Diferencia entre revisiones de «Peralta de La Sal (ES) Casa de formación, colegio y santuario»

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Última revisión de 14:45 5 dic 2014

Mapa de la demarcación
Fachada de la casa escolapia, plaza de las Escuelas Pías y monumento a José de Calasanz en Peralta de la Sal
Aviso de contenido

Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Aragón

(1695- )

Fundación.

En una escritura del archivo general, legalizada ante notario en Benavarre en 1651, se dice entre otras cosas que tras el funeral celebrado en Peralta al conocerse la muerte de Calasanz, los asistentes «acompañaron a sus parientes y personas que formaban el duelo a la casa en que había nacido el dicho Dr. José de Calasanz». Muy pronto, pues, Peralta adquiere conciencia de su importancia como cuna del ilustre Fundador. Cuando el P. Luis Cavada llegó en 1677 a Barbastro con el propósito de fundar un colegio, fue instado por los parientes de Calasanz a fin de que pasara a Peralta, y él y un compañero fueron los primeros escolapios que tuvieron la suerte de entrar y besar el suelo de la casa donde había nacido el Santo. Es muy posible que también pasaran por la villa los religiosos que entre 1681 y 1683 intentaron establecerse en Benavarre. Tenían, pues, abundantes noticias los petraltenses del Instituto de las Escuelas Pías, y un natural deseo de que se establecieran en su villa.

En 1693 existían en España dos casas escolapias: Moyá y Oliana. Los regidores de Peralta se dirigieron ese año ai P. Agustín Passante, Comisario general de las fundaciones españolas, pidiéndole una fundación. En octubre se pusieron de acuerdo ambas partes, pero la fundación no se llevó a efecto por algunas dificultades que debieron surgir, y porque el P. Passante partió hacia Roma, y tardó varios años en regresar a España. En agosto de 1695 llegó a la península el P. Pablo Bonino de S. Lucas como Viceprovincial, acompañado de otros religiosos sardos. Los petraltenses se dirigieron al nuevo Superior, que acudió a la villa acompañado de los PP. Sebastián Cossa de la Pasión y Antonio Ginés de S. Medardo, natural éste de Benavarre. El 11 de noviembre se firman las capitulaciones entre la villa y las Escuelas Pías, que anulan las anteriores. El ayuntamiento se compromete a edificar un colegio con su iglesia, similar a los agustinos de Benavarre, con cuatro aulas, portería, cocina, refectorio, despensa, bodega y caballeriza en la planta baja, y quince celdas, oratorio, biblioteca y ropero en el primer piso. Además los muebles y ornamentos, por una vez. También pondrán cuatro campanas: la mayor para tocar a las misas, la segunda, para llamar a las escuelas, la tercera para la portería y la cuarta para las funciones propias del colegio.

Les entregarán también un huerto tapiado con riego, para que obtengan las hortalizas de su consumo (entrega efectuada en 1718); en dinero, 100 libras jaquesas al año. El P. Pablo por su parte se compromete a tener en el colegio los religiosos necesarios «para la educación en la virtud, primeras letras, gramática y retórica, enseñar la doctrina cristiana públicamente al pueblo los días de fiesta».

El obispo de Urgel, diócesis a la que ha pertenecido Peralta hasta el siglo actual, D. Julián Cano, dio su autorización para fundar el 9-10-1696. La marquesa viuda de Aytona, señora natural de la villa, había ya dado la suya el 7-11-1693, con motivo de los primeros tratos. No se estimó necesario pedir ya más autorizaciones que la del P. General. Se hallaba entonces realizando la visita canónica en Europa central. La curia general respondió al P. Viceprovincial que aunque las condiciones de fundación eran un tanto onerosas, dado que se trataba del lugar de nacimiento del Fundador, se aceptaban las capitulaciones. Con lo que la villa daba y cincuenta libras anuales más que añadió un sacerdote bienhechor llamado D. Marcelino Sala, la comunidad comenzó su historia sin agobios económicos.

Historia.

A primeros de enero de 1696 pasaron los religiosos de casa de Zaidín, en la que estaban hospedados, a una que había sido de Ramón Biel, en la calle Monzón, mientras el ayuntamiento construía el nuevo colegio. Allí en los desvanes de la casa comenzaron las clases de primeras letras y gramática. En la planta baja había un cuarto que había sido fragua de herrería y se habilitó un año después para oratorio: medía 6 x 5 m. De este modo los sacerdotes no tenían que desplazarse diariamente a la parroquia para celebrar misa y confesar. El piso intermedio se destinó a habitación de los religiosos.

No había entonces maestros en Peralta, así que el número de alumnos en las clases de los escolapios era elevado: los 90 gramáticos fueron divididos en dos aulas, una de medianos y mayores y otra de menores y mínimos. La doctrina se celebraba en la plaza de la villa, y acudía casi todo el pueblo. Estos primeros años, hasta que estalló la guerra de Sucesión en 1704, fueron tranquilos y dichosos; los religiosos tenían mucho trabajo de clases, confesionario y atención a moribundos, no pasaban necesidad y gozaban de la general estima.

La fundación pudo haberse frustrado en 1699. Con motivo de la muerte de su madre, el nuevo marqués de Aytona D. Guillen Ramón de Moneada pasó a tomar posesión de la villa. Su gobernador D. José de Gracia, que entre 1677 y 1681 había hecho todo lo posible por echar a los escolapios de Barbastro (hasta que lo consiguió), persuadió al nuevo marqués de que los religiosos se habían instalado en la villa en contra de la voluntad de sus habitantes. El marqués interrogó en su casa uno a uno a todos los vecinos de Peralta, y la mayoría de ellos, sobornados por el gobernador, dieron opinión desfavorable. Es ejemplar la respuesta de un pobre hombre: contada por las crónicas «son provechosos para las almas, pero no sé si lo serán para los cuerpos», a lo que replicó el marqués: «pues tú ¿qué aprecias más, el cuerpo o el alma?». Convocó el marqués a los escolapios y les informó del resultado de la encuesta. Ya se consideraban los nuestros perdidos cuando el marqués le dijo que cada voto positivo lo iba a contar como tres, pues debió descubrir la maniobra del gobernador y de un vecino arrendador de las rentas del marqués; ambos terminaron en la miseria; y les concedió verbalmente licencia para la fundación. En 1714 se le pidió por parte del ayuntamiento una confirmación escrita de tal permiso, garantizándole que la fundación no iba a perjudicar sus intereses señoriales. La autorización formal del marqués se recibió en agosto de 1723.

Con la guerra de Sucesión llega un período de dificultades para el colegio de Peralta. Los religiosos italianos se volvieron a su patria, y en Peralta sólo quedaron tres sacerdotes aragoneses (los PP. Antonio Ginés, Medardo Viu y Juan Crisóstomo Plana), que sostuvieron la casa con gran esfuerzo y peligro, pues el P. Antonio Ginés, que fue nombrado Comisario general para las tres casas de España, fue hecho prisionero varias veces, tanto por las tropas de Felipe V como por las del archiduque Carlos.

En el año 1706 se propagó por Peralta una epidemia en la que murieron una cincentena de personas, entre ellos el P. Jerónimo Zaidín, recién ordenado, «que solas 17 misas dijo». Los pocos religiosos que quedaban en Peralta tuvieron que ir a casi todas las casas, a confesar y acompañar a los agonizantes, sin que por ello se interrumpieran las clases. Mientras duró la guerra hubo gran escasez y pobreza. El ayuntamiento, que vio notablemente disminuidos sus ingresos cuando Felipe V monopolizó la producción y comercio de la sal, no podía pagar convenientemente a los religiosos, y éstos tenían que salir a pedir limosnas.

El 8-12-1715 pudieron, por fin, los escolapios trasladarse al actual emplazamiento, a un lugar que había sido casa de D. Marcelino Sala, el benefactor. Sin embargo, la compra de locales adjuntos hasta completar la extensión actual fue obra de siglos.

Poco a poco la situación económica fue mejorando, y los religiosos van consolidando un importante patrimonio rústico. Año clave fue 1727. En agosto D. Manuel de Moneada, conde de Baños y hermano del marqués de Aytona, dejó en testamento a los escolapios de Peralta la mitad de un palacio que poseía en Madrid. La venta del palacio pasados unos años reportó a aquéllos la elevada cantidad de 35.000 libras, que ellos en parte invirtieron en la compra de fincas en la val de Tamarite (un centenar de hectáreas de tierra campa, olivares y viñedos), Tahull (prados) y Peralta. Sin embargo, estas posesiones les ocasionaron más problemas que beneficios.

Ese mismo año el obispo de Urgel, D. Simeón Guinda, les ofreció una casa y unas fincas situadas entre los vecinos pueblos de Gabasa y Zurita: la hacienda denominada «Getsemaní». Dos hermanos, sacerdotes y doctores en teología, D. Mateo y D. José Enjuanes, naturales de Zurita, tuvieron la idea de fundar una casa-seminario para que se prepararan en ella misioneros. Compraron fincas, edificaron una casa y su capilla, pero no lograron que ningún misionero fuera a vivir en aquellos parajes. A la muerte del segundo de los hermanos, y fracasados todos los intentos del obispo para realizar la fundación, ofreció la hacienda a los escolapios de Peralta, con algunas condiciones: que residiera un hermano operario fijo en la casa, para cuidar de todo, que todos los domingos y fiestas subiera un sacerdote a celebrar misa a la capilla de Getsemaní, para todos los que quisieran acercarse a oírla, que todos los años debían celebrar los escolapios una misión en alguno de los lugares circunvecinos, que debían celebrarse sufragios por los hermanos Enjuanes y que, caso de cerrarse el colegio de Peralta, la hacienda volvería a la diócesis de Urgel.

La importancia económica de Getsemaní no debió ser mucha. Pero el lugar propició que los escolapios de Peralta se dedicaran durante años a una actividad económica insólita: la fabricación y venta de hielo a los pueblos vecinos. Dejaban en invierno que el agua llenara unas balsas de poca profundidad, y fragmentado el hielo lo guardaban en pozos hasta el verano. Envuelto en paja lo trasladaban entonces con carros a los pueblos que previamente lo habían contratado.

El año 1752 el P. rector tomaba posesión del priorato de San Bartolomé, en Calasanz, concedido por Benedicto XIV. Suponía el priorato el derecho a percibir los diezmos de algunas fincas, pero su cobro resultó siempre difícil. Posesiones más rentables eran las salinas, de las que el colegio llegó a poseer una treintena, del total de 358 de que constaba el salinar. Era una renta más segura, pues la sal tenía buena salida.

El importante patrimonio, el de Peralta, aunque no muy bien administrado, daba lo suficiente para poder vivir la reducida comunidad de religiosos, y la más numerosa de novicios y júniores, que nunca faltaron en Peralta. En efecto, la importancia de la casa de Peralta no se debe a sus escuelas (había un centenar de alumnos entre las dos clases de primeras letras y gramática), sino a su condición de casa-noviciado de la Provincia de Aragón, desde 1741. Por eso hay que señalar que si bien la historia de este colegio pocas veces ha brillado por sus hechos externos, de su vida espiritual interior ha dependido la historia de la Provincia; prácticamente todos sus religiosos han adquirido en Peralta los fundamentos de su formación.

El colegio de Peralta vive una buena época hasta el comienzo de la guerra de la Independencia. La comunidad pone a disposición de las autoridades españolas provisiones y alhajas, y lo que fue más costoso: envió a siete hermanos para alistarse a las órdenes de Palafox. Sólo tres regresaron. Después de la guerra la historia es paralela a la de los otros colegios de la Provincia: el primer intento de restauración es cortado por el trienio liberal; el decreto de 1835 es un golpe durísimo para la Orden, y sólo después de 1845 se vuelve a una cierta normalidad. En el libro de profesiones de Peralta correspondiente a esta época existe un vacío entre 1836 (seis profesiones) y 1847 (una). Lo mismo ocurre en los demás libros: resulta difícil llenar ese hueco con algo más que conjeturas.

En Peralta no se viven los problemas de otros colegios para adaptarse a las nuevas exigencias pedagógicas: no interesa establecer el bachiller, pues el centro se orienta fundamentalmente hacia el noviciado. Existe también una escuela para niños, en la que aparecen matriculados alrededor de un centenar cada año, entre 1863 y 1906, de edades entre 5 y 15 años, de los que asisten a clase los dos tercios normalmente. Algunos vienen de los pueblos de alrededor.

Otra preocupación es la de consolidar la estabilidad económica. Ya no aparecen más referencias al priorato de San Bartolomé ni a los prados de Tahull. Se devuelven al obispo de Urgel las fincas de Getsemaní, de escaso rendimiento y muchos problemas. Las salinas rentan poco. La atención se centra en Tamarite, pero la administración sigue siendo deficiente. Aquella magnífica hacienda se malvendió en vísperas de la construcción del canal de Aragón y Cataluña, que se hubiera revalorizado enormemente, pues hacía falta dinero para la remodelación del colegio de Zaragoza en 1917, cuando se abrió la actual calle Conde de Aranda. Esta preocupación es endémica. Dos rasgos caracterizan la historia pequeña de Peralta: por un lado, su continuo esfuerzo para buscar cómo sobrevivir económicamente en unas circunstancias tan peculiares y difíciles (pueblo pequeño, poco alumnado); por otro lado, está el carácter de casa eternamente inacabada; en obras por realizar, ya que se va modificando de acuerdo con sus nuevos cometidos.

El año 1900 fue un año importante. Tuvo lugar la visita de los PP. Alfonso M.ª Mistrángelo, General, y Eduardo Llanas, Vicario general de España. Entre ambos se propusieron la restauración de la capilla del Santo y la construcción de un monumento en la plazoleta que existe ante el colegio. El primero se encargó de pedir el bronce a la reina María Cristina, que se lo entregó diciendo «más que cañones para matar hombres necesitamos bronces para modelar santos». El segundo mandó levantar el pedestal, y construir la verja. Todo sería destruido durante la guerra civil (1936), y reconstruido años después. En el mismo año 1900 se pone en marcha otro proyecto educativo que ya había tenido precedentes, al menos en 1865: se crea un aula para adultos, en colaboración con el ayuntamiento, que pagaría el alumbrado, pues las clases se tienen de 7 a 9 de la noche, durante los meses de invierno, cuando el trabajo era menos apremiante. Hay que advertir que en Peralta además de la escuela del colegio había otra pública, aunque en general los muchachos abandonaban pronto tanto una como otra para ayudar a sus padres en las tareas agrícolas. Más aún. Parece que hubo especial empeño (de la masonería, dice el P. Clavero) por arruinar en Peralta la labor educativa de los escolapios. De hecho Peralta fue uno de los pocos lugares de Aragón en que se creó una escuela anarco-libertaria en la línea de Ferrer y Guardia, que procuraba inculcar a sus alumnos unos principios completamente contrarios a los escolapios, para desacreditar a éstos. Un detalle chocante fue, p. e., llevar a los niños a merendar carne a la ermita de la Mora el día de Viernes Santo; todavía quedan hoy huellas: es patente la poca religiosidad, en general, de sus habitantes.

En 1904 el ayuntamiento dio permiso para construir un sencillo monumento, «el pilaret», en torno al retoño del olivo que la tradición señala como escenario de la lucha entre Calasanz niño y el diablo. Sería igualmente arrasado durante la guerra civil de 1936.

El siglo actual es tiempo de importantes acontecimientos conmemorativos.

El primero sera él III centenario de la fundación de la Orden, que en Peralta adquiere especial solemnidad por ser la cuna del santo Fundador. Se celebró del 4 al 7-5-1917, y fue un festejo de carácter eminentemente popular, pues todo el pueblo contribuyó (como haría en ocasiones posteriores) para dar el mayor realce posible a la fiesta. Los actos religiosos (procesiones, misas) constituyeron el centro de los festejos, pero hubo también representaciones teatrales, actuaciones musicales, etc. A partir de esta fecha comienza un fenómeno que todavía perdura: las peregrinaciones calasancias. Religiosos, alumnos, exalumnos, simpatizantes, acuden de manera continuada a Peralta. Si no la más importante, al menos la más conocida de estas peregrinaciones fue la realizada en 1922 por una cuarentena de escolapios de la Provincia de Aragón (entre ellos el P. Provincial, Agustín Narro) bajo la dirección del P. Francisco Sipán. Tenía nombrados la peregrinación un director musical (P. Teodoro Marte), un organizador literario (P. José Beltrán) y un cronista oficial. Es a éste, P. Adolfo Villanueva, a quien debemos una obra titulada Amor, Patria, Fides (Zaragoza, 1922) en la que se narran paso a paso las incidencias de la fiesta.

La celebración del III centenario de la muerte de Calasanz, que se hizo coincidir con la visita a España de sus Reliquias (en Peralta del 13 al 17 de marzo de 1949), superó todavía el esplendor del año 1917. Baste con indicar que se juntaron en el pueblo doce mil personas, provenientes de la comarca en su mayoría. El 11 de septiembre de 1956 se celebra otro centenario: el IV del nacimiento de José de Calasanz; éste con menos brillo que los anteriores.

El año 1936 fue dramático para la comunidad de Peralta. El P. Faustino Oteiza lo cuenta en una valiosa carta al P. Provincial, días antes de ser martirizado. El 23 de julio por la tarde llega un grupo de comunistas de Binéfar dispuestos a destruir el colegio. Los petraltenses lo impiden. Conducen a los religiosos a una prisión provisional en el mismo pueblo. Dos días después fusilan en Monzón al P. Dionisio Pamplona, rector, junto a otros personajes importantes de la comarca. El día 28 tres vehículos de forasteros se llevan al P. Manuel Segura y al H. David Carlos, que son fusilados entre Gabasa y Purroy, en un lugar próximo a la carretera, marcado hoy con un sencillo monumento. Los novicios y postulantes son devueltos a sus casas. El P. Faustino Oteiza por enfermo, y el H. Florentín Felipe por anciano son respetados unos días más, hasta el 9 de agosto, en que también fueron fusilados junto a la carretera de Azanuy, en un lugar también señalado por un monumento. Sus restos descansan desde 1976 en un nicho situado en el coro de la capilla del colegio. El año 1949 fue incoado en la diócesis de Lérida el proceso de beatificación de estos cinco mártires.

Todos los signos religiosos fueron destruidos en Peralta. La capilla fue convertida en almacén. Milagrosamente sobrevivió casi íntegro el archivo y la biblioteca. Fueron tres años de horror y destrucción y en septiembre de 1939 vuelve la vida escolapia a Peralta, y comienza otro período de reconstrucción. Van acudiendo los religiosos que formarán la nueva comunidad, con cinco novicios y una veintena de postulantes. Todos se tienen que dedicar a la dura tarea de hacer el colegio más habitable. Se comienzan importantes obras de desmonte para crear un patio de recreo; se adquiere un pasadizo público para ampliar la capilla. Se construye la hospedería, para poder acoger peregrinaciones y personas que quieran hacer ejercicios espirituales. El año 1949 está ya todo en marcha; se embellece el claustro con los relieves de la Corona de las Doce Estrellas. Se hace nuevo el monumento del «olivo».

Para todas estas obras es necesario dinero, y la Provincia contribuyó generosamente a la reconstrucción del santuario. En octubre de 1941 aparece en Zaragoza, bajo la dirección del P. Francisco Sipán, la revista «Peralta de la Sal», cuya finalidad principal es recaudar fondos para restaurar la casa de Peralta. Pero también la propia casa se preocupa, y su rector busca mil modos de obtener donativos; crea una revista, Las Tres RRR (Reconstrucción, Renovación, Resurrección), que alentará luego desde su rectorado en Barbastro. Poco deja la hospedería, y se crean otras fuentes de ingresos, particularmente en la cría de animales o granja. Su éxito fue desigual.

En los años cincuenta se hacen las últimas adquisiciones de fincas: unos terrenos cerca de la carretera de Gabasa, para preparar un campo de fútbol. Se plantan miles y miles de pinos, año tras año; sólo una pequeña parte logra sobrevivir. Es el terreno de «Cristo Rey».

Los escolapios siguen atendiendo una de las escuelas del pueblo, la de chicos mayores. En 1952 se le concede subvención oficial. Las escolapias, que llegaron en 1949 principalmente para atender la hospedería, se harán cargo también de la escuela de párvulos, y de otra aula para niñas mayores, con enseñanzas especiales.

La actividad pastoral de la comunidad hace todo lo posible por crear un ambiente educativo y cristiano entre los jóvenes del pueblo, un pueblo ya afectado por el cáncer de la emigración. Se crean organizaciones piadosas, como la congregación mariana de Nuestra Señora de las Escuelas Pías y de San José de Calasanz, en 1940; se introducen nuevas corrientes espirituales, como la adoración nocturna en 1969, los focolaris hacia 1970, los scouts unos años más tarde...

En 1970 se marcha el último párroco diocesano de Peralta. El obispo de Lérida confía a los escolapios las parroquias de Peralta, Calasanz y Gabasa. El P. Augusto Subías comienza en 1974, con ayuda de novicios y postulantes, la dura y hermosa tarea de renovar los templos de las tres parroquias, las ermitas de Vilet y la Mora y la misma casa parroquial de Peralta. Todavía no ha terminado su tarea cuando en 1977 se lanzo a otro proyecto: la formación de un museo escolapio en Peralta, aún incluso.

En los años 70 se desecha la posibilidad de convertir el colegio en concentración escolar (idea esta de poco futuro, como se ha visto luego), pues se prefiere atender preferentemente a los postulantes que aún son muchos. Al abrirse la concentración de Benavarre los muchachos mayores de Peralta cursan la segunda etapa de EGB en el colegio, mientras que las muchachas acuden a la villa ribagorzana; unos años después, sin embargo, también las chicas estudian en Peralta. Es 1979 el último año en que hay postulantes en Peralta. Los huecos en el alumnado se fueron completando con internos de los pueblos vecinos, llevados allí posiblemente por problemas académicos.

En la actualidad los alumnos son la mayor parte internos; la enseñanza está subvencionada; el colegio sigue siendo oficialmente postulantado de EGB, aunque no haya postulantes.

Casa de formación.

Hasta 1741 cada casa escolapia acogía las vocaciones que se le acercaban, y en ella misma se formaba a los candidatos. A partir de este año se señala como única casa de noviciado la de Peralta, si bien el juniorato sufrirá muchos cambios en los siglos posteriores. Peralta todavía no ha perdido esa condición. Sería interesante hacer una historia de la línea formativa del noviciado de

Peralta, pero con los documentos conocidos es muy difícil. Sólo se pueden dar noticias cuantitativas. La importancia cualitativa de las mismas es obvia: basta considerar que prácticamente la totalidad de los religiosos de la Provincia de Aragón han hecho su noviciado en Peralta.

Se conservan en el archivo de Peralta los libros de Profesiones (excepto el de 1919 a 1936: pero se puede llenar el hueco con ayuda de otros libros), por lo que es relativamente fácil hablar de cifras, aun admitiendo un margen de error. Estos serían los datos:

Años Operarios Clérigos
1730-1800 83 224
1801-1836 45 130
1847-1900 42 304
1901-1919 12 137
1920-1932 10 180
1940-1983 58 386
Total 250 1.367

Digamos que el noviciado duraba dos años, al principio, y que durante él los religiosos se preparaban también en los conocimientos literarios y científicos, de manera que no era raro que inmediatamente después de terminarlo los clérigos se encargasen de una clase de primeras letras, al mismo tiempo que estudiaban la filosofía o la teología. Al término de estos dos años se emitía la profesión solemne. Más adelante se redujo el noviciado a un sólo año, reservado a una preparación más estrictamente religiosa, y la profesión emitida era de votos simples, o temporales.

La última época del noviciado está perfectamente documentada; el P. Francisco Encuentra, maestro de novicios que fue de 1938 a 1948, escribe en 1951, un Lucero del Noviciado; obra escrita con un estilo cuidado y repleta de multitud de noticias, agudas observaciones y sabias recomendaciones especialmente sobre la vida en el colegio, en el noviciado.

La capilla.

Es de suponer que los escolapios llegados a Peralta tendrían la ilusión de comprar la casa en que nació Calasanz para construir allí un templo. A medida que se ponían en venta las casas próximas (en cuyos solares se pensaba edificar el colegio), aquéllos las iban adquiriendo. La primera que cita el Lucero es comprada en 1746. En 1760 pueden comprar la del mismo Calasanz, y la derriban en espera de poder edificar. Al mismo tiempo que el oratorio del Santo quieren edificar otro templo más amplio para el culto normal. En 1777 se encarga el retablo del altar mayor a Francisco de Mesa, de Zaragoza. Estaba dedicado a S. José Esposo, y tenía otros seis altares laterales, dedicados a S. José de Calasanz, la Virgen de los Dolores y la Virgen de las Escuelas Pías (los del lado del evangelio), y a la Virgen del Carmen, al Cristo Crucificado y a San Pompilio —los últimos años— (los del lado de la epístola). La planta de esta iglesia era cuadrada, y estaba cerrada por una cúpula semiesférica, que se derrumbó en 1872 sin causar daños personales. El templo fue restaurado, y siguió abierto al culto hasta 1936. Fue entonces convertido en almacén, y ya no se volvió a utilizar después de la guerra. En 1947 fue derribado para construir sobre su solar la hospedería. Un pilar y una Virgen de Lourdes en el jardín indican el emplazamiento del altar mayor.

La capilla u oratorio de S. José de Calasanz se construyó con limosnas entregadas por particulares. Se tuvo cuidado para construir el altar en el lugar en que había estado la alcoba en que nació el Santo. La capilla se inauguró solemnemente el 25-3-1799. Se trataba de un local de reducidas dimensiones. En 1848 se adquirió, también a base de limosnas, un elegante tabernáculo para embellecer el oratorio. Se pudieron adquirir algunas casas vecinas más, y se emprendió una seria reforma. El 27-8-1872, con la asistencia del P. José Balaguer, Vicario general, y los Superiores mayores de las Provincias españolas, se inauguró la nueva capilla, cuyo aspecto externo coincidía a grandes rasgos con la actual. Al mismo P. Balaguer se atribuye el dístico latino que corona el altar mayor: HIC JOSEPH NATUS; DOMUS HIC CALASANCTIA QUONDAM: HIC UBI CUNA FUIT, JAM MANET ARA SIBI.

En 1902 se realizó la segunda restauración de la capilla, impulsada por el P. Eduardo Llanas, al mismo tiempo que se inauguraba el bello monumento de la plazoleta del colegio. A la inauguración, el 4 de septiembre, acudieron además de los Superiores mayores escolapios de España (pues Peralta en cuanto Santuario siempre se ha considerado como patrimonio común) el mismo P. General, Eduardo Llanas, los obispos de Barbastro y Astorga (éste, el escolapio P. Vicente Alonso Salgado). El pueblo se volcó en la fiesta. Al oratorio antiguo se le añadió el coro actual, bajo el que discurría un callejón.

Las últimas obras de restauración se emprendieron en 1944. Se construyó la actual sacristía (la antigua fue convertida en relicario en 1955), y se incorporó al templo el antiguo pasadizo, con lo que la capilla adquirió su actual grandeza y hermosura. En 1976, con la instalación de una urna con los restos de los mártires en una de las paredes del coro, pueden darse por concluidas las obras de la capilla.

No se puede olvidar el grandioso proyecto que albergó en su mente el P. Juan Crisóstomo González, de la Provincia de Castilla. Asistió en 1902 a las fiestas de la inauguración de la estatua de S. José de Calasanz en Peralta, y a partir de ese momento concibió la idea de construir una basílica dedicada al santo Fundador. El mismo lo cuenta en su Memoria Proyecto, publicada en Madrid en 1917. Debía ocupar la basílica, con dos pabellones para la comunidad y casa de ejercicios (la idea de tal casa, pues, es antigua), una extensión aproximada de una hectárea, según un rectángulo de 113 x 82 m. El templo, de estilo neogótico, hubiera tenido dos airosas torres, y una cúpula magnífica. Todo lo tenía previsto el P. Juan Crisóstomo, incluso el modo de financiar tan monumental obra, que no iba ser otro, esencialmente, que las limosnas especiales de todos los colegios de la Orden. Puesto que las Escuelas Pías vivían su momento de mayor tranquilidad y expansión, había que demostrar al mundo la energía de la Orden y el amor de sus hijos al santo Fundador. Sin embargo el proyecto quedó en secreto: debió parecer desmesurado a los Superiores y más teniendo en cuenta que había que comenzar, precisamente por arrasar todo lo que estaba construido.

La hospedería.

Peralta siempre ha sido término de peregrinaciones escolapias por su carácter de «casa cuna» del santo Calasanz. Con ocasión del III centenario de la creación de la Orden y con la mejora de los medios de transporte, se acentúa este carácter. Tras la guerra civil renace el espíritu peregrinante, y además comienzan a generalizarse las tandas de ejercicios espirituales. En Peralta, que carece de cualquier tipo de albergue público, los escolapios construyen una hospedería; en 1946 comienzan las obras; están terminada en 1949, justo a tiempo para acoger a las personalidades que acudirán a las fiestas del III centenario de la muerte de Calasanz y paso de sus Reliquias. Las MM. escolapias envían generosamente una comunidad de cinco religiosas, con la M. Lourdes López, como superiora, cuya misión principal va a ser atender a la hospedería y la casa de formación. Numerosas peregrinaciones acudirán a Peralta, en especial con motivo del siguiente centenario, en 1956.

El cronista tiene cuidado de anotar las tandas de ejercicios que se celebran esos años. Vayan unos datos estadísticos:

Años Tandas Ejercitantes
1956 18 518
1957 17 499
1958 15 541
1959 17 628
Total 67 2.186

Hay que señalar que varias de esas tandas son dirigidas por los mismo escolapios de Peralta. Cuando la diócesis de Barbastro, de donde procedían la mayoría de ejercitantes, crea su propia casa de ejercicios, disminuye sensiblemente la afluencia a Peralta.

En 1960 se celebra en Peralta el primer cursillo de cristiandad de la provincia de Huesca, al que seguirán otros varios.

Peralta se ha convertido también en la sede de los Capítulos provinciales de Aragón para escolapios y escolapias.

Exalumnos ilustres.

Se podría decir que todos los escolapios aragoneses han sido discípulos de Peralta, pero conviene citar al menos tres religiosos hijos de Peralta: los hermanos Juan Crisóstomo y Tomás Plana, y el P. Juan Crisóstomo Laguerri, procurador de la Provincia de Aragón en la Corte de Carlos IV, donde gozó de gran influencia. Entre los seglares destaca D. Miguel Ric y Ejea, natural de Fonz, que llegó a fiscal del Real Consejo de Castilla a mediados del siglo XVIII, y prestó importantes servicios a las Escuelas Pías en tiempos de Carlos III.

Superiores

Persona Año
Sebastián Cossa 1695
Antonio Ginés 1698
Juan Crisóstomo Plana 1705
José Borruel 1731
Lorenzo Barutel 1736
José Borruel 1742
Miguel Pequerul 1745
Tomás Plana 1748
Alejandro Castellazuelo 1754
Miguel Pequerul 1758
Alejandro Castellazuelo 1763
Domingo Rubio 1766
Miguel Montesa 1769
Bernardo Calomarde 1772
Domingo Rubio 1775
Ramón Baquero 1778
Joaquín Ibáñez 1781
Pantaleón Blanquer 1784
Anselmo Estevan 1790
Ramón Baquero 1791
Ambrosio Claramunt 1794
Domingo Hernández 1796
Anselmo Estevan 1804
Alejandro Lacosta 1807
Manuel Bernad 1814
Mariano Bayod 1823
Femando Moliner 1826
Francisco Martínez 1833
Ramón Sorolla 1845
Francisco Martínez 1853
Nicolás Sena 1854
Antonio Badías 1857
Nicolás Sena 1865
Manuel Acero 1872
Isidoro Griava 1875
León Vidaller 1878
Marcos Calvo 1878
Toribio Estevan 1880
Mariano Lafuente 1891
José Gómez 1893
Federico Vicente 1897
Anselmo Sánchez 1900
Manuel Gazo 1902
Dionisio Pamplona 1912
Ángel Pallares 1913
José Arsuaga 1915
Laureano Arrese 1922
Luis Larramendi 1926
Manuel Arellano 1931
Dionisio Pamplona 1934
Cruz García 1939
Ramón Castell 1940
Bonifacio Andrés 1943
Narciso Monfort 1946
Benito Pérez 1952
Benito Otazu 1955
Narciso Monfort 1961
Francisco Sanz 1964
Narciso Monfort 1967
Antonio Señante 1971
Augusto Subías 1973
Cecilio Lacruz 1976
Ángel M.ª Garralda 1978
Andrés López 1980

NOTA: El orden de los superiores estaba equivodado en la edición original. Hemos procedido a rectificarlo

Bibliografía

  • Archivo de la casa
  • Archivo Argentina

Redactor(es)

  • José P. Burgués, en 1990, artículo original del DENES I