MussestiVida/Cap01

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Cap. 1. Sobre el nacimiento y la familia de José

José de Calasanz nació en el lugar llamado Peralta de la Sal, diócesis de Urgel, provincia de Tarragona, situada en los límites de Aragón y Cataluña, y su nacimiento tuvo lugar el 11 de diciembre de 1556 durante el pontificado de Pablo IV.

Su padre se llamaba Pedro Calasanz, y su madre María Gastón. Ambos eran de noble origen y de buenas y cristianas costumbres, y como tales procuraron (especialmente la madre) que a medida que iba creciendo el niño fuera instruido cristianamente en las costumbres, la piedad y las letras. Tuvieron sus padres otros seis hijos; primero dos varones y luego cuatro hembras, y en séptimo lugar nació José. Hasta ahora no tenemos otras noticias de los seis sino de una hija, que dicen que fue monja en un convento de Sevilla. Pero lo que conocemos por cierto es la infinita liberalidad de Dios, con la cual adornó de gracias singulares a nuestro José, quien con facilidad se iniciaba en toda clase de obras de bondad. Todavía muy niño aprendió rápidamente los primeros rudimentos de la fe cristiana, y en aquella tierna edad dio signos de que llegaría a ser un gran siervo de Dios. Uno de ellos fue que oyendo decir que el demonio es enemigo de Dios e inventor del pecado, sentía una gran indignación y odio contra él, por lo cual más de una vez, empuñando un cuchillo y saliendo con otro de su edad, de nombre José Metiches, fuera de Peralta con santa simplicidad corría por aquellos campos y olivares desafiando al demonio a combatir, diciendo que lo quería matar, y recíprocamente, el demonio no dejaba de tender trampas al niño[Notas 1].

Durante su niñez era admirablemente inclinado a la oración, y nunca comenzaba cosa alguna sin hacer oración antes. Cuando creció y alcanzó la edad de ir a la escuela, sus padres lo encomendaron a quien pudiera instruirlo. Una vez en la escuela, José siguió dando pruebas de haber sido elegido por Dios par alcanzar mayor perfección que muchos otros, al punto de que cada vez que el maestro le sacaba a tomar o recitar sus lecciones, se ponía de rodillas y primero decía ciertas oraciones suyas, por lo que sus compañeros se burlaban de él, como suelen hacer los niños. Pero no por ello el devoto angelito se enfadaba con ellos, ni abandonaba su costumbre, por lo que se ganó el nombre de “santito”. Uno de los frutos de sus oraciones era que obedecía con prontitud, y era muy respetuoso con sus mayores.

Su virginal modestia era tal desde aquella tierna edad que ni siquiera a su misma madre le permitía fácilmente que viera la desnudez de su cuerpo.

Cuando se hizo mayorcito se aplicó al estudio de la Gramática, la Poesía y la Retórica, en las que hizo rápidos progresos, pero sin detenerse nunca, es más, creciendo en la devoción. Con su ejemplo animaba también a los demás a obrar bien, mostrando verdaderamente ser un elegido de Dios para ganar almas para el Paraíso.

Era muy circunspecto en el hablar, por lo que no hablaba ni podía oír hablar sino honesta y decentemente. Es más, si alguno de los compañeros dejaba salir por la boca algunas palabras feas, su rostro se cubría de un vergonzoso enrojecimiento. Tales y otros fueron los preludios de la niñez de Calasanz.

Notas

  1. Lo que se dice lo refirió, con muchas otras cosas, el mencionado D. José Metiches, compañero del nuestro, quien después fue párroco en la Real de Perpiñán y murió en Roma en el año 1649, o 1650.