HB23C/Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría

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Catálogo: LA PROVINCIA DE POLONIA, según su distribución en Casas y Residencias (1696)
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1. VARSOVIA
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Breve historia de la llegada de las Escuelas Pías a Polonia y de su crecimiento, tanto allí como en el ínclito Reino de Hungría

Domingo Chojnacki
(Archivo Provincial de Polonia, S 5)[Notas 1]

Bendijo Dios O.M. los intentos y esfuerzos para gloria suya llevados a cabo por S. José de Calasanz de la Madre de Dios, fundador de las Escuelas Pías, que en vida suya vio su instituto propagado no sólo en Roma, Liguria, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Córcega[Notas 2], sino también en Germania. Le consolaba saber cuánto bien llevaban sus hijos a todos los países a los que iban, y los Reyes y Príncipes le rogaban insistentemente que dirigiera también a remotas provincias las Escuelas Pías como salutíferas fuentes.

Entre estos se encontraba principalmente el invictísimo y potentísimo Ladislao IV, Rey de Polonia y Suecia, quien, ya mediante cartas a nuestro Santo Padre y al Eminentísimo Cardenal Cesarini, Protector de nuestra Orden, ya mediante el Embajador Extraordinario ante el Sumo Pontífice Urbano VIII, el Conde Ossolinski, Canciller del Reino, intentaba traer la Orden de las Escuelas Pías al Reino de Polonia, fundándolas para su Majestad en Varsovia, la primera ciudad de su Reino. Ante tantas instancias hechas, nuestro Santo Patriarca encomendó el asunto al P. Onofre Conti del Espíritu Santo, Provincial en Germania. Pero este, careciendo de un número suficiente de sujetos, iba demorándose. Y como había que traer una colonia para gloria de Dios a estas tierras, la Providencia ofreció el medio para que, superando todos los impedimentos, la esperanza pronto se convirtiera en hecho, satisfaciendo los deseos del óptimo príncipe.

Gustavo Adolfo, el rey de Suecia[Notas 3], estaba atacando Germania, y causando muchas calamidades en Silesia y Moravia. Las órdenes religiosas, muy castigadas, se veían forzadas a mudar de sede, y esto es lo que aconsejaron a los nuestros en estas circunstancias. Cuando al final tuvieron que emigrar, se fueron a Viena de Austria sin saber si serían acogidos. Algunos proponían irse a Italia; otros proponían el camino más cercano a Polonia, sabiendo que el Rey había invitado a los nuestros con toda benevolencia. Fueron a consultar al Eminentísimo Cardenal Gaspar Mathei, Nuncio Apostólico ante el Augustísimo Emperador Fernando III, quien les convenció de que siguieran su consejo. El Eminentísimo Príncipe les persuadió para que fueran a servir al Rey de Polonia, y apoyó su persuasión (pues era muy amigo de nuestra Orden) proveyéndoles de todo lo necesario para el viaje, e instruyéndoles con recomendaciones muy útiles. El P. Provincial, contando con la aprobación del S. Padre, seguro de la invitación real, y animado también por el Eminentísimo Cardenal, tomando consigo algunos sacerdotes, clérigos y operarios profesos, acompañado también por unos pocos novicios, tomó el camino de Polonia. Pasando por Moravia y Silesia, a principios del julio de 1642 llegó felizmente a Cracovia.

Ocurrió que por aquellas fechas el Rey acababa de entregar en matrimonio su hermana al Duque de Neoburgo, y, tras acompañar al esposo que se iba, se encontraba a causa de su devoción a la famosa imagen milagrosa de la B.V.M. en Czestochowa (que dista 18 leguas de Cracovia). Por lo cual el P. Provincial, dejando al P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M. con seis religiosos en el monasterio de los PP. Carmelitas Descalzos, decidió ir a presentar al Rey los saludos de los nuestros, para darle satisfacción y para promover nuestra futura fundación. Como los PP. Carmelitas iban a celebrar su Capítulo en el convento de Cracovia, su Padre Provincial envió a los nuestros a Wisnitz, para que estuvieran tranquilos. Allí el Excmo. Conde Lubomirski, palatino de Cracovia, había preparado a los Carmelitas una nueva fundación en su pueblo hereditario, lo que resultó providencial, como se verá luego.

Apenas llegaron los nuestros a Czestochowa, tan pronto como se enteró el Rey los recibió benignamente, los escuchó, les habló benévolamente y cuando se enteró que el P. Provincial había venido con otros 13, se alegró mucho, y le mandó que fueran todos a Varsovia, donde tendrían el oportuno acomodo para habitar y vivir. Él mismo iba a salir pronto hacia allí, y daría órdenes para que se preparara todo. Mientras tanto dio órdenes a Estanislao Skarszewski, Mayordomo de Sandomierz, para que los recibiera allí dignamente, y los envió a Varsovia a su costa. Por lo cual el P. Provincial salió de Czestochowa, pero antes escribió al P. Casimiro a Cracovia, y le dijo que viniera cuanto antes con los nuestros a Varsovia.

Mientras ocurrían estas cosas en Czestochowa, oyó el Excmo. Palatino de Cracovia que los nuestros habían ido a su señorío, y mandó inmediatamente al Prefecto de su fortaleza mediante una carta que recibiera de la mejor manera posible a los Padres de las Escuelas Pías en la fortaleza, y que les ofreciera acomodo y comida. Y no fue eso todo. Escribió al P. Casimiro a Visnitz diciéndole que no se fuera con los suyos hasta que llegara él. Pues tenía la intención de llevar a los PP. Escolapios a Szepes, un condado de Hungría, la mayor parte del cual había sido empeñado a Polonia, y él había sido hecho Prefecto del territorio. Por lo que quería hablar con ellos de este asunto. Sin embargo por aquellas fechas llegó la carta del P. Provincial, y como era exactísimo en la obediencia, se excusó ante el Excmo. Palatino diciendo que había sido llamado a Varsovia, por lo que no podían esperar su llegada. Y así llegaron los nuestros a Varsovia en el mes de agosto. Estos eran

El R.P. Onofre del Espíritu Santo, Provincial, italiano

El P. Jacinto de S. Jorge (Orsetti), italiano

El P. Agustín de S. Carlos, germano

El P. Casimiro de la Concepción de la B.V.M., polaco

El P. Francisco de Sta. María Magdalena, moravo

El H. Glicerio de Todos los Santos, germano, clérigo profeso

El H. Sebastián de Jesús María, moravo, clérigo profeso

El H. Jorge de la Purificación, moravo, clérigo profeso

El H. Jacobo de la Purificación, moravo, clérigo profeso

El H. Jorge de S.N., profeso operario, moravo

Y además 3 novicios clérigos: Pablo de la Natividad de la B.V.M., eslavo; Carlos de Sta. María, germano; y José de la Natividad de la B.V.M., moravo. Provisionalmente fueron acogidos todos en casa del Mayordomo de Sandomierz, y el Rey mandó que se les suministrase todo lo necesario.

Año 1642

Llegó mientras tanto el Serenísimo Rey, y no acogió menos benignamente a los nuestros en su palacio que como había hecho antes en Czestochowa. Mandó buscar un lugar adecuado para fundar las escuelas, y mandó que se pagara con su dinero. Y cuando tuvo lugar la bendición solemne de la cruz, acudieron a misa el mismo Rey Serenísimo, con la Reina, acompañados de ilustrísimos personajes. En aquella ocasión un famosísimo eclesiástico de la familia dominica dijo un docto sermón desde el púlpito, alabando ampliamente la intención y la generosidad del Rey, y al mismo tiempo a nuestro instituto. Finalmente el Rey Serenísimo, prometiendo toda su ayuda a los nuestros, para mayor recuerdo de su gracia, entregó a los nuestros los cuerpos de SS. Primo y Feliciano (en cuyo día de la fiesta había nacido él), que le había enviado el Papa desde Roma. Esta primera fundación nuestra de Varsovia fue generosamente provista por la generosidad del Rey.

Mientras tanto el Excmo. Palatino de Cracovia citado más arriba, que deseaba ardientemente tener a la Orden de las Escuelas Pías en alguno de los 13 pueblos de Szepes que le estaban sujetos, por el bien de la gente, escribió al R.P. Jerónimo de San Jacinto, Prior de los PP. Carmelitas en Varsovia, para que fuera a ver al P. Provincial y le instara en su nombre a aceptar una fundación en Szepes, presentándole la gran necesidad de sus habitantes, que en su mayoría eran herejes; que le ofreciera unas condiciones honestas para su manutención y construcción, y que le dijera que no quedaría tranquilo hasta que no tuviera consigo las Escuelas Pías. El P. Prior cumplió el encargo que le habían hecho, pero sin éxito, a causa de la escasez del personal disponible, por lo que no pudo obtener nada. Mientras el P. Provincial pensaba ansiosamente en estas cosas, he aquí que recibe una carta de Moravia en la que el P. Ambrosio de Sta. María, Superior de aquella Provincia en ausencia del P. Provincial, le comunica que los nuestros, a causa de los peligros de la guerra no podían sustentarse en nuestras casas, principalmente en Lipnik, donde al máximo podrían seguir 6. El P. Provincial, gravemente preocupado por este asunto, fue a hablar con el Ilmo. Filomarino, Arzobispo de Aviñón y Nuncio Apostólico en el Reino de Polonia, y le comentó la calamidad que estaba sufriendo la Provincia de Germania, y le mencionó el deseo del Excmo. Palatino. El Ilmo. Nuncio aconsejó al Padre que aprovechara la oportunidad que se le presentaba, pues convenía al bien de la Orden, y de ambas Provincias. Entonces el P. Provincial escribió al Fundador y Prepósito General de la Orden presentándole la necesidad de una nueva comunidad, y cómo la cercanía del lugar en Szepes podría ayudar a los nuestros que andaban sufriendo en Germania, rogándole también que si se ponían de acuerdo acerca de la fundación antes de recibir su respuesta, la considerara rata, pues al Ilmo. Nuncio también le parecía bien. Escribió otra carta al Excmo. Palatino, diciéndole que próximamente iría con sus religiosos, si podía contar con su gracia. Alegre le respondió el Palatino a este anuncio, diciendo al P. Provincial que estaba preparadísimo para darle todo lo que pidiera, y que viniese pronto para fijar las condiciones. Salió, pues, a visitar al Palatino con permiso de Su Majestad, el P. Provincial, llevando consigo al P. Agustín de S. Carlos, al H. Jorge de S. Juan Bautista, profeso operario, y al H. José de la Natividad de la B.V.M., novicio clérigo, dejando en Varsovia como Superior de la nueva fundación al P. Jacinto de S. Jorge, su Asistente y Secretario.

Al mismo tiempo llegó a Cracovia desde Niepolomice, donde residía, el Excmo. Palatino, el 9 de octubre. Recibió al P. Provincial con gran afecto, y le expresó su intención, diciéndole que deseaba establecer una fundación de las Escuelas Pías, bien dotada, en cualquiera de los 13 pueblos que escogiera, o en alguno de los 3 vecinos de Polonia. El P. Provincial le expresó su gratitud, pero le avisó que a causa de las molestias de la guerra en Moravia, debería haber un número más elevado de religiosos, pues no podían quedarse allí. Así que debería ofrecer Su Excelencia un lugar para que los jóvenes mientras tanto se pudieran dedicar a los estudios, de modo que se prepararan para ejercer luego su ministerio. El Palatino aceptó de buena gana, e hizo una fundación para 16 religiosos nuestros asignándoles como residencia su amplio castillo de Podolín, mientras se encontraba otro lugar y se hacía la construcción del colegio, del cual se pondrían los cimientos cuanto antes. De modo que dio un acompañamiento al P. Provincial para que saliera hacia Podolín, y ordenó que todo se dispusiera como él lo quisiese para uso de los hermanos.

Así que el P. Provincial fue a Podolín el 14 de octubre con el P. Agustín, y después de ver varios lugares, encontraron uno más favorable al lado del río Poprad. Mandó adaptar varias habitaciones en el piso superior del castillo, y en el inferior el oratorio y varias salas. Volvió al Excmo. Palatino y le explicó todo lo que había hecho, y este se alegró tanto que inmediatamente hizo preparar el dinero necesario para equipar la iglesia y la biblioteca, según las indicaciones del P. Provincial. Además envió provisiones para dos meses al cuartel militar para la comida de los demás religiosos que pudieran venir a Podolín desde Moravia. Dejando los dos hermanos en Wisnitz para procurar todo el vestuario para la iglesia, que les suministraban los criados de Su Excelencia, el P. Provincial partió hacia Cracovia con el P. Agustín. Una vez llegados a esta ciudad, lo dejó para que comprara el ajuar para la iglesia y la biblioteca, y salió solo hacia Lipnik, acompañado por militares.

Acababa de llegar a Teschin en Silesia y he aquí que apareció el P. Juan Domingo Franchi de la Cruz, Ministro de Lipnik y Maestro de Novicios, con el P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena y 9 jóvenes, algunos profesos y otros novicios, que iban a Polonia, pues ya no podían aguantar más en la casa de Lipnik, a causa de las vejaciones que les causaban las incursiones que hacían los enemigos desde Olomuc. Dio gracias a Dios el P. Provincial por la llegada tan oportuna de los nuestros, y volvió con ellos a Cracovia y fue a casa del Excmo. Palatino, que acogió a los nuestros con gran ternura, impresionado por la modestia y compostura de nuestros jóvenes. Desde allí fueron todos a Wisnitz, para preparar lo que faltaba de nuestra fundación, y el P. Provincial se fue a Cracovia para obtener el permiso del Ilmo. Administrador (la sede estaba vacante) para nuestra introducción solemne en Podolín, pues el pueblo pertenecía a la jurisdicción de Cracovia. Consiguió el permiso y otros requisitos según lo prescrito en las Constituciones de los Pontífices y las leyes del Reino, y obtuvo que dos canónigos de la catedral fueran designados para el acto que tendría lugar el 10 de diciembre. Se preparaba ya a volver el P. Provincial y, para que no volviera solo, la Divina Providencia le envió otros cuatro religiosos: los clérigos profesos Glicerio de Todos los Santos y Lucas de San Luis, y dos novicios, que vinieron a Cracovia desde Nikolsburg. Los llevó consigo a Visnitz, y luego fueron todos a Podolín el 20 de octubre.

Al día siguiente, fiesta de la Presentación de la B.V.M., el P. Provincial celebró la primera misa en el oratorio preparado y bendecido con permiso del Administrador, dado por escrito. Nombró como Superior de Podolín al P. Juan Domingo de la Cruz. El mismo día se entregó en nombre del Excmo. Palatino al P. Provincial y al P. Ministro la inscripción hecha por el mismo generosísimo fundador en el registro del castillo de Cracovia a favor de nuestra Orden y esta nueva casa, para 16 personas, asignando para cada uno una pensión anual de 50 táleros imperiales. Nuestra Orden se obligaba, según su instituto, a instruir a la juventud en la piedad cristiana y en las letras, promover la religión y la fe católica, enseñar la doctrina cristiana, y recordar perpetuamente en sus misas y oraciones al Fundador.

Esta fue la primera comunidad de la Casa de Podolín:

P. Juan Domingo de la Cruz, Ministro y Maestro de Novicios

P. Agustín de San Carlos, Viceministro

P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena

Cl. Glicerio de Todos los Santos

Cl. Pablo de la Natividad de la B.V.M.

Cl. Esteban de S. Miguel Arcángel

Cl. Lucas de S. Luis

H. Jorge de S, Juan, operario.

Novicios clérigos: Wenceslao del Stmo. Sacramento, Estanislao de la Natividad del Señor, Carlos de Sta. María, Martín de la Madre de Dios, José de la Natividad de la B.M.V., Jacobo de Sta. Bárbara, Ignacio de la Asunción de la B.V.M., Vicente de S. Bernardo, y Bernardo de Sta. Eduvigis. Novicio operario: Felipe de S. Onofre.

Mientras ocurrían estas cosas, llega también la carta del P. General, dando permiso para aceptar la fundación de Podolín del Excmo. Palatino.

El 9 de noviembre llegaron a Podolín los Rvmos. Sres. Canónigos de Cracovia Sapelius y Oborski, Comisarios Delegados por el V. Cabildo de la Catedral y el Ilmo. Administrador con plena potestad para instituir e introducir nuestros religiosos en la nueva fundación hecha por el Excmo. Palatino, y fueron a visitar al P. Provincial para preparar la celebración del día siguiente. Los cuales a la hora fijada llegaron al castillo, y después de celebrar una misa del Espíritu Santo el P. Ministro, procedieron jurídicamente según lo indicado en la Bula de Gregorio XV. Dieron entrega de la fundación al P. Provincial y a toda la Orden, y lo anotaron todo en Actas por medio de su notario. Fueron a continuación al lugar previsto para construir nuestra casa y la iglesia, donde el Rvmo. Sr. Sapelius, Comisario, bendijo la cruz y mandó que se plantara, y bendijo la piedra angular que se pondría en los cimientos de la iglesia. Siguió un sermón para gloria de Dios en el que se alabó al Excmo. Fundador y a nuestro instituto. Terminado esto, el citado Rvmo. Comisario llamó al P. Provincial, al P. Ministro y a todos nuestros religiosos, y públicamente ante todos lo invistió y los invistió, y les dio posesión del lugar o terreno, procurando que todo constara en las actas. De allí volvieron al castillo, y el P. Provincial celebró una misa de acción de gracias en honor de S. Estanislao Obispo y Mártir, patrón titular de la iglesia, por deseo del Excmo. Fundador, estando presentes los Rvmos. Canónigos de la catedral de Cracovia en cuanto Comisarios; el Ilmo. y Rvmo. Ladislao Hoszutoty, Obispo de Varad, Hungría, Prepósito de Szepes, y muchos otros huéspedes del ínclito Reino de Hungría; el Rvdo. Sr. Párroco de Podolín, el Senado del lugar y toda la comunidad de este pueblo del Rey, que vinieron a honrar de este modo la solemnidad.

El 12 de diciembre el P. Provincial acompañó a los Rvmos. Sres. Canónigos a Cracovia, y antes de salir hacia Moravia, con la facultad que le había dado en Varsovia el Ilmo. Nuncio Apostólico en el Reino de Polonia, dio potestad al P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena para enseñar la doctrina cristiana en la iglesia parroquial, oír confesiones y absolver de la herejía. Hizo lo mismo con el P. Agustín en Gnisa, un pueblo distante una legua, lugar cuya mayor parte de la población seguía los errores de Lutero. Los Padres ya aprobados recibieron la autorización del Ordinario del lugar, y el P. Ministro fue animado a presidir a los religiosos cuidando la observancia, y a comenzar cuanto antes las escuelas. Después de exhortar a todos al fervor y la obediencia, y a caminar dignamente según la vocación, por la mañana salió de Podolín. Celebró misa en Gnisa, después de lo cual el Rvmo. Sapelius, comisionado del Obispo y del Cabildo de Cracovia, confirmó el permiso dado al P. Agustín para predicar, catequizar y absolver de la herejía. Dijo también unas palabras al pueblo congregado, diciéndoles que si seguían las instrucciones del Padre de las luces recibirían muchas gracias.

Este año fue feliz para nosotros en Polonia e infeliz en Italia, pues el P. Mario Sozzi de S. Francisco, oriundo de Montepulciano en Toscana, con sus mentiras acusó injustamente al Santo Padre ante el Tribunal de la Santa Inquisición.

Año 1643

También este año fue desgraciado, pues fue llevado al Santo Oficio con sus cuatro Asistentes[Notas 4]. Por obra del mismo ocurrió que Urbano VIII P.M. suspendió al S. Padre del cargo de General. Nombró Visitador de la Orden al Somasco Agustín Ubaldini, con gran alegría, aunque no duradera, de los buenos de entre los nuestros. Pues a causa de su integridad y prudencia, como vio que se trataba de calumnias contra el Padre, dimitió de su cargo. Por lo que se nombró a Silvestre Pietrasanta, de otra orden religiosa, el cual conspiró con Mario y Esteban Cherubini por la ruina de las Escuelas Pías, como se describe ampliamente en la Historia del Santo Padre. En Varsovia mientras tanto se construyó una casa y un oratorio de madera para comodidad de los nuestros y el ejercicio de las escuelas, y se preparaban los materiales para la construcción. En Podolín durante el invierno se preparó cal, piedras y otros materiales necesarios para la construcción. Primero se edificaron dos grandes salas en la zona del castillo para escuelas de los jóvenes. En nuestro terreno se cavaron las zanjas para poner los cimientos en cuanto llegara el verano, y trabajaban hasta 24 albañiles y muchos ayudantes, los cuales avanzaban mucho, dando prisa en la obra los sirvientes del Excmo. Palatino, y prepararon gran cantidad de ladrillos cocidos.

Los Padres designados para enseñar la doctrina cristiana en Podolín y Gnisa predicaban celosísimamente en las iglesias parroquiales, y enseñaban a la gente, también a los luteranos, que escuchaban atentamente y con la gracia del Espíritu santo se arrepentían. Se inauguró la escuela, después de una misa solemne y el himno “Ven, Espíritu Santo”, cantado por músicos y acompañado por trompetas y tímpanos. En esta ocasión el Viceprefecto de Lublin con sus propias manos distribuyó a los estudiantes libros de piedad, y a los pobres papel y gramáticas.

Año 1644

Sufriendo por las turbaciones romanas y la conspiración de unos pocos contra el Santo Patriarca y General de la Orden, el P. Onofre, Provincial de Germania y Polonia, dándose cuenta del peligro que representaban para toda la Orden, no omitió nada de lo que creyó que podría ayudar. Por medio del Nuncio Apostólico, de nuestro amadísimo Serenísimo Rey, del Augustísimo Emperador, de los Próceres de Germania y Polonia, envió al Sumo Pontífice, a la Sagrada Congregación, a muchos Padres purpurados cartas eximias para que apoyaran al P. General y a toda la Orden, provisto con las cuales, en cuanto Superior, y dejando temporalmente en su lugar como Viceprovincial al P. Alejandro de S. Bernardo, genovés, varón observantísimo y muy elocuente, y muy idóneo para gestionar las cosas, salió hacia Roma, pues se acercaba la fecha del Capítulo General. Pero fue mal recibido por los adversarios, y declarado perturbador de la paz por el Visitador; fue privado de su cargo de Provincial y enviado a Nursia.

El P. Visitador, queriendo ganarse a su manera de pensar a otros, escribió el 7 de febrero en Roma una larga carta circular a los nuestros, llena de fastuosidad y argucias. Cuando esta llegó a Polonia, los nuestros, junto con los Padres de Germania, le respondieron con otra no menor, con fecha 28 de julio, desde las casas de Germania y Polonia, conteniendo tanto respeto al Superior nombrado por la Sede Apostólica cuanta verdad y espíritu religioso. Ambas cartas están copiadas en los Anales de la Provincia de Polonia del P. Miguel Krauss de la Visitación de la B.V.M., copiados desde los folios 30 a 51 inclusive. Entonces dirigía Germania y Polonia, como se ha dicho, el P. Alejandro, Viceprovincial; era Superior de la casa de Varsovia el P. Jacinto, hombre famoso por su erudición y su experiencia; en Podolín lo era el P. Juan Domingo de la Cruz, notable por su santidad y suavidad de costumbres. A las escuelas de Podolín acudían muchos jóvenes alumnos de Polonia, Silesia, Hungría y Szepes, incluso de la secta luterana, algunos de los cuales, a causa de la doctrina cristiana que recibían cada día, volvían al gremio de la S. Iglesia Católica. La construcción se seguía elevando, y el Excmo. Fundador este año compró dos terrenos contiguos para huerto, y los añadió al resto.

Año 1645

Habiendo llegado de Germania y Polonia cartas no gratas al P. Visitador, acusaron al P. Onofre de enardecer los ánimos de los nuestros con sus cartas, de lo cual él era totalmente inocente, y a partir de entonces le prohibieron todo tipo de correspondencia, como se ve por la carta siguiente:

“Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico, y Esteban de los Ángeles, Superior y Procurador General de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
Nos hemos enterado por el aviso de muchos y por cartas recibidas de que el P. Onofre del Smo. Sacramento, sacerdote profeso en nuestra Orden, escribe a menudo cartas perniciosas para la paz pública y dañosas para su alma a Germania y Polonia, con las cuales intenta excitar una división detestable entre la Orden, y promover la sedición contra los superiores. Nosotros, buscando la paz de aquellas provincias, y queriendo favorecer el bien del alma de este Padre, ordenamos al citado P. Onofre en virtud de santa obediencia y pena de excomunión en la que caerá ipso facto, que en el futuro deje de enviar cartas a Germania o Polonia, ni por sí mismo ni por otro en su nombre o por su orden, a ninguna persona, ni regular si secular, y que no reciba, abra, lea las recibidas, ni procure que se las lean otros, hasta que no reciba nuestro permiso por escrito. Por lo cual si juzga necesario escribir algo, que nos envía a nosotros la carta, para que la enviamos según nuestro arbitrio. En fe de lo cual, etc. Roma, el día de arriba, 1645.
Silvestre Pietrasanta, Visitador Apostólico; Esteban de los Ángeles, Superior y Procurador General; Juan Antonio de la Natividad de la B.V.M., Secretario.

Yo, Pedro de S. Agustín, Ministro de Nursia, doy fe de que por orden del P. Visitador y el P. Esteban suprascritos he comunicado el precepto indicado al P. Onofre del Stmo. Sacramento, y firmo la presente dando fe. Yo, Mariano de S. Bartolomé, doy fe. Yo, Lorenzo de S. Sixto, doy fe”.

En Podolín ocurrió una cosa que ocasionó gran aflicción a los nuestros. Pues al P. Juan Francisco de Sta. María Magdalena, después que los ministros luteranos advirtieron que trabajaba diligentemente en la viña del Señor consiguiendo mucho fruto no sólo entre la gente del pueblo, sino también entre gente de la nobleza, y renunciaban a sus antiguos errores, le doraron la píldora, y fingiendo amistad, le hablaron con tal amabilidad que, permitiéndolo Dios (ya que redundó para mayor aprecio suyo y fama entre los hombres más tarde), se lo atrajeron, con muchas promesas de ventajas en el siglo, y lo inclinaron a su partido. Y así, estando ausente de casa el P. Ministro, se fue a la aldea de Toporz con los predicadores; desde allí fue a Buschovia, y luego a Kezmarok, y finalmente se dirigió a Levoka. Se enteraron los nuestros de lo ocurrido, con no poca vergüenza. Convencieron a Esteban Lubobiecki, comandante de la fortaleza de Lublo y Viceprefecto de Szepes, hombre de gran autoridad, quien con gran destreza mandó apresar a los predicadores de Toporz y Buschovia, y los retuvo en su castillo hasta que devolvieran al Padre, cosa que hicieron. La cosa terminó bien. Pues él renunció a sus engaños y mentiras, absuelto de su apostasía por el P. Juan Vanoviczy, misionero de la Orden de San Pablo Apóstol, y ya con el hábito religioso volvió a Podolín pagando el viaje los herejes, y no sólo mostró por escrito la astucia de los predicadores (pues era elocuente, y famoso por algunos opúsculos sobre las Escuelas Pías), sino también en un sermón público en la iglesia parroquial de Podolín, con una cuerda colgada del cuello, confesándose culpable, y alabando la gracia divina que vela sobre los pecadores y especialmente sobre su persona, entre las lágrimas de los oyentes. Pocos días después fue enviado a Varsovia, y luego a Moravia, donde a causa de la confusión que había sobre nuestras cosas, obtuvo el Breve Apostólico y se fue.

En lugar del P. Juan Francisco vino de Varsovia el P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M., primer polaco en la Orden, que también había estudiado fuera y escribía perfectamente las lenguas alemana, italiana y latina, y que cultivaba una gran inocencia de vida, observancia regular, y todas las virtudes. Continuó magníficamente las actividades apostólicas en Szepes, y cuando iba a predicar y dar catequesis a Gnisa y Lublo, cada vez le pedía el párroco de Rusbace que pasara por allí un rato para refrescarse, y él respondía que no tenía permiso, y volvía a casa el mismo día en ayunas, y siempre a pie.

Año 1646

El P. Esteban Cherubini humilló de diversos modos a la Orden, siempre con el acuerdo del P. Visitador. Siguió la reducción a Congregación por Inocencio X P.M. Era admirable la constancia del Santo Padre, y su confianza en Dios. En Germania y Polonia los Obispos no ejercieron su jurisdicción sobre nuestra Orden. Ni los Príncipes en cuyos territorios se encontraba nuestro instituto quisieron aceptar su Breve, en lo cual sobresalió en especial el Rey de Polonia Ladislao IV.

En Podolín estuvieron cerradas las escuelas algún tiempo, a causa de la peste que se había extendido por los lugares vecinos. Los nuestros volvieron a comenzar en el mes de marzo su ministerio, entre la esperanza y el miedo. Y como se seguía trabajando febrilmente en la construcción de la casa y la iglesia y ya se había puesto el tejado sobre las paredes, vino a estas partes el Excmo. Palatino, tanto para ver sobre el terreno cómo iban las obras, como para ver la diligencia de los nuestros, si era numerosa la asistencia de escolares y el fruto de almas. Permaneció durante tres semanas en las termas de Rusbac, y observó principalmente dos cosas: el esfuerzo continuo de los nuestros enseñando la piedad y las letras, y la pobreza de algunos estudiantes, que les impedía seguir los estudios. Viendo esta dificultad, con su insigne piedad dio una limosna anual para poder alimentar a más de 40 estudiantes, y que de este modo pudiesen ir a nuestra escuela. Esta limosna se mantuvo hasta el año 1680. El domingo IV después de Pentecostés vino mucha gente de Podolín, pues viniendo en su coche, envió por delante un joven para anunciar que el Palatino, que se estaba acercando, quería asistir a misa, y oír el sermón de alguno de los Padres. El P. Casimiro acababa de celebrar su misa, y no se había preparado un sermón en polaco. Pues cuando los nuestros dirigían charlas a los jóvenes el sábado, usaban el latín o el alemán. Pero como él era un varón apostólico, docto y ardía en el celo por las almas, cuando entró el Palatino se retiró a la sacristía, y mientras el Palatino escuchaba la misa, él se llenó de ánimo y preparó un sermón con el tema: “Ve mar adentro y echa las redes”. El Palatino vertió abundantes lágrimas al escucharlo, y toda su corte no pudo contenerse. De modo que el Excmo. Fundador después de unos días en Podolín regresó contentísimo a Polonia.

En este mismo año el inexorable para nuestros asuntos Inocencio X dio indicios de alguna benignidad suya con respecto a la Orden que él había hundido, declarando que los breves para tomar el hábito de sacerdotes seculares que se habían ofrecido a todos los nuestros sólo serían válidos durante cuatro meses, y luego serían revocados, pues esta explicación suya hizo cambiar de opinión a algunos, y a la mayoría les confirmó en la suya de permanecer en el Instituto. Por este tiempo el Conde de Magnis fue enviado como Embajador Extraordinario del Rey de Polonia a Roma, para tratar con el Sumo Pontífice sobre la reintegración de nuestra Orden, pero las malas artes de la Curia Romana hicieron que no consiguiera mostrar a la luz la iniquidad de aquellos que habían engañado al buen Pontífice.

Año 1647

La aflicción pública no desanimó a los nuestros en Polonia. En Podolín funcionaban bien las escuelas, mientras en Varsovia aún no habían comenzado, estando ocupados los nuestros principalmente en la continuación de las obras. Los Superiores de ambas casas contenían a los religiosos gobernándolos prudente y suavemente. Mientras tanto acaeció la muerte repentina del Visitador, precisamente el mismo día en que había obtenido el mismo Padre el Breve para nuestra Visita Apostólica.

En el mes de julio enviaron cartas al Sumo Pontífice el Serenísimo Rey de Polonia, las Cortes Generales del Reino, los Obispos y la Orden de los Caballeros, y a numerosos Cardenales, apoyando la causa de nuestra Orden. Pero cuando fueron entregadas en un paquete juntas por el Conde Orsi, Embajador del Rey en la Ciudad, al Cardenal Panziroli, que era partidario del Auditor Albizzi y de Esteban Cherubini, sólo recibió como respuesta que Su Santidad no podía cambiar lo que había sido hecho.

Este año pasó a la sede de los bienaventurados el V.P. Pedro de la Natividad, de Lucca, primer Asistente del S. Padre, de 73 años de edad, que en vida y muerte gozó de fama de santidad por sus grandes virtudes y prodigios. Poco después le siguió el P. Esteban de los Ángeles, rostro de todos los males, pero que se arrepintió y se reconcilió con el Santo Padre antes de morir, gracia de Dios de la que careció Mario de S. Francisco, autor de las revueltas, y que murió del mismo tipo de muerte, una lepra incurable.

Año 1648

Gran parte de las obras de Podolín se habían terminado, excepto la iglesia. Por lo cual nuestros religiosos el 28 de junio se mudaron desde el castillo a su propia casa, del siguiente modo: se organizó una procesión desde la iglesia parroquial hacia la casa nueva, con los niños cantando las letanías de Todos los Santos, hasta llegar a las escuelas nuevas. Fuera esperaba la gente; el P. Casimiro de la Concepción de la B.V.M. bendijo las escuelas inferior y media según las ceremonias del ritual, donde, según el permiso obtenido del Ordinario del lugar, se celebrarían los actos religiosos hasta que se terminara la iglesia. Terminada la bendición, entró la gente, y el P. Glicerio de Todos los Santos, recién ordenado, celebró su primera misa. Honraron el acto con su presencia, en nombre del Excmo. Fundador, Esteban Lubowiecki, Viceprefecto de la fortaleza de Lublo y de los 13 pueblos de Szepes, el Párroco y el Magistrado de Podolín. Los nuestros que vivían en Podolín constituían una pequeña comunidad, formada por

El P. Juan Domingo de la Cruz, Ministro

El P. Casimiro de la Concepción de a B.V.M., Viceministro

El P. Glicerio de Todos los Santos

El Cl. Pablo de la Natividad de la B.V.M., profeso

El Cl. Estanislao de la Natividad del Señor, profeso

El Cl. Martín de la Madre de Dios, profeso

El Cl. Wenceslao del Stmo. Sacramento, profeso

El Cl. Jacobo de Sta. Bárbara, profeso

El Cl. Vicente de S. Bernardo, profeso

El Cl. Jacinto de S. Bernardo, profeso

El Cl. Alejo de S. Onofre, profeso

El H. Felipe de S. Onofre, operario, profeso.

La introducción en las escuelas, estando listos todos los nuestros, se hizo el 12 de julio. Por la tarde, convocados a toque de campana todos los escolares, y dirigiendo oraciones a la imagen de a B.V.M. que iba delante, fueron desde el castillo de la ciudad hasta las escuelas nuevas, donde dos de los nuestros dijeron un discurso en latín: el Cl. Martín de la Madre de Dios habló alabando los estudios humanísticos; el Cl. Wenceslao del Stmo. Sacramento alabó con un poema al Excmo. Fundador. Al final se cantó el himno Te Deum laudamus, y esto es todo referente a Polonia.

En Roma, el 24 de agosto, hacia la hora 6ª de la noche, en la víspera de S. Bartolomé Apóstol (que allí se celebra el 25 de agosto), un lunes de madrugada, emigró a la vida eterna nuestro S. Padre José de Calasanz de la Madre de Dios, Fundador y primer General de la Orden de las Escuelas Pías. Estaba en el año 92 de su vida, 65 de sacerdote, 31 desde que había fundado la Congregación Paulina. Sus hijos supervivientes lo lloraron. Una vez fallecido se hizo famoso por los muchos signos y milagros que hizo, y como había prometido que intercedería por nosotros si su alma, por la infinita misericordia de Dios era llevada a vivir con Él, los nuestros se alegraron en su mente y su corazón, recordando lo que les había dicho el Santo Padre: “Permaneced constantes, y veréis venir sobre vosotros el auxilio del Señor”. Hay algo que es digno de admiración: todos los que habían sido enemigos suyos y de la Orden fallecieron de una muerte atroz, tal como él les había predicho que en breve tiempo comparecerían ante el tribunal de Dios, en el que la verdad aparecería claramente.

En este lugar no puedo dejar de lado el gran beneficio que hizo el Excmo. Palatino a las escuelas de Podolín este año. Vio que la comunidad no podía aumentar con mejores sujetos, sino que necesariamente disminuiría, puesto que no se podía esperar que viniera nadie a formarla desde Italia y Germania, estando la Orden destruida, y sólo había esperanzas de su restauración pero no hechos. Entonces fue a hablar con los dirigentes de la Academia de Cracovia para que le prestaran algún profesor erudito y probo de su gremio para que fuera a enseñar Filosofía al gimnasio de Podolín, el cual sería acogido como Minerva. Ante la autoridad de la persona que lo pedía, no surgió ninguna dificultad. Así que fue destinado a aquella labor un hombre insigne tanto en las costumbres como por su óptima preparación científica, Casimiro Pietraszkiewicz, más tarde Prepósito de la iglesia de Opatov. El Excmo. Fundador lo envió a Podolín, asignándole, además de una comida competente y un vestido honrado, un salario de 100 táleros anuales, pagaderos de su propia bolsa. Allí enseñó el curso de Filosofía, primero a los nuestros, y después a los seglares, y trabajando duramente, el profesor lo terminó en dos años, con gran provecho de sus alumnos y gloria suya.

Finalmente a este año corresponde el fallecimiento del Serenísimo Rey Ladislao IV de Polonia y Suecia, que falleció el 20 de mayo en Merci, Lituania, Este suceso entristeció mucho a las Escuelas Pías, huérfanas de tal Protector, que hizo a su favor una fundación de dinero, suficiente para pagar el censo y para terminar las obras.

Año 1649

Debido a la fama de la Filosofía introducida en las escuelas de Podolín, aumentó el número de estudiantes. Preocupaba a los nuestros no tener un General del que depender y al que dirigirse, aunque se consideraba como tal al P. Juan de Jesús María, nombrado Ministro Superior de la casa romana de San Pantaleo por el Cardenal Vicario de la Ciudad con los votos de los Padres. Para colmo de males, el 16 de julio falleció religiosa y piadosamente el Excmo. D. Estanislao Lubomirski, Conde de Wisnitz, Palatino de Cracovia, Prefecto de Szepes, vencedor gloriosísimo de los turcos en Chocim[Notas 5], fundador nuestro en Podolín, etc. Antes de morir, en su testamento escrito recomendó la fundación de las Escuelas Pías de Podolín a su hijo Jorge, sucesor suyo en la prefectura de Szepes, y a todos nuestros religiosos. Cosa que realmente este Excmo. Señor siempre y constantemente ha hecho, amando tiernamente a nuestra Orden y ofreciéndonos su protección (pues luego se convirtió en la máxima autoridad en la República, Supremo Mariscal del Reino y Jefe del Ejército) en todas nuestras necesidades. Aumentó también el censo del colegio de Podolín en 4000, inscritos sobre sus bienes, que él procuró que se pagaran puntualmente, y mandó que la limosna instituida por su padre para ayudar a los estudiantes pobres se pagara siempre exactamente. Finalmente este año se encendió una guerra atroz en Polonia, cuando Khmelnytsky, conduciendo cientos de miles de cosacos y rebeldes de la plebe, devastó las provincias de Rusia, con una gran masacre de polacos, hasta que finalmente fueron subyugados y después de algunos años fueron de nuevo reducidos.

Año 1650

Mucho se entristeció Podolín con la muerte prematura del P. Casimiro Bogatka de la Concepción de la B.V.M., que tuvo lugar el 7 de mayo. Era el primer polaco de la Congregación, del palatinado de Poznan. Hombre de gran modestia y ejemplaridad, que ya en vida gozaba de opinión de santidad entre los seglares, y que dejó un gran vacío tras su muerte. Era tenacísimo en el silencio; nunca se le oyó decir una palabra desconsiderada. Entregado a la mortificación corporal. Observante exactísimo de las Reglas. Tan humilde que nunca dijo una palabra en alabanza suya, ni permitió que la dijeran los demás, a pesar de que consta que estaba muy bien preparado en las disciplinas filosóficas y matemáticas, que había estudiado brillantemente en el extranjero, y vistió el hábito religioso en el nuevo y piadoso instituto en Nikolsburg. Cuando hablaba a la gente le ardía el rostro. Servía de buena gana a los pobres y enfermos, y enseñó diligentemente a muchos, principalmente acatólicos, con su vida y con sus hechos, hasta que de esta vida mortal pasó a la inmortal, para recibir su recompensa, a los 45 años de edad. Fue enterrado temporalmente en la iglesia parroquial, y en esa ocasión proclamó sus alabanzas en un sermón el R. D. Tomás Kurowski, párroco de Piwnice, y el M. Sr. Lubowiecki, Viceprefecto de Szepes, declaró en nombre de los PP. de las Escuelas Pías que se depositaban los restos del difunto en la iglesia sólo provisionalmente, y cuando estuviera terminada la de los Padres serían trasladados al sepulcro de la misma. Lo cual ocurrió el 16 de febrero de 1656. En tal ocasión estuvo también presente el párroco del lugar, y el Decano de Lublo.

Fallecido el P. Casimiro, no quedó en Podolín ningún sacerdote de idioma polaco para el ministerio con la gente, por lo que el P. Ministro Juan Domingo, con permiso del P. Viceprovincial Alejandro, hizo consagrar sacerdote al P. Jacobo de Santa Bárbara, silesio, que hablaba suficientemente bien el polaco. Recibió al hábito de la Congregación a dos: José Starek de Santa Catalina, de Podolín, y Bernardo Sempochowski de Jesús María, polaco, a los que llamaron agregados, pues al no haber entonces Padre General, ni un plazo para pronunciar los votos en el futuro, debían permanecer en la Congregación disimulando que se les había acogido ante la Sede Apostólica. Después llegó a Podolín el P. Alejandro, Viceprovincial, e impuso el hábito a nuestro Miguel Krauss de la Visitación de la B.V.M., joven de Podolín, muy prometedor, que hizo luego brillantemente sus estudios en Viena. Y aunque el P. Viceprovincial no hizo la visita debido al estado inusual de las cosas, sin embargó exhortó a todos vehementemente a la observancia regular, esperando que el instituto volviera a su prístino estado, cosa que no cesaba de rogar ante la Sede Apostólica, y salió hacia Germania.

Año 1651

El 30 de mayo el P. Juan Domingo, Ministro, tras recibir la facultad de Su Excelencia el Príncipe Pedro Gembicki, Obispo de Cracovia y Ordinario del lugar, bendijo nuestro nuevo templo, y tras hacer una procesión desde nuestras escuelas, celebró solemnemente la misa en él el R. D. Lorenzo Pruszkoy, Decano de Lublo. Dijo el sermón Estanislao Sniecszkowicz, Párroco de Rubasz. Al final pronunció un discurso en latín el Cl. Wencesalo Opatowski del Stmo. Sacramento, el cual con gran ingenio alabó al fallecido Excmo. Fundador al mismo que al vivo, el Excmo. Jorge Lubomirski, que ya era Mariscal de Reino. Lo oyó en su nombre, presente en ese acto, el M. Sr. Félix Constantino Bractauski, cortesano.

En octubre recibió el hábito de la Congregación Francisco de Jesús María, llamado en el siglo Adalberto Haligorski, polaco. De estos tres: Wenceslao, Miguel y Francisco, oirás hablar a menudo más tarde, en el gobierno de la Provincia.

Año 1652

En Polonia fue elegido Rey Juan Casimiro, hermano de Ladislao IV. Este recibió en el patrimonio real la mina de Lubomirski llamada Kunegunda, con los bienes de Swinza. Por lo que estaba en peligro el acuerdo con los Padres de Podolín, pues la fundación estaba asociada a esos bienes. El Excmo. Jorge Lubomirski, mariscal del Reino, logró que el Rey le pagara 1000 FR anuales en Podolín. Oliéndoselo, el P. Jacinto de S. Jorge, Ministro de Varsovia, fue a ver al Rey y le suplicó que esa suma se pagara a los colegios de Varsovia y Podolín, cosa que obtuvo, y así se inscribió en los documentos de la Curia Real. El Excmo. Mariscal se tomó a mal la cosa, y le escribió una carta prolija con su propia mano al P. Juan Domingo, Ministro de Podolín, preguntándolo cómo había hecho aquel cambio. Pero el Padre no sabía nada de ello, así que fue a Varsovia y arregló mejor el asunto. Al final, como llegaba el plazo de la profesión de los nuestros, fue con el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento a Germania, para consultar con el P. Alejandro, Viceprovincial, qué debía hacerse.

No sé con seguridad cuándo abrieron las escuelas los nuestros en Varsovia, pues no tengo ningún documento a mano; consta sin embargo que los nuestros tenían abierto un gimnasio este año, y que la asistencia de jóvenes era muy numerosa. Pero el P. Jacinto de S. Jorge, Ministro, que había presidido durante muchos años útilmente esta casa de Varsovia, apremiado por un familiar, tras obtener el Breve Apostólico se quitó el hábito, cosa de la que más tarde se arrepintió mucho, como se puede leer en una carta que envió al P. Juan Domingo, Ministro de Podolín. En su lugar fue puesto al frente de la casa el P. José de la Natividad de la V.M., llamado en el siglo Andrés Marco Holiczien, húngaro.

Año 1653

El P. Juan Domingo, que estaba en Germania, fue con el P. Viceprovincial a Praga, para ver al Eminentísimo Cardenal de Harrach, Arzobispo de Praga, que quería mucho a los nuestros, para preguntarle qué pensaba él acerca de la profesión de los novicios. Él consideró que no había razón para que se hiciera cargo de nuestras cosas, ni para disimular ante Roma la admisión de novicios, ya que por su autoridad ordinaria (puesto que el Sumo Pontífice había sometido las Escuelas Pías al Ordinario del lugar) podía estatuir en su diócesis, y en su Reino en cuanto Primado, lo que estimase conveniente en el Señor. Por ello declaró Provincial al P. Alejandro de S. Bernardo (y como tal fue reconocido por los nuestros en Germania y Polonia), y le dio potestad para que con ese título admitiese a la profesión a los novicios que hubieran cumplido el tiempo de probación. El P. Provincial comunicó esta declaración a los de Polonia. Así que cuando el P. Juan Domingo regresó a Polonia, de acuerdo también con el ordinario del lugar, recibió a la profesión simple a los HH. José de Santa Catalina, Miguel de la Visitación de la B.V.M., y finalmente a Francisco de Jesús María. Luego vino el P. Provincial de Germania a Podolín, y según lo prescrito por las Constituciones, hizo la visita, y tras ordenar lo que hizo falta, salió hacia Varsovia, para no volver más a Germania, quedándose entre nosotros.

Año 1654

Este año, hacia fines de diciembre, el Sumo Pontífice Inocencio X dejó de vivir, y nuestros religiosos, después de tantas miserias y tinieblas, empezaron por fin a ver que tal vez empezaría a brillar la serenidad con un nuevo Pontífice. Los Magnates protectores nuestros se preparaban para ello.

Año 1655

La Sede Apostólica estuvo vacante hasta el 7 de abril. Algunos Cardenales pensaron en elegir Pontífice al P. Juan Castilla de Jesús María, Escolapio, por lo que algunos ministros comenzaban ya a felicitarle, pero su modestia les quitó la idea de la cabeza, y ese día fue elevado al solio el Cardenal Chigi, que tomo el nombre de Papa Alejandro VII, con el que inmediatamente se empezó a trabajar por la restauración de la Orden.

En Varsovia el P. Provincial quería establecer nuestro estudio de teología, pero vino Gustavo Adolfo, rey de Suecia[Notas 6], con el ejército, ocupó la ciudad y, huidos otros religiosos, impidió el intento. Sin embargo a los nuestros, bajo la protección del Pro-Canciller del Reino Radziejovich, los favorecían los suecos, y muchos enviaban a sus hijos (pues trajeron a sus mujeres e hijos, considerando que el reino, que habían tomado por las armas, era suyo) a nuestras escuelas para que aprendieran a leer, escribir y aritmética, y pagaban a los nuestros una cierta pensión en lugar de la limosna, por gracia del Conde de Oxenstern, General sueco.

Año 1656

Alejandro VII, a petición de los Príncipes cristianos, mirando benignamente nuestras cosas, dio un diploma singular el 24 de enero, que comienza Dudum felicis etc., que al ser promulgado en la casa de San Pantaleo de Roma, estando presente el Emmo. Cardenal Ginetti, Vicario de la Ciudad y nombrado protector nuestro, trajo gran alegría a todas partes. El mismo Eminentísimo, según el deseo de Su Santidad, nombró Superior Prepósito General de la Orden al P. Juan García de Jesús María, y como asistentes suyos a los PP. Francisco Castelli de la Purificación de la B.V.M., José Fedele de la Visitación de la B.V.M., Juan Esteban Spínola de la Madre de Dios y Camilo Scasellatti de S. Jerónimo. Los cuales fueron reconocidos inmediatamente por los nuestros, besaron la mano y cantaron el Te Deum laudamus. Para que esta proclamación oral no ofreciera dudas a algunos, por medio de Su Eminencia el P. General suplicó al Sumo Pontífice que se dignase confirmar estos nombramientos, junto con la facultad de nombrar Provinciales y Rectores, cosa que benignamente concedió el 4 de abril con las Constitución Ex Romani Pont. etc. El 21 de abril el P. General con sus Asistentes fueron a dar gracias al Sumo Pontífice por los beneficios recibidos, y él respondió a los Padres con estas palabras: “Considerad bien lo que hemos determinado acerca de vuestras cosas…” Luego, poniendo su mano sobre el pecho, añadió: “Podéis estar seguros de nuestra persona, y creed que he hecho lo que me ha parecido mejor, y si Dios me da vida, tendréis todo lo que deseáis. Encargamos a todas las Congregaciones que os traten bien, y que defiendan vuestras razones y derechos. Sabemos que en Polonia vuestra Congregación tiene mucha estima y veneración”.

El P. General decretó después que se hiciera una oración pública en todas las casas de las Provincias por la conservación y aumento de la Congregación, cosa que en Podolín hicieron los nuestros en un triduo con ocasión de la fiesta de Pentecostés. En la cual, mientras pasaban los peligros, residían próceres de primer orden. Concretamente Su Excelencia el Príncipe Pedro Gembicki, Obispo de Cracovia, que cuando vio los trabajos de los nuestros en las escuelas y en la iglesia de Dios, de enemigo se convirtió en gran amigo nuestro, y no sólo nos dio grandes limosnas, sino que prometió el permiso para fundar en Cracovia que hasta ahora nos había negado, y dio amplísimas facultades al P. Juan Domingo para aprobar a los nuestros y a los sacerdotes seglares para decir sermones y oír confesiones. Durante toda la guerra sueca había abandonado la diócesis de Cracovia, confiándola a su hermano el Obispo de Plock, y fue nuestro huésped.

En Varsovia los nuestros sufrieron una nueva calamidad. Luchando entre sí polacos y suecos, se incendió el tejado, y luego el fuego consumió todo el edificio, la iglesia y el huerto contiguo, y también murió, con dolor de todos, el P. José de la Natividad de la B.V.M., que, después de haber enviado a los demás a buscar refugio, se había quedado solo para custodiar la casa.

Dios nos consoló de esta desgracia con una nueva fundación. Pues el Excmo. Jorge Lubomirski, Mariscal Supremo del Reino, encontró en la hermosa ciudad de Rzeszów, que llegó a su poder por herencia, un monasterio para monjas de S. Francisco de la Penitencia que había sido construido, aunque estaba en buena parte sin terminar, a causa de la prematura muerte de la Fundadora Sofía Potenciana de Bobrek, esposa de Ladislao Domingo, Duque de Ostrog y Zastaw, Conde de Farnow, Palatino de Sandomierz, del que las monjas no habían tomado posesión. Quiso él traer a los nuestros allí, cuando terminara la Iglesia y obtuviera el permiso de la Sede Apostólica. Avisó al P. Juan Domingo para que fuera a ver y ocupar la casa, pero este, no queriendo meterse en terreno ajeno, y a causa de la escasez de personal, rehusó. Pero para no ofender al Fundador, en tiempo de vacaciones envió a verla al P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, y al H. Francisco de Jesús María, y a los dos les agradó la ciudad, y vieron que las paredes se podrían adaptar fácilmente para nuestro uso, estando ya construido el tejado.

Por aquel tiempo el P. Provincial, después del desastre de Varsovia fue a visitar con algunos de los nuestros al Excmo. Mariscal Fundador, para consultarle a quién debería dirigirse, estando el Rey ausente del Reino. Ocurrió que él se encontraba en Lancut, pueblo suyo hereditario, distante dos millas de Rzeszów, en la hermosa fortaleza del lugar, donde se encontraban la Serenísima Reina Maria Luisa Gonzaga de Mantua, de Italia, hija del Duque de Nevers en Francia; el Nuncio Apostólico Antonio Pignatelli, y varios otros magnates del Reino. El Excmo. Mariscal recibió amablemente al P. Provincial, y lo retuvo algunos días en su casa. Al fin, ya que habían venido, decidió no dejarlos marchar, cosa que hizo. Pues al cabo de unos pocos días, tras obtener el permiso del Ilmo. Andrés Friebicki, Obispo de Przemysl, Ordinario del lugar y Procanciller del Reino, invitando a este acto al Nuncio Apostólico y a una gran cantidad de Próceres y Caballeros, introdujo a los nuestros en el monasterio de Rzeszów, a título de huéspedes, pidiendo permiso a las Sede Apostólica para establecer nuestra fundación y la posesión de un censo anual que había establecido a favor del monasterio la citada Duquesa de Ostrog y Zastaw. Mientras tanto mandó que se proveyera lo necesario para 12 personas, y que se prepararan habitaciones hasta que pasara la guerra, y obtenida respuesta a su súplica, se instalaran de manera firme. Así que el P. P. Provincial con el P. Jacobo de Santa Bárbara y algunos clérigos profesos y novicios se quedaron en Rzeszów, en la nueva fundación, en la que no pensaban quedarse mucho tiempo. Mandó también venir allí al P. Wenceslao del Stmo. Sacramento y a los clérigos Estanislao de Jesús María y Antonio de Sta. Catalina de Siena.

Mientras tanto en Roma los nombrados Superiores de la Orden nombraron a los Provinciales, y declararon Provincial de Germania y Polonia de nuevo al P. Onofre Conti del Stmo. Sacramento, y lo enviaron a estas Provincias. Trajo consigo el Breve Apostólico y la carta circular del P. General en la cual ordenaba que se hiciera el juramento de perseverancia, y que todos los antiguos hicieran la profesión según la fórmula indicada allí. Pero como no podía venir inmediatamente, desde Opava envió la carta a Podolín, diciendo que él iría en cuanto pudiese.

A causa de la guerra en que estaba implicada Polonia, los nuestros sufrieron muchas miserias, pues no sólo les faltaba el sustento, sino que muchos pedían refugio en nuestro colegio de Podolín, por lo que fue necesario ceder algunas clases, y a los jóvenes que venían de Leópolis, Przemysl y Jaroslaw les teníamos que dar clase en la sacristía y por rincones de la casa. El mismo Serenísimo Rey, que desde Silesia volvía por Liptov, llegó a Podolín el día último del año, guiado diestramente por el Exmo. Jorge Lubomirski, Mariscal del Reino, hasta que se desplazó a Czorstino y Nowy Sacz, ciudad con murallas y fortaleza. El Serenísimo permaneció algún tiempo en nuestras escuelas. En el colegio había muchos próceres, y en la misma ciudad no había una casa que no acogiera huéspedes.

Año 1657

El 10 de febrero por la tarde falleció a esta vida el P. Jacinto de S. Bernardo, querido por todos, infatigable trabajador por la gloria de Dios, y que se había preparado seriamente con oraciones y lágrimas para la última batalla. Se observó algo singular en su tránsito, y es que cuando imploraba a menudo la ayuda de Dios, dijo al P. Alejo, y a otros que estaban junto a él: “Ruego que alguien tome las letanías de los santos y me las recite” Estaban recogidos juntos los patronos mensuales que se distribuyen al principio de cada mes, de modo que el H. Adalberto de Sta. Teresa tomó el libro de la mesa y empezó a recitar aquellas letanías, y el enfermo suspiraba constantemente al oírlas. Poco después, prorrumpió alegre: “¡Ya están aquí!” El P. Alejo entendió otra cosa, y le dijo: “Sí, estamos, y todos rezamos por V. Reverencia”. Entonces el enfermo dijo: “No, lo que digo es que ya están junto a mí todos mis santos patronos”. Y luego dijo estas palabras: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”, y entregó a Dios su piadosísima alma. Era silesio de nación, de Gtogod. Tenía 36 años de edad y 14 de religión. Fue enterrado en el sepulcro de nuestra iglesia.

Este año fue calamitoso para el reino, a causa del diluvio de los enemigos: cosacos, suecos, moscovitas, transilvanos con Rakoczy; todos invadieron el suelo polaco. Fue admirable la crueldad de todos, especialmente la de los últimos, que entraron en Leópolis y se dirigían hacia Cracovia, pasando todo a hierro y fuego. Los nuestros se vieron obligados a abandonar Rzeszów, y retirarse hacia Podolín. Pero entonces el Excmo. Lubomirski, Mariscal y jefe de la guerra, tomando algunos miles de soldados consigo, por los montes invadió la áspera región de Rakoczy, y le pagó con la ley del talión, tratándola con violencia y fuego. El mismo Rakoczy, volviendo a su tierra con los suyos dispersos, sin la benevolencia de Lubomirski no se habría librado de sus manos, habiendo sido capturado por solados tártaros, y fue exiliado al Tauro.

Habiendo pasado el peligro, el P. Alejandro, ex Provincial, volvió con el H. Juan Lachotski de Sta. Apolonia a Rzeszów, pero viendo que la nueva fundación estaba bastante arruinada (los transilvanos habían entrado en ella y habían destruido las ventanas, estufas, puertas, mesas), y por otra parte deshecho a causa del viaje y enfermo de podagra, falleció. Fue un hombre de gran caridad y paciencia, de notable gracia al hablar y destreza para hacer las cosas, que por otra parte hizo algunos milagros. Falleció a la edad de 40 años. Fue enterrado en Rzeszów, en la iglesia nueva.

Por lo demás falleció también el Emperador Fernando III y le sucedió Leopoldo, que envió ayuda a Polonia para contener de algún modo a los enemigos. El P. Jacobo de Sta. Bárbara fue enviado a Varsovia; el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, a Rzeszów, desde Podolín, de modo que ambas comunidades fueron restauradas con algunos de los nuestros, y visitadas por el P. Provincial Onofre, quien finalmente vino a Podolín para las fiestas de la Natividad del Señor.

Año 1658

Este año se abrieron las escuelas por la petición insistente del Fundador, aunque la casa no ofrecía comodidad para ser habitada, después de los destrozos hechos en las habitaciones por los bárbaros. El P. Wenceslao fue nombrado Vicerrector; el P. Miguel de la Visitación, profesor de Retórica; el P. Francisco de Jesús María fue destinado a la clase de Sintaxis y Gramática. Como estos dos venían de Dabrowica y entonces estaba allí el Excmo. Fundador, los envío con sus propios caballos a Rzeszów, y les dio con un carro de buenos libros de su propia biblioteca, y también un órgano nuevo para la iglesia. También les compelía a abrir la escuela el Vicario General Administrador de Przemsyl, el Rvmo. Alembe, pues la sede estaba vacante, para que no surgieran dificultadles después. Expidió la carta credencial, decreto y permiso, a causa de los adversarios gruñones, que eran numerosos, aunque no se atrevían a enfrentarse abiertamente, a causa de la gran protección del Excmo. Sr. Mariscal. El cual llegó a Rzeszów a mitad del mes de marzo, acompañado de su hermano Alejo Miguel, y de sus tres hijos; con el Rector Magnífico de Cracovia, y con muchos servidores. Y entonces el 19 de marzo, fiesta de San José, cantó la misa solemne el Muy Rvdo. Sr. Kwiecisz, Prepósito de Rzeszów; dijo el sermón el R.P. Kocioskowski, ilustre eclesiástico de la Orden de los Predicadores, muy favorable a nuestro instituto. Una vez terminado esto, los PP. Miguel y Francisco hicieron su profesión de fe en la iglesia, en presencia de todos. Después pasaron al lugar de las escuelas, en donde el P. Miguel dio una conferencia solidísima en latín sobre la necesidad de los estudios, que pareció a todos admirable. En ella se daban gracias al Excmo. Fundador, imitando a Cicerón cuando alaba el vino, y la Congregación se sentía obligada hacia él con todas sus fuerzas. Después de terminar la función, el Excmo. Mariscal invitó a todos los huéspedes a comer a su palacio de Rzeszów, y los trató opíparamente.

Pocos días después envió a dos hijos menores suyos, Jerónimo y Alejandro, a nuestras escuelas, y confiándolos a los Padres para que los educaran, se fue de Rzeszów, después de mandar que se hicieran todas las reparaciones y aprovisionamiento necesarios.

La primera comunidad de Rzeszów estaba formada por:

P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Vicerrector, maestro de novicios, confesor;

P. Miguel de la Visitación de la B.V.M., profesor de Retórica y Poesía, predicador, confesor;

P. Francisco de Jesús María, Prefecto de las escuelas, confesor, maestro de Gramática y Sintaxis, catequista;
H. Juan de Sta. Apolonia, clérigo profeso, ecónomo;
HH. Miguel de la Cruz y Onofre de S. Felipe Neri, clérigos novicios
Adalberto Kochaneck, un clérigo secular, vivía con nosotros y enseñaba Principios.

Siendo tan pocos los nuestros, es difícil explicar cómo se las arreglaron para tragarse tantas molestias. Y es admirable que lo llevaran todo con paciencia. El mismo año se iba a celebrar Capítulo Provincial, de cara al Capítulo General que se iba a celebrar al año siguiente. El P. Onofre, Provincial, sólo intimó al P. Juan Domingo para que hiciera Capítulo Local en Podolín, pues en Varsovia y en Rzeszów no había sacerdotes con más de un trienio que pudiesen ser elegidos. Solamente mandó al P. Wenceslao, Vicerrector de Rzeszów, dependiente del P. Rector de Podolín, que acudiera al Capítulo, cosa que hizo. Los PP. de Rzeszów, en tanto que sacerdotes en el primer año, al menos escribieron una carta a Podolín en la que proponían dos cosas:

1.Poder tener su propio Rector.
2.Que, si valían sus votos, votaban por el P. Wenceslao como vocal al Capítulo Provincial.

Y la recomendación sirvió, pues aparte de su amigo el P. Glicerio no tenía otros rivales. Tras contar los votos de los presentes, fue elegido unánimemente vocal el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, que volvería a su patria Nikolsburg, para asistir al Capítulo Provincial convocado para el 1 de octubre. Por lo demás, terminado felizmente el Capítulo de Nikolsburg, volvió el P. Juan Domingo de la Cruz, habiendo sido elegido vocal para el Capítulo de Roma, y el P. Wenceslao con el nombramiento de Rector de Rzeszów, trayendo consigo algunos religiosos nuestros, pero que eran destinados a Varsovia. En Rzeszów sólo se quedó Nicolás de la Concepción de la B.V.M., clérigo profeso.

Año 1659

El P. Provincial salió hacia Roma con sus vocales, pero ya no encontró vivo al P. General, quien víctima de una fiebre aguda, en cinco días falleció, el 16 de febrero. Era un hombre incomparable, y muy amigo de nuestro Santo Padre. Al hacerle la autopsia los médicos encontraron que tenía los pulmones destrozados, y debía haber muerto tres años antes, si no hubiera sido prodigiosamente conservado por Dios todo ese tiempo. Así que el P. José de la Visitación, Vicario General, pospuso el Capítulo al mes de mayo[Notas 7]. El día 10 de mayo lo comenzaron los Padres, y al día siguiente, en presencia del Emmo. Cardenal Ginetti, Protector, fue elegido General el P. Camilo Scassellati de S. Jerónimo; fueron confirmados dos antiguos Asistentes, el P. José de la Visitación de la B.V.M. y el P. Pedro de la Anunciación y elegidos dos nuevos: el P. Glicerio de la Natividad, y el P. Pedro Lucas de S. Miguel. También fue elegido Procurador General el P. José de S. Eustaquio, de Pesaro. Después el P. General nombró Provincial de Germania al P. Juan Domingo de la Cruz. Se trató en este Capítulo si se podrían usar zapatos. Pero no se decidió nada, pues si se hubiera ido a una votación secreta, la mayoría de los Padres eran favorables a la antigua costumbre. Entonces una pena prodigiosa pareció confirmar las Constituciones. Pues el P. Juan Evangelista de S. José, vocal al Capítulo General y Maestro de Novicios, principal promotor de los zapatos y de los colchones, que cuando regresó incluso iba a introducir su uso en el noviciado, aunque estaba sano y robusto, un mes después del Capítulo se extinguió por una fiebre terciana maligna, tras dar verdaderos signos de dolor y de arrepentimiento porque había querido introducir esa relajación, como vio que había prescrito ampliamente a los nuestros en Polonia el P. Agustín de S. Carlos, que ahora estaba muriendo. No fue suficiente. El 24 de noviembre se apareció al H. José de S. Antonio de Padua, novicio operario, pidiéndole: “Di al P. Provincial y al P. Rector que hagan decir oraciones por mí, pues estoy en el purgatorio”. Cuando se cumplieron los sufragios, se apareció de nuevo al P. Gabriel de la Anunciación, Rector, para darle gracias. ¡Qué pena, la relajación de las Reglas! Hasta que el Sumo Pontífice Alejandro VII dispuso de otro modo.

En Polonia este año cambió totalmente la suerte de los enemigos. Los suecos fueron derrotados, y sus generales Oxestern, Königsberg y Wirtz, que en el año 1642 causaron la devastación en Silesia, Moravia, Austria y Bohemia, y que ahora habían hecho de Polonia su reino, o fueron hechos cautivos o cayeron con todo su ejército. Por lo que el Rey Adolfo Gustavo[Notas 8], humillado, sufrió un ataque de apoplejía y falleció al poco tiempo. No les fue mejor a los moscovitas, cuyo ejército de 100.000 hombres mandados por el Duque Sheremetev fueron aniquilados por el Excmo. Lubomirski, mariscal y Jefe de Campo, en Cudnow[Notas 9]. La fama de la victoria llegó pocos días después a Rzeszów, por lo cual Juan Paprocki, Prefecto de la Corte del Mariscal, el 2º domingo de Adviento mandó cantar solemnemente en nuestra iglesia un Te Deum laudamus, y el P. Miguel hizo un sermón al numerosísimo público a partir del texto “¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?”, mostrando cómo la caña había doblegado las fuerzas del enemigo soberbio.

Año 1660

Después de visitar las casas de Germania, el P. Provincial Juan Domingo vino desde Moravia en el mes de enero a Podolín, y trajo consigo a dos clérigos profesos de buena índole, Honorato y Benito, a los que sin embargo se los llevó una muerte prematura: uno en Varsovia, contagiado de la peste; el otro en Rzeszów, de una fiebre aguda. Ambos eran italianos. El mismo mes, nuestros Padres saludaron al Excmo. Mariscal victorioso, que regresó del campamento, con una obra dramática representada por nuestros estudiantes, titulada “Junio Bruto, vengador de la libertad romana”, el cual se regocijó viendo tantos jóvenes nobles actuando de manera tan diestra, y estuvo todo lo contento que se puede decir. También en Rzeszów nuestros Padres erigieron una hermosa estatua de la B.V.M. en la zona del templo, ante la cual el sábado por la tarde los estudiantes cantarían las letanías, antigua devoción que dura hasta hoy. Se introdujo también en nuestra iglesia la Cofradía del Escapulario de la B.V.M., por deseo de la gente, después de conseguir el permiso y las gracias necesarios, aunque este objetivo se logró no sin grandes dificultades y oposición por parte del párroco contra nosotros.

Año 1661

El P. Provincial nombró Rector de la casa de Rzeszów al P. Pablo de la Natividad de la B.VM. y al P. Wenceslao de Santísimo Sacramento lo trasladó al rectorado de Podolín, y los instaló a los dos. Al P. Prefecto lo envió a Varsovia, y de este modo las quejas de los cortesanos contra él se calmaron. Pues había hecho la vista gorda ante ofensas causadas por los estudiantes a los judíos de Rzeszów, con lo cual el mismo Excmo. Mariscal se ofendió.

En este tiempo el P. Vicente [Berro] de la Concepción de la B.V.M., Provincial de Liguria, cuenta lo ocurrido con el P. Juan Crisóstomo [Peri] de Santa Catalina, que había sido también nombrado Provincial de Liguria en los años 1644 y 1656, y que ejerció este cargo al mismo tiempo que ejercía el cargo de confesor de monjas, ayudándole mucho en sus negocios al mismo tiempo que estaba atento a sus hermanos, y tenía su residencia en el monasterio de las monjas. Mandó que se dieran a los novicios zapatos y colchones, como si fueran sacerdotes seculares, mientras nuestras leyes decían otra cosa. El P. General le envió por tercera vez la patente [de Provincial], y el P. Gabriel, Rector de Génova, inmediatamente se la remitió. Sin embargo ya no la recibió, pues cuando llegó había muerto el que el día anterior estaba perfectamente sano. Con lo cual los Padres entendieron que aquella orden no había gustado al de Arriba. Ni siquiera pudo trasladarse su cadáver al vecino colegio de Cárcare, pues estaba demasiado hinchado y tumefacto, por lo que debió ser enterrado cuanto antes en la iglesia de las monjas.

Este año la peste hizo sufrir a algunos de los nuestros en Varsovia, a otros los dispersó, y la escuela concedió vacaciones.

Año 1662

Los Padres de Germania pidieron la separación de su Provincia, sin que se opusiera el P. Provincial, principalmente porque veía la dificultad de gobernar conjuntamente Austria, Bohemia, Moravia y Polonia, y que había que hacer largos viajes para las visitas. Fue nombrado Superior de Germania el P. Carlos Pessau de Santa María, un hombre de gran ingenio, juicio y erudición, austriaco de nación. Con nosotros en Polonia se quedó el venerable anciano P. Provincial Juan Domingo [Franco, o Franchi] de la Cruz después que se separaran las Provincias de Germania y Polonia. Aceptó esta disposición de los Superiores con ánimo tranquilo, esperando que fuera para bien de la nación polaca, a la que amaba singularmente. Y esperando educar bien a nuestros jóvenes religiosos, designó Podolín como sede para educar a los nuestros en Humanidades y Filosofía, y llamando de Rzeszów al P. Miguel de la Visitación, insigne orador (como su Manual editado lo prueba), lo nombró Profesor. Poco después, a causa de la edad, sin que hubiera ningún otro fatal accidente, provisto de todos los sacramentos y con gran edificación de todos, dejó de vivir. De qué modo vivió este varón su vocación, su vida religiosa, el desprecio de sí, la mortificación, la caridad para con los religiosos, su manera de dirigir el instituto, sus exhortaciones a los jóvenes a vivir espiritualmente, con fe en Dios y constancia en las adversidades, y a orar por los difuntos, lo cuentan 4 páginas en folio que también debe estar en Hungría, pues muchas cosas de los mayores se trasladaron de Podolín a Prievidza. Basta con decir que fue un hombre querido por Dios y por los hombres, serio, santo, conservador del Instituto en Polonia, que falleció haciendo actos de virtud y teología, lleno de días, a la edad de 70 años, el 29 de julio, a las cuatro menos cuarto de la tarde. Nadie dejó de llorar la muerte de su Padre, y en su sufrimiento se temían que iba a ocurrir alguna desgracia. Entre otros, el R. Sr. Tomás Kurowski, párroco de Piwnice, que en el funeral, al que asistieron muchos sacerdotes y personas seglares muy dignas, dijo que se nos había quitado un hombre santo, que nos libraba de la ira de Dios porque la contenía con sus oraciones. Su vaticinio resultó ser cierto.

Pues el 4 de agosto comenzó a llover, llovió todavía más fuerte el 5, y siguió el 6. El río Poprad, que baja de los Cárpatos a Szepes, pasando por Kesmark, Podolín, Gnisa y Lublo, comenzó a crecer, se desbordó luego de su cauce, y empezó a arrancar árboles de raíz, y bajaba con estrépito. Arrancó los sólidos tablones de la valla de nuestro huerto, y se los llevó. Los nuestros, estando ausente el Rector, se exhortaban mutuamente a orar para que el colegio no sufriera daños, pues las tormentas hacían temer una gran destrucción. El P. Vicerrector llamó a todos a la iglesia a toque de campana, expuso el Santísimo y se pusieron a rezar de rodillas. Mientras tanto el agua sigue subiendo, e inunda nuestro huerto. Se lleva rápidamente el Santísimo al oratorio, se recoge el ajuar de la sacristía, a toda prisa se salvan algunos toneles de vino y de cerveza de la bodega, y provisiones de la despensa. Mientras tanto la fuerza del agua rompió el muro del castillo en el pueblo, y el agua entró con fuerza por las calles y plazas, por las casas de los ciudadanos y en la zona de nuestras escuelas. Derribada la muralla que rodea la ciudad por la parte de la puerta de las escuelas, se abrió camino libre hacia los suburbios. Las aguas crecientes inundaron la iglesia, los sepulcros, la bodega, la cocina y otros locales hasta cuatro palmos de altura por encima del suelo, con la parte inferior sumergida. Fuera no se veían los campos, sino sólo el océano y el cielo. Sería largo de contar cuántos daños produjo esta inundación en Szepes, principalmente entre las montañas, y también en Polonia. Destruyó campos y aldeas; derribó el templo, los muros y las torres de muchos lugares, se llevó personas junto con sus casas; se llevó montones de grano. Y, como se observó, los derrumbes no se producían tanto a causa de la lluvia como de las corrientes subterráneas, por lo que se sentía un hedor abominable, y durante toda la noche sonaban mugidos y aullidos miserables, como si estuviera llegando el día del juicio. Al cabo de tres días decrecieron las aguas. Nosotros buscamos el huerto donde había estado el huerto, y vimos que habíamos perdido el mobiliario doméstico. Ante tanto peligro, los caballos y los bueyes se habían refugiado bajo el techo. Ocurrió entonces además una cosa que es difícil de creer, y que sin embargo es verdad. La cima de los Cárpatos, que se ve como la parte más eminente desde Szepes, se desprendió de la montaña. Esto ocurrió el 9 de agosto, hacia media noche, pues los nuestros que estaban despiertos notaron que nuestro colegio se estremeció. Luego lo pudieron ver todos los habitantes. Siguieron luego los trabajos para limpiar la iglesia y la casa.

Por lo demás, tras la muerte del P. Provincial, el P. Wenceslao, Rector de Podolín, escribió a Roma, pidiendo que nombraran un sucesor. Los romanos escribieron a cada casa de la Provincia diciendo que hasta que se nombrara otro, consideraran al Rector más antiguo en profesión como Provincial, y que consideraban que ese era el de Varsovia. Esta declaración creo confusión, pues el P. Jacobo Weczirka de Sta. Bárbara, Rector de Varsovia, persuadido por el P. Francisco de Jesús María, se declara Provincial, y como tal lo reconocen todos los de Varsovia. El P. Wenceslao del Stmo. Sacramento, Rector de Podolín, y el P. Pablo de la Natividad de la B.V.M., Rector de Rzeszów, se ponen en contacto por carta, preguntándose si deben reconocerlo como Provincial, pues en lo referente a antigüedad de rectores, los dos son más antiguos en profesión, a pesar de que no dudaban de que la carta de Roma señalaban al Rector de Varsovia, y por tanto el P. Jacobo debía ser quien se hiciera cargo del gobierno de la Provincia. Actúan en secreto entre sí, teniendo oculto lo que hacían al P. Jacobo. Salvo mejor opinión, los tres se equivocaban. El P. Jacobo habría hecho mejor consultando a los otros Rectores acerca de la duda, en lugar de asumir precipitadamente el cargo. Y los otros dos habrían hecho muy bien si hubieran pedido más claridad a Roma, en lugar de andar defendiendo su derecho a escondidas, de lo cual podrían haber surgido problemas. Pero no hay nadie tan listo que no se equivoque alguna vez. Mientras los otros dos Rectores trataban entre ellos para ver qué hacer, el P. Jacobo de Sta. Bárbara, llevando como compañero al P. Francisco de Jesús María, y habiendo dejado en orden las cosas de Varsovia (donde después del incendio ya se había reconstruido una gran parte del colegio), fue a Rzeszów para hacer la visita. Y no fue reconocido como Superior en la casa por el Rector, mientras algunos miembros de la comunidad lo reconocían como tal y otros, quizás mejor enterados, no. Fue una imprudencia lo que ocurrió en esta casa, pues también los juniores quedaron divididos en dos bandos. Y todavía peor fue que la cosa se extendió fuera de casa, pues el P. Rector había informado al Ilmo. y Rvmo. D. Estanislao Sarnowski, obispo de Przemysl, Ordinario del lugar. Hubo dos días de discusiones entre los dos, por medio de intermediarios. Al final el P. Jacobo, que no podía esperar más tiempo, salió de Rzeszów. Ya se había alejado una milla del pueblo cuando he aquí que le seguían dos religiosos con una carta del P. Rector, en la cual le rogaba que volviera, para recibir la debida sumisión y obediencia. Al principio no quería, pero luego, ante la insistencia de ellos, volvió a Rzeszów, aunque no hizo la visita, dejando las cosas en duda, y pocos días después salió hacia Podolín.

El P. Wenceslao, Rector de Podolín, preparaba entonces su viaje a Polonia, con intención de llegar a Rzeszów antes que el P. Jacobo, y ver de qué modo se podían arreglar las cosas, procurando evitar los problemas que se derivaban de una orden tan confusa del P. General. Pero salió tarde, de modo que se cruzaron en el camino. Así que mientras el P. Jacobo llegaba a Podolín, el P. Wenceslao llegaba a Rzeszów. El P. Miguel, Vicerrector de Podolín, que ignoraba lo que había ocurrido en otros lugares, y estaba ocupado en algún trabajo, fue avisado por los juniores de que el P. Provincial (pues como tal lo tenían) había llegado. Salió a recibirle, y con todos o al menos la mayoría de los nuestros salió, y acogió al Provincial primero en la iglesia, y luego lo acompañó a su cuarto. Estando ausente el P. Rector, el P. Jacobo no comenzó la visita, pues sólo tenía jurisdicción en cuanto al régimen externo. Con ocasión de la ausencia del Rector y su compañero, el P. Vicerrector y el P. Juan de Sta. Apolonia, conscientes de la controversia o dudas, intentaron expresar sus escrúpulos. El P. Vicerrector, amante de la paz, dijo que en este asunto estaba dispuesto a obedecer a cualquiera que fuera nombrado por el P. General, tanto si era el uno como el otro. Y que había que esperar que desde Roma se resolvieran las dificultades. Mientras tanto volvió a Podolín el P. Rector el día de la fiesta de S. Juan Bautista, saludó al P. Provincial, demostrándole que se alegraba de su visita y de su cargo, y le cedió la autoridad.

Después de la fiesta el P. Jacobo explicó a qué había venido, y de qué manera quería actuar, y el P. Rector no le contradijo en nada. Preguntó seriamente al P. Rector si había quedado alguna cosa privada después de la muerte del P. Juan Domingo (quizás alguien le había informado falsamente al respecto), a lo cual el P. Rector, para tratar de una manera más suave de estas cosas, dadas las circunstancias, le respondió que el P. Juan Domingo había sido un religioso pobre, y que por ello no pudo haber dejado ningún tipo de riquezas; nunca tuvo nada. Pero que a él no le constaba claramente que tuviera autoridad para preguntar ese tipo de cuestiones, mientras desde Roma no se hubiera resuelto la duda acerca de la antigüedad de la profesión. Así que se ofendieron mutuamente, y la cosa duró algún tiempo, hasta que poco a poco volvieron a llevarse bien. Pero el P. Jacobo, bien porque temía exponerse a poner en peligro de nuevo su autoridad ante la comunidad, pues esta no conocía lo que había ocurrido aquí ni en Rzeszów, o porque él mismo, demasiado tarde, dudase de su jurisdicción, no intimó la visita, sino que con fraterna caridad, se fue por donde vino a Varsovia.

Año 1663

La resolución largamente esperada, acerca de la cual una y otra parte habían escrito a Roma, llegó a Varsovia con la patente en la cual se nombraba Vicario Provincial de Polonia al P. Jacobo de Sta. Bárbara. He aquí que el que había sido nombrado Provincial mediante cartas privadas a los Rectores, ahora era nombrado Vicario Provincial, cuando los nuestros querían tener un Provincial. ¡Qué parca era Roma para dar títulos! Tras recibir esta sentencia definitiva, las casas y todos dieron su conformidad, y terminó la controversia.

En Podolín los nuestros trabajaban en poner diques y defensas contra el río, para que les protegieran en el futuro. El P. Rector pidió un subsidio de 750 FR par las necesarias reparaciones. Pero este, que por otro lado había sido muy precavido en el viaje, al acercarse a Podolín fue despojado por 14 bandidos entre los montes, y apenas llevó a casa 65 en monedas de cobre. Estos bandidos fueron capturados, confesaron su culpa, y pagaron por ella.

En Cracovia los nuestros se esforzaban por adquirir una fundación para noviciado o casa de estudios, y con este fin se enviaron cartas al magistrado por parte de los Reyes y del Excmo. Mariscal Lubomirski, en cuanto Jefe Militar de Cracovia con jurisdicción, careciendo de fundador. La Academia de Cracovia estaba en contra, y también otras órdenes más antiguas. Mientras tanto el P. Francisco de Jesús María promovía tenazmente la cosa, y el Rvmo. Sr. Markiewicz, Canónigo de la Catedral de Cracovia, nos regaló una casa en el suburbio llamado Casimira, y se hizo la entrada. Dio dinero para arreglarla el Rvdo. Sr. Estanislao Sniezskiewicz, párroco de Rusbak, y añadió ánimos otro Reverendo Señor, Adalberto Falibowski, Prepósito de la vecina iglesia de Santiago, que estaba dispuesto a ceder de buena gana su beneficio para que nosotros obtuviéramos el templo y la prepositura. Y la cosa habría ido adelante, si hubiéramos mezclado un poco más de audacia a nuestra modestia, como convenía en este caso.

Año 1664

El 5 de febrero, el Rvdo. Sr. Estanislao Sniezskiewicz, singular bienhechor del colegio de Podolín, que había dejado una suma de 1800 florines renanos para construir una capilla a San Felipe Neri, dejó además 1000 F para alimento de los nuestros de Podolín en un capital para comprar grano. Con este motivo vino el P. Vicario Provincial, quien después de hacer la visita, para satisfacer la voluntad del testador, y puesto que era también conforme con nuestra voluntad, mandó que se comenzara a construir la capilla inmediatamente, y trabajando sin parar, al verano estaba terminada. Cuando llegó a Varsovia hacia mitad de marzo, encontró la patente que le habían enviado de Roma en la cual le nombraban Provincial de Polonia. Por lo cual, además del P. Wenceslao, que ya era su Asistente, tomó como segundo Asistente el P. Francisco de Jesús María, que entonces era el Presidente de la casa de Casimira, recientemente restaurada, con cuatro de los nuestros. Cuya confirmación, según lo prescrito por las Constituciones, pidió al P. General, y la obtuvo a principios de junio. Hasta entonces, que había actuado como Vicario Provincial, el P. Jacobo también dirigía la casa de Varsovia, pero una vez nombrado Provincial puso al P. Wenceslao, Asistente, al frente de la casa de Varsovia, y al P. Glicerio de Todos los Santos de la de Podolín, en la cual estaba dando el curso de Filosofía el P. Miguel, Vicerrector y Profesor. Llegó mientras tanto el tiempo del Capítulo, con permiso del P. General, y se señaló Podolín como lugar para celebrarlo. Por lo cual el 16 de agosto vino de Varsovia el P. Glicerio para asumir el rectorado, al cual, después de leer la patente romana, todos prestaron obediencia. Como ya se habían tenido los Capítulos Locales, se señaló el 20 de agosto como fecha para tener el Provincial. Pero el P. Provincial con sus Asistentes no llegó a tiempo, pues se detuvieron en Casimira de Cracovia al oír que había una epidemia de peste en Podolín, lo cual era cierto. Mientras tanto se cerraron las puertas del colegio y se pusieron centinelas, y el P. Provincial se iba acercando cautamente. Cuando llegó a Gnisa, le enviaron al P. Miguel, Vicerrector, quien le informó que había peligro, pero no era muy grande. El P. Provincial fue con los demás, pero lleno de temor. En Rusbakim de nuevo deliberaron si seguir adelante, y una vez puestos de acuerdo, por fin llegaron a Podolín el 24 de agosto, y entraron directamente con el coche por el huerto, sin que se admitiera apenas a alguno de nuestros criados, y a ningún seglar. Vio que el colegio era un lugar seguro, por lo que había que ser muy prudentes, ya que fuera reinaba la consternación. Llegó entonces el P. Pablo, Rector de Rzeszów con su vocal, el día fijado, cuando el P. Provincial ya no le esperaba. Celebraron la misa del Espíritu Santo, y preguntó si estaban todos los Capitulares. Se cerró entonces el colegio, que estaba oportunamente provisto de vituallas, y quedaron en comenzar el Capítulo al día siguiente. Comenzaron, y durante los días siguientes se desarrollaron las sesiones de la manera habitual. Cuando se abría el templo, se cerraba con bancos el acceso de la gente para que no se acercaran a los nuestros, evitando así todo contacto. Gracias a esta diligencia, pero sobre todo a la protección de la Gran Madre de Dios y de nuestros Santos Patronos, pudimos salir indemnes. El párroco del lugar, Lorenzo Hortensio, vino a nuestra casa y residió un tiempo con los Padres, estando ya infectado, y poco después de ser recibido por los nuestros falleció, como muchos de su casa, pues el mal tuvo tanta fuerza que en una ciudad tan pequeña en cuatro meses murieron 1500 personas. Ciertamente ciudadanos serios, y de más de 20 años que solían venir a nuestra iglesia a recibir piadosamente los sacramentos fallecieron muy bien preparados. Cuando se conoció todo esto nos dimos cuenta del peligro en que los nuestros habían estado en Podolín.

Durante el tiempo de este Capítulo tuvo lugar el asunto del P. Estanislao Papczinski de Jesús María, que entonces era sólo diácono. Este escribió algunos puntos en Varsovia para proponerlos en Podolín, y una vez reunidos (sin saberlo el Rector) los envió a algunos sacerdotes, e indujo a otros a hacer lo mismo, en relación con la observancia, creando turbaciones. El primero era el birrete, que los novicios debían llevar continuamente, una bagatela. Después se refería a los Superiores, queriendo objetar a la ilegitimidad de algunos, y otras cosas absurdas que mostraba que ocurrirían en el futuro. Confesó haber tenido reuniones clandestinas, y haber escrito cartas sediciosas cerradas con su propio sello. Sin embargo la cosa se arregló de tal modo que el culpable prometió enmendarse a los que debían haberle castigado, y sin embargo le dejaron impune. En este Capítulo se establecieron muchas cosas en relación con la observancia regular, que luego fueron leídas a todos los religiosos, y que parecieron duras a nuestros jóvenes. Pero una vez leídos los decretos (pues el frecuente toque de campanas en la ciudad aterrorizaba a todos), se decretó la clausura el 31 de agosto. Se decidió quiénes debían salir y quiénes quedarse, y quién debería exponerse ayudando al párroco en nombre de la caridad cristiana, y esta carga la tomó principalmente el P. Juan de Santa Apolonia.

El P. Provincial con el Asistente Francisco y dos clérigos, Buenaventura y Jerónimo, tras haberlo preparado todo el día anterior, salió muy de madrugada, llevándose el primero a Varsovia y dejando al segundo en Casimira para los estudios. El P. Wenceslao, Rector de Varsovia y Asistente, con el P. Miguel y los HH. Agustín y Joaquín siguieron al P. Provincial después de comer, y se quedaron todos a pasar la noche en el castillo de Lublo, en casa del M. Sr Juan Tworzyanski, Viceprefecto de los Trece Pueblos, que los acogió amablemente. El 2 de septiembre fueron acogidos a comer en Privniczna en casa del Párroco, y querían pasar la noche a Sandetzia. Pero como eran sospechosos de estar contagiados, a duras penas lograron pasar gracias a D. Andres Lipski, amigo nuestro, y decidieron no quedarse allí. Así que siguieron el camino del Danubio Menor, y descansaron cómodamente en la ciudad de Vodogratz, y el 7 de septiembre llegaron a Cracovia. El P. Provincial siguió viaje hacia Varsovia con el Padre Wenceslao, Rector, y dejó la siguiente comunidad en Casimira:

P. Francisco de Jesús María, Asistente Provincial, Superior;

P. Miguel de la Visitación de la B. V.M., Profesor de los nuestros;

HH. Agustín de S. Juan Bautista, Ignacio de S. Francisco, Joaquín de la Natividad de la B.V.M., Jerónimo de S. Pedro y S. Pablo.

En Varsovia repentinamente el Excmo. Jorge Lubomirski, Mariscal del Reino y Jefe de la Guerra, perdió el favor real. Era un hombre de primera línea en la república, que no quiso seguir la facción de los que proponían la sucesión en el trono de la Reina, estando vivo el Rey, principalmente el Príncipe Condé, francés, a quien se iba a dar como esposa una hija de su hermana. A causa de ello lo acusaron de crímenes en la Asamblea del Reino. Lubomirski, hablando durante tres horas, disipó todas las acusaciones egregiamente. Sin embargo fue juzgado, y contra las leyes fue condenado, y despojado de su honor, con admiración y dolor de todos, especialmente por parte de los embajadores de las cortes extranjeras. Enviaron soldados a apoderarse de sus bienes, y él, cruzando la frontera, encontró la protección del Augusto Emperador Leopoldo.

Año 1665

El P. Provincial y los vocales elegidos en el precedente Capítulo Provincial, los PP. Wenceslao y Pablo, salieron de Cracovia el 15 de febrero hacia Roma. Y como no había Superior en Varsovia, le confió el gobierno al P. Francisco, Asistente, con el título de Vicerrector, que antes de que él viniera había desempeñado el P. Estanislao de Jesús María, ya sacerdote, que era el más antiguo en la comunidad. Este se encontró con el P. Nicolás de la Concepción, que pensaba como él, y le dijo abiertamente con respecto a los Superiores ausentes: “Son ya señores, y herederos, que una vez han sido promovidos al superiorato no sufren que les quiten el cargo. Sería mejor que los eligiera la Provincia, y no esperarlos de la decisión de los romanos. Pues de este modo llegan al cargo por ambición y sobornos, y los más dignos son dejados fuera”. Estas falsedades y otras similares dijo. Como vio que el P. Nicolás no era de esa opinión, le mostró el Concilio Tridentino y otros derechos, con los cuales quería demostrar que los Superiores deben ser elegidos por votación secreta, y si no, el nombramiento es nulo. Estos gobiernan ilegítimamente, están privados de voz activa y pasiva, e inhabilitados para posteriores cargos. De este modo sacudía la paz y la obediencia de la casa, atrayendo a otros amigos de novedades a su manera de pensar. La llegada del P. Francisco calmó las sediciones, que seguían moviéndose a escondidas. En otros lugares todos vivían en paz.

Mientras tanto el P. Provincial y los vocales llegaron a Roma. El 13 de mayo comenzó el Capítulo General. El P. Camilo esperaba ser confirmado con sus Asistentes, pues no temía ningún peligro de fuera que le amenazara. Pero ocurrió de otro modo, y tras el tercer escrutinio, recibió la mayoría de votos el P. Cosme de Jesús María, Provincial de Sicilia. Fueron elegidos nuevos Asistentes los PP. Ángel de Sto. Domingo, Francisco de Jesús, José de S. Eustaquio y Alejo de la Concepción. Así los que iban a humillar a otros, fueron ellos mismos humillados. El nuevo General y su Consejo, entre otros Superiores, nombró para nuestra Provincia Provincial al P. Wenceslao Opatowski del Stmo. Sacramento; Rector de Varsovia al P. Jacobo, ex Provincial; Rector de Podolín al P. Glicerio, y Rector de Rzeszów al P. Pablo. Vuelto a Cracovia, el P. Provincial eligió como Asistentes suyos al P. Jacobo y al P. Miguel, para ser confirmados por Roma. Llegó a Varsovia, y reunida la comunidad a toque de campana, mandó leer la carta de su nombramiento al P. Miguel. Inmediatamente el P. Rector, y después los demás, vinieron a besarle la mano en señal de obediencia. Cosa que no hace el P. Estanislao, explicando brevemente su manera de pensar, por lo que fue gravemente reprendido. El P. Nicolás presentó lo que había escrito acerca de los Superiores, que es recibido y luego, a petición suya, quemado. Él es enviado a Rzeszów.

Mientras las cosas se arreglaban de este modo, el P. Provincial viajó a Podolín; luego fue a Prievidza y finalmente a Viena, para ver a la Excma. Sra. Francisca de Konüng Palffi, Palatina húngara, viuda, con ocasión de recibir una fundación a la que ella nos invitaba. Por el mismo tiempo el Rey se sentía ofendido por todos los adictos a Lubomirski, por lo que prohibió que se diera nada a la casa de Podolín que había sido fundada por su padre. El P. Provincial le suplicó su gracia, pero el Rey al principio la negó políticamente, y luego añadió lo siguiente en italiano: “¡Gracia, gracia! Os digo claramente que no os daré nada; id a vuestro Lubomirski”. Con lo que el Padre tuvo que irse desconsolado. Mientras tanto Lubomirski, recientemente exiliado, acompañado de 3000 soldados selectos de Germania, entró en Szepes y fue a la fortaleza de Lublo de su Prefectura. Escribió a sus amigos diciendo que no venía como enemigo, sino como ciudadano, como militar al servicio de la república, y que traía consigo la seguridad si obtenía la gracia del Rey. Escribió una carta al Rey, recordándole cómo siempre le había sido fiel, en las circunstancias más difíciles. A la Reina, causante de todos los males, no le pide nada. Lo cual ocasionó que ella enviara a un francés llamado Brion, con sus mejores tropas, para eliminar a Lubomirski. Este vuela con todo silencio y rapidez a Mostyn, con la idea de quemar Lublo, tomar la fortaleza y atrapar a Lubomirski, llevándolo vivo o muerto a la Reina, como le prometió al salir. Si Lubomirski hubiera querido, habría matado al hombre y a todos los que le acompañaban, tras haberles interceptado entre los barrancos de los montes. Sin embargo los dejó escapar, para que no lo vieran como un enemigo. Una vez hecho lo cual, fue invitado por el Ejército Polaco, como jefe suyo, y fue a Rusia, a su fortaleza de Lancut. El mismo Rey fue contra él, con parte del ejército lituano. Lubomirski evita la batalla, pues respeta a Su Majestad, y se retira hacia Cracovia, y luego hacia Czestochowa, en dirección a Silesia. El Rey le persigue siempre, y le ataca repetidamente con violencia, mientras el Príncipe no quiere defenderse, y le sigue pidiendo gracia. Al final, como los lituanos le atacan con todas la fuerzas, tratando de eliminar al adversario, Lubomirski, que era prudente y óptimo conocedor de los temas militares, plantó cara a los soldados lituanos, y los empujó contra muros y fosas con sus fidelísimo soldados, mató a muchos, y a todos los grandes y jefes vencidos del rey los trató honrosamente, después que juraran que no volverían a tomar las armas contra él, y los dejó ir libres. Después de esto, muchos ciudadanos se pusieron de su parte, y por medio suyo volvió a pedir gracia al Rey, pero como no la consiguió, se retiró a Silesia a los campamentos de invierno.

Año 1666

El 3 de enero el P. Provincial vino a Rzeszów, y aquí deliberó qué hacer, pues debía ir a Viena de Austria (para ver a la citada Excelentísima Palatina de Austria, que había pedido una fundación a nuestros Padres de Germania, pero cada vez había recibido una respuesta negativa, hasta que al final escribió una carta al P. General Cosme de Jesús María, y él le respondió que comunicara su deseo no al Provincial de Germania, sino al de Polonia, cosa que hizo), y a Wroclaw, donde el Excmo. Lubomirski le había dicho que fuera para darle algo para la casa de Podolín, ya que no le llegaba el subsidio normal. Así que decidió que el P. Pablo de la Natividad fuera a Wroclaw, y luego fuera a Viena, donde encontraría al P. Provincial, el cual mientras tanto iría a Cracovia, a Podolín, y de allí pasaría a ver Prievidza y luego iría a Viena. Así que ambos se pusieron en marcha. El P. Pablo fue amablemente recibido por Lubomirski, quien le dio un subsidio de 400 FR para la casa de Podolín, y provisto de compañía por él mismo, se dirigió lentamente hacia Viena. El P. Provincial, que había venido más aprisa, había tratando sobre la fundación de Prievidza, y una vez presentadas las condiciones por una y otra parte, las firmaron, y recibió la fundación. Y sin esperar al P. Pablo, se volvió a Podolín. El P. Pablo llegó por fin, y se detuvo unos días en Viena. Luego, con un acompañamiento ofrecido por la Fundadora, partió hacia la fortaleza de Bojnice. Aquí encuentro unas hermosas alabanzas a la Excelentísima Palatina por su celo por la religión, pues no podía soportar que hubiera herejes en sus tierras, y provisionalmente instaló a los nuestros en su palacio, y tras comprar una casa que había sido vaciada de herejes pertinaces, la entregó a los nuestros como escuela, mientras se edificaba todo nuevo para ellos.

El P. Pablo se quedó en Prievidza, en la nueva fundación, por lo cual el P. Miguel de la Visitación de la B.V.M. fue nombrado rector de Rzeszów para gobernar la casa, mientras la administraba provisionalmente el P Adalberto Sicurierkowicz de Sta. Teresa, que había sido destinado a Casimira.

Lubomirski volvió a tomar el camino de Polonia Mayor, con 6000 soldados. Se le unió, buscando protección, Warszycki, Castellano de Cracovia, Senador de Reino, con muchos caballeros de Cracovia. También buena parte de Polonia tomó su partido. El Rey alzó otro ejército de 12000 hombres con otro jefe contra el traidor, y muchos senadores de la Corte que están de su parte le acompañan. Se instala primero en Montury, un lugar pantanoso de Cujavia, y escribe una carta suplicante al Rey, para que no le persiga, evitando el derramamiento de sangre de ciudadanos inocentes, y que como Señor mirara al súbdito clementemente. Sin duda el Rey, recordando sus méritos, habría acogido con su gracia al suplicante, si no hubiera sido por los adversarios, que adornados con las mismas dignidades que Lubomirski, no se lo permitieron. Así que Juan Sobieski, Jefe del Ejército después de Lubomirski, a pesar de que estaban en una tregua, ataca inesperadamente al adversario, quien no se deja sorprender, sino que da órdenes para resistir con todas las fuerzas. ¡Dicho admirable! Exacerbados los soldados de Lubomirski por el ataque a traición, casi corren tumultuosamente a defenderse, y matan a 5000 del ejército real, y su jefe, sorprendido en el pantano, apenas logra escapar de una batalla tan violenta. Sigue la fuga de los reales, para vergüenza del Rey, que no se lo esperaba. Muchos oficiales franceses y de la Reina son muertos. Había tal ferocidad en el ataque que no se encontró ningún caído francés que no hubiera recibido al menos 20 heridas. Capturaron 12 cañones. Después de esto Lubomirski se retiró 20 leguas, no queriendo perseguir al Rey. En Varsovia cunde el terror. La Reina se prepara para huir. Los más insignes vienen con los nuestros, pues sabían que eran queridos por Lubomirski. Después de esta batalla, siendo más fácil conciliarse al Rey, el Excelentísimo exiliado le expresa su fe pública en sus tierras de Janowietz, y ruega al Rey que haga lo mismo El rey le concede su gracia, y promete que en la próxima Asamblea se abolirán los decretos. Pero Lubomirski, prudente, se retira camino de Wroclaw, y allí murió dos años más tarde. El Rey lloró muerto al que persiguió vivo, como se dijo de él: la muerte de todos es amarga, pero la de este hombre incomparable fue amarguísima. Por esta razón volvió a su primera intención, y abdicó la corona, después de promover a los honores al hijo del Mariscal. En el interregno, todas las cosas que se habían hecho inicuamente contra Lubomirski fueron canceladas por la república, como perenne testimonio de su inocencia.

Se me ha rogado que a partir de este año me limite a continuar la historia ciñéndome más estrechamente separando la provincia de Hungría de la de Polonia, apenas mencionando lo que se refiere a Hungría, que en otro lugar se podría contar de manera más extensa, pues yo diré poco.

Año 1667

A principios de este año el P. Provincial se inclinó a aceptar una fundación en Chelm, en ese territorio, diócesis metropolitana, que el Ilmo. y Rvmo. D. Nicolás Swirski, Sufragáneo y prepósito de la iglesia catedral de Chelm, hombre doctísimo, nos urgía a aceptar desde hacía un año. Pero como el P. Provincial estaba preparándose para ir a Hungría para designar el lugar en el que debía construirse el colegio de Prievidza, dio plena facultad al P. Juan Casimiro (de Juncza Bakar Rosolano) de S. Teófilo para aceptar la fundación. Este se llevó como compañero al P. Ignacio de S. Francisco, y en cinco días de camino llegaron a Krasnostav, a donde el nuevo fundador había trasladado su sede. Inmediatamente salió hacia Chelm con los nuestros. Allí les entregó la iglesia parroquial, y les prestó una vivienda, mientras se construía el colegio. Como fuente de ingresos prometió la aldea Krzywiczka. Al principio tuvimos muchos inconvenientes con los habitantes de rito griego, particularmente con su Obispo Jacobo Susza, y con los monjes de S. Basilio, que se nos opusieron porque preveían la disminución de alumnos en sus escuelas. Mientras tanto, entre apuros poco después abrimos las escuelas, a las que acudió una juventud muy selecta y muy numerosa de la nobleza en estas partes. Enviaron dos más para apoyar: el P. Antonio Kniscyna del Espíritu Santo y el Cl. Casimiro de S. Francisco.

En Varsovia el P. Estanislao estaba de nuevo inquieto. Se acercaba el tiempo del Capítulo, pero los tártaros habían irrumpido en el reino, y aterrorizaban a la gente, por lo que el P. Provincial consultó al P. General sobre la oportunidad de convocar el Capítulo. Lo mismo aconsejaba el P. Miguel escribiendo al P. Buenaventura, que estaba entonces en Roma como representante de nuestra Provincia. Cuando el P. Estanislao se enteró de ello, escribió al P. General urgiéndole a que convocara el Capítulo. Escribió también a los Rectores y a sus seguidores para que nieguen obediencia al P. Provincial, pues en los decretos apostólicos y en nuestras Constituciones está escrito que el P. Provincial debe convocar el Capítulo cada tres años, y él está actuando en contra, impidiendo que sea elegido otro, y decía otras cosas sobre cambios que había que hacer. Por lo demás, él con tres Padres no reconocían al Provincial, a menos que renunciara al cargo. El constante P. Provincial contuvo su furor ante estas personas, y para evitar las divisiones, escribió al P. General para que intimara el Capítulo, y con su permiso él señala el 7 de noviembre para su celebración en Podolín. Pero al mismo tiempo escribe a Roma el nombre del autor de los problemas, el P. Estanislao.

En este Capítulo, siguiendo el decreto del Capitulo General celebrado en Roma el año 1641, el P. Provincial en primer lugar hace que se elijan por votación secreta los Asistentes Provinciales. Durante las elecciones se mantenía la igualdad de votos entre los candidatos, por lo que por compromiso fueron nombrados los PP. Francisco de Jesús María y Adalberto de Santa Teresa. Al día siguiente el P. Antonio del Espíritu Santo y el P. Onofre de S. Felipe Neri debieron responder por haber actuado en Varsovia con el P. Estanislao contra el P. Provincial. Ambos resultaron culpables, por lo que los Padres decretaron un castigo. Pero reconociendo su culpa, y pidiendo públicamente perdón al P. Provincial, se les remitió la pena. Luego, por mantener la paz, se hizo una especie de elección del Provincial, tan deseada por el P. Estanislao, y tras la votación resultó elegido el P. Wenceslao del Stmo. Sacramento. Como parecía que el P. General sería contrario a este tipo de elección, le escribieron una carta, firmada por todos los capitulares, en la que le recomendaban que confirmara al P. Wenceslao como Provincial. Mientras tanto las Escuelas Pías fueron confirmadas por las Ordenanzas del Reino, y fueron acogidas con el estatuto de protegidas. Murió Luisa, Reina de Polonia, y también el Papa Alejandro VII.

Año 1668

El P. Estanislao de Jesús al principio fue bien recibido en Roma, y le ofrecieron el encargo de enseñar a los nuestros en Italia, pues era muy elocuente y escribía elegantemente en latín, como prueba el Prodromus eloquentiae que él mismo publicó. Pero, visto su comportamiento, el P. General lo condenó a la cárcel, de la cual fue sacado a petición de los magnates polacos que vivían en Roma, y fue enviado para que permaneciera en la comunidad de Nikolsburg. Pero allí no se enmendó, y temiendo el P. Provincial de Germania que conmoviera con divisiones su Provincia, lo envió a Polonia, prometiendo al volver que cuanto antes se dedicaría a sus escritos.

Se aceptó la fundación de Lowicz, en la hermosa ciudad sede del Primado del Reino, hecha por el Ilmo. Juan Szamowski, señor del castillo de Gostin, que fue favorecida y confirmada por el Excelso Nicolás Prazmowski, Primado, frustrando los intentos de los envidiosos que querían perjudicarnos. El Adalberto Siewierkiewicz trabajó mucho y muy eficazmente en los comienzos, y fue nombrado primer Superior. Se le añadieron como miembros de la comunidad el P. Juan de la Anunciación, el P. Miguel de la Cruz y algunos clérigos.

El P. Jacobo de Sta. Bárbara, ex Provincial, falleció en Varsovia el 23 de abril, a los 48 años de edad. Fue este un hombre firme en el amor a nuestro instituto; pacientísimo en la educación de los jóvenes; fuerte y constante en la tolerancia de los adversarios; incansable en el trabajo; prudente en el gobierno; diligente en el cuidado de los súbditos; perspicaz en el conocimiento de las personas; moderadamente severo en el castigar sus culpas; imagen de Cristo en sus acciones. Cuando hablaba a la gente en sus sermones era suave para persuadir, vehemente para conmover, y cumplió a satisfacción todo lo referente a nuestro instituto. En su larga enfermedad mostró un gran ejemplo de paciencia, resignado admirablemente ante la divina voluntad, y mientras algunos discuten acerca de los Superiores, este Rector fallece religiosamente, y tiene su disputa para ganar el Reino de los Cielos, y elige la paz perpetua, dejando a todos en el dolor por su muerte.

En su cargo le sucedió el P. Francisco de Jesús María. Mandó leer las patentes que le confirmaban a él, y al P. Wenceslao en el provincialato el 4 de junio, que todos aceptaron. Pero el P. Estanislao no lo reconoció, aduciendo la razón de que no pertenecía a esta Provincia. A lo cual el P. Provincial respondió que eso estaba por encima de su potestad, y sacó una carta del P. General en la que decía que si venía a Polonia y no obedecía al Provincial, lo metiera en la cárcel. Le mandó que abandonara Varsovia en un plazo de 24 horas, y Polonia antes de cuatro días si quería evitar el castigo. Esto lo dijo el P. Provincial para quebrar su contumacia, pues no quería que sufriera el hombre, sino que volviera en sí. Él, dándose cuenta de las amenazas, y buscando su interés, se dirigió a jurisperitos, jesuitas, al Ordinario del lugar, al Nuncio Apostólico y al mismo Rey, diciendo todo lo malo que pensaba del P. Provincial y de los Superiores de la Congregación, pidiendo consejo y auxilio contra las amenazas. Era costumbre que si el P. Provincial estaba en Varsovia, invitara a nuestra iglesia al Ordinario del lugar, al Nuncio Apostólico y al Serenísimo Rey para la fiesta de SS. Primo y Feliciano. Los que vinieron estaban al corriente del asunto del P. Estanislao y de los puntos que había escrito contra los Superiores. El Nuncio Apostólico preguntó al P. Provincial por qué quería que saliese de Polonia el P. Estanislao. Él le explico claramente cómo estaban las cosas. Como era un hombre prudente, lo comprendió bien, y prometió poner fin a la cosa. Después de celebrar la misa ese día con nosotros, bajó al jardín, llamó al P. Estanislao y le aconsejó que obedeciera a los Superiores, cosa a la que él se negaba. Entonces le dijo el Nuncio: “Si no quieres obedecer, me encargaré yo de ti”, y se fue. El P. Estanislao protestó contra el Nuncio Apostólico, y como no tenía confianza en el Ordinario del lugar, huyó a Cracovia, y se entregó al Obispo. Pero allí fue prendido por el brazo secular y fue llevado al Prievidza. Allí, sin contar con el P. Provincial, el Rector P. Pablo lo expulsó. Hizo lo conveniente, pues llegó el Decreto de expulsión del P. General, en virtud del cual el P. Estanislao, como profeso de votos simples, por medio del Comisario P. Miguel de la Visitación de la B.V.M. fue expulsado de Cracovia, en el año 1670. Intentó volver después del Capítulo General siguiente, pero como intentaba poner algunas condiciones contrarias al instituto, ni siquiera respondieron a su carta. Así el autor de las turbaciones, desobediente y promotor de una observancia nueva, como no tenía ninguna esperanza con los nuestros, fundó una nueva Congregación, los Marianos, a los cuales dio un hábito similar al nuestro, pero blanco. Obligó a los suyos principalmente a orar por los difuntos. Tienen algunas casas pequeñas en Polonia y Lituania, y últimamente dicen que han llegado también a Portugal. Durante mucho tiempo estuvieron sometidos a los Provinciales Franciscanos de la Observancia, usando una cuerda con nudos como cinturón. He aquí el compendio de los méritos del P. Estanislao, que he reunido aquí, para no interrumpir con ellos la historia de los dos próximos años. Se puede creer que hubo enmienda en su caso, puesto que nos piden testimonios para su Proceso [de beatificación], aunque no sean buenos por nuestra parte[Notas 10].

Año 1669

Este año a causa de un incendio, no sabemos por qué fatalidad, se hundió el tejado, causando muchos daños en nuestro colegio de Podolín, y en la iglesia. Ocurrió el 28 de febrero, a la hora de Vísperas.

El P. Cosme de Jesús María, Prepósito General, había recibido en otro tiempo, cuando estaba en Palermo una profecía del S. Padre, cuando le pidió que le dejara ir a Roma: “Hijo, aún no ha llegado tu hora. Vendrá un tiempo en que, como otro Abraham, saldrás de tu patria destinado a dirigir a mucha gente, y vivirás en Roma”. Protegido por el favor de Príncipes cristianos y Cardinales de la S.I.R. para conseguir la restauración de nuestra Orden, con ayuda de Dios y de su Santísima Madre, contando también con el ingente trabajo del Procurador P. Carlos [Caputi] de Santa Bárbara ante el Papa Clemente IX, vio cumplidos sus deseos por medio de la Constitución Ex injuncto nobis del 23 de abril de 1669, en virtud de la cual se nos restituyeron todos los antiguos privilegios y los votos solemnes, e inmediatamente todos en Podolín los profesaron. Lo mismo ocurrió en Prievidza, excepto por parte del P. Mateo de S. Francisco y el H. Wenceslao de la Stma. Trinidad, que luego fueron expulsados al siglo.

El mismo Sumo Pontífice era muy favorable a nuestra Orden, pues había conocido muy bien la virtud de nuestro Santo Padre, y estaba bien enterado de nuestros asuntos, pues con autoridad apostólica, como Cardenal Prefecto de San Sixto había presidido el Capítulo General de 1641, y había firmado con su propia mano los decretos del mismo. Hizo otro beneficio a nuestra Provincia, cuando al presentarle un escrito de súplica el Excelso Príncipe Jerónimo Agustín Lubomirski, que fue en persona a Roma, para que nos transfirieran e confirmaran a favor nuestro la fundación de Rzeszów, con el monasterio, censo e inscripciones, lo hizo, por medio de la Constitución Inijuncti nobis. Después de habernos enriquecido con muchos otros favores, con el dolor por la pérdida de Candia[Notas 11], y con el dolor de toda Roma, y pena de todos los buenos, falleció.

Año 1670

En Varsovia todos profesaron los votos solemnes, y allí también el P. Miguel, Rector de Rzeszów, profesó los votos solemnes en manos del P. Provincial. Ese mismo año, durante la Visita, en Chelm todos emitieron los votos solemnes, y muchos en Rzeszów. Lo mismo ocurrió en otros lugares.

En el mes de agosto se celebró el Capítulo Provincial en Podolín, en el cual se eligieron por votación secreta los Asistentes, los PP. Francisco y Miguel. Como Vocales al Capítulo de Roma fueron elegidos los PP. Miguel y Adalberto. En el mismo año se promulgó el Breve del Papa Clemente X por el cual se ordenaba a los religiosos nuestros que tras emitir los votos simples y el juramento de perseverancia creían no estar obligados a nada más, a que hicieran la profesión de los votos solemnes, y si no querían, serían expulsados de la Orden, y deberían buscar el ser recibidos como sacerdotes por Ordinarios del lugar, o si se quedaban entre los profesos de solemnes, carecerían de voz activa y pasiva, etc. Comienza esta Constitución Cum felices etc., del 18 de octubre de 1670, primer año de su pontificado. De este modo la Congregación se vio útilmente purgada de inconstantes y arrepentidos.

Año 1671

Nuestra iglesia de Podolín, restaurada, fue solemnemente consagrada por el Ilmo. y Rvmo. D. Nicolás Oborski, Obispo de Laodicea y sufragáneo de Cracovia. Se consagraron también los tres altares de la iglesia y el cuarto en la capilla de S. Felipe Neri, poniendo en ellos reliquias de SS. Julián y Lucía, mártires.

El P. Provincial, con permiso del P. General, muy amigo de Polonia, salió rápidamente hacia Roma, y para curar su enfermedad se detenía a menudo en los colegios de Germania y de Italia. Y como estaba fuerte de cuerpo y de espíritu, algunos italianos, concretamente los PP. José de la Visitación, Camilo de S. Jerónimo y Alejo de la Concepción de la B.V.M., temían que quisiera ser elegido General, pues visitaba algunas casas y era apreciado por el P. General. Así que intentaron excluirlo del Capítulo con sus vocales, pretextando el motivo de que había absuelto al H. Agustín, apóstata y sacrílego, cosa que correspondía al Oficio de la Santa Inquisición. Como sólo le había absuelto de apostasía, remitió todo el asunto al P. General, para que actuara según derecho. Y como los vocales de Polonia estaban presentes cuando el P. Provincial lo hizo, los mismos y por la misma razón quisieron atrapar al P. Provincial y sus seguidores. Le dijeron al P. Provincial que fuera al Oficio de la Santa Inquisición el día anterior al Capítulo. Y cuando iba hacia allí quiso la Divina Providencia que se encontrara con el coche en el que iba el Cardenal Presidente de la Inquisición, el cual al ver un rostro ultramontano, le llamó y le preguntó quién era, a dónde iba, con qué motivo, y para qué, y le invitó a subir al coche, d