Molina de Aragón (ES) Señorial colegio
Aviso de contenido
Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual |
Contenido
Datos
Demarcación Aragón
(1867-1935)
Fundación.
Los primeros contactos tuvieron lugar en Zaragoza entre el P. Juan Crisóstomo Sena y D. Víctor M.ª Garcés de Marcilla, comisionado por el ayuntamiento de la ciudad de Molina y su Real Señorío, en 1862. Allí se fueron delineando las bases de capitulación. El ayuntamiento de Molina se reunió en 1863 y acordó proponer a los pueblos de la casa comunidad del Señorío el establecimiento de un colegio de primera y segunda enseñanza, encomendado a las Escuelas Pías y la creación de becas pensionadas para los hijos del Señorío, procedentes de las distintas Sexmas: El Pedregal, El Campo, La Sierra y El Sabinar. Se nombraron los respectivos representantes. Mientras todo esto se tramitaba, ya funcionaba en la ciudad un colegio de la Villa y Tierra, de segunda enseñanza de segunda clase, bajo la advocación de la Purísima Concepción. Hay dos libros de registros que señalan la evolución del alumnado en los 17 años que pervivió (1850-1867). Fue su primer director D. Laureano Benito Baños, que estaba al frente de 3 profesores titulados, seglares, quienes regentaban el centro. Recibían una nómina mensual de 2.276 reales y 20 marevedís. Se impartían clases hasta 4.° curso de latinidad ó 1.° de elemental o filosofía. El alumnado fluctuaba entre los 19 y 59. Conviene señalar que el Real Señorío de Molina, que tenía como señor al mismísimo rey de España, comprendía 77 poblaciones, con un total de unos 35.000 habitantes, de los que una décima parte correspondían a Molina-ciudad. Molina, pues, ejercía una notable influencia sobre una gran parte de la provincia de Guadalajara. Mantenía, y aún conserva, esa entidad histórica propia.
Pero las relaciones con los escolapios venían de mucho tiempo atrás. Calmados los ánimos, tras la guerra de la Independencia, el alcalde D. Evaristo Vigil de Quiñones propagó la idea de la venida de los religiosos. En 1830, el corregidor D. Pablo Blanco Caballero, junto con D. Rafael Ramiro y D. Fernando Urríes, trataron con la Compañía de Jesús y con las Escuelas Pías. Con éstas llegaron a convenir que, si se les proporcionaba dotación suficiente y locales acomodados, se comprometerían por su parte a llevar 6 escuelas de niños y gramática latina. Estos mismos señores moverían los hilos para obtener los pertinentes permisos del obispo de Sigüenza. Parece que el asunto iba bien encarrilado, pero no se sabe cuál fue la causa de que no llegara a buen puerto. Tal vez, y parece la razón más probable, por la escasez de personal entre los escolapios. Los deseos se mantuvieron latentes durante bastantes años hasta 1862 en que se continúan las negociaciones en Zaragoza.
El colegio se pensaba sostener por el ayuntamiento de Molina y, por el Señorío de Molina (Casa Común). En agosto de 1862 llegó la autorización del ministerio de Gracia y Justicia. Pero faltaban aún algunos años para que las Escuelas Pías pudieran funcionar. Mientras tanto, el P. Juan Manuel Palacios, a quien el P. Provincial había comisionado, trató con el ayuntamiento acerca de la construcción del nuevo centro que se proyectaba levantar. Expuso sus sugerencias pedagógicas, basadas en la experiencia docente: 10 pies cuadrados por alumno; buena ventilación; orientadas las clases hacia las primeras luces; en piso bajo, con fácil acceso a la comunidad. Los resultados finales fueron inmejorables. Los planos, proyectados con las sugerencias del P. Juan Manuel, fueron hechos por D. Francisco Castellanos, arquitecto provincial. Los escolapios no esperaron a ver acabado el nuevo centro; de modo que el 3-9-1867 llegó la primera comunidad, comenzando a hacer la matrícula de alumnos para el curso 1867-1868. Se les cede para su misión, según convenio entre el P. Alejandro Massetti y D. Crispín Escolano, alcalde de Molina, la llamada «Casa de la enseñanza», que antes ocupaba el colegio de la Villa y Tierra. Esa fue una solución provisional. Se inaugura el curso con 40 alumnos. La iglesia de San Pedro que era de las MM. ursulinas sirve para el culto con los niños. La primera comunidad fue: PP. Juan Manuel Palacios —vicerrector—, Gregorio Ejea, Isidro Puyol, José Sin, Manuel Gracia, Rudesindo Hernández y Matías Bosque y el H. Urbano Benabarre.
Historia.
El Colegio se consideró de primera clase, por tener la primaria y la secundaria completas. Aunque funcionaba en precario, las tareas de la enseñanza resultaron muy buenas, pues apenas con un año de estancia, se adelanta el ayuntamiento a prorrogar el permiso para enseñar; permiso necesario, según normativa del ministerio de Gracia y Justicia. El traslado a lugar definitivo ocurrió el 13-5-1869. Firmaron la aprobación de cuentas de la construcción Crispín Escolano, alcalde; Manuel M.ª Berges y Lucas Villanueva, concejales; Esteban Heredia, apoderado de la Sexma del Campo; Román Morencos, Idem, de la Sierra; José Roa, Idem del Sabinar, y Cándido Berzosa, Idem del Pedregal. El colegio ya podía ser utilizado, aún cuando le faltaban algunos detalles no necesarios. Había sido el fruto de todos. Y así, en ese mismo año 1869, con fondos de la Sociedad «Amigos de la Juventud» se instalan en él los laboratorios de física, química e historia natural. Se habían creado para ello 200 acciones, con cuyo importe se hizo un pedido a París por valor de 24.000 reales, recibiéndose dicho pedido en marzo de 1870, cuando el colegio, según la normativa vigente por ley de 4-2-1870, era ya instituto libre de segunda enseñanza. Previamente a esta denominación, la Diputación provincial había pedido garantías al ayuntamiento de Molina para esta transformación. Garantías que abarcaban lo económico, lo administrativo y lo científico. Recibidas favorablemente, se le concedió, poniendo en Madrid algunos recortes, pues «como varios profesores del cuadro no tienen los títulos exigidos, le corresponde a este rectorado el nombramiento de jurados para exámenes y grados». Esta situación duró hasta 1874, haciéndose la entrega poco después del archivo de este instituto a Guadalajara. Durante esos años, pasaron por el colegio, 286 alumnos.
El 25-9-1874 se constituye en colegio privado de Escuelas Pías, tal y como lo había sido anteriormente. En ese mismo año, el alumnado era el siguiente: 54 en grado elemental; 95 en primera enseñanza; 41 en enseñanza superior; 26 alumnos entre internos y vigilados, en segunda enseñanza. Lo que hace un total de 216. Las perturbaciones políticas de este siglo, repercutieron también en el funcionamiento de las escuelas. Se quemaron los archivos de la ciudad el 13-1-1875.
En 1876 se pide al colegio su cooperación para la exposición provincial que se celebraría en Guadalajara, «aportando 1 ó 2 colecciones de muestras de letra española; 1 buena colección de aragonitos; un enorme ammonites fósil y una colección de monedas antiguas de plata y cobre». Se tenía en proyecto enviar, además, un mapa mural detallado de la provincia y de todo el Señorío de Molina, con notas históricas de los pueblos existentes y desaparecidos.
El año 1880 el ayuntamiento solicita dos profesores más; pero, el Provincial no ampliará la comunidad hasta 1889 en que serán 10 los religiosos; en 1892, 11 miembros; pasarán a ser 13 en 1897 y hasta 15 en 1906. También en 1880 se crea el observatorio metereológico, al estilo de los que ya funcionaban en Zaragoza y otros colegios. Aquí la Diputación provincial aportó 6.000 reales debiendo ser justificados, y poniendo el colegio otros 4.000. A su montaje e inauguración vino el P„ Blas Aínsa. El 20 de noviembre se recibe una subvención de 1.500 pesetas para los laboratorios de historia natural. Con ellas se pretende conseguir el telescopio de Newton, aunque en la capital de la provincia no ven la necesidad de dicho gasto. Hemos de contar también como subvención, la bonificación que tenían los alumnos del 50% en derechos de examen de las distintas asignaturas, —solían ser de 600 a 700 pesetas— que venían a aliviar los fondos del centro.
El 20-3-1882 el rector, P. Isidro Puyol, solicita al obispado de Sigüenza la cesión de la Iglesia de San Martín, que había comenzado a ser restaurada y fue concedida a los escolapios bajo mínimas condiciones; por estar adjunta al colegio, era la solución ideal. Se bendijo, inauguró y se trasladó el Santísimo el 19 de abril. En este templo se puso la nueva campana bautizada como la «Calasancia», que costó 9.994 reales. La restauración había corrido a cargo del maestro francés Pedro de Entrada. Ya se encontraba el colegio en óptimas condiciones, poniéndose todo él bajo la advocación de la Concepción Inmaculada de la Virgen María. El colegio tenía 1.777 m2, constituidos en 3 pisos y desván que está recorrido por una galería que da al sur, y que sirve de expansión a los estudiantes. Adosada tiene la iglesia de San Martín, con una superficie de 400 m2 y una luna o patio de 300 m2.
Con fecha 12-12-1890, en acuerdo obispo-Provincial «se autoriza cátedra de latinidad para estudiantes pobres que deseen seguir la carrera eclesiástica, dotando un profesor para ello». Potenciando también estas ventajas para los estudios de los niños pobres y huérfanos, llega comunicación del P. Vicario general (22-9-1897) en el sentido de desarrollar más, si cabe, una «asociación benéfico-escolar para ofrecer plazas gratuitas de primera y segunda enseñanza y de preparación a carreras civiles y militares a los huérfanos...».
Las mejoras que va experimentando el centro son notorias a partir del comienzo de siglo, especialmente. Ya antes (1887) se crea la biblioteca escolar con 2.000 volúmenes en 1902; ese año se inaugura la iluminación con acetileno; el cercado de la plaza con valla de piedra; un pequeño gimnasio; en 1918, se instala un Sagrado Corazón en el internado, se puso la luz eléctrica; en 1922 se potencian grandemente la gimnasia y los deportes; al siguiente, se adquiere un aparato de proyecciones; en 1928 se recibe un donativo de 5.000 ptas. para fines culturales poniendo el agua corriente en el colegio y con otro donativo de 4.000 ptas., en el verano de 1930, se arregla y amplía la sala de estudios de los internos.
En 1931, al amparo de la circular enviada de Madrid el 4-10- 1900 por el P. Eduardo Llanas, se ponen en funcionamiento dos aulas de comercio, como complemento de la enseñanza primaria, con alumnos becados de la ciudad y del Real Señorío, y con una aportación suplementaria del ayuntamiento. Hubo 24 alumnos.
Por real orden de 25-9-1906, el colegio es reconocido para la enseñanza en iguales condiciones que las que se tenían anteriormente, es decir, que venía exceptuado de la real orden de 20- 7-1900. Esta notificación llega el 5-10-1906. El 30-5-1910, se inscribió el colegio como asociación en el Gobierno civil de Guadalajara con el número 314.
Durante el curso 1927-1928 el alumnado era el siguiente: 39 alumnos en segunda enseñanza; 8 de carrera eclesiástica; 29 en materias no oficiales colegiadas; 10 en cursos de ingreso, más todo el alumnado de primera enseñanza, que siempre fue el de mayor volumen.
El ambiente político del momento, República en 1931, repercute en 1932: se exigen a los religiosos los correspondientes títulos civiles para el desarrollo de la tarea educativa, lo que hace sumir a los escolapios en una especie de frustración o minusvalía frente a otras personas, a la ciudad, a los propios alumnos.
En 1933 ya corrían noticias -aunque sin ser oficiales y sin ninguna comunicación a los escolapios- de que deberían abandonar el colegio, cuando en presencia del P. Provincial, P. Félix León, se tiene una asamblea de padres para impedir que se fueran, pues el ayuntamiento había ofrecido el edificio al Estado para instalar en él un centro subvencionado. Además de tratar del asunto, se comenzó una suscripción para recaudar fondos para su mantenimiento. Se nombró una comisión de estudio. Se recogieron 2.945 ptas. además de los ofrecimientos de casas por D.ª. Bernabea, Vda. de Dolado y D.ª. Carmen de Arias, a fin de demorar la toma de decisión que se presentía inmediata. El 29 de septiembre se recibe un oficio de la alcaldía en el que se ordenaba desalojar la casa en 48 horas, y se le notificaba que se le retiraba la subvención de 2.ª enseñanza, si bien verbalmente se les dice que pueden seguir ocupándolo; quieren seguir con la enseñanza en el colegio, para lo cual, mediante una fictio juris de considerarlo como seminario, se abre el curso escolar el 15 de octubre. Pero en noviembre, el ofrecimiento hecho por la ciudad al Estado se plasma en un colegio subvencionado, trasvasándose el alumnado y trabajando los escolapios, en horas libres con los alumnos internos y vigilados. Esta situación es reconsiderada al acabar el curso 1933-1934, de modo que como primera medida se reduce la comunidad a 6 padres y un hermano, dejando de admitir a los internos y vigilados. El ayuntamiento, mediante oficio, se despachó con estas lacónicas palabras: «Esta alcaldía testimonia a Vds. su consideración y el reconocimiento a los servicios prestados a la cultura durante los años de su labor» y les fue retirando la posibilidad de usar los locales.
Hubo de cerrarse: lo que se llevó a cabo en 1-10-1935.
Sesenta y ocho años habían permanecido los escolapios en Molina, años fecundos a juzgar por los resultados de tantas personas que dejaron bien alto el nombre de Molina y de la Orden en todos los lugares de España; así los hermanos Carlos y José M.ª Arauz de Robles, notario y escritor y doctor en Derecho, respectivamente; D. Juan Plaza, obispo de Santander, D. Antonio Alvaro Ballano, obispo de Zamora; los hermanos Montesoro Chávarri, general y coronel de ingenieros; D. Máximo Azpicueta Sáez, arcipreste de la catedral de Segovia; D. Manuel Serrano Sanz, escritor; D. Mariano Alcocer, director del archivo de Simancas; D. Justino Bernal, subsecretario de Instrucción pública y director general de Enseñanza Primaria; D. Francisco Checa Martínez; D. Carlos Mielgo Hergueta, dibujante y fotógrafo.
Otros acontecimientos y actividades.
Entre las fiestas que se vivieron con especial solemnidad resaltan: 13 de mayo de 1869 (inauguración del colegio, edificado de planta, según todas las exigencias del momento); mayo 1890 (beatificación de San Pompilio); junio de 1928 (visita a Molina del rey de España, D. Alfonso XIII, XXXI señor de Molina; le acompañaban las máximas figuras políticas y militares: D. Miguel Primo de Rivera, D. Dámaso Berenguer, general Martínez Anido y un largo etc. Se desplazaban a la ciudad para la inauguración de un monumento al capitán D. Félix Arenas y 4 compañeros más, muertos en África. El capitán Arenas había sido discípulo del colegio y no se le vio mejor lugar para sus honras que poner su monumento en la plaza del colegio. Quedan en el libro escolapio de crónicas las filmas de todos ellos, como recuerdo del acto. El homenaje fue de toda la ciudad y el Real Señorío y el colegio tuvo parte sobresaliente en el mismo. Pocas fechas después, el 17 de junio, una real orden concedía al colegio el título de «Señorial»).
Al estilo de como funcionaban en otros colegios, se creó en Molina la asociación de los jóvenes tarsicios, de orientación eucarística, con su correspondiente vigilia mensual, y para los adultos la hermandad de la adoración nocturna eucarística, con su comisión de gobierno y sus estatutos. Se sabe que en noviembre de 1915 ya funcionaban y tenían notable vitalidad en 1925. En noviembre de 1907 se crea la congregación de la Virgen de las Escuelas Pías y de San José de Calasanz. El 7-12-1913 se crea el «turno eucarístico de las Escuelas Pías».
Superiores
Bibliografía
- Archivo Aragón, 2a. 1-13; 2b. 1-28. CL 2, II, pp. 670-721.
- Actas Congreg. Provincia 1926-1946, a partir de 1933.
- Archivo municipal de Molina de Aragón, Fondos históricos: 192, 6; 192, 7; 193, 9; 194, 3.1.
- Archivo de la Comunidad del Real Señorío de Molina y su tierra: Sección 2.7.1: Regestum 98; 43.4; 25.1; 104.4-37; 99.2; 99.8; 99.5.
- Abanades, C: El Señorío de Molina, 6 tomos mecanografiados, pp. y tomos ss.: I, 37-8, 58, 80 y 80 a tergo
- III, 273-283, 287, 290, 307, 316, 321-2 a tergo, 3313 a tergo
- IV, 49, 59, 63, 132, 272, 297, 340, 346. ReC (1889), pp. 371 y 597; (1980), pp. 604-609.
Redactor(es)
- Primitivo Arnáez, en 1990, artículo original del DENES I