GinerMaestro/Cap25/12

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25.12. La muerte de Pietrasanta y Cherubini

El P. Pietrasanta sufría del llamado mal de piedra desde 1642, es decir, antes de ser nombrado Visitador Apostólico de las Escuelas Pías. La enfermedad se fue agravando progresivamente con dolores tan insoportables que decidió someterse a operación quirúrgica el 3 de mayo de 1647 . El P. General de la Compañía, Vicente Caraffa, le ofreció la celebración de 500 misas para el buen resultado de la operación, y él las aceptó queriendo que se aplicaran a las almas del Purgatorio para que le protegieran. Llamó al P. Nicolás Mª. Gavotti, de quien se había servido como delegado de la Visita Apostólica para algunas casas, comunicándole la decisión de su inmediata operación, rogándole que le encomendaran en sus oraciones los religiosos de San Pantaleón. Y así se hizo.

La operación resultó con éxito, pero los dolores postoperatorios no le dejaban dormir. Pidió calmantes y le suministraron opio la noche del 5 de mayo, y pudo conciliar el sueño, pero ya no despertó. A la mañana del día 6 le encontraron muerto en la cama. Tenía cincuenta y seis años. Su cadáver fue expuesto en la Iglesia del Gesü y algunos padres de San Pantaleón fueron a verle, como confiesan de sí mismos Berro y Caputi.[Notas 1] El P. Fundador -cuenta Berro- pidió al P. Juan García, rector de la casa, y al señor Pedro Ciesi, maestro de la clase de música de las Escuelas Pías, que se celebrara una solemne misa cantada de réquiem por el P. Pietrasanta y rogó también a todos los sacerdotes que aplicaran misas y sufragios por su alma, 'tal como se acostumbra hacer por nuestros Superiores religiosos'.[Notas 2] Muchos le ofrecieron misas privadas, pero la misa cantada no se tuvo, para no dar ocasión a que alguien lo interpretara torcidamente. El Santo, sin embargo, lo sintió, porque 'lo deseaba verdaderamente de corazón -sigue escribiendo Berro-, para devolver bien a quien tanto mal nos había hecho'. Y añade esta notable afirmación: 'Yo puedo decir con toda verdad y afirmar que N. V. P. Fundador no hablaba nunca de dicho P. Pietrasanta, sino en bien, excusando todas sus acciones, y cuando alguien persistía en lamentarse, lo reprendía con mucho énfasis, manifestando particular disgusto'.[Notas 3] Quizá esta actitud no era simplemente fruto de esa caridad heroica que exige amar a los enemigos, sino expresión a la vez de que el Santo sabía algo más de la intimidad del P. Visitador, que intentó de veras salvar a la Orden como tal y defendió su derecho a enseñar ciencias, humanidades y latines, pero en otras cosas se sintió forzado 'por los de arriba' a condescender con sus exigencias contrarias al bien de la Orden. Y eso no era malicia, sino debilidad.

El mismo día 6 de mayo volvió a Roma Cherubini, probablemente al enterarse de la grave situación de Pietrasanta. Fue a verle al Gesù, pero se lo encontró ya de cuerpo presente en el catafalco. Parece ser que ya no regresó a Frascati, pero se encontraba como desplazado, sin saber adónde ir. Berro habla de esta situación en términos dramáticos que mueven a compasión. Dice: 'al verse aborrecido por toda la Curia Romana [¿quiza por su reciente escándalo en el Nazareno?], señalado con el dedo por todos, llamado destructor de las Escuelas Pías y que ni siquiera lo querían los Padres en San Pantaleón, y que por lo demás tenía que ir vagando por Roma, solo, como un fracasado, se envenenó todo y se le corrompió la sangre de tal manera que le salió una especie de roña que ni con purgas, ni con unturas podía curarse y cuantos más remedios se le aplicaban era peor, así que de roña se volvió lepra de la pésima, quedando por algunos meses en las partes ocultas…'.[Notas 4] Quizá clínicamente no sea válida del todo la explicación de Berro, pero que era lepra lo confirma el testimonio que aduce del Dr. Juan Ma. Castellani, que fue -como ya dijimos- médico personal de Gregorio XV, profesor de la Universidad de la Sapienza, y a la vez médico de la comunidad de San Pantaleón y gran amigo del P. Fundador.

Probablemente desde su regreso de Frascati fue recibido en el Colegio Nazareno por su rector, P. Camilo Scassellati, futuro tercer General de la Orden. Se hallaba entonces el Colegio en el Borgo Angélico 'detrás de los Arcos o Puente que va del Vaticano al Castillo de Sant'Angelo, cerca de la iglesia de Santa Ana'.[Notas 5] Y pasamos la palabra al P. Scassellati, que declara en el proceso informativo ordinario del Santo:

'Yo soy-testigo de que uno de estos de quienes había recibido [el P. Fundador] muchos agravios, que se llamaba Esteban Cherubini, habiendo llegado al punto de muerte en el principio de su enfermedad me impuso que en su nombre pidiese perdón a dicho P. General de los agravios que le había hecho y de los disgustos que le había dado. Al cumplir yo este encargo, el P. General enardecido en el rostro y cruzando los brazos con gran espíritu dijo estas precisas palabras: 'De todo corazón le perdono, le perdono de todo corazón; así perdone Dios mis pecados. Yo no he deseado nunca otra cosa que la salvación de su alma'. Palabras dichas con tanto espíritu, que cada vez que las recuerdo seriamente, no puedo contener las lágrimas. Y a mi sencilla petición vino a visitarle dos veces al Borgo, al Colegio Nazareno y lo consoló como Padre amable, exhortándole a la salvación del alma'.[Notas 6]

Cuenta Berro por su parte que él acompañó al P. General a visitar al P. Esteban, que estaba en cama, como aletargado, pero al oír el saludo del P. José volvió en sí y con gran alegría le dijo: 'P. General, ayudadme que estoy muy mal…', y 'en presencia de todos nosotros -añade Berro- le pidió perdón en general de todos los disgustos que le había dado. N. V. P. Fundador le dio la bendición y le exhortó paternalmente a actos de contrición de las culpas pasadas y a la esperanza de la divina misericordia'. Le dijo que se confesara, y él quiso hacerlo con el Santo, pero éste se negó, recomendándole que lo hiciera con más tranquilidad con el P. Juan García. Terminada la visita, se volvió a San Pantaleón y mandó al P. García, que le confesó. Luego comulgó y al poco rato le dio un delirio del que ya no volvió en sí, y al entrar en agonía se le administró la Extremaunción. Murió a mediodía del 9 de enero de 1648, a los cuarenta y ocho años de edad. Fue trasladado el cadáver en privado a San Pantaleón, donde le hicieron los funerales y fue enterrado el día 10 hacia las 5 de la tarde en San Pantaleón. Ese mismo día escribió el Santo Fundador en una carta a Nikolsburg:

'Esperamos también aquí nosotros algo en favor de nuestro Instituto, habiendo pasado a la otra vida ayer, a las 19 horas, el P. Esteban de los Ángeles y esta tarde a las 23 ha sido enterrado en nuestra Iglesia de San Pantaleón, al cual, tanto en la enfermedad como después de muerto todos nuestros Padres le mostraron particular caridad y benevolencia, con mucha satisfacción de sus parientes y amigos'.[Notas 7]

Así acabó la triste historia de Cherubini, sin que sepamos si su gran amigo y protector Mons. Albizzi se dignó hacerle alguna visita en su última enfermedad o a su cadáver, mientras estuvo expuesto en San Pantaleón.

Notas

  1. Cf. EC, p.2074; BAU, BC, p.1133; C. VIlÁ, ‘P. Silvestre Píetrasanta s. I. Datos biograficos y bibliograficos’; Archivum I (1977) 107-108.
  2. BERR0 III, p.109.
  3. Ib , p.109-110.
  4. ib., p.113-114.
  5. Ib., p.116.
  6. ProcIn, p.108-109.
  7. C.4522. BERRO III, p.115-117 (equivoca las fechas diciendo que murió el 6 y fue enterrado el 7).