y Michelini, desde Pisa, le dice: 'Tengo por cierto que V. P. debe recibir de nuestros religiosos más consuelo que en el pasado, y pienso que será mucho más venerado y estimado que antes. Los inquietos se han ido y los demás harán grandes cosas'.[Notas 6]

No son menos significativas las numerosas cartas que le escriben en estos últimos años pidiéndole que les escriba alguna de consuelo y lamentándose de que las esperan y no llegan. El Provincial de Liguria: 'Ha llegado el correo, pero no he tenido carta de V. P., lo cual es para mí una grandísima mortificación. Y no sé qué pueda significar esto. Por favor, mortifíqueme V. P. de cualquier otro modo, pero no de éste'. El P. Beretta desde Cárcare: 'Deseamos que V. P. se acuerde de nosotros y nos escriba con frecuencia para nuestro consuelo>; 'en tiempo de mayor necesidad y deseos de recibir cartas suyas, nos vemos privados de ellas'. El P. Grien desde Nikolsburg: 'nos sentimos mortificados y admirados de no recibir de ahí ni siquiera una línea de consuelo. Quizá el no podernos dar esperanza cierta sea causa de tan prolongado silencio; pero no nos preocupamos tanto de lo que nos escribe, como del afecto y amor con que nos escribe'. Y esta última del P. Juan B. Morandi, que vistió la sotana escolapia el mismo día que el Fundador y morirá pocos días después que él: 'como hijo que siempre le he sido y profeso serlo siempre, le ruego que quiera consolarme alguna vez con una suya, de las que recibo tanto contento… que me siento como renacer el ánimo y mi espíritu desfallecido'.[Notas 7]

Supo infundir esperanza y todas las esperanzas estaban puestas en éL. Pero en los últimos años no todo fueron palabras y promesas, ni se cruzó de brazos esperando que le llegaran del cielo auxilios milagrosos. Con una energía impropia de sus casi noventa años y con una profunda convicción de que el papa Inocencio X había sido mal informado, siniestramente informado, emprendió con entusiasmo la última batalla diplomática, muriendo prácticamente en la brecha.

Notas

  1. lb., p.327.
  2. C.4336 y 4333, 4335, 4337, 4340, 4341.
  3. C. 4342-4345, 4341, 4348, 4350, 4351, 4353, 4354, 4364, 4366, 4369 (todas desde el 17 de marzo al 28 de abril).
  4. C.4393,4434 y cf. c.4379, 4390, 4406, 4429, 4435, 4437, 4438, 4474,4483, 4484, 4556, 4557.
  5. C.4463.
  6. EHI, p. 395; EC, p.257-258 (al P. García); EHI, p.222, 170, 148, 152, 78, 1456.
  7. EHI, p.1669, 274, 537-538, 1481.