Reunificacion1868-1906/Desarrollo de 1868 a 1906

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Tímido acercamiento a Europa Central: viaje de C. Casanovas; apoyo a Cracovia.
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La estrategia de la unión
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Desarrollo de 1868 a 1906

El desarrollo de la Orden es muy desigual en las diversas provincias de la Orden. Nos vamos a detener un poco en este asunto, que nos permite comprender que las provincias que andaban mejor (Hungría y las de España) se sentían menos motivadas a unirse a las demás. Señalamos, de entrada, que en ninguna parte de la Orden se sentía de manera colectiva entusiasmo por la unión: a quienes les iba bien, porque no necesitaban cambiar, y a quienes les iba mal porque estaban más preocupados por la propia e inmediata supervivencia. No hemos leído ninguna carta en nuestro Archivo General en que se exprese este deseo, excepto las de algunos padres españoles. El P. Ricci sí muestra su deseo de unidad, pero uno siente que es más bien un deseo oficial, impuesto desde arriba (como al P. Casanovas, y como luego a los PP. Mistrangelo y Ricci). Quien empuja el proceso de unificación es la Santa Sede; sin las órdenes de los Papas es probable que el proceso de reunificación no se hubiera producido, o al menos no en 1906.

Veamos, brevemente, la evolución sufrida por las diversas provincias escolapias en estos 38 años.

Evolución positiva en España

Dijimos más arriba que la Revolución de 1868 y la Primera República (1873-74) trajeron algunos temores a las provincias españolas, pero nada más. Otros acontecimientos como la Tercera Guerra Carlista o la radicalización de la política a comienzos de siglo XX tampoco alteraron la buena marcha en general de los colegios escolapios. Con todo, el proceso de liberalización creciente de la sociedad sí se hizo sentir en la Orden, y se produjo una cierta fractura entre los escolapios de más edad, que habían vivido mayores dificultades y eran por naturaleza más conservadores, y los jóvenes, más seducidos por el pensamiento liberal. Hasta el punto que los superiores se asustaron en el Capítulo de 1869, y en el de 1875 el nuevo Vicario General, Juan Martra, dio una especie de “golpe de estado” consiguiendo alterar el sistema de elección de los superiores, que anteriormente eran elegidos por el Capítulo General, y a partir de entonces, hasta 1906, serán nombrados por la Congregación General (P. Vicario General y los tres Asistentes Generales, uno por cada provincia diferente de las del P. Vicario), quienes nombraban a los superiores eligiéndolos de las ternas presentadas por los Capítulos Provinciales. De este modo evitaban que hubiera superiores liberales al frente de las casas y provincias. Estas son las actas del Capítulo que el P. José Jofre llevó a Roma al terminar el Capítulo, y que tardaron dos años en ser aprobadas por la Santa Sede, pero el P. Martra se salió con la suya, y logró calmar la efervescencia, aunque para ello se tuvieran que llevar a cabo unas cuantas expulsiones y secularizaciones de escolapios que no estaban de acuerdo con el nuevo sistema.

Algo más debe la España de aquel tiempo al P. Martra: él impulsó la creación de las casas centrales de estudios, donde se reunieran los juniores de las diversas provincias para cursar en las mejores condiciones posibles los estudios de filosofía y teología. En primer lugar, se pensó en el monasterio de Irache en Navarra. Informaba el P. Martra al P. General[Notas 1]: Como consecuencia de la decisión del Capítulo General celebrado en Madrid en 1875, buscamos un edificio a propósito para la Casa General de estudios de nuestros jóvenes, y habiéndonos fijado en el Monasterio de Sta. María la Real de Irache, nos dirigimos en súplica al Gobierno de S.M., quien oído el parecer de la Academia de S. Fernando, ha tenido a bien acceder a nuestros deseos. La Real Orden que así lo determina está extendida, sin embargo, no se nos ha dado todavía posesión. En realidad, pasaron aún varios años hasta que el monasterio de Irache se concediera en usufructo a los escolapios, pues la Diputación de Navarra elevó recurso contra la cesión. Así que hubo que buscar otro centro. Y este se encontró en el monasterio de San Marcos de León. El 12 de mayo de 1879 el P. Martra informa al P. General[Notas 2]: Aunque mermado en algo, ya tenemos posesión de S. Marcos de León, y en Dios espero que pasado el rigor del verano, se reunirán allí todos o la mayor parte de los juniores de las cuatro provincias.

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El P. Juan Martra nació en Barcelona en 1828, y falleció en la misma ciudad en 1895. Ingresó al noviciado en 1845. Siendo junior brilló en sus estudios científicos. En 1865 fue nombrado rector del colegio de San Antón de Barcelona. Hizo importantes mejoras en aquel colegio, y destacó además como orador sagrado. Tras el Capítulo General de 1869 fue encargado de llevar las actas a Roma para su aprobación. En 1875 fue elegido Vicario General de España, y dedicó sus esfuerzos especialmente a lograr un sistema de nombramiento de los superiores más fácilmente controlable, y a crear casas centrales para la formación de todos los juniores de España. En 1879 estableció un plan de formación nuevo para ellos. Tenía una excelente relación con el P. General Casanovas, que pensó en él como su sucesor cuando empezó a sentirse cansado después de 12 años en Roma. Pero el P. Martra le dijo que nunca aceptaría tal nombramiento: en primer lugar, por su salud dedicada; en segundo lugar, porque era hijo único, su madre era muy mayor y no podría abandonarla. En 1886, al ser nombrado nuevo General de la Orden el P. Mauro Ricci, él mismo presentó su renuncia como Vicario por motivos de salud.

El juniorato de León consuela al P. Martra de sus preocupaciones y frustraciones cono Vicario General. Varias veces escribe al P. General expresándole su satisfacción por esta obra suya. El 1 de julio de 1881 le dice[Notas 3]: Si V.P. Rvma. viese el Juniorato de León, creo que se alegraría mucho en Dios nuestro Señor. Yo no soy optimista y no sé ver las cosas por el lado que halagan, y con todo he de confesar que la Casa de León, aunque no esté como yo quisiera, material y formalmente, llena mis preconcebidas esperanzas.

En 1886 se obtiene el monasterio de Irache, que sirve para noviciado generalicio y para juniorato de filosofía. León tiene que abandonarse en 1888, y entonces el teologado se traslada a Cardeña en Burgos, donde permanece hasta 1901, cuando el P. Vicario General Eduardo Llanas decide trasladarlo al colegio de Tarrasa. En 1905, tras la muerte del P. Llanas, cada provincia acoge sus teólogos, mientras los juniores filósofos siguen juntos en Irache.

Esta era la situación de cada una de las provincias españolas en 1870:

Provincia de Castilla

El catálogo de 1870 ofrece para la Provincia de Castilla los siguientes datos[Notas 4]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Madrid S. Fernando 39 950
2.Madrid S. Antón 37 1050
3.Getafe 48 311
4.Carriedo 16 205
5.Archidona 12 344
6.Granada 14 398
7.Yecla 12 350
8.Alcalá de H. 36 190
9.Úbeda 12 273
10.Sanlúcar de B. 12
11.Celanova 9
TOTAL 247 4071

Provincia de Aragón

Según el catálogo de 1870, esta era la realidad de la Provincia de Aragón:

Casas Religiosos Alumnos

1.Peralta 42 76
2.Barbastro 13 628
3.Daroca 7 188
4.Zaragoza 34 720
5.Alcañiz 9 404
6.Sos 9 184
7.Jaca 7 244
8.Tamarite 7 203
9.Fraga 6 258
10.Caspe 9 325
11.Molina 8
TOTAL 151 3230

Provincia de Cataluña

Este es el estado que presentaba la Provincia de Cataluña según el catálogo de 1870[Notas 5]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Balaguer 11 323
2.Barcelona 47 660
3.Calella 10 254
4.Igualada 12 262
5.Mataró 23 614
6.Moyá 34 207
7.Olot 11 132
8.Puigcerdá 7 236
9.Reus 13 418
10.Sabadell 35 621
TOTAL 203 3727

Además, en la isla de Cuba, que en 1871 y a fin de evitar disensiones y debido a la diversidad regional de los religiosos enviados, el P. Vicario General José Balaguer asignó los dos colegios a la Provincia Catalana (decreto del 18-9-1871), que antes habían dependido de la Generalidad Española, había:

Casas Religiosos Alumnos

1.Guanabacoa 12 122
2.Puerto Príncipe 16 305

TOTAL 28 427

Provincia de Valencia

La Provincia de Valencia era la más joven (había sido erigida como tal en 1833) y la menos numerosa de España. Según el catálogo de 1870[Notas 6], estaba compuesta por:

Casas Religiosos Alumnos

1.Valencia 42 1276
2.Gandía 9 415
3.Albarracín 13 169
4.Utiel 4
TOTAL 68 1860

Mostrando los datos en una simple tabla, estas eran las estadísticas españolas del año 1870:

Provincia Nº de casas Nº religiosos Nº alumnos


Cataluña 10 203 3727


Aragón 11 151 3230


Castilla 11 247 4071


Valencia 4 68 1860


Cuba 2 28 427


TOTAL 38 697 13.315


Datos esquemáticos al comienzo del mandato del P. Ricci, 1883:

Provincia Nº de casas Nº religiosos Nº alumnos


Cataluña 10 200 3202


Aragón 12 160 4403


Castilla 12 222 5359


Valencia 5 80 322*


Cuba 2 39 833


Casa de Est. de León 1 131 -


TOTAL 42 832 14.119


  • Probablemente, es un dato incorrecto.

Datos al final del mandato del P. Ricci, 1899:

Provincia Nº de casas Nº religiosos Nº alumnos


Cataluña 20 405 5394


Aragón 13 248 4014


Castilla 14 341 6724


Valencia 6 138 1917


América 6 (contados) 866


Generalidad 6 195 1183


TOTAL 64 1327 20.098


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El P. Vicente Alonso Salgado nació en Quiroganes (Orense) en 1845, y falleció en Santa Catalina (Murcia) en 1931. Tras estudiar en el seminario de Orense, entró en las Escuelas Pías en 1861. Enseñó teología a los juniores escolapios en Alcalá, El Escorial y León. Fue ordenado Obispo de Astorga en 1894. En 1903 fue nombrado Obispo de Cartagena y Murcia. Aquí su primera preocupación fue el Seminario, creando uno especial para niños pobres que sintieran la vocación sacerdotal; luego atendió a la catequesis; la organizó de forma que pronto logró fama; realzó y animó la prensa católica. Al serle ofrecidas la archidiócesis de Zaragoza y luego la de Sevilla, las rechazó, prefiriendo continuar en Murcia. Deseó renunciar a la diócesis y retornar a las Escuelas Pías; no lo consintió la Santa Sede. Era Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica, Cruz de Beneficencia, Cruz de San Juan de Jerusalén, Asistente al Trono pontificio. Murcia le galardonó con la Medalla de Oro de la Ciudad.

Y ya al final de nuestro periodo, en 1903:

Provincia Nº de casas Nº religiosos Nº alumnos


Cataluña *21 467 6390


Aragón *19 330 4860


Castilla 15 388 5642


Valencia 6 155 3069


TOTAL 61 1340 19.961


  • incluyen las casas y religiosos en América.

Vemos, pues, que en el periodo 1870-1903 en España (y fundaciones americanas, dependientes de las provincias españolas) se produce un aumento significativo de casas (60%), de religiosos (92%) y de alumnos (49%).

Las casas fundadas en las diferentes provincias españolas son las siguientes:

  • Cataluña: Villanueva y Geltrú (1877); Tárrega (1884); Morella (1885); Barcelona-Calasancio (1893); Palma de Mallorca (1893-1904); Valls (1893-1905): Barcelona-Sarriá (1894). Castellar del Vallés (1896); Barcelona-Balmes (1899). En 1870 se cierra la casa de Reus. En 1871 Cataluña se hace cargo de las dos casas de Cuba, y en 1897 de la de Santiago de Veraguas en Panamá (hasta 1900).
  • Aragón: Tolosa (1878), Tafalla (1883), Vera de Bidasoa (1891), Pamplona (1891). En 1893 se hace cargo de las casas de Chile y Argentina, y de la de Estella.
  • Castilla: Sanlúcar de Barrameda (1868), Celanova (1868), Toro (1870), Monforte de Lemos (1873), El Escorial (1873-75), Bilbao (1893). En 1897 se hace cargo de la casa de Sevilla.
  • Valencia: Alcira (1877), Játiva (1877-1881), Castellón (1897).

Pertenecientes a la Generalidad española: además de las fundadas en América, de las que hablaremos luego, León (1879-1888), Irache (1885), Cardeña (1888-1901), Sevilla (1881), Ugena (1802-1904), Estella (1893)

Difícil en Italia, para unas provincias más que para otras.

La situación de las provincias escolapias italianas fue duramente afectada por el proceso de unificación italiana, que concluye con la toma de Roma en 1870. Y Roma era la sede principal de las Escuelas Pías. Desde tiempos del Fundador, el P. General tenía autoridad sobre las casas escolapias romanas, dejando al Provincial romano el gobierno de las demás. Vamos a ver la evolución de las diversas provincias, considerando aparte el caso de la capital.

Roma

Las tropas italianas entraron en Roma el 20 de septiembre de 1870, tras una breve resistencia honrosa de las tropas pontificias que custodiaban la ciudad (las tropas francesas de Napoleón III, que habían defendido el territorio papal antes, habían sido repatriadas para defender su país de la invasión prusiana). El gobierno italiano decidió aplicar en el reducido territorio pontificio las mismas leyes que regían en el resto del país, así que todas las congregaciones religiosas se pusieron a temblar, ante la inminente expropiación de sus sedes. El P. General hizo todo lo posible por defender sus casas. Presenta un brillante alegato[Notas 7] frente a la posible expropiación de las casas de San Pantaleo y San Lorenzo:

El Prepósito General de las Escuelas Pías exige que se respeten íntegros e incólumes sus derechos al aplicar la Ley de la Supresión. Llamado de España para ser Cabeza de una Orden que en las diversas provincias fuera de Italia está reconocida por los diversos gobiernos, en su calidad de General o Representante del Cuerpo de su Orden, ha recibido de la Orden misma y posee en Roma la Casa de S. Pantaleo, y las rentas para mantener en ella el personal de su Congregación General y el número de maestros que él quiera dedicar a la enseñanza pública. Nombra a su arbitrio al Rector que asume el gobierno y la administración de la Casa, y se reserva para sí personalmente (como sus antecesores) la denominada Caja General que constituye el fondo para desempeñar su oficio. Las rentas de la Casa, lo mismo que las de la Caja General, se puede decir que están formadas por las contribuciones de las diversas provincias de la Orden. Por lo tanto, se puede decir que la Casa de las Escuelas Pías de S. Pantaleo en Roma es realmente una Casa General, es decir, perteneciente al General de la Orden como Cabeza de la misma Orden.

Comprada por el Santo Fundador José de Calasanz con dinero propio para tener en propiedad una casa en la que establecer por su cuenta escuelas públicas gratuitas y alojar a los maestros, algunos miembros y otros asalariados, fue la cuna de una Sociedad particular, aprobada y protegida por el Gobierno y el Municipio de Roma, que se extendió fuera de la ciudad. Después de 25 años de funcionamiento, la Sociedad privada fue confirmada y elevada por Paulo V a Sociedad Religiosa, que creció rápidamente en Italia, Germania, Polonia y España hasta formar 14 provincias, sin modificar el objetivo y la forma de la primitiva institución, cambiando sólo el nombre de General por el de Prefecto de las Escuelas que tenía el Fundador, y llamando ministros locales a los directores de cada casa, y ministros provinciales a los inspectores de las escuelas fundadas fuera de Roma, todos los cuales dependían directamente del Fundador. La Provincia Romana fue erigida para las casas que estaban fuera de la ciudad, y de ella han estado siempre excluidas la Casa de S. Pantaleo y también el noviciado de Roma en S. Lorenzo en el Borgo, edificado a expensas de todas las provincias nacionales y extranjeras, sin que en ellas hayan intervenido nunca el Provincial Romano y los Capítulos Provinciales.

Suprimidas ahora las Casas Religiosas en Roma, pero no suprimida la Orden de las Escuelas Pías, la Casa de S. Pantaleo pertenece al P. General, bien se considere que volvemos al estado en que se encontraba antes de que Paulo V lo consideró Cabeza de una Sociedad Religiosa, bien se le considere Cabeza de una Orden que continúa viva en las provincias del extranjero bajo la jurisdicción del sucesor del Fundador.

La casa noviciado de S. Lorenzo en el Borgo, edificada a expensas de todas las provincias, y que ha proporcionado los maestros propagadores de las Escuelas Pías, no puede dejar de ser la casa noviciado de la Orden, mientras esta subsista en Europa y América.

Para probar las razones aducidas nos apoyamos en las Constituciones y en la organización de la Orden, así como en la historia de la fundación de las Casas y Provincias. Pruebas morales, pero evidentes, que sin duda moverán a la justicia de la Junta Liquidadora a aplicar a la Casa de S. Pantaleo y al Noviciado de S. Lorenzo en el Borgo los artículos de la Ley de Supresión que se refieren a los establecimientos reversibles y a los establecimientos internacionales.

La Junta Liquidadora de Roma desestima el argumento de la reversibilidad basado en que la Casa de San Pantaleo fue comprada por un particular, pues claramente es una casa religiosa; en cambio tiene en cuenta el argumento de ser residencia de un Superior General extranjero, posibilidad contemplada por la ley, y garantiza al P. Calasanz Casanovas su residencia (y la de su Curia) en San Pantaleo mientras permanezca él en el cargo. Los escolapios estaban convencidos de que si el P. Casanovas dejaba de ser General, la casa de San Pantaleo se perdería para la Orden. De ahí el que, a pesar de su cansancio, su edad y su enfermedad, todos le insistieran para que siguiera en Roma, excepto unos pocos amigos que deseaban verlo de vuelta en España. Por eso él siguió en San Pantaleo cuando en 1884 el P. Mario Ricci fue nombrado Vicario General y se hizo cargo del gobierno de la Orden, y además buscó otra casa en Roma para residencia de la Curia General. De ahí que, incluso después de ser nombrado General el mismo P. Ricci en 1866, quedando completamente libre el P. Casanovas, tampoco entonces quiso él regresar a España, residiendo en San Pantaleo hasta su muerte en 1888. Lo mismo que Pío IX (y luego León XIII) se consideraba un “prisionero del Vaticano”, Calasanz Casanovas fue un “prisionero de San Pantaleo”, ofreciendo su vida por salvar la casa para la Orden.

Ahora bien, San Pantaleo era también una iglesia con culto, y el Gobierno no pensaba alterar su condición. Las autoridades se comprometían, pues, a reservar una parte de la casa de San Pantaleo para la Curia General, y otra parte para los servidores de la iglesia. En realidad, la toma de la Casa de San Pantaleo no se produjo inmediatamente después de la entrada de las tropas italianas en Roma; había otros edificios más importantes para expropiar. Aunque sabían los escolapios que tarde o temprano la Junta vendría por ellos, la toma de posesión no tuvo lugar hasta el 9 de noviembre de 1874[Notas 8]. Las clases siguieron en San Pantaleo hasta ese año. En el curso 1873-74, último en que hubo escuelas en San Pantaleo, había cuatro clases: la 1ª elemental inferior, a cargo del P. Altamura, con 61 alumnos; la 1ª elemental superior, a cargo del P. Perugetti, con 52; la 2ª elemental, a cargo del P. Recchia, con 48, y la 3ª y 4ª elemental, a cargo del Cl. Volpini, con 26 alumnos. Había, pues, un total de 187 alumnos. Las escuelas habían funcionado bien, solamente a nivel de primaria, en San Pantaleo. Así, pues, aunque los escolapios habían sido expropiados de la casa, se les había reconocido el derecho a ocupar buena parte de la misma, y de hecho la ocupaban casi toda, menos las dos salas de clase de la planta baja. Eso sí, debían informar cada año a la Junta acerca de los ocupantes de la casa, y en teoría no podía haber en ella más residentes fijos que los necesarios para atender a las necesidades de la Curia y de la iglesia. En el año 1883, por ejemplo, había 14 religiosos residentes en S. Pantaleo en relación con la Curia General, y otros 6 en relación con la iglesia.

No corrió la misma suerte la casa de S. Lorenzo en el Borgo: el 16 de marzo escribe el P. Casanovas a su Asistente P. Bellincampi sobre los espacios que les han reservado en el colegio de S. Lorenzo[Notas 9]: El municipio está acomodando sus escuelas en S. Lorenzo. Nos quitan las habitaciones del primer piso, la sala sobre el portón y la escuela del oratorio de los niños, y tapian la puerta de esta escuela al coreto. No quieren hacer gastos por nosotros. Asignan el oratorio de la comunidad como habitación para el P. Gargano; la escuelita junto a la cocina al P. Malavisi; la habitacioncita junto a la escalera de la sacristía para el tercero, y nada más. El comedor y la cocina con la parte de encima nos lo dejan. Por ahora el P. Taggiasco irá a Poli, y pondremos tres camas en el oratorio para el P. Gargano y los dos hermanos.

Así, pues, el municipio permitió que siguiera una pequeña comunidad de tres sacerdotes al servicio de la iglesia (que es lo único que queda en la actualidad de la antigua casa de S. Lorenzo: el resto del edificio fue demolido cuando se levantó la Via della Conciliazione). Sin embargo, los escolapios siguieron aún dando clase, alquilando otro edificio y manteniendo cuatro escuelas que en 1888 tenía 105 alumnos. Como no había lugar en el edificio para los maestros, el P. General, por medio de un Monseñor, pagaba el alquiler de una casa vecina para ellos. En 1981 los escolapios deciden arreglar unas habitaciones para los maestros y los novicios sobre la iglesia, como ocurre en San Pantaleo.

En un primer momento los escolapios temieron que también podrían perder el Nazareno, pero allí las cosas eran diferentes. Recordemos que el Colegio Nazareno había sido fundado por el Cardenal Tonti, en el momento mismo de constituirse las Escuelas Pías como Orden, 1622. De ser un colegio para niños brillantes y pobres, pasó, ya en vida de Calasanz, a ser un colegio para niños nobles, y adquirió notable fama, no sólo en Roma y en Italia, sino en toda Europa. Pero quiso el fundador Tonti que hubiera un Consejo de Administración por encima de los Escolapios, como último responsable de la fundación. De modo que, al llegar la Supresión de las Órdenes Religiosas y la incautación de sus bienes, el colegio Nazareno no fue tocado, ya que no era jurídicamente propiedad de la Orden. Explica el P. Bellincampi al Comisario del Gobierno en un documento de fecha 1 de septiembre de 1983[Notas 10]:

El Colegio Nazareno (no el Colegio Romano) en el cual había escuelas primarias y secundarias, y todo el Liceo, habiendo sido reconocido como Ente Propio, está aún servido por los Escolapios que se ocupaban de él en el momento de la supresión; continúa prestando el mismo servicio y está administrado por una Comisión Gubernativa. A él acuden alumnos de las más respetables familias de nuestra tierra y extranjeras.

Así pues, el Colegio Nazareno pasó de estar bajo la jurisdicción de una comisión eclesial a otra del gobierno italiano.

Cuando el P. Ricci se hizo cargo del gobierno de la Orden como Vicario General, una de sus primeras preocupaciones fue la de tener una sede propia en Roma. Sabía bien que, una vez desaparecido el P. Casanovas, el Gobierno no permitiría a otro Superior General el residir en San Pantaleo. En su circular del 4 de octubre de 1884 a las provincias italiana, dice entre otras cosas[Notas 11]:

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El P. Mauro Ricci nació en Florencia en 1826 y falleció en Roma en 1900. Vistió el hábito escolapio en Florencia en 1843. Pronto destacó como profesor de latín, griego y filosofía en Urbino y Siena, hasta que fue destinado a Florencia en 1853. Demostró la fecundidad inagotable de su ingenio con sus producciones literarias, que son tan selectas como abundantes y que se convierten en el alimento de los espíritus selectos y refinados. El P. General Casanovas reconoció su talento, y lo nombró su Asistente General en 1880. En 1884 el Papa lo nombró Vicario General de la Orden, hasta que se celebrara el siguiente Capítulo General. Este tuvo lugar en 1886, y el P. Ricci fue elegido Superior General. Lo mismo ocurrió en los Capítulo generales de 1892 y 1898. Se esforzó durante su generalato por hacer volver a los escolapios que habían dejado la Orden, por establecer mejores relaciones con las provincias no italianas, y por conseguir una sede propia en Roma, que sirviera como Casa General y como juniorato para las provincias italianas.

Pero entre las necesidades básicas debemos procurar a la Orden en Roma una sede propia, donde el Superior General no deba cada día temer una amenaza, y con seguridad pueda hacerse cargo de su oficio, ofreciendo allí refugio a los que regresen con buenas intenciones, reunir a su alrededor como un padre a los hijos, los estudiantes de las distintas provincias, para que a la sombra reconfortante del Vaticano y entre las venerables memorias de los nuestros, alcancen el verdadero fervor de la piedad, junto con el amor vivo por las ciencias sagradas y profanas, para dilatarlo o reavivarlo después en los otros domicilios del Instituto. Yo trabajaré duro para conseguir este propósito sin dejarlo por un momento; y a partir de ahora pido el apoyo moral de todas las casas, pero más tarde también haré un llamamiento a la ayuda material de las mismas y de cada religioso, en cualquier parte de Italia y de fuera, buscando a todos los verdaderamente fieles a la Orden, encargándoles que exciten la caridad de los seglares más benévolos. Esta sola victoria, si pudiera conseguirla, me compensaría lo suficiente por el sacrificio hecho al cargar sobre mis hombros un oficio demasiado extraño a mis inclinaciones y que me distrae totalmente de los estudios, entre los cuales he consumido mi vida.

El P. Ricci se dirigió al Papa, pidiéndole le ayudara a encontrar un local provisional, mientras la Orden podía comprar o construir el local definitivo. Durante los primeros meses de 1885 se intensifica la búsqueda, y parece que se ha encontrado una buena solución. El P. Andrea Leonetti, Procurador General, escribe el 4 de febrero al P. Ricci que el Papa les ofrece la mitad de un edificio adjunto a la iglesia de S. Nicolás de Tolentino. La superficie es de 1200 m2, y el alquiler anual, 4000 L al año, lo que le parece una oferta generosa[Notas 12]. El P. Antonio Rolletta, Asistente General,[Notas 13] escribe una circular a las comunidades de la Provincia Romana el 30 de junio en la que les informa que se ha podido obtener en buenas condiciones y por medio del S. Padre la Casa de S. Nicolás de Tolentino, que, con la ayuda de Dios, abriremos en septiembre de este año. Nuestros juniores, junto con los de las demás provincias, serán educados en el espíritu del Fundador con la observancia regular y con estudios sólidos y legales deberán prepararse para el ejercicio de nuestro Instituto.[Notas 14] Pide además contribuciones a todas las casas de la Provincia, igual que ya han colaborado otras provincias, e incluso pide a los religiosos que personalmente hagan sus ofrendas, para el resurgir de la Orden. El 6 de octubre escribe al P. General diciéndole que ya puede hacer venir a los juniores, pues las habitaciones están listas[Notas 15]. El 10 del mismo mes le informa que ese mismo día a las 10 ½ se ha hecho la entrega del edificio, en presencia del P. Procurador General Andrea Leonetti. Dice además que el local es bueno, y será óptimo cuando se termine el piso superior, en el que habrá 36 habitaciones.[Notas 16] Sin embargo, pronto surgen dificultades. El P. Leonetti informa al P. Ricci el 3 de enero de 1886 que los Armenios, usufructuarios del edificio, no quieren que viva nadie en su casa[Notas 17]. Un mes después informa que el Papa lamenta la situación creada en S. Nicolás, y van a tratar de salir de la misma sin perder mucho (habían hecho obras; lograrán que les abonen las mejoras)[Notas 18]. León XIII, para ayudar a los escolapios a resolver su problema, incluso les ofrece una casa perteneciente a su familia[Notas 19]. Sigue informando el P. Leonetti, el 17 de mayo, que el Cardenal Protector, tras hablar con el Papa, les recomienda que renuncien a San Nicolás y vayan a un nuevo convento abandonado que les ofrece en el Foro Trajano[Notas 20]. Naturalmente, aceptan la propuesta e inmediatamente se ponen a hacer las reformas necesarias para hacer el convento de Santa Eufemia habitable. El P. Leonetti informa en julio de 1886 que las obras van a buen ritmo[Notas 21].

Tras su elección como General (mediante votación por papeleta enviada por correo; no se celebró Capítulo General), el P. Mauro Ricci comunica mediante una Circular fechada el 10 de octubre de 1886 su nombramiento por el Papa, y entre otras cosas informa sobre el tema de la nueva casa romana[Notas 22]. Dice que durante su mandato al menos espera poder cumplir con el objetivo de ofrecer una casa a la Orden en Roma.

Pero la casa no es la misma que ya os anunciamos, en San Nicolás de Tolentino. El placer de ser nosotros los inquilinos del Santo Padre, la esperanza de ver disminuida con el tiempo la carga del alquiler, el poder utilizar para uso nuestro una magnífica iglesia, que ya se anunciaba como parroquia, el extendernos alrededor en caso de posibles acontecimientos y el derecho de hacer nuestro 18 años después aquel lugar, me hicieron pasar por alto la lejanía de los principales centros de estudio, y por tanto la incomodidad de nuestros estudiantes, a quienes sobre todo se intentaba servir. Pero extraídas las conclusiones e iniciadas las obras, a causa de las quejas de los monjes armenios apoyados por su Patriarca en Constantinopla, habiendo parecido al Santo Padre someter la cuestión a una delegación de Eminentísimos Cardenales, yo, perdidas estas ventajas, con el fin de liberarle a Él y a nosotros mismos de cualquier problema en el futuro, con el acuerdo de mis Asistentes, me eché atrás, esperando en Florencia la cancelación solicitada de los pactos. Y ni siquiera las casas de su familia ofrecidas luego por la bondad del Papa parecían útiles para el Instituto, porque después de importantes gastos para adaptarlas, no ofrecerían nunca la posibilidad de abrir escuelas; pero estando vacante el pequeño monasterio de Santa Eufemia en el Foro Trajano en S. Lorenzo ai Monti, oportuno, además de por una pequeña iglesia, por su proximidad a las principales instituciones educativas, y ya dispuesto para usos religiosos, lo solicité, y asintiendo el Santo Padre, con la colaboración de nuestro Cardenal Protector Lucido Maria Parocchi, lo obtuve.

De esta manera empezamos lo que queríamos, sin renunciar a otras cosas más adelante: vuestros subsidios rentan para pagar el gasto del alquiler, permaneciendo intactas, y libre el brazo de mis sucesores para diseños más grandes, cuando la Orden se haya recuperado y cese en Roma el valor ficticio de las viviendas (cosa que ninguno de los entendidos predice lejano) y se pueda apuntar a la compra de esa casa que nos es tan querida[Notas 23], o de otra, con beneficio nuestro, y no de los especuladores codiciosos.

En Sta. Eufemia vivirán los novicios, y no sólo los estudiantes de la Provincia Romana, interesados particularmente en conseguir diplomas educativos, sino también de otras provincias y del extranjero, como espero y deseo, si queremos revigorizar el Instituto con hechos, no con discursos. Tampoco hemos rechazado el pensamiento de abrir alguna escuela. Aquí de momento procuraremos revivir nuestras costumbres de los buenos tiempos, cuando las casas escolapias, con la marcada piedad fertilizando los profundos estudios sagrados y profanos, eran palestras de sacerdotes ejemplares, de maestros admirados; y los Sumos Pontífices les felicitaban, y con amistosas cartas les animaban. Aquí entre estos jóvenes, si ustedes los envían buenos y dignos, moraré yo mismo, con la mirada en un futuro, consolando la tristeza presente al separarme de las memorias inspiradoras de S. Pantaleo, bien dejadas en custodia a la gran piedad y la virtud de mi Antecesor.

El P. Ricci siempre intentó comprar la casa de San Pantaleo, desde que era Asistente General. Pero las circunstancias políticas y económicas no lo permitían de momento, como explica en esta carta. Durante su generalato seguirá haciendo todo tipo de gestiones para comprarla, mientras va aviando la nueva sede de la Vía Toscana, pero no logrará su objetivo: San Pantaleo no volverá al poder de los escolapios hasta 1923.

Trasladados a la casa de Santa Eufemia, junto a la antigua iglesia de San Lorenzo ai Monti, que también les fue confiada a los escolapios, en ella residieron algunos padres con juniores y novicios, desde octubre del año 1886 hasta junio de 1891, en que se mudan a la nueva casa. Para dejarlo todo en orden, el P. Nicola Morfini, encargado por el P. General, hace una visita canónica a la casa el 10 de mayo de 1591[Notas 24]. Encuentra que todo está en orden, Se hace la visita personal. Todo va bien, pero se señalan algunas imperfecciones: recomiendan a los sacerdotes que estén presentes en la oración para servir de modelo a los juniores y novicios. Algunos novicios son poco observantes; no se les puede mandar de paseo sin el Maestro. Mientras tanto se busca activamente algún terreno en Roma donde construir la casa soñada, con iglesia, escuelas, etc. Y se encuentra. Como lo explica el mismo P. Ricci en su circular de fecha 1 de julio de 1889[Notas 25]:

La casa, ahora deseada durante mucho tiempo, bajo la mirada del Papa, en Roma, que suele juzgar a toda una Orden por lo que ve ante sí mismo; esta casa, donde tengan su residencia el General y su congregación, los jóvenes estudiantes y profesos de la Provincia Romana, como los de las demás que lo deseen, y que sea una residencia decente para escolapios italianos y extranjeros, finalmente vamos a construirla. La Provincia Romana, con un esfuerzo que la honra, se ha unido a mí y hemos ya comprado, en el barrio más saludable de la ciudad, un terreno para construir un edificio cómodo y suficiente. Podemos tener, además de las habitaciones de la casa, un bloque para escuelas, con salas para un semi internado, un patio descubierto para el recreo, una biblioteca, que recoja tantos libros preciosos dispersos, un archivo para ordenar las Memorias del Instituto y una conveniente iglesia dedicada a nuestro gran Padre San José, con la capilla del hermano Pompilio Pirrotti, que se espera que pronto sea elevado a los honores del altar.

Pero sin vuestro concurso no se podrá llevar nada a cabo: este supremo esfuerzo lo hicimos confiando en que todos os mostraréis verdaderos Escolapios.

Las ayudas, que otra vez os pedí, apenas han bastado para pagar la cuarta parte del terreno comprado. Vuelvo, pues, con una forma que os resulte menos onerosa, como lo han hecho felizmente otros Superiores de Religiosos, pobres, pero ricos de corazón, a solicitar vuestra caridad en pro de la Orden, que es lo mismo que decir en pro de vosotros mismos, emitiendo las siguientes disposiciones:

Todas las casas de la Orden, a partir del corriente julio, deberán celebrar cada mes, según la intención del Padre General, tantas misas cuantos sacerdotes religiosos haya en cada comunidad, hasta que se paguen los gastos de la construcción.

Igualmente, todos los padres sacerdotes válidos celebrarán por su parte una o más misas, cada mes, en las mismas condiciones.

Las casas y las personas que puedan y quieran hacer aún más, o conseguir ayudas de amigos y bienhechores o enviar limosnas de misas para la finalidad anteriormente mencionada, más merecerán ante la Orden y ante Dios.

Los hermanos operarios pueden ayudar con una limosna anual.

En su circular de fecha 6 de enero de 1890[Notas 26], en la que anuncia la ya próxima beatificación de Pompilio María Pirrotti, vuelve a hablar de la casa de Roma, como una gracia que todos los religiosos deben pedir al Beato: Y entre las primeras, pedidle la gracia, si no debemos decir el milagro, de poder llevar a cabo la nueva Casa, que, confiando en el Señor y en vosotros, hemos comenzado en Roma; casa destinada no sólo a revivir la primera de las provincias de la Orden, sino en Italia sobre todo, al beneficio de todos. Allí volveremos a abrir como antes, incluso mejor que antes, las escuelas para el pueblo; allí cada año, si el edificio se concluye totalmente, se enviará un número de religiosos a hacer ejercicios espirituales, cosa necesaria en cualquier Instituto bien organizado.

Inspirador del ideal de la nueva casa y seguidor minucioso de su construcción fue el P. Dionisio Tassinari, Asistente General de 1889 a 1900. No confiaba mucho en la labor ni en la continuidad de los Escolapios en los colegios de Alatri y Nazareno, por eso escribe al P. Ricci, que reside normalmente en Florencia: La nueva casa tendrá de bueno que será citada como ejemplo a los estúpidos de los dos colegios: empezará a hacer escuela y a enseñar seriamente y con convicción la verdadera piedad que debe instilarse en los jovencitos, piedad unida a la buena educación civil. Ya no basta para los escolares aquel poco de doctrina enseñada mediante pregunta y respuesta, y tampoco aprenden nada de algunos sermonuchos puramente ascéticos e ininteligibles para la mente de los chicos, que les aburren. Esta nueva casa servirá para formar escolapios, y una vez estén formados, no les faltarán casas e internados para ejercer el ministerio escolapio.[Notas 27] Le repite otras veces su plan para la nueva casa de S. José de Calasanz: La casa va adelante, y no desespero con la ayuda de Dios; pero ciertamente hace falta que sea una casa de orden, de observancia, en la que se formen los nuestros y los de fuera con celo y empeño, y no según la manera de Alatri y el Nazareno, casas de cuchipandas, de gente que sólo piensa en beber buen vino, comer bistecs hasta reventar, dar pocas horas de clase, parlotear, ir a casa de seglares a beber, etc. y no observar, ni siquiera por aparentar, las más elementales reglas religiosas, civiles, educativas. A los bribones es mejor que nos los quitemos de encima, o de lo contrario nunca tendremos un joven bueno y aficionado a la Orden. Que la nueva casa sea un lugar para formar buenos y bravos escolapios, que no estén echados a perder por malos ejemplos.[Notas 28]

Piensa además el P. Tassinari que la casa puede servir también para instalar una escuela normal, en la que se formen los juniores escolapios y de otras congregaciones: Estoy pensando en dar una vuelta a todas las casas de los Superiores de las diversas Órdenes enseñantes, que en Roma son 8 o 9, para ver si se unirían a nosotros para abrir una escuela normal privada, pues tenemos el local listo en el 1er piso para la enseñanza de 1º y 2º año normal, de modo que en julio los jóvenes hicieran el examen de grado inferior.[Notas 29] Prepara un comunicado para las diversas órdenes enseñantes (masculinas) de Roma.[Notas 30] Incluso se le ocurre otro uso provisional de la casa, que puede ayudar a amortizarla, además de dar prestigio a los escolapios. Se ha enterado de que el Papa quiere crear un colegio para Sirios y Caldeos en Roma, y propone al P. Ricci que le ofrezca de momento la casa de Vía Toscana, aún en construcción, mientras ellos construyen la suya.[Notas 31]

La casa comenzó a funcionar como escuela, sin terminar aún los pisos superiores, en noviembre de 1891. En agosto de 1892 se celebró allí el Capítulo General, y a partir de entonces funcionó ya normalmente para los propósitos establecidos. El P. Mauro Ricci dijo unas palabras conmovedoras en el momento de su inauguración, dirigidas especialmente a los juniores que venían a formarse allí. Tenemos las notas que usó para dirigirles la palabra[Notas 32]:

Ninguno de nosotros ciertamente hace dos años, y ni siquiera el año pasado, habría pensado encontrarse en el lugar en que estamos en este momento. Hombres de fe, debemos pensar que la Providencia nos guía, y así especialmente lo creo yo.

Yo os he reunido aquí para sacaros de aquellas casas que ahora unos pocos viejos desanimados habían reducido a sus propias necesidades, haciéndoos envejecer antes de tiempo. Perecía en sus santas, sí, pero gélidas manos, no sólo toda esperanza de vida, sino que desaparecían poco a poco todos nuestros usos y costumbres, que incluso si no aprovechan al espíritu, constituyen la urdimbre de nuestra hermandad.

Os he reunido de varias provincias para que aprendáis a conoceros, a hermanaros, no sin la confianza en que a continuación se produzca la unión de todas las Escuelas Pías de Italia, de modo que, igual que la unión italiana ha sido, para decirlo con Dante, motivo para nosotros de triste ventura, sea luego una buena ventura.

Os he reunido para que os comuniquéis recíprocamente el ardor en los estudios, y forméis todos juntos una sola persona al servicio del Instituto, recompensado con servir con indiferencia en un oficio o en otro; en una clase inferior o superior.

Pero sobre todo os he reunido para que en vosotros renazca un poco el espíritu de nuestro Fundador, para que os encendáis en el verdadero fervor, y no creáis que para ser buenos escolapios basta con ponerse el hábito, hacer mejor o peor un poco de escuela y luego vivir distraídamente como seglares, o como sacerdotes sin ninguna piedad y descuidados. Las Constituciones. La iglesia. El papado. Las teorías modernas.

No os falta el buen ejemplo, porque os he puesto en manos de personas ejemplares. Si no consigo esto, habremos fallado en nuestro objetivo. Si estuvierais aquí indiferentes, haciendo por rutina las confesiones y comuniones; si no tendieseis a corregiros, a mejoraros, a pensar en vuestro bien, en el deseo de difundir el cristianismo en las almas de los jovencitos.

Muchos de vosotros habéis hecho, y los demás se preparan a hacer, tres grandes promesas: pobreza, castidad y obediencia, aquí se deberán ver las disposiciones.

Restauración. Este es el momento. Si vosotros fracasáis, el Instituto está arruinado por otra cincuentena de años.

No fue nada fácil conseguir los recursos financieros para pagar primero el terreno, y luego la construcción, que se hizo con ayuda de préstamos bancarios. El P. Raffaele Cianfrocca, Procurador General, informa al P. General que después de haber gastado 700.000 L en la construcción de la nueva casa, “hemos quedado exhaustos”[Notas 33]. Pero al fin el P. Ricci había logrado su sueño. Le quedaba aún la pesadilla de acabar de devolver los préstamos. En otra circular, con fecha 23 de enero de 1895[Notas 34], sigue pidiendo ayuda a toda la Orden para mantener la nueva casa, dedicada a S. José de Calasanz:

Cuando os invité a venir en mi ayuda para que la Orden tuviese en Roma una casa de su propiedad, vuestra disposición para responder a la llamada demostró con elocuencia que la supresión civil había sido capaz de quitarnos de las manos muchas cosas, pero no el verdadero afecto filial del corazón como hijos a nuestra querida madre la Orden. Ahora, entre las angustias y temores, gracias a la ayuda fraterna, la casa está hecha y abierta desde hace dos años con un seminternado privado y con escuelas públicas, que recientemente el Papa León XIII ha llamado suyas, y que la Provincia Romana sin duda sabrá conservar. En este momento con gran placer mío, dándoos las gracias en nombre del Fundador, hubiera querido deciros: “Basta ya con lo que habéis hecho, y de las limosnas de vuestras misas y de las ayudas especiales de las familias; ya no existe la necesidad urgente”. Pero en lugar de deciros estas palabras, me veo obligado a pediros que continúen las subvenciones durante un poco más, incluso pidiéndoos que aumente la precisión para enviarlas, porque su disminución podría poner en peligro los gastos hechos y los esfuerzos sufridos. Cada uno de vosotros puede fácilmente imaginar que, en medio del desastre de los asuntos públicos en Roma, no podíamos nosotros quedarnos en un lecho de rosas, y que más de una vez hemos tenido que cambiar los planes y decisiones para no ser atraídos también nosotros al precipicio común.

Aquella magnífica casa de Vía Toscana, que fue un tiempo sede de la Curia General y de la Curia Provincial Romana, siguió creando dificultades a la Orden hasta que esta se deshizo de ella en 1918.

El colegio Nazareno experimenta no pocas dificultades durante este periodo. Una primera crisis tuvo lugar en 1878, cuando la comisión gobernativa pidió al Rector y Provincial P. Leone Sarra que presentara las cuentas de su administración, y este no fue capaz de hacerlo, por lo que se pidió su dimisión. Con el cambio de rector, se resuelve momentáneamente la crisis. Pero el colegio Nazareno es también el teatro de enfrentamiento de mentalidades entre los mismos escolapios. Hay divisiones entre los padres mayores y los jóvenes, como señala el P. Tassinnari[Notas 35]. Al final arreglarán la cosa enviando a uno de los “jóvenes”, el P. Adolfo Brattina (que será General de la Orden entre 1904 y 1906) a Florencia, donde desarrollará una importante labor pedagógica, y expulsando a un junior, Maccioce. El otro joven “revoltoso”, P. Luigi Pietrobono, sigue en el Nazareno. El P. Tassinari tiene una visión muy negativa del Nazareno porque defiende su propia idea del colegio nuevo que están construyendo en la Vía Toscana. Como consecuencia de las informaciones del P. Tassinari al P. Ricci, este escribe una dura carta al P. Cianfrocca, rector del Nazareno. El P. Cianfrocca, hombre sensible y fiel, le responde con una sentida queja, que refleja bien sus sentimientos heridos ante la dureza de juicio de los superiores toscanos[Notas 36]:

No le disimulo que, si para todos, mucho más amargamente suenan estas expresiones para mí, que desde el 63, cuando ingresé en la Orden, hasta hoy, en múltiples oficios estoy todo el día sacrificado al bien del Instituto, sin saber aún a qué sabe el reposo y la tranquilidad. Permítame que le haga alguna reflexión sobre esto. El estado de esta Provincia compuesta de hombres tiene sin duda sus defectos graves, y lo reconozco; pero ¿tan bajo ha caído, ella que es la madre de todas las demás, como para merecer tan continuas humillaciones? Admitiendo esa dolorosa hipótesis, esta provincia – hace solo unos pocos lustros, tan brillante – sustraída desde hace tanto tiempo al gobierno de su Provincial y gobernada directamente por el Supremo Moderador de la Orden, ¿no podría decir alguno que debe su estado al gobierno de los últimos treinta años de los Padres Generales Perrando, Casanovas y de Vuestra Paternidad? El resultado de las investigaciones hechas de manera liberal sobre las condiciones del colegio Nazareno, donde conmigo a la cabeza, se nos trata de ambiciosos y mentirosos, ¿es tan seguro como para poder arrojarnos con toda conciencia tan desgraciados títulos? Y la síntesis de los varios elementos de tal investigación ¿es la lógica, o más bien puede ser subjetiva, como propia de una persona inexperta por la edad, o por alguien que no tenga capacidad de juicio o libertad de prejuicios para presentar al Superior las cosas sin prejuicios ni partidismo? Por lo demás, las quejas que V.P. nos dirige, y a mí en particular, amargan el gozo de estos santos días, y ciertamente no dan ánimo para sobreponerse a una vida tejida de tantos abrojos y espinas. Caiga, pues, sobre mí toda infamia, pero que termine ya de una vez este estado intolerable. Siempre lo he dicho, pero ahora más que nunca: antepondría incluso al papado el ir a una escuelita de Poli o de otro remoto lugar a hacer cualquier oficio vil.

El enfrentamiento entre mentalidades continúa en tiempo del generalato del P. Mistrangelo. El padre Luigi Pietrobono iba adquiriendo cada vez más prestigio como experto dantista, y sus conferencias atraían a importantes personales. El P. Egidio Bertolotti, Asistente General y rector de la casa Calasanz, escribe al P. General[Notas 37]: Habrá leído en los periódicos que el domingo asistió a la conferencia sobre Dante en el salón del Nazareno la Reina Madre. Me alegré con aquel rector que tuvo el gran honor de estrecharle la mano y hablarle. Me parece que se han hecho progresos en liberalismo. ¡Quién hubiera soñado una cosa semejante en tiempos mejores! En lugar de sentirse orgulloso por la presencia del Reina en el Nazareno, considera el hecho una especie de traición, un pacto con los liberales, enemigos de la Iglesia.

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El P. Raffaele Cianfrocca nació en Alatri en 1846, y falleció en Roma en 1918. Vistió el hábito escolapio en 1865. Rector del Colegio Nazareno (1890-1904). Procurador General (1887-1904). Asistente General (1893-1917). Consultor de varias Congregaciones Romanas. Cursó teología en el Apolinar de Roma. Sacó diploma de Maestro y Profesor de escuelas superiores. Maestro de juniores en San Lorenzo de los Montes. En 1904 pasa del Nazareno a la casa de la Vía Toscana, donde actuó como Vicario del General P. Mistrangelo, que residía en Florencia, y del P. Brattina, que estuvo de visita durante casi todo su generalato. Desarrolló gran actividad en los generalatos del P. Manuel Sánchez y Tomás Viñas. Renunció al cargo de Asistente General. Durante muchos años, pues, fue una persona clave en el Colegio Nazareno como en el gobierno de la Orden. Publicó diversas obras sobre pedagogía y gramática griega.

Ya el P. Provincial Luigi Meddi, bastante conservador, había insinuado al convocar el Capítulo Provincial de 1901 que en el Nazareno hace falta más observancia religiosa y piedad frente al laicismo que nos invade.[Notas 38] En mayo de 1904 los profesores y los alumnos del Nazareno fueron recibido por el Papa, a quien, al parecer, no agradó el discurso que hizo el P. Pietrobono: según comentó luego el Cardenal Merry del Val, Secretario de Estado, al Papa le había parecido un discurso impropio de un religioso, “pagano”[Notas 39]. Era el comienzo de una seria crisis que se agudizó durante el curso 1904-1905, y que a punto estuvo de forzar la salida de los escolapios del ilustre colegio. El P. Raffaele Cianfrocca, rector del colegio, Procurador y Asistente General, asustado, escribe al P. General[Notas 40]: Si no hacemos el milagro de traer sangre nueva a esta provincia con tres o cuatro individuos enviados de otras provincias, para hacer rápidamente una nueva plantación de novicios y juniores, y para reforzar de alguna manera este Colegio (Nazareno), demasiado a la vista hoy de los extraños, y del Vaticano, nuestra obra quedará paralizada. Haciendo que España mande dos religiosos, uno Hungría, uno o dos Liguria, uno o dos Toscana, creo que podremos hacer algo.

El conflicto se acentúa con el paso del tiempo. Vamos a detenernos un poco en su evolución, para comprender mejor la importancia que nuestro colegio tenía en Roma a principios del siglo pasado.

En el Vaticano no veían con buenos ojos la presencia del P. Pietrobono como director del mismo (el rector era el P. R. Cianfrocca). Por el contrario, la Comisión gobernativa encargada de su gestión (sucesora de la Comisión de la Rota que lo había regido desde tiempos de su fundador, el Cardenal Tonti, hasta el momento de la unificación italiana) lo querían a toda costa. Naturalmente, esto ponía en una situación muy difícil a los Superiores escolapios, que por un lado querían obedecer los deseos del Papa, pero por otro no podían oponerse a la Comisión, a riesgo de perder el colegio. Ya a primeros de noviembre de 1904 el P. Asistente Manuel Sánchez escribe al P. Mistrangelo que esperan la venida del P. General a Roma para arreglar los asuntos del Nazareno.[Notas 41] El P. Calasanz Homs, ex Provincial de la Romana y Procurador General, hombre sensible, está asustado y escribe al P. Mistrangelo pidiendo ayuda[Notas 42]:

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El P. Luigi Pietrobono nació en Alatri en 1863, y falleció en Roma en 1960. En 1880 ingresó en las Escuelas Pías. Su palestra fue el Colegio Nazareno; se licenció en letras en la Universidad de Roma (1887), versando su tesis sobre «La teoría del amor en Dante Alighieri». Explicó diversas materias. Se licenció también en filosofía (Roma). Pero su vocación fue el idioma italiano. Maestro nato, tuvo alumnos distinguidos. Su obsesión de estudioso fueron el Dante y Pascoli; sus trabajos le ganaron fama mundial. Enseñó en el Nazareno unos 50 años; fue su Presidente unos 40; Rector de la Comunidad de 1906 a 1910, y de 1915 a 1918. Brilló por sus conferencias en diversos lugares. Presidente de la Arcadia Romana. Gran figura de educador, ilustre y ornato de las letras italianas, insigne dantista y literato. Sus grandes amores se cifraban en la poesía, la religión, la patria y la educación liberal, entendiendo por tal la instauración, en la obra educativa, de un aura de la más sana libertad. Su nombre va unido a más de 200 publicaciones.

Escribo hoy, impresionado por lo que pasa a nuestro Instituto, para llamar la atención de V.E. Rvma. sobre la agitación y efervescencia que aquí reina y de la que el Demonio se aprovecha para hacer mal. Saben que yo no puedo recibir impresiones y que apenas puedo salir de casa, de modo que debería ignorar yo cuanto ocurre, pero la cosa debe ser tan grave que algunas expresiones aisladas y ciertas actitudes me han puesto en verdadera alarma. Dicen que V.E. Rvma. está enterado de todo; pero, al observar cómo se tergiversan las palabras y hechos de que yo podría responder, puedo creer que V.E. Rvma. esté mal informado y que haya oído o sabido solo parte de las tramas que el diablo pone en juego para mal de nuestro Instituto. V.E. Rvma., que ha amado siempre la paz y gobernado como Padre, no puede permitir que suceda el escándalo que nos amenaza. No puedo escribir. Me siento mal.

El P. Bertolotti, Asistente General, informa también al P. Mistrangelo. Cuenta que el P. General escribió una carta a la Comisión del Nazareno en tonos duros, que va a provocar una respuesta más dura por parte del Príncipe Colonna, presidente de la Comisión. El Cardenal Vicario, al corriente de la cosa, lamenta que la carta no se hubiera escrito en un tono más suave[Notas 43]. Sin embargo, la Comisión acepta la propuesta del P. General: que los escolapios presenten una terna de candidatos al puesto de rector de Nazareno, y sea la Comisión quien elija a uno de los tres[Notas 44]. La Comisión tarda a decidirse, por lo que el P. Cianfrocca pide permiso a la Congregación General para presentar su dimisión como rector del Nazareno[Notas 45]. La Comisión pide al P. Cianfrocca que siga al frente hasta que el P. General presente la terna, y ellos elijan el nuevo rector[Notas 46]. El P. Bertolotti escribe al P. General[Notas 47]: Nada nuevo en el Nazareno. Me dice el P. Cianfrocca que Pietrobono está en movimiento, y hace cuanto puede para lograr sus intentos y echar todo a perder. El P. Cianfrocca lo está pasando mal, pues ve que tiene en contra la Comisión, que apoya al P. Pietrobono. Escribe al P. Mistrangelo[Notas 48]:

El conflicto con la Comisión se hace cada vez más oscuro, y ya no sé a qué santo invocar. Es un agitar continuo, para no llegar a una decisión. ¿No sería bueno para acabar de una vez que el P. General volviese a escribir al Príncipe que Cianfrocca tiene que encontrarse el 22 de los corrientes en su nuevo oficio en S. José de Calasanz, y que por ello debe decidirse pronto sobre el nuevo Rector? ¿O bien recurro a los hechos, dejo mi camilla y ando? Vea cómo sacarme de tanto engorro.

Al final, recurre a los hechos, y presenta su dimisión. El P. Angelini, Provincial romano, escribe al P. General transmitiendo sus inquietudes[Notas 49]:

Me ha caído un rayo en cielo sereno sobre la cabeza: se me ha comunicado que el P. Asistente Cianfrocca ha renunciado como Rector del Nazareno, y la Comisión ha aceptado la renuncia. Esta se ha reunido y han nombrado rector del internado al P. Pietrobono. Los PP. de la Provincia ven en este hecho la ruina y destrucción de la Provincia, porque al colegio Nazareno se le unirá también la ruina del colegio de Alatri. Telegramas y cartas me llaman a Roma; corro, y el único expediente que encuentro es presentarme al Príncipe Colonna, Presidente de la Comisión del colegio Nazareno. Corro a su casa, me recibe cordialmente y tras exponerle el motivo de mi visita, me dice: la Comisión no dará marcha atrás de lo que ya ha hecho. He insistido, y finalmente hemos llegado a un acuerdo: él esta tarde dirá a la comisión que, no habiendo tenido ninguna respuesta oficial de V.P. Rvma., y que habiéndose presentado a él una persona autorizada (sin nombrarme), me ha prometido que escribirá a propósito al P. General. Creo que así detendremos la cosa y ganaremos tiempo. Al despedirme me ha acompañado hasta la puerta, recomendándome que le tenga informado de todo lo que V.P. Rvma. me responda sobre este asunto, e incluso ha añadido: han nombrado a Pietrobono rector regente por pura necesidad, pues eran muchas las cartas de padres de jóvenes que preguntaban a quién estaban confiados sus hijos, y que esta regencia duraría hasta que se nombre un rector.

Padre General, que el cierre del colegio Nazareno, seguido también del cierre del colegio de Alatri, como se dice, sea la ruina total de la Provincia Romana, todos lo ven, y todos los Padres están muy indignados.

En mi opinión, sin que quiera imponerme, hay que encontrar la manera para arreglar la cosa, y al menos por este año escolar dejar las cosas como están. Mientras tanto V.P. Rvma. podrá presentar al Sr. Príncipe una nueva terna para rector, y esta podrá enviármela también a mí, y yo me encargo de presentarla al Príncipe. Ponga cuidado en la elección de las personas, y yo me ocupo de lo demás. No podría sugerir un remedio mejor para tanta desgracia que se prepara para la Provincia; espero que me haga caso con esta sugerencia, y me responda pronto.
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El P. José Calasanz Homs nació en Valls (Tarragona) en 1843, y falleció en Roma en 1920. Tras ingresar en las Escuelas Pías y completar sus estudios, fue ordenado sacerdote en 1867. Destacó por su espiritualidad y vida interior, así que fue nombrado formador, primero en Moyá y luego en la casa generalicia de León. Tenía una salud enfermiza, que fue mejorando al crecer en edad. Fue nombrado Procurador General de España en Roma, donde prácticamente pasó el resto de su vida, con diferentes cargos, como Provincial romano (1901-1904), Rector del Nazareno y de San Pantaleo, Asistente General por España. Obispos, Cardenales, lo mismo que sacerdotes y seglares le tenían por su confesor ordinario y director espiritual; hasta Pío X le veneraba.

La situación es muy tensa: el P. Pietrobono ha aceptado el nombramiento de director del internado (el cargo académico más importante del colegio) en contra de la opinión de los Superiores, que siguiendo indicaciones de más arriba, no lo quieren en ese puesto. El P. Homs, Procurador General, informa sobre la situación al P. Mistrangelo. A falta de una propuesta de terna por parte del P. General, la Comisión ha nombrado a Pietrobono. Añade[Notas 50]:

Se mantenían (los miembros de la Comisión) en la decisión tomada de que si Pietrobono no aceptaba la dirección de colegio, se procedería a la elección de un seglar. En vista de ello, el P. Pietrobono aceptó el encargo. Lamenta no poder estar de acuerdo con la negativa del P. General, pero espera que su resolución sirva a las Escuelas Pías para conservar el Colegio Nazareno, tanto más cuanto sabe que otros Padres seguirán en el colegio. La situación, pues, se pone difícil, y habrá que usar gran prudencia por parte de los Superiores. Ciertamente es de lamentar que se haya perdido la paz en esta Provincia, y es de desear que se haga lo posible para evitar un escándalo.

El mismo P. Homs informa al P. Mistrangelo que el 24 de diciembre el P. Pietrobono tuvo una audiencia con el Cardenal Merry del Val[Notas 51]. El P. Viñas, por su parte, le informa minuciosamente sobre la situación[Notas 52]:

Le informo sobre lo hecho hasta ahora en el asunto del Nazareno. Apenas llegado a Roma y celebrada la Santa Misa, fui a ver al Sr. Cardenal Vives[Notas 53], el cual después de censurar el acto rebelde del P. Pietrobono, me dijo que era necesario ir a ver enseguida al Secretario de Estado, Emmo. Card. Merry del Val. Fui al Vaticano con el Rev. P. Bertolotti. Pietrobono había ido a ver al Card. Merry del Val el sábado por la tarde y esperaba la respuesta del Vaticano el lunes, pero no la había recibido, y no la recibirá por ahora. Cuando el Emmo. nos vio, dijo: “Me alegro mucho de que hayan venido, porque tenía orden del Papa de llamar al Superior de la Orden para que informase sobre el asunto del Nazareno. El escrito o exposición de Pietrobono tiene, a juicio del Papa, dos puntos; el 1º es personal, y sobre él se detiene bastante Pietrobono; el 2º trata de la salvación del Instituto Nazareno. El primer punto no tiene nada que nos concierna a nosotros; compete a los Superiores. Si los superiores no quieren que Pietrobono sea Rector, ni siquiera Regente interino, el Vaticano no hará nunca nada contra las disposiciones de los Superiores. Con respecto al segundo punto, el Vaticano desea que el Instituto se conserve para las Escuelas Pías, y en esto buscará la manera de encontrar un medio de poner de acuerdo a las partes, de manera que todos queden satisfechos”. Esto dijo, en esencia.

No se le escapó al Emmo. que Pietrobono respiraba por la herida, como suele decirse, en la exposición. En ella se queja de la poca estima que le tienen los Superiores, sin que nunca haya sabido el porqué. Es cierto, dice, que “tengo ciertos principios o ideas que no agradan a los Superiores, pero por el Papa haría cualquier sacrificio”, etc. etc.

Hoy el Rvmo. P. General con el P. Bertolotti han ido a ver al Emmo. Merry, porque nos dijo que el General fuera a verle en cuanto llegara. Se ve que el Emmo. se ha informado particularmente sobre Pietrobono, ya que entre otras cosas que dijo al Rvmo. Padre, está esta: que al Santo Padre le causó una mala impresión el discurso que Pietrobono pronunció cuando el Internado del Nazareno tuvo audiencia hace unos meses. Fue, dijo el Papa, un discurso impropio de un religioso, un discurso esencialmente secular (el Papa dijo “discurso pagano”).

Ahora el Emmo. Card. Merry del Val ha pedido los nombres de los cinco que componen la Comisión del Nazareno. Veremos qué ocurre, y le escribiré lo que ocurra. Mientras tanto Pietrobono espera la confirmación… del Vaticano.
El P. Bertolotti, que actúa como Vicario General, informa también al P. Mistrangelo sobre el estado de la cuestión[Notas 54]:
El P. General no cree oportuno ausentarse en espera de una respuesta del Cardenal de Estado. Después de recibirla, verá si conviene ir a hablar con Usted. Mientras tanto asegura que la respuesta que le ha dado el S. Padre es conforme a sus deseos y a los de Usted. El S. Padre ha ordenado al P. General que vaya a ver al Príncipe Colonna y le ruegue en nombre del mismo Papa, que no se nombre rector del Nazareno a Pietrobono, ni siquiera provisionalmente. Que si la Comisión insiste en este nombramiento, el General retirará a los religiosos del colegio. El Cardenal de Estado ha pedido al General que esperase hasta que terminara las gestiones que él ha comenzado, y de las que dará información al mismo General. Si estas gestiones no producen ningún resultado, entonces el General hará lo que el Papa le ha ordenado.

Pasa el tiempo, y la situación sigue bloqueada: los escolapios proponen la terna formada por los PP. Sciarra, Morelli y Pesutti, pero la Comisión no los acepta: quieren a Pietrobono[Notas 55]. El P. Bertolotti informa al P. Mistrangelo[Notas 56]:

Tras ser invitado urgentemente, el P. General ha ido a ver al Cardenal de Estado, que encontró sumamente enfadado a causa de la carta del Príncipe dirigida al Marqués Sacchetti. En esta el Príncipe le comunicaba la decisión tomada por la Comisión: si el P. General imponía a Pietrobono no aceptar, la misma convertiría el Instituto en laico. El cardenal le ha recibido de manera extraordinaria, para que se comunicara al P. General su voluntad de retirar a los religiosos del Nazareno. También el Santo Padre quedó fuertemente disgustado por la actitud innoble del Príncipe. El Cardenal, autorizando al P. General a dar obediencia gradualmente, y en el orden que estimase más oportuno, le dio a entender que habría informado indirectamente del asunto a Giolitti[Notas 57]. Hoy mismo ha dado obediencia al P. ministro Sciarra, al P. Bucci y al Hermano Giuseppe; al primero, a la casa general; a Bucci a S. Pantaleo y al H. Giuseppe también a la casa general. Nada nuevo más; ya es bastante.

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El P. Egidio Bertolotti nació en Carcare en 1851 y falleció en Florencia en 1924. Ingresó al noviciado en su pueblo (Liguria) en 1870, y fue ordenado sacerdote en 1877. Enseñó bachillerato en Génova y Ovada. En 1893 se halla en Finalborgo y es Rector de hecho. Siendo Rector de Cárcare (1897-1900), es nombrado Asistente General del P. Mistrangelo, siendo confirmado en el cargo en 1904 y en el Capítulo General de 1906. Era al mismo tiempo rector de la nueva casa abierta en Vía Toscana, sede de la Curia General. Al fallecer el P. General Manuel Sánchez, le sucede como Vicario General de la Orden hasta la celebración del Capítulo General de 1912. Se retiró entonces como familiar del P. Mistrangelo, arzobispo de Florencia. Y allí siguió hasta su muerte, gozando de gran estimación por ser persona mansa, prudente, piadosa.

El Cardenal Secretario de Estado contacta al Presidente del Gobierno italiano para que doblegue a la Comisión del Nazareno: podemos comprender la amplitud que el problema había alcanzado. Ante tantas presiones, el P. Pietrobono presenta la dimisión, como querían sus superiores; la Comisión la acepta y se inclina por el P. A. Pessuti como nuevo rector del Nazareno[Notas 58]. El P. Ermenegildo Pistelli, que ya no tiene problemas con los Superiores desde que lo han dejado tranquilo dando clases en la Universidad de Florencia (hablaremos de él más adelante), y que está muy unido por afecto y pensamiento al P. Pietrobono, escribe unas palabras durísimas al P. General Brattina[Notas 59]:

Vuestra Paternidad Reverendísima estará orgullosa por el noble y valiente acto llevado a cabo haciendo perder a las Escuelas Pías el Colegio Nazareno. Solo puede comprender toda la alegría de su ánimo quien, hace años, vio a V.P. llegar a esta casa exiliado, o más bien expulsado, del Nazareno y tuvo la ingenua bondad de acogerlo amorosamente.

A pesar de la renuncia del P. Pietrobono, las cosas no se acaban de arreglar. Ahora resulta que el P. Pessuti, elegido por la Comisión, no está disponible para ir al Nazareno. El P. Vittorio Banchi, Provincial de Toscana, dice que no es persona para dirigir el Nazareno, y además su presencia es indispensable en Empoli[Notas 60]. El P. Pietrobono, exasperado, escribe a todos los Superiores[Notas 61]:

Para que el acuerdo con la Comisión Administrativa del Colegio Nazareno sea posible, piden “una declaración explícita sobre la libertad de los Superiores Religiosos de apartar cualquier religioso” de este instituto, mientras el haber sacado al P. Sciarra, el P. Bucci y el H. Giuseppe, además de la obediencia ya entregada al P. Cei, muestra que ellos no solo saben que tienen, sino que ejercitan este derecho sin que ninguno pueda llevarles la contraria.

Dicen que “hay gravísimas razones de conciencia que impiden por su parte, nombrar como rector al P. Pessuti”, y lo cierto es que la propuesta de Pessuti como rector la han hecho ellos.

Lamentan que este haya sido elegido por la Comisión “después de recibir informaciones de un súbdito”, y lo cierto es que el P. General, por medio de Mons. Salvadori, me pidió que yo emplease mi influencia para que fuera nombrado uno de los propuestos por él.

Protestan contra la exclusión del P. Sciarra, aduciendo como razón que con ella este “tendría sin motivo una nota de censura”, y lo cierto es que nadie ha intentado censurar al individuo, sino el sistema de reclamar a los religiosos del Nazareno sin que ellos o los Superiores avisen al menos a los señores de la Comisión.

Además a cuantos, grandes o pequeños, han hablado con ellos sobre la cuestión del Nazareno, han dado a entender, de manera abierta o cubierta, que yo soy el principal obstáculo, cuya conducta y rebelión les habría puesto en la necesidad de obrar como obran, mientras es un hecho que durante toda esta penosa confrontación no me han mandado nada que yo no haya hecho; no he conocido ningún deseo suyo que no haya intentado cumplir, y todo cuanto he dicho o hecho ha tenido un solo objetivo, el de impedir que los Escolapios abandonasen el Nazareno. A pesar de todo esto, yo declaro que estoy dispuesto a salir de la Orden, inmediatamente o al terminar el año escolar, según les parezca más conveniente, para que en su deliberación final ningún peso pueda darse a mi persona, que desaparece de la escena para siempre, pero protestando contra el modo como he sido tratado, contra las acusaciones con que se me ha cargado, pero con el ánimo muy dolido por haber sido empujado a dar un paso que nunca habría pensado dar.

Advierto que de esta carta he enviado al mismo tiempo una copia a S.E. el Cardenal Secretario, al Rvmo. P. Visitador y al Rvmo. P. General, y a los dos últimos, recomendada.
A pesar de todo, el P. Pietrobono sigue buscando una solución al problema. El Cardenal Casimiro Gennari escribe al P. Mistrangelo[Notas 62]:
Confiando en la eximia y conocida bondad de V.E., me permito informarle de lo siguiente. He recibido una visita del R.P. Pietrobono, Presidente del Colegio Nazareno, presentado por Mons. Pietropaoli, Obispo de Trivento. El citado Presidente del Nazareno me ha dicho que este antiguo y tan benemérito Instituto está en grave peligro de ser laicizado, con grandísimo daño para la juventud, pero sería fácil conjurar tal peligro con un acercamiento más benévolo de las partes contendientes.
La cuestión en la actualidad se reduce a lo siguiente: la Comisión gobernativa se lamenta de los cambios que hacen los Superiores del Instituto Calasancio del personal dirigente o enseñante sin ningún preaviso a esa Comisión que, como dice, tiene el derecho y el deber de vigilar la buena marcha del Colegio, y por otra parte los Superiores de la Orden Calasancia exigen la perfecta libertad para cambiar en el colegio a los sujetos que a ellos les parezcan merecedores de ello. La Comisión gobernativa no quiere ceder, de donde la próxima e irreparable ruptura.
Pero, según cree Pietrobono, habría una manera de arreglar las cosas, sin renunciar a ningún derecho. La Comisión, según dice, está animada por las mejores intenciones hacia la Orden, y no ha hecho ni hará oposición a cuanto quieran los Superiores de la Orden decidir con respecto al personal del Colegio, con tal que por lo menos se les avise previamente de los cambios a hacer. De este modo la Orden queda libre con respecto a sus súbditos en el colegio, y la Comisión satisfecha en su derecho.
Con este arreglo, si no de derecho, de hecho, se podría salir adelante muy bien, pero para ello haría falta que se produjese el acercamiento personal de las partes, más que por escrito, ya que muchas cosas no conviene manifestarlas de este modo.
Esto es lo que el P. Pietrobono propondría para salvar este colegio de la ruina moral y religiosa, lo cual sería el deseo ardiente del S. Padre y de todos los buenos. Yo lo he expuesto fielmente a V.E., conociendo su cálido interés en este tema.
En cuanto a sí mismo, Pietrobono ha comprendido que no goza de la confianza de los Superiores de la Orden, pero se lamenta de que nunca ha sido interrogado y oído, excepto unas pocas observaciones hechas paternalmente por V.E., de las que se sirvió con satisfacción de V.E. Y nadie más. Ahora bien, él se declara hijo obediente de la Orden, dispuesto a salir del Nazareno y a desempeñar cualquier oficio que le quieran confiar. Ahora bien, quisiera conocer cuáles son sus faltas, para enmendarlas o para demostrar que es inocente.
Haga V.E. de estas declaraciones el uso que mejor le parezca en el Señor; con toda seguridad seguirá los paternos impulsos de su corazón. Perdone la extensión de la presente; ha creído cumplir un deber e incluso hacer algo grato a V.E. Ruego al Señor que sirva para obtener algún buen fruto.

La Comisión está dispuesta a aceptar otro candidato escolapio propuesto por el P. General[Notas 63]. Pero el P. General no tiene mucha gente capacitada a su disposición. Así que prueba con el P. Antonio Gandolfi, de Liguria, que después de un buen número de años trabajando en Pompei con los Hijos de los Encarcelados, lleva un año en Florencia dirigiendo el Hospicio de Aprendices. El P. Gandolfi, un hombre recto y obediente, acepta el encargo, a sabiendas de que va a ser muy difícil para él salir con bien del empeño, como escribe en una carta al P. Mistrangelo al poco de llegar a Roma[Notas 64]:

Aquí está el pobre P. Gandolfi, que ha pasado de los harapos a las libreas, de la modesta habitacionucha visitada por los pobres hijos de los obreros, tan buenos y afectuosos, a un apartamento de señor rodeado de gente habituada a las inclinaciones, de Padres que parece que dicen “vamos a ver qué haré hoy…”, de muchachos, pobrecillos, buenos también ellos; pero el verdadero afecto, simple, genuino como un fruto montaraz, que me rodeaba en Florencia no sé si ni siquiera podré esperarlo. Pero no importa; me habituaré también a esto: así lo ha querido el Señor, así sea hoy y siempre. Este es mi único consuelo: hacer la voluntad de Dios y encontrarme aquí, digno o no, no me importa saberlo, para prestar mi colaboración, en este momento difícil para el nombrado Colegio, a la Provincia Romana, a nuestra Orden. Llegué ayer, pero estoy pensando ya en el día prometido en el cual, cumplida mi misión, podré volver en paz a Florencia, al instituto que representa mi ideal, a Florencia, donde en la misa puedo recordar siempre y rezar “por nuestro obispo Alfonso”. ¡Cuánto me desagrada por la mañana cuando, al llegar a este punto del canon, debo interrumpirme para decir mentalmente el nombre de V.E.!

Viniendo a las impresiones, le diré que en conjunto esperaba que las cosas estuvieran peor. Hace un poco de frío alrededor mío, a pesar de la primavera y las jornadas espléndidas, pero para cubrirme tengo la bendición de V.E. y de mis Superiores generales. Mientras tanto desde el primer día he querido un comedor separado para los Padres, y hoy, después de solo tres días, encuentran bonito nuestro cenáculo, e incluso bueno. No le hablaré de las irregularidades que he observado, ni de los quebraderos de cabeza que espero, pero poco a poco el Señor me ayudará a desenredar la madeja hasta donde me lo permitan mis fuerzas.

Con Pietrobono hasta ahora nada nuevo; hemos tenido ya algunas conversaciones privadas, pero yo procuro comprar sin vender, aunque me ha dicho que me prepare también para la Presidencia de las escuelas el próximo curso que, ¡ha comprendido! nos vendrá bien. No quiero entretenerle más. El P. General me prometió que le informaría de todo.

He escrito al Presidente Martelli en el sentido de que para mí se trata de una ausencia temporal, que volveré de vez en cuando a Florencia, y que mientras tanto puede confiar en la dirección que mi sustituto, el P. Santangeli, conservará en el Asilo hasta mi vuelta definitiva a Florencia.

El P. Pietrobono anuncia al P. Brattina su disposición para dejar el cargo de director del Nazareno[Notas 65]:

Después de todo lo ocurrido, si seguí como director de este instituto fue por no crear otros problemas a mis superiores. Pero ahora que todo está en orden, le advierto, para que provea como mejor crea, que no deseo continuar en este cargo. Tan pronto como termine el año escolar, espontáneamente, por mi paz presentaré la dimisión. Y la Comisión, no lo dude, la aceptará sin provocar protestas ni resentimientos. Al menos lo espero así. En caso contrario, haré todo lo posible por que desaparezca toda diferencia.

Y, en efecto, la Comisión no pone problemas para que se vaya, y, como hemos visto antes, por un año es destinado a Alatri como director del colegio de esa ciudad. Merry del Val aprueba su ida a Alatri y su nombramiento[Notas 66]. Sin embargo, surge un nuevo problema: el P. Gandolfi no tiene la titulación académica adecuada para ser nombrado director del Nazareno, así que, feliz, se vuelve a su Florencia y a sus aprendices. Proponen para el cargo al P. Zanobi Baisi, que había regresado a la Orden pocos años antes después de haberla dejado para ser profesor en la Universidad de Pisa. Pero la Comisión no lo acepta. El P. General tiene que recurrir a otro “peso pesado” de la Orden, este con título: el P. Luigi del Buono, que había sido Provincial de Liguria de 1898 a 1904, y era a la sazón maestro de juniores en Génova. La Comisión lo acepta[Notas 67]. El P. Del Buono, hombre de mucha experiencia, sabiendo lo que le espera, acepta sin ningún entusiasmo[Notas 68]:

Pienso servirme del derecho de escoger la residencia, pues, aun obedeciendo materialmente, no veo la posibilidad de permanecer en Roma. Si los escolapios de Italia para restablecer el colegio Nazareno sólo han sabido encontrar a un pobre enfermo, quiten la marca y cierren con decoro lo que no pueden conservar. Sería lo mejor para la Orden. Mañana por la tarde a las 7 me dirigiré al nuevo Calvario, y me temo que faltarán los Cirineos, y me quedaré a mitad de cuesta.

A poco de llegar, escribe al P. Mistrangelo (que, como vemos, es quien está manejando todos los hilos, detrás del P. General), transmitiéndole sus impresiones, con tremenda franqueza y realismo[Notas 69]:

Dos palabras sobre la situación de este colegio.

1)En lo que se refiere al internado, será bastante reducido, pues un buen número salieron a causa de la anarquía del curso pasado. Los que se fueron no han sido remplazados, ni lo serán.
2)Encontré el anuncio del seminternado. ¿Con que locales?
3)No hablo de las condiciones de los dormitorios. Si los visitan, a cualquiera harán perder las ganas de dejar en ellos a sus hijos. Si a estos locales se les quitan los tres salones clásicos, en lo demás los colegios de Liguria no tienen nada que envidiarles.
4)Encontré tres mozos en casa, y no me parece que hagan muy buen servicio. Vieron y oyeron, dando coba para mostrar los zapatos rotos.
5)El Ministro es joven, y el cargo le viene grande.
6)Me escribió Colonna, al que avisé de mi llegada. Decía que no era el momento para alejar al P. Giliberti. El P. Cianfrocca no quiere al P. Brattina; Cianfrocca y Pietrobono no se quieren mutuamente (dejando aparte los prejuicios contra el P. Pietrobono); el P. Pietrobono lanza chispas contra el P. Giliberti.
7)De la Comisión dos están contra nosotros. Me da la impresión, por su carta, que Colonna no tiene voluntad propia. Los otros dos han desaparecido.
8)Me enteré de que, además de la diferencia de tratamiento, aquí los Padres se meten en el bolsillo las propinas de los exámenes. Pietrobono este año, según cálculos obvios, se guardó cerca de 600 liras. No digo más. Así conviene estar en el Nazareno, y no en Poli. Aparte de la pobreza o vida común, si no se consigue igualar las provincias de Italia en lo poco que honradamente sea necesario, tendremos siempre muchas miserias.
9)Fui a visitar al Cardenal Vicario, y lo encontré prevenido contra el Nazareno, y no disimulé lo que no podía. Intentaré ver al Papa y oiré el resto, porque ciertamente no ignoran nuestras miserias.

10)Tendré que hablar también con la Comisión, al menos con los dos factótums. No sabiendo qué proponer y si están al corriente de nuestro buen estado. Además en las escuelas, donde en medio de tanto jaleo no están más que el P. Nuvoloni y el P. Conti, harían falta dos que, más bien ancianos, echaran una mano en la asistencia cotidiana, y a la educación moral y vigilancia de los 20 servidores.

No escribo al P. General porque no creo que pueda apreciar la situación; el P. Cianfrocca me dice que espere (!!!), y el P. Provincial creo que no manda ni en la casa de Frascati, donde está solo con el gato. Yo he salido con prisa de Génova y volveré allí para los Santos, y cogeré un poco de ropa, y a quedarme. Dirán que he hecho como Celestino V, pero una cueva es más hermosa.

Pocos días más tarde, va descubriendo mejor lo intrincado de la situación, e informa sobre ello al P. Mistrangelo[Notas 70]:

El Sr. Valenzano, miembro de la Comisión y más audaz que los demás, vino al Colegio y me declaró, sin venir a cuento, que la Comisión no quiere de ningún modo que el P. Giliberti permanezca en el Colegio bajo ningún título, pues así lo habían decidido. Oí, o al menos alguno lo dice, que la propuesta de expulsión, o mejor de la no reconfirmación, se debe a Pietrobono. El P. Giliberti afirma que no saldrá de aquí sino entre carabineros, y ciertamente está muy irritado. A las muchas causas de confusión de esta casa, se añade esta como sombrero. El P. Cianfrocca lo sabe, y también el Provincial. Yo no sé qué decir, y me arrepiento de haber salido de Génova ignorando que las cosas hubieran llegado a este punto. Haber dejado dormir las cuestiones del personal durante las vacaciones ciertamente no fue un acierto, y si el P. General, al delegar las decisiones al Provincial, conocía las personas y la autoridad eficaz a la hora de tomar decisiones, me parece que ha puesto en práctica el conocido proverbio genovés.

Mientras tanto no veo ningún tipo de aurora, y no puedo dormir de día por los fastidios, ni de noche por los pensamientos. Son las tres de la mañana, no he podido estar en la cama ni una hora.
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El P. Luigi del Buono (1852-1931) fue un escolapio de la Provincia de Liguria, nacido en Carcare. Se licenció en letras en la universidad de Turín, Fue ordenado sacerdote en 1883. Fue nombrado Rector de Savona (1895-1898), donde tenía fama de excelente profesor. Fue elegido Provincial de Liguria (1898-1904; 1914-1922). Sintió gran preocupación por las vocaciones, y creó un aspirantado en Finalborgo. Tras asistir al Capítulo General de 1892, el P. Ricci lo eligió para dirigir la revista oficial de la Orden, Ephemerides Calasanctianae, tarea que dejó poco después de ser elegido Provincial. Durante un año (1905-1906) fue nombrado Rector del colegio Nazareno de Roma, pero renunció al ver que nadie le apoyaba, y regresó a Liguria. Fue entonces nombrado maestro de juniores en Génova. Consiguió que los colegios de la Provincia siguieran funcionando durante la I Guerra Mundial, a pesar de que numerosos religiosos de 20 a 40 años fueron llamados a filas. Al ser nombrado Vicario General de la Orden su sobrino Giuseppe del Bueno, que había sido nombrado Provincial de Liguria en 1922, tuvo que asumir de nuevo la dirección de la provincia, pero en 1924 presentó la dimisión, que le fue admitida.

El P. Del Buono pide profesores escolapios para que pueda funcionar bien el Nazareno. Pide en concreto al P. Pontrandolfi, un joven escolapio napolitano que se encuentra en Volterra[Notas 71]. El P. Brattina accede, pues el P. Del Buono amenaza con volverse a Génova si no se lo conceden. Con todo, a medida que pasa el tiempo, el P. Del Buono se vuelve más pesimista. En enero comenta al P. Mistrangelo[Notas 72]:

Le habría escrito antes y por extenso, pero he pensado que llevaría vasos a Samos[Notas 73], puesto que sobre el estado del Colegio Nazareno V.E. sabe bastante. El hecho es que Pietrobono propone el licenciamiento del P. Giliberti; que él espera, por medio de la Comisión, volver dentro de un año, pues los superiores le prometieron que iría a Alatri por un año; que la Comisión por medio del Comisario Valenzano opera todo a favor de Pietrobono; que hay padres que están dispuestos a secularizarse con tal de quedarse con él en el Nazareno; que cada palabra que digo inmediatamente es referida al Comisario Valenzano y a Pietrobono, y con su inercia obstaculizan cualquier intención en lugar del Rector; además, de los profesores externos más de los 4/5 son del partido.

Cuando se trataba de criticar a Gandolfi, la tomaron con el traslado del comedor de los Padres; cuando para cortar con las carnavaladas que ocurrían en el refectorio con Valenzano y ciertos reverendos nuestros, yo, tal como pedía V.E., volví a poner a los Padres en el refectorio, entonces vieron que se les quería fastidiar a ellos. Ciertamente la ausencia del P. General de Roma durante el año pasado impidió que una autoridad no comprometida siguiera día a día la transformación, y que al modificar la comunidad se preparase un ambiente acogedor para cualquiera que debiera venir. Mientras tanto en los diversos puntos de nuestra vida se formaron diversos embrollos por los cuales la Comisión tiene con qué defenderse con la legalidad; Pietrobono, al cual el P. Brattina aún Asistente, aquí en Roma en julio de 1904 dijo que era el único rectorable, vio en Cianfrocca su enemigo, y se vengó de él. Si, como dije, el P. General hubiera estado en Roma y se hubiera planteado la cuestión o las cuestiones, y el pretexto para sacar al P. Cianfrocca del Nazareno hubiera sido apoyado por la reunión real de la Congregación en la casa nueva, no se habrían hecho ciertas ilaciones deducibles de las relaciones que había entre Brattina, Cianfrocca y Pietrobono.

Remitir las cuestiones al P. Angelini (¡!)[Notas 74] en el momento más crítico fue una confirmación de que al General le importaba poco la caída del Nazareno. Yo, no sabiendo ni a quién dirigirme, ni con quién aconsejarme, me encuentro en la condición de no saber ni poder hacer. Mientras tanto la clave sigue estando en Alatri. Él finge obedecer (tiene obediencia por un año), y las cosas van de cualquier manera, pues no pudiendo hacer presión con los religiosos de casa, y como nadie quiere ocuparse de ello, nuestra vergüenza será completa.

El domingo próximo Pietrobono vendrá a dar su conferencia, y secretamente para que se le prepare una ovación, y me dicen que quieren gritar “¡abajo los escolapios!”. Le escribo tal como lo he oído, pero todo es posible. Comprenda que, si esto ocurre, al día siguiente me voy a Génova. Por lo demás, con el ministro que tengo, con algunos padres mayores con los que no se puede hacer nada de nada por los jóvenes, e incluso su vida sirve más de escándalo que otra cosa, y no pudiendo hacer nada, lo mismo importa dejarlo. Continuar, sin que un mínimo remedio o una atenuación del mal pueda conseguirse, no tiene sentido. Basta con que le diga que he tenido que despedir a dos internos de los más antiguos, porque salieron y fueron a ver a ciertas señoras, y luego trajeron sobre sus personas el vergonzoso fruto.

No sé si he dicho a V.E, que la Comisión permitió al P. Pietrobono que mantuviese su habitación, cuya llave guarda el hermano.

Siempre he ido retrasando el escribirle para usar paciencia, tolerancia y prudencia, pero veo que todo es inútil. Llegados al final del curso, las cosas estarán como antes, pues aquí nadie quiere ocuparse de ellas, o se sienten impotentes. Tuve una escena durísima con Valenzano a propósito del P. Giliberti. Callé, no respondí, y la causa de todo es que no pertenecía al partido. ¡Cuántas miserias habría que exponer para desenredar esta madeja, que se resume en que el Nazareno es un campo para la ambición, y que cuando llega el caso, la gente se convierte en un Mario y un Cherubini!
La amargura del P. Del Buono crece a medida que va siendo más consciente de su impotencia. Tiene la sensación de que se ríen de él, que Cianfrocca y Pietrobono se alegran de que las cosas vayan mal ahora que ellos no están en el Nazareno. No le ayudan cuando les pide consejo; el P. Provincial Angelini, por su parte, “es un simple”, no puede hacer nada. No está dispuesto a que se rían de él, como se rieron del P. Antoni Gandolfi[Notas 75]. Ha enfermado. Solo le queda dimitir como rector y director, y volverse a Génova. Y lo hace, al terminar el curso. El P. Brattina pide a un miembro de la Comisión, el Sr. S. Salvadori, que intente buscar una solución, tanteando a la Santa Sede. Y esta es la información que le envía[Notas 76]:
Conforme quedamos en nuestro último coloquio, hablé con el Emmo. Cardenal Secretario y con el S. Padre sobre la hipótesis de que Pietrobono fuese llamado de vuelta a Roma para dirigir el Colegio Nazareno, preguntando explícitamente si había alguna dificultad para llevar a cabo la propuesta. Me respondieron prácticamente de manera idéntica, tanto el cardenal como el Papa, en el sentido que la Santa Sede, de la misma manera que había aprobado el año pasado las medidas (nombramiento del P. Pietrobono como Rector del colegio de Alatri) del P. General de las Escuelas Pías con respecto al Colegio Nazareno, basándose a las informaciones provistas por el mismo P. General, del mismo modo ahora dejaría en plena libertad al superior de la Orden para actuar como mejor creyera por el bien del Instituto.
Debo señalarle que, contra lo que yo esperaba, el Cardenal y el S. Padre mostraron no haber sido informados sobre el asunto por V. P. en la reciente audiencia, y ciertamente convendrá que, una vez roto el hielo, se decida Usted a hablar cuando vuelva a Roma. Incluso convendrá que me avise de su vuelta, para concertar juntos una línea común de conducta, que nos conduzca sin obstáculos al fin deseado.
Estoy persuadido de que la vuelta de P. Pietrobono, que se cumple por iniciativa de sus legítimos superiores, y después de la prueba de fuego de la obediencia, que superó fácilmente, devolverá al colegio Nazareno el orden, la disciplina y la paz, y que el mismo Pietrobono, por la experiencia hecha y por las virtudes no comunes que posee, llegará a ser un rector verdaderamente ejemplar.

Es decir, después de un año de crisis en el Nazareno, quemando a dos buenas personas, los PP. Gandolfi y Del Buono, incordiando a varios Cardenales, al Presidente del Gobierno y al mismo Papa, se vuelve al punto de partida: es el P. Pietrobono (¡ahora que ya ha probado que es obediente, yéndose un año a Alatri!) la persona más adecuada para dirigir el Nazareno. Un elemento clave para la solución del problema es el Capítulo General: el P. Brattina, que era tal vez el mayor oponente a que el Pietrobono estuviera al frente del Nazareno, sabe que no va a seguir siendo General. Él mismo, al escribir la circular convocando el Capítulo, ruega que no piensen en él como General, y alega motivos de salud (pero vivirá aún 30 años más, con buena salud, en la Abadía Fiesolana).

Es el P. Manuel Sánchez, nuevo Prepósito General, quien pone punto final a la crisis del Nazareno. Él conocía bien la situación del Nazareno, pues había sido Asistente General durante dos años. Y era muy prudente y dialogante, a diferencia del P. Brattina, que era un hombre menos reflexivo y más impetuoso. Muy poco después de su elección, se encarga de la cuestión del Nazareno, y la resuelve, según informa al P. Mistrangelo[Notas 77]:

Nazareno. Para proceder con perfectísimo acuerdo con el Vaticano, me presenté al Emmo. Sr. Secretario y ambos a dos convenimos en que la cuestión había llegado a la disyuntiva de o Pietrobono, o la retirada del personal; este segundo extremo no se quiere allí. Después de seis u ocho días me contestaron del Vaticano por conducto del P. Viñas diciendo que quedaba yo en libertad para adoptar el mal menor, pero que sería yo apercibido en el momento en que la marcha de aquel colegio no fuera cual todos esperamos. Conocido ya el criterio de aquellas altas esferas, tuve una entrevista con el Príncipe Colonna, cuyo carácter conocía ya por V.E. Ilma. Le expuse la situación del colegio contándole mi entrevista con el Vaticano. En término generales le expuse mi plan de nombrar Rector a Pietrobono y de la marcha religiosa que se deberá seguir en aquel establecimiento independientemente de la Comisión Gubernativa, mientras que iría con perfecto acuerdo de esta en el arreglo del personal, etc. etc. Le hice comprender, y convino conmigo, que si el mismo Príncipe, si la demás nobleza romana e italiana, si Roma católica enviaba sus hijos al Nazareno, era tan sólo por la educación religiosa, garantizada por los PP. Escolapios encargados de la misma, y no por la instrucción literaria y científica que podrían adquirir sus hijos en cualquier otro colegio laico. En fin, quedó complacido de la conferencia, y yo esperanzado. Dado este paso, llamé a Pietrobono. Le dije que pasábamos la esponja por la pizarra del pasado, y que íbamos a plantear un nuevo problema, en cuya resolución estábamos interesados, él en primer lugar, la Comisión y nosotros. Que del buen resultado y de la nueva marcha del colegio dependía su reputación y su porvenir. Que no olvidase que la Roma católica y el Vaticano le contemplan etc. etc. Se mostró conforme con todo y añadió que la dura lección que recibió en estos dos años últimos le servirá de mucho, y que estaba resuelto a darme gusto en todo ya a no poner obstáculo alguno a mis indicaciones. Después de esto, reuní la Congregación y le nombramos Rector.

Provincia Romana

El catálogo de 1870[Notas 78] ofrece los siguientes datos para la Provincia Romana:

Casas Religiosos Alumnos

1.S. Pantaleo 22 280
2.S. Lorenzo 13 60
3.Nazareno 13 60
4.Frascati 9 230
5.Narni 3 80
6.Poli 3 75
7.Città della Pieve 5 85
8.Col. Urbino (Toscana)
9.Castelnuovo di Farfa 3 60
10.Alatri 12 217
11.Pieve di Cento 1 115
12.Rieti 4 90
TOTAL 96 1442

Unos años más tarde, en 1883, todas las casas han sido ocupadas por el gobierno; las de Narni, Città della Pieve, Castelnuovo y Pieve di Cento han sido abandonadas. En San Pantaleo y Rieti no hay escuelas. Tan sólo funcionan como colegios Nazareno, Alatri, Frascati (por un tiempo) y Poli. S. Lorenzo se ha convertido en casa noviciado. Y esta situación se mantiene igual o peor hasta el final de la época que estudiamos.

El Colegio Nazareno no es el único que da quebraderos de cabeza a los superiores. Ocurre lo mismo con el colegio de Alatri, ya desde tiempos del P. Casanovas. A los religiosos les costó mucho el paso de depender directamente de sus superiores a depender de las autoridades gubernativas a partir de 1870. Estas eran más exigentes en relación con la capacitación de los profesores, y aunque en general querían que los escolapios siguieran a cargo de la formación, a veces se producían situaciones tensas en relación con los contratos, retribuciones, cargos, etc. Las cosas estuvieron tan tensas que, en varias ocasiones a lo largo del periodo, los escolapios estuvieron a punto de abandonar la casa y obra, pero siempre surgió la persona providencial que arregló la situación.

Ya desde el principio el P. General Casanovas recomienda a los religiosos que se adapten a las exigencias del municipio[Notas 79]. Año tras año van resolviendo la cuestión sobre la marcha. Pero a veces aparecen conflictos más duros, posiblemente debidos a nuevas exigencias por parte del municipio. El P. Nicola Morfini, que aparece a menudo como director del colegio, el 18 de noviembre de 1875 escribe al P. General pidiéndole que lo saque de Alatri[Notas 80]: Ruego a V.P. Rvma. que me dé obediencia para salir de Alatri, y se lo pido porque no tengo ganas de depender en absoluto del Municipio, el cual no sé si por espíritu de partido o por maldad desconoce ahora tantos sacrificios que nuestra Provincia ha hecho en bien de la ciudad, y ahora ponen un pretexto y luego otro para echarnos de manera vergonzosa. Ni siquiera se ha avergonzado el que ahora hace las veces de Alcalde de manchar el honor de algún religioso en el Consejo Público. Confiando en su bondad, espero obtener lo que deseo. No obtuvo su deseo el P. Morfini, que debió seguir aún varios años más en Alatri.

La situación entonces debía ser particularmente tensa, cuando un opúsculo anónimo escrito en Alatri criticando a los escolapios es reproducido en La Voce della Verità, periódico católico de Roma a principios de enero de 1876. El P. Casanovas inmediatamente va a protestar ante las autoridades eclesiásticas[Notas 81]. Los argumentos que emplea son los siguientes, en una carta escrita probablemente (sólo tenemos el borrador) al mismo P. Morfini, Director del colegio, con la intención de animarle[Notas 82]:

Había recibido ya por correo el impreso del Alatrino sin firma. Opino que V.R. no debe apresurarse ni por responder ni por hacer responder. En Alatri la verdad se abrirá su propio camino; fuera de Alatri nadie podrá opinar sobre un anónimo. El tal anónimo está escrito con pasión y parcialidad. Si su fin era asegurar el Colegio de Alatri, hay que reprobar los medios usados; si su fin era culpar a V.R. y a las Escuelas Pías de la situación crítica en que se encuentra el Colegio, todavía peor. Los escolapios se han dirigido al Gobierno para ser autorizados a continuar enseñando, aduciendo sus títulos, válidos incluso por ley por ser considerados equivalentes a la patente. El Gobierno no ha hecho hasta hoy ninguna declaración al respecto, pero tampoco les ha intimado a abandonar la escuela. La circular del Sr. Ministro habla de los profesores que no tienen título; los Escolapios creen tenerlo. Si el municipio, en lugar de pedir a los escolapios una patente que el Gobierno les niega, se hubiera dirigido al Gobierno pidiendo que aceptase los títulos de los Escolapios como equivalentes, lo que puede hacer sin ir contra la ley, el colegio de Alatri se encontraría definitivamente reconocido, a pesar de que fuera provisional la autorización de algunos escolapios. Incluso hoy el municipio podría actuar en este sentido, a beneficio del colegio y de los escolapios, que bien lo merecen. En cuanto a V.R., cualquiera que lea imparcialmente el anónimo encontrará en el mismo las pruebas de que el P. Bellincampi ha hecho todo lo posible para conservar el colegio de Alatri, y para obtener que el Gobierno apruebe los títulos de los escolapios. Si V.R. no lo ha logrado, la culpa es de otros. El hecho de que se pretenda estar contra lo que V.R. ha dicho sólo prueba la poca delicadeza de quien lo ha provocado y luego comentado: todos saben que la autoridad puede dar en confianza una palabra de esperanza, mientras de oficio está obligada a obedecer las órdenes de sus superiores y hacerlas cumplir. En fin, yo soy de la opinión que V.R. no deje el puesto mientras no se le indique directamente; absténgase de luchar contra el municipio y contra la junta mientras los escolapios puedan continuar sin perjuicio de su propio decoro; pueden quedarse para salvar todo o lo que sea posible; a sacrificar el propio decoro nadie puede ser obligado.

Pero los problemas de Alatri no venían sólo de fuera. Al ser una comunidad numerosa, con religiosos cualificados (el colegio de Alatri era el único que ofrecía todos los niveles de enseñanza en la Provincia Romana: el Nazareno sólo ofrecía secundaria; los demás, sólo primaria), había tensiones a menudo entre los mismos religiosos. En Alatri, además, es particularmente sensible el tema del peculio personal. En febrero de 1877 escribe el P. Casanovas al P. Nicola Flammia[Notas 83]:

Siempre he creído que la casa de Alatri podría ser la más provechosa para los religiosos suprimidos en la Provincia Romana, tanto para asegurarles una posición, como para conservar las Escuelas Pías dentro del marco de la ley, pero para esto se requiere buena voluntad y esfuerzo en la enseñanza, y sujeción religiosa a las disposiciones de los Superiores. Los Superiores, en la medida de lo posible, se ajustan a las Constituciones o se dirigen a la Santa Sede; los religiosos acepten y sigan las prescripciones de los Superiores, y no se contradigan sus juicios, lo cual es incompatible con el voto de obediencia. En relación con las escuelas, escuchen el Director o Prefecto lo que piensa el Rector. Para la disciplina regular, observen las prácticas y reglas de nuestro Instituto, incluso después de la supresión, tal como están obligados por deber de conciencia en virtud de la profesión, de la que nadie puede dispensarse ni ninguna circunstancia puede invalidar. En este sentido yo repito a los religiosos de Alatri, igual que a todos nuestros religiosos, que mientras sea posible debemos convivir en comunidad como si la supresión no hubiese tenido lugar, conformándose cada religioso con el dinero para vestuario acostumbrado o con el número de misas usual, debiendo ingresarse en el depósito de la Caja a beneficio de toda la comunidad las restantes misas y los honorarios del Municipio por la enseñanza, y depositando en una Caja común las pensiones del Gobierno para beneficio de todos los religiosos de la Provincia si la casa no tiene necesidad de ellas para el normal funcionamiento. El que obra de manera distinta actúa en contra de los votos, contra la Constituciones y contra los Decretos de la Santa Sede. Y los Superiores están obligados a observar y hacer observar nuestras Constituciones y las del Pontífice, obrando de tal modo que permanezcan a salvo los vínculos de la profesión religiosa.

Por la correspondencia disponible, podemos deducir que el colegio de Alatri era el que más quebraderos de cabeza causó al P. Casanovas, hasta el punto de hacerle enfermar. Como él mismo dirá en una carta, que luego veremos, una de las razones de salir de viaje hacia Europa Central era recuperarse de los quebraderos de cabeza causados por Alatri, esperando que sus Asistentes Generales lograran ellos solos resolverlos. Pero hay que decir también que, con no pocos cambios y esfuerzos, el colegio siguió activo durante todo el periodo del generalato del P. Casanovas, y los siguientes.

En tiempos del P. Ricci seguían los problemas con el municipio, que actuaba con los escolapios de manera diferente según el partido que estuviera al frente. El municipio quiere que los escolapios sigan al frente del colegio, pero les exige que envíen maestros con titulación, cosa que no siempre era posible. Son ellos quienes aprueban o rechazan a los maestros propuestos por los escolapios. Pretenden además cobrar un alquiler o impuesto por el uso del internado, con la idea de que los escolapios ganaban mucho dinero con los internos[Notas 84]. En Alatri hay en este tiempo un hombre fuerte, el P. Luigi Meddi, capaz pero autoritario, que genera descontento a veces entre las autoridades municipales, y también entre los escolapios. Entre los mismos escolapios había profundas divisiones[Notas 85], y los superiores no acaban de formar el equipo perfecto que viva en paz. Consiguen al fin tranquilizar las cosas llevando al P. Meddi a Roma con otros cargos, y nombrando para sustituirlo al P. Salvatore Addeo, menos capaz pero más sociable. El P. Tassinari, Asistente General, quiere romper el “feudalismo” de Alatri: es el P. General quien debe tratar con el Municipio, y no el rector[Notas 86].

En tiempos del P. Mistrangelo, las autoridades seguían convencidas de que el internado era una fuente de dinero para los escolapios, y querían una parte: exigían 2500 L anuales. Los religiosos, naturalmente, resistían, o exigían a cambio que el ayuntamiento terminara las obras del cuarto piso, para ampliar el internado. El hombre fuerte de la Orden en Alatri era ahora el P. Salvador Addeo, que además era Asistente General desde 1893, y lo será hasta 1904. En una carta al Alcalde de la localidad, fechada el 5 de septiembre de 1900, el P. Addeo le comunica que el P. General no aceptará injerencia de ningún tipo del ayuntamiento en el internado. En cuanto a él, después de 30 años trabajando en el colegio, se siente maltratado; y no aceptará volver sino sin condiciones, y por un plazo mínimo como el de los demás profesores. Pide además que paguen cuanto antes los atrasos, para que los escolapios puedan hacer frente a sus gastos urgentes. En esta ocasión se arreglan las cosas, pero los problemas continúan más adelante. Y no solo a causa del Municipio: los problemas a veces vienen de más arriba. El P. Addeo se queja de que el gobierno provincial los mira con malos ojos, como a todos los institutos religiosos que funcionan bien[Notas 87], y les someten a inspecciones y exámenes severos. Y luego están los envidiosos de la localidad, que inventan todo tipo de calumnias para desacreditarles[Notas 88]. El momento culminante de la crisis llega al comienzo del curso 1903-1904, cuando el municipio rechaza a algunos profesores de confianza para introducir a otros, más jóvenes y liberales. El P. Addeo se siente desilusionado: no vale la pena seguir sacrificándose por esta gente. Propone retirar a todos los escolapios de Alatri entonces. Y parece que el P. Mistrangelo consideró seriamente esa posibilidad, pues escribió una carta al Alcalde de Alatri[Notas 89] diciéndole que la Congregación General había decidido retirar a los religiosos de Alatri, por los hechos acaecidos. Pero a causa del afecto hacia la ciudad se ha suspendido la decisión, esperando que no vuelvan a repetirse tales hechos. Le pide que, si algún religioso no le parece adecuado, se dirija al P. Provincial explicando los motivos.

En febrero de 1904 se reproduce el acoso contra los escolapios por parte de los mismos calumniadores anteriores. Ahora escriben al Provisor de Educación denunciando que los PP. Capozi y Merlini, los únicos escolapios que dan clases, padecen una enfermedad contagiosa. El P. Addeo consulta al P. General sobre la conveniencia de ponerles un pleito civil, o pedir para ellos una carta de suspensión por parte de la Sagrada Congregación[Notas 90]. Él mismo, cansado de la situación, presenta su dimisión, pero el P. General no se la acepta. Entonces, le escribe el P. Addeo, el Superior General debe defender a sus súbditos[Notas 91]. En julio vuelve a presentar su dimisión, pues el Gobierno no ha reconocido su nombramiento como director del colegio[Notas 92]. Ya en tiempo del Generalato del P. Brattina, en la sesión de la Congregación General del 2 de diciembre[Notas 93], tratan sobre la petición del municipio de Alatri, que reclama 1/12 de los ingresos del internado, para compensar los muchos gastos de mantenimiento que ellos hacen. Se rechaza. Informan que están dispuestos a hacer las reparaciones ordinarias del edificio, mientras al municipio le corresponden las extraordinarias, como en los demás colegios de Italia. Intentarán enviar religiosos para sustituir a los profesores seglares, como piden, cuando se pueda. Es esta una petición constante de todos los municipios donde hay colegios escolapios: quieren buenos profesores, y con título. La Orden, por desgracia, normalmente no está en condiciones de suministrarlos. Además, escribe el P. Salvatore Addeo, rector del colegio[Notas 94], el secretario del Municipio pide el pago de 2500 L anuales desde 1900 hasta 1904; dicen que lo prometió el P. Mistrangelo, y también los PP. Homs y Pietrobono, y un Asistente General. Pide información sobre si es cierto, y qué hacer. Amenazan con la expulsión, si no pagan. Sugiere al P. Brattina que venga a hablar con el Alcalde. Si no puede venir él, que envíe al P. R. Cianfrocca, primer Asistente. Mejor, añade el P. Addeo, si viene aquí este, nativo de la ciudad, como rector y director del Centro[Notas 95]. Durante los últimos días de ese año el P. Addeo mantiene constantemente informado al P. General sobre la situación del conflicto, que se va complicando cada vez más[Notas 96]. Las cosas llegan a tal punto, que el mismo Obispo de Alatri interviene, escribiendo al P. Mistrangelo[Notas 97]:

Al presentarle los más sentidos deseos de felicidad para el nuevo año, vengo a implora de V.E. Rvma. una palabra autorizada que asegure la paz a esta pobre población, que parece estar en peligro por el enfrentamiento conocido a V.P. entre los religiosos de su ínclita Orden y la administración municipal.

Primero el P. Addeo, y luego el Sr. Alcalde de esta ciudad, me hicieron comprender que este enfrentamiento tendrá una solución lamentable, pues mientras las negociaciones llevadas a cabo durante varios años parecía que iban a llegar a feliz término, gracias a los buenos oficios del Provincial anterior, quien declaró ante la Junta y en presencia del R.P. Pietrobono que actuaba siguiendo instrucciones que V.E. le había dado, y discutió dos proyectos, uno que respondía más a la voluntad de V.E. referente a la contribución de 2500 L a pagar; el otro más práctico y resolutivo sobre el percibir una doceava parte del pago de los alumnos, el P. General, a cuya aprobación se sometió lo que se había convenido con el citado Provincial, ha respondido en el sentido de romper todo acuerdo posible, hasta el punto de rechazar toda cuenta entre la Administración y el Colegio, diciendo que ese era un asunto que no les concernía. La Junta, indignada por ello, está dispuesta a tomar tales determinaciones que ocasionarán disgustos no pequeños a todos los amigos de los religiosos calasancios.

Yo, como comprenderá bien V.E. Rvma., no entro en tal enfrentamiento; tan sólo obedezco a la inspiración de dirigirme a V.E. Rvma. con su autorizada calificación de Visitador Apostólico de su Orden, para que, con los medios que estime más oportunos, intente ahorrar a esta ciudad un fuerte motivo de discordia, y a este su servidor el dolor de ver alejarse de Alatri a los beneméritos hijos de S. José, que conservan en estas tierras las más nobles tradiciones.

Gracias, posiblemente, a la mediación del P. Mistrangelo, más abierto que el P. General, se llega a un acuerdo, y se firma un contrato para que los escolapios sigan en Alatri durante 9 años más[Notas 98]. Pero el P. Addeo no está satisfecho con ese contrato, y ruega que le releven del rectorado y la dirección del colegio. La solución, provisional, del problema llega de la mano del P. Luigi Pietrobono, estrella naciente y al mismo tiempo controvertida, del colegio Nazareno, de donde debe ausentarse por un año, como hemos ya visto. El P. Pietrobono era natural de Alatri, y muy querido en su ciudad, hasta el punto de que le dedicaron una calle y el Liceo que sustituyó más tarde al colegio de los PP. Escolapios. En julio de 1905, pues, llega el Pietrobono para hacerse cargo de la dirección del colegio, y se pone de acuerdo con el Municipio. Sin embargo, solo permanece un año en Alatri; el Nazareno lo reclama al curso siguiente. Pero de momento con este traslado se calman las dos crisis, la de Alatri, y la del Nazareno.

También en las localidades menores, Frascati y Poli, las autoridades presionan para obtener buenos profesores. En una carta reservada al P. General, fechada el 30 de septiembre de 1873, el Cardenal Guidi, Obispo de Frascati, le dice[Notas 99]:

Debo llamar la atención de V.P. Rvma. sobre el estado de las escuelas de esta ciudad de Frascati.

La procuraduría de estudios de la Prefectura de Roma, por odio al espíritu católico que domina en esta ciudad, se sirve de todos los medios, si no para pervertirlas, al menos para inquietarlas bajo cualquier aspecto.

Uno de los motivos principales de la actividad de estos esfuerzos es el saber que los RR. PP. Escolapios, tan beneméritos, tengan las cinco escuelas comunales. Por ello la procuraduría de estudios, en cualquier circunstancia que se presenta favorable, amenaza al Municipio. El Municipio no se privará nunca de los excelentes PP. Escolapios; por el contrario, este año ha aumentado el honorario de los profesores o maestros. Pero existe un punto débil, y es tal que no puede ocultarse frente al Provisor de los estudios, y que es precisamente el objeto de mi carta reservada. Esta debilidad es consecuencia del defecto de pronunciación del excelente y para mí muy querido P. Francesco Lecce, defecto que hace vanas sus extraordinarias cualidades en cuanto a conocimiento y experiencia en la enseñanza. Hay aún otro problema. Se trata del P. Pío, óptimo joven, pero más bien incapaz de dirigir una clase numerosa. Los otros tres son irreprochables bajo todo punto de vista.

Sería necesario, pues, que la caridad de V.P. Rvma. presentara otros dos sujetos para sustituir a los mencionados más arriba, y le ruego vivamente y de corazón que lo haga. La ciudad de Frascati, objeto de los cuidados personales de su Santo Fundador, es bien merecedora de una atención particular de V.P. Rvma.

Esperando una respuesta adecuada, con sentimientos de mi más alta estima…

Esta carta nos permite comprender las tensiones existentes en no pocos lugares de Italia. Las escuelas eran un campo de batalla entre dos bandos claramente definidos: el conservador o eclesial, que quería mantener en lo posible el statu quo anterior a la unificación de Italia, y el liberal que quería suprimir la influencia de la iglesia en todos los dominios sociales. Por lo demás, no tenemos conocimiento de que en Frascati hubiera especiales problemas con las escuelas.

En el año 1888 surgen dificultades entre el Municipio de Frascati y el colegio. Se produce una especie de chantaje político: el municipio amenaza con expulsarlos si participan en las elecciones legislativas, por lo que el P. Morfini, Provincial, les dirá que no vayan a votar[Notas 100]. Pero unos días después un cierto Scavini, probablemente junior escolapio, da un escándalo tal que muchas familias escriben al Prefecto, quien a su vez escribe al alcalde, pidiendo que lo saquen de allí, así como a los otros escolapios que no le han vigilado, los PP. Serio, Tabarrani y Taggiasco[Notas 101]. Se crea una gran confusión. El alcalde decide que los escolapios abandonen el colegio y las escuelas, que administrará el municipio, ya que los escolapios no pueden proporcionar los maestros titulados que ellos exigen[Notas 102]. Les ofrecen quedarse dos sacerdotes y un hermano para ocuparse de la iglesia, viviendo en una casa privada[Notas 103]. Los escolapios están perplejos: no saben si quedarse o no en esas condiciones[Notas 104]. Se plantean la posibilidad de abrir otras escuelas particulares, pues muchas familias prefieren confiar sus hijos a los escolapios pagando una mensualidad antes que enviarlos gratis a las escuelas municipales[Notas 105]. El gobierno municipal de ese momento es anticlerical. Al final la Congregación Provincial decide seguir adelante, atendiendo muchas peticiones, obispo incluido[Notas 106]. Entre los mismos escolapios los había partidarios de cerrar la casa. El P. Provincial C. Sodini, que iba a entregar la casa e iglesia a las autoridades civiles, al oír a muchas personas opuestas a esa idea, se ha convertido en defensor de la permanencia en Frascati[Notas 107]. Los escolapios siguieron viviendo en la casa y cuidando la iglesia; años más tarde volvieron a recuperar las escuelas.

Liguria

Según el Catálogo de 1870, la Provincia de Liguria contaba con las siguientes casas y religiosos:

Casas Religiosos

1.Génova 14
2.Carcare 14
3.Savona 17
4.Chiavari 14
5.Finalborgo 13
6.Ovada 7
7.Sestri 5
8.Oneglia (abandonada recientemente)

La Provincia había pasado de tener 96 religiosos en 1860, a tener solamente 60 en 1872. Son cifras oficiales. En realidad, en la casa de Génova, donde se habían cerrado las escuelas en 1861, sólo quedaban tres padres cuidando la iglesia. La casa de Sestri se había abandonado también. Pero las otras cinco resistieron bien el paso del tiempo, y en todas ellas había escuelas primarias y secundarias. En Chiavari y Savona, también liceo. Sin embargo al principio del periodo el porvenir era incierto, como da a entender una carta del obispo de Savona Mons. Giovanni Battista Cerrutti, fechada el 19 de marzo de 1869, al P. General[Notas 108]. Aunque es larga, la reproducimos íntegramente, pues da una clara imagen de la Provincia en esas fechas:

A causa del afecto que siento por las Escuelas Pías que me educaron, quiero exponerle algunas consideraciones mías con respecto a la Provincia de Liguria, a la que desearía salvar de la disolución hacia la que camina.

Desde hace cerca de 20 años se echan de menos las vesticiones, y en el último decenio se ha visto salir a muchos bravos sujetos movidos por sus propios intereses, sin tener en cuenta los de la Congregación. El noviciado sigue cerrado. En vano se abriría, pues el estado de la Provincia no ofrece ninguna garantía de futuro. Hace algunos años un Provincial decía sin tapujos a algunos jóvenes que no tenía ganas de recibirlos… Ahora la Provincia se compone de 59 individuos entre sanos y enfermos. De estos apenas hay 6 menores de 40 años, aunque pasan de los 36. Hay 19 entre 40 y 50; 20 entre 50 y 60, y 14 ya pasan de 60 años. ¿Qué ánimo pueden tener estos religiosos? Ven la disolución, y el edificio que se está desmoronando. Por tanto hay que volverles a dar vida, y sostener el edificio. V.P. Rvma. con su gran inteligencia y celo encontrará las disposiciones convenientes y sabrá aplicarlas. Yo me permito hacerle notar que conviene tomar las cosas tales como se encuentran frente a las mal nacidas leyes civiles, y a los municipios, y mientras tanto devolver la confianza a los Padres, que debe surgir de la base de su sentido moral y de la observancia de sus votos religiosos.

1.Las leyes de posesión y de sucesión sólo reconocen al Rector de un internado y a sus herederos. De modo que todos podrían ser expulsados de un colegio al día siguiente de la muerte de un Rector; por tanto, es urgente encontrar una solución a esto.
2.Con respecto a los Municipios donde prestan sus servicios, hay que establecer contratos claros y fijar tales garantías que den seguridad. Sobre esto no se ha hecho nada.

Solamente les quedan tres casas, cuya toma de posesión va difiriendo el Gobierno: Chiavari, Finalborgo y Carcare. Los bienes de las dos primeras fueron reconocidos como pertenecientes al Municipio; Carcare no posee casi nada. Con el número de Padres que quedan, ¿cómo se conservarán estas casas y las demás de la Provincia? Estaría bien que se aseguraran dos o tres colegios estableciendo contratos de larga duración con los respectivos municipios, procurando mientras tanto que a cada religioso se le asignara una pensión. Si la Orden pudiera hacerse dueña, en el modo debido, de algún local en el que concentrarse, ello les daría una garantía de seguridad. Actualmente los PP. Escolapios piensan con razón que en Liguria no tienen un domicilio propio. Así que se descomponen pensando cada uno en sí mismo, incluso, por así decirlo, sin querer. Yo sé, a mi pesar, que algunos toman sus propias decisiones en este sentido. Hay algunos que guardan parte de la propia pensión en lugar de entregarla completa a la caja de la Casa, y otros por su cuenta celebran menos misas de las que deben según la regla. La Santa Penitenciaría ha dado sus sabias disposiciones, pero ¿quién las hace observar? Es evidente que hay que intentarlo mientras la Provincia se tenga en pie. Los Padres de las Escuelas Pías hacen bien al público en todos estos lugares y en consecuencia gozan de la común simpatía, por lo cual a muchos desagrada verlos en el estado al que se hallan reducidos. No habría escrito si yo por mi parte no viera la posibilidad de salvarlos, pero es cierto que hace falta cuidado, energía y una determinación precisa.

Recomiendo a V.P. Rvma. que cuide el carácter reservado de este folio mío, y agradecería más bien que fuera destruido después de haberlo leído y considerado, tanto más porque lo he escrito a la buena de Dios, sin otra preocupación que señalarle algunas cosas. Mientras tanto, con distinguida estima me confirmo…

Valiosa carta, que daba varias pistas para el gobierno del P. Casanovas. Y que él no destruyó, por suerte. A continuación, el P. Calasanz Casanovas le escribió también una larga carta, de la que conservamos el borrador:

No sólo la Provincia de Liguria, sino todas las provincias escolapias de Italia veo encaminadas a una segura disolución; algunas están ya disueltas o desaparecidas; a las demás sólo de Dios les puede venir el remedio. Escribo a un Príncipe de la iglesia (hablo a un Superior de la Provincia), a un alumno de las Escuelas Pías; paso pues a manifestar a V.E. la amargura de mi espíritu.

Dios permite estas tribulaciones porque la piedad ha dejado de ser el objeto principal de nuestras escuelas. Dios ha dicho de la higuera estéril: “Cortadla; ¿para qué ha de seguir ocupando terreno?” Pero el superior debe creerse, yo me creo, en el deber de replicar. “Señor, perdónala aún esta vez; yo la cultivaré para que pueda dar de nuevo abundantes frutos de piedad embellecidos por las letras”.

Este es el objeto de mis cuidados, al cual ruego a V.S. quiera conceder su poderosa cooperación.

Hace ya seis meses que trabajo en vano para dar a la provincia un Superior que con fe y celo se consagre a la conservación del Instituto, y todavía no he conseguido encontrarlo. Uno me dice “me da vergüenza mendigar”; otro “no sirvo para cavar”, y así se van excusando todos. Pero ahora que está aquí el P. Provincial Pesante haré todo lo posible para nombrar superiores para la Provincia. Bien confirmando a los actuales, bien nombrando otros nuevos.

Permítame mientras tanto que le explique mi idea sobre otras cosas que hay que hacer.

1.La primera necesidad es la admisión de novicios, uno o dos en cada casa según las necesidades, y otros tantos en el noviciado formal para ser mantenidos a cargo de las casas de la Provincia, pidiendo las debidas facultades a la Sagrada Congregación y procurando darles un título para enseñar. La garantía que se les ofrece es una vida de sacrificio y de martirio por la gloria de Dios, y también temporalmente es una ventaja convertirlos en maestros y sacerdotes. No faltarán vocaciones: Dios, que envía jóvenes a la Propaganda para sacrificarse en países de infieles, los enviará también a las Escuelas Pías para evangelizar a la juventud.
2. Las leyes civiles y municipales de Italia no impiden en absoluto al Escolapio el ejercer el magisterio según su Instituto, es decir, educar en la piedad y en las letras, y también la misa cotidiana serán frecuentadas por todos o por la mayor parte de los alumnos, si el maestro tiene celo, no obligándoles a la fuerza, sino invitando a cooperar a los padres, que siendo católicos quieren que sus hijos sean católicos.
3.Verá restablecida la confianza en los padres actuales si se esfuerzan por renovarse en el espíritu de San José por medio de la observancia religiosa y de la vida comunitaria, recordando que “los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros”. Cuanto más enferma está la sociedad, más es necesario el médico; los niños piden el pan de la piedad, y Dios les envía a los Escolapios para repartírselo; el “sólo por la gloria de Dios” debe animar a todos los hijos de San José.
4.Las leyes creo que permiten las asociaciones; por tanto, los escolapios deben constituir asociaciones en cada casa, legando cada uno sus bienes y sus derechos a la asociación, firmando este testamento no precisamente en el momento de una grave enfermedad, sino estando sanos y ya mismo.
5.Allá donde no exista, los escolapios pueden y tal vez deban establecer un contrato o pacto bilateral con el municipio, en el cual los escolapios se comprometen a proporcionar un cierto número de maestros para servir en las escuelas, y el municipio a dar una dotación segura y suficiente con escuelas, casa e iglesia. Si ocurre que el municipio no quiere continuar el pacto, los escolapios pueden alquilar una casa, abrir escuelas particulares y, cuando no haya otro medio de subsistencia, hacer pagar alguna retribución a los niños de las familias acomodadas, admitiendo siempre a los pobres gratuitamente. Los internados establecidos en las grandes ciudades pueden servir a este fin para toda la provincia, actuando todas las casas no aisladamente, sino solidariamente y de acuerdo con el P. Provincial.
6.Será una cosa óptima si en dos o tres grandes ciudades, y principalmente en la capital, se pueden establecer contratos a largo plazo o indefinidos con los municipios, procurando vivir de la dotación municipal, destinando lo que sobre de las pensiones del Gobierno a una caja común para las necesidades de la Corporación, y para hacerse dueños de manera legal de algún local en el que centrarse todos los religiosos de la Provincia como una sola familia o asociación, lo mismo si pertenecen a esta misma casa o convento, como si pertenecen a otras casas o establecimientos.
7.Todos los religiosos de la Provincia deben entregar a los Superiores su pensión de acuerdo con un reglamento por el cual se pretende el bien de la corporación (véanse las pensiones toscanas), sin perjuicio del individuo en sus propias necesidades ni tampoco estando obligados a ayudar a otros en las suyas.

Finalmente, reinará la caridad y la subordinación entre superiores y súbditos; el celo y la discreción sugerirán la manera de hacer frente a las necesidades que surjan en las diversas circunstancias.

Estas son mis ideas en relación con los varios puntos que V.E. me ha señalado; ideas que intentamos inculcar a los nuestros; ideas que transmitiré al Provincial de Liguria; ideas que he apuntado aquí de manera ligera y poco ordenada, y que someto a la consideración y corrección de S.E., cuyas observaciones aceptaré de buena gana y con agradecimiento.

Permítame aún ofrecer a S.E. mi felicitación por las próximas fiestas pascuales, que deseo sean colmadas de todo tipo de prosperidad y bendiciones del Señor para S.E.

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El P. José Escriu nació en Valencia en 1815, y falleció en Savona en 1879. Ingresó al noviciado en 1830. Al proceder el gobierno español a la exclaustración de los religiosos, escapó a Francia escondido en un carro de heno, poniéndose luego a disposición del P. Provincial de Génova hacia 1835-1836. Recuperado el orden en España, visitó a sus familiares y amigos, pero regresó a Liguria. Tenía habilidad especial para administrar los bienes, por ello se le nombró ecónomo. Era muy ordenado en llevar los registros de los colegios (Cárcare, Chiavari). Enseñó en la tercera media con general aplauso. Enfermó de graves dolores de cabeza y gran disminución de la vista; se le nombró rector de Génova y a continuación de Savona. En 1872 fue nombrado Provincial y gobernó la Provincia hasta su muerte. Su cuidado particular fueron los juniores; les hacía sacar el título oficial de Maestros para sustituir a los Padres ancianos y ahorrar personal seglar. Enviaba a los más capaces a licenciarse en la Universidad de Turín. Tomó la iniciativa de crear una caja común de la Provincia, y una asociación legal que sustituyera a la suprimida Orden de las Escuelas Pías. A su muerte dejó encaminado el resurgir de la Provincia.

Habían pasado sólo unos meses, pero el P. Casanovas había captado perfectamente la problemática de las provincias escolapias italianas, y tenía ideas muy claras sobre cuál debía ser su manera de actuar. Poco después, quizás como consecuencia de las sugerencias transmitidas por el Obispo Cerrutti, escribe el P. General una Memoria que envía en mayo de 1869 a Génova y que contiene los siguientes puntos o “líneas de acción”[Notas 109]:

I.Reorganizada la Casa de Génova, abrir al menos una escuela gratuita de enseñanza primaria o elemental, incluso sin dotación del Municipio. Y luego, a medida que lo permita la situación de la casa y el número de religiosos, aumentar el número de escuelas, sin pensar en la clase de Latinidad si antes no se han abierto dos o tres clases de primaria.
II.En lugar de contratar profesores de fuera, procurar que en cada Casa haya jóvenes aspirantes a vestir nuestro hábito; hacer que consigan la patente y emplearlos en las escuelas, principalmente las primarias.
III.Si se juzga oportuno, admitir también a estos jóvenes en calidad de Novicios, regularizando su situación.
IV.Plantearse seriamente la idea de un Noviciado formal en la Provincia, que pueda mantenerse a expensas de todas las cosas, y donde haya vida comunitaria.
V.Consultar la manera de establecer Casas mediante una Asociación de Religiosos en cada comunidad, y de este modo se evita también que los parientes tengan derecho a la herencia. Procúrese hacer esto sin quebrantar la ley.
VI.Crear una asociación semejante entre el Provincial y los Superiores de las Casas para conservar y aumentar el patrimonio de la Provincia.
VII.Llamar a todos los religiosos que han obtenido permiso para vivir fuera del claustro, y con los que sean capaces de enseñar, sustituir a los profesores de fuera, y esto también con el objetivo de disminuir los gastos y reforzar más su situación.
VIII.Al mismo tiempo distribuir bien también a los Religiosos que ya no pueden enseñar, tratándolos a todos con discreción y caridad, principalmente a los ancianos que han trabajado duro y han desempeñado cargos de responsabilidad.
IX.Invitar a que vuelvan al claustro a los religiosos que tienen dispensa temporal, recordándoles la obligación que tienen de contribuir con su trabajo con el Instituto cuando se tiene absoluta necesidad de ellos.
X.Si no consta la secularización de alguno, será fácil asegurarse de su estado por medio del Obispo en cuya diócesis reside; si consta, dejarlo en paz.
XI.Según la S. Penitenciaría, los Religiosos de las casas suprimidas tienen la obligación de vivir juntos, siempre que sea posible, y reconocer a sus Superiores.
XII.Siendo la pensión una compensación por los bienes expropiados, puesto que los bienes pertenecían a la casa bajo la administración querida por la Regla, en consecuencia las pensiones deben subordinarse a la misma administración.
XIII.Será conveniente que cada familia tenga un solo Procurador, que se encargue de cobrar las pensiones de todos y las ponga en manos del Superior. Llevará cuenta por separado de los ingresos y gastos de cada religioso, según un reglamento que harán el P. Provincial con su Congregación.

XIV.Todos los religiosos que no han abandonado la Orden tienen derecho no sólo a convivir en la Casa o Comunidad a la que pertenecen, sino también, en el caso de que la Casa donde viven sea suprimida, a convivir en otra Casa a la que lo destinará el P. Provincial, de modo que considerándose siempre todos hermanos, como hijos del mismo Padre, estén dispuestos a repartir entre todos el último trozo de pan, en la seguridad de que a los religiosos unidos en la oración y en la caridad nunca les abandonará la Divina Providencia.

José Calasanz de S. Francisco, General de las Escuelas Pías.

Una dificultad que encuentra el P. Casanovas en relación con Liguria (como en las demás provincias italianas) es el nombramiento de superiores adecuados. Algunos rechazan la carga por considerarla demasiado exigente e insegura; otros, alegando edad avanzada, cansancio o enfermedad. Alguien que sí está dispuesto a aceptar el cargo que le confíen (aunque su primera reacción es ofrecerse como Secretario del P. General) es el P. José Escriu[Notas 110]. Pero el P. Casanovas, agradeciendo su ofrecimiento, prefiere que siga en la Provincia. De hecho, en 1872 lo nombrará Provincial, y en el cargo seguirá hasta su temprana muerte en 1879. El tándem Escriu-Casanovas fue muy positivo para volver a poner la provincia de Liguria en marcha.

Una inquietud de todas las provincias italianas, que de pronto se habían quedado sin ninguna propiedad, era adquirir algún lugar estable en el que poder refugiarse en caso de ser expulsados de las casas que ocupaban por los municipios, que eran los legítimos propietarios desde la supresión de las Órdenes Religiosas. Para ello era necesario que varios religiosos se pusieran de acuerdo para crear una corporación civil, y compraran entre todos una determinada propiedad, con un contrato especial entre ellos: se comprometían a legar su parte a los demás en el momento de su muerte. Sin embargo, el arreglo tenía sus inconvenientes: al morir un propietario, los demás tenían que pagar el impuesto de sucesión, bastante elevado por no ser familia. Además, una propiedad que no se usaba era también cara de mantener, por los impuestos. El P. Escriu fue el primero en Italia en querer asegurar una propiedad, y compró una finca en Varazze (entre Génova y Savona) por 80.000 liras. Se hace la compra a nombre de la Asociación Calasancia, integrada por aquellos que voluntariamente han decidido poner en común su peculio. A cada uno le toca poner unas 6.000 liras[Notas 111]. El P. Escriu es muy entusiasta de la idea. Sin embargo, pocos años después los escolapios se dan cuenta de que no les hace falta ningún refugio, y que el asunto de la finca les resultaba bastante ruinoso, así que después del fallecimiento del P. Escriu, el Capítulo de 1781 decidió deshacerse de la propiedad de Varazze e invertir el dinero de la Caja Común de otro modo.

Otro problema común de las provincias escolapias era la falta de personal enseñante, por lo que debían emplear como maestros a los juniores. El P. General insiste al P. Escriu para que ofrezca una buena formación a los jóvenes religiosos, pensando en el futuro. Pero las cosas no son sencillas, pues los jóvenes (e incluso los novicios) realizan tareas escolares, como escribe el P. Escriu[Notas 112]: He recibido la suya venerada del 1 de los corrientes. Veo que V.P. insiste en los estudios de los neoprofesos. Tenemos ya una veintena de maestros de fuera en nuestros colegios; ocho de los jóvenes profesos también dan clase, y hay seis entre juniores y novicios que suplen en la tarea de prefectos de internos mientras continúan sus estudios. Este año dispuse que tomaran la licencia para liceo dos de nuestros jóvenes. Por uno de ellos pagué 75 L de matrícula; cuando se acercaba el día del examen me escribieron de Carcare que no convenía que se presentara al examen porque no estaba bien preparado, ya que había sido disturbado a menudo para suplir a los prefectos de habitación. Me dicen que debo quitar de los internados a los juniores, para que puedan dedicarse mejor a los estudios, y yo he recomendado al Rector de Carcare que busque prefectos seglares para que los neoprofesos se dediquen sólo a los estudios. ¿Lo conseguiré?

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El P. Nicolò Cigliuti nació en Acquafredda (Liguria) en 1804, y falleció en Savona en 1899, siendo el más veterano de la Provincia. Estudió en el colegio de Carcare. Tras comenzar estudios de medicina, abandonó su carrera para entrar en las Escuelas Pías en 1828. Pasó buena parte de su vida como profesor en Savona. Al fallecer el P. Escriu, fue nombrado Provincial, y cuidó especialmente el tema de los estudios de los juniores. En 1889, sintiéndose mayor (tenía 85 años) pidió ser relevado de su cargo. Pero siguió animando a los religiosos con su buen humor, y las poesías que componía. Como la siguiente, que leyó en la fiesta de su 90 cumpleaños: Rallegrarsi!… Ma di ché? / Ella è forse un’allegrezza, / O miei cari, la vecchiezza, / Che mi rende tardo il piè, / Ciechi gli occhi, grinzo il muso, / E l’orecchio ai suoni chiuso? / Ora io ben Quel de lassù, / Cui serbata è la ragione / Dalla legge del taglione, / Ai miei anni, ai cento e più / pregherò nell’ira mia, / vi condanni – e cosi sia.

Realmente era un problema armonizar los estudios de los juniores, la atención a las escuelas e internados, y el escaso dinero disponible. El P. Escriu comenta que tal vez convendrá renuncia a los liceos, y hacer que los juniores obtuvieran títulos sólo para cursos elementales y medios. Afortunadamente no tomó esa decisión. Por otro lado, pregunta (como harán algunos superiores de Toscana) si en las provincias escolapias disueltas del sur no habrá escolapios de buena voluntad dispuestos a ir a trabajar a los colegios del norte…

En Liguria iban madurando, mientras pasaban los contratiempos, algunos hombres que luego adquirirían renombre: Alfonso Mistrangelo, que sería General de la Orden (1900-1904) y Cardenal, y Luigi del Buono, que sería Provincial de Liguria (1898-1904; 1914-1922; 1923-24). Queremos mencionar también a un escolapio humilde, pero de memoria imperecedera: el P. Filippo Ighina (1821-1876). Autodidacta, fue capaz de convertirse en un experto paleontólogo, y creó en Carcare un Museo Paleontológico, que hoy, ampliado, se conserva en Génova, y lleva su nombre. Leemos en la correspondencia entre el P. Provincial Pesante y el P. General Casanovas una anécdota que hoy nos haría sonrojar, pero que hay que entender en el contexto en que el hecho tuvo lugar. Escribía el P. Pesante al P. Casanovas el 6 de septiembre de 1871: Ahora quisiera pedirle un favor. El P. Ighina, de comunidad en Carcare, me pide permiso para ir este otoño a Bolonia, donde tendrá lugar un Congreso y la Exposición Arqueológica, y donde le han invitado a presentar objetos de piedra que ha coleccionado. Este religioso es aficionado a la Historia natural, y en los muchos años que lleva en Carcare ha logrado formar una especie de museo, pero no es licenciado, y además es simplecillo, sencillo [en español], y nada puede ganar en medio de esa gente, que en su mayor parte son materialistas y peor. De hecho, le pide que si se dirige a él, no le dé permiso; él mismo ya se lo negó el año anterior. Y a continuación, en borrador, encontramos la lógica respuesta del P. Casanovas: No podría aprobar que el P. Ighina vaya a Bolonia con ocasión del Congreso y la Exposición Arqueológica. Tales Congresos generalmente están subordinados a objetivos más políticos que científicos, y no quisiera que un individuo de nuestro hábito apareciese en tales reuniones. Si el P. Ighina, en su opinión, tiene algunos objetos dignos de la Exposición, alegando que los deberes del magisterio lo retienen en Carcare, podría enviarlos por medio de otros sujetos que vayan a Bolonia, arreglándose desde Carcare con la comisión sobre la manera de disponerlos, pero no aprobaré la partida del Padre. Eran otros tiempos, y toda prudencia era poca. A favor de Liguria hay que decir que, a diferencia de otras provincias como Toscana o Nápoles, no hubo en ella ningún religioso que causara escándalo por sus ideas liberales. El P. Perrando, de Liguria, generalmente pesimista en sus juicios y buen conocedor de las provincias italianas como Ex General, en un momento difícil (1879, poco antes de la muerte del P. Escriu) se consuela al pensar en su provincia[Notas 113]: Sin embargo, cuando pienso en las condiciones poco consoladoras de nuestras otras provincias italianas, encuentro aquí algún consuelo. Continuamos trabajando en las escuelas; tenemos los colegios e internados llenos de jovencitos, tenemos el afecto y la estima de las poblaciones a las que servimos y que nos mantienen. Tenemos algunos novicios y algunos juniores en la universidad de Turín para que obtengan títulos que les capaciten en los cursos más elevados. Si los provinciales que precedieron al P. Escriu después que ocurriera la supresión hubieran hecho otro tanto, los escolapios tendrían motivos para esperar aún muchos años de vida, pero temiendo que ocurriera lo peor, aquellos superiores timoratos cavaron la fosa a sus sucesores. ¡Dios perdone su falta de fe!

Después de vender la finca de Varazze, siguen pensando los escolapios de Liguria en comprar un terreno propio. La Provincia, bien organizada económicamente, no tenía problemas financieros, y la casa de Savona, en particular, tenía un buen capital ahorrado. Era precisamente la casa de Savona la que estaba en mayor peligro: por reformas urbanísticas, se corría el peligro de un desalojo inmediato del colegio, y su demolición para prolongar una calle[Notas 114]. Como la gente lo sabe, algunos padres han comenzado a retirar sus alumnos del colegio. El P. Carlo Pissarello, rector del colegio, pide al P. General que intervenga, porque hace ya tiempo que se compró una propiedad en Pegli[Notas 115], cerca de Savona, para construir allí el colegio, pero el P. Provincial Garassini se mantiene indeciso, sin ver la gravedad del asunto. El P. General les anima a comprar un terreno central y construir una casa propia[Notas 116]. El P. Ricci les dice[Notas 117]: Me agradan las noticias que me da de esa casa. Yo quisiera que mientras podamos continuar ahí sin traicionar nuestra conciencia de Orden Religiosa y de sacerdotes enseñemos, continuemos, mientras vamos construyendo el nuevo edificio para refugio de nuestras personas y de nuestra independencia en caso de peligro. Un colegio nuevo no se hace en un día, y siendo nuevo y según las exigencias modernas, podría resultar un trabajo excelente. Yo le he dicho siempre esto al bueno del P. Cigliuti; lo mismo le repetí ayer al P. Garassini. Póngase pues de acuerdo sobre el lugar y el diseño, y adelante. En realidad, el P. Garassini no sabe qué construir: piensa que tal vez una casa de formación, pequeña, pero no otro colegio más, pues es mejor ir reduciendo obras[Notas 118]. El P. Pissarello, impaciente, pide al P. General que haga algo, y este le dice[Notas 119]:

Su carta es muy sabia. Desde que soy General no dejo de repetir: Construid, construid; y todos tan tranquilos. Últimamente he escrito que se podía construir mientras tanto, y una vez terminado el edificio, si todavía no lo necesitábamos, se podría alquilar a los bañistas, o a alguna fonda, para no tener sin fruto aquel capital, hasta que llegara la necesidad de ir nosotros a la casa. Ya no he sabido nada más. Insista Usted en que el colegio se construya la vivienda a su costa, y si cree que yo pueda valerme de esta propuesta suya sin respetos humanos, dígamelo y volveré a la carga. Ahí pretenden demasiado queriendo contentar a todos. Bastaría con que el Provincial hubiera reunido un último consejo con su Congregación y los Rectores. Y si nuestra expulsión de Savona ocurriese después de haber comenzado la nueva obra, al menos saldríamos con una esperanza consoladora. Escriba por separado a los miembros de la Congregación exponiéndoles las cosas que me expone a mí; con tantos empujones el Provincial, que es una persona tan buena, deberá decidirse.

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El P. Filippo Ighina nació en Calizzano (Liguria) en 1821, y falleció en Carcare en 1876. Ingresó en las Escuelas Pías en 1838. Director de internos en Cárcare. Profundizó con estudio autodidacta en el conocimiento de las ciencias naturales y creó en el colegio un Museo Prehistórico, llamado hoy «Museo Ighiniano», que se encuentra en Cornigliano. Poseía, entre otras cosas interesantes, una colección de más de 4.000 conchas fósiles. En 1867 envió ejemplares de sus hallazgos a la Exposición de la Historia del Trabajo de París, siendo galardonado con medalla de oro. Favoreció con sus hallazgos otros Museos: al de Roma envió, por ejemplo, doce hachas de piedra lígures. Se vio honrado con la amistad de los más ilustres cultivadores de la paleontología y geología Formó un monetario del período romano-imperial, que catalogó pacientemente. Juan Michelotti en 1861 dio a tres conchas fósiles el nombre del P. Ighina: Conus Ighinai, Pleurotoma Ighinai, Cerithium Ighinai.

Por otra parte, al P. Garassini no le gusta el terreno de Pegli, que está en lo alto de una colina, con muchas pendientes[Notas 120]. Mientras tanto el P. Pissarello se convierte en el abogado apasionado de Pegli para trasladar allí la casa de Savona, y presenta unos planos preparados con criterios pedagógicos modernos[Notas 121]. Pero el P. Pissarello encuentra un duro oponente a sus planes en el P. Luigi Leoncini, rector de Carcare, Asistente Provincial que goza de toda la confianza del anciano Provincial Garassini. El propone la alternativa de comprar un terreno en Cornigliano, más cerca de Génova, que ya tiene un edificio habitable, está rodeado de árboles, etc.[Notas 122] El P. Garassini va a verlo y le encanta[Notas 123]; decide comprarlo. Lo van a comprar en una subasta, y el P. Ricci aprueba la compra y les da unas recomendaciones para proceder de manera ventajosa en ella[Notas 124]. Se compra la propiedad de Cornigliano en el año 1891, y en general gusta a la gente. Pero no al P. Pissarello, que sigue protestando contra los gastos que se hacen para remodelar el edificio convirtiéndolo en un colegio, y probando con cifras que su proyecto de Pegli era mejor y más barato[Notas 125]. A Cornigliano se trasladan los juniores que estudian en Génova y los novicios.

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El P. Giovanni Battista Garasssini nació en Taggia (Liguria) en 1815, y falleció en Carcare en 1894. En 1838 fue ordenado sacerdote, y a partir de 1839 enseña en Carcare, donde fue nombrado rector en 1842. Modelo para los religiosos; enfervorizaba a los niños con sus pláticas. Fue nombrado Provincial de Liguria por primera vez en 1848, hasta 1851. Precisándose títulos estatales para la docencia, acude al gobierno y al rey Carlos Alberto y obtiene se concedan tales títulos a los que enseñan desde hace años. Se hizo muy simpático a las autoridades. Se le propuso ciertamente para el obispado de Génova. Volvió como rector a Carcare, y después de 40 años de rectorado mejorando el colegio, fue nombrado de nuevo Provincial en 1889, y lo ejerció hasta 1894. Fue él quien impulsó la creación del colegio de Cornigliano, donde instaló el noviciado, animado por el P. Luigi Leoncini.

Pero no fue sólo el terreno de Cornigliano el que se compró y habilitó como colegio. El P. Pissarello propone al P. Provincial la compra de la villa de Monturbano al municipio de Savona, y construir allí un colegio nuevo. Costaría 100.000 L, más los arreglos del edificio actual para convertirlo en colegio, y ello parece factible para la economía de Savona[Notas 126]. Al P. Garassini le parece una buena idea, aunque teme alguna oposición por parte del municipio[Notas 127]. Se trataba de una villa en lo alto de una colina que ya utilizaban como residencia veraniega de los internos[Notas 128]. Al P. Mistrangelo le parece una buena opción, añadiendo dos alas al edificio existente, para mantener viva la presencia de los escolapios en una ciudad visitada por Calasanz[Notas 129]. Sin embargo, de momento no se logró el proyecto, debido a la oposición del municipio[Notas 130]. Se lograría más tarde.

Lo que sí va adelante es la compra de un pequeño terreno en Finalborgo para construir una iglesia más amplia, y luego un edificio que sirva como postulantado para la Provincia. El P. Provincial Garassini pide permiso al P. General para comprar un terreno de 2200 metros cuadrados por 9000 L; con la construcción, el total será de unas 40.000 L. En él, además de la iglesia y el edificio para postulantado, quedará espacio para un jardín[Notas 131].

Un caso particularmente delicado fue el de la casa de Ovada, que desde hacía años era la primera que, en opinión de los religiosos, debía cerrarse. Pero tenía un valiente defensor en la persona de su rector, el P. Alfonso Mistrangelo, que dice que el cierre de esa casa no aportará ningún beneficio a la Provincia, y sí abundantes daños, por lo que quiere defenderla[Notas 132]. De hecho, pasó el tiempo y los escolapios ligures siguieron adelante sin cerrar ninguna casa.

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El P. Giuseppe Mallarini nació en Carcare en 1803 y falleció en Savona en 1889. Estudio en el colegio de los escolapios de su pueblo. Hizo su profesión solemne en 1824. Tras enseñar en varios colegios, fue nombrado rector de Carcare en 1850, y permaneció en el cargo hasta su muerte. Dio notable impulso a las escuelas y al internado, que logró gran esplendor. En 1855 presentó al Ministerio una reforma de programas de enseñanza pidiendo al mismo tiempo respeto al principio de la libertad de enseñanza. La Ley Casati (13-11-1859) concedió tal libertad pero bajo rígido control del Estado. Se implantó la reforma. La ley del 8 de julio de 1866 requisaba los bienes de los religiosos y permitía a los Municipios la administración de los destinados a la enseñanza. Los escolapios de Savona continuaron enseñando en el antiguo edificio gracias a los acuerdos entre el Municipio y el P. Mallarini, amado y estimado de todos los savonenses.

Un hecho curioso que ocurrió en la provincia de Liguria durante estos años fue la asistencia de las primeras niñas a colegios escolapios. Debieron llegar noticias a oídos del P. General que en algunos colegios escolapios de Liguria se admitían niñas, y pidió explicaciones al P. Provincial Garassini, quien a su vez pidió a los rectores de Savona y Chiavari, los PP. Luigi del Buono y Giacomo Dasso, que informaran al P. General. Copiamos simplemente las cartas, porque lo explican todo. Cada pequeño progreso debe enfrentarse a muchas dificultades. Así narraba lo sucedido el P. Del Buono[Notas 133]:

Pregunta V.P. de qué modo se ha hecho la admisión de las dos jovencitas Polati a este gimnasio nuestro. Voy a satisfacer sus deseos de parte del P. Rector, y por medio de la presente conocerá el hecho, y podrá informar a nuestro veneradísimo P. General.

A finales de octubre del año pasado se presentó al P. Mallarini un señor pidiendo que admitiera a la clase 3ª a dos de sus hijas. El P. Mallarini, a causa de su edad avanzada[Notas 134], no sabía que a los gimnasios reconocidos o públicos pueden ir también las chicas, así que rechazó la propuesta como una cosa extraña, y despidió a este individuo como si fuera un audaz inoportuno.

A mediados de noviembre vino la madre, y con calma pidió al P. Rector la admisión, afirmando que no se la podía negar. Entonces el P. Rector me mandó llamar a la sala de visitas y me expuso el caso. Yo sabía que otros gimnasios habían sido amenazados con quitarles el reconocimiento e incluso con el cierre si el Director continuaba rechazando la admisión de niñas, por eso respondí solamente que no podíamos admitirlas, dando como razón que el plazo para los exámenes de entrada ya había terminado, y no podíamos volverlo a abrir sin el permiso del Real Provisor. La señora quedó satisfecha y se fue diciendo que iría a hablar con el Provisor. Yo tenía intención de esperar la autorización y luego examinarlas, siendo posible matricularlas en el 1er curso en el que ya habían estado inscritas dos años antes en Vercelli, y quizás entonces renunciarían las dos, pero el P. Mallarini creyó mejor avisar al Provisor confidencialmente, para que en caso de necesidad las enviara a otra parte, si era posible.

El Provisor, al pedirle el permiso, como había pasado ya bastante tiempo desde el principio de curso, les debió responder que se dirigieran al Ministerio, y posiblemente comunicó al Ministerio el deseo del P. Mallarini. Por entonces un periódico de Savona habló de las dificultades que encontraban dos muchachas para ser admitidas en nuestro gimnasio. Yo no lo leí, pues no tengo costumbre de leer ese tipo de prensa.

A fines de diciembre vino de Génova el Provisor y habló con el P. Mallarini, exponiéndole que había recibido el encargo de arreglar aquel asunto, y pedía solamente que un profesor del gimnasio les diese clases de italiano, de latín y de historia a las dos chicas en privado. El P. Rector creyó que sería fácil asentir a esta invitación y respondió afirmativamente. Cuando yo salí de clase a las 11 ½ el P. Rector me llamó, y el Provisor me refirió cuanto había establecido con el P. Mallarini; además añadió que le gustaría conocer cuanto antes al profesor que daría las lecciones solicitadas.

El Provisor fue luego a ver al Subprefecto, y llamando al padre de las jóvenes le dijo que un profesor les daría tres clases semanales de las materias literarias del 3er curso, y al final del año podrían examinarse.

Como el P. Provincial no podía permitir a los Padres dar tales lecciones, se invitó a un profesor de fuera, D. J. Astengo, y como el encargo venía de parte nuestra, quedamos en pagarle 200 L por las lecciones que daría desde enero hasta finales de junio, a menos que no recibiera dicha suma de otros; y se dio a conocer su nombre al Real Provisor.

Me enteré yo luego de que las dos muchachas además del apoyo de la ley gozaban de la protección de un alto personaje del Estado.

A mitad de junio se presentó la madre para saber cuándo sería el examen; yo le pregunté si tenía una carta de autorización del R. Provisor o del Ministerio. Ella respondió que no, pero pronto envió una súplica poco lisonjera para con nosotros, súplica que el Ministerio nos envió con la petición de devolvérsela. Mientras tanto el P. Mallarini estaba ya gravísimo, y ya no era posible hablarle de estos asuntos; incluso el Ministerio pedía a menudo noticias suyas por carta. Para responder a una nota confidencial del R. Provisor el 24 de junio fui a Génova, y él me enseñó la carta ministerial en la que se recomendaba simplemente que no se molestase al venerado P. Mallarini, pero que era necesario admitirlas al examen. Las dos muchachas hicieron el examen para pasar a 4º, y suspendieron latín y aritmética. Al final del curso el Sr. Astengo recibió del Ministerio de Educación un cheque por 250 L.

Al comenzar el nuevo curso, el padre de las chicas se presentó declarando que sus hijas irían al 3er curso de gimnasio. Debiendo responder yo en ausencia del P. Rector, rechacé admitirlas sin que aprobaran las materias suspendidas en julio, pues no se podía juzgar sobre su capacidad sin haber pasado ellas el examen oral de latín, al que no habían sido admitidas. Él añadió que había recibido del R. Provisor la garantía ante el Subprefecto de Savona de que se consideraba a sus hijas inscritas en el tercer curso, del cual estaban estudiando las asignaturas. Por ello escribió al Subprefecto Maccaferri, transferido a Bari, y este le respondió que así era, en efecto; con esta declaración se dirigió al R. Provisor. Habiendo yo ido a Génova por entonces, pasé a saludar al R. Provisor, el cual me exhortó a admitirlas en 3º, después de una formalidad de examen, y dar fin así a un asunto que no se podía defender según la ley, añadiendo que el Ministro, a pesar suyo, no podía hacer nada más por nosotros, para no excitar a la prensa, demasiado atenta para encontrar materia con que venírsenos encima.

Después de esto, informado el P. Rector, se hizo el examen y fueron admitidas a 3º de mala gana y contra nuestra voluntad. El Sr. Obispo lo sabe, y nos compadece por las coacciones a las que la libertad nos obliga. Hemos colocado a las dos alumnas en un banco bien separado y dando la espalda a los estudiantes.

Esta es la exposición que puedo hacer rápidamente a V. Paternidad. Le ruego sin embargo que esta mía, puesto que revela la deferencia del Ministro y del Provisor para con el P. Mallarini, sea comunicada solamente a aquellas personas que conviene que lo sepan, puesto que “Bueno es mantener oculto el secreto del Rey”[Notas 135], aunque la cita bíblica no venga mucho a nuestro caso. Con los respetos del P. Rector y de los Padres, además de los del infrascrito…

El P. Dasso, por su parte, da cuenta de la situación de Chiavari, que se vivía con mucha más normalidad[Notas 136]:

El P. Provincial, al mandarme la distribución de esta comunidad religiosa, me hizo notar que teníamos en la escuela una niña. Lo que ya respondí entonces al P. Provincial, le informo ahora a V.P. Rvma. que ya hace dos años que la tenemos en nuestra escuela, y que comenzó en 1º de gimnasio. Estando el gimnasio reconocido, el P. Calvi, director del mismo, no pudo rechazarla, como no podríamos rechazar a otras, si vinieran. Es hija de un antiguo militar empleado en los ferrocarriles. Es de conducta ejemplar; viene a la escuela y vuelve a casa siempre acompañada del padre o de algún empleado del padre. Hasta ahora no ha habido ningún incidente en la escuela, y si en los primeros días la cosa produjo un poco de sensación, ahora creo que ya no se habla más de ello, desde luego no en contra de nosotros, sabiendo la situación en que nos encontramos. Por lo demás ni el P. Calvi ni yo avisamos de la novedad porque no pensamos que debíamos hacerlo.

La Provincia de Liguria se mantuvo abierta a acoger religiosos polacos que vinieran a formarse, para regresar luego a su país. El primer polaco que vino a formarse a Italia fue el P. Gustavo Kalman, que había hecho su profesión simple en Cracovia en 1880 y fue enviado a estudiar teología a Roma. Terminados sus estudios en esta ciudad, regresó en 1883 a Polonia, pero sufrió una crisis, dejó la Orden y, arrepentido, pidió ser readmitido. Volvió a Italia, y en 1884 el P. Provincial de Toscana, Zini, pide al P. General que lo saque de Toscana, e incluso de Italia[Notas 137]. 1885 lo encontramos en Alatri. Posteriormente fue nombrado rector de Cracovia (1901-1903). Fue enviado de nuevo a Liguria en 1903, tras la recomendación del P. Visitador Tomás Viñas. No se encontraba a gusto en Italia; pidió volver a su patria. En lugar de ello fue enviado a reforzar la provincia de Austria, donde desempeñó importantes cargos. Falleció en Horn, en 1915. Siguiendo los pasos de Kalman, otros polacos llegaron a Italia, a la Provincia de Liguria: Estanislao Bieganski, que profesó en Cárcare en 1885, y luego regresó a Cracovia, donde murió en 1913, y Ladislao Zabrzeski, que tras hacer su profesión en Cárcare en 1892, siguió durante unos años estudiando y trabajando en Liguria.

El P. Luigi Del Buono (Provincial de 1898 a 1904) decidió hacer una visita oficial a la Provincia en 1901, y al final de ella informó detalladamente al P. General. Le decía lo siguiente[Notas 138]:

Terminada la visita de las casas de nuestra Provincia, me incumbe el deber de enviar a Vuestra Paternidad Reverendísima el informe sobre cada casa, resumir brevemente la Visita misma, con las observaciones que me parecen más oportunas.

Con respecto a la marcha económica, para despachar esto en pocas palabras, en general he encontrado que es satisfactoria; solamente aconsejé en algunas casas que tuvieran un registro que permita un control fácil en las visitas; un registro a la vez simple y al mismo tiempo uniforme. Que ya está en vigor en la mayoría de las casas. Con esto se elimina un inconveniente: no se da pie a interpretaciones menos benévolas por parte de quien no entiende de administración, y el Rector, si quiere, tiene a mano un control fácil para ver cómo van las cosas y prevenir sorpresas. Además, habría aconsejado, si el personal fuera algo más numeroso, tomar las medidas para que a los Capítulos Provinciales se presentaran las cuentas de modo que se viera la regularidad administrativa de manera clara, y la comisión encargada de la revisión de esta parte pudiera referir a los Padres Capitulares con buen conocimiento, y por lo tanto todo adquiriera su particular importancia. Este sistema fue sugerido y puesto en práctica en parte por el difundo P. Escriu de v.m., pero poco después de él, habiendo pasado la administración a otras manos, al acumularse cargos en una sola persona, obligó a abandonarlo. Con todo, si hubiera suficiente número de personas, convendrá recuperar su uso, para que cada administración, incluso pasiva, tenga su laudo incluso cuando tal condición sea consecuencia de especiales necesidades de una casa.

La vida de una casa bajo el aspecto de religiosos y de escolapios, se manifiesta: 1º, en la religiosidad de los individuos; 2º, en la vida armónica de la comunidad; 3º, en la acción educativa de la juventud; 4º en el ejercicio del sacerdocio. Bajo estos cuatro aspectos organizaré mis observaciones.

1.Nuestros religiosos, habiendo sido formados en su mayor parte en tiempos relativamente recientes, y en una época en la que en las comunidades iban desapareciendo los individuos regulares probados en los tiempos difíciles del 48 al 66, no vieron la práctica de los actos externos a los que uno está obligado por la fuerza de las cosas. Más aún: buena parte de ellos, apenas profesos y hábiles para cualquier oficio, fueron enseguida librados a sí mismos, por lo que les invadió algo de soberbia, creyéndose necesarios, y se sustrajeron, aunque inconscientemente, a las normas que, al principio, sin haberlas gustado aún, parecen un peso, pero luego forman al hombre religioso. Los Superiores, es cierto, habrían podido imponerse un tanto; pero teniendo en cuenta que algunos temían no ser obedecidos en sus consejos, apurados como estaban por la necesidad, temiendo que ocurriera algo peor si les avisaban, dejaron que fueran avanzando en años. Es cierto que cada uno es responsable de sus actos ante Dios, pero si un número de ellos llegaron a ser buenos religiosos fue por su buena índole que les empujaba a la perfección, y no por otra cosa; con otros no ocurrió así. Y como consecuencia de ello, fácilmente se descuidan los deberes religiosos; su lenguaje y trato son casi siempre seculares. No es arriesgado suponer que alguno ni siquiera tiene noción de lo que significan los votos. En este último decenio se tomaron diversas medidas para mejorar a los individuos, y se puede esperar obtener algún fruto, pero no parece que se pueda decir aún que las cosas van bien. Si se añade que la frialdad externa con la que algunos practican los actos religiosos, cuando los practican, es notable, más bien hay que dolerse en este sentido, tanto más que órdenes dadas a este respecto fueron acogidas a veces con críticas acerbas.
2.Cuando en una comunidad hay algunos individuos que de por sí no son buenos, ciertamente falta aquella compacidad moral que da la fuerza a las Congregaciones Religiosas. Y en nuestras comunidades no existe esta compacidad. Si gozamos actualmente de una relativa paz, esta se debe, más que a la sincera religiosidad, a un cierto temor de vivir peor. No faltan buenos elementos, pero todavía son insuficientes para infundir en los demás la estima religiosa; fácilmente se descubre el fuego de la discordia latente bajo las cenizas, y los Superiores están obligados a tolerar para seguir adelante sin grandes sacudidas. Retomar la costumbre, antiguamente practicada, de que el Rector comunique a la comunidad algunas cosas para que sean ventiladas en una discusión ordenada, es imposible, cuando haría tanto bien; porque la falta de educación religiosa hace que la opinión contraria sea interpretada como una aversión personal. No sabría decir si con las exigencias de nuestros tiempos los asuntos de un colegio – internado pueden ser discutidos por toda la comunidad, como ocurre entre los franciscanos y los carmelitas con sus asuntos, y eso que sobre las reglas de los últimos se han formado en buena parte las nuestras. Esto sería deseable, y tal vez pueda lograrse mejorando la educación de nuestros clérigos, pero de momento nuestros colegios-internados y los de otras Congregaciones que tienen en común con nosotros el campo de sus fatigas tuvieron periodos más o menos gloriosos y eficaces en la educación cuando el Rector, ayudado de algún religioso, sabía impulsar las cosas, aunque no siempre manifestase todo al detalle a la comunidad. Sin embargo, el mal por este lado todavía no es excesivo y las comunidades viven bastante tranquilas. Un punto a lograr por parte de la comunidad es que se convierta en un puro asilo de piedad y de estudio. Los Obispos no nos consideran ya como partidarios de doctrinas menos correctas e inoportunas, pero la fama antigua ganada por muchos motivos, no todos culpables, todavía permanece en parte. Corresponde a la organización y a la vida de la comunidad el poder hacerse una fama inmaculada. Cuando he exhortado a las comunidades, no he dejado de insistir en ello, pero ¿habrán sido escuchadas mis palabras? ¿O serán palabras a los Efesios?
3.No he podido examinar mucho la acción de los nuestros como educadores. El tiempo demasiado breve no me permitió interrogar y ver. Por desgracia, los estudios que hicieron nuestros religiosos más recientes difieren en el modo y en la materia de nuestras tradiciones. No es arriesgado afirmar que fueron poco educativos, y la escuela se resiente desgraciadamente de las causas lejanas. Además, resulta difícil, cuando a uno lo ponen a dirigir una clase, inspirarle un método que no practicó. El resultado depende sólo de la buena voluntad del individuo. Quizás con el tiempo, si además se inculcase el estudio de nuestras memorias, se podrá resurgir. Lo que da que pensar es el aspecto religioso. No siempre se tiene debida cuenta del estudio del catecismo y a menudo se piensa que la finalidad es la enseñanza de las ciencias, que para nosotros no debe ser más que un medio. La práctica consistente en que un maestro escolapio no deja pasar una lección sin inculcar algún buen principio, está un tanto descuidada. Como educadores, hay que lamentar en algunos el comportamiento. Este, que no solo debe ser correcto, sino ejemplar, no siempre lo es, en particular en el lenguaje. También hay algunos casos en que se juzga al alumno no con caridad, y ni siquiera con justicia, sino tal vez por simpatía; pero son casos muy raros. Antiguamente, cuando las casas no ofrecían tantas comodidades a los religiosos, y yo lo recuerdo, se toleraban los regalos, porque suplían las deficiencias. Pero, a pesar de que todavía podían ser en cierto modo justificados, no dejaban de tener tristísimas consecuencias. Ahora, debido a las nuevas condiciones sociales de los padres de los alumnos, se puede decir que han terminado. Pero no está de más insistir en que, si se ofrecen, no vayan al individuo, sino a la casa; para evitar la ocasión de que sean deseados, o solicitados.
4.Sobre el ejercicio sacerdotal no se puede decir gran cosa. Las iglesias están bien provistas de ornamentos litúrgicos. Si en alguna casa deja que desear el mantenimiento del local, la causa se debe a la precariedad de nuestra existencia siempre amenazada. Como hay que hacer pocas funciones, ya que nuestra actividad se centra en la escuela, sólo quedan la celebración de la misa y el confesonario. Este, sin embargo, no es muy frecuentado, porque los confesores son pocos o tienen otras ocupaciones. Convendría retomar la predicación, pero por falta de estudios sagrados y el poco amor por ellos, no pudiéndoles dedicar tiempo antes, se priva de un bien y de un decoro a la Orden. Con dificultad se encuentra quien dé la instrucción religiosa a los alumnos de las Congregaciones.

Medidas tomadas.

Tras exponer de manera sintética la marcha de nuestras casas, admitiendo que en ellas hay algo de vida, para aumentarla me parecería oportuno que se recuperaran en la medida de lo posible las conferencias semanales sobre nuestras Reglas y constituciones, y sobre ciencia teológica. La conferencia sobre las primeras consistiría en un brevísimo razonamiento hecho por el superior o por otros, y llamaría la atención sobre la práctica de nuestras Reglas. La de las ciencias teológicas en el transcurso de pocos años daría ocasión a exponer y discutir tantas cuestiones como para formar un cuerpo de ciencia bien aprendida, por haber sido adquirida mediante las discusiones de varios miembros de la comunidad religiosa.

Un argumento gravísimo para estudiar y disciplinar, es la confesión de los religiosos, cuestión que no puede ser más delicada. Se produjo el hecho de que a cualquiera que lo pedía, los PP. Provinciales daban la licencia para confesar a extraños, dando prueba de buen corazón, no pensando que, si el religioso debe tener manera de proveer a la propia conciencia, la desmedida libertad trajo como consecuencia otras miserias de las que no es oportuno tratar aquí en detalle.

Una vuelta a la vida común serviría para impulsar a los religiosos a estar solo para la Orden, y sustraerlos al peligro de infringir el voto de pobreza. En nuestra Provincia, siguiendo los decretos de los últimos Capítulos Generales, se comenzó con los nuevos profesos. Pero aquellos decretos no fueron publicados en su forma e integridad, y dejan mucho por hacer a los Provinciales. Sin embargo, una solución que no permita dar marcha atrás y mantenga lo esencial del principio, se espera en todas las Provincias.

En una congregación activa ocurre que a menudo que los religiosos sean trasferidos de una casa a otra según las conveniencias. Y ocurre que el religioso al transferirse lleva consigo una tal cantidad de cosas de uso personal que resulta un fastidio para él y para las casas; sería necesario determinar algo. Muchas otras condiciones nuestras podrían ser objeto de pensamiento y de cuidado, a las cuales proveerían las Constituciones; su estudio, con las persuasiones que son siempre obligatorias, podrá producir alguna mejora.

Durante el generalato del P. Mistrangelo se presentan algunos problemas en algunas casas de la Provincia; y también con algunos religiosos en particular. Vamos a presentarlos brevemente.

En Ovada se produce una situación novedosa. Por un descuido de la comunidad, al parecer, el ayuntamiento ha nombrado a una maestra para dar clase en el colegio. Era algo tan insólito, que dio mucho que hablar: era, posiblemente, la primera vez en la historia de las Escuelas Pías en que una mujer daba clases en un colegio nuestro. Con el problema de quebrantamiento de clausura que ello suponía. Veamos el desarrollo de los hechos.

En el curso 1900-01 estaba allí como rector el P. Pescetto, que en un principio había pedido ser trasladado a un lugar cercano al mar por razones de salud, pero cuando le dieron obediencia para ir a Savona, también como rector, dijo que prefería seguir en Ovada. El Provincial Luigi del Buono le dijo que ya estaba todo decidido, y tendría que irse. Y entonces parece que, tal vez para vengarse, según puede deducirse de alguna carta, el P. Pescetto enredó las cosas. Aceptó irse a Savona, donde pocos años después falleció, enfermo de diabetes. Poco antes de irse, comunica al P. Provincial[Notas 139]: Ayer el Consejo Municipal eligió el profesor de la clase 1ª de Primaria, y nombró titular a ¡¡una mujer!! ¡¡Por suerte ya tiene 60 años!! ¡Así que la veremos en el colegio en medio de los fraques y las sotanas escolapias!

La presencia del P. Pescetto en Ovada era apreciada por el alcalde, que lo tenía por un director capaz de las escuelas, y por eso pidió al P. General que lo dejara al menos por un año como rector de Ovada, ya que no se había nombrado aún otro[Notas 140]. Pero la petición no fue respondida favorablemente. Los escolapios intentan hablar con el Alcalde para que cambien la maestra por un maestro asignado a otra escuela, pero este, tal vez dolido porque no habían atendido a su petición de dejar al P. Pescetto un año más, no lo concede. Lo cuenta el P. Giulio De Vincenzi, rector provisional, y gran amigo del P. Mistrangelo, con el que había convivo muchos años en Ovada (basta con ver la gran familiaridad con que le trata, a pesar de ser arzobispo y General). Le dice[Notas 141]:

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El P. Giovanni Oberti nació en Ovada en 1862, y falleció en Saluzzo en 1942. Después de estudiar en el colegio de su ciudad, ingresó a los Escolapios en 1884. Fue ordenado sacerdote en 1889. Enseñó en Cárcare y Ovada. Rector del Colegio Calasancio de Cornigliano de 1898 a 1901, cuya iglesia comenzó a levantar. León XIII le nombró Obispo de Saluzzo el 16 de diciembre de 1901. Se escribió de él: «La diócesis del Beato Ancina fue honrada con el gobierno sabio y bondadoso, con la sonrisa paternal y suave de Monseñor Oberti, que durante 40 años fue el pastor celoso de dos generaciones». Permaneció siempre afectísimo a las Escuelas Pías. Frecuentaba las visitas a nuestros colegios con cualquier ocasión. Todos los años procuraba celebrar la festividad del Santo Fundador en algún colegio nuestro, en especial en las casas de formación. Iba con frecuencia al postulantado de Ovada y su presencia era una fiesta para todos.

Querido Alfonso. Ayer te escribí en relación con el asunto de la maestra, con respecto al local en el que dará clase. El Alcalde había dicho que hablaría a la Junta para ver si se podía hacer un cambio con un cierto maestro Bossi. El cambio no le desagradaba al Alcalde, y nos había dado esperanzas. El viernes 11 de los corrientes fui con el P. Baccino para conocer el resultado. Nos dijo que la Junta había puesto dificultades y no era favorable. Insistimos de nuevo, y mucho, aconsejando que diera al maestro Bossi el 2º de Primaria en lugar del 1º, con tal que la maestra ocupara su lugar fuera. Nos repitió que la Junta había puesto dificultades, basándose en el acuerdo que había sido tomado antes, y además la carta del P. Rector Pescetto ya la habían leído en el Consejo, y a la pregunta si los superiores habían consentido o no, se había dicho que ya está bien así. Yo insistí nuevamente con el P. Baccino proponiendo todas las modificaciones que pudieran hacerse para evitar este inconveniente, contrario a nuestros principios. El Alcalde nos preguntó si se había dado alguna vez el caso de que hubiera habido maestras en nuestros colegios. Respondimos: “¡Nunca, jamás! Porque eso es contrario a nuestro Instituto”. Nos dijo que acudiéramos a informar a la Junta que iba a reunir, pero hasta hoy no hemos sabido nada. Tendrán miedo.

Todo esto lo he escrito en detalle al Provincial, pero no he recibido ninguna respuesta suya, y la cuestión está pendiente aún, y tenemos el ánimo en suspenso.

Esta mañana el P. Baccino ha ido de nuevo a ver al Alcalde para ver qué habían decidido. Y le ha dado la respuesta que te copio a continuación. Respuesta que he enviado ya al Provincial, para que sepa cómo están las cosas. Un “no” proferido y escrito a tiempo cuando se lo pidió Pescetto habría arreglado todo, y como nos ha dicho el Alcalde, habría evitado también el nombramiento de la maestra, porque, según nos ha dicho, algunos del Consejo ponían objeciones: “¿Los Padres querrán tener una maestra dando clase en sus locales?” Con un consentimiento tácito o explícito se ha hecho el nombramiento. Dicen que el Alcalde era contrario a este nombramiento, porque la maestra tiene ya 60 años y es enfermiza, y creía que no podría con 70 alumnos, pero la cosa siguió por aquel camino. Esta es la respuesta que nos ha enviado esta mañana y que yo he enviado inmediatamente al Provincial:

“El P. Baccino acaba de volver de ver al Alcalde para ver cómo se había resuelto la cuestión de la Maestra, y él le ha dicho que ni siquiera había querido tomar en consideración la cuestión, pues habiendo sido elegida la Maestra por el Consejo, él no se ocupa de ello, pues no es cuestión de su competencia, y la maestra vendrá a dar clase en los locales del colegio. Esto es un precedente escabroso no sólo para este curso, sino para el porvenir. Hemos insistido todo lo posible, pero no hay nada que hacer. El P. General me había escrito que hiciera todo lo posible para que no ocurriera esto y que fuera inflexible para que no ocurriera (he añadido yo), mandándome que le tuviera informado. Nos hemos esforzado, como le escribí ayer; sólo queda referir, como ha dicho el P. Baccino al Alcalde, el hecho al P. General y a Usted. Si Usted puede encontrar alguna solución en estos dos o tres días antes de que comiencen las clases, y evitar o conjurar este inconveniente, estará bien; si no, así está la cosa. Con el debido respeto…”

Así están las cosas. Ahora parece que el Municipio no querrá retroceder, al menos por este año, porque no habiendo recibido una respuesta negativa a la pregunta formal hecha por el Municipio sobre si se podían aceptar o no maestras a dar clase en los locales de los Padres, creen, sea lo que sea, estar en regla, y por eso han nombrado la maestra.

Creo que el Provincial te escribirá sobre ello. Si no, muévete tú y provoca su respuesta, con lo cual me parece que estará mejor que tú sepas la respuesta directamente de él, y no a través mío, para evitar disgustos. A ver qué te responde.

El P. Pescetto[Notas 142] ha salido esta mañana a las 8.45. Estaba conmovido y nos ha abrazado llorando. El P. Binechi le ha acompañado a la estación, y me dice que allí lloraba. Ayer y estos días ha hecho y recibido muchas visitas. Ayer en la mesa dijo que había cambiado de opinión, y que no se imaginaba que en Ovada le quería tanto la gente.

El P. Mistrangelo no está nada contento con las noticias que recibe, y pide cuentas al P. Provincial Del Buono. Este le responde[Notas 143]:

El P. De Vincenzi me escribe que, a pesar de las protestas presentadas, el Alcalde de Ovada y su Junta no pueden decidir que la nueva maestra no venga al colegio, porque está reconocido. Menos mal que tiene 60 años, pero el problema mayor será al año que viene en el edificio nuevo donde se encontrarán ya otras tres maestras provisionales en el local de los Capuchinos. Una hermana de la Misericordia se retirará, pero si nosotros no tenemos a nadie que presentar, ni siquiera estaremos en condiciones de hacer ver que el Municipio nos quiere hacer un desaire, pudiendo obrar de otra manera.

No sé qué responder al P. De Vincenzi, y espero una palabra de V.E. Yo sería de opinión de dejar correr para este curso. Para el año próximo, debemos estar listos para presentar algunos de los nuestros para los puestos vacantes, y en caso de necesidad, hacer volver al P. Bianchini para encargarse de una clase. El movimiento en estas contingencias es tal que o bien renunciamos a los lugares, o bien los reforzamos sin dispersar las fuerzas.
Al dorso de esta carta está escrita la minuta de la respuesta del P. General, fechada el 17 de octubre (causa admiración lo bien que funcionaba correos en aquellos tiempos): Usted tenía que haber respondido inmediatamente de manera negativa al Municipio, y no de manera afirmativa, como hizo. Escriba que por este año aguantaremos a la maestra, pero para el próximo o arreglan la cosa, o nos retiramos.
El P. Provincial responde inmediatamente, acatando las instrucciones del General, y tratando de desviar a otros su propia culpa[Notas 144]: Escribiré a Ovada la condición sine qua non para permanecer allí. Pero al nombrar a la maestra, después de la carta del Rector en la que indicaba el parecer negativo de la comunidad religiosa al Alcalde, salvo otra opinión por parte de los Superiores, el Municipio mostró no tenernos ninguna consideración. El hecho de no tener en el Consejo ninguna persona a la que comunicar nuestros sentimientos nos deja en una condición dolorosa.
Termina el curso, y el P. Del Buono siente la necesidad de recapitular todo lo ocurrido, de manera clara, para plantear la situación actual, y tomar las decisiones que convengan. Dice lo siguiente[Notas 145]:
El año pasado a finales de julio y primeros de agosto el Alcalde de Ovada interpeló mediante una carta al P. Pescetto para ver si los Padres tendrían dificultad en acoger como enseñante a una mujer. El Rector debía dar una respuesta el mismo día, así que reunió a la comunidad, que votaron que no, salvo que los Superiores opinaran lo contrario. Y según él, así se respondió al Alcalde. Cuando recibí la información en Savona, escribí al Rector que habían obrado prudentemente, y quizás añadí a guisa de comentario “no sé qué podríamos hacer si el Municipio actúa de acuerdo con su voluntad”. Pero, más que duda, tengo la certeza de no haber añadido nada. De la aprobación de cuanto habían obrado o mejor deliberado los Padres de Ovada con el P. Rector a la cabeza, se quiso pasar a la aprobación de la venida de la maestra a casa.
De todos modos, cuando fue asignada una maestra a nuestra casa, yo rogué al médico Delfino, amigo del Alcalde, que hiciera el favor de pedir al Alcalde que nos obviara el inconveniente. Delfino fue a Ovada, habló con Pescetto, quien dijo que todo estaba arreglado, que había hablado, hecho, etc. Así que Delfino ya no creyó necesario ir a hablar con el Alcalde.
Cuando llegó Pescetto a Savona, me enteré de que ya estaba la maestra en casa: le pedí explicaciones y me dijo que “puesto que el P. General no había respondido favorablemente a la petición de la Junta para que lo dejaran en Ovada un año más, la Junta no quiso cambiar la decisión tomada sobre la maestra, etc.” V.E. ya sabe quién promovió la petición de algunos consejeros: la estupidez y la tristeza se dieron la mano.
Mientras tanto, llegamos a noviembre. Yo rogué nuevamente a Delfino que escribiera una carta al Alcalde sobre el asunto. Este le respondió que no podía anular una decisión ya tomada, y que, además, los Padres estaban de acuerdo. El P. Pescetto, después de promover el licenciamiento del maestro viejo, al final completó la obra con sus embrollos ambiciosos. En noviembre V.E. me escribió para que hiciera una intimación para que se quitara la maestra de nuestras escuelas. Yo llamé a Génova al Rector (P. De Vincenzi) para ver cómo hacerlo. Él me dijo que lo dejara estar, y que él le escribiría a Usted. Luego ocurrió lo que ocurrió [enfermedad mental de De Vincenzi, que tuvo que ser recluido durante varios meses a causa de su manía persecutoria y sus miedos].
Estamos ahora a final de curso, y creo que debería escribir una carta al Municipio, pero diversas razones me retrasan el hacerlo antes de verme con usted.
1)El Preboste de Ovada ha ido a Turín a preguntar a los Salesianos acerca de su posible venida a Ovada, y las condiciones que pondrían.
2)Si se retiraran los PP. Zunini y Carlini, que están ya cerca de obtener la pensión, no tendrían más que la idoneidad, faltándoles algo de enseñanza, y mientras tanto serían inservibles en otro lugar, o al menos sólo podrían enseñar de manera privada, y sin efecto para su pensión.
3)Como el junior Palmero no ha superado el examen, no podemos conservarlo allí, y no tenemos ningún otro para sustituirlo en matemáticas.
A causa de los huecos de Cornigliano, Savona, Finale, no sé cómo haré para suplir la clase del P. De Vincenzi. Así que responder con la frente alta al Municipio con tantas debilidades, no sé cómo lo lograremos; y si él accede a nuestro deseo, deberemos informarle inmediatamente sobre nuestras miserias en el gimnasio. (Otras cosas humillantes se las contaré de palabra). En mi opinión, la crisis actual de Ovada podría tener la siguiente solución. Si el edificio nuevo de las escuelas, al que se accedería desde el principio del pasillo que está junto a la iglesia, se completase, y el Municipio conservara las maestras, entonces nosotros podríamos retirarnos de las escuelas primarias, y conservar el gimnasio, y si tuviéramos fuerza y ganas, deberíamos iniciar un oratorio festivo, en un lugar o en otro. Si no se construye el edifico, cuando se retire la maestra actual, vieja, podría ser sustituida por uno de los nuestros, cosa que no pudo hacerse el curso pasado.
Las escuelas primarias municipales con la legislación actual son difíciles de conservar; hacen inamovibles a los religiosos, y ahora se añaden los directores didácticos, que, por haber descuidado las clases primarias por mucho tiempo, serán un problema para nosotros, y la dificultad comienza precisamente en Ovada, para cuyas clases de primaria fue abrogado en Alessandria el nombramiento como Director del P. Baccino porque el cargo es incompatible con las clases que da. (…)

En la correspondencia sucesiva ya no se vuelve a hablar de este problema. Así que la solución debió ser la siguiente: para el curso 1901-1902 “soportaron” a la maestra vieja, y al curso siguiente, cuando se produjo una especie de agrupación escolar, los escolapios renunciaron a la primaria, quedándose con la secundaria, y así evitaron todo roce con las maestras.

En Savona había un problema. Aquel colegio, que había sido el más próspero de la provincia, va perdiendo alumnado, pues las familias no ven claro su futuro y retiran a sus hijos. Existía el proyecto de trasladar el colegio a la zona de Monturbano (donde, efectivamente, fue trasladado más tarde), pero de momento la cosa no estaba clara. Así lo explica el P. Del Buono al P. General[Notas 146]:

He pensado sobre el asunto de trasladar el colegio; he tanteado el terreno, sin ningún prejuicio, pero he concluido que una petición explícita al Municipio para que construyan un colegio en Monturbano con el apéndice de una calle para vehículos que suba desde el burgo inferior hasta allá arriba, calle que no puede hacerse sin expropiaciones de casas y terrenos adyacentes en el mismo burgo, obtendría una negativa, porque costaría más de 400.000 liras, y sólo para favorecernos a nosotros. (…) Aunque la mayoría del Consejo es buena, no lo es tal en cuanto a unidad e ideas como para poder hacer un cálculo positivo, tanto más que muchos piensan que podemos hacerlo solos, y el ejemplo de los Salesianos, que han hecho un edificio vistoso sin ayuda oficial, y la petición por parte de los Jesuitas para obtener Valloria no crean una opinión favorable a nuestras condiciones. No sé cómo resolver la dificultad que encuentro; está en el modo de dar impulso a la gestión y encontrarnos en condiciones, en el caso de que el municipio no quiera o pueda ayudarnos, de tener un agarradero para poderlo hacer por nosotros mismos, sin que digan que lo hacemos para no irnos.

Prosigue el P. Provincial sus gestiones, y unos días más tarde informa[Notas 147]:

He hablado con el ingeniero Martinengo y la conclusión fue que difícilmente el Municipio, en las condiciones presentes, se comprometería a hacer unos gastos tan elevados. Yo no di a entender nada de nuestras intenciones ni de nuestras posibilidades. Llamé al P. Rector con sus dos consultores y les expuse la situación. Se presentaron varias soluciones. La primera, que nosotros pidiéramos construir en Monturbano, y que el municipio nos reembolse el capital con un interés mínimo o ninguno, en un número de años. Y luego ellos construirían la calle. La segunda, que nosotros compramos Monturbano, y con el dinero que paguemos, el municipio construye la calle a partir del distrito militar (Concepción), y apenas se libere del distrito, cedernos el uso con un poco de espacio de la iglesia de la Concepción para tener una iglesia pública. De las dos soluciones la primera no será fácil de aplicar, porque la legalidad comporta una serie de actos largos e intricados; la segunda es más rápida y más fácil, y nos quitaría inmediatamente de un estado incierto y que puede empeorar. Si V.E. cree que debemos ponernos en acción, dígamelo, y se hará.

El proyecto sigue adelante. El Ayuntamiento consigue el permiso para construir la calle que suba hasta el nuevo colegio, financiada con un préstamo de los escolapios. Se firma el contrato, como informa el P. Del Buono[Notas 148]:

Ayer a las diez se firmó en el Municipio de Savona el compromiso de los PP. Pressenda, Bertolotti y Del Buono Giuseppe por 200 mil liras a entregar en mano, que el Municipio dedicará a lo establecido. Nos darán un pago de 10 mil anuales; el reembolso de las 200 empezará por cuotas anuales después de 15 años. No faltan las cláusulas para asegurarnos el crédito.

Y efectivamente, en 1905 por fin el colegio se trasladó a la hermosa colina de Monturbano, donde estuvo funcionando en manos escolapias hasta 1971. Aunque no a todos los amigos les pareció una buena decisión, como escribió un Consejero municipal amigo de los escolapios, P. Boselli, al Provincial de la época, Giovanni Battista Tenti[Notas 149]:

Ya conoce mi afecto hacia las Escuelas Pías y recientemente se lo demostré, ya que importaba presentar la cuestión y solicitar su fin. No le oculto que la primera Convención me dejó siempre en duda; beneficia al Colegio, pero me temo que cambie el carácter de las escuelas. Las escuelas de los Escolapios siempre fueron populares. Y por ello sorbieron las mayores energías del pueblo. Transfiera las escuelas a Monturbano, y se convertirán en señoriales. El carácter de las Escuelas Pías de Savona, ciudadanamente populares, se perderá. Será el Real Colegio, ya no la escuela unida al alma savonense. La segunda Convención tiene un gran error. Permite florecer el Colegio, pero aniquila la escuela y rompe el vínculo entre el Municipio y la Institución Escolapia. Es el peor mal que temo. Entre las dos convenciones, prefiero la primera. Me persuadieron de ello sus Padres, a los que tuve el gusto de ver aquí.

Pero hace poco el Cons. Martinengo me habló del nuevo Diseño y sonrió. Beneficia al colegio y a la escuela. Sólo que Usted presenta una objeción: ¿y el tiempo? Mientras discutimos, las Escuelas Pías en Savona se diluyen. Por ello conviene bien fijar los términos del concepto que debe preferirse. ¿Se puede llevar a cabo el tercer diseño en un plazo breve de tiempo? Y esto debe prevalecer. La conciencia, la tradición escolapia hecha no para los colegios de ricos, sino para las escuelas del pueblo, lo debe querer. ¿Debe temerse un largo retraso? Entonces aceptemos de mala gana la primera Convención. Pero no tendrán escuelas primarias. El colegio estará a salvo; el espíritu de Calasanz no triunfará. Esto es lo que sinceramente pienso. Espero estar en el Consejo para sostener de todos modos el diseño que no rompa las tradiciones y las relaciones entre el Municipio y las Escuelas Pías, y que prepare para un notable espacio de tiempo para nuestra juventud aquella instrucción que recibieron con nosotros tantas generaciones. Cordiales saludos…

A pesar de las dificultades que la Provincia de Liguria estaba atravesando en diversos lugares, y los esfuerzos para mantener funcionando las casas que ya tenía, hay que alabar su generosidad para hacerse cargo de una casa más, la de Oristano, en la isla de Cerdeña. Ya en los generalatos de los PP. Casanovas y Ricci se habían hecho esfuerzos para resucitar la provincia escolapia de Cerdeña, especialmente por parte del P. Giuseppe Pes. No pudo ser entonces, pero más tarde toma el relevo otro escolapio superviviente, el P. Glicerio Piras, y esta vez, con el apoyo de Liguria, la resurrección tuvo éxito, aunque sólo fuera de una manera temporal. Recordemos que Liguria había estado unida a la isla formando el Reino de Cerdeña desde 1721 hasta 1861, formando el Reino de Cerdeña. Existía, pues, una especie de “compromiso moral” por parte de los ligures para apoyar el proyecto.

Cuando el P. Piras recibió la invitación del P. Pes para colaborar en la restauración de la casa de Isili en 1885, su respuesta fue negativa, e incluso mostraba no poco despecho por la manera como había sido tratado antes de la supresión de la Orden[Notas 150]. El P. Glicerio prefería seguir viviendo tranquilamente en su pueblo, Oristano, donde la gente le quería y apreciaba su labor. Tal vez la celebración de los 300 años de las Escuelas Pías en 1897 reavivó las brasas de su vocación; el caso es que el 12 de agosto de 1900 se pone en contacto con el recién nombrado Superior General, P. Alfonso Mistrangelo. El P. Pes, anterior superior nominal de los escolapios sardos, había fallecido en 1898. Y le escribe la siguiente carta[Notas 151]:

Desde hace algún tiempo nos estamos escribiendo largas cartas el P. Alfonso Manca, escolapio sardo que reside en la Badia Fiesolana, y yo, en las que tratamos del importante asunto de restablecer la Orden de las Escuelas Pías en Cerdeña. Se presentan muchas dificultades para realizar la santa idea: falta de personal, y de medios pecuniarios suficientes para comprar un local en el que poder reunir a los pocos religiosos dispersos acá y allá, con tal que tengamos buena voluntad. Se recomenzaría así una vida religiosa para hacer revivir el espíritu de Calasanz en el modo y dirección que nos indicasen los Superiores de la orden, especialmente V.E. Rvma., que el Señor ha querido llamar a dirigir la nave calasancia en tiempos tan procelosos, uniendo así la dignidad de Arzobispo y la autoridad de Superior Mayor para guiar mejor a su verdadero destino a nuestra Familia. A esta santa empresa nos anima también nuestro Arzobispo Mons. Salvatore Tolu, que siente mucha simpatía por los escolapios, que le educaron en Sassari. Hacia el 20 de agosto iré a Roma con la segunda peregrinación sarda, y espero que V.E. me dé audiencia allí o en Florencia, donde iré a hablar también con el P. Manca, y así podré exponerle las cosas de viva voz, mejor que por carta. Que Dios y nuestro S. Fundador nos ayuden a superar toda dificultad y triunfar en el intento, como lo desea nuestro corazón.

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El P. Glicerio Piras había nacido en Oristano (Cerdeña) en 1844. Hizo los votos solemnes en 1865, justo el año antes de la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia. Fue ordenado sacerdote en 1868. Se quedó en su pueblo, donde había un antiguo colegio escolapio, primero dando clases en la escuela de primaria, ya municipal; luego pasó al servicio de la parroquia y fue nombrado párroco. Tras la celebración de los 300 años de las Escuelas Pías en 1897, se reavivó su vocación; en 1900 se pone en contacto con el nuevo Superior General, P. Alfonso Mistrangelo manifestándole su empeño por la restauración de las Escuelas Pías en Cerdeña. Y tuvo éxito en su intento. Después de trabajar en los colegios de Oristano y Santu Lussurgiu, falleció en Oristano en 1928.

La entrevista fue bien, y el 26 de septiembre el P. Piras escribe otra carta al P. General[Notas 152]:

Vuelto de Roma, fui recibido en audiencia por nuestro Arzobispo Tolu, que se alegró mucho al enterarse de que la idea de abrir una casa escolapia aquí en Oristano y la compra del local había sido acogida de todo corazón y bendecida por V.E. Rvma. Le dije que V.E. le escribiría a propósito para informarle y para recibir una palabra de ánimo, y espera la carta. Supongo que V.E. tiene muchas ocupaciones a causa de la vasta diócesis de la cual lleva el peso del gobierno, y también por los demás intereses de la Orden, pero esperamos que no dejará de molestarse un poquito por la santa idea que nos ha nacido del corazón a nosotros tres sardos, y que le expuse en términos claros. Cerdeña no puede olvidar la obra de los Escolapios, y la gente habla de ella con agradecimiento. Aquí en Oristano ya se ha extendido la noticia de esta idea, se ha acogido con placer, y, cuando sea un hecho cumplido, serán muchas las peticiones de jóvenes aspirantes.

El señor que es dueño del antiguo convento de los Menores Observantes nos lo cede por poco dinero, con la intención de favorecer la instrucción, cuando podría cederlo a mejor precio a personas que se lo han pedido por especulación. Me ha escrito una carta diciéndome que necesita dinero, y que si el asunto se alarga demasiado se verá obligado a recurrir a otros compradores. Si bien es cierto el proverbio “la prisa es enemiga de las cosas bien hechas”, en este asunto nuestro por el contrario podría dañarnos el retraso. Por otra parte, es también cierto, y nos viene de maravilla a nosotros, que “hay que golpear el hierro cuando está caliente”. (…) Pongámonos pues a la obra. Hemos prometido que el 15 de octubre pagaremos una buena parte de la suma (3000 L) y el Sr. Ricca, dueño del antiguo convento, nos permitirá comenzar las restauraciones necesarias. Espero una palabra de ánimo, un consejo de V.E., y la bendición del Señor y del S. Fundador no faltarán, y el éxito estará asegurado.

El P. Piras envía copia del contrato de compra al P. General por medio del P. Alfonso Manca, que está en Florencia, y expresa su gozo como sardo por la restauración de las Escuelas Pías en su tierra, y al mismo tiempo pide ayuda, pues el P. Piras no tiene muchos recursos económicos[Notas 153]. El mismo P. Piras escribe al P. Mistrangelo sobre la marcha del asunto[Notas 154]:

Entregué al P. Carta[Notas 155] la carta de V.E. Rvma. Y le visité en persona. Me dio hermosas promesas y nada más; a las palabras no corresponden los hechos. ¡Fatal desengaño! Escribí también una carta a mis colegas sardos en nombre de V.E. y de Mons. Tolu, y hasta ahora sólo me ha respondido uno, el cual, después de haber afrontado yo tantas dificultades, termina diciéndome: “Haz lo que te plazca; por parte mía sólo puedo darte apoyo moral”. De lo que dice este se pueden deducir los sentimientos de los demás. Si mi voz fue un grito en el desierto, espero que respondan a la invitación de V.E. Si no les conmueve el grito de un centinela, les conmoverá la voz autorizada del General. Dios lo quiera.

De lo que le expongo en esta, puede V.E. prever claramente que puede ser que me quede solo a combatir en la arena. Pero después de Dios y de San José, tengo plena confianza en V.E., de quien estoy seguro que tiene esta obra en el corazón, y espero que me ofrezca una ayuda. Se podría enviar también una circular a las casas florecientes de Italia que puedan ofrecer algo de ayuda, y así podré pagar el próximo abril (quisiera poder hacerlo mañana) el segundo plazo de otras mil liras. Creo que yo envié por mi parte unas 100 liras para la creación de nuestro colegio de Roma. (…)

El P. Piras había pagado con dinero propio el primer plazo o señal de la compra; no tenía más dinero. Pero el P. General le envía 1500 liras, suficiente para hacer el contrato oficial de compraventa, y le pide que le envíe copia del mismo. Agradecido, le responde el P. Piras[Notas 156]:

Informo a V.E. que me ha llegado en una carta recomendada el cheque de 1150 L como contribución del amor de nuestros hermanos de Italia a la nueva obra escolapia en Cerdeña. El Señor se lo pague largamente a todos los que han contribuido junto con V.E. Me pondré enseguida en relación con el Provincial de Savona P. Del Buono, y tan pronto como reciba de él el módulo que V.E. cita, con el nombre de los escolapios jóvenes que deberán aparecer conmigo en el acto de compra, con las respectivas procuraciones, se hará la estipulación del instrumento del cual enviaré copia a V.E. No descuidaré tampoco de informar de todo a V.E. Roguemos al Señor que bendiga esta santa obra, para que sea fecunda de buenos frutos.

La cosa va adelante, y el 13 de agosto de 1901 el P. Piras informa al P. General[Notas 157]:

La casa, como ya sabía V.E., costó tres mil liras, de las cuales yo pagaré mil quinientas a plazos, y el resto con la ofrenda de las provincias de ahí. Los gastos de registro y copia suben a más de 200 liras, de las cuales 150 las he pagado con lo recibido aparte de V.E.

A primera vista esta cantidad parece pequeña, y realmente lo es, si se considera que los Padres Capuchinos y Claustrales de aquí gastaron sumas enormes para restaurar su convento, especialmente los primeros, quienes lo compraron en subasta pública, promovida por un grupo de anticlericales por… ¡treinta y dos mil liras!

En lo que se refiere a nuestra casa (que se encuentra a un kilómetro y medio del pueblo, sobre una colina elevada, desde donde se goza de una amplia y bella vista), se encontraba en abandono, al estar en poder del gobierno, casi como una cosa de nadie. De modo que, no habiendo nadie que se ocupara de ella, incluido el geómetra Ricca, que más tarde la adquirió en subasta, una parte que mira al norte se arruinó; la otra es muy sólida, y consta de doce habitaciones, seis en el piso superior y seis en el inferior, de cinco metros cuadrados [sic]. Aireadas y todas con bóveda sólida hasta el techo. Desde el mes de junio trabajan allí dos albañiles y un carpintero, y ahora se puede decir que en el piso superior sólo faltan los muebles. Suspendí las obras en el inferior, que puede servir también para habitaciones y que es óptimo para escuelas.

Como esta casa pertenecía a los Menores Observantes, faltan las comodidades que exige un instituto de educación como el nuestro. Por ello ahora me esfuerzo para recuperar la parte en ruinas, en la cual se podrán colocar jóvenes novicios, o internos, según lo que V.E. Rvma. piense hacer aquí, a quien todos nos remitimos.

Luego está la iglesita, que es medieval y también ha sufrido las injurias del tiempo y abandono de quien podía haberse interesado en ella. Incluso arruinaron un altar, buscando no sé qué tesoros escondidos en él. Siendo artística, haría falta conservarla como monumento, y hay tratos pendientes entre la Oficina Regional y el Ministerio.

Me ha parecido bien exponerle todo esto a V.E. porque hay dificultades para que la casa, como esperaba, se abra el próximo octubre, y entre ellas están las pecuniarias. Yo hago sacrificios extraordinarios y pronto o tarde sucumbiré. Rogué mucho al P. Carta, y antes a los padres sardos que aún viven, alguno de los cuales incluso ha sido invitado por nuestro Arzobispo, pero fue hablar al viento. Roguemos a Dios y a nuestro S. Fundador que toque los corazones, para que lo que se está haciendo no se pierda; lo que sería una vergüenza ante la sociedad que espera y también un delito ante Dios. Se me dirá que fui audaz al pensar en erigir una Casa Escolapia en el centro de Cerdeña, sin medios y con pocas perspectivas. Pero yo me fiaba de mi buena voluntad y de la santidad de la obra. ¿Habré hecho mal? Espero con serenidad el juicio de quien espera.
En 1901 renuncia al cargo (y la seguridad) de párroco y se entrega por completo a levantar la nueva fundación. Sin embargo, el proyecto no es nada fácil. El P. General quiere confiar la obra a la provincia de Liguria, más unida históricamente a Cerdeña. Pero la Provincia atraviesa durante estos años no pocas dificultades, y anda escasa de personal. Sin embargo, las cosas van adelante, gracias al empeño del P. Piras. En 1903 la casa está ya casi acabada, y escribe una carta al P. General[Notas 158]:
No escribí más a V.E.R. sobre lo referente a la nueva casa de aquí, ya que estábamos de acuerdo en que debía enviar la correspondencia al Provincial de Génova, el cual a su vez creo que habrá mantenido informado de todo a V.E. En cuanto a la restauración, se ha hecho mucho gracias al subsidio enviado por el citado P. Provincial con una generosidad sin par y con el amor que lo distingue a favor de la obra escolapia en Cerdeña. Todavía queda algo por hacer, pero de importancia secundaria, ya que lo necesario para vivienda de los religiosos, pequeño internado y escuelas anejas está listo.
Hay algunas voces siniestras, no sabría decir cuál es su origen, que tal vez han esparcido intencionadamente que la obra está suspendida. Lejos de nosotros este pensamiento doloroso. Creo que se debe a la lentitud con que se camina, sea por la escasez de medios, sea por la falta de personal, sea por la apatía que reina entre los pocos supervivientes escolapios sardos. Añádase también que muchas peticiones de alumnos que me fueron presentadas quedaron sin respuesta. De manera que muchas esperanzas que acompañan siempre los primeros pasos de una obra buena, parecen desvanecidas.
Pero yo no perderé el ánimo, ciertamente no. Con el mismo ardor con que comencé, así continuaré; y con la fe en los superiores que me animaron a la empresa, no me detendré a mitad del camino emprendido. Pero necesito una palabra de consuelo, una última palabra de V.E. que infunda en mi corazón la esperanza de que lo que se ha hecho no será destruido y que debe evitarse la marca de la vergüenza reservada a quien comenzó y no terminó.

Mientras tanto, rogando al cielo que conserve la vida preciosa de V.E. y a mí, pobre hijo de San José de Calasanz, promotor de la obra que él me inspiró, conceda la gracia de ver con mis ojos a sus hijos arribar a las costas de esta pobre Cerdeña, abandonada, rica de fe, de energía intelectual y de amor nunca apagado por las Escuelas Pías, soy affmo. Y obdmo. hijo…

El P. Mistrangelo ofrece todo el apoyo que puede al P. Piras, y hace también que le apoye el P. Del Buono, y de hecho la escuelita de Oristano se abre en 1903, como hemos podido entender por las cartas, en un lugar diferente al del colegio escolapio que había funcionado en el centro de la loclaidad desde 1681 a 1866, y que había sido incautado por el Gobierno. Incluso tienen un pequeño internado de 10 alumnos[Notas 159]. No faltan dificultades al principio, pues no es fácil encontrar los maestros necesarios, pero van saliendo adelante. Y en Oristano siguen los escolapios hasta 1909, en que los superiores deciden trasladar el colegio a los antiguos locales escolapios de la ciudad de Santulussurgiu, que ofrecía un clima y un ambiente más favorables a la labor escolar. La provincia de Cerdeña estaba muerta, pero seguía una presencia escolapia en la isla.

Un escolapio notable de Liguria fue el P. Francesco Ulderico Tiboni. Ingresó a las Escuelas Pías a los 24 años de edad, después de haber hecho estudios universitarios. Desde el primer momento llamó la atención de sus superiores por su piedad. El P. Pietro Stella, su maestro de novicios que luego sería Asistente General, escribe al P. General Casanovas desde Cárcare, impresionado[Notas 160]: Con toda humildad y reverencia escribo a V.P. Rvma. estas pocas líneas para pedirle una gracia a favor de nuestro queridísimo clérigo novicio Tiboni Francesco del S. Corazón de Jesús. Las dotes intelectuales y morales de este joven extraordinario creo que son conocidas a V.P. Rvma., por lo que no me detendré en repetirlas. Diré solamente que su conducta sirve de estímulo al bien para todos los demás compañeros suyos, que lo tienen en gran estima; produce edificación en todos los que le observan, y la mayor admiración en quien le dirige. Es humilde, piadoso, lleno de respeto para todos los Superiores, afable y condescendiente con sus compañeros en todo lo que se puede. Yo rogaría a V.P. Rvma. se complaciese en dignarse concederle la gracia de poder acercarse cotidianamente a la Sagrada Mesa. Esta constituye sus delicias, su contento, y es este su más vivo y ardiente deseo.

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El P. Ulderico Tiboni nació en Venecia en 1859. Estudiando en la Universidad de Turín, conoció a algunos juniores escolapios, y decidió hacerse religioso como ellos. Al ingresar al noviciado en Carcare en 1879 tomó el nombre de Francisco. Fue ordenado sacerdote en 1884. Tenía poca salud, complicada por su extraordinaria sensibilidad espiritual. y fue enviado a la casa de formación de Finalborgo. Aquí fue Rector y Maestro de novicios, Confesor, Predicador. Gozaba fama de santo, de sabio, y su ejemplo influía en mucha gente. El General P. Tomás Viñas en 1915 lo nombró Postulador General y Rector de San Pantaleón. Asistente General (1919-1924); Rector de Génova (1924-1925). Diez años después se traslada a Roma al Calasanctianum de Monte Mario donde pasa los diez últimos años de su vida en la dirección espiritual de los juniores, siendo para todos ellos ejemplo vivo de piedad, bondad y paciencia. Se distinguió en la oratoria sagrada, especialmente en la dirección de ejercicios espirituales, de los que dio más de 70 tandas en diferentes poblaciones.

En 1880 hizo su profesión simple; en 1884, doctorado en Turín, hizo la profesión solemne y fue ordenado sacerdote. Fue enviado a dar clases a Cárcare, y pronto comenzaron sus problemas. Buscaba una perfección imposible, pero al mismo tiempo expresaba su total confianza en sus superiores, como podemos leer en las cartas que les escribió. Se trata de una caligrafía bellísima, equilibrada, que de ningún modo hace pensar en algún trastorno de tipo mental o moral. Es siempre dueño de sí, no comete ningún error, es perfectamente legible siempre, optimista, ágil. Perfeccionista, sin duda. Se expresa de manera cuidada, como persona de gran cultura, que acude a citas bíblicas cuando viene a cuento. Transcribimos la, probablemente, primera carta que desde Finalborgo escribe al P. General (en aquel momento sólo Vicario General) Mauro Ricci[Notas 161]:

Quien le dirige la palabra es el último de sus hijos, rogándole que quiera escucharle benévolamente. Cualquiera que sea la opinión que V.P. Rvma. tenga de quien le escribe, puede estar cierto de todos modos de que la intención es recta, y que no dio un paso como este sino después de muchas consideraciones y precisamente cuando se encontró en el punto de no saber ya qué otro partido tomar, o más bien no ver otro mejor que este.

Desde hace seis años que entré en las Escuelas Pías me he podido persuadir con toda certeza de una cosa de la que me di cuenta desde los primeros días, y es la falta de aquel espíritu en el que consiste el Reino de Dios. Algunas lecturas de la Sagrada Escritura, de algunos pasajes de los Santos Padres y de la vida de algunos santos, me lo han ido confirmando cada vez más. Pero lo que más me lo asegura es el dolor, la aflicción continua, intensa, y ya insoportable, que me tortura al ver la desolación de esta viña, en su idea e institución tan bella, tan santa, tan útil. Dios no quiera que me lamente de ninguna persona, pues no hay en el mundo ninguna persona de la que deba quejarme, sino de mí mismo. Pero, repito, lo que me hace agonizar es la falta de aquel espíritu evangélico que, si otros lo tienen, debiera ser propio nuestro, de nosotros que hacemos profesión pública de enseñar la piedad. Prueba de la falta de este espíritu es la clara inobservancia de las reglas en que vivimos, las defecciones de los nuestros, las pocas bendiciones de Dios para que progrese nuestra Congregación. No; en ella no he encontrado el Reino de Dios. Y, puesto que Nuestro Señor dice: Quaerite primum Regnum Dei, et justitiam eius[Notas 162], está claro que, no habiéndolo yo encontrado en las Escuelas Pías en las que actualmente me encuentro, debo ir a buscarlo a otro lugar. No digo fuera de las Escuelas Pías: nunca será esa mi intención, a no ser que conociera por medio de signos indudables que esa era la voluntad de Dios. Lo que yo pido ahora es el permiso para retirarme solo, o con algún compañero (pues sé que alguno encontraría) a un refugio cualquiera, que espero de la Providencia, y dedicarme por ahora a buscar el Reino de Dios, y hacer después aquello que el Señor quiera que haga, espero que ejercer el ministerio de las Escuelas Pías. Yo lo espero todo del Señor: por mí mismo soy un abismo de miserias de todo tipo, y no tengo otra habilidad que la de cometer despropósitos. Pero, repito, lo espero todo de Dios, el cual a quienes buscan su Reino ha prometido que dará por añadidura todo lo demás.

No crea V.P. que esta petición mía sea efecto de una súbita y desconsiderada aprensión: no; es el resultado al que he llegado después de seis años de oraciones y de consideraciones. Si después de todo esto yo fuese un iluso, y tomara por voluntad de Dios mis alucinaciones, en ese caso el Señor no bendeciría la obra para la cual por su solo amor pido que se me abra el camino; en ese caso, como se dice, me llevaré un chasco, y volveré al ovil no ya abandonado, sino del cual siento la obligación de partir únicamente para no resistir a la voz de Dios, que demasiado clara me resuena en el corazón, y puesto que mi intención es recta, espero que no se me negará lo que pido. Pero no es por nada que las obras del Señor van despacio, puesto que su reino es como el granito de mostaza, que se desarrolla poco a poco, y yo me consideraría desventurado si desde el momento en que me retire pasaran 20 años antes de ver en el desarrollo de la obra que entiendo, la gloria de Dios.

Por lo demás quizás yo no conozco suficientemente el exceso de mis miserias, pero Dios sabe que me fío únicamente de Él, y que tengo tal concepto de mí mismo que no quisiera otra cosa, sino que con una pronta muerte me quitara la pena de cometer tantas faltas como de continuo cometo.

Ruego a V.P. que me perdone y compadezca, y no me ahorre los reproches si cree que los merezco. Ya he hablado de algo de esto con el P. Stella, Asistente General, que fue mi Maestro de Novicios. Por el momento no podría alejarme de Finalborgo, a donde llegué hace pocos meses desde Cárcare, puesto que aunque me es imposible dar clase a causa de mi débil salud, presto sin embargo alguna ayuda al profesor de 4º y 5º de secundaria, de modo que él pueda encargarse de las dos clases, y si no se le ayuda de otro modo, el corazón no me permite abandonarlo. Pero para todo se encontrará remedio, si es la voluntad de Dios. Declaro, con todo, que tengo la firmísima intención de no continuar viviendo en las Escuelas Pías, donde la vida es para mí una angustia, y que, en el peor de los casos, viviré solo, y serviré al Señor en el modo que me parezca más conforme con el Evangelio, y así encontraré la paz que he perdido.

Me postro a los pies de V.P. Rvma. y le pido humildemente su bendición…

Por esas fechas el P. Provincial de Liguria, Nicolò Cigliuti, con mucho sentido común, escribe al P. Ricci explicándole el caso[Notas 163]: El P. Tiboni ha sido siempre un óptimo joven, pero me temo que el optimismo y la demasiada santidad le hagan perder la cabeza. Me había escrito también a mí, y yo con las mismas razones que V.P. le indica en su carta, intenté hacerle entrar en razón. La perfección en este mundo es inalcanzable, y, si no nos contentamos con la que se puede alcanzar, no tendremos ninguna. En nuestro Instituto, como en cualquier otro, ciertamente hay mucho que desear en lo que se refiere a observancia religiosa; sin embargo, vamos adelante, y hay amor al trabajo. Demos gracias al Señor si a pesar de la falta de personal y la tristeza de los tiempos estamos todavía como estamos. Conformémonos, y por querer lo mejor no perdamos el poco bien que se puede obtener y hacer. Le dije estas cosas a Tiboni, pero veo que no le convencí. Los Padres de Finalborgo no me han escrito ni una línea con respecto a esta exaltación mental. Haré venir a este Padre algunos días a Savona, para distraerlo. También los santos nos fastidian, decía D. Abundio, y lo mismo podríamos decir nosotros. También la santidad nos crea problemas.

El P. Tiboni escribió varias veces más al P. General, pidiendo permiso para llevar a cabo diversos experimentos: hacerse pasionista, o ermitaño, o fundar una pequeña comunidad escolapia para atender a huérfanos y niños pobres… De momento se calmó y obedeció quedándose en Finalborgo como maestro de novicios. Y desde ese cargo expresó al P. Mistrangelo su plan para mejorar la formación de los novicios[Notas 164]:

Confío mucho en la bondad singular de V.E., demostrada tantas veces a mí, indignísimo, como para no esperar que también ahora quiera prestarme una escucha benigna, y perdonarme si le causo molestias. Ciertamente no me atrevería a hacerlo si no me sintiese obligado a ello por un insuperable deber de conciencia.

Tras la experiencia de casi cuatro años me resulta indudable que en esta provincia nuestra suceden bastantes miserias causadas por jóvenes salidos del noviciado –de un noviciado, por desgracia, más nominal que efectivo, pues en su mayor parte está absorbido por los estudios-. Llegando aún tiernos e inexpertos a las diferentes casas, no encuentran en ellas observancia, por la conocida razón de que no existe; quedan abandonados a sí mismos, o por falta absoluta, o por insuficiencia relativa de asistencia y de dirección, especialmente espiritual. Deben ir a clase a institutos seculares, a menudo envenenados por los errores del siglo. En la comunidad, que debería llamarse religiosa, no siempre ven ejemplos edificantes, ni siempre oyen máximas sanas. En consecuencia, incluso los mejores sufren inmensamente, se extravían, y poco a poco acaban desmoralizándose. Los otros, que gobernados sabiamente tal vez acabarían siendo buenos, aprovechan la ocasión seductora, siguen la corriente, y se entregan a una vida que ya no tiene nada de religiosa ni de eclesiástica, y muy poco de cristiana. De ahí los malos resultados, y las frecuentes deserciones, que reducen a los que quedan a una deplorable minoría.

Estando así las cosas, V.E. me comprenderá fácilmente si le digo que me preocupa el amargo temor de hacerme cómplice de su daño ejercitando el oficio de Maestro de Novicios; incluso me parece una verdadera traición el orientar a jóvenes hacia un estado de vida que, en conciencia, debería desaconsejarles. He vivido en nuestras casas durante veintidós años, y puedo conocerlas. Pero debo confesarle que, mientras estoy de buena gana en el noviciado, no sé en verdad cómo podría adaptarme a volver a una cualquiera de las demás casas, y vivir esa vida informe que se lleva en ellas. Entonces, ¿cómo puedo yo en conciencia formar a los jóvenes para ese ambiente, que me resulta intolerable a mí mismo?

Por tanto, para atenuar, si no para evitar, los deplorables inconvenientes, he aquí unas breves propuestas que ruego a V.E. me permita someter a su consideración, y que creo, por lo demás, se entienden sin necesitar ninguna explicación.

I.Que los jóvenes hagan el noviciado regular de dos años, sin estudios profanos. Las dispensas del segundo año sean verdaderas y raras excepciones.
II.Que los neoprofesos vivan en un auténtico juniorato, escogido en la localidad más oportuna; hagan en privado los estudios de gimnasio, de liceo y de normal. No vayan a institutos del gobierno o seculares sino para los exámenes de licencia, o de patente.
III.Que en el mismo lugar, o en otro que se crea más oportuno, hagan los estudios sagrados a conciencia.
IV.Que durante todo este periodo de tiempo los jóvenes sean gobernados con una disciplina todo lo dulce que se quiera en los modos, pero rígida y verdaderamente religiosa en la sustancia, y se cuide especialmente el provecho espiritual, con todas las prácticas idóneas a ese objeto.
V.Que, de manera ordinaria, no sean enviados a la Universidad sino cuando hayan terminado los estudios sagrados.
VI.Que, de manera ordinaria, no sean empleados en las diferentes casas sino después de la ordenación sacerdotal, especialmente si se trata de cargos de autoridad. Los espíritus débiles tienen total necesidad de ser tratados así; los más fuertes no tienen nada que perder con ello. Todo esto, a la vista del estado actual de nuestras casas.
VII.Para ahorrar gastos y personal, me parece que sería oportuno crear un noviciado único, y un solo juniorato, para toda Italia.

Si no tengo la confirmación segura de que se pone mano verdaderamente, y cuanto antes, a estas, o a otras equivalentes, pero no menos eficaces, medidas, me veré en la dolorosa necesidad de renunciar a mi cargo y esperar nuevas órdenes, con la amarga incertidumbre, además (como he indicado más arriba) de poderlas seguir, no por falta de buena voluntad, sino por auténtica imposibilidad moral. No veo en absoluto cuál puede ser mi futuro; sólo siento que en conciencia no puedo continuar este presente.

De momento no he escrito al respecto a nuestro Padre Provincial, sabiendo que de momento está demasiado preocupado por continuos disgustos, que ha recibido especialmente durante estos últimos días. De todo corazón, y lo mejor que puedo, ruego por caridad a V.E. se digne enviarme alguna respuesta, mientras beso el sagrado anillo.

Sin embargo, su plan no pudo llevarse a cabo por falta de personal. Tal vez por eso, En 1903 pide permiso para pasar a la Cartuja: dice que lleva 24 años de continua violencia[Notas 165]. Y obtiene el permiso[Notas 166], pero después de vivir tan solo cuatro días en ella, decide volver a casa, pues descubre, por fin, que aquel no es su sitio[Notas 167]. Parece que el P. Ulderico Tiboni ya se conformó con la perfección que pudo encontrar en la Orden. Gozó luego fama de santo. Falleció en Roma en 1945.

Nápoles

Según el Catálogo de 1870, esta era la situación de la Provincia de Nápoles en aquel año[Notas 168]:

Casas Religiosos Alumnos

1.S. Carlo alle Mortelle 28 100 (int) + 80 (ext)
2.S. Carlo all’Arena 39 84 + 233
3.Campi 15 19 + 72
4.Francavilla 16 35 + 108
5.Foggia 17 33 + 150
6.Ariano 9 79
7.Ruvo 9 58
8.Benevento 8 13+ 74
9.Catanzaro 16 98 + 300
10.Vibo 14 49 + 29
11.Avellino 19 108 + 121
12.Galatina 13 35 + 125
13.Chieti 20 107 + 283
14.Maddaloni 21 110
15.Posilipo
TOTAL 224 791 + 1712 = 2503

Sin embargo, se trata de cifras antiguas, que para nada correspondían con la realidad. La Provincia de Nápoles se encontraba por aquellas fechas en un estado lamentable, que venía del tiempo de la supresión de las Órdenes Religiosas en Italia (1866), e incluso de antes, del tiempo de la ocupación del Reino de Nápoles por las tropas italianas en 1860. Apenas quedaban dos grupitos de religiosos que vivían juntos en Nápoles; todos los demás religiosos andaban dispersos, o simplemente habían colgado los hábitos y dejado la Orden. La Provincia de Nápoles era una sombra de lo que había sido décadas antes, y su porvenir era de lo más problemático.

El P. Casanovas se encontró con una grave dificultad para nombrar un Provincial. Sabía bien el P. Casanovas que la Provincia estaba dividida en dos bandos: uno más reducido, pero formado por dos personas de peso: el P. Wenceslao Profilo (1821-1881), ambicioso e intrigante, que ya anteriormente se había enfrentado con otros padres relevantes de la Provincia; hombre muy capaz a pesar de todo, que al llegar el P. Casanovas a Roma era Asistente General por Nápoles, Comisario y Visitador General de la Provincia, y Postulador General (estaba trabajando en la causa del Venerable Pompilio), y el P. Raffaele del Verme (1800-1879), que había sido Provincial en 1845-48. El otro grupo, un poco más numeroso, estaba formado en torno a los PP. Procacci, Provincial, y Salvatore Nisio, Rector de la comunidad de San Carlo all’Arena. El P. Casanovas se pone pronto en contacto con ellos, pidiendo a los líderes de los dos grupos que lleguen a un acuerdo para proponer un nuevo Provincial. Las posiciones están muy enfrentadas, son irreductibles. Para salir adelante, el P. General decide consultar al Arzobispo de Nápoles, Emmo. Sisto Riario Sforza, para que le recomiende un nombre. Este al fin le responde el 2 de junio de 1869, y le dice[Notas 169]:

Lamento no haber podido responder antes a su pregunta; con la presente le daré mi opinión, lo mejor que pueda, en respuesta a la preciada carta que me envió el 14 de enero pasado, y siguiendo a las dos mías de fecha 15 de enero y 19 de abril.

He dicho lo mejor que pueda, ya que no doy mi opinión sin tener alguna duda en contra, pero como veo que es necesario tomar una decisión para salir de la situación actual, que si se prolongara durante más tiempo, haría cada vez más desordenada la situación de la Provincia. Ha sido una dificultad para que yo diera mi opinión antes el hecho que da lugar a dudas de encontrarse los Padres como divididos en dos partidos principales, a favor y en contra de Procacci, sin excluir otras diferencias no menos graves, de modo que si intentáramos reunirlos para hablar no llegaríamos a ningún resultado verdaderamente útil, y escuchándolos de uno en uno tampoco da ningún fruto, pues todos son tenaces en el punto fijo de su respectiva idea, y ninguno, por bueno o malo que sea, quiere dar pasos para abrir el camino hacia un entendimiento de caridad y de orden según Dios. Salvo poquísimas excepciones, encuentro en muy pocos un verdadero espíritu eclesial, y en algunos ni siquiera una actitud de prudencia. No me consta que haya individuos de conducta o costumbres gravemente extraviadas, excepto unos pocos individuos que en sus doctrinas se acomodan al mundo, casi con una cierta espontaneidad, y normalmente la vida es una vida no siempre ordenada y de observancia religiosa.

Mientras tanto, tengo poderosas razones para esperar que si se lograra encontrar un nombre para ponerlo al frente de todos estos individuos, tal que quiera para sí y para todos los demás el ejercicio de una vida edificante, ocupada y útil para las almas, con la enseñanza y con las obras del Santo Ministerio, si esta persona estuviera dotada de tacto y de prudencia, podría este Superior hacer el bien, bien impidiendo que empeore la situación, bien mejorando las cosas un poco cada día, pues hay que tener en cuenta que actualmente en Nápoles, ciudad acogedora en estos tiempos del clero activo e industrioso para el bien, no faltarían ocasiones a los buenos eclesiásticos para ocuparse en la enseñanza y en la dirección de las almas.

Me falta decirle lo que pienso acerca de la persona a la que someter a esta prueba confiándole el oficio de Superior. Después de todas las averiguaciones que he podido hacer a este respecto, habiendo hablado también con muchos Padres de mi confianza, me he convencido de que en las actuales circunstancias, el P. Nisio es el menos inadecuado. Reúne muchos requisitos. Tiene y vive un carácter conciliador, hasta el punto que se pueda temer que en algún caso sea débil, pero no habiendo otro mejor, deberá desde el principio tener cuidado con la elección de los Asistentes con los que deberá consultar para los diversos asuntos.

El P. Profilo me parece un sujeto excelente en todos los aspectos, pero no creo que tenga de hecho lo que hace falta para unir los ánimos, y para obtener que los malos al menos no se vuelvan peores.

Sería largo describir a V.P. Rvma. las circunstancias que me han dictado lo que he escrito en toda esta carta mía; sería más bien un asunto para ser tratado de viva voz, y desearía que después de haber tomado Usted la resolución que Dios le dicte para la elección del Superior local, quiera luego con su presencia, si es posible en estos tiempos, dar otro espíritu a la reforma de esta Provincia.

Oído el Arzobispo, el P. Casanovas toma la decisión de nombrar Provincial al P. Nisio; no podía obrar de otro modo para no hacerle un desaire. Le escribe para que vaya a Roma a verle, y este va a San Pantaleo a mitad de junio de 1869. No parece que ponga mayor objeción al cargo. La Congregación General decide entonces nombrarle Provincial. Sin embargo, el conflicto entre los dos pequeños bandos sigue adelante.

El P. Casanovas, como luego el P. Ricci, intenta animar a los religiosos dispersos de Nápoles a volver a las casas abandonadas, intentando formar pequeñas comunidades, pero son muy pocos los que se deciden a hacerlo. Otros lo intentan, pero encuentran tantas dificultades que la vuelta les resulta prácticamente imposible. Muy significativo es el caso, por ejemplo, del P. Guadagni, que él cuenta al P. General en una carta fechada el 22 de febrero de 1881[Notas 170]:

Permítame que, después de mis intentos infructuosos con este P. Provincial, me dirija a Vd., esperando tener más suerte. Yo era escolapio en 1861, cuando tuve que salir de Catanzaro con toda la comunidad religiosa, a causa de la supresión. Todos mis compañeros fueron admitidos en los colegios de Nápoles, y yo, porque era napolitano, fui enviado a mi casa. Estuve allí algunos días, y le pedí al Provincial de entonces que me enviase a uno de los colegios que nos habían quedado, y él quería enviarme a Foggia, pero yo le hice ver que no podía ir allí, donde era muy fuerte el bandidismo, especialmente en el valle de Bovino, donde ya había sido secuestrado uno de nuestros religiosos. Seguí viviendo en mi casa, pero no podía quedarme allí, porque en una ciudad donde aún estaban en pie nuestras casas religiosas, viviendo yo fuera era considerado ciertamente como un apóstata. Insistí al P. Provincial, y luego al P. General, el cual viniendo a Nápoles y encontrando justos mis motivos permitió que pidiera un breve temporal de secularización, para poder vestir legalmente el hábito de sacerdote. Teniendo que presentar al Papa una razón verdadera para obtener el Breve, el encargado del asunto adujo la edad senil de mi madre, y la necesidad que ella tenía de mi compañía. Cambié de hábito, pero nunca cambié la mente ni el corazón de escolapio, tan cierto como que entonces abrí una escuela privada, y después, aumentando el número de los alumnos, el actual colegio – Instituto, donde siempre han enseñado aquellos Padres Escolapios que han querido dar clase, y siempre se ha regido por un reglamento idéntico al de nuestros colegios religiosos.

El P. Guadagni pedía ser readmitido en la Orden, y que esta se hiciera cargo de su colegio. Había un problema, y era que el colegio estaba endeudado, por lo que los superiores prudentemente le pedían que primero acabara de pagar las deudas de su colegio. Un caso más dramático y más difícil, pero que muestra bien los sufrimientos y las peripecias de muchos escolapios de aquel tiempo en Italia, es el del P. Achile Torre, que escribe desde Benevento al P. General el 18 de mayo de 1880[Notas 171], y le dice lo siguiente:

Paternidad Reverendísima, le expreso los sentimientos de mi más vivo agradecimiento, y desde este momento le ruego me considere como un hijo suyo, dispuesto a hacer todo lo que Vd. quiera ordenarme. He pecado ante Dios y ante mis hermanos hijos de Calasanz, y mi único pensamiento es reparar, en cuanto pueda, el mal hecho, y volver nuevamente al santo hábito que juré no quitarme durante toda la vida el día de mi profesión solemne (…) Al escribirle esto, mi pensamiento vuelve dolorosamente a los tiempos pasados. ¡Con cuánto amor he amado a mi Orden! Salí del noviciado el año 51, siendo aún joven, y luego hice a los 22 años la profesión solemne. Enseñé primero humanidades en nuestro colegio de Francavilla de Lecce; luego he enseñado filosofía en nuestros colegios de Monteleone, Catanzaro, S. Carlo all’Arena y S. Carlo alle Mortelle de Nápoles. Cuando estalló la revolución no supe resistir las perversas sugerencias, y quitándome el hábito me puse a sueldo del Gobierno, y he sido sucesivamente profesor de filosofía en los liceos de Campobasso, Maddaloni, Benevento, Ferrara, Módena y, por fin de Bolonia, donde actualmente soy profesor titular de la clase primera. Ante el Estado me he casado con una mujer de la que he tenido tres hijos. Reverendísimo Padre, tan pronto como pueda presentarme ante Usted le contaré los motivos de las falsas razones que me arrojaron al precipicio. Pero le aseguro que durante todo este desgraciado periodo de mi vida mi corazón ha estado lacerado por los remordimientos: Dios por su misericordia, por intercesión de la Santísima Virgen y de nuestro Santo Fundador han mantenido íntegro el tesoro de la fe en medio de mis tropiezos (…)

Tampoco a él le dan un no radical, pero le explican que antes de poder volver a la Orden, debe obtener la separación de su mujer, y dejar bien provistos a sus hijos… El P. Casanovas acepta entrevistarse con él. Son sólo dos ejemplos, pero hay muchos más de escolapios que, por unos motivos o por otros, han pedido la secularización o, simplemente, se han ido tras la supresión de las Órdenes religiosas.

Pero no todos están de acuerdo con la invitación a volver a los que se han ido. El P. Perrando, ex General, le dice que no cree que fuera beneficioso para Liguria el regreso de algunos individuos que se habían ido, y seguramente se podría decir lo mismo de Nápoles[Notas 172]. El P. Lucio Muscogiuri, Provincial de Nápoles, explica al P. General que en su provincia si no vuelven los que están fuera es porque no tienen casas propias, y por tanto no pueden acogerlos[Notas 173]. Pero su sucesor, Francesco Gisoldi, en una carta escrita años más tarde a un religioso que vive fuera y no quiere volver, da unas explicaciones más precisas sobre los motivos alegados por los que no quieren regresar[Notas 174]:

La carta a la que V.R. hace referencia se ha extraviado. Pero no es el extravío de la carta lo que lamento, sino el hecho de renegar. Sí; constituyen un renegar de S. José de Calasanz las palabras de aquellos religiosos que, aun teniendo capacidad y fuerza para enseñar, viven fuera de la Orden. Desean al Provincial actual el reverdecer de la antigua gloria de la Provincia Napolitana; dicen todos ser hijos respetuosos; están todos, con ternura de corazón, dispuestos a obedecer a la llamada del Superior… ¡Palabras, palabras, sólo palabras! Cuando se trata de actuar, ya no son los dulces, suaves, tiernos hijos… ¡son rocas! Así responden: “San José, al que tanto amo, aprueba que yo dirija a las monjas, y no quiso que me fuera a un páramo” (Campi). “Soy coadjutor de una iglesia. S. José quiso plantar aquí su tienda, y que yo fuera su centinela”. “V. Paternidad se equivoca; no ha entendido mi carta (¡nada menos!); yo pensaba volver cuando la Orden volviera a ser reconocida”. “Tengo hermanas ancianas”. “Tengo sobrinas jóvenes”. “Tengo que terminar un litigio; luego iré”. “Tengo compromisos en el seminario… en el municipio… (deme por excusado)”. “Tengo que cuidar de huérfanos, ocho sobrinos, por los cuales siento continuamente la voz de Calasanz: ‘Tú serás la ayuda del huérfano’”. “La Provincia de Nápoles, representada por la Casa del Calasancio, es una larva que se muere; asegúrenme la vejez con una renta vitalicia, e iré”. “Iré a condición de que se respeten mis años de servicio y mi edad avanzada; iré para ‘dar y recibir’ el consuelo de morir entre los hijos de Calasanz”. “Durante los treinta años de la supresión, ¡qué han hecho los Superiores por nosotros? ‘No se han hecho vivos’, nos han abandonado”. “Durante estos treinta años he adquirido propiedades urbanas y rurales, con casas de veraneo, que formarán el patrimonio de mis sobrinos. S. José quiso que yo administrase estas propiedades para ellos”.

¡Hay que ver cuántas ediciones de San José hacen, cada cual se crea el suyo! ¡Hijos ingratos que someten la obediencia a pactos, y hacen negocio con ella! (…)

Yo no sé cómo llamar a nuestros religiosos: de lejos los bendigo; de cerca los abrazo; les ruego siempre… pero mi palabra cae al suelo y se rompe. Bendigo a los buenos hijos de Calasanz, pero no me olvido de bendecir también a los ingratos. De V.R.

Sin embargo, el mismo P. Gisoldi se muestra comprensivo y compasivo en alguna ocasión[Notas 175]:

No siempre se conoce a historia de los nuestros del trentenio de la supresión: algunos alejados de Dios son desgraciados; otros, que al principio no fueron acogidos por los hermanos por carencia de medios y de locales, son dignos de compasión. Entre estos últimos creo que se puede considerar a nuestro buen P. Francesco Soricelli. Sé que sufre de neurosis; hace casi un decenio lo encontré en el establecimiento balneario termo-mineral en compañía de un hermano enfermo como él. Ahora ha mejorado de salud, pero no tanto como para ser ocupado en la Orden en algún oficio.

El P. Salvatore Nisio resulta ser un buen Provincial, que logra mantener unida al menos una parte de la Provincia de Nápoles. Con su amabilidad y su oratoria conservaba un alto nivel de culto en la iglesia de San Carlo all’Arena, que había sido la del colegio antes de la supresión y gozaba de gran aceptación entre los napolitanos, y era muy apreciado por el Cardenal Arzobispo de Nápoles Sisto Riario Sforza. Pero en 1875 fue nombrado obispo de Ariano, a pesar de sus protestas. Como él mismo contaba al P. General[Notas 176]: Ayer me envió el Auditor de Su Santidad un oficio con mi nombramiento como Obispo de la Catedral de Ariano. Esta noticia me ha llenado de confusión y de consternación. Yo he presentado mis razones, por las que suplicaba al augusto Pontífice reinante que me exonerara de esta carga, añadiendo que mi complexión física no es tan fuerte como para soportar la rigidez del clima de Ariano, de modo que si voy allí será para sucumbir, etc. Ahora me dirijo a V.P. Rvma., rogándole que haga todo lo posible para que mis razones sean admitidas (…)

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El P. Salvatore Nisio nació en Molfetta (Puglia) en 1824. Vistió el hábito escolapio en Campi en 1842; fue ordenado sacerdote en Francavilla (1848), donde enseñaba; entre sus alumnos se halló el Siervo de Dios Bartolo Longo. Vice-maestro de novicios en Nápoles. Superior y luego Rector del colegio de Chieti (1854-1861). Se dedicó luego a la cura de almas en la iglesia de San Carlo all’Arena. Nombrado Provincial de Nápoles (1869-1875) logró hacer sobrevivir la Provincia. Nombrado Obispo de Ariano, recibió la consagración en San Carlo all’Arena el 13-10-1875. Pasó a su sede y al poco quedaba casi ciego y renunció, siendo nombrado Obispo titular de Amorio. Se retiró a Nápoles y ayudó a los arzobispos Riario Sforza y Sanfelice y a las Escuelas Pías. Mantuvo siempre una relación cariñosa y respetuosa con el P. General Casanovas, que encontró en él un apoyo firme para sacar adelante la provincia de Nápoles.

Otro religiosos de Nápoles, el P. Michelangelo M. Monti, escribe también al P. General[Notas 177]: Tengo el deber de manifestar a V.P. que la pérdida del Prov. Nisio significa el hundimiento de esta pobre Provincia, y especialmente de la iglesia de S. Carlo all’Arena, que es para nosotros el mejor centro de unión (…) Si V.P. cree presentar a Su Santidad la petición de todos nosotros, hágalo cuanto antes para salvar esta provincia tan abatida, que sin embargo intenta recuperarse y volver a florecer (…) Sin embargo el P. Casanovas nada quiso o nada pudo hacer, y el nombramiento del P. Nisio como Obispo de Ariano fue una realidad. Para desgracia suya, porque, tal como se temía, a los pocos meses enfermó gravemente, según él a causa del clima de Ariano. Perdió casi por completo la vista, y a los pocos meses escribe al P. General para que medie con el Papa para a fin de descargarlo de su responsabilidad como Obispo de Ariano por motivos de salud, y envía un certificado médico que apoya su decisión[Notas 178]. El Papa acepta su renuncia, y nombra al P. Nisio Obispo titular de Amorio y Auxiliar de Nápoles, donde vuelve a residir en su querida casa de S. Carlo all’Arena, prestando todo tipo de servicios (dentro de las limitaciones impuestas por la grave enfermedad de la vista) tanto a la diócesis como a las Escuelas Pías[Notas 179]. Y allí siguió, prestando humildes servicios hasta el día de su muerte en 1888, a los 64 años de edad.

Siguiendo los consejos del P. General, los escolapios de Nápoles se ponen de acuerdo para comprar un edificio propio, en el que poder instalar escuelas, vivienda y noviciado. Entre diez religiosos (incluyendo el Obispo Nisio, que pudo contribuir más generosamente) compraron a subasta el edificio que se encuentra en largo Donnaregina (donde el Colegio Calasanzio ha funcionado hasta hace algunos años), por 23.000 liras[Notas 180]. Sin embargo el edificio no lo podían ocupar hasta dos años más tarde[Notas 181], aunque era ya un gran paso de cara a la restauración de la Provincia. Unos años más tarde, en 1880, son capaces de comprar otra propiedad en Bellavista, localidad cercana a Nápoles. El 8 de febrero de 1880 el P. Michelangelo d’Atri le comunica que ya han recibido permiso de la Santa Sede para comprarla[Notas 182]; el 28 de marzo del mismo año el P. Lucio Muscogiuri comunica que la compra es ya una realidad[Notas 183]. También allí se creará un colegio, de nombre Landriani, que ha funcionado hasta finales del siglo XX.

Sin embargo, la provincia de Nápoles atraviesa una seria crisis durante todo este periodo. Dos factores influyen en esta progresiva decadencia: el primero es la falta de capacidad para adecuar el colegio Calasancio a los tiempos nuevos; como consecuencia, irá perdiendo prestigio y alumnado, y contrayendo deudas cada vez más difíciles de pagar. La segunda es la prioridad concedida a la casa de Pompei, que no era escolapia y terminará en fracaso, pero a la cual los Superiores Generales y el P. Giannini cuando fue Provincial sacrificaron los intereses de la Provincia Napolitana.

En cuanto a personal, la provincia estaba sufriendo un declive imparable. En 1901 había tres casas constituidas: el Colegio Calasancio, con 11 sacerdotes, 4 juniores, 5 novicios y dos hermanos, y con 15 alumnos internos, 10 mediopensionistas y 95 externos; además estaba unida a ella la iglesia de S. Carlo all’Arena, con un sacerdote; la casa de Campi, con 4 sacerdotes y 2 hermanos, donde atendían al santuario y a una escuela de primaria de 53 alumnos; y la casa de Pompei, con 6 sacerdotes, 3 juniores y 1 hermano; atendían a 103 alumnos internos (hospicio de los hijos de los encarcelados) y 91 externos. El P. Gisoldi, angustiado, escribe una carta al P. General Mistrangelo[Notas 184]:

¡Pobre casa, pobre provincia napolitana! ¡Me la veo despedazada entre las manos, envilecida, dividida! ¿Quién puede medir mi amargura ante este espectáculo de muerte de la Provincia que yo he amado y amo tanto! (…) El P. Sisto confiesa haberse arruinado él mismo, su nombre, el nombre de los escolapios, la casa, la provincia, cuando aceptó el rectorado de Pompei. Confiesa el error, pero no dice que fue sordo a quien le rogaba que no abandonase la casa de Nápoles. Resultó fatídico lo que le dije: “Pompei será la tumba del Colegio Calasancio de Nápoles”.

La Provincia acumula importantes deudas, que ni siquiera son capaces de contabilizar con seguridad, porque el P. Sisto Buonaura, rector de Nápoles, se ha descuidado durante muchos años. El P. General decide enviar a Nápoles al P. R. Cianfrocca, Procurador General, para que examine la situación de la Provincia y haga alguna recomendación. El P. Cianfrocca va a Nápoles, y desde allí mismo envía su informe a la Congregación General[Notas 185]:

Aunque encuentro el estado de la Provincia de Nápoles digno de compasión, no es tan desesperado como nos querían hacer creer. Según el criterio que me he formado, habría que acceder a la dimisión del ex Provincial P. Gisoldi, quien con la carta que escribió a V.E., y que nos leyó en la Congregación General en Florencia, dice que la Provincia Napolitana es ya un cadáver, y que él no tiene el poder divino de hacerla resucitar, y que por tanto, si se la quiere resucitar, hay que confiarla a otro, y no a él, Recurramos, pues, a otros, y sin salirnos de la terna de provinciables, convendría nombrar al P. Giannini, pero no Provincial, sino Vicario Provincial, para no suscitar veleidades regionales, y darle órdenes precisas al enviarle la patente:

a)Evitar la catástrofe financiera inminente no vendiendo Bellavista, después que han puesto carteles públicos anunciando esta venta en todo Nápoles y fuera; vendiendo o alquilando en lugar de ello la casa de Donnaregina, que no sirve para ser colegio y ya está muy desacreditada entre todos, y crear un nuevo colegio aquí en Bellavista que, a juicio de los que piensan bien, tratándose de un lugar verdaderamente regio por la amplitud de los locales, la belleza y la bondad del campo, la comodidad de los medios de transporte, y centro de pueblos ricos y poblados, que carecen de un instituto de este tipo, sin duda podría estar a la base de un verdadero resurgir, como lo fue y lo es el Mondragone cerca de Roma, el de la Canocchia cerca de Nápoles y el de Vico Equense cerca de Sorrento.
b)Suprimir el liceo, tanto más cuanto que para estas clases no hay ningún interno entre los pocos, exactamente 16, que componen el colegio.
c)Restringir la enseñanza al gimnasio y la escuela primaria, y en el gimnasio solo las clases para las que haya internos.
d)Aplicar a estos dos únicos niveles solamente padres escolapios, pues hay los suficientes, ya que se cuentan hoy 15 religiosos que forman parte del colegio, y despedir a los profesores seglares, que hoy llegan a 13, que son auténticas sanguijuelas, exceptuando alguno, en caso de necesidad, para las bellas artes.
e)Restringir el número de criados por ahora, que están ociosos y se ocupan poco de la limpieza.
f)Nombrar vicerrector al P. De Carolis, dejando el título al moribundo P. Buonaura[Notas 186], pero no para un trienio, sino temporalmente, para permitir al nuevo Provincial que estudie mejor la situación en los primeros meses de su mandato, y vea cuál es el individuo joven y más a propósito para el cargo. Al De Carolis, quitarle el cargo de Prefecto de las escuelas, cargo para el que un joven servirá mejor, y jóvenes no faltan.

g)Poner las bases de una administración regular a cargo no solo de una sola persona, sino de los oficiales elegidos por la comunidad, que debe observar las prescripciones de las Constituciones, teniendo ante los ojos las normas que nos da el maravilloso administrador nuestro S. José en sus Reglas, normas que son tan sabias que yo lo consideraría entre los más grandes administradores civiles.

Estas son las primeras decisiones que yo creería oportunas por ahora. Luego de palabra, yendo a hablar con V.E. a Florencia, podemos precisar más.

Y, en efecto, recibe el encargo de dirigir la Provincia, con el nombramiento de Vicario Provincial, el P. Giovanni G. Giannini, que era originario de Toscana y llevaba ya varios años a cargo del hospicio de Pompei. Pero el P. Giannini, aceptando el cargo, no cambió mucho su forma de vida, que seguía centrada en Pompei, de donde apenas se ausentaba. No se acercó a Campi, porque estaba demasiado lejos. Y en cuanto a Nápoles, intentó encontrar fórmulas para disminuir la deuda del colegio, vendiendo si era preciso la villa de Bellavista Portici; pero él no era un hombre hábil para los negocios, y a pesar de su buena voluntad, poco logró hacer. Además, cuando intenta llevar alguna medida enérgica, a menudo se encuentra con la oposición de los religiosos de Nápoles, a quienes no les acaba de gustar que un toscano tome decisiones radicales para su Provincia. Por eso dos años después de ser nombrado Vicario Provincial, envía su renuncia al P. General, reconociendo que es incapaz de salvar la Provincia, y en particular la casa de Nápoles[Notas 187].

Nuestro paso por el Santuario de Pompeya, muy cerca de Nápoles, de 1894 a 1907, constituye una página a la vez brillante y penosa de nuestra historia[Notas 188]. Bartolo Longo (1841-1926), ex alumno del colegio escolapio de Francavilla Fontana (1846-1858) fundó el Santuario de Pompeya (o Pompei, en italiano) dedicado a la Virgen del Rosario. Puso la primera piedra el 1876, y fue atrayendo grandes muchedumbres de fieles. En 1887 creó un orfanato para niñas, y en 1892 decidió crear un hospicio para hijos de encarcelados, a los que iba a ofrecer una buena educación, y de este modo dar esperanza a sus padres. Para ello pensó en los escolapios, sus maestros. Escribió una carta al P. Ricci[Notas 189], en la que le decía:

Fui educado por los Padres Escolapios, y en general todos los que tuvieron la misma suerte que yo envían a sus hijos a los colegios de las Escuelas Pías, en los cuales, si se pasara lista de los alumnos, se vería que la mayor parte de ellos nos ha traído un apellido conocido. Aunque yo no tengo hijos, tengo los que por afecto he adoptado como tales, y todo me lleva a pensar que yo los confíe a mis respetados y queridos Padres Escolapios. Tales son para mí los hijos de los encarcelados. El Emmo. Cardenal Monaco La Valletta ha acogido y aprobado con placer la noticia de este deseo mío, y el P. Sixto ha aceptado el encargo de Rector del Hospicio para los hijos de los encarcelados. El P. Sixto[Notas 190] es rector también del Orfanato, y por lo tanto necesita que algún otro escolapio, en calidad de ministro, según nuestro vocabulario acostumbrado, represente en el Hospicio a los hijos de los encarcelados a la persona del P. Sixto, del mismo modo que él me representa a mí, y ocupa mi lugar en uno y otro lugar.

El P. Ricci se pone inmediatamente en contacto con el P. Carlo Pissarello, nuevo Provincial de Liguria, pidiéndole ayuda[Notas 191]:

Don Bartolo Longo, fundador de Pompei, y el Cardenal Monaco, Vicario del Papa en Pompei, quieren absolutamente un escolapio que haga de ministro en el colegio de los hijos de los encarcelados, del cual el P. Sisto Buonaura es rector. Pero él está poco allí. Y todo el cuidado recaería sobre este que mandaríamos. Sería, puede decirse, como fundar una nueva casa, sin gastar nada y además con el mantenimiento, pues cualquiera ve que allí va a constituirse una comunidad. Poner a nuestro Instituto en las instituciones modernas sería infundirle nueva sangre, y esto correspondería bien a Liguria, que antes acogió la instrucción de los Sordomudos, rejuveneciendo las Escuelas Pías. El P. Gandolfi es un joven de ingenio a quien no le disgustan las aventuras. Yo le enviaría allí a abrir el terreno para el año próximo, sin comprometernos de momento por más de un año. Si luego continuamos, aquella Institución, tan querida para el Papa, pertenecería a Liguria. No creo que sea un gran inconveniente para Liguria privarse de Gandolfi, pues otro puede hacer el triple de lo que él hace en Carcare. Cuando se acaben las clases en julio, partiría, y Usted comenzaría su Provincialato con un hecho histórico de los más hermosos. Todo el mundo ha aplaudido la educación de los hijos de los encarcelados como una de las mayores invenciones del siglo. Nos despertaremos.

En una carta posterior insiste el P. Ricci en su deseo de apoyar la fundación de Pompei con gente de Liguria[Notas 192]: Para el próximo curso, sea yo General o no, tenga dispuesto un joven para enviar a Valle di Pompei, para ayudar al óptimo sacerdote que parte ahora de esa provincia, para que se pueda constituir allí una pequeña comunidad nuestra, según la verdadera observancia y la vida común, al servicio de los hijos de los encarcelados. Y, todavía más adelante, sigue pidiendo la colaboración de Liguria en la obra de Pompei[Notas 193]: Deseo, y si no escribiese al Provincial Pissarello tan obediente, diría ordeno que Usted envíe solícitamente al P. Bianchini a Pompei, hasta que vuelva allí el P. Gandolfi, que ha dejado solo, aunque con mi aprobación, al P. Giannini con tantas preocupaciones sobre la espalda. Y más adelante[Notas 194]: ¿Puede darme para Pompei un Padre fuera de uso que sirva para vigilar a los hijos de los encarcelados? Por este año. Si no, basta un junior; no un lince, pero tampoco un grullo, para lo mismo.

Unos meses más tarde el mismo Bartolo Longo, pidiendo algún religioso más al P. General, le dice que La Virgen ha mostrado claramente que los hijos de los encarcelados deben ser educados por los hijos de S. José de Calasanz.[Notas 195] En 1895 llega desde Florencia el P. Giovanni Giannini, un hombre entusiasta, muy espiritual aunque poco práctico para la gestión. Se entusiasma con la tarea, porque se atiende a niños muy pobres (hijos de encarcelados) y porque ve a posibilidad de que surjan de ellos abundantes y buenas vocaciones, el sueño de todo escolapio. En una circular fechada el 23 de enero de 1895[Notas 196], el P. General informa sobre Pompei y el proyecto de establecer allí una fundación escolapia:

Pero antes incluso que los Santos y Beatos, la Santísima Virgen María es nuestra patrona y refugio. Vosotros no desconoceréis ese nuevo templo de sus glorias que Ella ha hecho en el pequeño pueblo de la antigua Pompeya, donde cada día en un santuario muy popular, celebrada bajo el título de Virgen de las Victorias, dispensa prodigiosas gracias a los buenos, vence y hace arrepentirse a pecadores en gran número.

El Rector de este santuario, que se ha convertido en la propiedad de la Santa Sede, es desde algunos años un hermano nuestro; y después de la fundación del hospicio para educar a los hijos de los presos, obra aplaudida por todo el mundo civil, me pidió otro hermano, y no tuve valor para negárselo. Y ahora también este está allí; y cada día presenta a la Virgen la larga fila de aquellos niños desafortunados, a los que se dejaba crecer para ocupar el puesto de los padres en las galeras, y que ahora con sus bocas limpias de blasfemias cantan todas las tardes las alabanzas de la Criatura más santa.

Confío en que nuestros provinciales, mirando un poco hacia el futuro, se esfuercen por tener listo algún joven religioso para ese fin tan moral: de lo contrario se perdería para siempre la más hermosa oportunidad para establecer allí una comunidad nuestra, renovada en la observancia y empujada por la caridad antigua a las maravillas caritativas de los nuevos tiempos. Nuevos tiempos no eran cuando tomó forma el pensamiento santo de la educación de sordomudos; sin embargo, dos hermanos nuestros, uno tras otro, dedicaron a ella su corazón y su ingenio, adquiriendo para el Instituto un primado de trabajo duro, no de parloteo, que continúa hoy en día en Siena su espléndido camino entre los aplausos y bendiciones de todos los partidos más discordes.

El P. Giannini, como los superiores escolapios, esperaba que Bartolo Longo les permitiría libertad de acción en su tarea educativa, pero no fue así: él quería controlar todos los detalles. Las escolapios que trabajan allí comienzan a quejarse: el P. Pier Luigi Sacchetini habla de la cautividad babilónica de los escolapios en Valle de Pompei[Notas 197]. Mientras tanto el P. Ricci, tras el Capítulo General de 1898, sigue ilusionado con la obra, y la recomienda en una carta circular[Notas 198]:

Es conocido con qué aplauso fue aclamado por todos el trabajo en beneficio de los hijos de los presos. Solicitados en repetidas ocasiones, no nos hemos negado a participar en esta hermosa y nueva forma de caridad cristiana, y las Escuelas Pías fueron a Pompeya. Ahora, ya que se trata de consolidarlas, el Capítulo General ha sancionado con nuestra aprobación, que cuando el Fundador y el Cardenal Prefecto nos aseguren con un documento serio nuestra continuación allí, los Provinciales de Italia deberán ayudar para enviar cada uno, según sea necesario, algún religioso de la Orden.

Bartolo Longo escribió un primer testamento en el cual dejaba a los Escolapios el Hospicio y la imprenta, de la que se venían encargando[Notas 199]; el Santuario lo legaba al Papa. Pero luego cambió de opinión, y en un nuevo testamento lo dejó todo al Papa. Los escolapios, más que la propiedad, lo que pretendían era tener un contrato en el que se especificara claramente su autonomía en la dirección del Hospicio, pero Longo no estaba dispuesto a ello, y con subterfugios los iba manteniendo en una situación provisional. Con el paso del tiempo las cosas se fueron complicando. El P. Antonio Gandolfi, de la Provincia de Liguria, había sido enviado a Pompei, y allí se convirtió pronto en el hombre de confianza de Bartolo Longo: era un hombre capaz, serio y dedicado. Estaba a cargo de la administración del Hospicio, del internado y de la imprenta. Amaba su trabajo, hasta que comprendió que el Hospicio era en la práctica un instrumento de explotación laboral infantil, en el que niñas y niños tenían que trabajar durante toda la jornada en la imprenta, sin recibir a cambio ni salario ni formación profesional en algún oficio que les permitiese ganarse la vida luego. Y en agosto de 1902 escribió una carta de protesta al nuevo P. General, Alfonso Mistrangelo[Notas 200], firmada también por el P. Giannini, que era a la sazón Provincial de Nápoles:

¿A qué se reducirá nuestra obra si nos quitan el único medio de poner a los hijos de los encarcelados en condiciones de ganarse honradamente el pan cotidiano al salir del instituto? Pues el dedicarlos a todos, contra su genio, al único trabajo del libro, además de ser fuente de malhumor, y por tanto de indisciplina, ya que se opone a la libre expansión de los talentos y de las inclinaciones de cada uno de ellos, será fatal para la mayor parte de ellos, pues no podrán ejercitar este oficio e sus pueblos de la montaña, entre los campesinos con los que han vivido antes.

Pero esto no es todo. Nos parece digna de consideración la razón que se aduce para justificar la amenazada supresión de la escuela de artes y oficios, razón a la que se recurre cada vez que surge el tema entre el Comisario Longo que impone, y los padres escolapios, obligados a tolerar que se explote indignamente a los hijos de los encarcelados. Se dice: “Los hijos de los encarcelados deben servir a la Obra; sólo con esta condición pueden permanecer en el hospicio, y la obra necesita encuadernadores”. Nosotros, sin embargo, partiendo de un principio diametralmente opuesto, decimos: “Es la Obra, o sea, vosotros, los que habéis llamado a los hijos de los encarcelados para beneficiarlos, y no para beneficiaros con su daño”. Y sobre este punto capital, tantas veces sacado a la luz y discutido sin fruto, todavía hoy disentimos absolutamente con el Comisario Longo.

El P. Gandolfi pedía que se creara un Consejo de Dirección para las cuestiones educativas del Hospicio. El P. General escribe una carta a Bartolo Longo el 26 de agosto de 1902, pidiéndole un contrato escrito, por el cual se confíe la educación de los niños a los escolapios, y que constituya el consejo de dirección que sugiere Gandolfi. Bartolo Longo le dará buenas palabras, pero no cederá a ninguna de las exigencias. Al final, al no conseguir un contrato digno para seguir en Pompei, los escolapios abandonaron el lugar en 1907, dejando el lugar a los Hermanos de La Salle, que siguen allí. El sueño de los PP. Giannini y Ricci de establecer allí una comunidad renovada y modélica, que fuera como el motor de la resurrección de la Provincia de Nápoles, se vino abajo.

Mientras tanto, Campi se iba animando con las noticias de la próxima beatificación de Pompilio Pirrotti, que tuvo lugar en 1890. Los devotos se comprometen a crear y pagar la urna que contenga los restos del beato[Notas 201]. El P. Alessandro della Corte, rector de la iglesia, pide al P. Ricci el diseño[Notas 202]. Tras la beatificación, parece que los sacerdotes seculares de Campi reivindican la iglesia de los escolapios, tras la muerte del P. Della Corte, pero el obispo de Lecce no se la concede[Notas 203]. El P. Provincial Gisoldi quiere mantener a toda costa la presencia de los escolapios en Campi. Escribe al P. General[Notas 204]: Las dificultades aumentan, pero a aquella casa tenemos que ir. Allí tienen su base todas las tradiciones de los Escolapios napolitanos, pues si no fuese por estas tradiciones y por las santas reliquias del Beato Pompilio habría que desistir. El que es escolapio y ama la Orden, visitando aquella casa se anima a prepararse para los sacrificios.

La iglesia, propiedad del Ayuntamiento desde la supresión de las Órdenes Religiosas, amenazaba ruina, hasta el punto que el P. de Pace pidió permiso al Papa para celebrar la misa y celebrar las confesiones en una capilla adjunta[Notas 205]. De hecho, se cae parte de la fachada el 12 de noviembre de 1895, y hay que rehacerla. El ayuntamiento, ahora favorable a los escolapios, se encargará de ello, con ayuda de los fieles. A partir de 1898, los escolapios disfrutaron de paz con el municipio, y se reabrieron las escuelas. Pero con el cierre del Calasanzio de Nápoles, las cosas se ponían muy difíciles para toda la Provincia. Eran muy conscientes de ello los religiosos de Campi, única casa a salvo, que escribían al P. Mistrangelo[Notas 206], diciéndole que les causaba mucho dolor el cierre de la casa de Nápoles, y temían que iban a pagar las consecuencias también en Campi. Añadían:

Esta casa se reabrió en noviembre de 1898 mediante un contrato firmado por el Alcalde de aquel tiempo y el P. Gisoldi, Provincial. Aquel contrato, del que le envío copia, que no está reconocido por el Provisor, ni por la Junta Escolar Provincial, es un acto privado y sin ningún valor jurídico, y por tanto es denunciable por una de las partes, y la otra no puede hacer nada en contra. De aquí se deriva el estado precario de esta casa, y la continua y siempre creciente preocupación de los religiosos.

Y tenemos motivos justificados para estar preocupados, pensando en la elasticidad del Consejo Municipal, donde no faltan individuos que asiduamente proponen la expulsión de los Padres, apoyándose en que el contrato no solo no tiene valor, sino que contiene obligaciones que hasta ahora no hemos satisfecho. De hecho, el art. 1º del contrato impone que haya maestros de todas las materias, y que los maestros sean jóvenes y provistos de diploma. Y nosotros desde hace 6 años carecemos de profesor de francés y del maestro de 1º de gimnasio, y vamos tirando por medio de recomendaciones al Secretario municipal para que no mueva este peón. A largo plazo se descubrirá el juego: llegarán protestas al consejo, nos acusarán de faltar a la palabra, y demás. Puestos en una posición insostenible, y no por culpa nuestra, ¿quién nos apoyará?

Este es un punto grave sobre el que llamamos la atención de los Superiores para que provean a tiempo, y con religiosos, ya en que Campi no están dispuestos a recibir a otros maestros seglares, además de los que ya tenemos. Además, uno de estos, o los dos, pueden irse, y entonces tendremos otros huecos que habría que cubrir con religiosos con diploma. Incluso existe el peligro de que uno de los dos profesores quiera dejarnos pronto, ya que, quizás a la vista de nuestra impotencia, presenta algunas pretensiones, a las que no estamos en condiciones de ceder.

Es también grave el art. 2º, en el que se impone a los escolapios el reconocimiento del gimnasio. Es un artículo que dejamos sin comentarios…

Esta es la situación de la casa de Campi, que debería ser la joya de la Orden, porque tiene su origen en los tiempos del Santo Padre, y porque es depositaria del cuerpo de nuestro B. Pompilio.

Caído Nápoles, está claro que deberá caer Campi, y entonces se verá otra vez que los Padres ancianos serán invitados a ir a casa de sus familias. Pero los religiosos de Campi, viejos y jóvenes, no tienen familia: su familia es la Orden en la que quieren perseverar hasta la muerte.

Hemos enviado copia al Excmo. Visitador apostólico y al Rvmo. P. Asistente. (Firman 5: Sacchi, De Pace, Filomeno, Vasca y Glicerio Terraccianco).

Uno de los firmantes, el P. Pompeyo Vasca, merece una mención especial. Había nacido en 1869, y tras ser ordenado en sacerdote, fue enviado primero a Pompei, para trabajar en el instituto de los hijos de los encarcelados. Después pasó muchos años en Campi, donde fue nombrado rector varias veces. Es, probablemente, el primer escolapio que soñó con ir a África. A finales de 1901 manifestó sus deseos al P. General[Notas 207]:

La Obra de San José de Calasanz siembra desde hace siglos y recoge frutos de vida eterna en muchas regiones de Europa y de la lejana América. África, sin embargo, ha quedado, como estaba, en las tinieblas, al margen de tanto bien, y espera tal vez ansiosa que un rayo de tanta luz de nuestro S. Padre llegue finalmente hasta ella, e ilumine la mente de tantos pobres niños que podrían un día formar parte también de la Iglesia de Jesucristo, cantarle himnos a él, Padre amoroso, y recibir después de morir la gloria que de otro modo esperan en vano.

Me vino esta idea hace seis o siete años, y no me ha abandonado luego, en medio de las obligaciones escolares y de tantos sufrimientos que a veces me han hecho llorar.

Muchas veces me he dirigido al Señor en el silencio del corazón, y le he rogado humildemente que me mostrara más claramente su voluntad, y me abriese el camino para seguirlo fielmente. Una vez, siendo estudiante universitario, hablé de ello con mi confesor el P. Fernando Ferrara, y me aconsejó que esperara aún, hasta después de licenciarme, y que me abandonara en las manos de Dios. Hace ya cuatro años que me he licenciado y este pensamiento sigue presente en mí; incluso se ha hecho más vivo, como para escribir a mis Superiores, y manifestarles lo que pienso, pero razones quizás poderosas me han contenido y no lo he hecho.

Sin embargo, ahora que las cosas de la provincia napolitana han tomado un aspecto diferente[Notas 208], por fin me he determinado a echarme a los pies de V.P. Rvma., a abandonarme en sus manos, y a esperar de Usted lo que Dios quiera de mí.

Quizás este deseo mío podría a primera vista parecer extraño por las grandes dificultades que representa, y por los muchos obstáculos que podrían presentarse. Pero si esta es la voluntad de Dios, si Dios quiere que la Obra de nuestro S. Padre llegue hasta allí para recoger frutos de paraíso, ciertamente lo que ahora parece extraño podría hacerse realidad, y los obstáculos que el infierno podría oponer, ser vencidos y eliminados.

Compadézcase V.P. Rvma. de mí, perdone tanto atrevimiento y deme la bendición que, de rodillas a sus pies, espero de corazón.

El P. Mistrangelo debió responderle animándole a mantener encendido su deseo, pero esperar a que llegara el momento oportuno. En 1904 el P. Vasca volvió a escribirle, para recibir seguramente la misma respuesta[Notas 209].

Y todavía escribió una vez más al P. Mistrangelo (a la sazón Visitador General) para insistir sobre su deseo, precisando el destino al que quisiera ser enviado[Notas 210]:

Cada vez es más fuerte en mí el deseo de ir a África para reunir niños y educarlos según el corazón de S. José de Calasanz. Por ello me dirijo de nuevo a V.E. Rvma., que tiene corazón de Padre y ama la Orden con el amor de los grandes, para que se tome la cosa a pecho y la dirija con la prudencia que es su don especial.
Si es voluntad del Señor lo que mi corazón desea, yo sería de la opinión de ir a África meridional, entre los Bosquimanos, que están todavía aislados, y allí, a la sombra de la Cruz, que abate los ídolos y convierte a los pueblos, llevaría la luz del Evangelio a aquellos pobrecitos, que sin embargo son nuestros hermanitos y herederos del Reino de Dios.
Señor, Tú que desde hace tantos siglos te sirves de los pequeños para llevar a cabo tus obras, infunde en mi pecho la fortaleza de los Santos, y al Pastor de Florencia, a quien se ha dirigido tu siervo, ilumínale la mente y fortalece su brazo para que disipe las tinieblas y rompa las cadenas que se opongan a este propósito.

Le beso de corazón la mano y le pido su santa bendición.

El P. Mistrangelo debió responderle lo mismo que las otras veces: siga en Campi. Así que, obediente y resignado, escribe una carta al P. Mistrangelo[Notas 211]:

Las palabras de V.E. Rvma. me son siempre de gran consuelo, y le doy las más sentidas gracias. Yo mientras tanto quiero obedecer ciegamente, ya que esta es la vía más segura, y espero que el Señor recompense la pobre ofrenda de mi corazón. Haré, pues, como me ha aconsejado V.E. Rvma., y me alegraré de no haber actuado según mi capricho.

El P. Pompilio Vasca, pionero de los escolapios africanos. Si no en la realidad, al menos en el deseo.

Toscana

La provincial de Toscana atravesó este difícil periodo sufriendo importantes pérdidas de casas, aunque logró mantener una importante presencia en la capital. Según el Catálogo de 1870, la Provincia contaba en aquella fecha las siguientes casas, religiosos y alumnos[Notas 212]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Firenze S. Giovannino 41 1672
2.Firenze S. Carlo - 76
3.S. Maria del Suffragio 15 -
4.Castiglione F. 7 139
5.Modigliana 5 64
6.Cortona 10 144
7.Volterra 10 303
8.Siena 13 360
9.Pietrasanta 11 250
10.Empoli 11 250

11.Urbino 11 414

TOTAL 123 3707

Buena parte de estas casas desaparecen durante el periodo: la escuela de San Carlo en 1887; Castiglione en 1870; Modigliana había cerrado ya en 1866; Cortona en 1880; el Colegio Tolomei de Siena en 1876, aunque el Instituto Péndola de Sordomudos siguió abierto; Pietrasanta en 1872; Urbino en 1884. Se tuvo que abandonar también San Giovannino (hoy Liceo Galileo), trasladándose las escuelas a un nuevo edificio, llamado Cepperello. Se abrió, en cambio, el colegio de la Abadía Fiesolana (1876), y el Colegio Santa Isabel de Florencia (1903). Se reabrió también la casa de Lugo, que conservaba memorias de San Pompilio, en 1881, hubo que abandonarla de nuevo en 1884, a causa de la hostilidad de la población hacia los religiosos. En el catálogo de 1903, la Provincia cuenta con 8 casas (4 en la capital), 108 religiosos y 1504 alumnos.

Al principio el P. General Casanovas tuvo dificultades, como en las demás provincias italianas, para nombrar un superior provincial. Ejercía el cargo, desde 1863, el P. Giovanni Antonelli, hombre de gran cultura humanística y científica, que había dirigido el Observatorio Ximeniano y estaba a cargo de importantes obras de ingeniería en el Ducado de Toscana. A causa de ello tenía un tanto abandonada la Provincia, por lo que los religiosos querían que se nombrara al frente de la misma un hombre con mano firme que la guiara con plena dedicación. Y la persona elegida fue el P. Celestino Zini, Rector del principal colegio de la Provincia, S. Giovannino de Florencia. El P. General le envió el nombramiento, pero esta vez el P. Zini no lo aceptó. No se creía capaz, y además tenía ya la importante responsabilidad del rectorado del colegio de S. Giovannino. Pero las circunstancias cambiaron, y en 1874 aceptó el provincialato. Como el P. Escriu en Liguria y el P. Nisio en Nápoles, el P. Zini se convirtió en el colaborador fiel del P. Casanovas, y luego de su sucesor el P. Ricci. Era un hombre prudente, sumamente espiritual, con gran capacidad de trabajo y don de gentes. El hombre necesario para aquel difícil momento. A él le toco sufrir la dura expropiación del colegio San Giovannino en septiembre de 1878. En una carta que escribe en esa ocasión a los rectores de la Provincia se ve al hombre práctico y al mismo tiempo de fe que es el P. Zini[Notas 213]:

Querido P. Rector. A esta hora ya se habrá enterado, por los periódicos, del decreto fatal de la extinción de nuestro Instituto en Florencia, que me ha sido comunicado de improviso en el momento de la reapertura de los cursos elementales. Yo, por no faltar en nada a mi deber, siguiendo el parecer de personas autorizadas, interpuse inmediatamente un recurso formal ante la Real Prefectura, contra la decisión del Delegado extraordinario para la Administración de la Ciudad. Estoy dispuesto a presentarlo, si es necesario, ante el Ministro y el Consejo de Estado, y con gran impaciencia estoy esperando el resultado. Pero la Providencia divina, que se manifiesta siempre incluso en los momentos más penosos, ha permitido que toda la ciudad se haya conmovido de manera indescriptible por causa nuestra, y que todas las clases de ciudadanos hayan hecho generoso alarde de esforzarse lo que haga falta para salvar nuestro Instituto. Ahora bien, yo, para secundar esta buena voluntad y al mismo tiempo para rebatir la causa aducida por el R. Delegado al decretar la disolución de nuestro Instituto, me he aventurado con el voto de mi Congregación a ofrecer al Ayuntamiento nuestra obra gratuitamente, y ya, gracias a Dios, se comenzaría a ver algún efecto positivo de esta resolución, pues si bien a causa de la ausencia del Delegado no haya podido su representante darme una respuesta categórica, sin embardo después de tomar nota de mi declaración me ruega que procedamos a la admisión de los alumnos de las clases primarias para el nuevo curso escolar, y que aseguremos a los alumnos del Liceo, Gimnasio y Escuelas Técnicas que tendrán lugar los exámenes de recuperación y de complemento según el modo acostumbrado. Comprenderán fácilmente V.R. y toda su comunidad que yo no habría podido hacer esta declaración sin contar con el apoyo de toda la provincia, siendo interés de todos los que la componemos que siga en pie esta casa madre, pues si esta cae, difícilmente podrán mantenerse en pie las demás. Por lo tanto, reservándome para dar órdenes más precisas a propósito, por el momento me limito a recomendar a V.R. que haga las mayores economías posibles en la administración doméstica, restringiendo los gastos a la estricta necesidad, e incluso pido a los religiosos particulares que ahorren lo más que puedan de su peculio privado, de modo que todos podamos contribuir de algún modo a la conservación de la Provincia, socorriendo a la casa profesa. Por lo demás, puesto que de nada servirían nuestros esfuerzos sin el auxilio divino, unámonos todos implorándolo fervorosamente, con la intercesión de María Santísima y Nuestro Santo Fundador, sirviéndonos de estas duras pruebas para encender de nuevo en nosotros el celo por el bien de la pobre juventud, y para el cumplimiento de nuestros deberes religiosos, sin los cuales nuestras oraciones no tendrían ninguna eficacia. Por lo tanto V.R. haga el favor de hacer recitar durante tres tardes la Corona de las Doce Estrellas, con la Letanía de María Santísima y un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria a nuestro Santo Fundador, y que los sacerdotes añadan en la Misa la colecta pro Congregatione et familia (“Defende…”) hasta nuevo aviso. Dios nos bendiga y consuele a todos, impartiéndonos todo bien.

A causa de este hecho los escolapios de Florencia alquilan edificios (Cepperello, Campuccio) para seguir practicando la enseñanza. La gente les sigue confiando sus hijos, y las escuelas van saliendo adelante. El edificio Cepperello en el Corso fue la sede de las Escuelas Pías florentinas hasta que en 1925 se trasladaron al actual edifico de la calle Cavour.

El P. Perrando, pesimista por naturaleza al menos en lo referente a las Escuelas Pías italianas, al enterarse de lo ocurrido en Florencia escribe una carta un tanto patética al P. General[Notas 214]:

Las noticias escolapias que llegan de Florencia causan aflicción, son penosas. De hecho, viendo sus consecuencias no me consuelan gran cosa las demostraciones de bondad que nos llegan de aquellos ciudadanos. Hemos sido heridos, y heridos de muerte; moriremos a causa de ello un poco más tarde. Por añadidura tampoco son buenas las que V.P. Rvma. me comunica de la Provincia Romana. ¡Buen Dios! ¿Qué remedio hay? Sería milagroso encontrarlo con las ideas que predominan hoy. Combatamos, pues, mi Padre General, si no por una victoria que no esperamos, al menos para morir con menos infamia. Mientras tanto, siendo yo un cosmopolita en el mundo escolapio, me consuelo en parte viendo la fuerza expansiva de las Escuelas Pías en España, y ruego a San José que las siga teniendo bajo su patrocinio. Conviene además decir que nuestro Patriarca asiste de manera especial a aquellos hermanos nuestros, si además el P. Cabeza consigue propagar el Instituto Calasancio en el nuevo mundo. Los escolapios, a lo que parece, siguen la ruta del sol. Quiera el buen Dios que tras el ocaso en la vieja Europa tengan su mediodía en América. Caminando hacia poniente nuestros hermanos del futuro podrían volver al lugar de donde partieron, amén.

Profética visión del P. Perrando, que hoy podría ver cómo luego las Escuelas Pías pasaron a Asia, y luego a África… para reforzar desde allí, en algunos casos, las Escuelas Pías italianas.

El P. Zini era un hombre respetado y eficaz, como había mostrado en los largos años en que había sido rector del colegio más importante de la Provincia. Era un hombre de diálogo, al que no le gustaba imponerse por autoridad. Era además un hombre de una espiritualidad refinada, que además de sus tareas dedicaba varias horas diarias al servicio del confesionario. Por ambas cosas (falta de decisión en ocasiones, y excesivo tiempo dedicado a acompañar penitentes, en lugar de atender a los asuntos de la Provincia), fue varias veces criticado por el P. Mauro Ricci, hombre mucho más enérgico y cortante, en sus cartas al P. General Casanovas. Sin embargo, cuando el P. Ricci fue nombrado Vicario General y luego Propósito General, lo mantuvo en su puesto. Este carisma personal suyo fue providencial para el nacimiento de una rama femenina escolapia, las Hijas Pobres de San José de Calasanz, o Calasancias italianas, fundadas por la Beata Celestina Donati, bajo la guía del P. Celestino Zini. Digamos unas palabras sobre este hecho.

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El P. Celestino Zini nació en Florencia en 1825 y falleció en Siena en 1892. Vistió el hábito escolapio en 1840. Fue hombre de gran erudición y facilidad de expresión. Comenzó dando clases en el colegio Tolomei de Siena; pasó luego a Urbino y Castiglione, antes de ser nombrado rector de S. Giovannino de Florencia. Sin dejar el cargo, fue nombrado Provincial de Toscana en 1874. Para afianzar más la obra educativa, creó la Venerable Orden Tercera, en la que piadosos seglares cuidaran de favorecer la educación infantil en el seno de las familias. Pensando en la educación de las niñas pobres, ayudó a Celestina Donati a fundar la Congregación de Religiosas Calasancias. Era el padre de los pobres en especial de los enfermos. Verdadero apóstol. Por ello León XIII lo consagró personalmente obispo en 1889, y lo nombró arzobispo de Siena, donde entró el 3 de agosto del mismo año. Siguió enseñando filosofía, sin descuidar ninguno de sus deberes pastorales. Así llenó los últimos días de su vida. Falleció a los 67 años de edad.

Celestina fue bautizada como Marianna. Había nacido en Marradi, Toscana, en 1848, y su padre era juez. Marianna tenía dos hermanos y una hermana mayores. En 1851 la familia emigró a Cortona, donde los dos niños, Corso y Alfredo, fueron enviados al colegio de los PP. Escolapios. Lo cual, como ella misma dirá más tarde, fue una ocasión para que también ella, aún muy niña, conociera la Orden de Calasanz. Pasó luego la familia a Siena y Volterra, donde también había colegios escolapios. Tras otros cambios, la familia se establece definitivamente en Florencia en 1865. Los dos hijos son ya abogados. Dos años después Marianna conoció al P. Zini por recomendación de su hermana Gemma. Deseando esta confesarse, no encontró a su confesor habitual, y fue a confesarse con el P. Zini. Gemma, al volver a casa, dijo a su hermana que había conocido un confesor santo, y esta lo quiso conocer también, yéndose a confesar con él y así comenzó la relación entre el P. Celestino y la futura Celestina.

Marianna encontró al guía espiritual que necesitaba. Le confió su deseo de hacerse religiosa, y el P. Celestino la fue acompañando. Cuando se decidió por fin a manifestar a su padre D. Francisco su intención, este se opuso en redondo. Tenía demasiado afecto a su hija pequeña como para dejarla ir de casa para hacerse monja. Al final, en 1879, forzado por su confesor, D. Francisco autorizó a su hija a ir a experimentar la vida conventual. Pero después de dos semanas en un monasterio de clausura, Marianna comprendió que aquel no era su lugar, y además no quería dejar a su padre en la pena, y volvió a casa. Siguió haciendo planes con su confesor el P. Zini, y pensando en otra posibilidad de vida religiosa: ser miembro de la familia de Calasanz, dedicada a la educación de las niñas pobres. El P. Celestino le dijo que para ello debía obtener primero el título de maestra, y aunque ya era entrada en años –como ella cuenta en su carta- se dedicó a ello con empeño, ayudada por una maestra amiga, y obtuvo el título para poder enseñar. En 1888, ya decidida (tenía 40 años) le dijo a su padre que se iba de casa, para poner en marcha el plan de crear la Orden Segunda de las Escuelas Pías, o rama femenina (el P. Zini había creado en Florencia la Orden Tercera, para seglares, y a ella pertenecían todos los miembros de la familia Donati). El padre dio su acuerdo, con la condición de que él, su hermana, y Gemma la hermana de Marianna, irían con ella. Que buscara en el centro de la ciudad un edificio con una planta baja amplia para abrir escuelas, al lado de una iglesia, y la cosa estaba hecha. Y la casa apareció en Vía Faenza, y Marianna comenzó a reunir algunas niñas pobres, y a enseñarles la piedad y las letras. En este momento delicado del comienzo de la obra, están escritas las tres cartas que transcribimos. En la primera vemos que, después de unos meses de práctica del ministerio escolar, su convicción se va haciendo más sólida. Aconsejada sin duda por su Padre Zini, escribe por primera vez al P. General Mauro Ricci, presentándose, presentando su proyecto y pidiendo su aprobación y bendición. Su caligrafía y su expresión son perfectas. En su letra se nota el carácter y la inteligencia de una fundadora. Llama la intención la ingenuidad (apoyada en su confianza en Dios) cuando dice: “ya sólo me falta encontrar algunas compañeras que quieran compartir el proyecto…” La reproducimos traducida:

Muy Reverendo Padre General. Fiesta del Patrocinio de María Santísima (18 noviembre) 1888.

Perdone en caridad si tan mezquina como soy, me atrevo a dirigirme a Su Reverencia, para confiarle un deseo que durante muchos años he mantenido escondido en el secreto de mi corazón, y que no podría ver realizado sin el consentimiento de Su Paternidad. Y es el de pertenecer a una Orden Segunda de las Escuelas Pías, que tenga como objetivo el hacer por las niñas pobres lo que San José de Calasanz pretendió hacer por los niños.

A este Venerable Instituto ya era yo aficionada desde pequeñita, cuando mis hermanos Corso y Alfredo estudiaban en las Escuelas Pías en Cortona. Vine luego a Florencia en 1867, y puesta por la gracia del Señor bajo la dirección del Reverendísimo e Incomparable Padre Celestino Zini, actual Provincial, cada vez más crecía en mí el amor y la devoción por una Orden tan santa, y anhelando pertenecer a ella, vi la necesidad de instruirme e incluso de obtener el bendito diploma de maestra, sin el cual hoy no está permitido dar clase. Aunque ya un poco entrada en años, habiendo nacido en 1848, después de haber aprendido a leer y poco más, conseguí milagrosamente el año pasado el diploma de grado superior.

Me faltaba superar serias dificultades con la familia, compuesta de los padres, una tía anciana, dos hermanos y una hermana. Mi buena madre, que estaba a favor mío y apoyaba mi idea con gran amor, nos dejó tras una larga enfermedad de parálisis, y se llevó a la tumba el escapulario de terciaria de las Escuelas Pías, que llevaba puesto con mucho cariño desde año 1871.

Los hermanos se casaron y crearon sus hogares, y yo con papá, la tía y la hermana, conseguí que nos mudáramos a una casa en la Vía Faenza, p.p. n º 72, al lado de una iglesita que tiene comunicación con la casa y que tengo la idea de que debe algún día ser el S. Pantaleo de la Orden Segunda.

Por desgracia ahora me falta hacer lo más difícil: encontrar algunas compañeras, que compartiendo mi idea estén de acuerdo conmigo para comenzar una primera escuela de las Hermanas pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, viviendo según la regla primitiva de San José de Calasanz, con la perfecta vida común, despegadas de todo y dedicadas exclusivamente a la santificación de nosotras mismas, por medio de la educación cristiana de las niñas. Pero no podía ni debía ponerme a buscar estas compañeras, ni puedo intentar hacer nada sin contar con V.P., que como General de la Orden ocupa el lugar del S.P. José de Calasanz, y sin recibir de Usted la Santa bendición, con la cual solamente la Orden Segunda podría considerarse creada e instituida por el mismo Santo Fundador de la primera. Me postro, pues, a sus pies humildemente para implorar su bendición, con la esperanza de poder presentarle pronto un grupo, aunque sea pequeño, con el que comience la santa institución y yo reciba el consuelo de pertenecen a la Familia de S. J. de Calasanz, vestir canónicamente el hábito santo y hacer la profesión, como en el secreto de mi conciencia he hecho ya ambas cosas hace muchos años. Así, aunque muy indigna, podré con toda verdad decirme a partir de ahora su hija y con razón pido mantenerme bajo su obediencia y que me permita firmar con reverencia filial y lealtad como la hija en Jesús más obediente y humilde de Vuestra Paternidad Reverendísima, Marianna Donati.[Notas 215]

Curiosamente, en las muchas cartas que el P. Zini escribió, como Provincial, al P. Ricci entre 1884 y 1889 nunca habla del tema de las hermanas calasancias. El P. Ricci, florentino y que en Florencia había transcurrido también buena parte de su vida, y por lo tanto conocía muy bien al P. Celestino Zini, posiblemente conocía también a la Donati y sus planes[Notas 216]. Por eso respondió a los pocos días de recibir su carta, aprobando su proyecto y dándole su bendición. Podemos imaginar el gran gozo de Marianna, que ella misma apunta en la carta siguiente. A partir de este momento ella se considera ya religiosa de la Orden Segunda de las Escuelas Pías. Decía así:

Reverendísimo Padre General[Notas 217].

Su amable carta del 30 de noviembre me produjo tal consuelo que no podría expresarlo. Hubiera querido presentar inmediatamente a V.P. Rvma. mi más profundo agradecimiento, pero temiendo ser demasiado inoportuna, he preferido esperar hasta ahora.

Pues ahora, al acercarse las fiestas navideñas, me atrevo a provechar una ocasión tan feliz para cumplir ese deber, sino además para cumplir el de ofrecerle mis mejores deseos, como en esta circunstancia suelen hacer todos los buenos hijos con su padre, ya que ahora, por gracia del buen Dios, se me permite mirarle como tal.

En mis pobres oraciones no dejo de rogar al Señor que quiera consolar su óptimo corazón, Padre General, con la prosperidad del Instituto, haciendo que se conserve y florezca cada vez más el espíritu de nuestro Santo. En el día de Navidad me uniré con el corazón a sus religiosos, para renovar en sus manos mis votos, y le ruego reciba mi renovación después de la del último de los Hermanos Conversos.

Su santa bendición ha producido ya algún fruto, pues me ha llegado una buena compañera, y con algunas niñas he comenzado a ejercer, en mi nulidad, la obra de las Escuelas Pías. No he dejado de tomar de las Reglas varios puntos sobre lo que puede adaptarse a una congregación de mujeres que intentan formar parte de la Familia de San José, y espero que el Rvmo. P. Provincial se complacerá en formular un reglamento para someterlo a la aprobación de Usted.

Arrodillada a sus pies, le ruego me renueve su bendición, también para la nueva aspirante y para las niñas, y de concederme el agradecido honor de poderme considerar de Usted, Rvmo. P. General, devotísima y obedientísima hija en Jesús, Marianna Donati. 21 Diciembre 1888.

Todo parecía presentarse bien, pero de pronto llega un cambio que parece amenazar todo el plan de Marianna. A primeros de enero de 1889 el P. Zini recibe el nombramiento de Arzobispo de Siena. Va rápidamente a Roma, ruega llorando a León XIII que no le imponga esa carga… en vano. El Papa le manda obedecer, viendo que había tomado una decisión acertada. Podemos imaginar el susto de Marianna al enterarse, pocos días después. ¡Ella que llevaba 20 años apoyándose en su Padre, y justo ahora que parecía que el plan, soñado durante tanto tiempo, iba a ponerse en marcha… se queda sola! Pero los dos eran personas de fe, y sin duda aceptaron la novedad confiando plenamente en los planes de la Providencia. Sin embargo, no se quedó sola inmediatamente: el P. Celestino había recibido permiso del Papa para no ir definitivamente a Siena hasta que terminara el curso académico, pues tenía que concluir sus clases. Y esos meses los aprovechó bien el P. Zini para asentar sólidamente las bases del nuevo Instituto. Veamos la carta, entrecortada por la emoción, y por la atención a su padre, enfermo exigente, que Marianna escribe al recién nombrado Arzobispo Zini[Notas 218]:

¡Santo Padre mío!

(¡Martes, 5 de febrero de 1889!...)

Cuando Usted venga a visitarnos hoy, con la prisa habitual, Corso y Alfredo estarán también aquí para decirle adiós, y no podré hablarle a solas, por lo que le expongo por escrito un pensamiento que me preocupa mucho, remitiéndome plenamente al juicio del Reverendísimo Padre General y al suyo, si quieren por su bondad interrumpir durante un momento su atención a sus graves e importantes ocupaciones, para bajar su mirada hacia mi pequeñez.

En primer lugar, he de confesar que mi amor propio teme los efectos de esta carta, porque puede dar idea de una inconstancia imperdonable; y si así soy juzgada por mi Padre y por el Reverendo Padre General, bajaré mi frente y obedeceré, silenciando todas mis razones engañosas. Y no lamentaría que revelando el Señor al menos algunos de mis defectos, les dé la manera de librarme de ellos mediante la corrección que me hagan Ustedes. Hablarle con total sinceridad va a ser, pues, lo mejor.

Así, pues Padre mío, escuche: me ha impresionado mucho esta sentencia de S. José de Calasanz: “Uno primero debe recoger como cuenca, para repartir después a los demás como canal"[Notas 219], y sobre todo me ha impresionado un punto de esas reglas que deben ser la única norma de nuestra vida, y es el siguiente: "No se tendrá ninguna casa en la que no existan las escuelas pías excepto en el caso del noviciado, donde permanecerán dos años los novicios".

Otra reflexión en estas largas y dolorosas noches hice antes Jesús: esas queridas niñas venían alegres, después de haber cantado las horas, para reunirse con las únicas dos que podían pasar por aquí, y me pareció que a pesar de mi imposibilidad de atenderlas aprovechaban bastante, sobre todo esa niña de tanto talento. Durante este mes de la enfermedad de mi pobre papá, han tenido la paciencia de venir todos los días para ver si podían volver, a pesar de que yo no he podido atenderlas nunca, excepto algún momento en el que les recomendaba que fueran con las Hermanas, para quitarme la pena de saber que estaban ociosas. Pero no me obedecían, porque tampoco yo soy obediente. Entonces reflexioné sobre cómo después de todos los trabajos de mi cavar en ese famoso cuarto de flores, después de las tribulaciones de la separación, los reniegos disimulados al recoger a estos queridos angelitos, dejando solo durante dos horas a papá, cuando apenas podía hacer nada, pensando que las circunstancias son a veces las pruebas más evidentes de la voluntad de Dios, y que me convenía contentarme reduciendo así todos mis deseos. Creo que de repente se interrumpió aun este poco, y lamentablemente no parece que por ahora sean pasajeros los obstáculos que la Divina Providencia me ha puesto delante. ¿No puede por lo tanto incluso ser un signo de que Jesús quiere primero el recogimiento en la oración y en la perfecta observancia, para hacer buenos estos instrumentos malos?

Me parece que incluso ese punto de las reglas venía precisamente de Dios, y el pensamiento de esperar un año o dos, con la atención centrada en aprender y practicar la completa observancia de las reglas primitivas bien entendidas, con ese orden inalterable que no se puede obtener fácilmente cuando comiencen la distribución del tiempo y las tareas, me da mucha paz, calmando muchos temores y me hace esperar una dirección más seria y más fundada.

Podríamos luego, creciendo en número, después de haber aprendido, comenzar la enseñanza y entretener a las niñas durante más tiempo, como requiere una verdadera educación.

Confío en que no pudiendo tener ahora a la buena Enriqueta que suspira por el momento en que pueda venir y llama felices esas noches que a veces puede pasar en esta habitación de dolor, ni pudiendo tener por ahora a la virtuosa Antoñita, Jesús me enviará dos más, aquellas que habrá elegido desde la eternidad, y nos esforzaremos por convertirnos en buenas y observantes.

Desearía recibir de la bondad de Usted y del Rvmo. P. General un mandato que me mostrase claramente su voluntad, la única en la que debo reconocer la de Jesús, para el arreglo decisivo y más beneficioso para estas pobres niñas y para el plan exacto para aquellas que desearan tener la paciencia de unirse a mí.

Perdóneme tanta osadía; me bendiga incesantemente, sea siempre, siempre, mi único Padre, y se digne prometerme que en este año o dos de soledad, después de estudiar mejor la doctrina cristiana, los Salmos y el libro de Job, me introducirá a deleitarme en ese bendito Cántico que debería ser todo el encanto de mi vida.

Esta mañana ni siquiera pude bajar a comulgar porque estaba algo mareada y sabía que dejando a papá se habría inquietado demasiado. Me dormí temprano. Sea feliz en la plenitud del sacerdocio; consérvese siempre saludable y contento, y me trasmita el Espíritu Santo. Indigna hija en. J.C.

P.S. Perdone; he escrito levantándome continuamente para atender a papá que no para[Notas 220].

No tuvo Marianna que esperar un año o dos a las “compañeras elegidas desde toda la eternidad”. Un mes después de escrita la carta, el 7 de marzo, se presentó en su casa Maria Ducci, de 18 años, que quería ser religiosa. En abril se presentaron otras tres candidatas. El 30 de abril las cinco mujeres comenzaron su noviciado, y Marianna Donati comenzó a llamarse Josefa Celestina de la Madre de Dios. El 1 de mayo de 1889, con permiso del P. General Ricci y del Arzobispo de Florencia, el Arzobispo Zini inauguró la Congregación de las Hermanas Pobres Calasancias de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.

Otro hombre notable de la provincia toscana por su ciencia y por su piedad fue el P. Tommaso Pendola. Hay un aspecto poco conocido de la historia de nuestra Orden: la dedicación a la educación de niños sordomudos. El pionero de la enseñanza de los sordomudos entre los escolapios es el P. Ottavio Assarotti (1753-1829), de la Provincia de Liguria, que comenzó a trabajar con ellos en 1801 y creó un Instituto en Génova en 1812, con gran aceptación popular y de las autoridades. En él se formaron como maestros otros escolapios; el más famoso de todos, el P. Tomás Péndola, quien creó su propio instituto en Siena. Otro escolapio, polaco, el P. Jacub Falkowski (1776-1884) empezó a trabajar con sordomudos primero en Szczuczyn y luego en Varsovia, en 1817, siendo el pionero de esta enseñanza en su país. Los escolapios crearon también institutos para sordomudos en Oneglia y Chiavari, en Liguria. Eran años difíciles para los escolapios en Italia: tras la supresión de las Órdenes Religiosas en 1866, no pocos colegios normales tuvieron que cerrar. Los religiosos dedicados a este tipo de enseñanza proponían al P. General que la Orden se especializara en la educación de sordomudos, pues en este terreno no había ninguna oposición: al contrario, las ciudades daban todo tipo de facilidades y ayudas. Diversas ciudades proponían a los escolapios que se hicieran cargo de los institutos para sordomudos que querían fundar, reconociendo en ellos una indudable competencia.

El P. General Casanovas estaba muy interesado en la educación de los sordomudos. En el texto que transcribimos a continuación incluso cuenta que él había trabajado en ella en España. Escribe al P. Provincial Pesante de Liguria para que haga lo posible por mantener bajo la dirección de los escolapios el colegio de Oneglia (hoy Imperia) en el que en 1849 el P. Juan Bautista de Negri había comenzado la tarea de educar a los sordomudos, tarea en la que continuó hasta los tiempos del P. Casanovas. El P. Pesante no pudo o no quiso mantener la obra. Escribe el P. General[Notas 221]:

El P. De Negri me escribe carta tras carta recomendándome a los sordomudos de Oneglia; en la última me dice que la Dirección probablemente le pedirá a V.R. un sucesor para el P. De Negri. Le he respondido que se dirija al P. Provincial exponiendo todo lo que crea conveniente, pero poniendo en las manos de V.R. las cosas y la manera de hacerlas, y V.R. hará todo lo que le permitan las circunstancias a favor de los sordomudos. Yo creo que todos los niños son acreedores del amor de las Escuelas Pías, y cuanto más pobres, más dignos de nuestras atenciones. Yo siempre he sentido predilección por estos pobrecillos; en España he colaborado en su instrucción; en Italia me dolería verla perderse. Creo que, si es posible, V.R. podría intentar conservar esta obra de Oneglia, pero bajo la dirección de los nuestros y siempre bajo la dependencia del P. Provincial, con libertad de cambiar cuando quiera a los individuos. De otro modo no podemos, sin perjuicio de la observancia y la subordinación religiosa.

El P. Pendola quería dejar bien claro ante el P. General Casanovas que el instituto de sordomudos de Siena era una obra del gobierno, como las demás en que trabajan los escolapios, y no suya personal, y por ello repetidas veces le pide ayuda personal: algunos religiosos que le ayuden. Copiamos una carta suya al P. General Casanovas en el que él mismo explica, humildemente, el origen de su aventura[Notas 222]:

Le agradezco de nuevo el consejo que se ha dignado darme, y el amor que muestra hacia estos pobres sordomudos (…) En su veneradísima carta veo que V.P. Rvma. está mal informada en lo que respecta al colegio de los sordomudos. Permítame, pues, que le cuente un poco su historia.

Nada más ocurrir la supresión de los jesuitas, el Gran Duque confió a los escolapios la dirección del Colegio Tolomei, que todavía ostentan. El Colegio es del Gobierno. Cuando yo llegué a Siena en 1821, vi sordomudos abandonados, y me puse a enseñarles en mi habitación. En 1831 abrí para ellos un instituto mantenido con limosnas, y especialmente con los subsidios que me entregaba el Gran Duque. Mientras tanto el número de sordomudos iba en aumento, y las limosnas disminuían. En 1843 el mismo Gran Duque confirió al instituto la categoría de estatal, lo dotó y permitió que los Padres Escolapios me concedieran los maestros que yo les pidiera. De hecho yo siempre tuve un compañero escolapio o dos, que dependían del Rector del Colegio Tolomei. Así que V.P. Rvma. debe reconocer que el Instituto de sordomudos no es mío particular, sino del Gobierno, como es del Gobierno el Tolomei. Del Municipio es el instituto Escolapio de Florencia, y es del Municipio la escuela de Empoli dirigida por los Escolapios, y lo mismo las demás casas.

El nuevo Gobierno estableció que todos los Institutos de beneficencia fueran Obras Pías, y por eso el Instituto de Sordomudos ha pasado bajo la autoridad del Consejo Provincial de Siena, el cual lo subsidia. Por lo tanto, el Instituto no es del P. Péndola, sino del Gobierno, y de una ciudad en la que todos quisieran ver maestros escolapios.

Aquí hay 91 sordomudos de ambos sexos; las Hermanas de la Caridad enseñan a las niñas, y proveen a todo. El Instituto (único en Toscana) tiene mucha fama en Toscana y fuera; por ello sería necesario que yo tuviese maestros escolapios, para no encontrarme en el caso de tener que contratar de pronto maestros simplemente sacerdotes.

En este momento estamos tres escolapios, pero no es suficiente. Había un buen sacerdote de Turín, pero se va ahora, y tendré que sustituirle como pueda. Espero que el nuevo Provincial y la nueva Congregación Provincial vean con mejores ojos la cosa. Me gustaría que V.P. Rvma. visitase este establecimiento cuando venga a visitar las otras casas de Toscana, y vería con qué piedad y con qué celo se trabaja. Ruego a Dios que le inspire hacer esta visita.

El P. Casanovas no hizo nada por él, aparte de enviarle algún donativo para obsequiar a los niños. El P. Provincial Zini sí se tomó más interés por el Instituto, y envió refuerzos al P. Péndola. Este mientras tanto seguía escribiendo artículos científicos y métodos para la enseñanza de los sordomudos, convirtiéndose en una autoridad nacional e internacional en la materia. No sólo eso: consiguió además sensibilizar a las autoridades con respecto al derecho de los sordomudos a la educación. El P. Marchiò, compañero suyo en Siena, escribe el Jueves Santo de 1881 al P. General[Notas 223]: Estamos en vísperas de ver declarada obligatoria la enseñanza de todos los mudos. El Ministro ha nombrado una comisión para preparar el proyecto de ley, a cuyo frente se encuentra el P. Péndola, y yo soy uno de los miembros. En esta comisión estamos dos religiosos, dos sacerdotes y un seglar, el Diputado Bianchi. Esto es un honor para nuestro Instituto, así que podemos decir que en conjunto las cosas no van mal.

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El P. Tommaso Pendola había nacido en Génova en 1800, y falleció en Siena en 1883. Fue un brillante profesor universitario. Estuvo relacionado con Rosmini, cuyas posturas filosóficas defendió. En 1859 fue nombrado por Real Decreto Inspector de la Universidad de Siena. En 1861 fue nombrado Catedrático de Filosofía del Derecho, y Rector Magnífico de la Universidad, cargo al que renunció en 1865. Académicamente, no hubo un escolapio tan brillante como él en su tiempo. Además, fue Provincial de Toscana de 1845 a 1848, y director durante muchos años del Colegio Tolomei de Siena. Pero todas estas actividades las simultaneaba con otra más humilde, y a la vez más importante para él: la educación de los sordomudos, que comenzó en 1828 con la creación del Instituto de Sordomudos de Siena. Destacó también en su atención a los pobres: mantuvo una interesante relación epistolar con Federico Ozanam, y estimulado por él, fundó tres Conferencias de San Vicente de Paúl en Siena.

Unos meses más tarde, el mismo P. Péndola escribe una carta al P. General[Notas 224], comunicándole que ha escrito un libro titulado Principios de metódica especial, para uso de los maestros de sordomudos, y quiere dedicárselo a él. El Instituto va bien, ningún partido político le ataca (a diferencia de los demás colegios escolapios), por lo que convendría que más escolapios se dedicaran a esta tarea. Le dice, además: El 30 de agosto envié al Ministro el esquema de la ley para la educación obligatoria de los sordomudos. Creo que será presentada al parlamento en 1882.

La Provincia de Toscana fue rica de hombres brillantes, que en aquellos tiempos difíciles se dieron a conocer por su potente pensamiento y su talante liberal. Los tres que más se desatacaron fueron los PP. Tommaso Catani, Giovanni Giovannozzi y Ermenegildo Pistelli. Todos tuvieron serias dificultades con sus superiores locales, provinciales y generales (PP. Ricci y Mistrangelo, en concreto). Otro hombre destacado, y que no fue causa de conflictos, fue el P. Alessandro Serpieri.

El P. Catani, profesor de ciencias, explicaba con respeto el darwinismo, que formaba parte del programa, en su clase a los alumnos del liceo. Y puede que publicara también algún artículo en una revista local. Inmediatamente surgieron todo tipo de críticas contra él, que llegaron hasta el P. General en Roma. Y de hecho el P. General Mauro Ricci le envió un cuestionario, al que él respondió mostrando lo mandado por el programa de estudios. Por suerte para él, el P. Catani encontró inmediatamente el apoyo de tres sabios compañeros, Giovannozzi, Pistelli y Brattina. Los tres escribieron sendas letras en la misma fecha, 16 de noviembre de 1891, defendiendo a Catani y explicando al P. General que el darwinismo no estaba en oposición con las enseñanzas de la Iglesia sobre la creación. El P. Giovannozzi, director del Observatorio Ximeniano de Florencia, dice entre otras cosas[Notas 225]:

Frente a todas estas dotes [de Catani] que (sin querer hacer comparaciones odiosas) yo no veo así reunidas en ninguno de nosotros, al menos de los de Florencia, está la terrible acusación de darvinista. ¿Me permite, Padre, hablar con mi acostumbrada sinceridad, persuadido de que yo jamás diré a la espalda nada diferente de lo que digo a la cara? Pregunto, pues: ¿pero sabéis vosotros (hablo en plural, porque sé que me las tengo que ver con más de uno), sabéis qué es el darvinismo? Que el hombre procede del mono. Ni hablar. Dejemos decir estas cosas a los que no quieren discutir en serio, y se contentan con declamaciones. El darvinismo no es más que un modo particular de entender la teoría más amplia y más general llamada de la evolución, teoría puramente fisiológica y naturalística, a la cual es completamente ajena la teología. Puesto que el universo es obra de Dios, y que de Dios, única causa primera vienen (mediante las causas segundas) todas las creaturas, ¿dónde está el inconveniente teológico para admitir que una de estas causas segundas sea la evolución gradual de la especie? Si una mosca desciende de una mosca, o bien desciende por transformaciones sucesivas de un mosquito, ¿qué más da, puesto que uno y otra fueron creados primeramente por Dios?

Ermenegildo Pistelli aprovecha la ocasión para generalizar el enfrentamiento intelectual, que afecta también a Giovannozzi. Entre otras cosas, escribe[Notas 226]:

Catani habla en la escuela del Darwinismo y habla de él como le dictan su ciencia y su conciencia, y he aquí que Giannini[Notas 227] (juzgado ya por los estudiantes del liceo como un filósofo que necesita aprender de memoria la leccioncilla) se pone a gritar que es un escándalo. Giovannozzi explica el Evangelio como no sabría hacerlo ningún escolapio, da clases de religión en el liceo con enorme beneficio de los escolares, se ocupa con ardor del confesionario y de las primeras comuniones, da conferencias como él solo sabe darlas, dirige con mucho honor suyo y del Instituto el Observatorio… pero ¿de qué le sirve? Lo miran con desconfianza porque puede corromper a los juniores, e incluso hace poco, de manera hipócrita y aduciendo razones que ya se han demostrado vanas, le han quitado a Altoviti que le era de gran ayuda. ¡Pobres Escuelas Pías! Por una parte, aduladores analfabetos; por otra, superiores que ponen a los mejores ante la alternativa de dejar de hacer el bien, o de cansarse e irse. Es un espectáculo doloroso, un pensamiento que me consume, aunque yo estoy lejos de los primeros y no me considero digno de ser contado entre los segundos.

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El P. Tommaso Catani (Florencia, 1858-1925) fue alumno de los escolapios de su ciudad. Se hizo escolapio y se licenció en ciencias naturales. Era un gran profesor, que dominaba las ciencias y las letras. Fue rector de la casa Noviciado. Piadoso, religioso, amigo de la soledad. En el silencio de su aposento se dedicaba a escribir libros que le aseguraron un lugar muy señalado entre los escritores para la infancia de su tiempo. Mantuvo una rica relación epistolar con no pocos literatos italianos. Se sirvió del arte de escritor como de una misión. En sus escritos ascéticos, como en los escolares, instructivos, humorísticos y amenos, tuvo siempre la más alta pureza de pensamiento y de palabra y demostró con evidencia su ideal religioso-educativo. El mismo había hecho la lista de sus publicaciones: 14 títulos de obras ascéticas, 8 de obras escolares, 33 de obras amenas o novelas para chicos; éstas le dieron la mayor celebridad entre los muchachos.

El P. Brattina, futuro General, escribe por su parte[Notas 228]:

También yo me he enterado de la cuestión que se refiere al P. Catani. Aunque solo hace unas semanas que yo estoy aquí, creo conocer bien al P. Catani y estoy seguro de que los principios científicos que profesa están de acuerdo con la conciencia más escrupulosa. En Bélgica, en Inglaterra, en Francia y la América católica ha surgido y se va desarrollando un movimiento santo que lleva a conciliar con la fe aquellas teorías que los materialistas habían construido contra la fe, y Roma no ha condenado nunca esos escritos. El Cardenal Wisemann aceptó la dedicatoria de la obra de Mivard sobre el acuerdo entre el evolucionismo y el dogma. ¿Por qué impedir a un hermano nuestro colaborar con un Lecomte, honra de la Universidad de California, con un P. Belling D.C.D.G., con un Fogazzaro, ilustre honor del laicado católico, y con tantos otros que podría citar a V.P., en la construcción de un edificio tan noble? Mons. Freppel, ciertamente nada sospechoso de condescendencia con las ideas modernas, ¿no cerró acaso uno de los últimos congresos católicos diciendo que el medio mejor para combatir el evolucionismo no creyente era mostrar que aceptamos la parte buena sin miedo? Sé que Huxley, uno de los líderes del materialismo inglés, se enfada sabiendo que incluso entre los católicos hay muchos que aceptan la evolución, y teme que le falte el terreno bajo los pies. ¿Por qué Pietrobono puede escribir en la Revista Filosófica de Ferri, y su nombre figura entre los colaboradores ordinarios? La Revista de Ferri es mucho más peligrosa sin duda que la Rasegna Nazionale. Perdone este desahogo de los sentimientos del corazón y me bendiga.

El P. Ricci, que, aunque un tanto celoso de la ortodoxia, era muy inteligente, comprendió que el que estaba de más en el cuadro era el rector Giannini, que le había denunciado, y al año siguiente lo envió a otro lugar. No parece que el P. Catani tuviera más problemas, y siguió tranquilamente adelante con su vida retirada, dando clases y escribiendo los libros que le dieron gran celebridad, sobre todo entre los muchachos.

Quienes sí tuvieron dificultades fueron los PP. Giovannozzi y Pistelli. De hecho, las dificultades empezaron cuando el P. Mistrangelo fue nombrado arzobispo de Florencia. Algunos decían que había llegado a Florencia con un encargo del Papa[Notas 229], y sospechaban que esa misión era hacer callar a Giovannozzi y Pistelli. Se hablaba incluso de expulsar de la Orden a Pistelli[Notas 230]. El P. Provincial Vittorio Banchi prohibió a los religiosos dar conferencias públicas a los religiosos[Notas 231], aunque de hecho sólo eran dos los que las daban: Giovannozzi y Pistelli. El primero aceptó con más resignación que su amigo Pistelli las medidas tomadas contra él, y cada vez que iba a dar una conferencia o publicar algún artículo científico lo sometía antes a la censura del P. Provincial. Pero hubo una medida que le dolió especialmente: tuvo que suspender sus clases de religión, abiertas a jóvenes de otros centros los sábados por la tarde. En 1903, angustiado, como él dice, escribe al P. General[Notas 232]:

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El P. Giovanni Giovannozzi (Florencia 1860-1928) se doctoró en Química por la Universidad de Roma. Residió casi siempre en la casa de San Giovannino (Florencia). Fue nombrado Director del Observatorio Ximeniano en 1887. Rehusó la dirección del Observatorio Vaticano en 1896 por no dejar la docencia escolapia, cuya eficacia y belleza sentía plenamente. Enseñó Religión en el Liceo escolapio hasta su muerte. Desde 1905 dio nueva orientación a su vida dejando el Observatorio Ximeniano y dedicándose a la Filosofía y Teología. Doctor honoris causa en Teología por la Universidad de Florencia. En 1925 el Gobierno italiano le nombra Miembro de la Comisión Ministerial para los libros de texto de Religión. Tomó parte en diversos Congresos, como el de Meteorología en Nápoles (1882) y Venecia (1888), de Sismología en Aquila (1887), del mapa del cielo en París (1889), de los Sabios Católicos en Bruselas (1896), Friburgo (1897) y Múnich (1900).

Luego, Superior y Padre mío, pregunto con el habitual sentimiento de angustia y pasión, pero también, espero, de obediencia y sumisión, si Usted no cree aún llegado el momento de volver a aceptar a mi pequeña escuela de Religión también a los alumnos de otros Institutos que me lo piden. Nuestro campo se va reduciendo cada vez más: en 1º de gimnasio este año sólo tenemos 15 alumnos; del liceo no hablo, 5 o 6 por clase, y todavía es un buen número. ¿Debemos en verdad dejar sin ninguna ayuda a las almas que tienen necesidad de ella? Yo, ciertamente, después de las palabras paternas y benévolas que el Sumo Pontífice León XIII me dijo cuando lo vi el pasado 2 de enero, creería que sobre mi pobre persona ya no hay ahora temores ni sospechas. Pero no pienso en mí, ni pido nada para mí; obedezco con toda sinceridad; sólo pido por los demás, por los jóvenes necesitados.

También sus alumnos escriben al P. General[Notas 233]:

Se ha confirmado ya como cierta la extraña noticia de que al P. Giovannozzi de las Escuelas Pías se le ha prohibido tener este año su “Curso de Religión”. Expresando a V.E. nuestra más viva y dolorosa sorpresa, debemos añadir que si (según corre la voz y el hecho demuestra) se han tenido en cuenta las informaciones erróneas sobre aquellas lecciones dadas por tal vez dos o tres alumnos que no las habían comprendido por ignorancia o las habían tergiversado por maldad, nos parece a nosotros y a todos muy extraño que para hacer justicia a las falsas acusaciones no haya bastado el consenso de la ciudadanía florentina, que desde hace tantos años quiere y aprecia en el P. Giovannozzi al maestro valeroso, al ciudadano ejemplar y al sacerdote celoso y piadoso; y todavía más extraño nos parece que nadie haya pensado a invocar contra aquellos pocos anónimos delatores el abierto y sincero testimonio de los firmantes, los cuales en nombre propio y de sus familias y compañeros se honran en renovar al venerado y carísimo maestro la expresión del respeto más sincero y del agradecimiento más vivo. Devotísimos… (Firman 4 doctores en diversas materias, varios profesionales y muchos estudiantes universitarios en los últimos cursos, hasta completar 51 firmas).

Imaginamos el sufrimiento que debió padecer el P. Giovannozzi en aquellos años de “caza de brujas”. Por suerte las aguas volvieron a su cauce, y se reconocieron sus méritos y su ortodoxia. A partir de 1909 el mismo Arzobispo Mistrangelo le encargó un ciclo de conferencias religiosas.

Más serias dificultades tuvo el P. Ermenegildo Pistelli, por sus conferencias, artículos y enseñanza, y por su temperamento inquieto y sensible. En particular a propósito de una biografía del P. Celestino Zini, ex Provincial de Toscana y arzobispo de Siena, que le habían encargado escribir tras su muerte, en la que él decía que había sido rosminiano en su juventud. El P. Ricci, tras leer las pruebas, le dijo que suprimiera el párrafo referente a Rosmini. Tengamos en cuenta que Antonio Rosmini (proclamado Beato por Benedicto XVI en 2007) vio incluidas en el índice de libros prohibidos dos de sus obras, Constitución según la justicia social y Las cinco llagas de la Santa Iglesia. Rosmini obedeció y se calló. Más tarde León XIII, a través de un decreto del Santo Oficio del 14 de diciembre de 1887, condena cuarenta proposiciones de Rosmini, extractadas de sus obras censurándolas como "reprobadas y proscritas". Naturalmente el P. Ricci no podía permitir que se dijera que un escolapio tan distinguido como el P. Zini había sido rosminiano en aquel contexto, y con su deseo de agradar en todo al Papa. E. Pistelli responde una carta muy digna al P. General, en la que expresa al mismo tiempo sus convicciones, y su sumisión[Notas 234]:

Le agradezco la rapidez y la carta, pero como puede imaginar, esta me ha desagradado mucho. Quitaremos las terribles frases sobre Rosmini y la frase en la que se da la impresión de que el biógrafo habla en nombre de las Escuelas Pías, e incluso se añadirán en nota las correcciones y los añadidos que sugiere Usted. Que el P. Zini no fuera rosminiano, al menos durante los tres años en que me dio clases a mí, no puedo admitirlo: tengo pruebas documentales tales que bastarían para convencer, no diré al Cav. Bianchi[Notas 235], sino incluso a un ciego. Pero, puesto que se trata de un trabajo no mío y por las circunstancias especiales, puesto que el P. Zini murió Obispo, comprendo que pueda haber algunas razones de oportunidad que le parezcan buenas a Usted, y no añado nada más a esto.

Pero tengo que añadir algo sobre el tono general de su carta. ¿Así que ya ni siquiera se podrá nombrar a Rosmini? ¿Y tendremos que olvidar todo el pasado de las Escuelas Pías? “A causa de nuestro pasado tenemos poderosos enemigos”, escribe Usted. Y será cierto. Pero yo digo que me he hecho Escolapio porque conocía este pasado y creía que era nuestro ideal para el futuro. He hecho, en la medida en que me lo han permitido el tiempo y el ingenio, alguna investigación sobre la historia de las Escuelas Pías: tengo mucho material recogido, y esperaba hacer algo útil. Ahora se me dice que hay que olvidar el pasado, y comenzar una vida nueva. Quiere decir que en lugar de perder el tiempo con aquellos cartapacios y en lugar de continuar (perdone si me veo obligado a alabarme a mí mismo) trabajando con cierto empeño y cierto éxito por nuestras escuelas, como llevo haciendo durante bastantes años, tendré que dedicarme por completo al poco de griego que conozco para proveer para mi futuro. Tendré que seguir comiendo, el día que me expulséis.

Ahora, por ejemplo, estoy trabajando, tras haber recibido insistentes peticiones por parte de muchos amigos, en una conmemoración del pobre Bulgarini. Pero no puedo nombrar a Rosmini. ¿Así que no deberé hacer nada? Lamento decir francamente que sobre este punto es inútil discutir conmigo. Se deben respetar los decretos y decisiones de las Congregaciones Romanas, en cuanto a la manera de comportarse ahora; hasta aquí me parece justo. Pero que no pueda decirse que Pendola[Notas 236], Micheli[Notas 237], Bulgarini, Paoli[Notas 238], Paganini y Petri eran hombres de bien y de ingenio, y sin embargo apasionados rosminianos, es una exageración ridícula, y será difícil encontrar quien se la crea para dar gusto a los Reverendos Padres de la Compañía. Los cuales en una Historia de las Escuelas Pías de España publicada últimamente son tratados por el P. Lasalde de una manera bien diferente. Perdone si le he hecho perder el tiempo; seguramente tendrá otras maneras de emplearlo mejor. Pero no podía desfogarme más que con Usted, que al menos sigue su camino y sé cómo piensa. Estos superiores de aquí, por el contrario, siempre me dan toda la razón en privado y luego en público dicen que estoy equivocado. Y yo ya no puedo más. Créame, con todo respeto…

Frente a sí tenía al P. Vittorio Banchi, Provincial de 1898 a 1912, director del Instituto Pendola de Siena, hombre admirable, pero de mentalidad conservadora. Las dificultades aumentaron con la llegada a Florencia del P. Mistrangelo como arzobispo, y su casi inmediato nombramiento como general de la Orden, en 1900. En 1901 ofrecen al P. Pistelli, eximio conocedor de la literatura griega, una cátedra en la Universidad de Florencia. Pide permiso al P. Banchi para aceptarla. El P. Banchi consulta a Roma, al Procurador General. Este, a su vez, consulta a la Congregación de Obispos y Regulares, y con su respuesta escribe al P. Banchi[Notas 239]: no puede darse permiso para enseñar en institutos gobernativos, tanto por el juramento que se requiere, como por estar los individuos sujetos a ciertas situaciones que podrían comprometer a la Orden. Por lo tanto, si Pistelli insiste a pesar de ello, sólo le quedaría la vía de obtener el decreto de secularización, y creo que sería lo mejor para nosotros, como he oído decir muchas veces en Florencia. Y esa es la respuesta que dan al P. Pistelli. Pero él no queda muy conforme, y escribe una respetuosa carta al P. Mistrangelo[Notas 240]:

Han pasado ya muchas semanas desde que V.E. me comunicó la respuesta negativa a la petición que presenté a mis Superiores para poder aceptar la enseñanza de latín y griego que se me había ofrecido en el Real Instituto de Estudios Superiores. He considerado largamente, durante este tiempo, si debía presentar mis respetuosas observaciones contra aquella negativa a S. Eminencia el Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares, o más bien a Vuestra Excelencia, y finalmente me he deicidio a exponerlas a V.E., esperando que, si V.E. lo cree oportuno, querrá presentarlas a aquella S. Congregación Romana, de la cual, según me dijeron, venía la prohibición. V.E. me aseguró benévolamente que le resultaba muy penosa aquella prohibición, y por ello me animo a presentarle mis breves observaciones, que al estar basadas sobre hechos me parece que son dignas de ser meditadas.

V.E. me dijo que había dos razones que impedían consentir a mi petición. La primera, el juramento que los profesores universitarios deben prestar al Real Gobierno, y que no es lícito a un religioso. Dejando aparte otras consideraciones, me bastará con expresar mi asombro de que la S. Congregación no sepa aún que el juramento de los profesores universitarios ha sido abolido desde hace muchísimos años.

La segunda razón era que “los profesores universitarios a veces están obligados a representaciones oficiales o de cuerpo, que pueden ser inconvenientes o ilícitas para un religioso”. Debo responder que este segundo motivo proviene también de un conocimiento de los hechos escaso e inexacto. Los profesores universitarios son los únicos entre los oficiales del Estado que gozan de las más absoluta y más amplia libertad, y tienen un solo y único deber, que es el de dar clase. Muchos de ellos no toman parte nunca en ninguna manifestación de ningún tipo ni de ningún color, y el Gobierno ni les molesta ni puede molestarles. Y V.E. sabe que en las universidades italianas enseñan no solo profesores republicanos y socialistas, sino también profesores católicos, algunos de los cuales se encuentran a la cabeza del movimiento católico en Italia, y baste con que recuerde al profesor Toniolo[Notas 241], que en la Real Universidad de Pisa tiene no una, sino dos cátedras de enseñanza.

Me sea lícito añadir además que no sería justo que por temores tan injustificados e infundados se me prohibiera a mí aquello que se ha concedido, por citar un ejemplo actual, al Provincial toscano P. Vittorio Banchi. Él ciertamente, como Director de un Instituto Real nombrado por decreto de S.M. el Rey, tiene una posición oficial expuesta a deberes delicados; él tiene realmente y debe tener relaciones continuas con las autoridades políticas; él ciertamente no podría nunca excusarse de representar personalmente al Instituto que dirige en circunstancias oficiales, de enviar felicitaciones y telegramas en las fiestas civiles, de mostrarse, en suma, como un oficial público, dependiente del Gobierno. Nada de todo esto ocurre en el caso de un profesor universitario, y V.E. ciertamente no necesita más palabras sobre este asunto.

Al darme lo motivos de la prohibición, tal como le habían sido comunicados desde Roma, V.E, añadió que “sin pedir el breve de secularización no podría obtener cuanto había pedido y deseado, y que V. E. reconocía la dificultad de mi posición; que pensara bien lo que debía hacer, y luego volviera a hablar con V.E.”. No oculto a V.E. que estas palabras me parecieron casi una invitación indirecta a pedir el breve y me dolieron profundamente. Con todo, pensando que la palabra pudiera haber traicionado su pensamiento, ni he pedido el breve, ni he dado ningún otro paso; y me ha parecido mejor exponer directamente mis observaciones a V.E., y mientras tanto renovar, como renuevo por la presente, mi petición, con plena confianza en que será escuchada. Y a este fin declaro que no he pedido nunca y no pido ser dispensado de ninguna de mis obligaciones como religioso; y quien dijo algo diferente o lo entendió mal, o mintió. Sólo he pedido ser dispensado de dar clase aquí en el Cepperello, porque sería absolutamente incompatible con mis deberes, y ello por graves razones que expondré a V.E. cuando lo desee. De las cuales la más grave es que la enseñanza universitaria, a pesar de representar pocas horas semanales, me obligaría a mucho trabajo, especialmente durante los primeros años, y me atribuiría tanta responsabilidad que en lugar de reposo (como podría parecer y parecerá a algunos pobres de espíritu) yo encontraría el doble de fatiga en el Instituto Superior.

Finalmente, permita V.E. que, para ser totalmente sincero, le exprese mi dolorosa mortificación porque ninguno de mis Superiores me haya demostrado el más sencillo signo de satisfacción por esta invitación que a los extraños les parece un honor hecho más a nuestro Instituto que a mí; que ninguno de mis Superiores me haya manifestado pena porque yo tuviera que dejar este colegio; que ninguno de mis Superiores haya sentido la necesidad o el deber de hablar conmigo, de recibir noticias o aclaraciones por mi parte que habrían evitado tal vez una negación que, por las razones expresadas, no pueden parecerme justas y razonables. Ruego a V.E me perdone por la demasiada libertad, y me bendiga.

El P. Mistrangelo se mantiene inflexible, lo cual produce un estado depresivo en el P. Pistelli. Su amigo de Roma el P. Luigi Pietrobono (que también tuvo sus dificultades, como vimos al hablar de la provincia romana) escribe una carta al P. General intercediendo por él[Notas 242]:

Hace mucho tiempo que tengo la intención de escribirle, pero el temor de importunarle, o de que se me escape alguna palabra que, no solicitada, podría parecer arrogante, me ha disuadido siempre. Ahora las cosas han llegado a tal punto que mi silencio sería culpable. Hablo del P. Pistelli. El estado de ánimo en que se encuentra me asusta. Soy su amigo muy sincero; debo intentar salvarlo por todos los medios. Por ello me vuelvo, lleno de confianza, a la bondad de su ánimo. La historia la conoce V.P. tan bien como yo, o mejor. Aquel joven tiene sobre su alma un espléndido pecado: el de amar la unidad de la patria. Fuera de esto, ha dado pruebas de saber renunciar a su propia voluntad, se ha doblegado a los deseos de los superiores y ha obedecido en cosas que le han costado muchísimo. No sé cuántos de nosotros habrían tenido suficiente virtud. Y al bien del Instituto el P. Pistelli ha dado la mayor y mejor parte de sí mismo. Ahora, no sé por qué recónditas razones, casi se le invita. O incluso se le empuja para que salga de la Orden. Si esta no estuviera en su corazón desde los primeros años de su infancia, ya habría aceptado la cátedra que le ofrecen en Florencia. Considere cuántos de nosotros, en condiciones similares, habrían dudado durante mucho tiempo, y terminado luego quizás con renunciar a ella, especialmente viéndose malquisto por los jefes de la Orden, que de un día al otro podrían encontrar un pretexto para expulsarlo.

El P. Pistelli no ha aceptado; sabe que, aceptando, debe dejar de ser escolapio. Se desespera y si no fuera por la imagen de la madre, no sé si a esta hora todos nosotros, y los Superiores los primeros, no tendríamos que llorar una desgracia gravísima. Ha pedido permiso para aceptar aquella cátedra: ¿no quieren dárselo? Bueno, en lugar de no responderle, se le llame y se le diga que no. Si la negación va acompañada de alguna palabra de estima afectuosa, que sirva para quitarle de la cabeza la idea de que nadie puede verlo, verá Usted que Pistelli se recupera, y vuelve a tomar su vida de maestro escolapio. ¿Ni siquiera esto quieren hacer por él? Pues entonces déjenle libre para venir a Roma y que enseñe latín y griego en nuestro liceo. Melardi, como sabe, se ha ido; su puesto está disponible. Por un año no se hundirá el mundo si viene a enseñar aquí. Le prometo formalmente que ni de mis labios ni de los suyos, ni dentro ni fuera de la escuela, saldrá una sola expresión de las que desagradan al partido que Usted sabe. Cuya arrogancia contra tres o cuatro de nosotros no habría crecido a tal punto si nuestros hermanos no se hubieran ocupado de cargar la mano sobre nuestras culpas. Créame, son los hermanos los que nos han desacreditado, y solo los hermanos. ¿Qué hemos dicho tan grave como para merecer casi una especie de segregación de la Orden? ¿Cuáles son nuestros pecados? ¿Quién ha dicho a las autoridades eclesiásticas que somos unos demonios? ¿Quién se ha permitido presentar como ovejas descarriadas a Giovannozzi y a Catani? Pero no removamos cosas antiguas. El castigo ha sido ciertamente muy superior al presunto pecado. Ya es hora de que esto termine. He hablado con Cianfrocca sobre la posibilidad de hacer venir a Pistelli en lugar de Melardi, y me ha respondido que se alegraría mucho y lo recibiría con los brazos abiertos. Salvarlo depende, pues, sólo de Usted. Espero ansiosamente la palabra paterna de salvación. Le beso la mano…

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El P. Ermenegildo Pistelli nació en Camaiore (Toscana) en 1863 y falleció en Florencia en 1927. Ingresó en las Escuelas Pías en 1877, y pronto destacó por su inteligencia. Enseñó siempre en Florencia. Fue un gran profesor, doctor en letras. Publicó mucho, hasta 554 títulos. Éxito especial lograron sus Pistole d'Omero, en que trata de los métodos de enseñanza en uso y de los más graves problemas educativos. Tomó parte en varias expediciones científicas a Egipto para hacerse con papiros: algunos los transcribió y comentó. Miembro de varias Sociedades científicas. Asesor de Escuelas en Florencia. Enseñó literatura griega y latina en su universidad a partir de 1903. Al morir recibió alabanzas de Pío XI y de Mussolini. Su funeral fue grandioso. El Municipio corrió con los gastos de la sepultura. Varias escuelas llevan hoy su nombre en Florencia, Roma y otras localidades de Italia.

El P. Mistrangelo le responde[Notas 243]:

Querido Padre. La respuesta que me pide que dé al P. Pistelli ya se la di hace algunos meses, y no podría darle otra ahora. No quedó satisfecho, y lo lamento. En cuanto a quitarle de la cabeza que nadie lo puede ver, no creo que sea posible. Si él quiere ser sincero, le dirá que nadie le trató con mayor sinceridad, lealtad y amabilidad que yo. Lo abracé con todo afecto, le prometí mi protección, le aseguré que lo propondría para las clases del Cepperello cuando él, después de un año de interrupción, en el cual yo habría puesto en aquel lugar al P. Manni, justificara mi acto con una conducta disciplinada y religiosa. Puesto que no basta con llevar el hábito escolapio; se exige que se tenga su espíritu, el cual no se limita al trabajo de la escuela, aunque se haga con celo. Y los profesores con espíritu seglar vestidos de escolapio perjudican más que ayudan al Instituto. Si luego a él se le ponen ideas raras en la cabeza, lo siento, y me gustaría que se las quitase. Yo siempre soy benevolente con él, aunque tengo motivos para decir que él no me ha correspondido como merezco. En cuanto a Giovannozzi, el hecho de que yo le haya nombrado Director de estudios en el Cepperello para el curso próximo, y catequista para los jóvenes del liceo, prueba que no lo considero, como dice Usted, una oveja descarriada. Un hijo puede equivocarse, y puede y debe ser advertido, pero no deja de ser un hijo querido, y de ser aún más amado si dócil escucha los consejos de quien verdaderamente le quiere bien. Por otra parte, si permitiese a Pistelli ir a dar clase al Nazareno, causaría un perjuicio a la Provincia Toscana, y no un bien a él; y ello además perjudicaría al P. Giovannozzi su amigo. Si usted le ama, aconséjele que esté tranquilo y que sea un buen religioso. Y asegúrele que le tengo afecto; quizás lo consiga mejor que yo.

Sin duda Pietrobono debió informar a Pistelli sobre esta respuesta, pues unos días más tarde este escribió la siguiente extensa carta al P. Mistrangelo[Notas 244]:

Ante todo, pido a V.E. me diga qué día y a qué hora podrá recibirme con menos molestia; pero al mismo tiempo le ruego lea con paciente atención cuanto creo ser un deber y una oportunidad comunicarle con la presente. Por las anormalísimas condiciones de espíritu en que encuentro, me resulta difícil, casi imposible, hablar con calma; por eso V.E. me perdonará si me atrevo a escribirle una carta tan larga.

Primero y antes de ninguna otra cosa, quiero asegurar a V.E. que sus lamentos, de los que yo me enteré por el P. Baisi, sobre palabras o juicios injuriosos que yo habría expresado sobre V.E. provienen de informaciones falsas y calumniosas. Especialmente falsa y calumniosa es la acusación de que yo haya hablado de V.E. de manera poco respetuosa con estudiantes, o en general con gente de fuera. Si el que la ha hecho me cree capaz de ello, al menos no debía suponer que soy tan estúpido y ligero. En la única ocasión que se me ha presentado de hablar de V.E. con jóvenes (y fue por la protesta surgida por el cierre de la Escuela de Religión), o me abstuve de todo juicio, o dije clara y respetuosamente a internos y externos que la culpa de la inoportuna e injusta decisión debía recaer por completo en el P. Provincial Banchi, cuyos duros y desfavorables juicios sobre el P. Giovannozzi conocía bien, y podía, en caso de necesidad, documentar. Y así algunas de las palabras por lo menos poco educadas que V.E. citaba al P. Baisi, no tengo dificultad en reconocerlas como mías, pero ni las he usado ni oído usar de otros salvo referidas al citado Padre Provincial. Del cual no quisiera hablar nunca más, como hace mucho que no hablo, pero es bueno que V.E. sepa que él, en el discurso que hizo al abrir el Capítulo Provincial, dijo textualmente que “algunas de las decisiones tomadas se le habían intimado a él; las demás, siempre aprobadas por su Congregación”. Con esta astuta brevedad resumió su actuación, y ello bastó al menos para conseguirle aquel miserable voto que le faltaba para ser reelegido. Esto no me preocupa demasiado. Lo que me importa personalmente es hacer notar a V.E. que este sistema de atribuirle a Usted decisiones mal recibidas o equivocadas, sin especificar nunca cuáles, confunde juntos al General y al Provincial, y puede ser causa de que alguna crítica, incluso viva, hecha por mí o por otros al P. Provincial, se haya transmitido maliciosamente a V.E. como dirigida a su persona.

Digo todo esto y lo afirmo por el tiempo transcurrido desde la Semana Santa de 1900 (cuando V.E. me habló benévolamente después del golpe tramado contra mí por el Cav. Padre Banchi) hasta hoy. Antes de aquella época, mi contención en ciertos momentos de ira no injustificada, puede haber sido diferente, y puede ser que algunos, acordándose de frases y palabras mías, abusen de ellas ahora ante V.E. Pero desde que tuve con V.E. aquel coloquio, he evitado siempre toda ocasión de disputa sobre nuestros asuntos, y he vivido, en la medida en que me ha sido posible, indiferente, al menos en apariencia, a todo y a todos. Prueba de ello es mi contención durante la Visita provincial, y en el Capítulo Provincial. Contención remisiva, respetuosa, tranquilísima, como todos pueden atestarle, comenzado por el mismo Provincial. Si yo hubiera querido comportarme de manera diferente y salir de aquella absoluta inercia que me había impuesto, puedo asegurar a V.E. que al Padre Bianchi le habrían faltado bastantes más que aquel pobre voto.

En cuanto a mi respetuosa petición en relación con el Instituto Superior, permita V.E. que yo nuevamente y libremente me lamente de este absoluto silencio que dura más de cuatro meses, y que no acepte el reproche que me llega indirectamente por diversos medios de que yo debería presentarme a V.E. No pretendía una respuesta escrita, esperaba ser llamado, y durante todas las vacaciones me he quedado aquí, esperando en vano. Como en vano, y desde hace muchos meses, he esperado que alguno de mis Superiores se dignara ocuparse de mi asunto y hablarme de él, o pedirme información. No le oculto, Excelencia, que este extraño silencio de todos me ha herido muy profunda e irremediablemente, siendo una prueba evidentísima de que el que yo me vaya o me quede parece a mis Superiores una cosa por lo menos indiferente. V.E. me dice ahora que no había nada que responder, porque la respuesta la había recibido ya en marzo. Pero debo recordar a V.E. que aquella respuesta me fue comunicada como proveniente de Roma, y como fundada sobre un pretendido juramento inexistente, y sobre una pretendida e inexistente incompatibilidad, y que V.E., al comunicármela, me declaró que le resultaba muy penosa, porque hubiera querido darme gusto. Por lo cual yo podía y debía no reconocer justos los motivos de la negativa, y renovar mi petición. Y especialmente debía expresar, como lo hice, a V.E. mi sorpresa y mi profundo dolor porque V.E., al comunicarme la negativa, añadiese estas palabras textuales: “Comprendo, P. Pistelli, la dificultad de su posición, pero si Usted cree que debe aceptar el puesto que le ofrecen, no hay otro camino que pedir el breve de secularización”. Y como V.E. no añadía ni siquiera una sílaba para desaconsejarme este paso extremo, o para mostrarme que a Usted le disgustaría, tenía el derecho de suponer que aquellas palabras suyas contenían indirectamente un consejo. Y lo supuse con mayor razón cuando, algún tiempo después, sin que yo hubiera dicho a nadie aquellas palabras suyas, supe que el Cav. Sacchetti, director de la Unidad Católica, había asegurado que a mi petición se había respondido que “Como hermano, nunca, como sacerdote, si quiere hágalo”.

Pero incluso dejando de lado el Instituto Superior, permítaseme decir que un religioso que pedía a su General explicaciones sobre un punto de tan gran importancia no debía ser dejado durante cuatro meses sin una palabra clara y decisiva.

Por el P. Pietrobono, que me comunica la respuesta de V.E. a una petición suya (digo suya, porque yo no había ni promovido ni aprobado el paso dando por él ante V.E.), me entero ahora de que V.E. se lamenta de que yo no haya correspondido a su benevolencia con una conducta disciplinada y religiosa, y añade que los profesores con espíritu secular vestidos de Escolapio dañan más que benefician al Instituto. No entiendo como V.E. puede decir luego, en la misma carta, que permitirme ir a otro lugar sería un daño para la Provincia Toscana, puesto que nunca puede ser un daño el perder a uno de tales profesores de espíritu secular. Pero, aunque sea grave la acusación de haber tenido una conducta ni disciplinada ni religiosa, sobre este punto no siento la necesidad de defenderme. Me basta la idea de que V.E. me conoce a través de confidencias y de juicios de personas mal informadas o mentirosas. Me basta el hecho suficientemente elocuente de que mis hermanos me hayan elegido por cuarta vez (caso rarísimo, si no único, entre nosotros) vocal al Capítulo Provincial, y me basta saber que en el Capítulo Provincial la Congregación Novemviral me ha incluido en la terna de rectores de la comunidad a la que pertenezco desde hace dieciséis años, y con una votación precisamente igual a la del primero de la terna. Suponía, Excelencia, que estos juicios dados sobre mí con juramento en conciencia por hermanos que me conocen, debían valer más que las habladurías malignas de unos pocos… ¡tal vez envidiosos!

La verdad, Monseñor, es que incluso sin las Conferencias, y la Rassegna Nazionale, y el Instituto Superior, y todo lo demás, soy apenas tolerado, y sólo porque en la actual situación de escasez, mi trabajo es útil en las escuelas. Y aunque mi conducta fuera completamente pasiva e indiferente, aquí en Florencia haría siempre sombra a más de uno dentro y fuera, y sería causa de inquietud para mí y para otros, y de disgustos. Por ejemplo, también en este momento me doy perfecta cuenta, por mil indicios, de ser la causa principal de las dudas y el poco entusiasmo que muestra el P. Manni por venir al Cepperello como rector.

Este estado de cosas que yo no puedo cambiar, unido a la dificultad y al peligro continuo de mis relaciones con quien ha quedado al frente de la Provincia (dificultad y peligro que son tanto más graves aquí en Florencia), me obligan a tomar una dolorosa determinación. Si aceptara la oferta que me han hecho del Instituto Superior, debería quedarme en Florencia después de haber salido de la Orden, y el escándalo que seguiría sería perjudicial para mí y para nuestras Escuelas, que amo. Además, afligiría demasiado a muchos amigos míos y de la Orden, que (a diferencia de mis rectores y provinciales) siguen con tanta ansiedad afectuosa cada paso mío. Es por tanto necesario que yo rechace el honor que se nos hacía a mí y a las Escuelas Pías de Florencia, y lo rechazaré también para que los imbéciles no digan (como ya se decía) que yo dejo la Orden por amor de aquella gloriecilla que podría venirme de ser Profesor de Universidad.

Lo rechazaré, pues, y además dejaré Florencia, donde me sería imposible recobrar la paz y la calma. V.E. puede imaginar fácilmente que la decisión de dejar Florencia me cuesta ya tanto dolor y tantas lágrimas que no la habría tomado si no la hubiera creído, después de largas ya atormentadas meditaciones, absolutamente necesaria. Puede ser que en Volterra, que es la más tranquila y más lejana de nuestras casas de Toscana, encuentre la serenidad, la fuerza y las ganas de trabajar por las Escuelas Pías, que aquí, ahora más que nunca, he perdido por completo. De cualquier modo, al menos tendré tiempo para pensar durante un año, y en un año pueden allanarse o cambiar muchas cosas. Así que presentaré a mis Superiores esta petición. Estoy seguro de que alguno de aquellos hermanos, por ejemplo, el P. Cei o el P. Cremoncini, ambos florentinos, aceptará venir aquí en lugar mío y que yo vaya allí a suplirle, y además estoy seguro de que aquel rector me aceptaría, más que de buena gana.

He querido prevenir a V.E. confiando en que, cuando le sea presentada mi modesta petición, me querrá ayudar con la persuasión que es la única vía que queda para intentar que yo no abandone las Escuelas Pías.

Podrá decirme V.E., como ya escribió al P. Pietrobono, que de este modo perjudico a mi amigo el P. Giovannozzi, director ahora de estas escuelas. Pero ante todo ni siquiera a él, a pesar de que le tengo mucho afecto, podría serle de ninguna ayuda en las circunstancias en que me encuentro, y además no creo que un simple religioso, que no tiene ninguna carga oficial que le dé fuerza y autoridad, pueda ser verdaderamente un Director, y remediar seriamente tantos inconvenientes. Una Comisión, nombrada hace muchos años por el P. General Ricci para estudiar las reformas más necesarias para esta casa, de la cual yo formaba parte y fui el relator, planteó como principio fundamental este: “Es necesario que la misma persona sea Rector de Cepperello y Director de las escuelas”. Y todos, incluso el General, aprobaron unánimemente lo que la experiencia había demostrado ya ser justo. V.E., que conoce bien a algunos hermanos, puede estar ya seguro de que al Director… le dejarán cantar, y que si se ponen a investigar los estudiosos de las Constituciones descubrirán que este cargo de Director no aparece en las Constituciones.

Pero quisiera ser un falso profeta, y que todo se arregle y componga con los mejores auspicios para el futuro de las Escuelas Pías. Nadie se alegrará de ello más que yo. Y como veo, con total seguridad, que mi presencia en Florencia sólo puede perturbar esta esperanza en lugar de ayudarles a florecer (y lo demuestran mis 23 años de fatiga inútil), termino presentando de nuevo a V.E. la petición más cálida y más viva para que consienta mi traslado a Volterra. Mientras tanto me repito dispuesto, ahora como siempre en el pasado, a presentarme ante V.E. cuando lo considere oportuno, y le renuevo la petición con la que comencé esta carta, y le ruego me bendiga.

La Universidad, al comenzar el nuevo curso, vuelve a invitar a Pistelli a dar clases, y este pide permiso de nuevo a sus superiores, usando una fórmula diferente: dedicarse a la “enseñanza libre”. Consultados los Asistentes Generales, al menos el P. Bertolotti responde que no tiene inconveniente en que el P. Pistelli sea un “enseñante libre”[Notas 245]. El P. Mistrangelo escribe una carta al Prefecto de la Congregación de Obispos y Religiosos, Cardenal Gotti, consultándole. Y esta es la respuesta que recibe[Notas 246]:

En su carta del 9 del pasado mes de enero V.E. Rvma. me exponía que sus Asistentes Generales propusieron oír la opinión de la S. Congregación de Obispos y Regulares sobre conceder o no a un religioso de las Escuelas Pías permiso de libre docencia en el Instituto Superior de Florencia. Respondo no oficialmente, sino como persona privada, que la S. Congregación no suele conceder rescritos sobre ese tipo de cuestiones. Puedo añadir que, si fuese interrogada de oficio, respondería “teniendo todo en cuenta, no procede”. Yo, personalmente, me inclino a opinar que V.E. Rvma., si aún está a tiempo, haría bien impidiendo al religioso que me describe la libre docencia en este caso. Perdone el retraso al responderle.

Pero ya no estaba a tiempo: el P. Pistelli había comenzado a dar clases en la Universidad, al no recibir respuesta por parte de sus superiores (siguiendo, tal vez la máxima “quien calla, otorga”). El P. Pistelli, enterado de la respuesta de la Sagrada Congregación, vuelve a escribir al P. General[Notas 247]:

Vine hace poco a hablar con V.E., pero prefiero escribirle, pues me resulta difícil hablar con tranquilidad.

Sin duda V.E. me habría manifestado su justo desagrado porque comencé las clases en el Instituto Superior sin el permiso. Básteme recordarle que yo escribí pidiéndolo al P. Provincial a mitad de noviembre, y lo esperé durante más de dos meses, y básteme repetir que las palabras que me dijo el P. Provincial el día del reparto de premios (7 de diciembre) y el coloquio tenido con V.E. antes de las fiestas navideñas me autorizaban a decir, como dije a más de uno (y en especial a la Facultad del Instituto Superior, que había quedado privada de aquella enseñanza como consecuencia de mi rechazo del encargo oficial) que faltaba todavía alguna formalidad, pero el permiso lo había obtenido. Cuando luego me enteré, con sorpresa y dolor, de la consulta hecha a la Congregación Romana, estuve inmediata y absolutamente cierto y seguro de que responderían que no, y quien esperara lo contrario había olvidado que ciertos permisos la citada Congregación cuando es interrogada oficialmente y por escrito no los concede nunca, mientras que por otra parte no encuentra nada que decir ni de reprobar cuando se piden y conceden de manera privada. Estoy convencido, Excelencia, de que sus Asistentes, aconsejando consultar a Roma, querían, indirectamente y sin parecerlo, rechazar mi petición. Aquí está la gravedad de la cosa. Mi enseñanza en el Instituto Superior, absolutamente inocua y en ningún modo peligrosa incluso por su carácter especial, no debía ser considerada por mis Superiores sino como un honor, modesto, sí, pero siempre un honor tanto para mí como para la misma Orden. Era la primera vez, desde los viejos tiempos, que un religioso volvía a entrar en una Universidad, y entraba en ella con su hábito y mientras seguía enseñando en las escuelas de su Instituto, y los escolapios debían haberse alegrado de ello. Si en lugar de ello esto ha parecido un peligro y una novedad tan audaz como para tener que consultar a Roma, la razón no puede ser más que una: que los Asistentes de V.E. no se fían de mí, puesto que no puedo imaginar el absurdo de que la cosa les pareciese verdaderamente peligrosa o ilícita en sí misma.

De ahora en adelante, ni puedo permanecer por más tiempo en esta situación equívoca, ni puedo interrumpir el curso comenzado. Obedecí a la orden de no escribir más en ciertos periódicos; interrumpí, faltando a compromisos graves, el trabajo sobre Villari que se me prohibió, con un nuevo procedimiento, a priori; no he aceptado el encargo que oficialmente se me ofreció en el Instituto Superior; he vuelto a hacerme cargo aquí no sólo de las clases acostumbradas, sino de otras más… Pero esta vez creo ser justo que se me permita continuar por mi camino, y pido y espero que de manera explícita y clara se me conceda, por Vuestra Excelencia o por mi P. Provincial, licencia y facultad por escrito.

Esto le habría expuesto y pedido esta tarde a V.E., a quien confío que esta carta, aunque escrita con mucha prisa y excitación, le será menos penosa, y sobre todo más clara.

El P. Banchi, por su parte, informa al P. General que, tras comunicar al P. Pistelli el veto de la Sagrada Congregación, este le ha respondido que ahora ya no puede dejar las clases comenzadas. No quiere obedecer. Y pide consejo al P. General: ¿qué hacer?[Notas 248] Pero el P. General al parecer no responde, y ya no encontramos más cartas en nuestro archivo sobre este asunto. El P. Pistelli ya no dejará su enseñanza universitaria, ganando prestigio personal y colectivo, y mereciendo él al final de su vida, en 1927, una bendición especial del Papa Pío XI y la Orden un telegrama de pésame por parte de Mussolini. El P. Mistrangelo por su parte, quizás por no haber actuado como esperaban de él, reprimiendo a algunos escolapios “liberales” de Florencia y Roma, cosa que desagradó a los Pontífices León XIII y Pío X, tuvo que esperar varios años más su capelo cardenalicio. Si así fue, este sacrificio personal a favor de sus hermanos merecería el mayor elogio que podemos dar a un Superior Escolapio.

Este incidente, que hemos narrado de manera quizás demasiado detallada, ilumina bien la situación de la Orden, entre una modernidad necesaria y una tradición que pesaba aún demasiado.

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El P. Antonio Gandolfi nació en Triora (Liguria) en 1867. Ingresó en las Escuelas Pías, e hizo su profesión solemne en Carcare en 1888. Tras ser ordenado sacerdote, y unos años de enseñanza en su propia provincia, fue enviado a Pompei, por petición expresa del P. General Ricci, que decía de él: El P. Gandolfi es un joven de ingenio a quien no le disgustan las aventuras. En Pompei estuvo desde 1895 hasta 1903, convirtiéndose en el brazo derecho del P. Giovanni G. Giannini, rector de la casa. Bartolo Longo tenía gran confianza en sus habilidades prácticas, y le confió la imprenta y el internado. Hasta que el P. Gandolfi comenzó a protestar contra la explotación laboral de los niños, y entonces fue enviado a Florencia, para abrir la casa de los Artigianelli o aprendices de Santa Isabel, con una orientación similar a la de Pompei, pero sin explotación. En 1834 los escolapios se retiraron de esa casa. El P. Gandolfi pidió entonces permiso para residir con su familia en Bordighera, donde falleció en 1951.

Una buena noticia para la provincia toscana, casi al final de nuestro periodo, es la fundación de la casa de Santa Isabel. Se trataba de un centro similar al de los hijos de los encarcelados de Pompei, pero en este caso realmente concebido para el bien de los muchachos, y no de la institución. Por lo tanto, la persona adecuada para ponerlo en marcha era el P. Antonio Gandolfi, de Liguria, que durante muchos años había trabajado en Pompei, pero últimamente estaba creando problemas al patrón Bartolo Longo. Así narra el P. Provincial Banchi al P. Mistrangelo el origen de la fundación[Notas 249]:

Hoy a las cuatro he tenido una larga conversación con el Sr. Nicolino Martelli. He querido conocer bien la índole de la institución que nos quisiera confiar, y he comprendido que se trata de una misión bastante delicada, de grave responsabilidad y que requiere hombres de mucha prudencia y circunspección, prontos al sacrificio y a la abnegación. Por lo cual V.E. puede ver que toda la dificultad consiste en encontrar estos hombres. Yo recomendaría al P. Gandolfi, y propondría ver la manera de añadir como compañero el P. Manca, o el P. Micotti, que quizás dejará el cargo de prefecto del Cepperello. Y aquí conviene que ayude el P. Brattina, que podría volver a tomar al P. Micotti y ceder al P. Manca; en cuanto al hermano laico, yo me ocupo de proveer. He hablado de tres religiosos porque he dado a entender al Sr. Martelli que se quiere formar una pequeña comunidad religiosa, y él está de acuerdo, y no me ha puesto ninguna dificultad con respecto al pago de 300 L mensuales, como se dijo en la Congregación General, sin tocar el hecho delicado de las misas, incluso mostrándose satisfecho de no tener que pagar la limosna de la misa. De modo que en general nos hemos entendido. Ahora él espera una respuesta definitiva, y la espera con una cierta urgencia. A este propósito yo me he mostrado bastante reservado, limitándome a decirle que tan pronto yo tenga disponibles los tres individuos, me apresuraré a informarle. Y así nos hemos despedido, en muy buenos términos. Si Jesús y San José quieren que se extienda la mano a esta nueva viña, nos ayudarán. A mí me parece que la cosa es factible, o al menos hay un principio de factibilidad. A su iluminada mente el juicio.

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El P. Alessandro Serpieri nació en S. Giovannino di Marignano (Romagna) en 1823, y falleció en la Abadía Fiesolana en 1885. Ingresó en la Orden en 1838. Estudió ciencias físico-naturales en Florencia. Durante estos años trabajó como auxiliar en el Observatorio Ximeniano de esta ciudad, entonces dirigido por el P. Giovanni Inghirami. En 1843 fue destinado al Colegio Tolomei de Siena, donde enseñó álgebra, geometría y filosofía racional y moral. En 1846 pasó a Urbino, en cuya Pontificia Universidad enseñó física por espacio de treinta años. Fundó el Observatorio Meteorológico de Urbino, donde llevó a cabo diversos estudios de meteorología, astronomía y sismología. Trabajó también en cuestiones de potenciales eléctricos. No olvidó, con ello, su ministerio sacerdotal y educativo. Sus publicaciones son reflejo de esta unión entre actividad científica y catequética-educativa. Fue rector del colegio de Urbino desde 1856 hasta 1884, fecha en que los escolapios fueron expulsados del colegio

Sicilia

Según el Catálogo de 1870, este era el estado de la Provincia:

Casas Religiosos

1.Palermo 13
2.Mesina 3
3.Adernò 4
4.Leonforte 3
5.Agrigento 2
6.S. Mauro 3
7.Palma 7
TOTAL 35

Pero como en el caso de otras provincias, se trata de datos oficiales. La realidad era diferente, mucho más sombría. La primera carta que llega al P. Casanovas con noticias de Sicilia viene del P. Antonio Maria Pontorno, de Leonforte, y dice lo siguiente[Notas 250]:

Escribo con lágrimas en los ojos. No encuentro a quien poder dirigir mis aflicciones sino al Padre Común. Aunque la fatal dispersión quiso privarnos de la vida religiosa, quedó sin embargo siempre aquella sumisión que los religiosos deben en conciencia a su Superior. Por ello escribí a V.P. Rvma., y quizás la carta se ha perdido en el correo, porque no he recibido ninguna respuesta. Yo era el Rector de esta casa de Leonforte antes de la ley de supresión, y como la toma de posesión se retrasó hasta el 24 de agosto de 1868, vivía con un hermano y un clérigo con los recursos de la comunidad religiosa. Después de despojarnos de nuestros bienes, expulsarnos de casa y cerrar la iglesia, nos hemos quedado sin techo, sin pan y sin ayuda. La ley que concede a cada religioso una pensión, hasta ahora no la hemos podido tener, y por eso me he dirigido a V.P. Rvma. para que haga el favor de escribir a nuestros religiosos de Florencia para que por medio de alguna persona cercana al Ministro podamos cobrar la pensión yo y el lego profeso, Ottavio Re. En resumen, haga algo para poder obtener de aquellos Padres algún patrocinio, pues yo no sé a quién dirigirme.

A primeros de marzo le responde el P. Casanovas[Notas 251]:

Desde hace seis meses que el Santo Padre me nombró General de la Orden, su carta es la primera que me llega de Sicilia. Me duele ver el estado deplorable al que se ve reducido el Instituto de S. José en esa isla, y me duele aún más cuando considero que esa desolación nos ocurre por falta de unión y de caridad entre nosotros mismos, siendo todos hijos del mismo Padre. Las Escuelas Pías pueden conservarse en cualquier lugar sin protección de los gobiernos y sin faltar a las leyes del Estado; los pueblos tienen necesidad de instrucción y de formación religiosa. Entonces ¿por qué el P. Rector de Leonforte junto con los que han quedado firmes a la vocación escolapia no se dedican a la enseñanza? De manera gratuita si el municipio o la caridad de los ciudadanos atienden a las necesidades de los maestros; o pagando si no queda otro recurso para vivir de ello. Donde se ha actuado así no ha faltado la bendición de Dios; cuando cada uno se las ha querido arreglar por su cuenta, vienen las tribulaciones. Sé que algunos han conseguido una vida cómoda, pero no es esa nuestra profesión y nuestro deber; unos pocos días pasados en la inacción y en ocupaciones impropias de nuestro Instituto pueden privarnos de la recompensa que Dios tiene preparada en el reino de los cielos a quien haga y enseñe.

A pesar de ello no soy insensible a las aflicciones de V.R., pero es imposible remediarlas individualmente, porque el gobierno no recibe instancias de ese género. Hace falta que V.R. escriba al P. Provincial dándole a conocer su propio estado y el de su comunidad; el P. Provincial deberá hacerme una relación referida a todas nuestras comunidades e individuos que se encuentran en la misma situación, con datos para poderlos presentar ante el Gobierno, y yo haré todo lo posible para encontrar alguien en Florencia que apoye nuestras reclamaciones, y obtenga un resultado favorable.

Esperando que V.R. obre así, y que podré serle útil, recomiendo a V.R. y a todos los nuestros que oren fervorosamente a nuestro S. José por la restauración del Instituto Calasancio en la isla de Sicilia.

Decide entonces el P. Casanovas escribir al P. Nazareno Sapienza, que era el Provincial de Sicilia desde 1860[Notas 252]:

P. Provincial, no me ha sido posible hacer llegar mi voz hasta V.R. y otros hijos de S. José hermanos míos, a pesar de haberlo intentado por medio del P. Ex General Perrando. Esta falta de noticias me ha sido tanto más penosa cuanto que llegan hasta mí las voces de pena y dolor que afligen el corazón de varios religiosos nuestros que carecen de todo tipo de recursos. Entre estos está el P. Antonio Maria Pontorno, Rector de Leonforte, quien con lágrimas en los ojos me escribe que se encuentra con su comunidad sin techo, sin pan y sin ayuda, y por tanto me ruega que le consiga la pensión del Gobierno. Le respondo que no es posible (…)

Ruego a V.R. por amor de Dios, de S. José y de los niños que nos piden el pan espiritual que me escriba pronto. A continuación, le envío algunas primeras circulares; pongámonos de acuerdo para restaurar su Provincia.

El P. Sapienza, en efecto, le respondió pronto desde Palermo dándole las siguientes noticias[Notas 253]:

Me ha llegado la gratísima carta de V.P. Rvma. anunciándome su promoción a Moderador de la Orden de las Escuelas Pías. Me alegro, y le auguro todo bien posible. Los tiempos son muy escabrosos, es cierto, pero Dios y nuestro Santo Padre Fundador le darán conforme a los tiempos la necesaria virtud para la buena marcha de la grey que por el cielo le ha sido merecidamente confiada.

Ahora tengo el gusto de manifestar a V.P. Rvma. que casi todos los religiosos de esta Provincia continúan haciendo escuela en las mismas localidades donde estaban de comunidad, recibiendo de los respectivos municipios el estipendio determinado por la Instrucción. Están bien vistos y son muy respetados. A todos el Gobierno les pasa la pensión a trimestre cumplido, además del estipendio que reciben de los municipios por sus trabajos escolares. Sin embargo, vivimos todos fuera de las casas religiosas porque esta fue una orden del Gobierno General para esta isla benditísima. Todas nuestras casas están en poder de los municipios, dedicadas a otros usos. Algún religioso de edad avanzada y que tiene parientes decidió retirarse a su pueblo en el seno de su propia familia, donde está bien atendido en todos los sentidos. Verdaderamente hasta ahora no debemos quejarnos de la Providencia.

Por lo que se refiere al P. Antonio Maria Pontorno, Rector de la casa religiosa de Leonforte, su patria, cuando trato este tema me acomete una cierta tristeza en el corazón teniendo que hablar de él, pero la obediencia lo impone, así que lo haré. No he sabido nada de este religioso desde antes que ocurriera nuestra expulsión; en cuanto fue sancionada por el Parlamento, se emancipó por completo, rompiendo toda relación con su Superior, y según se contaba, era uno de aquellos chalados que esperaban con ansiedad la disolución del Cuerpo moral. Le escribí varias cartas, y todas encontraron en él un obstinado silencio. Pasó mucho tiempo, y atrajo sobre sí mi indiferencia, e incluso la indignación del Obispo de aquella diócesis. Me sorprende ciertamente que hasta ahora no haya conseguido la pensión como los demás. De hecho, no me ha escrito, ni se atreve a escribirme. Pero sé que en Leonforte están de comunidad él y un hermano solamente. Cuando dice que se encuentra sin techo, sin pan y sin ayuda con su familia, quiere decir con la familia de sus parientes, no con la familia religiosa, ya que el hermano, aunque es nativo de Palermo, se ha quedado allí al servicio de aquel municipio para barrer las escuelas y otras cosas, y recibe un salario con el que puede mantenerse. El P. Pontorno tiene la escuela municipal, y recibe el estipendio determinado por la Instrucción. Así que bajo todos los puntos de vista es un mentiroso, mientras él, mejor que otros, está bien en casa de sus propios parientes. Sobre si sus reclamaciones por la pensión aún no recibida son justas, Rvmo. P. General, no sé qué decirle, no entiendo por qué sólo él y el hermano son los únicos que hasta ahora no han recibido la pensión como todos los demás religiosos. Si me escribe haré todo lo posible por ayudarle inmerecidamente.

Como vemos, las informaciones eran confusas y contradictorias. El P. Casanovas quería saber más, para poder hacer algo que resultara eficaz para la restauración de la provincia. A la carta del P. Sapienza, responde lo siguiente el P. Casanovas[Notas 254]:

La querida carta de V.R. me ha causado placer y disgusto. Me alegro y me felicito con todos los hermanos religiosos de esa isla por la ventajosa situación en que todos se encuentran a pesar de ser los tiempos tan difíciles, y por la estima que las familias y los municipios tienen por ellos, pero me duele el ver que personas que han jurado vivir juntas están separadas, al considerar dispersa la grey, quizás porque los pastores no fueron cuidadosos para mantenerla reunida. Mi dolor aumenta al ver con cuánta facilidad habrían podido conservar una personalidad bajo el título de Asociación para el trabajo o con cualquier otra relación, aprovechando del favor de las poblaciones, y tanto más porque las órdenes emanadas de la Sagrada Penitenciaría a este propósito son claras y precisas, de continuar unidos en la medida de lo posible, en el número que sea concedido, y siempre bajo la dependencia de los Superiores. ¡Quizás faltó la concordia, quizás el esfuerzo para mantener unidos en torno a sí aquellos hijos que Dios le había confiado!

Creo que las leyes ahí serán las mismas que en Toscana, en Liguria y en las demás provincias de Italia, donde los escolapios no han recibido ninguna observación y trabajan y prosperan, y son nuestro gozo, el bien de la sociedad y la gloria del Instituto.

Desearía mucho oír de V.R. alguna proposición para reunir al menos en alguna casa a los religiosos, y no hacer perecer por completo ahí esta Orden que ha costado tantas penas a nuestro santo Fundador, quien mostró una atención especial por esa isla, también en sus portentos; esa Orden que ha jurado mantener íntegra al entrar en ella. Consuéleme, querido P. Provincial, indicándome algún proyecto para repristinar la ventaja de la enseñanza de los pobrecitos de Jesucristo, y el Padre Celeste le dará toda la fuerza para actuar. (…)

Al P. Casanovas le van llegando noticias de otros lugares de Sicilia, con lo que va teniendo una imagen más completa de la situación de los escolapios en la isla. El P. Salvatore Amato le escribe desde Messina[Notas 255]:

En respuesta a la suya del 22 de marzo pasado, le señalo que esta casa nuestra, reducida exclusivamente a un internado bajo la dependencia de una Delegación elegida por el Gobierno Real ya desde antiguo, fue afectada por la ley de supresión como todos los demás conventos y monasterios, y en consecuencia, igual que los demás religiosos, los escolapios fueron expulsados de su propia casa para vivir por su cuenta con la esperada pensión de un franco y algunos céntimos diarios.

Los únicos escolapios que hay en Messina son el P. Antonio Civetta, perteneciente a la Provincia de Nápoles, alojado en un cuarto de los PP. Teatinos que le ha alquilado el Demanio[Notas 256], y que se ocupa a dar clases particulares para ganarse la vida; el P. Girolamo Rainieri, retenido como profesor de matemáticas en nuestro antiguo internado (que sigue abierto y confiado a la diputación administrativa de seglares con amplias facultades, y lo ha llenado de educadores y profesores seglares); y yo con el cargo provisional de rector de la iglesia de los Padres Menores, que como toda compensación recibo el alojamiento en su casa suprimida. Y este es el estado de la casa y de los religiosos de las Escuelas Pías en Mesina.

Yo me he quedado esperando mejores tiempos, a pesar de las cálidas y repetidas instancias que me han hecho mis parientes para que vuelva a Palma di Montechiaro, mi patria, pero hoy día, el encarecimiento de los víveres que es cada día mayor comienza a dominarme la voluntad de doblegarme a los deseos de los míos. De todos modos, si me voy a Palma, avisaré a V.P. R., para que sepa a dónde enviarme sus órdenes, a las cuales me declaro siempre sumiso con reverencia.

El P. Provincial Sapienza, tras recibir la carta recriminatoria del P. General, cambia de tono: ahora ya todo no es de color de rosa para los escolapios de Sicilia. Reconoce que es sumamente difícil poner en práctica los deseos del P. General[Notas 257]:

Nuestra situación, como la de todos los cuerpos morales de esta provincia de Sicilia es bastante lamentable, y a mi parecer sin ningún remedio, a no ser que el Señor Dios misericordioso se digne volver hacia nosotros su piadosa mirada, escuchar nuestras fervorosas oraciones y concedernos lo que pedimos. Por ello es vano cualquier esfuerzo, cualquier idea o proyecto que pueda hacerse para reunir a nuestros religiosos, volver a abrir las casas, y convertirlas de nuevo en comunidades, puesto que nuestras casas, esenciales para el ejercicio del instituto, en el momento de la supresión fueron todas ocupadas para uso de los respectivos municipios, y de este modo se nos ha privado del primer medio para poder volvernos a reunir. Es cierto que al principio de la supresión algún Cuerpo Moral quiso alquilar una casa particular, y reunirse para convivir en forma de comunidad, pero pasados algunos días se disolvió, y ya no se han visto más ejemplos. Además, vestir el hábito religioso es lo mismo que ponerse como blanco de los insultos de jovenzanos corrompidos en toda maldad y de hombres liberalísimos, y mientras tanto la policía no se hace garante en absoluto. Por todas estas razones aquí no se ve ningún Cuerpo Moral reunido, ni vistiendo hábito. Me dicen que en la Italia Superior estas cosas no pasan. Pues entonces digámoslo francamente: este maldito país insular es de una índole perversa, y fragua de todo desorden, que vive aún en medio del salvajismo, de la ignorancia y de la mayor depravación, especialmente la baja plebe. Hable V.P. Rvma. si lo cree conveniente con los Obispos; ellos, pobrecillos, tienen sus propios apuros, y estoy seguro de que no le responderán de manera diferente a lo que yo le he dicho. Dios, por otra parte, cuando quiera podrá coronar sus santos deseos, que serían el deseo de todos los buenos religiosos. Y termino. Difícil, si no imposible, es la restitución de las casas religiosas. Inútil cualquier esfuerzo nuestro si no nos asiste y tutela la poderosa mano del Gobierno.

Después de mi última nota han fallecido los siguientes religiosos: el ex Provincial P. Ignazio Dainotti, de Palma de Sicilia; el P. Cristoforo Chirico de Messina; el P. Alfonso Capra de Leonforte; el P. Gabriele Prado de Palermo. Estos son los religiosos que quedan (siguen una lista con 24 nombres; de ellos uno está en Florencia y los demás en Sicilia). Estamos todos fuera de las casas religiosas, menos el P. Eugenio Santi Salomone, que es rector provisional de nuestra iglesia de Adernò, y el P. ex Provincial Alfonso Miccichè, que es rector provisional de nuestra iglesia de Leonforte. Yo era rector provisional de nuestra iglesia de S. Silvestre de Palermo, pero fui echado de allí; al colegio S. Rocco, que ocupó toda nuestra casa religiosa, le dieron también la iglesia, que ha sido convertida en comedor. Todos tiramos delante de manera mezquina, con la escasa pensión y con los trabajos escolares, adaptándose cada uno según sus propias fuerzas. Vivir en medio de estos apuros y especialmente a una edad avanzada es verdaderamente una dura aflicción, un dolor continuo, pero reconociendo que este es el deseo de Dios, vivimos en paz, plenamente resignados a su divina voluntad. Sin más, le beso con todo respeto sus sagradas manos.

El P. Amato vuelve a escribir desde Messina en 1870; se ve que por parte de algunos escolapios existe la voluntad de reunirse para formar una pequeña comunidad, pero al parecer las dificultades son insuperables[Notas 258]:

No pudiendo formar en Messina una forma cualquiera de comunidad religiosa por falta de escolapios y de medios con los que hacer frente a los gastos indispensables para el alquiler de una casa y mobiliario, he escrito a Palma di Montichiaro al P. Alfonso Miccichè, al que siempre he tenido por un buen religioso y amante de las Escuelas Pías, para ver si acaso podría encontrarse la manera de reunir algún número de religiosos que pudieran ejercer nuestro instituto, y si aquel pueblo estaría dispuesto a apoyar una obra tan útil y tan santa. Pero por lo que puede deducirse de su respuesta, que adjunto, parece que hay dificultades insuperables. En esta isla, verdaderamente, se ha desplegado más que en el continente una sistemática aversión a las órdenes monásticas, y especialmente a confiar la instrucción a eclesiásticos.

La carta citada del P. Miccichè al P. Amato decía lo siguiente[Notas 259]:

P. Amato, los deseos del Rvmo. P. General han sido y son los míos. Desde el momento de la expulsión intentamos vivir en común, alquilando una casa, pero cuando se enteró el Delegado, vino a amenazarnos. Hubo en esta isla un decreto del General Cadorna con la intención de hacer quitarse el hábito a los religiosos y de impedir cualquier tipo de reunión de los mismos. Supuesto lo cual, para ir adelante hace falta antes que nada obtener un decreto o una orden ministerial que permita poder vivir juntos para el ejercicio del instituto y para poder vestir el hábito como en el continente. El P. General, que tiene tantas ganas, podrá obtenerlo en Florencia, y entonces estaremos en condiciones de invitar a los religiosos a vivir según los deseos santísimos de nuestro Rvmo. P. General. Yo tengo 71 años (…)

Obviamente no son compatibles los deseos del P. Casanovas con la difícil situación que viven los escolapios en Sicilia. Quizás habría hecho bien haciéndoles una visita, y lo mismo a los escolapios de Cerdeña. Cuando en 1874 el P. Casanovas en confirmado como General para otro mandato, vuelve a la carga escribiendo al P. Provincial Sapienza, quien le felicita y dice que informará a los demás sobre su nombramiento. Pero todo se queda en un simple intercambio de cartas. Y lo mismo ocurre con el P. Ricci cuando toma el relevo al frente de la Orden en 1884: se interesa por la restauración de Sicilia, pero sólo por correo. En 1886 el P. Antonio Giamboni responde al P. Ricci informándole sobre la situación de los religiosos en la isla[Notas 260]. El P. Ricci le pedía que sugiriera algún nombre para Superior. Se inclina por los PP. Natali y Guzzino; excluye a los PP. Torregrossa y Spagnolo. El P. Giamboni es confirmado como rector de Palma[Notas 261]. Tan sólo en esa casa había una apariencia de vida comunitaria: había un sacerdote, un hermano y un oblato.[Notas 262] Al morir el P. ex provincial Miccichè en 1887, el P. Giamboni se vuelve a poner en contacto con el P. Ricci, dándole la misma lista de supervivientes. En 1888 vuelve a enviar la lista de los supervivientes, 8. Pero él no ha perdido la esperanza, y se esfuerza por reclutar jóvenes que quieran ser escolapios. Va a enviar ya alguno, y pregunta qué ha de llevar a Florencia[Notas 263]. Dice, además: Esperemos resucitar la Orden en Sicilia. Ruego me informe si aceptan jóvenes de edad inferior a dieciséis años, cuánto deberían pagar, en caso afirmativo. Me hacen muchas peticiones para vestir nuestro hábito. De hecho, envían algunos jóvenes a casas de formación de Roma y Florencia, pero no se adaptan bien, y los tienen que despedir[Notas 264].

El obispo de Acireale, en Sicilia, ofrece a los escolapios de Nápoles un colegio en su diócesis, pero tampoco ellos pueden aceptar la oferta[Notas 265]. También el Deán de Agrigento pide que vayan dos padres para abrir un internado en esa ciudad donde habían tenido antes una casa, pero no es posible acceder a la petición[Notas 266]. Probablemente en relación con ella, el P. Giamboni escribe una carta respondiendo a unas preguntas[Notas 267]:

(P. Provincial)[Notas 268] Respondiendo a la cortés y gentil carta de V.P. Rvma., esto es lo que pudo decirle. En la lista de las casas religiosas, colegios, establecimientos confiados a los PP. Escolapios de Sicilia antes de estos tiempos, no se encuentra el establecimiento de Noto. Hace casi 37 años que soy escolapio y nunca he oído hablar de él. Solo teníamos un Hospicio en Sicilia, y era el de Agrigento, donde vivían huérfanos y ancianos inválidos. Los Padres Noto y Scavuzzo fueron expulsados de allí con gritos de “¡Abajo!”, después de estar tragando hiel y amargura durante años. Hoy está en poder de la Diputación Provincial y de los Señores Canónigos, en parte. Hay allí un curilla que podría llamarse prefectillo más que rector. Está sometido a los Diputados, a los Canónigos, a los administradores, y diría que incluso a los jóvenes huérfanos y a los viejos; no tiene la más mínima parte en la administración. Yo tengo la mejor buena voluntad para que resurja esta provincia agonizante. Espero dirigirme allí en septiembre con dos bravos jovencillos que ya han hecho la petición; también dos buenos sacerdotes querrían vestir el hábito calasancio para ser religiosos nuestros. En las próximas vacaciones escolares iré a Noto, a Agrigento y Palermo, y contaré todo a V.P. Rvma. En mi opinión el resurgir de esta Provincia debe comenzar en Palma, antigua casa general, con un bellísimo templo; casi la tercera parte de la casa está en mi poder. Con el presente año escolar voy a cumplir 25 años de escuela pública municipal, y tendré la pensión de 600 L anuales, pues no tengo pensión del gobierno. Abandonar Palma sería perder el derecho a la pensión; eso podría hacerlo yo más tarde. Además, estoy solo, y tendría que confiar la iglesia a sacerdotes seculares, cosa que desde la muerte del ex provincial Miccichè, de feliz o infeliz memoria[Notas 269], han deseado y no han podido conseguir de ninguna manera. El sacerdote Cipollina, heredero universal de nuestro Miccichè, ex Provincial ya difunto, creía que heredaba también la iglesia, por lo que en una ocasión me hizo nombrar por el Obispo de Agrigento confesor ordinario de las monjas benedictinas de este insigne monasterio de Palma, pero yo rechacé el nombramiento, de acuerdo con nuestras Constituciones. Creo que viene también de él indirectamente el intento de mi traslado. La espera para obtener la pensión me detiene aquí. Cuando vaya informaré ampliamente a V.P. Rvma., que bien lo merece.

Lista de las casas religiosas y colegios confiados en el pasado a los PP. Escolapios:

a.Palermo: S. Silvestre, casa Noviciado.
b.Palermo: Colegio Calasancio. Hoy la primera es el Colegio S. Rocco, del gobierno; el segundo es la vivienda de la Guardia de P.S.
c.Colegio Carolino de Messina, hoy internado Alighieri.
d.Pequeña residencia religiosa de Leonforte, hoy cuartel de carabineros.
e.Pequeña residencia religiosa de S. Mauro, hoy escuela pública.
f.Casa de Adernò, hoy escuela pública.
g.Hospicio de Agrigento, hoy confiado a seglares.

h.Casa general de Palma.

Tan sólo en esta casa bellísima se conserva un olorcillo calasancio; en las otras casas y colegios que antaño fueron nuestros, no vive ningún religioso escolapio. En Palma estoy yo con un hermano. Yo tengo la iglesia, la escuela y casi un tercio de la casa. Con el permiso de V.P. Rvma. pienso dar el hábito religioso a algunos buenos sacerdotes que luego podrían ir ahí para el noviciado.

Nota sobre los PP. de esta provincia.

*P. Torregrossa, que fue garibaldino, de 81 años, vive en Palermo, en privado, en su casa.

*P. Dainotti, vive en Palermo, con los PP. Capuchinos. Está sordo; tiene 74 años.

*P. Eugenio Spagnolo, de 76 años, vive en Salemi, su pueblo, con mala salud. En una ocasión le escribí para que se retirara en Palma, y me respondió que [no] podía viajar.

*P. Celestino Guzzino, vive en Palermo. Maestro de 5ª clase elemental municipal. No viste el hábito religioso; vive en su casa; tiene 54 años.

*H. Paolo d’Amico, vive conmigo en Palma, tiene 68 años. Y esto es todo.

*Yo soy rector de la iglesia y de la Orden; visto el hábito; vivo en el claustro; estoy habilitado para confesar y predicar. Soy maestro de 3ª elemental, y tengo 58 años.

Bendígame y confíeme al Señor.

Cuando el P. Antonio Giamboni fallece en 1897, se puede decir que termina la historia escolapia de Sicilia.

Cerdeña

La Provincia de Cerdeña, según el Catálogo de 1870, contaba teóricamente con las siguientes casas y religiosos:

Casas Religiosos

1.Cagliari colegio 24
2.Cagliari noviciado 7
3.Isili 6
4.Tempio 7
5.Oristano 11
6.Sassari 12
7.Santulussurgiu 2
TOTAL 69

Sin embargo, la situación real es bien diferente. Interrogado el P. Serafino Usai, último Provincial, elegido en 1863, responde con datos más reales[Notas 270]:

Incluyo el estado que pide la Sagrada Congregación para conocer la condición de la destruida Provincia de Cerdeña. Parece que todos los municipios se hayan conjurado contra nosotros, ya que, como se puede ver en el mismo, tan pronto como el Gobierno obtuvo las casas e iglesias, han intentado darles otro uso para no permitir que los nuestros vivieran juntos en ellas, y ahorraran lo que cada cual gasta en alquiler o pensión en casa de seglares. Para agravar nuestra miserable condición, aparte de la ley que concede una limitada pensión a los sacerdotes, y limitadísima a los legos, se añade para nosotros los sacerdotes la privación de la limosna de las misas, puesto que desde el 68 las iglesias fueron liberadas del cumplimiento de los legados píos. Habiendo el mal superado en todos los aspectos las columnas de Hércules, se desespera de un cambio logrado con medios humanos; tan sólo Dios podrá con su infinita misericordia dispersar el ruinoso huracán y concedernos lo más pronto posible la deseada calma. V.P. Rvma. haga el favor de registrar en el Archivo General la nota siguiente: todos los documentos y libros pertenecientes al Archivo Provincial y al Archivo del Noviciado se encuentran en dos cajas diferentes selladas, guardadas en depósito por las Monjas del Monasterio de Santa Clara en Cagliari, teniendo cada una la siguiente inscripción sobre hojalata: “Arca de papeles que pertenece al Muy Rev. P. General de las Escuelas Pías en Roma 1866”[Notas 271]. De modo que si nuestra corporación resurge, el P. General del momento podrá indicar al Provincial de Cerdeña dónde se encuentran los documentos mencionados.

En cuanto mejore el tiempo, que es borrascoso desde hace ocho días por mar y por tierra, podré presentarme al Arzobispo y obtener una declaración que dé a conocer claramente que es falso que yo haya entregado voluntariamente al Gobierno las llaves de la iglesia, como han referido maliciosamente a la Sagrada Congregación.

A continuación, el P. Usai presenta el estado general de los religiosos, casas e iglesias de la Provincia (destruida) de Cerdeña:

  • Cagliari: eran 7 sacerdotes y 7 hermanos. Todos los hermanos se fueron a su casa (uno se casó); de los sacerdotes, el P. Alberto Degiannis es inspector escolar en Florencia; los demás son profesores de gimnasio en Cagliari; uno se ha casado; otro, Puddu, es coadjutor en su pueblo. Pasquale Cima es director del gimnasio. Añade el P. Usai: El Colegio de Cagliari, cedido por Gobierno al Municipio, después de desalojar a los religiosos fue convertido en Tribunal de Distrito, de las dos pretorías de Cagliari y del Tribunal del Juez de Paz. Sólo quedan las escuelas en la planta baja, tal como estaban cuando las poseíamos nosotros. Todos los religiosos expulsados del Colegio viven en diversas casas de seglares. Todos los hermanos legos, tras quitarse el hábito, se ganan la vida con el trabajo corporal, recibiendo como pensión del gobierno sólo 65 céntimos al día. La iglesia está cerrada.
  • Noviciado. Había 1 sacerdote (Usai, el Provincial) y 5 hermanos. Todos se han ido con sus familias. Uno se ha casado. La casa del noviciado fue ocupada por los R. Carabineros en 1862, dejando sólo tres habitaciones en el vestíbulo de la iglesia, que el municipio cedió a la parroquia, junto con la iglesia.
  • Isili. Había 2 sacerdotes y 2 hermanos. Se han retirado todos. La casa ocupada por el Municipio se convirtió en Tribunal, y en la planta baja se mantienen las escuelas dirigidas por seglares. La iglesia está cerrada.
  • Oristano. Había 4 sacerdotes y 3 hermanos. Los hermanos y un sacerdote se han retirado. Tres sacerdotes son profesores en Oristano. El Colegio ha sido ocupado por el Municipio, por el Tribunal de Distrito y por las escuelas de secundaria y de primaria. La iglesia la dirige el teólogo Battista Serra, a quien el Municipio ha entregado todo el utillaje sacro, plata y cuanto pertenecía a la misma.
  • Sassari. Había 8 sacerdotes y 2 hermanos. Los sacerdotes, 4 son profesores y uno coadjutor. Los hermanos se han retirado. La casa cedida por el gobierno al municipio fue vaciada de los nuestros y totalmente convertida en escuelas técnica y primarias, incluida la sacristía. Luego convirtieron la iglesia en Sala del Consejo Agrario. Todos los religiosos viven en casas separadas con seglares; el P. Carboni, ex Rector, y el P. Alfonso Maria Manca viven juntos en una casita que han alquilado.
  • Residencia de Santu Lussurgiu. Había 1 sacerdote y 3 hermanos. Todos se han retirado a su casa. La Residencia, que había sido la vivienda del Fundador, nos la quitó el Municipio y la puso en alquiler. En la planta baja se han conservado las escuelas, dirigidas por seglares. La nueva casa y la iglesia estaban casi terminadas cuando la ley destruyó la corporación y el Municipio se apoderó de todo.
  • Tempio. Había 5 sacerdotes y 1 hermano. El P. Scipioni, ex Provincial, es inspector escolar en Sassari y Alghero. Otros dos son profesores, y uno coadjutor. Los otros dos se han retirado. El colegio ha sido cedido por el Gobierno al Municipio, que por gracia especial ha permitido que sólo el P. Lisia viva en el mismo, para atender a la iglesia que ha permanecido siempre abierta. El P. Crobu está a pensión en casa de seglares.

Todos los religiosos mencionados en este estado son profesos de votos solemnes. Cuando la destrucción, la Provincia no tenía oblatos ni novicios. Había dos noviciados en la Provincia: el de Cagliari, que tenía más de dos siglos, y el del colegio de Oristano abierto con rescrito pontificio bajo el provincialato del P. Antioco Usai en 1852.

El P. General mantiene algún contacto postal con la Provincia. Hay un Asistente General por ella, el P. A. Bellincampi, que se ocupa más bien de asuntos más cercanos a Roma. Muy pronto pide noticias al P. Provincial[Notas 272]:

Recibirá por correo V.R. los decretos de los nombramientos pontificios, que ruego a V.R. dé a conocer a los Rectores de nuestras casas para que sean conocidos de todos los súbditos de V.R. Le ruego también me diga en cuántas casas de esa Provincia se mantienen nuestros religiosos reunidos en comunidad enseñando, y qué cree V.R. que puede hacerse para conservar o restaurar las Escuelas Pías, y admitir algunos jóvenes para perpetuarlas. A mí y a la Congregación General nos encontrará siempre dispuestos a apoyarle y a llevar a cabo cuanto sea conducente para la prosperidad de nuestro Instituto calasancio. Dios inspire el espíritu de S. José, y haga triunfar nuestros propósitos de ser útiles a la juventud para guiarla por el recto camino. Ante todo, hace falta que V.R., animado por el espíritu de N.S.P., procure sostenerlo en los nuestros, haciendo oír su voz paterna, y conservándolos en la observancia religiosa en la medida de lo posible.

No tenemos la respuesta del P. Usai, que debió ser bastante pesimista, pues a continuación el P. Casanovas le envió una nueva carta, tratando de darle ánimos[Notas 273]:

Tristísima es la relación que me hace V.R. sobre el estado de esa Provincia Sarda. Pero ¿por qué desesperar, Padre mío, de una restauración? Quien hizo tantos milagros para fundar las Escuelas Pías, hará otro para reintegrarlas. Oremos, dice Usted, oremos al Altísimo para que se digne concedernos la gracia de la reintegración de la Provincia. Pues bien, Padre, hay que orar y actuar. Yo he orado ante el corazón de S. José, y S. José pide la cooperación, la iniciativa de V.R. el establecimiento de V.R. en calidad de rector de la Anunciación, donde se encontraba el noviciado, es el medio que se nos da para abrir de nuevo las Escuelas Pías. Habrá algunas dificultades, pero no insuperables. Siendo V.R. el Provincial, creo que podría reunir algunos religiosos, bien en la casa donde V.R. reside, bien en otra vecina, tomada en alquiler, en la que intentar practicar el ministerio escolapio, y con la pequeña pensión del Gobierno, con algunas limosnas de misas, y con algo que hagan pagar a los alumnos de las escuelas, puesto que “quien sirve el altar debe vivir del altar”, con todo ello reunido creo que se puede comenzar la restauración. Actualmente cada religioso vive por su cuenta y se paga su propio alquiler; reunidos, con el mismo gasto se puede alquilar una casa más grande, se gasta menos para vivir, y se forma algún operario. Las familias católicas enviarán a sus hijos a nuestras escuelas, y nos ofrecerán protección. Dios pide a V.R. que haga este servicio. Comience la obra, y Dios no le abandonará con su providencia. Deme, P. Provincial, este consuelo. La juventud nunca ha necesitado tanto como ahora nuestra ayuda para salvarse, y nosotros debemos soportar con alegría todas las privaciones, todos los sacrificios para cumplir este meritorio ministerio. En los tiempos tranquilos, cualquiera puede gobernar la barca; en los tiempos procelosos, es un deber sacrificarse para salvarla.

Pasa el tiempo y el P. General pide más noticias al P. Provincial Usai, quien le responde[Notas 274]:

En cuanto a los nuestros, como me pregunta, debo decirle que están enseñando en todos los gimnasios donde se encontraban enseñando antes de la destrucción, llamados por los mismos Municipios a ello, y Dios permitirá que sigan ejerciendo el ministerio, aunque el infierno haga todos los esfuerzos posibles para secularizar la enseñanza, de modo que los niños no oigan hablar más de Dios y de su Iglesia. Ciertamente estamos bajo el látigo, privados de las limosnas de misa ya desde hace dos años, habiéndose suspendidos los legados hasta que el patrimonio eclesiástico sea liquidado de manera que nos hagamos más espirituales, pero conformándonos con la voluntad de Dios que lo permite, nos sentimos un poco aliviados.

El P. Casanovas le escribe bastante preocupado por la situación de los religiosos en Cerdeña, y el P. Usai le transmite una información bastante completa[Notas 275]:

En la carta que V.P. Rvma. Me escribió el 19 de los corrientes percibo la angustia en que se encuentra a causa de la destrucción de la Provincia de Cerdeña de la cual ocupo indignamente el cargo de Superior Provincial. Es en verdad deplorable el estado en el que nos encontramos, mas ya que Dios lo ha permitido, adoremos su divina voluntad y esperemos del mismo que por medio de su misericordia nos abrevie los sufrimientos devolviéndonos al prístino estado.

En ninguna de las casas de la Provincia viven nuestros religiosos, porque el Gobierno y los Ayuntamientos las han convertido para otros usos, a pesar de que tuvieran otros locales a propósito, y con ello han mostrado el odio que tienen contra la enseñanza católica, que ha llegado al colmo, queriendo a toda costa la secularización de la misma y obligando a los religiosos que se dedicaban a ella a vivir hambrientos y en la miseria. Pues de hecho al formular la Ley de la destrucción han querido con toda maldad infernal que a cada miembro le faltaran los medios para vivir juntos, asignándoles una pensión que los degrada por debajo del último bedel de las escuelas primarias de la ciudad, que goza de un estipendio de 700 a 800 L al año, mientras que entre los sacerdotes sólo los mayores de 60 años han tenido la suerte de recibir 600 L de pensión, y los demás, según la edad, de 300 a 400. A los legos les dan indistintamente una pensión de 240 L al año. Sobre esto podrá tener noticia cierta de palabra si visitando a los Obispos Sardos hablara con ellos sobre la situación del estado del Clero secular y Regular en Cerdeña. (…) El elenco de los Religiosos que viven en Cerdeña, tal como me lo pide V.P. Rvma., no puedo dárselo hasta que Hacienda se digne permitirme entrar a la habitación donde vivía, pues han sellado la puerta de ingreso a la iglesia. (…)

Si las cosas estaban mal, con el tiempo aún empeoran. El 20 de noviembre de 1870 informa el P. Usai desde Cagliari al P. General[Notas 276]:

Informo con gran dolor a V.P. Rvma. que aquello que mi corazón presagiaba se ha cumplido hoy, día 20. Lo que le decía en mi anterior carta a V.P. Rvma. sobre el presentimiento que tenía con respecto a nuestra iglesia de la Anunciación ha sucedido, y los párrocos se han apoderado definitivamente de ella con el consentimiento del Ilmo. Sr. Vicario Capitular, echando fuera todas las cosas que tenía en la habitación en la que había vivido, dirigiendo la misma durante 35 años seguidos. Para que comprenda mejor la injusticia, le haré conocer todos los detalles.

El P. General quiere seguir manteniendo la apariencia de Provincia, y pide al P. Usai que le envíen las binas para poder nombrar a los Superiores de las casas, como hacían las demás provincias. Esta es la respuesta del P. Usai[Notas 277]:

Impedido por una erupción cutánea, efecto del gran calor, que me atormenta desde hace más de un mes, hasta ahora no he podido responder a la carta de V.P. Rvma. con la cual me informaba sobre las disposiciones del S.P. con respecto a nuestra corporación General, así como tampoco a la Circular de V.P. Rvma. expresando el deseo de reunir el Capítulo Provincial, si era posible, para formar las binas para Superior de cada una de las casas. Si pudiera llevarse a cabo este santísimo deseo, sería para mí el único consuelo que me concedería el Señor antes de pasar a la otra vida, pero V.P. Rvma. sólo tiene que echar una ojeada al prospecto que le adjunté en marzo del 72 para convencerse por completo de la imposibilidad de reunir ningún tipo de congregación con los individuos esparcidos en los diversos lugares de la Isla para ganarse el pan, estando privados de casa, de iglesia y de estipendio suficiente para su sustento. Gracias al cielo Cerdeña mantiene el título de Provincia en lo espiritual, pero en lo temporal, desde el momento en que hemos sido tan vilmente destruidos, quitándonos las casas, las iglesias, habiéndonos concedido un estipendio miserable, estamos en condiciones tales de ser considerados como una Provincia no existente, sumándose por añadidura la siega que la muerte de vez en cuando lleva a cabo entre los mejores sujetos de la Provincia, como el año pasado, en que nos quitó al gran Gian Pietro Radicati, de Turín, profesor de Física en la Real Universidad de Cagliari, de 66 años; y el pasado mes de junio se nos llevó, casi de repente, al Ex Provincial P. Giuseppe Maria Scipioni, de Tempio, Inspector de las Escuelas de Método en las dos provincias de Sassari y Alghero, de 70 años de edad.

Estas son, Rvmo. P. General, las tristes condiciones de los religiosos de Cerdeña, y si la Divina Providencia no se compadece del estado deplorable en que nos encontramos, andaremos de mal en peor. Reciba mis respetos…

Estaba claro que el P. Usai no era una persona de mucho ánimo, después de todo lo que había pasado. El 7 de septiembre de 1876 el P. Giuseppe Pes, secretario del Vicario Provincial P. Usai, comunica al P. General que este ha fallecido[Notas 278]. Le cuenta que tras vivir con una prima suya que se apoderó de todos sus bienes, se fue a vivir con los Capuchinos, donde murió muy pobre. Dejó dos cajas en un monasterio (de las que él había escrito en carta del 8 de marzo de 1872, copiada más arriba), y la superiora del mismo ha venido a pedirle que venga a llevárselas, pues teme a la policía. Pide instrucciones.

El P. Casanovas piensa que este fallecimiento puede ser una oportunidad para reanimar la Provincia por medio de otro religioso, y piensa en volver otro líder a la misma. Le responde a vuelta de correo, diciéndole lo siguiente[Notas 279]:

En cualquier circunstancia habría sido una pérdida sensible la muerte del P. Provincial Serafino Usai, pero se hace más dolorosa en el estado presente, cuando son ya tan escasos los religiosos de las Escuelas Pías supervivientes a la supresión. (…) Quisiera que V.R., en calidad de Secretario del difunto, se dirigiese a quien según nuestras Reglas le corresponda asumir la dirección de la Provincia, pues en este caso es necesario consultar al religioso que la representará, y esto no está prohibido por la ley de la supresión. La dirección de la Provincia corresponde al primero de los siguientes: 1º, Asistentes; 2º, consultores; Ex Provinciales, Rector de la Casa Provincial; Rectores de las demás casas por orden de cercanía o de antigüedad. Si ninguno de estos se encuentra en estado de poder asumir la dirección, la asuma V.R., y me informe sobre la situación de nuestras casas. En relación con las cajas, haga V.R. aquello que estime más conveniente y oportuno, avisando antes, si es posible, a alguno de los nuestros, y me escriba lo que ocurra. V.R., como ejecutor testamentario, pida consejo a la curia eclesiástica, o a alguna persona religiosa y docta, o al menos a su confesor. En lugar de vender los libros, dígame el precio que supone que obtendría por ellos, y le enviaré un cheque por otras tantas liras, y V.R. guarde los libros en nombre de la Provincia. Si hay monjas y Capuchinos, ¿por qué no podría haber maestros escolapios? Aunque sólo sean pequeños grupos para ayudarse con caridad, y no terminar sus días en soledad, como el P. Serafino.

Y recibe de él la siguiente respuesta[Notas 280]:

He esperado a responder a la suya apreciada del mes que termina hasta asegurarme del contenido de los bienes dejados por el P. Usai, que consistía simplemente en unos pocos libros de ningún valor, motivo por el que he tenido que poner de lo mío para cubrir las deudas que había contraído con los Capuchinos de Sanluri (…) Según las recomendaciones hechas por V.P. Rvma. he retirado las dos cajas que el P. Usai depositó en el monasterio de Sta. Clara, y las he encontrado llenas de manuscritos, que forman nada menos que el archivo provincial, correspondencia generalicia y contratos de fundaciones de las varias casas de esta desolada Provincia, libros de administración de la casa del Noviciado, de vestición y profesión de nuestros religiosos pasados y presentes, sellos de la Provincia, etc. Y a estas cajas debo añadir otra de documentos correspondientes a la corporación que he encontrado en la habitación que ocupaba en Sanluri. Los religiosos de esta Provincia ya no tienen casa religiosa, pues los municipios han desahuciado a casi todos, y por ello cada uno se las arregla lo mejor que puede para vivir en su casa. Algunos religiosos dan clase pagados por los municipios; otros viven independientes o dan clases particulares; muchos están ocupados en parroquias rurales, y el Ex Provincial Gaetano Corte, octogenario, vive en el Colegio de Isili, en dos cuartitos que el municipio le ha cedido con la obligación de cuidarse de la iglesia (que ahora está cerrada porque amenazaba ruina), habiéndose convertido el resto del edifico en cuartel, oficinas de policía y qué sé yo más.

Aquí en Cagliari el P. Fortina tiene una escuela privada; el P. Martini, el P. Porqueddu y yo nos encargamos de las clases de gramática, o sea las tres primeras de secundaria, y recibimos una pobre gratificación del municipio; las otras dos clases están a cargo de seglares y el P. Pasquale Cima es el Director del Gimnasio Comunicativo, y el municipio le concedió alojamiento contiguo al local del gimnasio. Este municipio nos ha quitado incluso la iglesia, motivo por el cual nos vemos obligados a celebrar en otras iglesias. Ya puede ver que de hecho esta Provincia es de hecho un desierto, y no podría reorganizarse sino por medio de un milagro. De cualquier modo, para la dirección de la misma yo le sugiero la persona del P. Pasquale Cima, que tiene gran afecto a la corporación, y que tiene sentido común y no poca prudencia dadas las actuales circunstancias. Él era el primer Consultor, y yo el segundo, pero dada mi inexperiencia no sería bueno que yo asumiese la dirección, dada la crítica situación de la Provincia. Ya le he nombrado algo, y aunque me ha respondido presentándome muchas dificultades, espero que las palabras de V.P. Rvma. producirán un efecto óptimo en su ánimo y cederá para asumir la citada dirección.

Dada, pues, nuestra crítica situación, creo inútil conservar como bienes de la Provincia aquellos pocos libros que quedaron de la liquidación del P. Usai, de los cuales había vendido ya una cantidad considerable antes de retirarse (…) Falta saber qué debo hacer con el archivo provincial, o a quién entregarlo, pues yo no tengo suficientes estanterías, ni cajas buenas para preservarlo de la polilla y de los ratones Espero que si el P. Cima asume la dirección de la Provincia guardará los documentos más interesantes, y echara al fuego los inútiles o aquellos que podrían comprometernos, o comprometer la memoria de los nuestros. V.P. Rvma. con su prudencia sugerirá la manera de obviar estos inconvenientes que se nos han presentado en la coyuntura actual, y podremos conjurar de este modo las consecuencias de leyes y circulares vejatorias que nos apenan y entristecen.

Apenas existen más cartas provenientes de Cerdeña durante el resto del generalato del P. Casanovas. Parece que este, teniendo otros problemas más urgentes en torno, deja la isla como cosa perdida. La correspondencia se interrumpe casi por completo hasta 1885, cuando el P. Vicario General Mauro Ricci decide intervenir para ver si se puede salvar aún algo, y se pone en contacto con el P. Pes. Del P. Pes escuchamos un breve resumen de la historia de la Provincia[Notas 281]:

Esta Provincia ha sufrido durante mucho tiempo el abandono por parte del General, pues en el 61, siendo yo secretario del P. Marras, escribí una carta para el General en la cual se le pedía, en vano, un Visitador delegado para poner remedio a la Provincia Sarda que se encaminaba hacia su ruina. A continuación, vino la ley de represión, no de supresión, ya que esta corresponde a la Santa Sede, y los escolapios fueron abandonados por completo. El sucesor del Marras, P. Serafino Usai, hombre sin ninguna energía, abandonó voluntariamente la casa y la iglesia del noviciado en poder del Gobierno, y se retiró a la vida privada. Murió en el convento de los Capuchinos de Sanluri en extrema miseria, y yo, su ejecutor testamentario, tras recibir una herencia de harapos, en el 76 me escribí con el P. G. Casanovas con el fin de retirar el archivo de la Provincia que todavía guardo celosamente y que el P. Usai había depositado, no sé con cuánto sentido común, en el monasterio de las Clarisas de Cagliari. Y fue en esta circunstancia cuando el P. General me recomendó que le sugiriera un religioso para nombrarlo Provincial, y eligió al octogenario Gaetano Corte que yo le había indicado. Cuando falleció el P. Corte en Isili vino corriendo el P. Angelo Maria Manca, retiró los sellos de la Provincia y todavía los guarda. El P. Manca escribió al P. General, pero este no pensó en dar un cuerpo a esta desgraciada Provincia, motivo por el cual ha quedado cancelada del número de las provincias de las Escuelas Pías. En lo sucesivo, el egoísmo no pudo sino triunfar. Ante los Obispos hemos ofrecido la más triste imagen, pues estamos acéfalos, y en general nos tienen muy poca consideración. Cima, el que escribe y Porqueddu nos hemos visto obligados a permanecer a sueldo del Municipio mezclados con seglares de reputación inmoral; Fortina se dedicaba a la enseñanza privada en Cagliari. Del elenco de religiosos que le incluyo, verá V.P. de qué modo se han ocupado los demás escolapios para tirar adelante en la vida. (…) Isili, dije; Isili, sede antigua de los escolapios, podría como el Ave Fénix renacer a vida nueva, si nosotros volviéramos animados del celo y espíritu de Calasanz. Presenté al Com. Hon. Pietro Ghiani-Mameli mi idea y el pensamiento de V.P., y uno y otro fueron acogidos con expresiones de viva alegría. “Escuelas e internado”, este es mi proyecto. Ghiani añadió: “Si Usted crea en Isili escuelas e internado, desde este momento le garantizo 5000 L en oro, le prometo todo mi apoyo como Consejero Municipal y Provincial de Isili, y los pagos del Municipio y de los privados superarán sus expectativas”. En mi opinión V.P. podría animar a los religiosos de esta Provincia con una circular, exhortándoles al espirito de vivir juntos. Reúna con el bálsamo de la caridad paterna los miembros dispersos dándoles una cabeza, y animando a los capaces –que son bastantes- a añadir su piedra al edificio. Pero recuerde que yo no tengo ningún prestigio entre mis hermanos de religión, y que la pobreza es mi hermana (…)

Poco después el P. Pes es nombrado Comisario General para Cerdeña[Notas 282]. Su primera iniciativa es escribir a los demás religiosos dispersos de la isla, comunicándoles su nombramiento e invitándoles a trabajar con él. La segunda, ir a tratar con el municipio de Isili la vuelta de los escolapios. Con respecto a la segunda, informa al P. General que ha ido a hablar con las autoridades, que están bien dispuestas para aceptar a los escolapios como profesores, con tal que tengan la patente de maestros, cosa que no tienen los escolapios de la isla, por lo que sugiere que envíe algunos de Florencia, Roma o Alatri, con título. El alcalde vendería la casa de los escolapios por 12.000 L, pero no tienen ese dinero[Notas 283]. Otros preferirían establecerse mejor en Cagliari o Sassari, pero allí las casas cuestan mucho más caras[Notas 284]. El mismo P. Pes prefiere Cagliari a Isili como base para resurgir… si encuentra dinero para establecerse. Al Parecer el P. Ricci le había animado diciendo que los escolapios españoles tenían una fundación en Argentina (Tucumán) y que desde allí podrían ayudar a la provincia sarda. Y el P. Pes le responde que si aquellos padres le ayudan con 25.000 L anuales durante cuatro años, para establecerse y para enviar candidatos a estudiar, la provincia sarda renacería. Pero tanto el P. Pes como el P. Ricci estaban mal informados con respecto a las posibilidades económicas de la fundación de Tucumán, de la que hablaremos más tarde.

En el año 1886 se presenta una nueva oportunidad, más barata, para intentar renacer: se trata del municipio de Nurri, donde un exalumno les propone la fundación de una casa escolapia. Bastaría con tres maestros: piensa en el P. Manca, que es sardo y está en Florencia, y en el P. Bodano. Haría falta uno más. La casa les costaría 5000 L, que pide le presten. El P. Ricci aprueba el proyecto de Nurri[Notas 285]. Contactado el P. Manca, se muestra entusiasmado con el posible resurgir de la provincia[Notas 286]. Sin embargo, dice que no está dispuesto a hacerse cargo del primer curso, en el que nunca ha trabajado. Está dispuesto a hacer cualquier trabajo, menos dar clase de 1º[Notas 287]. Por lo cual, acaba por no volver a Cerdeña. El P. Pes se enfada tanto por la negativa de Manca (y de los demás escolapios de la isla) que presenta su dimisión como Comisario[Notas 288]. El P. Pes no puede dar clases; se ocupa de la iglesia. En cambio, el P. Filippo Bodano, con una generosidad admirable, sí se presta a ir a Nurri: la idea le hace rejuvenecer[Notas 289]. Explica sus motivaciones para hacerlo[Notas 290]:

Y por lo tanto, abstracción hecha del vivísimo deseo del Superior legítimo de la Orden, o de las incesantes historias de los tiempos que atravesamos, mi venida no sin sacrificios para asumir también este año el ejercicio del Instituto en un pueblo rural absolutamente desconocido para mí, no ha sido la ambición de ganar más dinero, ni el sueño de vivir en una gran ciudad, sino más bien el amor ardiente por educar a los jóvenes en lo científico y lo moral, como oficio más noble en mi opinión para un sacerdote escolapio, que el de párroco o predicador de moda que grita exclusivamente para obtener en beneficio propio hermosas sumas en los bancos, sumas que sin embargo deben sin más al hábito que usan.

Vemos que, indirectamente, el P. Bodano está criticando a otros escolapios de la isla, algunos de los cuales lograron, efectivamente, abundantes patrimonios que legaron a sus familiares. El P. Bodano falleció en Nurri en 1897, a los 67. De él dice el P. Pes: Era el único que tenía la idea de un no remoto resurgir de las Escuelas Pías en Cerdeña. Murió en la brecha, como auténtico escolapio.[Notas 291]

El P. Pes envía al P. Ricci una lista de los sacerdotes escolapios sardos que aún viven en la isla[Notas 292]:

1.P. Pasquale Cima, vive en Cagliari con una pensión de jubilado del Municipio. 69 años.
2.P. Tommaso Carta, vive en Sassari con una pensión de jubilado del Estado. 70 años.
3.P. Giuseppe Pes, vive en Cagliari con una pensión de jubilado del Municipio. 56 años.
4.P. Antonino Fortina, vive en Cagliari. Da clases particulares. 53 años.
5.P. Paolo Porqueddu, vive en Cagliari, director del Gimnasio Munic. 53 años.
6.P. Michele Lissia, vive en Tempio, 53 años.
7.P. Antonio G. Rumaneddu, vive en Sassari. Prof. de la escuela profesional. 57 años.
8.P. Placido Bettinali, vive en Sassari. Prof. de la escuela profesional. 49 años.
9.P. Angelo M. Manca, vive en Scurgus. Vice Rector de la parroquia. 53 años.
10.P. Michele Puddu. Vicario de la parroquia de Pauli-Pirri. 51 años.
11.P. Francesco L. Naitana. Dirige una parroquia en Bofo. 48 años.
12.P. Filippo Bodano. Rige una parroquia de Snelli. 56 años.
13.P. Salvatore Carta, retirado con la familia en Paulilatino. 50 años.
14.P. Glicerio Piras, vicepárroco en Oristano. 42 años.
15.P. Alfonso M. Manca, está en Siena, en el colegio de sordo-mudos. Joven de buena edad.
16.P. Antonio Ferrero, creo que enseña en Sassari, en muy buena edad.

Hay otros tres sacerdotes, pero viven en la apostasía, dos de ellos en el continente, y uno en Cagliari, con una mujer.

Es lamentable que en los diversos elencos de religiosos sardos sólo se menciona a los sacerdotes, como si los hermanos operarios no contaran. Cuando habla de ellos, el P. Pes lo hace con un cierto desprecio[Notas 293]:

Entre los Escolapios residentes aquí en Cerdeña hay hermanos operarios, que viven de un modo muy curioso: algunos van con los campesinos los días de labor vestidos como los campesinos, mientras visten el hábito religioso los días festivos; otros abren una tienda de comestibles vestidos de beduino y los días festivos visten de religiosos escolapios; los hay finalmente que hacen de carreteros, de agricultores, de carboneros y nunca usan un vestido de escolapio que los distinga de los seglares. Por curiosidad le pregunté a uno, y me respondió que ahora ya no era capaz de volver a vivir como escolapio, mientras ha sido admitido por los franciscanos de Oristano y sirve a seglares en el campo todos los días. Me avergüenzo, pero conviene que esté informado sobre la vida desordenada de los legos, y de la sumamente interesada de los sacerdotes, ninguno excluido.

No cuenta el P. Pes que la vida era mucho más difícil para los hermanos, que sólo percibían la mitad de pensión que los sacerdotes, y que obviamente tenían muchas más dificultades para encontrar un trabajo digno con el que poder sobrevivir.

La mayoría de los escolapios de la isla tenían poca simpatía por el P. Pes, al que tal vez consideraban ambicioso. Y, excepto el P. Bodano, los demás rechazaron su proyecto de volver a reunirse en comunidad: les parecía un plan irrealizable. El P. Pes se siente muy desanimado, y expresa su opinión negativa sobre todos los demás escolapios sardos[Notas 294]:

P. General, inscríbanos realmente en el libro de los muertos. Olvídenos: comenzando por mí no merecemos llevar el nombre de hijos de Calasanz. Somos una jauría de perros gruñidores soberbios porque ignorantes. Hay que volver a cubrir la tumba que estábamos intentando descubrir. Es inútil sembrar trigo elegido en un campo pedregoso y que sólo produce cizaña. Haría falta una tierra virgen donde nunca hubiera nacido la planta escolapia sarda, una mala planta que siempre ha dado ramas estúpidas, y sólo raramente algunas ramas sabias productoras de frutos de mal gusto, aunque de hermoso aspecto. Así que arránquenlas y échenlas al fuego[Notas 295]. Este es mi pensamiento: el abandono y el olvido. Cada uno irá a trasplantarse al otro mundo del mismo modo que su talento ha vegetado en este y en el campo de su propio egoísmo, esto es, en el del interés vergonzosamente personal.

A pesar de todo, el P. Pes sigue haciendo lo que puede para resucitar las Escuelas Pías en Cerdeña. Entre otras cosas, se esfuerza por enviar vocaciones para que se formen en el continente. En 1887 envía dos jóvenes a estudiar a Roma[Notas 296]; uno de ellos, Efisio Gaiani, será ordenado sacerdote, y aparece trabajando en varios colegios de la Romana e incluso Florencia. Quizás por querer apoyar ese resurgir, rechaza el nombramiento de Comisario en Cracovia, que le ofrece el P. Ricci[Notas 297]. En cambio se ofrecerá años más tarde para ir a Pompei[Notas 298].

Con el paso del tiempo, la situación de los escolapios en Cerdeña se va deteriorando. El arzobispo de Cagliari escribe al P. Ricci invitándole a intervenir[Notas 299]. Dice que, si fuera por Cagliari, vería cosas en los escolapios que no le gustarían:

¡Pobres sacerdotes! Sin padre, sin madre, sin guía, sin pastor, divididos, holgazanes, rebeldes a someterse y, habitualmente, apelando a privilegios y exenciones solamente para ser libres para hacer lo que les apetece, o sea, nada por amor de Dios y de la Santa Iglesia. El viejo P. Cima tiene y hace dinero, y no puede oír hablar del P. Pes, dos veces caballero y quizás el menos malo de todos. El P. Porcheddu no sé ni siquiera si dice misa alguna vez; Fortina da clases particulares, gana cuartos y no hace nada más. Bodano da clase, temblando al oír al alcalde, y riéndose al oír nombrar al señor Pes (sic). El P. Antonio Manca es párroco de Quartuccin, pero está enamorado de la botella. El P. Puddu es párroco de Pauli-Monserrato, y lo hace bastante bien, pero tengo en contra… que su pecho fue rozado por los cuernos de Italia, y no le desagrada ser llamado Caballero. Querido Padre mío, sólo puedo hablarle a usted de este modo: venga a ver, y ver si con mano fuerte y brazo extendido consigue convertir las piedras en torrentes de agua.

La situación de los escolapios de Sassari es menos mala que la de los del sur[Notas 300]:

Los PP. de Sassari están religiosamente unidos entre ellos, y por medio de las ofrendas y misas celebradas a su intención lo están también con la Orden. Pero es inverosímil la idea de formar con ellos un cuerpo. Lo que debe herir el corazón del V.P. como el mío es la imposibilidad en que me veo hasta ahora de conseguir la unión entre los del grupo meridional de la isla, que tienen por cabeza y guía al P. Cima, que sostiene con la palabra y de hecho a sus gregarios a una ridícula distancia de su Comisario y de las relaciones filiales con el P. General.

Poco antes de morir, el P. Pes envía al P. General una reflexión sobre la historia de las Escuelas Pías en Cerdeña, donde han hecho todo lo posible por celebrar la fiesta del Tercer Centenario[Notas 301]:

Los escolapios de Cerdeña, que hicieron por separado lo mejor que pudieron para celebrar el 27 de agosto de este año con fiestas extraordinarias la fundación de nuestro filantrópico instituto unidos entre ellos en un solo espíritu, ahora con la mente y con el corazón se unen a V.P. Rvma. y a todos los hermanos de la Orden, con santo gozo y afecto espiritual. Conscientes de que dentro de unos días toda la familia religiosa escolapia, junto con la numerosa comitiva de los niños de San José de Calasanz, se reunirá en la alma ciudad de los Papas con la misma finalidad, mientras se glorían de pertenecer a una corporación religiosa tan ilustre, manifiestan ser en verdad hijos no degenerados de un Patriarca tan santo y tan digno.

Rari nantes…[Notas 302] tristes, desolados… lloran sobre la ruina de la provincia sarda… creada por la gran mente y el corazón de Calasanz por medio de religiosos venerables, hombres ilustres por su ciencia y su piedad. Provincia digna de mejor suerte, pues durante dos siglos se mantuvo en floreciente condición, de modo que se la podía comparar con todas las provincias del continente, sin temer ser avergonzada; y no era segunda a ninguna otra en cuanto a observancia de la disciplina religiosa y escolar, gracias a jóvenes ingenios isleños que hicieron holocausto agradable a Dios Padre de su vida y hasta de su alma por el honor, el lustre y el decoro del benemérito Instituto, incluidos aquellos que por su sabiduría fueron capaces de regir y gobernar toda la Orden de las Escuelas Pías[Notas 303]. Para saber cómo era la provincia sarda, basta con escuchar el bello encomio que hizo de ella el Ven. P. Onofre del Stmo. Sacramento[Notas 304]. Volviendo a Nápoles, su patria después de cumplir el trienio de provincialato en Cerdeña, cuando le preguntaron sobre el estado y las condiciones de esta provincia, con todo el candor de su alma respondió: “Dios quiera que se cultiven en todas nuestras demás provincias la íntegra observancia, el piadoso instituto y la hermosa literatura, como en Cerdeña”.

No hay recriminaciones, pues, por parte de los desventurados en los días que se avecinan al solemne atestado de gratitud filial que van a dar en homenaje al Santo Fundador todos los religiosos de su Orden; sino que con alegría en el alma, tranquilos, serenos, admiradores pacíficos de los imperscrutables designios de la Providencia, de rodillas al pie de Jesús Crucificado, rezaremos por V.P. Rvma., por nuestra Orden, por el Papa y la Iglesia Universal, añadiendo en la misa de los días 19, 20 y 21 la colecta “pro Congregatione”.

Bendiga el Señor a todos nosotros, hijos de Calasanz, mientras estamos de camino, y acoja benigno nuestras almas en el reino de la feliz inmortalidad. Con estos sentimientos de humildad, de esperanza y de religiosa resignación, en nombre de los religiosos supervivientes de la sepultada provincia sarda, imploro una especial bendición de V.P. para ellos y para mí. Con todo el respeto…

Poco después el P. Porqueddu comunica la muerte del P. Pes, y envía una serie de objetos que él tenía: el archivo de la provincia (después de depurarlo), una patena y un cáliz enviados por S. José de Calasanz[Notas 305]. El P. Porqueddu responde a una carta enviada por el P. Ricci[Notas 306]. Entre otras cosas le dice a propósito del P. Pes: Cometió el error de ilusionarse intentando la modesta resurrección de esta provincia. Corrige impresiones falsas sobre “escolapios millonarios” en la isla: uno de ellos, Cima, recibió una herencia de la familia a condición de dejarla también a la familia a su muerte. Otro, Fortina, trabajó duro para ganar algún dinero que dejó a su familia pobre, según la antigua costumbre que tenían los escolapios sardos de dejar a sus familias el dinero ganado por su cuenta, antes de la supresión. Es cierto que un escolapio, el P. Bettinali, ha sido generoso ayudando regularmente con donativos a la obra de Roma. De él dice: El P. Bettinali ha hecho una obra santa, pudiéndola hacer, pero no crea que se sienten menos escolapios que él los otros, aunque no puedan hacer otro tanto. Si pueden, también ellos harán su ofrenda, como la viuda que fue más alabada que los que daban mayores cantidades. Quiere justificar a todos sus compañeros diciendo: La condición de nuestra provincia era tal que, por estar separada por el mar, no tenía sino muy escasas relaciones con el continente, y por eso no había mucha cercanía (permítame la expresión) entre los escolapios sardos con los continentales. Y cuando cambiaron los tiempos, ya no hubo manera de arreglar las cosas. No hay que sorprenderse si entre allí y aquí había una especie de despreocupación. Esta es la realidad. Los escolapios sardos se acuerdan de ser tales, y se glorían de ello; y si por el viento de los tiempos han caído, han salvado el honor, y esto hará que podrán resurgir cuando cambien los tiempos.

Y, efectivamente, la vida de los escolapios en Cerdeña se prolongó todavía durante el siglo XX. A pesar de que al principio del mismo su número se había reducido mucho. Según una lista[Notas 307], posiblemente de 1901, eran sólo siete:

  • Sassari: P. Antonio Ferrero, P. Bettinali.
  • Cagliari: P. Porqueddu (rector de la basílica Mauriciana).
  • Oristano: P. Glicerio Piras, párroco.
  • Tempio: P. Domenico Lissia, profesor.
  • Pauli Latino: P. Salvatore Carta, vice párroco.
  • Sagarna: P. Giovanni Naitana, secularizado y párroco.

Uno de ellos, el P. Glicerio Piras, consiguió una restauración provisional de la presencia escolapia en Oristano, como hemos visto antes.

Dalmacia

En Dalmacia, en territorio hoy croata, hubo dos fundaciones escolapias: Ragusa (hoy Dubrovnik, 1777-1854), y Zara (1824-1854). Dependían de la Provincia Romana en su fundación, pero en 1821, por razones políticas, se convirtieron en un Comisariado Independiente. En la época que estudiamos las comunidades habían dejado de existir, pero aún quedaban algunos escolapios que a veces se ponían en contacto con el P. General, por lo que diremos algunas palabras sobre el final de estas presencias.

En realidad, estos contactos se llevan a cabo solamente para resolver situaciones personales de escolapios que han servido en alguno de esos dos colegios. En concreto suelen pedir permiso para ayudar económicamente a sus familias, o para hacer testamento a favor de ellas. Es el caso del P. Giuseppe Petris[Notas 308], que pide información desde Cherso (Croacia) sobre su posible contribución a la Caja General. El P. Antonio Perko desde Capodistria (Eslovenia) pide permiso para ayudar a la familia de su hermano[Notas 309]. Cuando estaba en Ragusa, ayudaba a su madre. El P. Casanovas informa a la Congregación de Religiosos sobre un escolapio, el H. Ignacio Matutinovic, que quería disponer de su peculio en el testamento. Y de paso da algunas informaciones sobre el colegio de Ragusa- Dubrovnik[Notas 310]: El colegio de las Escuelas Pías de Ragusa pertenecía a esta Provincia Romana, que con gran interés lo había fundado, y fue disuelto en el año 1854 por un acuerdo del Obispo de Ragusa con el Gobierno de Austria. Algunos religiosos volvieron a Italia; otros fueron autorizados a quedarse en Dalmacia, y entre ellos el Hermano Operario Ignacio. En realidad, a los escolapios les habían confiado el colegio de Ragusa en el momento de la expulsión de los jesuitas, 1777. Se creó allí un noviciado para vocaciones nativas (y seguramente esos son los religiosos que fueron autorizados a quedarse en su país al ser los escolapios desposeídos del colegio). El colegio de Zara era el primero de una serie de los que pensaban abrir en el país. Pero en 1854 el colegio de Ragusa fue devuelto a los jesuitas por orden de las autoridades, y se acabó la historia de Dalmacia para los escolapios.

Durante el generalato del P. Ricci llegan las últimas noticias de un escolapio de aquellas tierras. Se trata del mismo H. Ignacio Matutinovic, que informa que después de tener que abandonar el colegio de Ragusa ha trabajado para los jesuitas, y ahora, ya mayor, reside con los franciscanos. Quiere tener tranquilidad de conciencia, y sabe que, en su testamento, por disposición de la Santa Sede, ha de dejar al menos el 30% a la Orden a la que pertenece. Así que pregunta a qué dirección puede enviar 400 francos[Notas 311]. El P. Ricci le responde dándole una dirección, e invitándole a retirarse con los escolapios, en Roma. Él responde diciendo que enviará el dinero, pero no piensa ir a Roma[Notas 312]. Seguramente envió el dinero, y el P. General insistiría para que viniera a Roma, pero él, agradeciendo de nuevo la invitación, responde diciendo que prefiere seguir en su tierra, bajo el gobierno austriaco[Notas 313].

Situaciones diversas en Europa Central.

Las cuatro provincias centroeuropeas viven una evolución muy desigual durante este periodo. Mientras Bohemia y Austria se van deslizando hacia la ruina, Hungría se va haciendo cada vez más fuerte, y Polonia (Cracovia) sobrevive, con grandes esfuerzos, pero poniendo una base sólida al final del periodo para lograr su resurgir posterior. Veamos cada provincia por separado.

Bohemia

Según el catálogo de 1870, esta es la situación oficial de la Provincia de Bohemia, Moravia y Silesia (denominación oficial)[Notas 314]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Nikolsburg 17 232
2.Straznice 9 168
3.Lipnik 21 446
4.Litomysl 15 738
5.Slany 8 543
6.Schlackenwerth 8 182
7.Kremsier 21 1063
8.Nuevo Boleslav 3 183
9.Altwasser 5 65
10.Freiberg 11 522
11.Beneschau 8 236
12.Reichenau 5 202
13.Weisswasser 5 65
14.Freudenthal 4 446
15.Praga 21 1154
16.Budweis 11 842
17.Haida 5 70
18.Trubau 13 566
19.Brux 9 180
20.Duppau 8 167
21.Gaya 8 224
22.Nepomuk 8 269

23.Res. Brandeis 4 160

24.Beraun 56

Fuera de comunidad 6

TOTAL 234 8879

En el catálogo elaborado por la misma Provincia en 1868, las cifras son similares: se citan las mismas 24 casas, en las que hay 135 sacerdotes, 70 juniores, 2 hermanos y 17 novicios (226 religiosos en total), con 9162 alumnos. Al enviar el catálogo, el P. Lorenzo Sink, Provincial de Bohemia, anuncia que van a tener Capítulo Provincial en 1869[Notas 315]. Él lleva ya muchos años de Provincial y se cansa[Notas 316]. Dice al P. General:

Pasaré por alto la enumeración de las dificultades que, a causa del genio del tiempo presente, afectan a casi todos los religiosos en todos los lugares. En lo que se refiere a nosotros, la disminución de ingresos, la carestía de víveres y la falta de un número suficiente de profesores (pues todos los maestros, según el sistema introducido en los territorios austriacos, deben ser aprobados por una comisión examinadora de los estudios), el estado político menos favorable a las Órdenes Religiosas y otras muchas causas han conseguido lograr que en todos los lugares se transfieran clases de las Escuelas Pías a maestros laicos, lo cual es bien lamentable, pero ¡no se puede ir contracorriente!

Por lo demás, nada dejaremos de hacer yo y los hermanos de mi Provincia, con ayuda de la gracia divina para sanar las heridas infligidas a la Orden por los tiempos, para remover los impedimentos que obstan para su salud, para recuperar las fuerzas debilitadas, de modo que seamos dignos obreros de la viña del Señor, seamos reconocidos como intrépidos defensores de la verdad y (como auténticos hijos de S. José de Calasanz), no sólo parezcamos Doctores en Piedad y Letras, sino que lo seamos en verdad.

Unos meses más tarde vuelve a escribirle el P. Sink, informándole de que ha sido reelegido Provincial[Notas 317]. Y lo mismo sus Asistentes y Consultores. El P. General le había pedido noticias de las provincias vecinas, y le responde que de Hungría las únicas noticias que tiene son las del catálogo del año 1869, pero como está en húngaro, no lo entiende. No sabe nada sobre Polonia y Lituania: desde el tiempo de la separación no hay contacto con ellas.

Pero no es el P. Provincial el único que envía noticias de Bohemia a Roma. El P. Octavio Sofka le envía una larga carta de 10 folios en la que le informa sobre la situación de la Provincia[Notas 318]. Le dice en ella que ignora el nombre del General, porque no aparece en el catálogo anual, así todos saben desde 1855 quién es el único patrón: el Provincial. El anterior Provincial Cayetano Wrana, viendo la situación de la provincia desesperada, había decidido disolverla, con el acuerdo de la mayoría de los hermanos; despidió a los no profesos, y dejó de admitir novicios. A su muerte el Cardenal nombró Provincial al actual, Sink. Este se ha hecho reelegir fraudulentamente en el Capítulo, y a él le tiene un odio especial. Porque está bien preparado y escribe libros (habla varias lenguas europeas). Por eso le ha enviado a Altwasser, en medio del campo, con un clima perjudicial para su salud. El Provincial Sink es ambicioso, vano, dilapida los bienes de la Orden (….) Altera los datos del número de alumnos en los catálogos, que en realidad son muchos menos, porque la gente retira a los hijos de nuestras escuelas. A él le gustaría ir a Hungría, o a Austria, o a Roma. Tiene 53 años, y la vida se le hace dura allí, perseguido y empobrecido por los amigos del Provincial. Sólo quisiera seguir escribiendo… Pide perdón por la extensión, pero las acusaciones generales no sirven, hay que poner casos concretos. Y pide dispensa por su pobre latín (que en realidad es muy bueno), que apenas ha usado en los últimos 31 años.

A principios de 1871 el P. Sink envía el nuevo catálogo de la Provincia, y se queja de las nuevas dificultades que se presentan para la supervivencia de la Provincia[Notas 319]. Entre ellas:

1.Las leyes escolares del Imperio, que son muy difíciles de cumplir para nuestras escuelas, y sin escuelas propias no podemos sobrevivir. Difícilmente se tolera a los sacerdotes católicos como maestros en las escuelas.
2.Las leyes del Imperio, que permiten a cualquiera, incluso sacerdotes, abandonar las Órdenes. Últimamente se nos han ido dos sacerdotes y un junior de solemnes. Y el Provincial no puede hacer nada contra ello.
3.No tenemos maestros con títulos para enseñar. Tenemos ya 50 maestros seglares en nuestras escuelas, que van a su aire y nos calumnian.
4.La pobreza de la provincia; hemos perdido muchas rentas y posesiones. Todos sufrimos estrecheces; no es extraño que el año pasado se fueran 18 juniores, y que luego no entre ningún novicio.

Por ello tiene poca esperanza en el futuro.

Y los datos le dan la razón. A principios de 1872 envía el nuevo catálogo, y en él se ve la disminución de religiosos: en el año 1871 han disminuido de 209 a 168[Notas 320]. No queda ningún novicio, y sólo 4 juniores (que sin duda se irán, añade). El tono de la carta que acompaña al catálogo no puede ser más pesimista. Viene a decir el P. Sink: Me temo que llega el final de la Provincia. Ya expliqué las causas el año anterior. Lo único que nos consuela es que no es culpa nuestra. Lleva 16 años de Provincial, en este tiempo se han perdido 3 colegios, y otros se abandonarán este año. Haré lo que pueda para impedir la ruina, pero la esperanza es mínima, casi nula. Faltan maestros aptos para las escuelas (y la Orden no puede sobrevivir sin escuelas); faltan medios para sustentar a los maestros, faltan apoyos amigos… falta todo lo necesario para preparar una situación mejor para la Provincia. Y según tengo entendido, el estado de la Orden en Austria es también bastante triste.

La misma canción (lo llamaríamos un “blues” triste) se repite con el envío del catálogo para el año 1873[Notas 321]: Desde 1868 mi Provincia está sufriendo muchos daños (por diversas razones, como decía en 1871), y se teme que el año 1873 va a ser peor. Se han ido los religiosos jóvenes; sólo quedan, como puede verse en el catálogo, los de 50, 60 y 70 años, que ya no pueden atender a las escuelas. A causa de ello los ingresos son escasos, y es difícil mantener a los mayores y enfermos. Sólo confían en Dios. No se puede esperar mucho ni del gobierno, ni de los obispos (que tiene sus propios problemas con los curas que se van), ni de las almas caritativas, que pierden la religiosidad. Le cuentan de Viena que la suerte de las Escuelas Pías en Austria es triste.

Y sigue la misma música al año siguiente[Notas 322]: No puedo ofrecerle consuelo: nuestras cosas van cada vez peor. Siguen las mismas dificultades, aún mayores. Sin candidatos que vengan, no podremos conservar las escuelas. Otros monasterios ricos tampoco tienen candidatos, y el clero secular, pocos. No tienen medios para sustentar a los religiosos, mientras que los sacerdotes jóvenes y los juniores encuentran trabajo sin dificultad en otras escuelas, sin necesidad del permiso del Provincial. Las leyes del Imperio favorecen este éxodo. A pesar de ello no desesperamos, sino que confiamos en Dios. Además, el espíritu de los tiempos hace que se pierda la vocación para trabajar duro en la escuela. Según noticias de la Provincia de Austria, ya está en gran parte destruida; muchos religiosos se han pasado al clero secular o a otros institutos, o enseñan como maestros seglares.

La comunicación entre Bohemia y Roma sigue mediante el envío regular de catálogos anuales, y las respuestas que va enviando el P. Casanovas, dando algunas noticias del resto de la Orden. En el año 1877 el P. Casanovas se decide a hacer una visita a estas provincias centroeuropeas, de la que hemos hablado más arriba. El P. Ambrosio Maly, Provincial de 1875 a 1884, le dice que se alegra mucho del anuncio de su visita[Notas 323]. Le dice, además:

Por lo demás, el aspecto externo de nuestras cosas en los territorios austriacos es diferente a lo que es y fue en las provincias de España e Italia. Entre nosotros hay otras costumbres, otras condiciones de vida, otras necesidades, que no podemos cambiar. Es cierto que no afectan a nuestra vida interior, que permanece incorrupta. Y tenemos sumo interés en conservarla de este modo. En cuando a lo que tú, Reverendísimo Padre, propones de adquirir nuevas escuelas y abrir internados, se presentan enormes dificultades en los territorios austriacos. Mientras tanto, puesto que es un asunto importante, lo comunicaré a la Congregación Provincial y les pediré su consejo, y cuando llegue el momento discernirá el Capítulo Provincial. Intentamos conservar las escuelas que tenemos actualmente, y no renunciaremos a ningún colegio nuestro salvo caso de urgente necesidad o especial conveniencia para la Orden.

Tenemos que sufrir las decisiones de las leyes y magistrados, a quienes todos debemos obedecer, y con las cuales el Imperio se muestra favorable a los profesores de las Escuelas Pías. Por lo cual propone a nuestros maestros con título oficial para enseñar que vayan a enseñar a las escuelas públicas, pagándoles un sueldo del erario público. Y las leyes interconfesionales austriacas prohíben impedir este modo de actuar.

En lo que se refiere al colegio de Praga, viven allí con nosotros cuatro ancianos, dos profesores y dos catequistas que trabajan en varios gimnasios públicos de la ciudad, y los otros ocho enseñan en nuestras escuelas materias elementales y civiles, algunos ya con el diploma para enseñar y otros preparándose para el examen. No podemos quejarnos del orden que existe en esta casa. Se provee a las necesidades de los hermanos, como en los demás colegios nuestros, no de manera lujosa, pero sí suficientemente. Hace ya muchos años que existe una caja especial para los enfermos, ancianos y para otras necesidades de la Provincia. De manera que nos esforzamos para que cuando lleguen tiempos mejores el Instituto calasancio al menos tenga sanas las raíces, de modo que, con la ayuda de Dios, puedan brotar nuevos tallos.

Según los datos del catálogo de 1876 la Provincia de Bohemia, Moravia y Silesia había sufrido una importante disminución de efectivos con respecto a 1870[Notas 324]. Desaparecen de la lista cuatro casas (Freiberg, Budweiss, Haida y Beraun); de 234 religiosos se desciende a 105, y de 8879 alumnos, a 2366. Posiblemente la pérdida no ha sido tanta, si como decía en su carta el P. Octavio Sofka, los datos que enviaba el P. Sink estaban alterados. Es muy posible que la disminución hubiera empezado antes.

Y las cifras siguen cayendo. El Arzobispo de Olomuc Friedrich von Fürstenberg (sucesor del Cardenal Dietrichstein, que en 1630 pidió a Calasanz que enviara escolapios a Nikolsburg), escribe al P. Calasanz Casanovas preocupado por el colegio de Lipnik[Notas 325]. Le dice que el colegio, fundado en 1634, ha estado funcionando bien por siglos. Pero ahora la Orden está desapareciendo de la diócesis de Olomuc. Ya no tienen ningún colegio; los maestros son laicos. Las causas de esta decadencia de las Escuelas Pías: están separados de Roma; se dedican a enseñar en gimnasios en lugar de escuelas primarias, por lo cual los juniores tienen que estudiar mucho más y se desaniman. Además, se ha perdido la estricta observancia, la humildad, la piedad, la abnegación. Por ello pide que escriba al P. Provincial para que envíe al P. Florencio, rector de Atwasser, con otros dos compañeros para que vivan en Lipnik, admitan novicios que preparen con pocos estudios, y se ocupen de las escuelas primarias, simplemente. De este modo las Escuelas Pías se salvarán en su diócesis. El P. General le responde[Notas 326]:

Eminentísimo Príncipe. La divina providencia hizo misericordiosamente que Vuestra Eminencia, siguiendo los pasos de vuestro Eminentísimo Predecesor que, viviendo aún el Santo Fundador, instituyó las Escuelas Pías en la Archidiócesis de Olomuc en Germania, quiera conservarlas en la misma Archidiócesis de Vuestra Eminencia. Esta Provincia, aplastada por las nuevas Leyes Confesionales, se está desmoronando hoy en día verdaderamente, y pide la valiosa protección de las autoridades sagradas para evitar la ruina inminente, y poder mantener lo que queda en su pureza original. Por ello agradezco a Vuestra Eminencia que señale como causa principal de su ruina el hecho de que esa Provincia esté separada de Roma, de donde recibió la vida y la razón de vivir, y por ello vaya declinando paulatinamente en cuanto a las normas del instituto propio y se debilite la observancia original de las Constituciones; sin embargo, me parece que la Provincia ha conservado el espíritu del Instituto en cuanto a las escuelas. Pues el Instituto del divino Calasanz, que está dedicado a la educación de los niños, no excluye a los jóvenes, para cuya instrucción fue declarado idóneo por muchos Sumos Pontífices, y la misma Iglesia no ha desdeñado llamarlo un nuevo subsidio para educar a la juventud en el espíritu de la inteligencia y la piedad.

Si a causa de las presentes leyes de instrucción pública los maestros sólo pueden prepararse para enseñar en las escuelas superiores de los Gimnasios y Liceos con mucho esfuerzo y un tiempo más largo, nada obsta para que nuestros religiosos se conformen con las escuelas primarias, para las cuales se pueden preparar más fácilmente, esperando tiempos mejores para subir a las escuelas superiores. En definitiva, de cualquier tipo de escuela se trate, es de máximo interés que se recupere y se consolide la observancia religiosa según la norma de nuestras Constituciones, pues si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles.

En cuando al interés de Vuestra Eminencia por restaurar la casa de Lipnik, no omitiré nada par que, con la ayuda el Señor, se cumpla vuestro laudable deseo. Puesto que Vuestra Eminencia merece tanto agradecimiento ya de nuestra Orden de las Escuelas Pías, todavía merecerá aún más si se pone de acuerdo con el P. Provincial de Bohemia para que designe al P. Acadio y le envíe con obediencia como Rector a esa casa, y junto a él otros dos o tres compañeros religiosos de buen espíritu con título para enseñar, de modo que instaure, de acuerdo con el P. Provincial y con la bendición de Vuestra Eminencia, las escuelas y la casa. Si lograra hacer venir esos compañeros fieles de vocación entre los muchos que están fuera del claustro, no hay duda de que el P. Provincial de buena gana llevaría a cabo los deseos de Vuestra Eminencia. Pero si por el contrario a causa de las gravísimas circunstancias de los tiempos el P. Provincial no pudiera ayudar a llevar a cabo la cosa, podría el P. Acadio explicar todo el asunto al P. General, el cual tal vez podría interponer el caso ante la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, para que el mismo P. General, con el apoyo de Vuestra Eminencia, pudiera tratar con el P. Acadio, de modo que la Santa Sede, si así pareciera oportuno, pudiera nombrar a Vuestra Eminencia Visitador Apostólico con jurisdicción sobre los colegios de Moravia que se encuentran en su diócesis.

En 1884 el P. Ricci anuncia a todas las provincias que ha sido nombrado Vicario General, y que tiene el encargo por parte del Papa de celebrar un Capítulo General electivo en 1885. Las provincias centroeuropeas responden con evasivas. A la carta de invitación, el P. Ernesto Miebes, recién elegido Provincial, le respondía[Notas 327] que no podía enviar un “religioso apto” al Capítulo. Desde 1848 habían perdido 9 colegios; de más de 300 religiosos habían disminuido a 91 en 1884. Muchos viven en lugares remotos, enseñando en escuelas públicas, y no pueden ausentarse de ellas. Quedan 53 viviendo en colegios, de los cuales 26 son mayores o enfermos; quedan 27. De ellos la mayor parte están encargados de clases, o parroquias, sólo quedan 4 disponibles. Pero además pide que el vocal sea “apto e idóneo”, y además hace falta que hable latín o italiano, pero de esos 4 (y de los demás) nadie habla italiano; el latín lo tienen olvidado, y no son muy experimentados. ¿Cómo elegir un vocal? Además, están los gastos del viaje, 200 Florines Renanos, que no tienen.

El P. Ricci pedía además ayuda a todas las Provincias para la Provincia Romana: quería comprar un edificio nuevo para instalar allí la Curia General, el noviciado, juniorato, etc. Dice el P. Miebes que tampoco en esto puede responder favorablemente, pues desde 1848, cuando cambiaron las leyes, habían perdido las rentas de las fundaciones, junto con los colegios; y estaban muy apurados económicamente. Le dice literalmente: Si nos muestras como ejemplo la Provincia de Hungría, no existe semejanza entre ellos y nosotros. Pues en aquella Provincia, aunque cambió la forma de gobierno, las rentas de las fundaciones de los colegios de las Escuelas Pías permanecieron íntegras, y allí hay 25 colegios nuestros apoyados por las rentas anteriores, y con unas leyes mucho más suaves en su territorio que las que existen en los territorios germánicos de Austria. La relación entre la provincia de Hungría y las de Bohemia y Austria es la misma que si comparas la provincia de Etruria con la suerte de las demás provincias de Italia. Yo, siguiendo tu mandato, pedí subsidios a cada colegio y a cada hermano, pero, tal como imaginaba, fue como pedir agua a la piedra pómez. Me dices claramente que nuestra Provincia es hija de la Provincia Romana. Y nosotros recordamos bien nuestro origen… El P. Miebes recuerda la historia, comenzada en 1631. Pero, añade, los herederos de aquellos bienhechores ahora nos quitan lo que nos dieron entonces: en 1884 el cardenal se quedó con el colegio, la iglesia y la fundación de Lipnik, y mandó a casa a los 5 sacerdotes que estaban allí, 3 de ellos octogenarios. Y lo mismo está intentando hacer ahora con Nikolsburg.

Añade el P. Miebes que, por lo demás, lo que se diga en el Capítulo General no va a cambiar las leyes contrarias italiana ni austriacas. Y dice: Nuestras provincias, como la Romana y las demás italianas excepto Etruria, necesitan subsidios más que consejos. Y tampoco podemos enviar a nuestros jóvenes de Bohemia a Roma para estudiar, por falta de dinero para los gastos del viaje, cuando apenas podemos mantener a los estudiantes de teología en la próxima universidad de Praga, su patria. En resumen, se excusa por no enviar esta vez vocal al Capítulo, y por no poder ayudar a la provincia romana. Le ruega que lea esta carta en el Capítulo.

En 1886 la Provincia sigue manteniendo 17 casas, pero varias de ellas con un solo religioso. Sólo les quedan cuatro escuelas (Praga, Beneschau, Nuevo Boleslav y Nepomuk), con un total de 55 religiosos viviendo en comunidad, y 892 alumnos. 30 religiosos viven fuera de comunidad.

Cuando llega el Capítulo General de 1892, vuelve a excusarse el P. Miebes con las mismas razones que en 1885: han celebrado el Capítulo Provincial, y sólo eran 9 (entre los cuales sumaban 624 años), y han decidido no ir a Roma, pues son pocos, viejos (el Provincial enfermo, tiene 74 años); no ven cómo pueden ayudar a los demás, y no hablan italiano; y además no pueden pagar los viajes[Notas 328]. El P. Ricci le escribe una carta animándole a que envíen a alguien. Le dice[Notas 329]:

Lamento que la Provincia Bohema, tan querida para mí, rehúya las buenas oportunidades para establecer comunión con la Orden, deseando vivir por sí sola. No os digo esto para reprenderos, pero cuando todas las demás provincias, unidas, ofrecieron sus dones para la celebración de los 50 años del sacerdocio del Papa León XIII, vosotros os unisteis con el clero de vuestras diócesis, y no con nosotros; cuando pedí alguna ayuda para edificar una casa nueva en Roma para beneficio y utilidad de todos los hermanos, vosotros sois los únicos que no ofrecisteis nada como testimonio de comunión. Ahora el Sumo Pontífice os invita a que me informéis sobre las cuestiones de Bohemia, y vosotros rechazáis satisfacer los deseos de un tal hombre. Os negáis a ello aduciendo anticuadas leyes civiles, que ya las autoridades políticas no tienen en cuenta, y que sólo existen obsoletas en los códigos. Otras Órdenes Religiosas ciertamente no hacen caso de ellas, y sus miembros viajan libremente y de buena gana a Roma. Os equivocáis al pensar que no hay ninguna utilidad en que se conozcan los hermanos de la misma Orden, que hablen entre ellos y compartan sus esperanzas y deseos. No niego que existan las graves dificultades que aducís, pero con ganas se superan. Quedaos en casa los septuagenarios, pero ¿no hay entre vosotros gente de cincuenta años o de menos? ¿Por qué no los elegís a ellos? ¿Por qué, si no pueden venir dos, no enviáis al menos uno, para que la Provincia de Bohemia no parezca estar extinta?

En cuanto a la lengua, ¿crees que ninguno de nosotros pueda explicar en pocas palabras en francés o en latín al hermano bohemo de qué va la cosa? Y ¿no habrá algún bohemo que pueda expresarse en francés o en latín? Cada día hacemos esto con los españoles, los húngaros y los austriacos.

En cuanto al dinero para el viaje, si la pobreza es un obstáculo, yo os ayudaré. Hace cien años los caminos eran rudos, y los gastos muy elevados; ¿tendré que haceros ver, queridos hermanos, que todas estas cosas, gracias a Dios, han cambiado?

Por ello te ruego de nuevo que elijáis al menos uno de los vuestros que venga a Roma a finales de julio. Esto será un consuelo para nosotros, y un honor para vosotros; la Sede Romana y nuestra Orden verán que las Escuelas Pías de Bohemia, que el Padre Calasanz amó más que a ninguna otra provincia, siguen siendo dignas de su fundador.

El P. Miebes responde que van a enviar un vocal, para que se vea en la Orden que la Provincia de Bohemia existe[Notas 330]. Y no tendrán inconveniente los vocales en asistir al Capítulo de 1898.

En 1900 la provincia contaba con 42 religiosos, y 12 que vivían fuera. Conservaban aún 14 casas, varias con un solo religiosos, y 4 colegios con 930 alumnos.

El P. Provincial Basil Kabrhel (1901-1920) presenta de nuevo la difícil situación de su provincia[Notas 331]:

¡Ojalá pudiera alegrar el ánimo de V.P. contando noticias alegres y buenas del año pasado! La mayor parte de los hermanos están gastados y prematuramente agotados al asumir labores eclesiásticas y escolares por encima de sus fuerzas, pues el número de los hermanos va disminuyendo, por lo que los deberes aumentan; los obreros recientes llamados a la viña del Señor son pocos, y los elegidos aún menos. Pero siendo las cosas como son, ¡no languidezcamos ni perdamos el ánimo! Recordamos que al ser zarandeados por las olas el Señor está junto a nosotros diciéndonos: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Yo estoy con vosotros”.

El P. Mistrangelo, por su parte, tras visitar la Provincia, hace para sí mismo y la Congregación General un informe de lo que ha visto, con los posibles remedios para salir adelante[Notas 332]:

Provincia de Bohemia-Moravia-Silesia.

Estado moral y financiero

Se sienten las mismas consecuencias de las leyes y del descuido de los Superiores Mayores. Abandonada a sí misma, es un milagro que se conserve lo que hay. El Provincial Basilio Kabrel (sic) es un hombre de cabeza, de buen espíritu, de gran actividad y apreciado por el Cardenal, por el Obispo Auxiliar, por todos, Los provinciales que le precedieron inmediatamente le dejaron unas ruinas: uno de ellos no salía de su cuarto; el precedente estaba enfermo, y las cosas iban como podían. Deserciones, desórdenes; cada cual trabajaba para sí. Por suerte había en las casas algunos religiosos buenos y las casas se salvaron, se mantuvieron los lugares. El P. Kabrel desde hace tres años se esfuerza por dar forma y volver a levantar el edificio.

Nikolsburg tiene un buen edificio, una buena iglesia, que es al mismo tiempo parroquia e iglesia nuestra. El párroco es diocesano, dos de los nuestros capellanes; el rector, docto y bueno, está accidentado. Tienen el colegio lauretano y viven de sus ingresos y rentas, que son más que suficientes. Tienen un huerto, y allí hay un viejo hermano operario. Hay un buen espíritu. Pero no se puede hacer vida religiosa, no son los suficientes; los capellanes tienen que atender a la parroquia y al internado, que tiene 15 internos que, por fundación, atienden a la música y a la escuela. Son buenos y piadosos. Los religiosos son sacrificados y trabajadores.

En Straznice hay una parroquia. El rector es párroco. Bueno, activo, celoso. Sólo hay un religioso que da clase en el gimnasio civil. El rector se cuida también de 15 internos bastante buenos y hace de padre. El pueblo es muy religioso y nos quiere mucho. El local es grandioso y óptimo. No faltan los medios de subsistencia; tienen un buen huerto. Los libros y la administración están muy bien llevados. Pero la vida regular, las prácticas comunes no son posibles; con sólo dos, ¿qué puede hacerse? Incluso hacen demasiado.

En Praga son 14. Viejos y restos de las defecciones pasadas. Algunos son pensionados de las escuelas del Gobierno. La desconfianza ante la venida del General era visible; también aquí, como en Viena, tuve que recomendarme mucha prudencia. Conseguí vencerla y ver y hacerme una idea de las cosas. El Cardenal, el Vicario, el Obispo Auxiliar no tiene nada que decir sobre la conducta actual de los religiosos. Sin embargo, todos están de acuerdo en la necesidad de la reforma de la disciplina, desean que se pongan el hábito religioso, que se instituya el noviciado fuera de Praga, que se imponga la clausura, que se vuelva a la regla. Prometen apoyo y todo tipo de favor.

En Praga tienen escuelas privadas y todos los enseñantes son de los nuestros. No tienen gimnasio. Los alumnos son de pago; muchos son judíos. Esto no agrada a la Curia. No se hace ninguna práctica común. Van a comer juntos; rezan en silencio antes y después. Todos celebran misa en nuestra capilla. La iglesia no funciona, y está para uso del Gobierno. El colegio es hermoso y cómodo. No faltan los medios: tienen rentas; el P. Provincial ofrece una casa de veraneo cerca de Praga para impedir que se vayan por ahí. Esto fue alabado por las autoridades eclesiásticas.

Se reúne a los muchachos los domingos en oratorio, donde reciben instrucción, misa, etc. Son disciplinados y buenos. Las escuelas están bien organizadas.

En las demás casas las cosas funcionan igual. No hay más que un religioso o dos en cada una.

En Praga tienen 4 estudiantes de teología, de buena esperanza; un novicio en Litomysl que da clase en la escuela del estado, con admiración y desaprobación de la autoridad eclesiástica.

Medios de reforma.

Según la opinión de las autoridades eclesiásticas, la única manera para levantar la Provincia es abrir en Straznice o en Litomysl el noviciado, pero regular. Mientras tanto, donde sea posible y en la medida en que lo sea, introducir las oraciones comunes, establecer la clausura, eliminar poco a poco a los judíos de la escuela, ponerse el hábito religioso al salir.

Sobre el noviciado traté con el Provincial y con las autoridades eclesiásticas. El P. Kabrel está totalmente dispuesto; las dificultades no faltan, pero con la ayuda de Dios se podrán superar. Ya es mucho tener las autoridades a favor, los locales preparados y los medios de subsistencia.

Para las demás disposiciones hay que andar despacio, teniendo en cuenta que tenemos que trabajar con religiosos que no están acostumbrados, pues han estado fuera y vivido durante mucho tiempo la vida secular, los cuales, teniendo una buena pensión del gobierno, pueden decir, como señalaba Mons. Vicario, “adiós”. El escándalo sería inevitable.

Las dos Guerras Mundiales y sus consecuencias acabarían de destrozar la vida que quedaba en la que había sido la primera provincia escolapia en Europa Central.

Austria

Estos son los datos referentes a la Provincia de Austria en el Catálogo de 1870[Notas 333]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Viena Löwenburg 15 118
2.Viena Col. Josefino 25 1383
3.Horn 8 223
4.Widense 9 826
5.Freystadt 4 202
6.Krems 26 860

7.Academia Militar 9

Fuera de comunidad 4

TOTAL 100 3494

Son datos muy similares a los que ofrece el Catálogo de la Provincia del año 1868[Notas 334]; en este se especifica que hay 79 sacerdotes, 16 juniores y 3 novicios. Seguramente uno de esos tres novicios era Anton Maria Schwartz, nacido en 1852, que había vestido la sotana escolapia en Krems en 1867, y permaneció en las Escuelas Pías hasta que, en 1871, viendo el poco futuro que tenían los escolapios en Austria, sus superiores le recomendaron que se fuera al seminario diocesano. Cosa que hizo; en 1875 fue ordenado sacerdote. En 1889 fundó la Congregación de Obreros Cristianos de San José de Calasanz, “Kalasantiner”. Falleció en 1929. En 1998 el Papa Juan Pablo II lo proclamó Beato.

A finales del año 1868, el P. Provincial Jacobo Seidl[Notas 335], como era costumbre, envía la felicitación para el año próximo, y el catálogo de la Provincia[Notas 336]. Es pesimista: dice que las cosas van mal, y es de temer que vayan peor cada año. El P. Casanovas le responde, en latín, cono nuevo General de la Orden[Notas 337]. Después de cuatro meses ocupándose de los asuntos de Italia, quiere conocer también el estado de las otras provincias de la Orden, y por eso envía sus saludos. Explica que la situación de las provincias españolas por ahora es aceptable, aunque corren peligro; el estado de las italianas es muy triste, especialmente el de las tres del sur. Pero Dios nos ayudará si nos mantenemos unidos y rezamos. En definitiva, intenta darle ánimos. Además, por medio del Asistente General Francesco Maria Pesce, le anima a buscar medios para estar más unidos a Roma y al resto de la Orden. Recibe su respuesta, en la que de manera traducida y resumida viene a decir[Notas 338]:

He recibido tu carta, llena de prudencia y ardor. Nadie duda que haya que intentar salvar la Orden. Estamos dispuestos a describirte nuestra situación por carta, para que estemos más unidos y luchemos contra los enemigos. Aquí la gente nos acusa y persigue, a pesar de que trabajemos bien. Dependemos mucho del Estado, del que esperamos que nos permita seguir viviendo y formando a nuestros juniores. Después de la división del Imperio, ignoramos cuál es la condición de las Escuelas Pías de Hungría, aunque parece que están prósperas. De Polonia no sé nada; dudo que exista la Provincia.

Estoy de acuerdo con tu Asistente en que busquemos una mayor unión, y que nos consultemos para cuestiones de la Orden. Ya dije que estaba dispuesto a dar todo tipo de información con respecto a esta Provincia. Y a cooperar en lo que haga falta por carta. En cuanto a ir a un Capítulo, o enviar a alguien, no lo veo posible, pues tenemos mucho trabajo por aquí y no podemos ausentarnos por largo tiempo. Por lo demás aceptaremos lo que los demás decidan.

En una carta posterior, da más detalles de la difícil situación que está viviendo la Provincia de Austria, sobre todo a causa de las recientes leyes educativas del país[Notas 339]:

Recibí tu carta llena de piedad y ardor. (…) Por lo demás, tenemos prohibido reunirnos con otras provincias de la Orden. Nuestra Orden está en diferentes condiciones que en Italia y en España. Nuestros juniores antes de poder enseñar, después de la filosofía y la teología tienen que estudiar 3 años en una escuela pública, y luego pasar un examen riguroso. No se libran de la mili. Antes el Provincial podía ocupar a algunos no aprobados; ahora obligan a los nuestros a ir a escuelas públicas. Y el salario que pagan es escaso, apenas para comer y vestir. Tenemos internados, pero disminuye el número de alumnos, y además son de familias medias que no pueden pagar mucho. Me pides que te explique nuestras cuentas: las tenemos bien controladas en los Capítulos; nos controlan de fuera, todo está bien.

El P. Casanovas responde, y le pide que indique vías posibles para una mayor comunicación. Recibe una respuesta poco animadora[Notas 340]: He recibido tu carta en la que me propones de qué manera pienso que cada provincia puede unirse más con el General de Roma. No sé qué decir, aparte de lo que está decretado. Siempre ha existido el vínculo de caridad, y seguirá. Pero nosotros debemos obedecer a las leyes civiles, para poder sobrevivir. En cuanto a una unión mayor, habrá que esperar al Concilio Vaticano, a ver qué dice. Envío catálogo para 1870. El año próximo tendremos capítulos locales y provincial.

El nuevo Padre Provincial, Karl Beitz, elegido en 1870, informa sobre la situación de la Provincia, poco alentadora tras la aplicación de las nuevas leyes de educación[Notas 341]: El año pasado cambiaron las leyes en relación con las escuelas. Ahora cada ciudad y cada pueblo administran los impuestos para pagar las escuelas, y tienen el derecho de elegir a sus maestros, pagándoles. Así que Viena, Krems, Horn y Freistadt asumieron la administración de las escuelas, y todos los juniores de votos simples se fueron de la Orden. No tuvimos ningún novicio. Sin embargo, el P. Beitz no pierde la esperanza: Se puede esperar que de nuevo jóvenes buenos y capaces, renunciando al siglo, sigan el egregio ejemplo de nuestro Santo y consagren sus fuerzas y su vida a nuestro Instituto. Yo y mis hermanos recibiremos gozosos a estos jóvenes y los formaremos e instruiremos en la regla de S. José de Calasanz.

Se presenta un problema nuevo: ante la abundancia de demandas de exclaustración por parte de los escolapios de Austria, el Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares se opone a concederlas. Tanto el P. Provincial de Austria como el P. General piensan que, aunque lamentable, hay que conceder la exclaustración para evitar males mayores. El P. Provincial Beitz justifica su postura[Notas 342]: Aquí durante dos siglos hemos trabajado con esfuerzo y méritos en la educación, pero las leyes civiles han cambiado, de manera que ahora las escuelas elementales dependen de los municipios y las medias de las provincias. Y piden título para enseñar, de manera que los que no pueden sacar el título, han de buscarse la vida fuera de la Orden, como sacerdotes. Prometo que, si las cosas cambian, volveremos a aceptar novicios, pero ahora no podemos sino ayudar a los que se quieren ir.

Viendo la preocupante situación de las provincias centroeuropeas, el P. Casanovas anuncia a los provinciales una visita, fraterna, no oficial. El P. Juan Bautista Indrak, Provincial desde 1876, naturalmente, le responde que será bienvenido. Poco después de su llegada a Viena, escribe la carta siguiente al P. Provincial, en la que, tras conocer in situ la situación de la Orden en el país, le ofrece una serie de ideas para fortalecerla y restaurarla[Notas 343]:

Cuanto mayores son nuestras dificultades, mayor debe ser nuestra confianza en Dios, y lo mismo deben ser nuestra solicitud al actuar. Por eso cuando te oí decir “soy escolapio, y no dejaré nada por el bien de mi Orden en Austria”, me alegré y creció mi esperanza en el futuro. Por eso te envío mi opinión en la carta adjunta; te ruego la leas atentamente y me des tu opinión. Cópiala, y devuélveme el original, para presentarla al Nuncio.

“Puesto que la Orden de las Escuelas Pías no ha sido suprimida en Austria, algunas casas nuestras pueden ser mantenidas por el P. Provincial, bien como escuelas municipales, bien como escuelas propias, o incluso sin escuelas. Allá donde el Municipio quiera confiar sus escuelas a la Orden de los Escolapios, puede tratar con el P. Provincial sobre el número de maestros necesarios, y del estipendio o salario a pagar por cada maestro. Una vez firmado el contrato, de los ingresos del contrato se podrá mantener la familia religiosa, es decir, el Superior, los maestros y los religiosos que el P. Provincial envíe a esa casa. Las escuelas se regularán según lo prescrito por la ley; en la comunidad, según la disciplina regular conveniente a los religiosos, y que estaba vigente en la Provincia de Austria.

Donde el Municipio no quiera confiar las escuelas a los escolapios, y la casa sea propia, el P. Provincial puede abrir una escuela gratuita para los pobres, en las cuales se cobrará un estipendio mensual a quienes lo puedan pagar. Con estos pagos y con los ingresos, si los hay, provenientes de las fundaciones originales, se puede mantener una comunidad religiosa.

Por el bien común de la Provincia el P. Provincial podría asumir o crear un internado escolapio privado, en el cual la instrucción y la educación de los internos fuera confiada bien a maestros nuestros, bien a maestros de fuera, si fuera necesario, elegidos por el P. Provincial. En esta provincia vienesa el nombre mismo de escolapios tiene un gran prestigio, y ante los padres es una garantía de seriedad en la formación del espíritu de la juventud en piedad y letras, por lo cual es de esperar que esta iniciativa no sólo serviría para el sustento de los religiosos, sino para conservar y dar estabilidad al Instituto de las Escuelas Pías, con ayuda del Santo Fundador.

Finalmente, allí donde de ningún modo sea posible establecer escuelas, el P. Provincial podría procurar que uno u otro de los sacerdotes prestara su servicio en la iglesia, y para mantener la casa hasta que vengan tiempos mejores; los sacerdotes podrían ganarse la vida con el servicio del altar y algo de rentas de la fundación, y así el P. Provincial conseguiría conservar para la Provincia las casas que ha heredado.

Para lograr esto, es necesario ante todo que los religiosos con diploma de maestro, si están dispersos, vayan a las casas y escuelas donde el Provincial crea que son más útiles. Aquellos jóvenes nuestros que carecen de título para enseñar, deben ir a estudiar, para obtener el diploma.

Debe crearse una Caja común a la cual cada una de las casas contribuya con las sobras de cada año, y lo mismo todos los religiosos que reciben algún tipo de paga por cualquier trabajo que hagan. Con pequeñas cantidades se consigue una suma importante.

El Provincial debe concentrar todos sus esfuerzos en la reapertura del noviciado, en el cual cada año los jóvenes aprendan seriamente la disciplina de la vida religiosa, y lleven a cabo estudios que los hagan capaces de enseñar en escuelas primarias; los profesos de simples, se preparen para enseñar en escuelas técnicas y gimnasios, y por fin para los liceos. De este modo, tras la profesión solemne y la ordenación, proveerá a la provincia de los religiosos bien preparados en materias eclesiásticas y pedagógicas.

¡Padre Provincial! Los tiempos son muy difíciles, pero sean como sean, los padres siempre apreciarán la buena educación de sus hijos, y cuanto mayor es el libertinaje de la juventud, más necesidad sienten de que se eduquen sus hijos según los principios católicos para conseguir la tranquilidad doméstica. Por ello la Orden de las Escuelas Pías, con ayuda del Santo Fundador, podrá sobrevivir a las tormentas, si quienes la dirigen, sin estar aterrados ante las dificultades, la conducen hacia la estrella que es María, sin relajar nunca las instituciones regulares. Donde hay caridad, todas las cosas van bien a todos, jóvenes y viejos, profesos y novicios; pongamos nuestras preocupaciones en el señor, y Él nos ayudará.

Cuando estaba en Roma, veía los asuntos referentes a esa provincia con pesimismo; pero después de conocer a los religiosos de esa casa, creció mi esperanza, y me atrevo a soñar un mejor futuro, pues veo que tienen buena índole, son dóciles a los superiores, dispuestos a servir, bien preparados, con ganas de enseñar, firmes en la fe. Hay algunas cosas que se pueden mejorar, como las clausura en la vivienda religiosa y en aquellos lugares que pueden ser administrados por hombres; mantener el hábito, tanto en casa como fuera, allí donde sea posible; donde no sea posible, que lleven una sotana negra; fuera de casa pórtense de manera digna del clero; cumplan lo mejor posible los actos comunitarios; y con respecto a los alumnos, hagan lo posible para que quienes lo deseen puedan asistir a misa cada día, y al oratorio con catequesis los días de fiesta, y práctica de los sacramentos al menos una vez al mes.

Dios sabe que no es mi intención haceros reproches; seguramente actuaréis mejor cuando los tiempos mejoren. Lo que sí te pido, antes de volver a Roma, es que me redactes una breve exposición presentando el estado actual de esta provincia, de cada casa, de nuestras escuelas, que nunca dejen de ser Pías, porque en ellas los maestros aprovechen siempre las oportunidades para educar a los jóvenes en la piedad. Muéstrame también qué te parece oportuno para que la Orden de las Escuelas Pías se afirme en esta Provincia, pues me consta que el Emperador quiere seguir protegiendo a los Escolapios, y conservar nuestro Instituto, con tal que los nuestros cumplan las leyes de educación. Lo mismo desea el Papa, que fue alumno nuestro, que os extiende la bendición por medio del Nuncio”.

Lo leí. Juan B. Indrak, Provincial.

El P. Provincial es menos optimista, pues conoce mejor la situación. Le responde, también por escrito, al P. General, que aún está en Viena, en resumen[Notas 344]: Leí la tuya del 17.6.77, y me alegro de que tengas tan buena opinión nuestra. Te enviaré cuanto antes el informe de la Provincia que me pides. Será difícil explicarte de qué modo gestionamos las escuelas. Tú crees que son, como antes, Escuelas Pías. ¡Ay, no lo son! Los escolapios no tienen ni una escuela, ni pública ni privada; todos los escolapios que se dedican a la educación son maestros en escuelas estatales o municipales. El gobierno sólo permite abrir gimnasios, pasó el tiempo de hacer contratos para las escuelas elementales. Pero no tenemos suficientes religiosos para ello; sólo nos queda abrir el noviciado y esperar. No puedo prometerte nada más.

En 1900, a principios del generalato del P. Mistrangelo, la situación de la provincia de Austria era delicada. Según el Catálogo de ese año, la provincia contaba con tres casas en Viena (Maria Treu, con 6 sacerdotes, 3 juniores y 1 novicio; el Colegio Loewenburg, con 4 sacerdotes, y Santa Tecla, con 6 sacerdotes) y dos casas fuera (Horn: 2 sacerdotes; Krems: 3 sacerdotes). Había viviendo fuera de casa otros 3 sacerdotes. El mismo P. Provincial Antonio Brendler, escribiendo al P. General, le explica la situación[Notas 345]:

Nuestra Provincia Austriaca, floreciente hace seis lustros, ahora está muy reducida, pues sólo tiene cinco colegios, de los cuales 3 en Viena y dos en San Polten. La causa de esto fue la penuria de individuos en las escuelas, pues en aquel tiempo no queríamos que los maestros obtuvieran los diplomas cesáreo-reales exigidos, por lo que las ciudades o las comunidades nombraron maestros laicos para nuestras escuelas. Esperamos mientras tanto, si Dios benignamente quiere, recobrar juniores aptos, para poder abrir nuevas escuelas. Que podamos llamar nuestras. Encomendándome…

Sobre la situación de la provincia informa también un visitante que luego será ilustre, el P. Juan Borrell, de la provincia de Cataluña. Ha ido a Viena en el verano para estudiar alemán, con el P. Eugenio Salarrullana, de Aragón. Pero el P. Borrell es un hombre entusiasta, y junto con el problema, ve la solución. Desde Viena escribe al P. General[Notas 346]:

Con gran estupor vemos que mujeres recorren toda la casa, pues no hay ninguna clausura. Y en toda la Provincia ocurre lo mismo. No hay hermanos religiosos, y sacerdotes no más de 25 en toda la Provincia, que no trabajan en las escuelas de los colegios, pues aquí (para no cerrarlas, imagino) debió hacerse cargo de ellas la autoridad civil; en Santa Tecla los nuestros las alquilaron a los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Pero hay algunos en otros lugares que dependen del gobierno, y reciben su salario, en contra de los votos, y esto es la causa de todos los males.

No existe la pobreza, ni la vida común; tan solo los que no pueden hacerlo más cómodamente en otro lugar, vienen a comer y dormir gratis donde nosotros. Cada cual se las arregla por sí mismo. Por la casa, por la corporación, sólo se ocupan alguno que otro. Ya saben, y algunos lo confiesan abiertamente, que el espíritu de la Corporación está desapareciendo aquí, y no hay ninguna esperanza en absoluto a no ser que se inyecte en las venas sangre nueva y vigorosa.

Consideré necesario, Excmo. y Rvmo. Padre, decirle estas cosas, afectado y dolido por este espectáculo tristísimo, para ver si por medio de la cabeza se puede reparar lo que falta en los miembros.

Para que V.P. conozca algún urgente remedio entre otros que en esta extrema angustia he pensado, le hablaré de él. La Provincia de Aragón, que el P. Salarrullana[Notas 347] conoce bien, según él dice ya abundaba en religiosos. Y ahora, en estos días, vuelven a ella otro nuevo e importante grupo, que han terminado los estudios. Si dos o tres de ellos, con otros tantos hermanos operarios pudieran venir a la casa de Krems, viviendo allí la clausura, la vida común, la santa pobreza, se podría instaurar el ejercicio de las escuelas, revivir el cuerpo oprimido por el hielo secular. Allí sólo están el P. Rector, un novicio y su Maestro que abrazarían con gran amor a los que vinieran, evitándoles dificultades. Para empezar a estudiar el alemán durante dos meses podríamos ayudarles yo o el maestro de novicios. Yo podré hacer algo al año próximo, después de volver al colegio de Sarriá. Podría ir a Krems, y si vienen otros a Krems, podríamos recuperar las escuelas de Santa Tecla, confiadas ahora a extraños, y luego otras, si conviene. Los otrora grandes colegios calasancios ahora están hechos una ruina. Para resolver un problema tan grande tan pronto como sea posible una visita de Vuestra Paternidad durante el año ayudaría mucho. Perdone si le he causado molestias; no era mi intención.

La carta del P. Borrell es bien recibida; en reunión de la Congregación General celebrada el 11 de septiembre en Florencia, se acuerda Tras recibir la carta del P. Borrell de España relativa a las condiciones de la Provincia Austriaca, encargar al P. General que trate con el Vic. General de España que envíe al noviciado de Krems algunos padres y hermanos españoles para restablecer allí la observancia regular.[Notas 348] No debió hacerse nada al respecto, pues de nuevo la Congregación General, reunida el 27 de diciembre de 1902 en Florencia, vuelve a decidir pedir al P. Vicario General de España que envíe dos religiosos a Krems para restaurar la provincia de Austria.[Notas 349]

Por su parte, el P. Mistrangelo elaboró su propio informe sobre la visita realizada a Austria en 1904[Notas 350]:

Estado moral de la Provincia.

Los religiosos tenían miedo de la venida del P. General. Para vencerlo y para evitar que se me escondieran, creí deber abundar en bondad, para que se persuadieran de que no había venido a reformar, sino a visitar como hermano sus casas. Logré mi objetivo y pude hacerme una idea clara de todo. Vi también al Nuncio, al Vicario General Mons. Schneider y a otros.

En el pasado, a causa de las apostasías de algunos que incluso se casaron, entre los cuales el Provincial (así me dijo Mons. Schneider), los PP. Escolapios no tenían ninguna estima; ahora un poco más, porque se portan bastante bien.

Vida religiosa y prácticas no existen. Yo sólo vi que la comunidad recitaba después de cenar, en el comedor, las Letanías: bastante bien. El Provincial me dijo que se dicen las oraciones en el oratorio cuando no hay impedimentos. Nuestra iglesia del Colegio Josefino es una parroquia. El Rector es el párroco. Bueno y celoso. Dos padres le ayudan. De los demás, 12 en total, los que son válidos dan clase en las escuelas civiles, o son maestros de religión. En el antiguo Colegio Loewenburg hay 4 religiosos y 22 internos. Parece que funciona bien. Los internos van a las escuelas públicas: 15 son mantenidos por el Emperador (cantores palatinos). En Santa Tecla hay 6 religiosos, algunos enfermos y otros ocupados como los anteriores. El rector se ocupa de la iglesia.

Individualmente son buenos; visten a su modo; algunos llevan barba. Lujo en el vestir y en el mobiliario. No se hace recreación y no se lleva vida de familia. Es admirable que sigan adelante y con concordia.

En el noviciado de Krems hay dos postulantes sacerdotes: se presentan muchos y luego se van. Algunos de los padres son jóvenes, “cantan bien pero fuera del coro”. Acostumbrados a esta vida que parece regular, pero en realidad es secular, no se acostumbrarían a otra. Tienen opiniones de mundanos. Incluso el Rector Hersan, que por otra parte tiene celo y una actividad fenomenal.

La visita del P. General a Viena fue ocasión para visitar a los Calasantinos o Kalasantiner, fundados por Anton M. Schwartz, de la que ya hemos hablado más arriba. Debió mantenerse algún contacto con ellos, y probablemente más adelante el P. Brattina debió proponer al P. Schwartz unir su congregación con las Escuelas Pías, por medio del Provincial de Austria. Pero este, con razón, se negó a la unión, enviado una cortés respuesta[Notas 351]:

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El P. Alfonso Maria Mistrangelo nació en Savona en 1852, y falleció en Florencia en 1930. Se encontraba en el seminario diocesano cuando conoció la vida de San José de Calasanz, y decidió hacerse escolapio. Ingresó al noviciado en Carcare en 1870, en el grupo de los primeros novicios admitidos después de tener el noviciado cerrado durante muchos años. Fue ordenado sacerdote en 1877. Después de enseñar en Finalborgo y Carcare, fue destinado a Ovada, donde residió durante 18 años, como profesor y como rector. En 1893 fue nombrado obispo de Pontremoli, y en 1899, arzobispo de Florencia. al fallecer el P. General Ricci, León XIII lo nombró superior de las Escuelas Pías, en 1900, con la misión de reunir en torno a Roma los tres bloques de las mismas que llevaban más de un siglo separados. En 1904 cesó su generalato, pero el Papa lo nombró visitador General, con autoridad sobre toda la Orden, durante tres años más. En 1915 Benedicto XV le hizo Cardenal.

Recibí con gran alegría la carta de Vuestra Reverencia, pues no sabía que el Rvmo. Padre General favoreciera a nuestra Congregación con su favor y benevolencia. Sin embargo, la unión de nuestra Congregación con las Escuelas Pías no puede hacerse, pues ello haría totalmente ilusorio el fin de nuestra Congregación. Ya que la finalidad que persiguen los Calasantinos no es sólo el trabajar con los jóvenes aprendices y educarlos en la piedad, sino que están al servicio de enseñar la doctrina cristiana y la piedad a los obreros, tanto si son aprendices como luego en cualquier grado y edad, hasta la vejez, y además procuran favorecer, y luego consolidar y aumentar, todo lo relativo al bienestar temporal de los obreros, en todo lo que se pueda, de acuerdo con las Constituciones. Por esta razón, en función de lo que es propio de nuestra vocación, hemos añadido y cambiado las Constituciones del glorioso S. Padre José de Calasanz en aquello que hemos considerado conveniente. Los Calasantinos sirven exclusivamente a los obreros, por lo que a nosotros nos está absolutamente prohibido ocuparnos de los estudios de los jóvenes en gimnasios o universidades.

Ruego a Dios con fervientes oraciones que cuanto antes sean restauradas las Escuelas Pías en Austria. Amo las Escuelas Pías desde lo más profundo de mi corazón y consideraré el día más feliz de mi vida aquel en el que pueda ir a saludar a los Padres de las Escuelas Pías reformados en Viena. Sin embargo, creo que Dios, para mayor glorificación del S. Padre José de Calasanz, de la raíz calasancia - pues yo fui novicio de las Escuelas Pías – quiso que floreciese el nuevo brote de nuestra pequeña Congregación de los Obreros Píos.

Le ruego, Reverendo Padre, que transmita esta mía al Rvmo. P. General de las Escuelas Pías en Roma.

Me alegro mucho de las noticias sobre el progreso de las Escuelas Pías en Polonia. Pero por ahora no podemos hacernos cargo de la casa para aprendices calasantinos en Cracovia, por falta de hermanos.

Con verdadero afecto de caridad, y rogando se acuerde de mí en sus oraciones, quedo…

Hungría

Es la Provincia que se muestra más vigorosa durante todo el tiempo del Generalato del P. Calasanz Casanovas. En el Catálogo de 1870[Notas 352] figuran en esta Provincia 29 casas (Nagy B., Beszterce, Brezno, Buda, Korpona, Cibniense, Cluj, Kalocsa, Debrezen, S. Jorge, Nagykanizsa, Nagy Karoli, Kekskemet, Levice, Nitra, Magyarovar, Pest, Podolinec, Prievidza, Rosenborg, Schemnice, Szeged, Sigheteul, Tata, Temesvar, Trencin, Satoral J., Vac y Vezsprem), 272 religiosos y 5934 alumnos.

El Provincial de turno (Ferenc Somhegyi, desde 1867 hasta 1879; Andra Kalmar, desde 1879 hasta 1891) envía puntualmente el catálogo anual, con cierta satisfacción, aunque a veces se queja de que el gobierno se vuelve más exigente con los títulos, o que las condiciones económicas son más duras. Pero, como veremos en las estadísticas, Hungría atraviesa sin mayores dificultades este periodo, y no será realmente incomodada hasta bien avanzado el siglo XX, y por razones ajenas a su propia evolución: las dos Guerras Mundiales.

En 1869 escribe el P. Provincial Somhegyi[Notas 353]: Te puedo expresar con gozo que nuestra Orden goza de buena fama en Hungría y Transilvania, y que el estado sacerdotal excepto por algunas excepciones, se mantiene en su prístino estado. Para el próximo curso escolar 1869-70 el número de individuos de la Orden aumentará con los 29 novicios que ha admitido la Congregación Provincial de los 95 candidatos que se presentaron. Es de esperar que la pérdida de individuos que se produjo durante cinco años, desde 1848 hasta 1852, sea compensada en breve, si el Dios de la Paz no nos niega su gracia. No tengo ninguna noticia de nuestros hermanos de Galitzia[Notas 354], puesto que no tenemos ninguna relación epistolar con ellos.

Más adelante hace una sugerencia al P. General[Notas 355]: Las cosas en Hungría, aunque no están tan mal como en Italia, se van poniendo más difíciles. Las novedades agitan toda Europa, y estas nuevas maneras de pensar pueden significar la ruina de la Orden, pues hay gente que nos ataca. Por eso le parece necesario reivindicar la acción de los Escolapios, educando a los jóvenes en Hungría desde hace dos siglos. Habría que publicar libros y documentos mostrando que las Escuelas Pías han contribuido desde hace siglos a la educación de la juventud, de manera generosa. Y también habría que escribir una biografía crítica de nuestro Fundador, aceptable incluso para los que no creen. Ya se ha escrito mucho, pero hace falta más seriedad crítica. Hay que publicar las cartas de Calasanz, que están guardadas en S. Pantaleo y en otras casas. El P. Guido Nicht ya hizo su esfuerzo en 1772, y también el P. Urbano Tosetti. Seguro que los escolapios de España pueden escribir también sobre el tema, como otros antes que ellos han hecho. Recibimos la obra enviada por el P. Jofre desde Cuba, y le enviamos la obra del P. Alejo Horanyi sobre escritores escolapios.

El P. General desea conocer personalmente la realidad de la Provincia, y de su viaje a Hungría, como luego veremos, quedó muy satisfecho. Sin embargo, sus esfuerzos para lograr un acercamiento de Hungría y Roma también resultaron vanos: los húngaros, como los bohemos y austriacos, tenían miedo a violar las leyes imperiales con respecto a la autonomía nacional de las instituciones religiosas. En el catálogo de 1878 vemos que el estado general de la Provincia ha mejorado en cuanto a cifras[Notas 356]:

Casas Religiosos Alumnos

1.Budapest I 5 182
2.Budapest IV 31 497
3.Debrezen 4 77
4.Kekskemet 38 252
5.Kis-szebeni 8 71
6.Kolosvar 12 579
7.Lévai 9 180
8.Magyarovar 9 108
9.Marmaros-szigeti 6 109
10.Nagy-becskereki 3 169
11.Nagykanizsa 13 332
12.Nagy Karoli 12 851
13.Nitra 39 339
14.Podolinec 7 49
15.Prievidza 8 248
16.Rózsahegyi 4 159
17.Satoral J. 6 499
18.Selmeczbányai 4 140
19.Szeged 18 760
20.S. Jorge 7 60
21.Tata 9 148
22.Temesvar 7 344
23.Trencin 8 201
24.Vac 32 178

25.Vezsprem 10 280

Fuera de comunidad 3

TOTAL 312 6713

Aunque se han abandonado cuatro casas con escasa presencia de religiosos, el número de religiosos ha aumentado en 40, y el de alumnos en cerca de 800. Y este ritmo creciente se mantiene en el catálogo de 1884-85: el número de colegios es 24; los religiosos, 328, y los alumnos 7039.

El P. Casanovas intenta reforzar los lazos institucionales con el nuevo Provincial, Andra Kalmar. Le invita a que envíe algunos jóvenes a estudiar a Roma. Pero este no parece estar muy animado a hacerlo. Le responde[Notas 357] que le encantaría poder enviar un par de los 80 juniores que tienen a estudiar a Roma, pero el problema es que tienen muchas escuelas, necesitan muchos maestros, y no les llega el dinero para pagar a seglares. Siguen las comunicaciones entre Roma y Pest en el mismo tono formal de informaciones. Incluso cuando el P. Ricci es nombrado Vicario General, y busca un acercamiento con todas las provincias, la respuesta es fría[Notas 358]: le dice que no podrá ir al Capítulo General, por diversas causas. Entre otras que ese año también tendrán el Capítulo provincial en Hungría durante las vacaciones, y eso requiere muchos preparativos. En cambio, muestra buena voluntad para ayudar a comprar una casa propia en Roma, y anuncia que va a pedir la colaboración de casas y religiosos. De hecho reúne 2250 Liras, que envía[Notas 359]. Se vuelve a excusar por no enviar juniores a estudiar a Roma: los estudios de los juniores en Hungría son muy largos, y cuestan muy caros. Por eso andan escasos de personal y no pueden enviar a nadie. Cuando más tarde el P. Ricci le comunica que el capítulo General tendrá lugar al año siguiente, y que si no pueden ir pueden votar por el nuevo General por correo, el P. Kalmar se excusa diciendo que, después de haberlo pensado mucho, han decidido que, puesto que no conocen a los eventuales candidatos, no van a votar. Y aceptarán al que elijan los demás. Pero ante su insistencia, y diciendo que se trata de una orden del Papa, acceden a nombrar dos vocales que voten por correo[Notas 360].

Sin embargo, el P. Ricci no consigue que ningún vocal húngaro acuda al Capítulo de 1992. El nuevo Provincial, Emérico Levay, le escribe que, con mucha pena no pueden asistir, por la multitud de obstáculos internos y externos. Pero respetarán todo lo que decidan, y esperan que siga él al frente. Espera que entiendan su buena voluntad. Estarían dispuestos a votar por correo, como en el 85.[Notas 361] Mario Ricci insiste en que vayan, aunque sea de manera secreta, pues ve que tienen medio a las represalias del gobierno si se enteran de que han ido a Roma. Pero recibe una amable respuesta diciendo que no pueden hacerlo, porque sin duda se sabría, y luego pagarían las consecuencias. Pero están unidos a él y a la Orden.[Notas 362] A otra carta insistente del P. General, diciéndoles que no pueden votar por correo, responden con misma amabilidad y firmeza diciendo que agradecen su interés por la Provincia, y aunque no pueden votarle por correo, le votan con el corazón para que siga. Aunque hay graves motivos que les impiden estar en el capítulo, están presentes en el espíritu, y saludan a todos los capitulares.[Notas 363]

El mismo P. Kalmar responde a la invitación a asistir al Capítulo de 1898 diciendo que aceptarán todo lo que se decida en el Capítulo General, mientras no vaya contra las leyes del reino. En nuestro capítulo intentaremos corregir abusos que se han ido introduciendo. Aceptaremos al General elegido, esperando que también él nos quiera. El P. Ricci les escribió quejándose de su desafección a la Orden, y parece que esto les motivó a cambiar de opinión, pues poco después respondieron que enviarían dos vocales al Capítulo General[Notas 364]. Posiblemente influyó, y no poco, la orden de que asistieran por parte del Arzobispo de Esztergom, Primado de Hungría, que a su vez habría recibido presiones del Nuncio en Budapest. Y durante el Capítulo, el 8 de agosto, leyeron un emotivo manifiesto que confirmaba la unión de la Provincia de Hungría al resto de la Orden[Notas 365]:

Han pasado cien años desde el tiempo en que el Emperador José II de Germania y Rey no coronado de Hungría mediante un precepto real separó a la Orden de las Escuelas Pías de Hungría de la comunión con el General Romano. Durante todo un siglo apenas pudo saber nada de sus hijos de Hungría, y los hijos apenas pudieron conocer el nombre de su padre que vivía en Roma. El Rvmo. P. General fue el primero que, a pesar de los diversos impedimentos, gracias a una sabiduría admirable, a una caridad paterna y a una circunspección fuera de lo común ha logrado que puedan venir a este Capítulo también dos miembros de las Escuelas Pías de Hungría. Así que aquí estamos para ver con nuestros propios ojos a nuestro amantísimo Padre, de modo que al volver a nuestra patria podamos narrar con gran alegría a nuestros hermanos religiosos lo que vimos y oímos. Después de esto sólo nos queda pedir que la divina Providencia conserve en óptima salud a nuestro Prepósito General para seguir prestando dignamente ese cargo dificilísimo, para incremento de la Iglesia Católica, de las Escuelas Pías y de la juventud estudiosa, hasta el final de su vida humana, y abrace en lo sucesivo a sus hijos húngaros con paterna caridad como ha hecho hasta ahora. ¡Viva!

Los datos de la provincia mejoraban con el paso del tiempo. Así en 1903 la provincia contaba con 26 casas, 265 sacerdotes, 107 juniores y 26 novicios. Atendían a un total de 9.264 alumnos. Tenían una sólida estructura para la formación de los candidatos: además del noviciado de Vac, contaban con dos junioratos para estudios de Gimnasio (Kekskemet y Rózsahegyi) y otros dos para el estudio de la filosofía (Kolosvar y Budapest). Estudiaban teología también en Budapest.

La visita del P. General a Hungría en mayo de 1904 tuvo una gran importancia. Quizás el ambiente estaba un poco caldeado por la indiscreción del Nuncio de Viena, que reveló a la prensa una frase de la conversación entre el Emperador y el P. General, relativa a la reforma de los escolapios húngaros. Para calmar los ánimos, la prensa católica húngara, informando sobre la visita, decía lo siguiente[Notas 366]:

El 20 sale para Florencia Alfonso Maria Mistrangelo. Tiene 51 años, de estatura mediana, con el cabello un poco gris, de una cultura e inteligencia fuera de lo común. Con su singular ingenio y afabilidad se gana la estima y el corazón de todos cuantos hablan con él. Todo el alto clero y principalmente la Orden de las Escuelas Pías lo rodea con tierno afecto, y se dice que pronto será hecho Cardenal. La visita del Arzobispo no tiene otra finalidad que conocer el estado actual de la provincia húngara. Sin duda esta visita es consecuencia de una misión más elevada, pero como la Santa Sede no tiene derecho de examinar oficialmente las Escuelas de la Orden, según el decreto del Rey Leopoldo II, esta visita es puramente un acto de cortesía y no tiene en absoluto carácter oficial.

Era importante hacer notar que no se trataba de una visita “oficial”, alegando los decretos de Leopoldo II.[Notas 367] El P. Mistrangelo, por su parte, escribe una larga relación de esta visita, en la que se ve su prudencia y su habilidad para tratar con la gente, que le permitió obtener el objetivo que se había trazado: que los húngaros aceptaran participar en el próximo Capítulo General. Escribió lo siguiente[Notas 368]:

Hungría.

El 10 de mayo entré en Hungría, y luego en Trencin, con malos auspicios, viendo las cosas desde el lado humano. Pues habiendo tres estaciones con el mismo nombre, llegué por la tarde, después de una dura jornada de viaje, a Tepla –Teply – Trenscén, es decir, no a la ciudad residencia de los escolapios, sino al sanatorio, y después de un buen trecho en mala carroza, casi de noche, llegado entre gente que no quería hablar y no nos entendía, debí volver atrás y después de una hora de carroza, llegué a Trenscén ciudad, y me condujeron al conservatorio o convento de las Hijas de la Caridad. Como Dios quiso, con la ayuda de un sacerdote, llegamos finalmente al colegio.

Los periódicos de Hungría, dirigidos por judíos, habían hablado no poco sobre mi venida. Los Escolapios, por las leyes josefinas y leopoldinas eran independientes de Roma; no estaban sujetos a visitas; no debían reformarse; el gobierno debía estar atento ante un peligro y una indebida intromisión. Era de pensar que les habían inspirado los religiosos: así me lo confirmó el Obispo de Vac y el Consejero de Budapest. Las casas estaban preocupadas y malhumoradas. El Provincial Magyar, auténtico magiar, se lo pensó mejor y no vino, contrariamente a lo que me había escrito, a encontrarme en Trenscén, para no ofrecer un acto de sumisión. En mi conversación con el Rector de Trenscén pronto me di cuenta de que había dado instrucciones: que tantearan el terreno, olfateasen el aire y le informaran.

La situación era difícil. Las demás provincias no tienen importancia, ni por número ni por organización. En cambio, Hungría tiene fuerza y está bien organizada civilmente; tiene 24 colegios florecientes, ricos en religiosos y en medios. Tiene una potente organización, fundada sobre un gran respeto a la autoridad del Consistorio, o sea la Congregación Provincial ampliada. Si se hubieran percibido que yo venía para hacerles someterse a mí, me habría ocurrido lo que contaba el Nuncio sobre el General de los Menores, o Servitas, o Benedictinos, no recuerdo bien, que en Viena lo acogieron en la puerta, le hicieron entrar en la iglesia y luego le hicieron salir por otra puerta.

Me convenía, pues, más que en Austria o en Bohemia, hacer el indio, olvidar la ofensa hecha por el Provincial al no venir a mi encuentro en Trenscén, ganarme la confianza para poder ver, estudiar hombres y cosas y escuchar todas las campanas. Después de mis declaraciones al rector de Trenscén, el ambiente se serenó; los padres que estaban serios y desconfiados, se aproximaron a mí con alegría e indulgencia. El rector enseguida escribió al Provincial, voló la voz: la mía era sólo una visita fraterna, nada de reforma, aunque yo nunca dije nada de esto; se me podía colmar de gentilezas, pues no había ningún peligro en hacerme ver casas, iglesias, escuelas, todo.

Esto me permitió conocer el estado moral y material de la Provincia. El Provincial vino a esperarme el 12 a la estación de Budapest con el Asistente Feheld, con el Secretario y el Rector, y me acompañó luego a Vatz [sic], casa de noviciado, al Ketskemet, juniorato, a Tata, dispuesto a llevarme a las demás casas si el tiempo lo permitía. Pero después de decirle tres veces que reuniera el Consistorio para decidir el venir a Roma, prometió siempre, aunque objetaba que ellos no conocen ni las personas ni las cosas de la Orden, y que por tanto su venida sería superflua, y hasta hoy, día de mi partida, no me ha dicho aún nada definitivo. Pensaba llevar al perro de paseo por la era, o tomarme el pelo. Apresurándome yo ayer por la tarde, se maravilló cuando se enteró de que partía hoy por la tarde, cuando él estaba convencido de que iba a marcharme de mañana.

El P. Magyar es un hombre bueno en el fondo, y bajo una apariencia de simplón esconde una agudeza poco común. Y los demás Asistentes no lo son menos, y todos son cultos y expertos como para poner en apuros a cualquiera.

Estado moral de la Provincia.

La Provincia abunda en casas, hombres y medios. Las casas son amplias, hermosas, bien equipadas. Las habitaciones de los religiosos son espléndidas, amuebladas con lujo y buen gusto. No hay clausura. Las mujeres entran por todas partes. Dicen que no es posible hacer de otro modo para el servicio, no teniendo hermanos operarios, para la limpieza, en lo cual son exigentes, ni en las escuelas, pues las madres quieren oír de los profesores noticias sobre sus hijos. ¡No sería nada fácil mantenerlas en la puerta!

Se tratan señorialmente; se come bien y se bebe mejor y mucho. Se fuma siempre y todos, en casa y fuera.

Los religiosos llevan la sotana, con un capotillo y un sombrero redondo; van bien peinados, con raya, incluso los novicios. Van a las casas particulares y se diferencian poco de los seglares. No tienen prácticas de piedad, ni oraciones, ni meditaciones, ni recreaciones en común. En general dicen misa los días de fiesta. Pocas veces los días ordinarios. De breviarios no vi ni traza. Solo el P. Kalmar me dio a entender que había dicho el oficio. Estudian mucho y son muy instruidos. Por esto son muy apreciados. Por la religiosidad, poco; y por la conducta, menos. El Obispo de Vatz me afirmó que era necesario que volvieran a la Regla; el Obispo de Budapest, amigo e indulgente, ve también la necesidad de la reforma, pero afirma que hay que hacerla despacio, y que son exageradas las acusaciones que les hacen. El de Transilvania es más riguroso y desaprueba abiertamente a los Escolapios. El Conde Esterazy, patrono de Tata, me confesó que está descontento de la conducta de los Escolapios jóvenes, y quiere que se reformen, pero dice que es muy peligroso hacerlo con prisa; el Preboste de Tata, óptimo sacerdote, me dijo lo mismo y me rogó que metiera mano despacio a la necesaria reforma. Hacía pocos días, me dijo, había sucedido un escándalo. El prefecto de policía le advirtió que los jóvenes escolapios frecuentaban las casas de tolerancia.

A los novicios se les educa muy bien de acuerdo con las Constituciones. Pero mientras se les predica la pobreza etc., ven la lujosa habitación del Maestro, y que los religiosos mayores no hacen ningún caso de las Reglas. Cuando salen del noviciado son libres, y se acabó todo. Por lo tanto, se embarcan con los demás. En el juniorato o Calasancio de Budapest y de Kolosvar tienen un Director de estudios que está con ellos. Cada uno desde el noviciado tiene su libro donde diligentemente se anotan las inclinaciones, el aprovechamiento, las tendencias, etc. Cada mes se informa al Consistorio. Estudian con empeño, son buenos en las materias filosóficas y teológicas, van a la Universidad con peligro. Tienen la misa y las oraciones en común. Cada mes dan una academia a la que asiste la comunidad. Se da mucha importancia al estudio. Pero sólo se confiesan una vez al mes y de piedad tienen bastante poca, y no entienden mucho. Salidos de la Universidad y convertidos en profesores, como he dicho, la cosa se acabó.

Así que los religiosos un poco hacen a su modo, viven opíparamente, están bien y ninguno quiere reformas. Tienen dinero; editan obras a beneficio propio. Reciben unos 250 florines al año, la tela para hacerse dos hábitos a medida. Están servidos como señores y ni se les ocurre salir de su comodidad, ni siquiera los viejos. De hecho, ninguno me mostró el menor deseo de ello, ni de lejos; si acaso, temor.

Se ocupan mucho de la escuela, y con celo, también por mantener alto el prestigio. Todas las casas y colegios tienen tierras. El gobierno les ayuda. Para los jóvenes reciben 25.000 coronas al año, puesto que al Gobierno, según me dijo el Ministro, le convienen los Escolapios, por lo que está siempre dispuesto a subsidiarlos, para que tengan profesores. En los 24 colegios no tienen más que seis o siete maestros seglares. Dentro de dos o tres años los suplirán con religiosos.

El deseo de que brillen en la piedad, brillen en los estudios, es general. El Emperador me lo dijo. Cuando fui a la villa del Conde Esterhazy me lo dijo claramente. El Obispo de Transilvania, Mons. Mailat, que ha venido hoy, 18, a verme, me ha repetido lo mismo. Está de acuerdo en que se vaya lentamente para no dar lugar a escándalos. En Kolosvar, su diócesis, actualmente se portan bien. Fue él quien me dijo que los Escolapios no rezan el Oficio. A sus observaciones le respondieron que una bula de Clemente XIV les dispensaba debido a las ocupaciones escolares (!?). De ordinario rehúsa ordenar a los nuestros porque no hacen ejercicios espirituales, ni prácticas religiosas, etc. El obispo de Gran Varadino, al que oí hoy, me ha dicho que la casa de Debrezen, en su diócesis, un sacerdote joven apostató el año pasado a causa de mujeres.

A pesar de todos estos problemas debo confesar que hay mucho de bueno en cuanto a la sustancia; sólo falta la forma. En todos hay un gran respeto a la autoridad, espíritu de trabajo, de estudio, de sacrificio, amor a la Orden. Muchos inconvenientes deben atribuirse a las costumbres del país y a las leyes de independencia. Encontré mujeres incluso en casa de los Premostratenses, y en los Capuchinos los novicios llevan la raya en el pelo… y el guardián fuma de la mañana a la tarde, lleva calzones largos y sombrero redondo. Y el Conde Esterhazy me dijo de él que era un santo varón.

Hoy, 18, el Provincial Magyar vino y me dijo que el Consistorio había decidido enviar al Capítulo 3, comprendido el Provincial. Pero como estaban presentes sólo 5 de los 12, en la reunión plenaria de julio establecerán a quién enviar para la elección del General. Por lo tanto, habrá que pedir a la S.C. de Obispos y Religiosos que los presentes puedan y deban tomar parte en todas las deliberaciones del Capítulo.

Por lo demás, viejos y jóvenes se alegraron mucho de mi visita, y los dejé agradecidos y conmovidos por mi visita, expresando el deseo de que volviera, que amara y me ocupara de la provincia, y muchos lloraban. Pienso que, con mucha dulzura, fuerza y prudencia la Orden puede lograr volver a la observancia a esta provincia floreciente.

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El P. Constantino Schuster nació en 1817, e ingresó al noviciado en 1831 en la Provincia de Hungría. Fue ordenado sacerdote en 1840. Después de dar clases durante unos años en Budapest, se secularizó y se incardinó en la diócesis de Kosice (hoy Eslovaquia), de la que fue nombrado Obispo en 1877. Diez años después fue trasladado a Vac (Hungría). Entre sus preocupaciones pastorales dio preferencia a las escuelas, dedicando para su construcción y sustento ingentes sumas de dinero. Se mantuvo siempre muy adicto a nuestra Orden, mostrándose particularmente benéfico con el colegio de Vac. Falleció en 1899.

El P. Mistrangelo siguió experimentando obstáculos por parte de la Provincia de Hungría para la unificación durante el generalato del P. Brattina. Él seguía actuando como Visitador General, por lo que era considerado como el auténtico superior por parte del P. Provincial de Hungría. Y aquí surge la primera dificultad del mandato del P. Brattina: el P. Mistrangelo había pensado como Asistente General en el P. Juan Szölgyémi, rector de Budapest, e incluso le había enviado la patente con el nombramiento. Sin embargo, a vuelta de correo este le escribe diciendo que no puede aceptar[Notas 369]: no conoce otra cosa que dar clase, no habla lenguas extranjeras, tiene poca salud, sus padres son mayores, sus hermanas son viudas y ha de ocuparse de la educación de sus sobrinos… El P. Mistrangelo escribe al P. Provincial diciendo que acepta la renuncia por motivos de salud. Y añade[Notas 370]:

Pero, puesto que es intención y deseo de la Santa Sede que yo nombre un Asistente General de vuestra Provincia, que resida en Roma, ruego a Tu Paternidad que te dignes indicarme el nombre de un religioso prudente y discreto, y que domine suficientemente la lengua latina. Exige esto mi dignidad, la confianza del S. Pontífice y el honor y buen nombre de vuestra Provincia. Procuraré enviar cuanto antes el decreto con su nombramiento como Asistente General. Te ruego que, al escribir su nombre y apellido, no omitas tampoco el nombre religioso que tomó en el momento de la profesión. Sea quien sea, que venga alegre; la temperatura de Roma es óptima, y tendremos en cuenta vuestro estilo de vida, costumbres y demás cosas necesarias en cuanto a comida y culto. Además, podrá volver por ahí, cuando lo requiera su cargo.

Es de la mayor importancia, querido Padre, el que tomes todo interés en este asunto, y espero que no dudes nunca de mi benevolencia y paterna caridad para contigo y tu Provincia. Es importante que el Asistente General sea un hombre que sepa y quiera tratar los asuntos de vuestra Provincia en Roma, y ejercer un patrocinio válido sobre ella, así como defender las razones de las otras provincias confiadas a su cuidado, y buscar el bien para todas. Estimo, pues, que será muy provechoso para vosotros y vuestras cosas.

Y puesto que la renuncia del P. Szölgyémy me obliga a posponer la reunión de la Congregación General ya convocada, y suspender el envío de la circular ya impresa, te ruego que cuanto antes elijas una persona y me comuniques su nombre por telégrafo. Al P. Szölgyémy dile de parte mía que me devuelva el nombramiento cuanto antes. Espero tu respuesta cuanto antes.

El P. Magyar, ante este apremio, reúne su Consistorio y elige como Asistente General al P. Gerardo Vary, de 61 años de edad, que había sido maestro de novicios y de juniores, y que seguirá siendo Asistente General hasta 1912.

El rechazo del P. Szölgyémy era anecdótico en comparación con el rechazo a la unión con Roma que expresaba el P. Magyar en la carta que hemos reproducido al principio de esta obra. El P. Mistrangelo responde a esta carta con no menos energía que el P. Provincial, y con una insinuación de amenaza al final. Copiamos el borrador (en italiano) se su carta, que luego su secretario traduciría al latín[Notas 371]:

Hago notar que el Motu Proprio y el documento del Card. Merry del Val son obra de la Santa Sede y no mía; yo hago sólo de mensajero de la Santa Sede al enviároslo a vosotros. Son inesperados para vosotros, para los demás y para mí mismo. Y os ruego que creáis que esta es la pura verdad, como podréis constatar más adelante. La Santa Sede en su sabiduría ha creído deber enviarlos, y a nosotros sólo nos toca venerarlos y obedecerlos, como ciertamente han hecho ya todas las Provincias, menos Hungría. Por lo tanto, lamento decirlo, el retraso no es un signo de falta de obediencia filial a mí, sino a la Santa Sede, que me ha dado a mí el encargo.

Y es precisamente por el dulce recuerdo que tengo de todos vosotros, y al que apeláis ahora, que yo, con corazón paterno y verdadero afecto, debo deciros que, después de la solemne orden de la Santa Sede, no convenía retrasarse, sino hacer inmediatamente un acto de sumisión religiosa, como han hecho todos. “Roma locuta est, questio finita est”. Un Motu Proprio del Papa no se discute, sino que se acepta reverentemente. Y vosotros no podéis ignorar que la Santa Sede, antes de emitir documentos tan graves, y de una ventaja tan esencial para toda la Orden, ha ponderado cuidadosamente, como tiene por costumbre, las circunstancias que citáis. Precisamente por esto se dice en el documento del Secretario de Estado que, si hay dificultades o desacuerdos prácticos, los Superiores, de acuerdo con el Visitador Apostólico, recurrirán a la Santa Sede, que no dejará de proveer.

En cuanto a lo que plugo a Tu Reverencia referirme con respecto a las publicaciones de los periódicos con ocasión de mi viaje a esa Provincia, son cosas sin importancia que no deben ser referencia para nuestras acciones. Como te dije entonces, también en Italia y en otros lugares los religiosos escolapios están, en lo que respecta a la educación escolar, en vuestras mismas condiciones. Las disposiciones de la Santa Sede no se ocupan de ello, sino de la unidad de la Orden y de su jerarquía; sobre lo demás, no dicen nada. En la organización de las escuelas, en la relación con el Gobierno y con el público, el Provincial dispone según su prudencia y las circunstancias. Si los periódicos no lo entienden ahora, lo entenderán más tarde; lo importante es que estéis convencidos de ello vosotros. Y entonces no habrá que temer que comunicados los documentos (no míos, repito, sino de la Santa Sede), ocurran las protestas periodísticas de las que habláis. Y si ocurren, a nuestros buenos religiosos les bastará el haber obedecido, callado y mostrado de hecho su religiosidad y filial obediencia. Las autoridades y los buenos que aman las Escuelas Pías, y son muchos ahí, aplaudirán vuestra conducta.

Tanto menos debéis temer que las Cortes del Reino y la gente de mayor influencia vean mal las disposiciones pontificias, que ni pueden ni deben producir los efectos desastrosos que indicáis, puesto que no miran a las temidas reformas, sino que buscan y quieren el bien de toda la Orden, teniendo en cuenta las circunstancias especiales, las costumbres, las necesidades de cada Provincia. Los superiores provinciales, rectores, maestros, tienen el deber, al transmitir los documentos, de tranquilizar en torno a ellos a los religiosos, los cuales, cuando no son irracionales y sin ningún espíritu, en cuyo caso es mejor que salgan, deberán sin más cumplir tranquilamente su contenido.

En lo que se refiere al Asistente General, debe notarse que, ante la Santa Sede y la Orden, según nuestras Constituciones, existen en el Imperio Austro-húngaro cuatro provincias, algunas totalmente destruidas y dependientes directamente del Superior General. Pero las mismas Constituciones quieren que para estas cuatro Provincias haya un único Asistente General; fue un signo de preferencia hacia vosotros el que se nombrase un húngaro más bien que uno de otra provincia. Por eso no tienen ningún fundamento los temores que os afligen acerca de la unión de vuestra provincia con la austriaca y acerca de tener que dirigir los subsidios que recibís del Gobierno a favor de otros. Vuestro Provincial será siempre el superior de su Provincia ante el Gobierno y seguirá ofreciendo todas las garantías que hasta ahora habéis ofrecido.

Por lo demás, tengo una opinión demasiado buena de los religiosos húngaros como para temer la ruina que sugieres. Lamento que os aflijáis inútilmente. La Santa Sede conoce ciertamente la manera de pensar del Cardenal de Esztergom a propósito de vuestras condiciones, también lo conozco yo, y soy de su misma opinión, a saber, que no se deben hacer repentinas reformas y estropear el bien que hacéis en todos vuestros gimnasios. Tenéis que ver con la suma prudencia de la Santa Sede y con el Papa Pío X que tanto ama las Escuelas Pías; tenéis que ver conmigo, que soy vuestro Padre, puesto que como tal me presenté a vosotros, y tal lo soy y lo seré siempre, dispuesto siempre a ayudaros a conseguir el mayor bien civil, religioso y moral. Así que abandonad vuestros miedos; estad seguros de que todo se hará a satisfacción vuestra, con dulzura, con longanimidad, sin choques ni intemperancias.

No me es posible acceder a que no comuniques el Motu Proprio y el documento que le acompaña, hasta 1906, según pides en tu carta. La orden de comunicarlos inmediatamente viene de la S. Sede. Yo no he hecho sino obedecer. Tú, querido P. Provincial, debes hacer como he hecho yo, y como han hecho los otros Provinciales, y asegurarme que fue recibido todo en todas las casas, para que a mi vez yo pueda informar a la Santa Sede. Y contra las disposiciones pontificias que quieren que se restablezca el orden jerárquico en las Escuelas Pías, ni el Capítulo General, ni mucho menos el Capítulo Provincial de Hungría pueden tener derecho de discernimiento. Lo único que hay que hacer es obedecer, como se dice en el documento de la Secretaría de Estado. Podéis exponer las observaciones que estiméis oportunas, pero los documentos citados hay que publicarlos íntegros, en respuesta a la voluntad del S. Pontífice y al derecho de los Religiosos.

Estando así las cosas, no tengo ninguna duda, óptimo P. Provincial, de que, con prudencia, harás todo cuando te digo con afecto paterno. Estoy seguro de que S. José de Calasanz hará que todo salga bien; vuestra Provincia recibirá solo inmensos beneficios de las disposiciones emanadas de Pío X. Por lo demás, puedo asegurarte que es deseo de vuestro Rey, voto ardiente de los grandes que tienen afecto a las Escuelas Pías, y voluntad de todos los Obispos, que de la unión de este sarmiento con la vid se doblen en número y en belleza los frutos de educación cristiana que producís. Por lo demás, tú comprendes, y lo comprenderá contigo el Consistorio, que contra la Santa Sede no podéis ir, sin saliros fuera del camino y sin temor de ir hacia una muerte segura. España, que presumía de una autonomía obtenida no solo de las leyes civiles, sino de dos Bulas de Romanos Pontífices, ha aceptado con reverencia y sumisión el Motu Proprio y las disposiciones papales Y también allí nuestras escuelas dependen del gobierno y están reconocidas, y todo ocurre más o menos como entre vosotros. Haced, pues, lo mismo vosotros, que no habéis estado nunca canónicamente divididos, y dad pruebas de piedad, de religión y de sentido, tanto más que, como os repito, no debéis temer ni reformas súbitas, ni decisiones que no sean sensatas y prudentes. Vuestro Asistente General, estando en Roma, gestionará y dará luz en cada cosa; referirá a la Congregación y a la Sede Apostólica vuestras necesidades y las exigencias del gobierno, de los usos, de la gente y del país. Por ello en mi última carta te pedía que me sugirieras el nombre de un hombre hábil y apto, y te ruego de nuevo que lo hagas cuanto antes para beneficio vuestro, y para que yo, en caso de que no pueda antes de finales de agosto publicar la circular anunciando el nuevo General y la nueva Congregación, tal como me lo ha ordenado la Santa Sede, no me vea obligado a manifestar los motivos del retraso, y esto, créeme, y te hablo como amigo y como padre, sería en detrimento vuestro.

Esperando, te abrazo y te bendigo, asegurándote que no te arrepentirás nunca de haber escuchado la voz de tu…

Ante semejante intimación, al P. Provincial y a su Consistorio no les queda sino obedecer. Sin embargo, el P. Provincial, al mismo tiempo que se somete, intenta justificarse, y dejar de algún modo la cuestión abierta, pendiente de una reconsideración por parte del P. Mistrangelo. Lo podemos ver en la carta siguiente[Notas 372]:

La benigna carta de Vuestra Excelencia fechada el 21 de agosto, aunque no nos tranquilizó por completo con respecto a los temores que expresábamos, sin duda puso las cosas en su sitio. Pues entendimos por la carta de Vuestra Excelencia que las órdenes referentes a nuestra Provincia eran una decisión firme de la S. Sede, y que no aceptan ningún tipo de discusión, y que exigen una obediencia sin condiciones, “Roma locuta, questione finita” para que no se nos pueda acusar de desobedientes.

Para tranquilizar nuestra conciencia por completo, diremos que al expresar nuestras inquietudes con respecto a la existencia futura de nuestra Provincia, cumpliendo nuestro oficio, no creemos que se nos pueda tratar de desobediencia a la Santa Sede; y del mismo modo, en nuestra súplica del 16 de agosto repetíamos una y otra vez que de ningún modo pretendíamos rechazar el nexo propio con el General de toda la Orden, al cual se refieren estas órdenes superiores, sino que tan solo rogamos a Vuestra Excelencia la dilación de su publicación. Pero, puesto que las declaraciones de Vuestra Excelencia excluyeron toda duda con respecto a diferirlas, según habíamos pedido, y puesto que la repetición de nuestros temores y cualquier otro tipo de argumentos no solo sería superflua e inconsiderada, sino que con ello impediríamos que aquellas órdenes se cumplieran en el plazo señalado, y en cierto modo rechazaríamos la voluntad de la Santa Sede, considero que es obligación mía, de acuerdo con mi Consistorio, declarar con honor a Vuestra Excelencia que se harán públicas para cada hermano aquellas órdenes según la voluntad de Vuestra Excelencia, y que ya he indicado por telégrafo el 27 de agosto que había designado como Asistente General al P. Gerardo Vary de S. Benito[Notas 373], hombre de mucho mérito, que creo con sus dotes y facultades cumplirá bien con la tarea que se le encomiende.

Al mismo tiempo que informo a Vuestra Excelencia sobre el decreto adoptado con mi Consistorio en a fecha del Santo Fundador, permítame, con la sincera confianza con que un hijo habla con su padre sobre asuntos serios, expresar de nuevo a Vuestra Excelencia algunos asuntos en relación con nuestra Provincia de Hungría.

Aunque las palabras consoladoras y alentadoras de Vuestra Excelencia, nacidas de su amor paterno, intentaban disipar los temores que le exponíamos en nuestra carta del 16 de agosto, por mucho que queramos que sea cierta la opinión de Vuestra Excelencia, ¡oh dolor! aquellas palabras no nos libraron de nuestros temores. Nuestros temores, Padre Bondadoso, solo los puede comprender quien conoce la historia, las luchas, las dificultades y circunstancias de nuestra Provincia. Si traemos a la memoria desde los escritos de los mayores los esfuerzos con los que ellos, a partir de las fundaciones bien pequeñas de nuestras casas en el siglo XVIII, en un estado de pobreza inaudito incluso para las Órdenes mendicantes, a pesar de dificultades enormes conservaron las escuelas, nosotros sus sucesores nos estremecemos, y sentimos un profundo amor hacia nuestros mayores, auténticos héroes de las instituciones y de las tradiciones calasancias, y nacen en nosotros sentimientos de alabanza y de piedad hacia quienes en medio de tanta pobreza conservaron nuestra Provincia.

Los próceres y nobles de las Cortes del Reino de Hungría, viendo el servicio saludable que ofrecían los mayores, incluso en medio de condiciones difíciles, en cuestión de educación e instrucción de la juventud, a comienzos del siglo XIX, unánimemente recomendaron nuestra Provincia para que recibiera las gracias y favores del Rey, y sus regios donativos para el sustento de la Orden de la Provincia de Hungría de las Escuelas Pías se añadieron a los bienes inmuebles, mientras la Orden cumpla adecuadamente su obligación de educar e instruir correctamente a la juventud. A pesar de ello nuestra Provincia sufrió una crisis, pues a mediados del siglo XIX hubo un cambio de los planes de estudio, con ampliaciones y transformaciones de gimnasios menores en mayores y superiores, para lo cual hacía falta que nuestros profesores jóvenes fueran a la Universidad, y ello impuso tales cargas a nuestra Provincia, que los gastos superaban a los ingresos, y nuestra Provincia conoció la crisis, como la habían experimentado nuestros mayores. En aquellos años difíciles nos esforzábamos por medio del Consistorio en ofrecer alguna ayuda, con nuestro pequeño salario –que apenas bastaba para comprarnos la ropa- en ahorrar de buena gana algunos florines para poder ofrecer alguna ayuda a nuestros hermanos de edad avanzada, que habían trabajado durante 50 años en nuestra Provincia.

Y a pesar de que en tal estado de cosas nos recomendaron más de una vez que dejáramos algunos gimnasios –sea dicho sin jactancia- estaba vivo en nosotros el amor heredado de nuestros mayores a nuestras instituciones y tradiciones calasancias, y conscientes de que abandonando o cediendo a manos seglares los gimnasios se perderían completamente para la Iglesia Católica y para los católicos de la patria esos institutos, los mantuvimos constantemente en medio de la lucha y graves dificultades. Apenas hace un decenio desde que el nuevo subsidio del Gobierno y de las Cortes del Reino ha liberado a nuestra Provincia del peligro de su destrucción.

No es que hayamos salido ya de las dificultades materiales, para qué lo vamos a ocultar; en nuestra Provincia, como en todas partes, hay virtudes y defectos. Pero siempre hemos intentado, en la medida de lo posible, remediar los males ofreciendo la medicina adecuada, y tan pronto como recibimos los subsidios decidimos en qué emplearlos: decidimos que nuestra primera tarea debía ser el tema de la educación e instrucción sólida de los juniores de la Orden no solo en los temas literarios necesarios para nuestros días, sino también formarlos conscientemente en el espíritu del Santo Fundador y en las tradiciones de las Escuelas Pías, de modo que sean clérigos regulares según el corazón de Dios y educadores cultivados religiosamente de la juventud.

De modo que cuando, apenas liberados del mal y salidos de la miseria material, en nuestra Provincia nos esforzábamos en allanar el camino de la consolidación espiritual y moral, esforzándonos todos e intentándolo con esperanza, cuando trabajábamos fielmente con intenso esfuerzo y devoción interior hacia las instituciones calasancias para conservar y consolidar fielmente el amor y el ardor del ánimo hacia las tradiciones de la Orden y el espíritu religioso, recibimos, después de la visita paterna de Vuestra Excelencia, el mandato totalmente inesperado de que pusiéramos urgentemente en práctica aquellas órdenes.

No quiero volver a describir aquí las angustias que se apoderaron de mi corazón y del ánimo de cada uno de los miembros del Consistorio: esta Provincia Húngara, que durante siglo y medio, aunque no estaba canónicamente separada, sin embargo había sido separada por voluntad del Emperador según su derecho, y que había sobrevivido a los peligros de la amarga decadencia y conservado íntegramente sus virtudes calasancias; esta Provincia Húngara que, abandonada a su suerte, se había conservado trabajando con sudor y sangre en la educación e instrucción católica, ¡ahora, por la inesperada publicación de aquellas órdenes, y su ejecución inmediata, sin tiempo para preparar el ánimo para recibirlas, iba a ser presa en un futuro próximo de perturbaciones y de incertidumbre, llena de ansiedad!

En este estado de ánimo escribimos a Vuestra Excelencia, nuestro querido padre en Cristo, el 16 de agosto, nuestra carta de súplica. En ella expresamos claramente que no es el alboroto y el estrépito de los periódicos lo que nos llena de temor, sino más bien el alboroto mayor que puede producir después la inquietud y perturbación de los hermanos. Aunque a causa de las obligaciones que tenemos con tantos gimnasios la pérdida de muchos profesores de la Orden no puede de ningún modo dejarnos indiferentes, sin embargo, no nos lleva a la desesperación el que algunos hermanos – en los que no aparece el deseado espíritu religioso – abandonen tal vez la Orden, pues su salida produciría como mucho una perturbación pasajera… Lo que hoy nos produce la angustia indicada es que muchos de los jóvenes de la Orden, con el pretexto de las inminentes reformas, antes de hacer la profesión solemne, después de haber terminado sus estudios literarios a costa de la Orden, tal vez abandonen la Orden. Y principalmente que los jóvenes, temiendo reformas más estrictas, apenas pidan su entrada en la Orden en número suficiente. De modo que lo que las dificultades y miserias desde el origen de la Orden no pudieron arrebatar, las condiciones de las cosas en este decenio más fácil podrían lograrlo, a saber: que debamos abandonar varios gimnasios por falta de individuos, que luego ya de ningún modo podrán ser recuperados por la Iglesia. Y ciertamente si no podemos conservar los gimnasios actuales por falta de profesores, perderemos necesariamente las fuentes materiales de vida, los subsidios asociados a ellos, lo cual significaría nuestra total destrucción.

No ignorando el estado de ánimo y las corrientes sociales actuales en contra de la vida religiosa, podemos decir sin duda que nos amenaza un peligro mayor de lo que imaginamos a causa de la disminución del número de los que pedirán ser admitidos en nuestra Orden; a Vuestra Excelencia no se le oculta que debemos ser más estrictos al admitir a nuestra vida, a los estudios literarios, a jóvenes que quieren entrar en ella, pues entre nosotros no basta con que el joven tenga un ánimo piadoso, sino que en él, además de esta virtud, se requieren mayores facultades e ingenio, y para poder recibir en la Orden el número adecuado de jóvenes, necesitamos que haya muchas peticiones, y que ya en nuestros días se siente la falta de ellas.

No ignorábamos, Padre Clementísimo, que las órdenes venían de la Santa Sede, pero tampoco ignorábamos que Vuestra Excelencia, General de la Orden, podría presentar a la Santa Sede, intercediendo por nosotros, las órdenes de la S. Sede que Vuestra Excelencia nos transmitió, según costumbre. Estábamos convencidos de que si Vuestra Excelencia hubiera presentado a la Santa Sede nuestros temores expresados en nuestra carta del 16 de agosto, defendiéndolos, ella habría sido propicia y habría permitido la dilación de dos años para su publicación, de modo que nosotros encontrásemos en este tiempo para proteger a la Orden del alboroto público de los periódicos y preparar los ánimos. ¡Oh dolor!, esta esperanza ha sido frustrada. Por el escrito enviado por Vuestra Excelencia el 21 de agosto resulta patente que no podemos evitar las consecuencias inminentes de su ejecución para nuestra Provincia.

Después de ello, solo queríamos, de buena e íntegra fe, lograr el benigno favor de Vuestra Excelencia para presentar más arriba aquella humilde petición para evitar las dificultades. Pues nosotros, tal como lo exigía la cosa, en conciencia debíamos manifestar nuestra preocupación por la suerte de nuestra Provincia, con las dificultades que nos amenazaban si se ordenaba poner en práctica inmediatamente las órdenes inesperadas; ya que, Padre clementísimo, nuestra conciencia no podría verse libre de numerosas acusaciones mordaces si hubiéramos llevado a cabo humildemente aquellas órdenes sin decir una palabra, y consideramos que era totalmente legítimo expresar nuestros temores; pesaría sobre nuestra conciencia el peso intolerable de la ruina y despoblación de nuestra Provincia floreciente si no hubiéramos hecho lo posible para conservarla por todos los medios.

Confiando en nuestras difíciles condiciones y situación en la divina providencia a ejemplo de la vida del Santo Fundador, convencidos de que tendremos el auxilio de Dios después que hayamos hecho diligentemente todo lo podamos hacer por el bien de la Orden y de nuestra Provincia Húngara, y conociendo que el corazón paterno de Vuestra Excelencia actuará con sumo amor hacia la Orden y hacia nuestra Provincia en este asunto, defendiéndonos ahora y en futuras circunstancias y dificultades, rogamos que nos siga protegiendo con amor paterno y propicio.

Expresando de nuevo esta petición y expresando nuestra confianza de hijos, y encomendándome yo mismo y a nuestra Provincia Húngara a su afecto paterno y a los favores de lo alto, beso su mano.

En Budapest, en nuestra casa de S. José de Calasanz, a 27 de agosto de 1904, en pleno Consistorio.

De momento las cosas quedaron tranquilas. Pero pronto comienzan a agitarse las aguas de nuevo. El Asistente húngaro, P. Vary, pregunta en una sesión de la Congregación General acerca de los límites de la obediencia de los escolapios húngaros al P. General; le dicen los demás Asistentes, pues el P. General está ausente, que deben seguir lo que indican las Constituciones de Calasanz[Notas 374]. Más adelante, hacen notar que en el Catálogo de la Provincia de Hungría han de poner en la 1ª página el nombre del P. General y su Congregación; en la Provincia hay demasiados Asistentes, contrariamente a lo indicado en las Constituciones de que haya sólo 4. Pasado el bienio, que lo tengan en cuenta[Notas 375].

Las chispas saltaron de nuevo con motivo de la decisión de la Congregación General de honrar a cada Provincia de la Orden con el nombramiento de un ex Provincial Honorario en la persona de algún religioso destacado por sus méritos. Todas las demás provincias aceptaron el nombramiento agradecidas, proponiendo al candidato. Todas, menos Hungría. En un primer momento parece ser que por parte de Hungría (quizás lo hiciera el Asistente Vary) se sugirió el nombre del P. Benedek Csaplar, pero al enviar el nombramiento, el P. Provincial, lo devolvió, con la carta siguiente[Notas 376]:

Recibí la carta con el rescrito en el que se nombra Ex Provincial Honorario al P. B. Csaplar. Creo que es necesario que escriba con respecto a ese nombramiento.

Entre nosotros, y según la costumbre y ritos observados hasta ahora, solo puede ser ex Provincial alguien que haya tenido el cargo de Provincial, y entre nosotros el P. Andreas Kalmar es emérito o ex Provincial. En la lengua húngara no se puede expresar “ex Provincial” sino con la palabra “emérito”, por lo cual sería una innovación insólita en nuestras costumbres si se aceptara el nombramiento de ex Provincial para otros, en lugar de Provincial Honorario, título que tenía el P. A. Kalmar, que abdicó del cargo de Provincial.

En lo que se refiere a la omisión del nombramiento, ciertamente la cosa no provocará sorpresa si en el boletín de Ephemerides se explica la causa y el significado: en la Provincia de Hungría ya hubo antes el título de Provincial Honorario para una persona de gran mérito en la Orden, por lo cual en la Provincia de Hungría se estima superflua cualquier otra denominación, incluso si hay varios hombres dignos de tal honor. La misma Provincia de Hungría siempre tuvo mucho cuidado para conceder honores a los hermanos de la Orden dignos de ellos, y los distingue con el título religioso de Asistentes o Consultores Provinciales. La Orden estimaba ya antes y estima mucho al P. Benedek Csaplar, y desde hace más de veinte años lo ha distinguido con el honor de nombrarlo Consultor Provincial, y lo sigue venerando por todos los hechos de su vida con especial devoción. El P. Csaplar es hasta ahora, y lo seguirá siendo en el futuro, por su ciencia y su virtud, un padre y una columna, y es dignísimo de la veneración de los antiguos, de los presentes y de los que vengan; en nada se le pospone.

Puesto que este nombramiento significaría una innovación insólita y singular en nuestras costumbres, y sería recibida por los hermanos como algo inusitado, te ruego que no tomes a mal que te envíe esta carta devolviéndote el honor.

El P. Brattina responde asombrado ante este rechazo: él solo pretendía honrar a la Provincia. Alaba su obediencia al gobierno del país, pero cuestiona su obediencia al Superior General. Vuelve a enviarle el nombramiento, y le dice que si no lo quieren recibir, esta vez lo devuelvan al Visitador Apostólico, P. Mistrangelo[Notas 377]. El P. Tomás Viñas, Secretario General, informa sobre el incidente al P. Mistrangelo. Su opinión, como en otras circunstancias, difiere de la del P. General. Le sugiere lo siguiente[Notas 378]:

Ciertamente aquí anda la mano del P. Vary, que en Roma se mostró siempre abiertamente contrario a tal nombramiento.

El Rmo. P. Prepósito cree que se debe hacer aceptar por fuerza tal nombramiento, y me dice que escriba a V.E. Rvma., como Visitador Apostólico, para ver qué hacer.

Aunque mi opinión es la de un simple secretario, permita que se la exponga a V.E. Rvma. Yo creo que sería mejor, en lugar de hacerle volver a comerse la patente al P. Magyar, esperar a que venga el P. Vary a Florencia, donde estará para el Carnaval, que ya no queda lejos, y entonces V.E. Rvma. le manifieste el disgusto que le ha causado esta negativa. Si se doblega el P. Vary, todos se doblegarán, y se tendrá el nombramiento de acuerdo con la voluntad de los Supremos Superiores.

Tanto más me parece que esta opinión es buena, cuanto mi segunda carta al P. Provincial de Hungría era muy respetuosa, sí, pero mostraba que la negativa había sido muy amarga para el P. General, y le decía que en Hungría causaría sorpresa el no ver a la Provincia Húngara favorecida como las demás con un Ex Provincial Honorario. Objeción a la que responde el citado P. Magyar rogándome que diga a los lectores de Ephemerides que en Hungría no se usa tal nombramiento.

Al acercarse el Capítulo General, las espadas siguen en alto. En una sesión de la Congregación General se comenta sobre las dificultades de los escolapios húngaros para volver a las Constituciones del Fundador, tal como se aplican en el resto de la Orden[Notas 379]. El P. Brattina les envía un comunicado pidiéndoles que celebren el Capítulo Provincial como el resto de las provincias, antes del 20 de julio, fecha prevista para el Capítulo General. Por una vez, para satisfacer su petición, para este año 1906 solamente, le concede algunas excepciones: que presenten las ternas para provincial y rectores con sus 7 asistentes. Las traerán al Capítulo General para decidir allí. Permite también para este año 1906 que las casas que tengan más de 10 religiosos envíen 2 vocales al Capítulo Provincial (las Constituciones prevén uno solamente).[Notas 380]

La concesión no satisface al P. Magyar, que pide al P. General que, por esta vez, les permita celebrar el Cap. Provincial a su manera, como lo llevan haciendo desde hace 125 años, para evitar rebeldías y perder autonomía.[Notas 381] Piden los húngaros, además, el apoyo del Arzobispo de Esztergom, Primado de Hungría, que escribe una carta al P. Mistrangelo apoyando sus peticiones:[Notas 382]

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El P. Benedek Csaplár nació en Dunaszerdahely, Hungría, en 1821, y falleció en Budapest en 1906. Novicio en 1836. El colegio de Szeged es el teatro principal de sus generosas actividades de beneficencia (1853-1867); fue un apóstol social; creó un círculo para jóvenes obreros y artesanos, un orfanato, atendió a la educación popular de adultos; investigó tradiciones populares. Director del colegio de Tata. Historiador de la Orden en Budapest. Publicó numerosos estudios sobre historia general, literaria, de educación popular y vida social. Miembro extraordinario de la Academia de Ciencias Húngara. Después del viaje de los PP. Casanovas y Jofre a Budapest en 1877, se mantuvo en contacto con ambos enviando y recibiendo información de la Orden. A causa de sus méritos, el P. General Adolfo Brattina lo nombró ex Provincial Honorario. Falleció, ya anciano, al ser golpeado por un joven enemigo de la Iglesia.

Nuestros periódicos de Hungría hace ya algunos meses publicaron varios artículos sobre cierta reforma que se intentaba hacer en la Provincia de Hungría de las Escuelas Pías, que causaron gran sensación tanto en círculos privados como públicos, por lo cual yo estoy enterado de este asunto.

El P. Provincial de las Escuelas Pías de Hungría me trajo recientemente dos fascículos sobre las nuevas normas para proceder en los capítulos locales y provincial. Me dio además una copia de una carta de Tu Excelencia fechada en Florencia, 2 de junio, nº 637, en la que se indica también la nueva norma para elegir en el Capítulo tanto al Provincial como a los superiores locales.

Como los puntos contenidos en los fascículos ciertamente necesitan más tiempo para comprenderlos bien, y algunos de ellos exigen que yo trate más a fondo de ellos con el Gobierno de Hungría, y como parece que el tiempo hasta el 5 de julio, en que está prevista la elección del Ministro Provincial en Hungría es corto para tratar adecuadamente con el real gobierno de Hungría, luego con Tu Excelencia, y con el Ministro Provincial sobre un asunto de tanta importancia para la Provincia de Hungría, ruego a Tu Excelencia que quieras desistir de los nuevos estatutos para la celebración del Capítulo Provincial y la elección del Ministro Provincial en esta ocasión, y que te dignes pedir al Emmo. y Rvmo. Sr. Cardenal Merry del Val que graciosamente permita por esta vez solamente a los Escolapios de Hungría que puedan llevar a cabo la elección del Provincial y otros Superiores según su costumbre.

El Cardenal Merry del Val había indicado al P. Magyar que “Es voluntad del Santo Padre que el Capítulo Provincial de los Escolapios de Hungría sea presidido personalmente por Mgr. Mistrangelo, Visitador Apostólico, con la firme convicción que esta decisión será ventajosa para las Escuelas Pías de Hungría”.[Notas 383] El P. Mistrangelo, por razones de peso o de conveniencia, renuncia a esta presidencia, y propone en su lugar a Mñr. Gustavo Carlos Majlath, Obispo de Transilvania. Accede el Cardenal, y responde al P. Mistrangelo que[Notas 384]

Después de haber conferido a Mons. Gustavo Carlos Majlath, Obispo de Transilvania, el encargo de presidir como especial Delegado Apostólico el Capítulo Provincial de las Escuelas Pías de Hungría, el Santo Padre ha creído oportuno darle algunas instrucciones a propósito. Y, como Su Santidad considera oportuno ponerle al corriente de tales instrucciones al P. General de las Escuelas Pías, envío adjunta una copia a S. R. Ilma., con el ruego de que la lea y luego haga llegar el documento al P. General.

INSTRUCCIONES para Mons. Obispo de Transilvania destinado a presidir el Capítulo de los Escolapios de Hungría como Delegado especial de la Santa Sede.

1.El primer acto como Delegado Apostólico especial para el Capítulo Provincial de los Escolapios de Hungría será presentarse al mismo Capítulo, y hacer leer el Decreto de nombramiento, ateniéndose luego a las siguientes instrucciones.
2.Declarará que el Santo Padre siente un especial afecto por los Escolapios Húngaros, tan laboriosos y tan asiduos a la educación de la juventud, pero sujetos a dificultades especiales en lo referente a las condiciones regulares y electivas, por lo que quería consolarles con la presencia del Arzobispo de Florencia, con facultades especiales para eliminar las principales dificultades (dejando salva siempre la unidad de la Orden Escolapia) que se presentaran, y para confirmar la elección, sin obligación por esta sola vez de las ternas. Dirá que, no pudiendo por impedimentos que se le han presentado el citado Arzobispo acudir ahora a Hungría, Su Santidad, con un nuevo acto de especial bondad, se ha dignado confiar la presidencia del citado Capítulo a él, Obispo de Transilvania, ordenando bajo precepto de santa obediencia a los capitulares que lo reconozcan como tal, bajo pena de invalidez de todos los actos capitulares y de todas las elecciones.
3.Informará a todos los capitulares que el Santo Padre, solamente en relación con el Capítulo y con las elecciones, dispensa benignamente de todo tipo de irregularidad, inhabilidad y censura, incluso de excomunión especialmente reservada al Romano Pontífice en el artículo sexto de las Constituciones de la Sede Apostólica, que pudiese atar a cualquiera de ellos y de los futuros elegidos en el presente Capítulo, y exhortará a todos a proceder en conciencia y sin miras humanas en las elecciones capitulares.
4.Asistirá a todos los actos y a todas las sesiones capitulares, y a las de la Congregación Provincial que se celebren durante el Capítulo.
5.Por esta sola vez, el orden ritual del Capítulo será sustancialmente el mismo tenido durante los capítulos precedentes, con estas condiciones:
a.Las elecciones serán solo para un trienio, como en las otras provincias de la Orden.
b.Se hará la elección de los vocales para el próximo Capítulo General, y ello bajo pena de invalidez de todas las elecciones de Superiores Provinciales y Locales.
c.Los vocales al Capítulo General que se celebrará próximamente en Roma, con el Provincial que se elija, estarán absolutamente obligados a intervenir en dicho Capítulo General, como los de las demás provincias de la Orden, bajo gravísimo precepto de santa obediencia.
6.Habiendo el común enemigo de las almas intentado introducir perturbaciones entre algunos Escolapios Húngaros, con rumores de reformas indiscretas e inconsultas, hará saber que el Santo Padre, aun queriendo que sea oportuna y dulcemente corregido aquello que necesitase corrección en la Provincia Húngara, como en las demás, y estando absolutamente decidido a no tolerar nada contrario a la perfecta unidad de toda la Orden Escolapia y a la sustancial autoridad de los Prepósitos Generales, sin embargo quiere que todo proceda con suma madurez, suavidad y prudente condescendencia. Por eso quiere, e insiste especialmente en que de manera especial Monseñor Mistrangelo, cuya singular discreción y dulzura en el gobierno es bien conocida, incluso en Hungría, sea el Padre bondadoso, guía y consuelo de los escolapios húngaros en las dificultades de índole jerárquica general y de sustancialidad de vida escolapia durante el tiempo en que continúe como Visitador Apostólico de esta Orden. La unidad de la Orden no quita, sino que da vida, vigor y fuerza saludable a la genuina y sana autonomía de cada provincia; el gobierno supremo de la Orden, que solo interviene en cuestiones de mayor gravedad, es garantía de una auténtica y legítima autonomía provincial, de fuerza moral y de legal desarrollo y libertad de gobierno en las autoridades provinciales.
7.Por otra parte, cada escolapio, como cualquier otro religioso, debe estar bien persuadido de que la Santa Sede nunca podrá tolerar, allá donde existan, abusos que fuesen sustancialmente destructivos de la esencia y noción de la vida regular, y por ello ninguna independencia imaginaria o imaginada de conventos, de colegios o provincia podrá nunca dispensar de la obligación de regularidad esencial, ni sustraerse a las visitas canónicas y a la dirección de los Superiores Generales. Si resulta que una Orden, una Provincia, un convento o un colegio de religiosos, incluso sin culpa suya, no responde a las órdenes ordinarias de sus legítimos Superiores Generales o Provinciales; si las visitas de los superiores regulares, incluso sin culpa suya, se vuelven ineficaces, la Santa Sede suele proveer remedios extraordinarios de Visitadores Apostólicos elegidos fuera de la Orden respectiva, entre los Prelados del Clero secular o regular, a los cuales confiere, por un periodo más o menos largo de tiempo, poderes especiales por el bien de la Orden, Provincia o Casa religiosa visitada. Pensar que la Santa Sede deje abandonadas a sí mismas o sin consuelo y ayudas válidas a estas parcelas elegidas de su grey sería hacer injuria a la solicitud pastoral del Vicario de Jesucristo.
8.Explicará a los vocales que su oficio actual de Presidente del Capítulo no es el de los Visitadores apostólicos indicados en el número precedente, sino solo una delegación papal únicamente para el tiempo del Capítulo Provincial.
9.Después de hechas las elecciones, las confirmará definitivamente con estas palabras: “Por orden de la Santa Sede, y en nombre de los Moderadores Generales de toda la Orden de las Escuelas Pías, y en su lugar, y con la Autoridad Apostólica, confirmamos la elección de N. N. por un trienio”.
10.Terminado el Capítulo, hará redactar de manera auténtica las actas, y después de las firmas habituales, las aprobará con estas palabras: ““Por orden de la Santa Sede, y en nombre de los Moderadores Generales de toda la Orden de las Escuelas Pías, y en su lugar, y con la Autoridad Apostólica, aprobamos las actas del Capítulo Provincial de Hungría, ordenando que se transmita un original al Prepósito General, sin demora”. Firmará la copia para la Provincia y la que debe ser enviada a Roma. Se hace notar que no debe tolerarse en las Actas del Capítulo ninguna proposición o pretensión que directa o indirectamente sea contraria a la Unidad perfecta de toda la Orden Escolapia.
11.Finalmente, antes de abandonar el lugar del Capítulo, concederá en nombre del S. Padre la Bendición Papal a todos los capitulares y a los demás religiosos presentes. Después de lo cual informará sobre el cumplimiento de su oficio al Santo Padre.

Nota. Se deja a la prudencia de Mons. Majlath la facultad de leer totalmente o en parte estas instrucciones a los capitulares.

Roma, 3 de julio de 1906. Firmado: Card. Merry del Val.

Está claro que la Santa Sede seguía de cerca el tema de la unión de toda la Orden, y lo mismo que había intervenido un par de años antes con energía para doblegar las resistencias de los escolapios españoles, quería apoyar ahora al Superior General para obtener la obediencia de los húngaros.

Polonia: Cracovia sigue adelante en medio de dificultades

Ya hablamos antes de los primeros intentos escolapios por recuperar el colegio de Cracovia y restablecer la provincia de Polonia, y de las primeras vocaciones polacas enviadas formarse en Génova. Pero las cosas no avanzaban como debieran, a causa sobre todo de las dificultades de entendimiento y colaboración entre los dos refundadores del colegio de Cracovia, los PP. Adam Slotwinski y Tadeusz Chromecki. Las dificultades se irán haciendo mayores con el paso del tiempo, hasta casi hacer inútiles todos los esfuerzos anteriores. No será hasta el generalato del P. Mistrangelo, con el envío de algunos padres de España, que las cosas comenzarán a enderezarse.

Para acabar de construir el colegio, el P. Adam necesita un préstamo de 26.000 FR, y pide permiso para obtenerlo[Notas 385]. Muy pronto comienzan acusaciones contra el P. Adam en relación con la administración de los capitales usados para la construcción del colegio. Él se defiende, pero lo cierto es que no convence a todos de su honradez. Por otra parte, le acusan también de tener relaciones con muchachas. Él dice que se trata solamente de un montaje para desacreditarle, y parece ser así. Seguro de su inocencia, insiste al P. Ricci que envíe un Comisario para informarse sobre la verdad, o un superior de fuera. Pero el P. Ricci no lo hace; en lugar de ello le responde (en buen francés)[Notas 386]:

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El P. Adam Slotwinski nació en Belzyce en 1834, y falleció en Cracovia en 1894. Ordenado sacerdote en 1858. Ejerció cura de almas en Opole, Łuków y Chełm y al mismo tiempo desplegó actividad social y política; encarcelado por el gobierno ruso; exiliado. A su regreso tomó parte en la insurrección de 1863. Por algún tiempo fue jefe clandestino de la ciudad de Cracovia por parte del gobierno insurrecto. Amenazado por el Gobierno de Austria, huyó a Francia y ejerció la cura de almas en Saint Germain des Prés y en la Asociación de sacerdotes polacos. En el asedio de París de 1870 por los prusianos actuó como capellán del ejército francés. Vuelto a Cracovia, recuperó el colegio; fue Rector con jurisdicción de Provincial, abrió el internado a pesar de las grandes dificultades que le opuso el gobierno. Trasladó la urna que guardaba el corazón del P. Estanislao Konarski de Varsovia a la iglesia del colegio de Cracovia y la colocó en un mausoleo (1882).

No creo que enviándoos un padre extranjero se vayan a mejorar las condiciones de la familia religiosa. Como mucho me ocasionaría unos gastos que, de momento, me molestarían mucho. En este momento los padres hábiles están todos ocupados en los deberes de la enseñanza; un hombre viejo o de poco talento dejaría las cosas en el mismo estado. Vosotros mismos sois los que podéis mejorar vuestra familia, todos vosotros, del primero al último. Poneos de acuerdo, sacrificad los celos al amor por la Orden, dejad de ofenderos mutuamente, volved a trataros con amor fraterno, y volverá la paz, os apreciará la ciudad y florecerá el colegio; volverán los alumnos y las deudas que os inquietan desaparecerán. De lo contrario vuestras disensiones domésticas renovarán entre vosotros, en pequeña proporción (pero de modo no menos doloroso para nosotros) el daño producido por las disensiones y odios políticos a vuestra desgraciada nación, es decir, la división y los desgarros de los que todos los espíritus generosos se quejan aún. A Vd., padre mío, que es el de más edad, corresponde esta tarea honrosa: hable fraternalmente con el Rector, exhorte a los religiosos jóvenes a amar a la Orden, y a la gloria de haber fundado este Instituto añadirá la de haberlo salvado del precipicio.

Las cosas se complican en Cracovia. El P. General pide al P. Adam que dimita de su cargo de rector, para tratar de calmarlas. Y él obedece, dimitiendo, pero insiste en que envíe un comisario[Notas 387]. El P. Tadeusz es nombrado nuevo rector de Cracovia en 1888. El P. Ricci le anima a trabajar por sacar adelante la casa[Notas 388]. El P. Tadeusz es un hombre recto, pero carece de dotes creativas y administrativas. Inmediatamente pide un préstamo al P. General, que en aquellos momentos está con apuros para pagar las deudas de la casa nueva de Roma, y su mantenimiento[Notas 389]. Y, de paso, que dé obediencia al P. Adam fuera de Cracovia, por ejemplo, a Podolín. Y la idea de Podolín no desagrada al P. Adam[Notas 390]. De hecho había sido una casa de la provincia de Polonia durante mucho tiempo, y en la actualidad representaba poco para Hungría. El P. Ricci y el P. Provincial de Hungría están dispuestos a entregar la casa a Polonia, pero al enterarse, el P. Tadeusz se enfada, pues no se ha contado con él, que es el superior. Y así la operación se frustra. Y el P. Adam sigue en Cracovia, enfrentado con el P. Tadeusz hasta su muerte, en 1894. Enfrentado y, según él, maltratado. Al final está enfermo, y viendo próximo su fin, escribe unas palabras que lo ennoblecen: El rector actual, para agradar a mis enemigos, arruina mi salud y mi reputación, pero no podrá nunca quitarme ni disminuir el coraje que debe tener un sacerdote patriota. Todos los conventos de Cracovia reciben anualmente la visita de sus generales o sus delegados; tan sólo nosotros estamos abandonados como ovejas perdidas. Uno tiene la sensación, tras leer la abundante correspondencia del P. Adam enviada a Roma, pidiendo un visitador o un comisario para aclarar los hechos de que le acusaban, que el P. Ricci no hizo lo suficiente para acompañar aquella casa que se levantaba con tantas dificultades.

El P. Tadeusz amenaza varias veces con renunciar al cargo si el P. General no le envía dinero para pagar las deudas: tienen la casa hipotecada[Notas 391]. Y de hecho, la presenta, pero el P. Ricci no se la acepta. Le dice que nombrando otro rector no se van a acabar los apuros económicos, y si los jóvenes (Kalman y Bieganski) son indisciplinados, no por cambiar de rector cambiarán ellos[Notas 392]. Y reprende a los jóvenes, amenazándolos con suspenderlos a divinis[Notas 393].

El P. Ricci, que no sabe a quién hacer caso (pues el P. Adam tiene amigos que le defienden y escriben al P. Ricci), pide al Arzobispo de Cracovia información sobre cómo van las cosas de los escolapios por allá. Le dice[Notas 394]: Siguiendo tus consejos, nombré rector al P. Chromecki; ahora me llegan quejas con respecto a él. Tres diputados del Congreso de la nación, Sokolwski, Lewakowski y Weigel me proponen tu nombre como árbitro de las cosas del colegio. ¿Qué hago? ¿Es obra del P. Adam? ¿Está decayendo la casa de Cracovia? Te ruego, eminentísimo Padre, que me informes sobre su situación real, y me des el consejo que te parezca mejor.

Pasan los años, y las cosas no mejoran. Al menos el P. Tadeusz acude a los dos Capítulos Generales, representando a Polonia. Durante el Capítulo de 1898 presenta la realidad de la Provincia: la casa de Cracovia es la única casa de la provincia de Polonia, que antes tenía 24. Hay 5 sacerdotes, 1 clérigo no profeso, un hermano. Una escuela preparatoria, con 20-25 alumnos. Hay 2 padres mayores; habría que abrir noviciado. Pero el P. Adam contrajo una deuda que tardará en pagarse 8-9 años, y la mayor parte del edificio está ocupada para ello. Faltan medios para sustentar a los novicios. Y por eso tampoco podemos observar la perfecta clausura. El banco alquila todas las habitaciones que puede a quien más paga. La iglesia está bien; viene mucha gente. Todos los religiosos llevan el hábito[Notas 395].

En 1901 los superiores enviaron a Polonia al P. Ladislao Zabrzeski, polaco incardinado en Liguria y que debía resolver un asunto relacionado con su servicio militar volviendo a su país, para que informara sobre la situación de la casa. Y este es el informe que envió desde su casa[Notas 396]:

Hasta ahora no sé nada positivo de los escolapios de Cracovia. No me he movido de casa de mis padres. Sé solamente que el Cardenal está muy indignado contra ellos. Me dijeron que ninguno de los religiosos tiene actualmente la facultad de confesar. Haría falta una reforma, pero insensible al mismo tiempo, para no sacudir demasiado de golpe aquella comunidad. Por lo demás, sin noviciado ¿cómo recobrar la sangre perdida? Para levantar la obra que se va descomponiendo progresivamente haría falta un rector instruido, piadoso, prudente, laborioso y verdaderamente amante de las Escuelas Pías. Pero incluso con estas cualidades, uno solo, en medio de tanto egoísmo, en vano intentaría salvar la obra del precipicio. Tengo la esperanza de que nuestro P. General no dejará de visitar las Escuelas Pías en Austria etc. Quizás desde cerca él mismo comprenderá mejor que nadie lo que hay que hacer para conservar aquella única casa de Polonia. Lleno de confianza en la Providencia…

El P. Mistrangelo, nuevo General, desea recibir más información, y para ello escribe al Cardenal Puzyna, Arzobispo de Cracovia, quien le responde[Notas 397]: Con dolor debo confesar a V.E. que las vocaciones auténticas para el convento de los PP. de las Escuelas Pías son pocas. Además, ese convento, que se encuentra en mi sede episcopal, no corresponde a la idea de su Santo fundador, ni a las necesidades de mi diócesis.

Se trataba de una respuesta realmente inquietante. Mientras tanto, fallece el P. Tadeusz, rector, y el P. General nombra para sustituirle al P. Gustavo Kalman, la primera vocación de la nueva época. Pero cuando va a presentarse al Cardenal, no lo quiere recibir. Tiene muy mala fama, comete irregularidades canónicas. Pasa el tiempo, y el Cardenal Puzyna vuelve a escribir otra carta aún más alarmante[Notas 398]:

El deplorable estado en el que se encuentra la casa de las Escuelas Pías de esta ciudad de Cracovia hace que me dirija a V.E. Rvma., que según he oído, no sólo es Arzobispo de Florencia, sino que por voluntad el Sumo Pontífice es también General de las Escuelas Pías.

Pues el colegio de las Escuelas Pías de Cracovia, floreciente durante más de doscientos años, en nuestros días se ha hundido a un tal estado, no a causa de la maldad de los tiempos, sino más bien de la incuria de los rectores de esa casa, que es de temer que no pueda subsistir.

Sobre las costumbres de los religiosos, sobre el estado moral del colegio, mejor será que me calle, pues no puedo decir nada bueno. Son absolutamente inútiles, más bien sirven de escándalo a los católicos, y si no se lleva a cabo pronto una reforma, aquella casa irá a la ruina, pues la situación material del colegio es casi desesperada. Hace más de 20 años el rector de la época del colegio, P. Slotwinski, con permiso de la S. Sede y del Gobierno pidió un préstamo a la Caja de Ahorros de Cracovia de 30.000 florines austriacos (casi 63.000 L) para reparar la casa. Puesto que durante diez años no devolvió ni una parte del capital y descuidó pagar el censo, a petición de la Caja de Ahorros se secuestraron judicialmente las posesiones de la casa. Inútilmente, sin embargo, pues después de otros diez años la deuda no ha disminuido, por lo que se pensó en la venta del colegio. Para evitar este extremo, el P. Chromecki, rector entonces de la casa, pidió y obtuvo permiso para pagar buena parte de la deuda a costa de los capitales del colegio destinados a la manutención de los religiosos. Pero no han pagado los impuestos desde hace tres años, y el Gobierno también amenaza con el secuestro.

Tras exponerle el estado material y moral del citado colegio de las Escuelas Pías, no hace falta que le diga mucho sobre los medios para remediarlo. Sería muy bueno que V.E. Rvma. enviara algún religioso imbuido del espíritu de S. José de Calasanz a Cracovia, con potestad de Rector o de Visitador, que intentara al menos reformar las costumbres de los tres religiosos que forman dicho colegio. Si evitaran gastos inútiles, mejorarían también la situación del colegio. Si ello le parece imposible a V.E. deme al menos la facultad de vigilar seriamente las costumbres y los gastos de los religiosos, a pesar del privilegio de exención. Sin dicha facultad, temo por el futuro del colegio. Ruego a V.E. me perdone por darle tan tristes noticias, que sin embargo nacen del deseo de devolver al colegio de las Escuelas Pías de Cracovia a su prístino estado.

Ante un ultimátum de este tipo, el P. General no podía quedarse parado, así que inmediatamente decidió enviar un visitador de confianza, el P. Tomás Viñas, para que viera la situación y propusiera las decisiones a tomar. La Congregación General, reunida en Roma el 23 de noviembre de 1902, decide que el P. Viñas salga inmediatamente hacia Cracovia. El P. Viñas, Archivero General, llega a Cracovia (tras detenerse en Viena y Budapest, tratando sin éxito de averiguar algo a partir de los provinciales respectivos) el 12 de diciembre. Guarda minuciosamente todos los documentos de la visita y elabora un magnífico cuaderno con todos los datos, para informar al detalle al P. General[Notas 399]. Lleva a cabo una cuidada visita, de la manera más clásica, empezando por los lugares y concluyendo con las personas. Al concluir su visita, deja una serie de órdenes para la casa:

-Cada tarde se haga media hora de oración vocal y mental antes de la cena, y después de cenar, las letanías de los santos.
-Todos juntos renueven los votos el próximo día de Navidad. Y luego dos veces al año, como mandan las Constituciones.
-Léase durante la comida, puntos de las Constituciones y otros libros piadosos, de historia, etc. Hasta la mitad de la comida.
-Obsérvese clausura en las habitaciones de los religiosos, biblioteca y cocina. Póngase el cartel “Clausura”. Obligatoria a partir de Navidad.
-Para recibir seglares, en el comedor. Añadan sillas de las que sobran en las habitaciones de los religiosos.
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El P. Tomás Viñas nació en Mataró (Barcelona) en 1864, y murió en Barcelona en 1929. Ingresó en la Orden en 1880, y fue ordenado sacerdote en 1889. Ejerció el ministerio escolar hasta 1901 en que se fue a Roma. Archivista General y Director de Ephemerides Calasanctianae (1901-1912). Consultor del Provincial Romano (1901-1904). Secretario General (1904-1906). Cronista General (1906-1912). Asistente Provincial Romano (1909-1912). Delegado General en Nápoles (1911-1912). General (1912-1923). Hombre de muchas dotes, erudito, poeta latino y versadísimo en literatura latina, religioso ejemplar, amantísimo de la Orden, infatigable en sus múltiples ocupaciones y tenaz en sus propósitos. Su actividad como General fue intensísima y graves los problemas que tuvo que tratar, a los que no siempre pudo dar solución adecuada. Fomentó incansablemente la observancia regular, decaída en Italia y Europa Central. Como consecuencia de diversos conflictos internos, Pío XI intimó la Visita Apostólica a toda la Orden (1923) y la Sagrada Congregación de Religiosos impuso al General y a toda su Curia la renuncia a sus cargos, que fue aceptada el mismo día. Después de su abdicación se retiró a su Provincia.

-Si viene de visita una mujer, dejen abierta la puerta.
-Procure el rector sacar cuanto antes de casa a los seglares, para que los religiosos vivan solos.
-El sacerdote novicio absténgase de celebrar misa y de comulgar hasta que lo disponga de otro modo el P. General y su Congregación.
-Para poder ayudar en el actual estado económico lamentable, en adelante no se hagan gastos sin consultar al P. General, excepto los de diaria necesidad.
-Todos vayan a la escuela según el horario asignado, y si faltan que les supla otro religioso. Eduquen a los niños bien con la palabra y el ejemplo.

Todo ello no constituía más que un parche. Pero en una carta que envía desde Budapest, porque le parece que es urgente que se tomen medidas cuanto antes, incluso antes de su vuelta, informa sobre su impresión al ver la casa, y sus propuestas para detener la inminente ruina:

La casa de Cracovia está verdaderamente en condición misérrima, pero no desesperada. He visitado al Emmo. Cardenal Puzyna, quien me ha recibido con grandes muestras de benevolencia. Yo al llegar a Cracovia le había escrito un billete diciéndole que creía muy conveniente, antes de visitarle, empezar la Visita de la Casa y concluirla, así para conocer yo mejor el estado de la misma, como para que los Padres no pensaran que yo preguntaba y obraba conforme a indicaciones recibidas fuera de casa. En efecto, cuando fui a ver al Emmo. Sr. Cardenal, sabía yo muy bien las cosas y asuntos, y por consecuente pude decir al Emmo. las disposiciones radicales que la prudencia y necesidad me habían sugerido. Además, convenimos con el Emmo., no menos que con el Sr. Vicario General de la Diócesis, con quien hablé largamente, que es absolutamente necesario quitar de Cracovia al P. Kalman. De él tanto el Emmo., como dicho Vicario (que es amigo de los Padres), me han dicho mucho: sus escándalos son inaguantables y amenazan acabar con nuestra casa.

Además, los débitos son muchos, como verá su E. Rvma. en la relación exacta y detallada que in scriptis he hecho y que traigo conmigo. Pero conviene pagar cuanto antes unas 6 o 7000 coronas para evitar el secuestro y la venta de la casa, que amenaza para el próximo enero. Digo esto a V.E. Rvma. Para que empiece a pensar de dónde podrán sacarse dichas coronas, pues luego cuando llegue a Florencia las cosas se verán más claras.

Cambiando el rector y pagando este perentorio débito, aunque quede la casa bastante, muy gravada, no obstante, puede conservarse y pagar en pocos años los débitos. Por lo demás, el Emmo. dice que favorecerá en cuanto pueda nuestra casa, con tal que esta sea casa religiosa, no foco de escándalos.

Los padres restantes son buenos, y en otras circunstancias contribuirán al decoro de la Orden. Además, he dejado en la casa unas ocho disposiciones que, en virtud de las atribuciones y oficio de Visitador, que indignamente se me han dado, he mandado se cumplan en adelante en dicha casa, en virtud de Santa Obediencia.

Creo, Rmo. Padre, que con todo esto podemos dar gracias a Dios del resultado de esta Visita. Debe V.E. Rvma. hacer un sacrificio buscando aquel dinero, pero Dios lo recompensará.

Había que cambiar cuanto antes al rector, y conseguir el dinero más urgente para salvar la casa. Con respecto al religioso, nos cuenta el P. Viñas en el mismo informe de la visita[Notas 400]:

El religioso en el que los superiores habían pensado para dirigir la casa de Cracovia era el P. Juan Borrell, de la Provincia de Cataluña, hombre religioso, conocedor de idiomas, con gran facilidad para aprenderlos, pero no podía dejar su clase en Barcelona hasta final de curso. En su lugar fue enviado de momento el P. Leandro Cuixart, que acababa de volver de Argentina y Chile, donde había vivido varios años, y que se preparaba para ir a Palestina a visitar los Santos Lugares. A causa de la interrupción del viaje, tuvo que detenerse en Roma, por designio divino sin duda, para estar disponible en la necesidad presente. De acuerdo con la obediencia, se sacrificó, y a finales de enero salió para Cracovia.

Al P. Cuixart le habían pedido que fuera por unos pocos meses, mientras se nombraba otro rector, y partió con el dinero necesario para realizar los primeros pagos. Le acompañó el P. Ladislao Zabrzeski, pues de otro modo no hubiera podido comunicarse con la gente. No debió ser nada fácil para él la estancia, pero con diplomacia consiguió ganarse la voluntad de los cuatro religiosos polacos, y convencer al P. Kalman para que fuera a Liguria, renunciando al rectorado. Poco a poco va imponiendo orden en la casa, que ahora respeta un mínimo de observancia religiosa y de clausura. Dice que aquel no es puesto para él, pues era ya demasiado viejo (tenía 47 años) para aprender el polaco; pero viendo que ninguno de los escolapios polacos tenía dotes para rector, estaba dispuesto a seguir en Cracovia hasta que llegara el nuevo rector. Y, efectivamente, cuando llegó el P. Juan Borrell, acompañado del H. Ramón Beltrán, el 14 de agosto de 1903, el P. Cuixart regresó a España, tras hacer el traspaso de poderes y de información. Deja las cosas en marcha, como informa al P. General[Notas 401]:

El P. Borrell ha tomado hoy posesión del rectorado después de enterarlo e instruirlo minuciosamente de todo lo de la casa. Yo partiré dentro de poco para ir el sábado próximo día 29 a Génova a saludar a V.P. Rvma. Allí llegaré con el favor de Dios en el tren de la tarde de dicho día. Entonces referiré a V.P. Rvma. cómo queda esta casa y qué cosa puede esperarse de ella. Ya está casi todo preparado para abrir el internado el día 1 de septiembre. La comunidad está entusiasmada para llevarlo adelante. Se han aceptado ya algunos internos y alumnos para la escuela que tuvimos el año pasado. En el internado quizás haya pocos niños al principio y puede ser aún este año, pero crecerá el número el año próximo con el favor de Dios. A buen seguro será necesario que V.P. Rvma. envíe un padre más. Para ello le avisará el P. Borrell, pues es necesario esperar para saber algo fijo del enfermo y también ver si vienen muchos internos.

El enfermo de que hablan era el P. Bieganski, que había tenido un ataque de locura y estaba pasando unas semanas en el hospital. Llega para Cracovia y Polonia la época del P. Borrell, un hombre genial para la tarea pendiente, que en pocos meses aprendió la lengua, y se entregó con empeño a sacar la casa adelante. No era un hombre de escribir largas cartas, pero en las muchas, breves, que escribió a los sucesivos Padres Generales, muestra un gran sentido del humor, una total desenvoltura y una firme decisión y confianza en sí mismo y en Dios. Véase un simple ejemplo, cuando escribe al P. General después de su visita[Notas 402]:

Sólo no puedo hacer nada, o casi nada más que sufrir inútilmente contemplando cómo nos desacreditamos con este internado. Hace más de un mes que va un interno a la clínica a que le curen un dedo en que se hirió con una pistola. Jugando con la misma poco después un interno ensartó una bala a otro en el muslo, y todavía no han podido sacársela. Es de esperar que al fin salga bien librado, pues anda ya sin dificultad, pero estuvo en un tris que no le hiriera mortalmente. Y aun estos dos sucesos no son de los que más miedo me dan. Hace tres días que los internos, ya por tercera o cuarta vez, echaron por este corredor la basura y uno o dos cubos de agua, y las patatas por el suelo y por las paredes; descerrajaron la puerta del agua, remojaron al cocinero y le ensuciaron el cuarto. Cuando llegué y vi lo que pasaba, fui a ver al P. Prefecto, le dije si sabía lo que pasaba, si por ventura en mi ausencia se había embriagado el cocinero. Díjome que el cocinero no tenía culpa. Después oí que a los niños les decía que tenían razón. Esto es una casa de locos, de ningún modo casa de educación. Y lo peor es que con los factores actuales no es posible otro producto.

Pide al P. General que le envíe algún compañero de España, si puede ser el P. Leandro Cuixart, que ya conoce la situación del lugar y tiene más tacto que él para tratar con la gente. El P. Mistrangelo, efectivamente, había hecho su visita a Cracovia el mes anterior, y esto es lo que escribió sobre ella[Notas 403]:

Polonia. Cracovia.

Estado moral y financiero.

Después que se pagaron las deudas más urgentes el año pasado y el esfuerzo del P. Cuixart y del actual rector P. Borrell, la casa se ha levantado en prestigio moral y se ha vuelto a poner financieramente en el buen camino.

Antes ante el Cardenal, con quien hablé largamente, y luego ante la Curia, los nuestros tenían una fama pésima. Ahora la comunidad consta del rector, el P. Zabrzeski que es prefecto de estudios y del internado; el P. Bieganski, salido del manicomio, es casi inútil; el P. Juan a consecuencia del abuso de licores durante los meses pasados está terminado a los 45 años. Están el H. Ramón, buenísimo, y el oblato Simón, dedicado al vino.

Los religiosos son observantes. Los españoles llevan hábito; los demás fuera siguen la costumbre del país. En la curia me dijeron que podrían vestirlo todos, y que les gustaría. El que trabaja es el P. Zabrzeski; sabe la lengua y es activo, pero caprichoso y poco regular. A pesar de ello trabaja con empeño. Quisiera ser superior, pero por ahora es imposible. El rector es muy apreciado; estudia la lengua y creo que dentro de un año la conocerá bien. Todos ofician en la iglesia, y la cripta sirve como depósito de difuntos; renta varios miles. Tienen una finca que produce un millar de coronas. La casa en gran parte está alquilada; con el internado se pagan al gobierno los intereses por el dinero que se debe.

Tienen 20 internos o pensionistas, porque van a los gimnasios de la ciudad, y están como en familia. Para tener un verdadero internado faltan locales y gente. Los nuestros tienen una escuela preparatoria para el gimnasio, a la que asisten 16 externos. La situación del colegio es hermosa y céntrica.

Medios para levantar la Provincia.

El Cardenal y todos insisten en el noviciado, sin el cual, dicen, no puede hacerse nada.

En Cracovia no es posible. Convenimos, y los religiosos están de acuerdo, en que se envíen a Litomysl en Bohemia. Bohemos y polacos se llevan bien, y las lenguas son parecidas. Con la renta de los alquileres y los ahorros podrían pagar la pensión de los novicios.

Prescribí un horario para los pensionistas, de modo que modo que haya orden y pueda hacerse la oración. Recomendé que ampliaran la escuela, admitiendo también niños pobres. Recomendé la observancia, la clausura. Amenacé con despedir al oblato si se emborracha. La tolerancia a los sanos, la observancia a los enfermos.

Las condiciones generales son tales que, si se puede tener algún buen novicio, la Provincia ciertamente se levantará. Dejé a las autoridades bien dispuestas, muy favorables, a condición de que se sometan a la disciplina regular. La gente aprecia a los escolapios, y es buena y piadosa, y aprecian a su cardenal.

De todas las casas visitadas, Cracovia es aquella en la que más se siente la pobreza.

El generalato del P. Mistrangelo toca a su fin y comienza el del P. Brattina; la casa de Cracovia debía seguir adelante por sí misma, con los esfuerzos de los que estaban en ella, en especial el P. Borrell. Vamos a extendernos en este episodio porque, además de que hay abundante material (señal de que interesaba a la Orden), tuvo consecuencias de gran importancia para las Escuelas Pías: es muy posible que sin la presencia del P. Borrell y sus esfuerzos durante estos años en Cracovia, la provincia polaca hubiera dejado de existir por completo.

Ya dijimos antes que el P. Borrell había llegado a Cracovia, acompañado del H. Ramón Beltrán, de votos simples, el 14 de agosto de 1903, con el título de rector de la casa. Inmediatamente toma las riendas de la casa, y se pone a estudiar polaco. El P. Ladislao Zabrzeski, polaco pero incardinado en Liguria, que había acompañado antes al P. Leandro Cuixart a finales de enero de 1903 a Cracovia, y que tal vez tenía la ambición de ser nombrado rector de la casa, empieza a chocar pronto con el P. Borrell. Escribe al P. General[Notas 404]:

Nuestro carácter es sentimental; con buenos modos se hace de nosotros lo que se quiere; con maneras imperiosas nos precipitamos de exceso en exceso. El P. Rector Borrell es demasiado celoso, extremo hasta el ascetismo, y quiere que los demás actúen de acuerdo con su propio celo. El otro día se arrodilló en el comedor y besando el suelo pidió perdón a un joven de 17 años por no sé qué cosa. Al decir el Adoramus te en la capilla inclina la cabeza bajo el reclinatorio e imparte la bendición en esta postura. La acción de gracias después de la misa la hace en la última grada del altar mayor, y llama la atención de todos. Durante la comida y la cena hace muchas veces la señal de la cruz, y, dejando el cuchillo y el tenedor, junta las manos como si estuviera rezando. Nadie se atreve a hacer ninguna observación para no pasar por incrédulo o hereje, pero de este modo se singulariza y pone en peligro su autoridad.

El P. Borrell quiere expulsar al cocinero, que le ha pegado tres o cuatro veces, y que es un constante escándalo para los niños con sus borracheras. Lleva con los escolapios desde 1888, como un oblato, sin que tuviera intención de hacer el noviciado. Pide que le envíe una orden de expulsión, para presentarla a la policía. El hermano Ramón Beltrán no quiere seguir aquí; no le importa esto al P. Borrell, porque tiene dos postulantes buenos, y a uno le dará el hábito pronto. Pide ayuda, y la seguirá pidiendo en cada carta: si es posible, que vuelva el P. Cuixart, que sabe tratar bien a la gente; si no, uno más joven y con buen espíritu, como Manuel Pinilla, de Madrid[Notas 405].

El P. Borrell, hombre de corazón abierto, encuentra muchas vocaciones, que quiere acoger para resucitar la provincia. Escribe al P. Viñas, secretario General, con quien se comunica normalmente (y no con el P. General): Estoy viendo que luego tendremos que cerrar la puerta a los HH. Operarios, por no poder admitir más. ¿Será cosa de convidarlos a pasar a Italia donde hay falta de ellos? En tal caso habría de ser para un colegio donde pudiera confesarlos un polaco, y el viaje habría de costearlo Italia, claro está.[Notas 406] Tratan la cuestión en la congregación General, y le dicen que no mande vocaciones polacas a Italia; procurarán enviarle un maestro de novicios.[Notas 407] De paso le dicen, respondiendo a una consulta suya, que procure rechazar el cargo de confesor de monjas, pues ya tiene bastante trabajo en casa.

El P. Zabrzeski le sirve más de estorbo (por sus críticas) que de ayuda, por lo que pide que lo vuelvan a enviar a Liguria. Poco antes de salir, hace una crítica demoledora de la espiritualidad y la política vocacional del P. Borrell: así las cosas no pueden ir bien. Escribe al P. General[Notas 408]:

Con los postulantes clérigos no se puede contar, por falta de estudios y de experiencia, y por la incertidumbre acerca de su auténtica vocación. Para escapar de la muerte en el gran Oriente, muchos jóvenes, súbditos rusos, buscan un refugio en los conventos de nuestra tierra. Yo iría más despacio admitiendo jóvenes de edad de 20 y más años, sin estudios, tanto más en la triste situación financiera de nuestra casa. Educarlos luego en otras provincias costaría demasiado, ¿y luego? Sin contar además las exigencias que en cuestión de estudios se exigen en el imperio austrohúngaro. Si los programas de estudios de Italia son muy largos, en Austria lo son aún más, por lo que hacen falta fuerzas positivas y no negativas. Un jovencito de nuestra 1ª clase de Gimnasio de nuestras escuelas sabe más alemán y latín que los aceptados por él. Había uno que estaba ya en 2º de liceo, pero después de un mes se fue a buscar mejor pan. Además, no faltarían en nuestro país jóvenes con vocación religiosa y con los estudios a medias, pero para formar a un joven que resulte útil para nuestro instituto haría falta un superior local a la altura de nuestros tiempos, y un maestro que recuerde que también los religiosos están compuestos no solo de espíritu, sino también de cuerpo. La absoluta negación de sí mismo es una virtud bastante rara en todos los tiempos. Los verdaderos santos, estaremos de acuerdo, se mortifican a sí mismos sin obligar a los demás a hacerlo. Que cada cual cumpla exactamente sus deberes conforme al orden salido de la sabia mano de Dios, y ciertamente llegará glorioso al suspirado puerto. Rezar y meditar demasiado puede crear simulación, y obligar a dedicar a ello horas sin devoción es más bien el resultado de la mente enferma de fanatismo del que dirige. Pero se trata de una cuestión de la escuela de la que se procede. Los españoles son famosos por la devoción, aunque no faltan ejemplos en Polonia. Cada pueblo tiene sus formas, según el espíritu de su índole. La índole de los polacos es demasiado diversa para que pueda armonizar con el carácter español. Y sin embargo España es católica, y Polonia no le va detrás en fe viva y verdadera. Con todo, no quiero ser pesimista. Incluso, de la misma manera que yo me he habituado en buena medida al P. Rector, lo mismo los demás polacos podrán habituarse poco a poco, y estarán contentos con su manera de vivir. Pero, si me permite decir lo que pienso, preguntaré: ¿para qué juntar tanta gente sin tener los medios necesarios para proveer a sus estudios y a su visa? Dos buenos clérigos de discreto ingenio y cinco legos serían más que suficiente por ahora sin molestarles con las tierras, de las que no conocen la lengua. (…) Pero el P. Rector quiere ya abrir otras dos casas, mientras estos días fue llamado al tribunal civil para pagar los impuestos del gobierno, y no tiene con qué pagar. Ha querido actuar, sin preguntar la opinión de la comunidad, y ahora tiene que aguantar el peso de la responsabilidad. Tendremos que alquilar la planta viaja y el primer piso durante años para pagar los impuestos (…)

Poco después de irse el P. Ladislao, le envían un refuerzo de España, el P. Ataulfo Huertas. Sin embargo, este aguanta menos de dos meses. El frío de Cracovia le acobarda, y al poco de llegar ya sólo piensa en volver a España. El P. Borrell piensa que, con esa actitud, es mejor que se vuelva[Notas 409]. Los dos religiosos polacos que quedan en Cracovia (PP. Bieganski y Sliedarski) no le sirven de ayuda; uno porque está loco, y el otro porque bebe demasiado. Por eso insiste en que le envíen refuerzos de España. Si la ayuda que le envían es suficiente, está dispuesto a dejar Cracovia en marcha y marchar a resucitar Austria, con el soñado noviciado de Krems[Notas 410]:

Si viene un Padre, como decía, la resurrección parece segura y rápida. Si saliera el P. Siedlarski y vinieran dos, más segura y rápida aún. Es este último caso, con que se dieran de firme al polaco, creo que sería posible en verano pasar ya a Krems, y allí alzar bandera y abrir noviciado con un cocinero y uno o dos hermanos camareros u hortelanos de aquí, y desde allí comenzar el alzamiento de la Provincia Austriaca. Si uno de los dos fuera el P. Leandro, habría toda la seguridad que puede pedir la prudencia humana. A V.R. parecerá esto demasiada precipitación. Lo cierto es que en vista de lo que aquí ha hecho el Señor, yo no pongo límites a la confianza, y todo lo que sea pequeño me parece indigno de la confianza que Dios se merece. Y todo esto sin un cuarto, pues me doy prisa en echar de casa el dinero, apenas llega; y así se va bajando continuamente la deuda y subiendo el crédito, que es el revés de lo que antes se hacía. Ya ve que estoy curado de espanto. (…) Si el plan susodicho de Krems le pareciese aceptable, avíseme que me daré al alemán, para a la llegada empezar allí a trabajar activamente, y no perder un año como aquí con este bendito polaco de mis amores. Hasta a algunos de estos novicios podría enseñar el alemán, que lo tomarían con gran entusiasmo.

El P. Ataulfo, por su parte, se vuelve extremadamente crítico con los planes del P. Borrell, que no con su persona. Parece que el P. Viñas le ha pedido que sea prudente al hablar de Cracovia, por lo que él le responde desde Madrid[Notas 411]:

Agradezco en lo que valen sus consejos, que aun antes de recibirlos yo quería poner en práctica, y si V.R. ha hablado con Monseñor habrá podido convencerse del calor por mí empleado en defender la conducta, la gestión, los sacrificios del bonísimo P. Borrell. Lo único que yo sostengo es que ni él, ni nadie (hablando de tejas abajo) puede remediar lo irremediable, ni resucitar lo que está muerto. En esto no transijo, y creo aquello tan imposible de remedio, como irreverente el aguardar de Dios el milagro como el P. Borrell lo aguarda. Si Dios lo hace, sabremos darle gracias, pero no debemos echar cuentas de esa suerte. Ya lo creo, no serán capaces los PP. italianos de agradecer bastante los sacrificios del P. Borrell. Yo estoy de él admirado, pero también me compadezco de lo vano y estéril de su sacrificio.

Al mismo tiempo le envía copia de la carta que ha escrito al P. Brattina, al que agradece la obediencia para volver a casa. Le explica que en Cornigliano tuvo la suerte de encontrar al P. Mistrangelo, y hablar con él[Notas 412]:

Como es natural, a poco de divagar conversando, Monseñor llevó la conversación a los asuntos de Cracovia, y secundando yo sus deseos, para mí órdenes, no le oculté mis pesimismos sobre lo que es y sobre lo que esperarse puede de Cracovia. Preguntóme entonces Monseñor si había yo comunicado a V.P. mis impresiones, y habiéndole yo respondido que para ello no se me había presentado ocasión, me encargó lo hiciera autorizado por su ruego y mandato. Así lo hago, y tengo el deseo de ser breve, ingenuo y respetuoso.

Ante todo, me apresuro a decir que para aquel P. Rector no hay sino motivo de las más grandes alabanzas. Su gestión, su conducta, sus sacrificios rayan en lo heroico. Es imposible llevar mejor aquella casa tan desprovista, por otra parte, de todo auxilio humano. Y esto es lo que yo lamento. Pero me he preguntado mil veces: ¿a qué todo esto? ¿Qué utilidad puede sacar la Orden de tanto sacrificio? Pongamos la cuestión en sus verdaderos términos. 1º. ¿Qué hay allí? 2º. ¿Qué dificultades hay que vencer? 3º. ¿Qué es lo que se puede esperar?

Rmo. Padre, allí no hay más que una tercera parte del colegio primitivo, y aun dado caso que pudieran desalojarse el bajo y el principal, cuyos alquileres constituyen hoy por hoy la renta más segura y más saneada de aquella casa, aun así y todo, nunca aquello podrá servir de internado ni de colegio, porque no hay patio, ni galerías, ni nada, en fin, de lo que para ello se necesita. En esto sostengo una opinión irreductible con la del P. Rector, que cree puede ponerse allí un internado. Si él ve cómo, yo no he acertado a verlo.

También hay allí una deuda de un crecido número de millares de coronas, he olvidado su número; solo recuerdo que es un número que me aterra. ¿Cómo pagarlas? De las economías del internado, dice el P. Rector. ¿Dónde están esos internos?, preguntaba yo. Vendrán. ¿Dónde los colocará V.R.? Aquí o en un colegio que hagamos… De este modo, padre mío, es fácil deshacer mis inquietudes y de orillar mis dificultades. Algunas veces yo instaba: ¿Con qué elementos cuenta V.R. para hacer todo esto? Si somos buenos – me respondía – Dios nos dará todo lo que necesitemos. Colocado a esta altura, yo no podía seguir al P. Borrell, ni tenía nada que objetar, a no ser alguna disquisición teológica sobre el milagro, sosteniendo (claro es) cada uno su opuesto criterio. En resumen, tampoco llegábamos a un acuerdo. Ha habido veces en que tanta fe me ha conmovido, pero mi razón, de más bajo vuelo, no se ha dado por satisfecha.

Las dificultades que hay que vencer no hay por qué enumerarlas. Se necesita Colegio, dinero, profesores… Como de todo esto se carece, yo no veo salida por ninguna parte, pero el P. Borrell la ve para todo desde la alta cumbre en que se coloca. ¡Es un hombre admirable!

Como si todo esto no fuera bastante, se agrega que una comunidad religiosa, los Salesianos, estaban a punto de llegar a Cracovia cuando yo salí de allí. Vi el magnífico colegio de nueva planta que les han hecho, sé las rentas y facilidades que les han otorgado… Esta es la manera actual de hacer fundaciones, y quererme convencer, como quería el P. Borrell. que los tiempos no han variado desde S. José de Calasanz acá y que hoy pueden fundarse Escuelas Pías como entonces, es otra de las falsas ideas sustentadas por el ultraespiritualismo de aquel buen P. Rector.

Por último: ¿qué es lo que de allí se puede esperar? Yo no espero nada. He hablado largamente con el P. Ladislao, con el P. Cuixart, con todo el que ha podido formar idea de Cracovia y, o yo no he acertado a comprenderlos, o me han dicho poco más o menos: “Allí, yendo con mucho pulso, aumentando el pensionado, haciendo toda clase de economías, se podría llegar en un periodo de tantos años (unos señalan 8, otros 15, otros 25) a pagar la deuda de aquella casa”. Bien, supongamos que esto se hace. ¿Y qué bienes resultarán a la Escuela Pía de tantos sacrificios como esto supone? Pues, simplemente, poseer aquel resto de colegio, y una renta con la cual podrán vivir seis u ocho individuos… y nada más. Bien poca cosa, por cierto.

Se invoca mucho a favor de Cracovia el recuerdo glorioso de aquella Provincia, su historia, su florecimiento. No discutiré este punto, que me conduciría bien lejos, datos no me faltan, pero es mejor no aprovecharlos. Yo solo digo: V.P. verá si estamos para esos lirismos que tantos males han causado en familias religiosas y reinos. V.P. y el P. Visitador decidirán si pueden distraerse fuerzas que sobren en alguna parte; de eso yo nada sé; solo sé que Polonia hoy no es nada y que no veo posible ni hacedero que pueda ser. Claro es que hablo de tejas abajo, pues si se cuenta con el milagro, ¿qué no es posible para la Omnipotencia divina?

En suma, ¿qué puede hacerse con Cracovia?, me preguntó Monseñor. Cerrarla, este es mi humilde sentir. Pero si aquello quiere conservarse a todo trance, podrá agregarse a otra Provincia, y hacer de allí una pequeña residencia o quizás un noviciado de hermanos operarios, los cuales no sé qué resultado podrían dar fuera de su país…

Quiero ya terminar esta larguísima carta, y cesar de molestar la atención de V.P. Rvma. con estos pesimismos míos, pero no lo haré sin hacer constar una vez más mi admiración por aquel P. Rector y sin atestiguar su vida austera, penitente, llena de sacrificios. Allí se pasa hambre, frío, incomodidades de todo tipo. Él lo ocultará porque es virtuoso hasta ese extremo, pero es deber mío, es deber de la Corporación resolverle lo que él no puede resolver, e ilustrar su celo con mejor dirección y no consentir que haga sacrificios estériles. También hago constar que él no piensa como yo, y que se halla muy esperanzado, pero es su buen deseo el que le ciega.

Después de esta carta yo quedo tranquilo, y VV.PP. acabarán con su claro talento y discreción de resolver lo que en el Señor juzguen más conveniente.

El P. Borrell sospecha, con razón, que si no recibe más ayuda es porque los superiores dudan que valga la pena seguir haciendo sacrificios por Cracovia, ya que las personas enviadas hasta ahora no han podido adaptarse (Cuixart, Beltrán Huertas), y seguramente habrán dado informes negativos sobre la casa, lo mismo que el P. Zabrzeski[Notas 413]. Pero él cree firmemente en las posibilidades de Polonia, y así se lo escribe al P. Viñas[Notas 414]:

Ya dije a V.P. que este colegio en menos de dos años ha pagado más de 3000 coronas y enviado a otros colegios nuestros más de mil, y sin atrasarse en los pagos ni contraer deuda alguna chica ni grande. Hace pocos días envié a Tarrasa trescientas más, y poco antes, ciento a nuestro P. provincial. ¡Y pensar que en España hay muchos colegios que no pueden pagar nada ni para el Noviciado, y aquí mantenemos a tres novicios y cuatro aspirantes, con no haber más que un desgraciado pedante con ínfulas de rector, un loco y un borracho, incorregibles todos ellos!

Ni el clima ni la lengua son tan terribles como pintaron los dos que vinieron en lo recio del invierno, que podían ayudar muchísimo si hubieran llegado en verano para aclimatarse y con resolución para trabajar de firme dos o tres meses para romper la cáscara de esta que llaman lengua difícil, y que no creo lo sea más que la alemana o latina para nosotros los catalanes. Se engañan los que creen que yo tengo don de lenguas: me parece que mi don es la paciencia y constancia en el machaqueo. ¡Y cuantísimos hay con verdadero talento y memoria, de las cuales cosas tengo poquísimo yo, y con muchísima más paciencia y constancia!

Sírvase, pues, decirme a la mayor brevedad qué hay que hacer: si se abre esto con envío de personal verdadero, o se cierra y nos vamos yo y los novicios que quieran venir, a nuestra querida España, y esto se pone en manos del Cardenal para que vea si los puede hacer entrar en cuerda, o los recluya y entregue esta casa e iglesia a otros voluntarios que, por cierto, no faltarán.
El P. Borrell sigue esforzándose, prácticamente solo, por mantener la casa, y acompañar las vocaciones que van llegando. En febrero de 1905 tiene 12 novicios (6 clérigos y 6 hermanos), y 10 postulantes. Insiste en su petición de ayuda: algún sacerdote que venga de España[Notas 415]. Pasa el tiempo, y al no recibir respuesta favorable, insiste, mostrando las dificultades que tiene que afrontar, y al mismo tiempo las grandes posibilidades del país[Notas 416]. A pesar de todo, va pagando las deudas antiguas, el internado va mejor, pronto van a recuperar toda la casa. Si vinieran tres o cuatro religiosos, dice, la provincia de Polonia resurgiría en unos pocos años. Algunos religiosos de Cracovia ya han ido a tierras rusas; otros se preparan a volver a sus antiguas casas. Solo yo sigo aquí, y oigo que nos critican: nos esperan 40 hermosos colegios; los niños y jóvenes nos necesitan. Los novicios ayudan; pero si no viene ayuda, el resultado de la batalla será incierto, y los novicios pueden desanimarse. Nombra un religioso que podría venir bien para Cracovia: el P. Bruno, de Burgos, ex generalicio, que está en Tarrasa. El P. Querol, Vicario General de España, ha consultado al Provincial de Cataluña, y este le ha dicho que no es adecuado para ese destino. Además, indica que no se le ocurra en agregar Cracovia a Cataluña, algo que tal vez sí se le había ocurrido a alguien, aunque probablemente no al P. Borrell[Notas 417]. La Congregación General recibe las peticiones del P. Borrell, pero no ve de qué modo ayudarle, así que le responden que tire adelante a la buena de Dios durante dos meses, hasta el Capítulo General, que decidirá[Notas 418]. Incluso proponen enviarle como ayuda al P. Zabrzeski, pero a él esa idea no le satisface: conoce bien al P. Zabrzeski, y lo considera más un estorbo que una ayuda. Si a pesar de todo lo envían, él prefiere irse a otro lugar[Notas 419]:
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El P. Joan Borrell nació en Castellar del Vallés (Barcelona) en 1867. Ingresó en las Escuelas Pías en 1882. Tras terminar sus estudios y ser ordenado sacerdote, enseñó en San Antón de Barcelona, Cardeña y Sarriá. En 1903, con 36 años de edad, fue enviado a Cracovia, donde ejerció todo tipo de cargos, pues ya no regresó a España. Levantó la Provincia de Polonia, continuando la obra de los PP. Adam Slotwinski y Leandro Cuixart (de los que ya hemos hablado). Tradujo manuscritos de historia de la provincia de Lituania del polaco al latín. Fue Provincial de 1909 a 1925. Creó el colegio de Rakowice; recuperó la casa de Szcuczyn (hoy en Bielorrusia), y la de Lubieszow (hoy en Ucrania), donde encontró la muerte en 1943, al pisar una mina. Tenía 76 años de edad, y una bien ganada fama de santidad.

Creo comprenderá V.R. que no puedo fácilmente resignarme a que después de andar dos años combatiendo por una idea santa, salvadora, indispensable para el bien de la Corporación y de esta Provincia en germen, conformarme con una medida que por milagro dejaría de volverlo todo al primitivo abandono. Naturalmente que si quiere el Rmo., yo al punto estoy de vuelta para España: no necesito más que un cuarto de hora para arreglar uno de los dos cofres que uso aquí, y me basta y sobra; y al primer tren me tiene en Viena, y luego en Roma, si así conviene, para dar cuentas de lo que aquí hice o no hice, y recibir la penitencia que juzguen oportuna. (…) Si finalmente creyesen que a pesar de mis indudables desaciertos puedo ayudar y servir a la corporación para pasando a Opole, o a Varsovia, o a Czestochowa para preparar la apertura del noviciado o de otro colegio, díganlo y se hará; tomo un novicio o dos de los mejores, y para Rusia. Digan, hablen claro, sin ambages, sin temor de herirme: estoy acostumbrado a cosas peores.

El P. Borrell no es invitado al Capítulo General como representante de Polonia (como lo había sido el P. Tadeusz Chromecki a los anteriores Capítulos de 1892 y 1898). Pero él escribe una carta al Capítulo que es solemnemente leída a los capitulares el 22 de julio, antes de comenzar el trabajo de las comisiones. Dice esta notable carta[Notas 420]:

Reverendísimo Padre Presidente del Capítulo General, Reverendísimos Padres Capitulares.

El colegio de Cracovia, fundado poco después de la muerte de N.S. Padre Fundador, como toda Polonia se arruinó en el siglo pasado. Por obra del M.R. P. Adam Slotwinski con la ayuda de seglares fue erigido de nuevo, y reconstruido con una gran cantidad de dinero prestado, e hizo un gran internado de tres pisos, famoso en Polonia a lo que parece. Incluso abrió el noviciado, y no faltaron candidatos. Pero una dura cadena de infortunios y, lo que es peor, la discordia doméstica y la falta de espíritu religioso (cosa que no es de admirar tratándose de hombres que sufrieron un largo exilio en Francia, en Italia y sobre todo en Siberia, y volvieron con el cuerpo y el espíritu quebrado) lo llevaron a los apuros anteriores.
A evitar la ruina acudió el Rvmo. P. Alfonso M. Mistrangelo, que envió un visitador para la observancia regular, y luego envió dinero para arreglar la cuestión económica; se pagaron las deudas más urgentes. El P. Leandro Cuixart, hombre con gran pericia para obrar e insigne por su larga experiencia, fue quien sostuvo y promovió la obra comenzada por el citado visitador. Y desde entonces no ha cesado el colegio de ir restaurándose día a día. Abierto de nuevo el internado; aumentada la escuela; el noviciado de nuevo abierto después de una larga interrupción; pagadas ya casi todas las deudas; con algo de dinero en la caja (4000 coronas, de las cuales se han gastado unas 3000 para renovar el interior del colegio); la casa, que hasta ahora estaba alquilada a seglares, ya está casi completamente libre de ellos, pues el 15 de agosto del corriente año se irá el único seglar que queda, y la casa quedará clausurada para el siglo, abierta solo para Dios y las cosas divinas. Pues, aunque es cierto que de los inquilinos se recibía dinero, tal como estaba la cosa ocasionaban conflictos, y mayores.
Hay uno solo para llevar a cabo todas las tareas agotadoras. Una persona debe ocuparse de la escuela y el internado, formar a los novicios, vigilar la iglesia, atender a gente importante que viene a menudo. ¿Cómo es posible llevar entre manos tantos asuntos, para concluir al menos alguno bien? ¿Y si enferma? ¿Y si cae bajo el peso del trabajo? Aunque se le ha prometido un ayudante a menudo (y si ha intentado todo lo anterior fue confiado en la promesa), de momento sigue solo, incapaz de llevar adelante tanto trabajo.
Por lo cual, Reverendísimos Padres, les ruego y suplico por el Corazón de Nuestro Señor que me concedan algunos Padres generosos formados por el Espíritu de Dios, buscados en algún lugar, para que me ayuden, o para que yo les ayude a ellos. No teman al frío; yo tengo menos frío aquí que en Barcelona, pues todo está aquí preparado contra el frío. Ni a la lengua polaca, que cualquiera podría aprender conmigo en un año, y una vez aprendida, lograremos la resurrección, y gloriosa, de la Provincia Polaca. Aquí hay campo abierto para mucha labor; en Polonia hay mucha necesidad, y nuestros padres tienen un nombre glorioso. Con la ayuda de Dios se nos abriría rápidamente el imperio ruso. Por medio de amigos he conseguido ya recuperar el colegio de Opole del gobierno ruso, que nos devolverán tan pronto como queramos recibirlo. Y también nos espera el de Lomza, con una bellísima y renovada iglesia, y una rica donación. En verdad, toda Rusia, envuelta en las tinieblas de la ignorancia, anda buscando la luz. ¿Por qué no vienen dos o tres, y dejamos uno de ellos libre, como hacen las demás familias religiosas, para que vaya a la Gran Polonia, visite los antiguos colegios, haga surgir la esperanza en todas partes, y anime a los poderosos a colaborar?
No omitiré decir que hay muchos colegios nuestros que tienen escasez de misas. Solo desde Cracovia en tres años he enviado seis o siete mil coronas; ¿qué tal si abriéramos allí un colegio, donde hay tanta fe entre la gente, y tanta escasez de clero?
Actuad, pues, Rvmos. Padres; socorred. Elegid entre todos vosotros dos o tres religiosos sanos de cuerpo, tranquilos, de buen espíritu, y enviadlos aquí: está en vuestras manos la suerte de la provincia de Polonia, en otros tiempos gloriosísima.

Cracovia, 15 de julio de 1906. Juan Borrell, rector de las Escuelas Pías de Cracovia.

Envía también el estado de cuentas de la casa desde que él llegó[Notas 421]:

Año 1903 1904 1905 1906


Ingresos 26.485 17.729 19.604 9.372


Gastos 23.176 20.149 19.611 9.499


Explica en él que las principales fuentes de ingresos son los censos, el internado y colegio, la cripta (para funerales) y las misas y culto. El primer año las cantidades son más importantes porque el P. Cuixart trajo una importante cantidad de dinero, para pagar deudas urgentes.

El último día del Capítulo, los Capitulares discuten sobre el asunto de Cracovia, y concluyen[Notas 422]:

La casa de Cracovia, única de las 36 polacas, resucitó hace pocos años; tiene un rector, el P. Borrell, español, y dos sacerdotes polacos, ambos ineptos (tachado: uno de los cuales, casi siempre borracho; el otro, mal de la cabeza). El P. rector es verdaderamente un religioso mártir: se ocupa de la dirección del internado, de la dirección de la casa, de la dirección de la iglesia. Envió al Capítulo el estado de ingresos y gastos, y la relación moral de la casa. ¡Es verdaderamente un milagro lo que este hombre hace! Por ello es necesario que todos acudamos en su ayuda, y no con dinero, pues con una sabia administración se las arreglan, sino enviando algunos religiosos que le ayuden en la dirección. Los capitulares dicen que le enviarán ayuda.

Y así será, pero esto corresponde ya la época siguiente.

Pasos sólidos en América del Sur: Argentina, Chile.

Aunque las Escuelas Pías ya se habían establecido oficialmente en Cuba, y un grupo de escolapios habían fundado un colegio no oficialmente reconocido por la Orden en Montevideo, este es el tiempo en que se fundan y consolidan las Escuelas Pías en América del Sur.

Un asunto espinoso (y sin embargo glorioso) en el generalato del P. Calasanz Casanovas fue el de la fundación de las Escuelas Pías Americanas, obra del P. Ramón Cabeza. El P. General recibía más noticias malas que buenas desde todos los horizontes de la Orden: de Italia, de España, de Europa Central. Se comprende que soñara con llevar la Orden a América, sobre todo a raíz de la llegada a Roma de obispos americanos con ocasión del Concilio Vaticano I en 1869, que fueron a solicitarle fundaciones. Su primera intención había sido fundar un noviciado internacional en Roma, para enviar luego escolapios a naciones de aquellas regiones, pero la situación política de Roma en aquellas fechas, y las posteriores, no le permitieron llevar a cabo su plan. Y entonces le llegó la propuesta del P. Ramón Cabeza, que armonizaba perfectamente con sus deseos. Pero había un inconveniente: el P. Cabeza pertenecía a la Provincia de Castilla, y como tal estaba fuera de su jurisdicción. El P. General era muy respetuoso con respecto a los Superiores Mayores, y no quería hacer nada sin contar con ellos. Y el Provincial de Castilla fue siempre opuesto a la fundación de América por el P. Cabeza. El P. Casanovas tuvo que hacer un doble juego, apoyándose en la Sagrada Congregación de Regulares para poder enviar al P. Cabeza con su bendición, y al mismo tiempo intentando no ofender a los superiores de España. Por otro lado el P. Cabeza, impulsivo, no siempre actuaba con las cartas boca arriba, y cometía imprudencias, por lo que el P. General acabó retirándole su confianza, con gran dolor por su parte. Y así la gran aventura de las Escuelas Pías Americanas terminó dejando un sabor agridulce: aparentemente fue un fracaso, aunque a la larga supuso la base para el establecimiento definitivo de las Escuelas Pías en Argentina. Digamos unas palabras sobre el P. Ramón Cabeza, y veamos algunos hitos de este proceso.

El P. Ramón Cabeza había nacido en Madrid en 1828; después de un tiempo como aprendiz en una imprenta, ingresó en las Escuelas Pías en 1845. En 1853 fue ordenado sacerdote, y en 1858, con dispensa de edad por parte del Nuncio, fue nombrado Maestro de Novicios. Le encargaron además la imprenta escolar de la Provincia de Castilla, que él llevó a una producción máxima, aunque nunca fue capaz de poner en claro las cuentas (este fue un defecto que le acompañó toda su vida); por ello y quizás por la poca colaboración de quienes debían haber usado los libros producidos, acabó en fracaso, con una fuerte deuda para la Provincia. Durante años como formador impulsó ideas renovadoras en Castilla, y muchos escolapios jóvenes le seguían. Por este motivo se fue abriendo una brecha entre él y los superiores escolapios de España, y más aún cuando estalló la revolución “Gloriosa” en septiembre de 1868, a causa de la cual Isabel II tuvo que salir del país. Un par de meses antes el P. Calasanz Casanovas, Asistente General en España por Cataluña, había partido a Roma, nombrado General de la Orden por Pío IX. Una parte de escolapios jóvenes en las tres provincias españolas (entre los cuales el P. Cabeza aparecía como un líder) creyeron que había llegado el momento de llevar a cabo una serie de cambios; la mayor parte de los superiores, asustados por la revolución, reaccionaron en sentido contrario: había que atar las cosas, por el bien de la Orden (dos años antes las Escuelas Pías italianas habían sido suprimidas por el nuevo gobierno unificador del país). Ramón Cabeza se convirtió en una oveja negra, a la que había que doblegar a toda costa.

Él por su parte, vio en la elección como General de Calasanz Casanovas (a quien había tratado alguna vez en Madrid) una oportunidad para salir de una situación incómoda y al mismo tiempo llevar a cabo un sueño personal, que había contagiado a otros escolapios jóvenes: fundar las Escuelas Pías en América del Sur. Ya otros escolapios, huidos de España tras los ataques liberales a la Orden en 1834, se habían refugiado en el continente y, como particulares, habían fundado un colegio en Montevideo en 1836, que perduró hasta la muerte del último de ellos, en 1875. Aunque no fue nunca considerado como colegio escolapio, sí puede llamarse la primera obra establecida por escolapios en el continente sudamericano. Más al norte, tras algunos efímeros intentos después de la primera supresión de la Orden en España en tiempos de la invasión de España por las tropas de Napoleón a principios del siglo, la primera fundación firme y oficial fue la de Guanabacoa en Cuba, en 1857. Cuba formaba parte aún de España, o de su (muy disminuido) Imperio.

Ramón Cabeza se puso inmediatamente en contacto con Calasanz Casanovas. Tras unas primeras cartas breves de saludo, felicitación, etc., pasó directamente a exponer su proyecto. Lo vemos en la primera carta que transcribimos parcialmente[Notas 423].

Si no hubiera temido distraer a V.P. de sus muchas ocupaciones, sin duda le hubiera escrito, mas al presente lo hago con doble motivo, ante todo para felicitarle anticipadamente los días y además manifestarle con toda reserva un deseo que otros tres escolapios y mi persona quisiéramos realizar con la debida cooperación de V.P.; este deseo, una vez reducido a práctica, además de la gloria que puede resultar a Dios y a nuestro S.P., tiene la circunstancia de prestarse a nuestro carácter emprendedor y activo en la propagación del Instituto.

Tal vez no ignore V.P. que hace unos pocos años pidieron de Chile fundación de un colegio y se respondió, como siempre, que no era posible por entonces. Pues bien, los cuatro escolapios citados más arriba quisiéramos obtener de V.P. mandato o permiso, o lo que convenga, para realizar dicha fundación, pero quisiéramos fuera dependiente de un modo exclusivo del General Romano, y no sólo este primer colegio, sino cuantos en aquellos estados de la América del Sur se fundasen, andando el tiempo, pues claro es que teniendo facultades para admitir y educar novicios etc., se podrían multiplicar las casas en aquellos países y no dudo que Su Santidad prestaría gozoso su bendición y apoyo espiritual a los que voluntariamente se ofrecen a dar principio a semejante obra en tan remotas tierras, abandonando su patria y su familia.

Los fines que nos proponemos son: 1º la propagación del Instituto por aquellos países que hablan castellano; 2º suministrar recursos al General Romano para sus muchas necesidades que le ocurren relativas a toda la Orden. Por nuestra parte no pedimos recursos para el viaje; sólo deseamos autorización y demás facultades para poder obrar allí lealmente y con la dependencia directa de Roma. Por lo que antecede fácilmente podrá V.P. inferir que no podemos significarnos con el P. Vic. General español, pues o nos negaría el permiso, o en otro caso lo otorgaría quedando bajo su jurisdicción aquellas fundaciones, lo cual es contra nuestros deseos. Y pues nos hemos convenido cuatro castellanos, sacerdotes todos con bastantes años de enseñanza y espontaneidad completa para sufrir los trabajos que se presenten, creo que V.P. no puede dejar de ayudarnos en tan santa empresa, acudiendo si fuere necesario, al Sumo Pontífice a pedirle su bendición, escribiendo después al P. Vicario General, diciendo nos necesita para una fundación o para cualquier cosa, y después confiándonos la ejecución del pensamiento cuyo éxito con la ayuda de Dios no dejará de ser próspero, atendida la homogeneidad de caracteres y la espontaneidad del ofrecimiento. Excuso repetir a V.P. la conveniencia de que cuanto antes nos conteste para no dar lugar a principiar el curso y hacer los cuadros de profesores.

No dudo que el pensamiento lo hallará V.P. muy en armonía con mi carácter de estar siempre haciendo algo y no avenirme con la apatía e indiferencia que reina en Castilla (…)

Al mismo tiempo le envía las Bases que él propone para el establecimiento del Instituto en los Estados de América del Sur[Notas 424]:

1.Fundadores: cuatro religiosos de la Provincia de Castilla, sacerdotes, quienes de común acuerdo se hallan unánimemente decididos a abandonar sus familias y su patria para plantar y propagar el Instituto Calasancio en aquellos remotos países con exclusiva dependencia del Rvmo. P. General Romano.
2.Convienen dichos fundadores en la observancia de las Reglas de S. José de Calasanz en toda su pureza, según el texto del mismo, educando por tanto a la nueva juventud teórica y prácticamente al tenor de lo dicho.
3.En su consecuencia suplican a la Sagrada Congregación tenga a bien dispensar el cumplimiento de la última Bula sobre votos simples, y que profesen desde luego solemnemente los novicios según la Regla del Santo Padre hasta que esté arraigado allí el Instituto o la experiencia exija lo contrario.
4.Se establecerá vida común completa en cada casa (con abolición del peculio) y uniformidad absoluta en todas.
5.Se creará un fondo común del sobrante anual de cada casa con triple objeto: para atender a las necesidades de las casas que cuenten con menos recursos y se conserve la debida igualdad; para proveer a la educación de la juventud y propagación del Instituto, y por último para poder remitir algunos fondos al P. General de Roma con los que atienda a las necesidades ordinarias de la Orden.
6.Creación inmediata de un noviciado central en Buenos Aires (por su buen clima) en las inmediaciones de la población, con terreno desahogado y cómodo, donde residirán los fundadores.
7.Ninguna retribución se exigirá a los novicios en su ingreso. Se comunicará a los Sres. Obispos la instalación del Instituto, a fin de que puedan notificarlo a los jóvenes que conozcan dispuestos y con inclinación al estado religioso. Se les manifestará asimismo que se admitirán donativos ya únicos, ya periódicos, para atender al sustento y educación de los juniores y de sus maestros, y poder propagar prontamente las Escuelas Pías en sus respectivas diócesis, en lo que serán preferidos los que con más recursos contribuyan.
8.En conformidad con la mente del Fundador, no se admitirán seminarios de internos, que tanto disipan el espíritu religioso, y tanto personal absorben, asemejando nuestros colegios a empresas especulativas.
9.Esto no obstante, y pare evitar el reparo de asistir a las clases confundidos los ricos con los pobres, habrá clases en local separado para los unos y los otros.
10.En este concepto cada escuela de instrucción primaria tendrá dos locales, uno para niños pobres y otro para niños de familias pudientes, pero las materias y el orden de la enseñanza serán iguales y gratuitamente para ambas clases, y sin admitir los profesores jamás los obsequios de los niños.
11.No sólo se enseñará gratuitamente, sino que se proveerá de libros, papel & a los niños pobres, si los recursos lo permiten.
12.Para admitir a estos, además de los requisitos exigidos por nuestras Reglas, se exigirá papeleta del Municipio presentada al Secretario de las Escuelas Pías.
13.Los Municipios proveerán de locales, mobiliario & para la enseñanza primaria, cómodamente distribuidos por la ciudad, a donde puedan acudir los maestros y los niños a las horas señaladas.
14.Hasta que un plantel de jóvenes haya terminado su carrera, sólo se enseñará la instrucción primaria completamente, y toda fundación empezará siempre por ella.
15.Para admitir a un niño de familia acomodada basta con que acuda al secretario, y se inscriba en el registro.
16.Se admitirán los donativos que las familias de estos niños hicieren para el sostenimiento de los profesores, los cuales sólo serán recibidos por el secretario, quien llevará nota para la aplicación de los sufragios por los bienhechores.
17.Las fundaciones serán completamente libres, es decir, no se hará escritura con nadie, pues la experiencia acredita que los municipios prometen y no cumplen, y no habiendo de tener internos es preferible de lo que dice el Santo Padre “ex elemosyniis sponte oblatis”, recibiendo en calidad de donativos las cantidades que quieran mandarnos las familias de niños acomodados, las personas afectas al instituto, las autoridades (aunque sin escritura ni convenio), como igualmente los legados que a nuestro favor se hagan.
18.Las escuelas de instrucción primaria se multiplicarán en cada ciudad tanto como permita el número de profesores, el de locales y el de niños.
19.Las clases llamadas de 2ª enseñanza sólo las habrá en la casa residencia de los Escolapios, a donde habrán de concurrir los alumnos.
20.Se circulará profusamente un programa comprensivo de nuestro plan general de estudios para los niños desde seis años hasta carrera mayor y cuyo planteamiento en cada fundación será paulatino.

El P. General se puso en contacto con el Vicario General Balaguer, informando y pidiendo su opinión sobre los planes del P. Cabeza. Tanto el Vicario General, como sobre todo el Provincial de Castilla Julián Viñas, se opusieron totalmente. El Provincial decía oponerse porque la gestión de la imprenta en los últimos años había dejado una importante deuda, y quería que el P. Cabeza respondiera ante la justicia, aunque la verdadera razón era que no se fiaba de su manera de ser y de pensar, y temía que si le permitía llevar a cabo sus planes, otros muchos escolapios jóvenes seguirían sus pasos, comprometiendo el futuro de la Provincia. De hecho hubo escolapios que pidieron ser enviados a Buenos Aires atraídos por el sueño del P. Cabeza de “vivir según la norma primitiva de Calasanz”, y entre ellos el mismo P. Faustino Míguez. En Italia seguía con interés las noticias de Buenos Aires el P. Wenceslao Profilo, que había sido Asistente General por Nápoles, y otros padres no sólo italianos, sino también en las provincias centroeuropeas. No conociendo el trasfondo “castellano” de la aventura del P. Cabeza, estaban naturalmente ilusionados con el desarrollo de la Orden en América.

El P. General tuvo que explicarse frente al P. Balaguer, y ante el P. Viñas. En una larga carta les explicaba su postura ante el P. Cabeza y sus planes, desmontando toda una serie de argumentos que el P. Provincial de Castilla había esgrimido en una carta enviada al P. Vicario para justificar su oposición a la marcha de Castilla del P. Cabeza. El argumento principal era que tenía que responder de las deudas de la imprenta, pero el P. General le responde que eso lo tenían que haber resuelto años antes, y que además el P. Cabeza había recibido facultades del Provincial anterior Inocente Palacios para pedir préstamos. Entre otras cosas decía el P. General[Notas 425]:

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El P. Ramón Cabeza nació en Madrid en 1828 y falleció en Buenos Aires en 1883. Ingresó en las Escuelas Pías en 1845, y fue ordenado sacerdote en 1853. En 1858 fue nombrado Maestro de Novicios, con dispensa de edad. Le encargaron la imprenta de la Provincia, que por diversas razones no funcionó bien. Era además escritor y publicista, colabora en alguna revista, editó la Biblioteca Económica, colección de vidas de santos, historias piadosas, tratados de mística, y novelas y cuentos morales para servir de lectura a niños y personas de poca ilustración. En 1868 concibió la idea de ir a fundar las Escuelas Pías a América, y a pesar de todas las dificultades que encontró, la llevó adelante. En 1870 abrió la primera escuela en Buenos Aires. El idealismo, el desacierto económico-administrativo y el pecado de origen con la Escuela Pía Española acabaron con esta hermosa fundación.

Dice que “por las necesidades de la Provincia no accedió en principio a la salida del P. Cabeza”, y yo creí ser una necesidad para la Provincia que el P. Cabeza saliera con los tres que se le unían; el tiempo ha empezado ya a manifestar las ventajas que de tales individuos podía esperarse.

Las consideraciones sobre si el P. Cabeza reúne o no las condiciones de fundador son improcedentes, pues ninguna responsabilidad había de alcanzar a la Escuela Pía de España, ni yo le pedía un fundador: sólo le preguntaba si había inconveniente en dejar salir de la Península al P. Cabeza.

“El P. Cabeza se halla cerca del P. General con el estigma del apóstata; lo que debe hacerse marcado está en nuestras Constituciones, etc. etc.” Agradezco la indicación del P. Provincial, y le aseguro que así en este asunto como en todo lo demás no me he apartado ni pienso apartarme nunca, con el favor de Dios, del cumplimiento de mis deberes, ajustando siempre mi conducta a nuestras Reglas y Constituciones (…).

No pudiendo continuar, digo tan solo que como he respondido a algunas, podría responder a otras de las observaciones del P. Provincial. Espera que no me dejaré engañar, pero teme que acabaré por aprobar la conducta del P. Cabeza en lo relativo a imprenta y en su proyecto reformista de la Corporación. No concibo tan poca formalidad: ni el P. Cabeza me ha hablado de reformar la Corporación, ni a mí me ha pasado por la cabeza, ni creo que nuestra Corporación de España necesite reforma, ni escogiera al P. Cabeza para realizarla en caso que conviniera. Me tiene un poco aburrido esto de suponer cosas que no he dicho, ni siquiera pensado. En cuanto a dejarme engañar, lo considero muy fácil si se tratara de cosas mías, pero las de la religión las consulto con Dios y con personas que puedan aconsejarme. Entre mis consejeros no ha entrado nunca el P. Cabeza, ni siquiera le he hablado del impreso que yo he llamado “Balance presentado al Capítulo”. Cuando escribí, no lo tenía a la vista, aunque obra en mi poder desde que estuve en Madrid; va firmado por el P. Provincial, lleva la fecha 30 junio del 65, y estaba en la idea de que había sido presentado manuscrito al Capítulo y entregado impreso a los PP. Capitulares. Esta discordancia no da ni quita fuerza al documento. En España no he podido jamás aprobar el tal Balance o Movimiento del caudal de la Caja provincialicia ni administración de la imprenta, llevada de un modo anormal, inconveniente, ruinoso, como desde el principio de su instalación se lo escribí varias veces al P. Provincial de Castilla siendo yo secretario del de Cataluña; menos lo podría aprobar ahora en Roma no presentándoseme documentos que la justifiquen. Pero ¿de quién es la responsabilidad? No basta decir que la Escuela Pía de Castilla no lo sabía; obligación tenía y medios de saberlo, y por eso le decía en mi última al P. Provincial “pecado grande de omisión habéis pecado, haga Dios que podáis pagar con ligera penitencia”.

A última hora la Sagrada Congregación de OO y RR me remite una solicitud del P. Cabeza según la que “Deseando vivir según la Regla Primitiva con otros tres religiosos de su mismo sentir, pide permiso para erigir bajo la obediencia inmediata del P. Prepósito General de Roma una casa de las Escuelas Pías en tierras Americanas, y en primer lugar en la ciudad llamada Buenos Aires, y una vez fundada y provista de todo lo necesario, permiso para aceptar novicios. Roma, 22 de julio de 1870”. La S. Congregación me pide información y voto, y yo antes de contestar a la S. Congregación pido también a V.R. informes y parecer. Aunque V.R. y el P. Provincial de Castilla me tienen ya comunicadas noticias suficientes para formular un voto contrario, no obstante, porque aquellas noticias eran contemporáneas, las pido ahora oficialmente para que se puedan unir al expediente que deberé yo formar y al que forma la S. Congregación.

Hoy ha muerto el Arzobispo de Buenos Aires, después de solos dos días de enfermedad.

Ayer hubo necesidad de sangrar al P. Ramón Cabeza, enfermo de gravedad, amenazado de un golpe apoplético o congestión cerebral. Hoy el médico le ha hallado menos grave. Hace días que sufría su sistema nervioso, principalmente la cabeza, a causa tal vez de las contrariedades que encuentra y de la poca probabilidad de llevar a cabo sus proyectos cual desea. Cualquiera que sea el resultado, si Vs. no convienen en su salida, ni entran en tratativas con el Sr. Aguado [el acreedor de la imprenta], tengo motivos para pensar que está resuelto a pasar por todo menos regresar a España. Dios nos asista con su santa bendición.

Mientras tanto el P. Cabeza tomó por su parte una serie de iniciativas arriesgadas y rayanas con la desobediencia. Partió a Roma en junio de 1870, expuso sus planes al P. General, fue por su cuenta a pedir autorizaciones a la Congregación de Obispos y Religiosos, aceptó reconvertir su primer plan de ir a fundar a Chile para seguir el deseo del P. Casanovas, que quería atender una petición del arzobispo de Buenos Aires (con lo cual el P. General quedó comprometido en la fundación), y al final parte para Argentina, en septiembre del mismo año. Lleva consigo el nombramiento de Provincial de las Escuelas Pías Americanas, el permiso para abrir noviciado, y la bendición del P. General, quien sin duda se sentía dividido en sus sentimientos en aquel momento: sabía que no podría ayudar más al P. Cabeza sin el consentimiento de los Superiores de España (que nunca llegó), y deseando el éxito de la empresa, no podía decir oficialmente que la apoyaba. Por otra parte tampoco se fiaba mucho del P. Cabeza: sabía que su genialidad lo mismo podía llevarle al éxito que al fracaso.

Nada más llegar a Buenos Aires, el P. Ramón Cabeza escribe al P. General, informándole sobre su viaje y sus primeros pasos. Le decía lo siguiente[Notas 426].

Mi venerado P. General: Llega por fin el día en que sale el correo y lo aprovecho con sumo gusto para dar cuenta de mi persona y suplicar a V.P. me manifieste si alguna cosa le ha ocurrido ya personal, ya a la Escuela Pía Romana, lo cual me temo en vista de los acontecimientos que se han seguido a poco de mi salida[Notas 427].

El 15 de set. escribí a V.P. desde Marsella diciéndole que no había recibido la carta prometida, ni al llegar aquí me he hallado con ella, lo que atribuyo o a extravío o a las circunstancias de Roma por demás azarosas, que no lo han permitido, y aun tal vez haya sucedido lo propio con las cartas, que se encargó V.P. de mandar al correo de España para el P. Vicario General, Rector de Yecla y P. Manuel Pérez.

El 15 set. a las 10 de la mañana salí de Marsella en un vapor de 100 metros de largo que llevaba más de 800 pasajeros, y la bendición formal que V.P. me dio al salir del colegio me ha acompañado, gracias a Dios, durante todo el viaje y aun aquí los días que llevo, esperando del Señor que en todos mis pasos siguiera por el recto fin que me he propuesto, y la constancia con que en medio de tantas contradicciones he esperado el consentimiento de V.P. y de Monseñor Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares, aunque sólo haya sido verbal, pero lo suficiente para obrar “tutta conscientia”. No tocamos en Barcelona, pero sí en Tarragona el 16 a las 3 de la tarde y el 18 en Gibraltar. El 26 en S. Vicente (Islas de Cabo Verde), y el 9 de octubre en Río Janeiro, en donde tuvimos que parar 14 días a componer la hélice del vapor. Me hospedé en el convento de Capuchinos, cuyo P. Comisario Fr. Cayetano y demás religiosos me obsequiaron de un modo especial, siquiera por ser escolapio y español. También el Sr. Nuncio y su Secretario, discípulo este de Florencia, estuvieron finísimos; y el Sr. Obispo de Siara, hospedado en el palacio del Prelado de Río Janeiro, el que examinó de Matemáticas a los alumnos del Colegio Nazareno, me invitó a comer, alegrándose todos de mi misión. Por fin el 22 a las 4 salimos de Río Janeiro llegando el 29 a Montevideo, y el 29 a la una de la tarde aquí; como desde Río Janeiro había escrito mi próxima llegada, me aguardaba en el muelle el P. Fermín Molina. Me significó su decisión firme por llevar adelante la fundación según la primitiva Regla, y haber escrito varias veces al P. Provincial en el mismo sentido, aunque sin tener respuesta alguna, por lo que aguardaba mi llegada con ansia para poder realizar nuestro común pensamiento.

Juntos desde ese día, visitamos el 30 al Sr. Espinosa, le entregué la carta y borrador que V.P. sabe, y enterado de su contenido, dijo que el Sr. Obispo Aneiros era Vicario Capitular ahora, y siéndolo le estaba prohibido admitir Órdenes Religiosas, y por tanto mucho más solicitarlas, además de que no tenía sentido el que pidiera el Vicario General una Institución Religiosa, siendo así que el Sr. Arzobispo difunto la tenía ya admitida, pasado a la Congregación su beneplácito por escrito y mandado a su entonces Vicario General sus órdenes terminantes para cuando llegaran los fundadores con instrucciones oportunas al efecto & &. Insistió en que la fundación estaba admitida y hecha por el difunto Arzobispo, y prueba de ello sería la conducta que notaríamos observaba con nosotros el Sr. Aneiros, al cual nos presentó enseguida. Efectivamente, apenas nos vio y supo éramos los Escolapios que de acuerdo con el Sr. Escalada, su Prelado, iban a fundar, en el acto dijo “desde este instante tienen Vs. mis facultades para celebrar, predicar, confesar personas de ambos sexos, y por lo que hace a la fundación estoy dispuesto a hacer cuanto pueda y Vs. me indiquen”. Le preguntamos si era preciso llenar algún requisito para abrir nuestras escuelas, a lo que replicó que ninguno; como en país libre podíamos hacer “ad libitum”.

Acto seguido supimos que el Sr. Cura Párroco de La Concepción, condiscípulo del Sr. Aneiros y discípulo de los Escolapios de Montevideo en 1836, deseaba en su vasta feligresía una escuela de sacerdotes. Hice que supiera nuestra llegada, a fin de seguir los pasos del Santo P. en Sta. Dorotea, y el 31 por la tarde tuvimos una conferencia en presencia del Sr. Provisor del Obispo, en la cual dijo el Sr. Cura que no hiciéramos nosotros nada, que él lo haría todo, y nos avisaría luego que encontrara edificio cerca de su iglesia, y entonces el Provisor añadió que a ciegas siguiéramos los consejos del Sr. Cura, que nos lo proporcionaría todo muy bien. Y el Sr. Obispo en visita posterior nos ha repetido lo mismo, que el Cura de La Concepción nos dirigirá en todo, sin perjuicio de que él esté dispuesto a cuanto le indiquemos. Pero gracias a Dios, hasta ahora nada hemos pedido.

El día 9 a las 8 de la mañana mandó el Sr. Cura un carruaje a buscarnos con el fin de entregarnos la llave de una casa ajustada y regateada por él mismo, construida el año 1865 y que ha servido ya para colegio, medianera con la pared de la iglesia por el altar mayor, y que permite abrir puerta interior a la misma para nuestra comodidad y la de los niños, y aun aprovechar para jardín un terreno perteneciente a dicha iglesia cedido por el Sr. Cura. El 10 nos hemos trasladado a ella, y mañana se abre la matrícula para el ingreso, y luego que reunamos cierto número, empezaremos las clases. Hacen falta los otros dos compañeros de España, advirtiendo que Escolapios sin carrera no pueden venir a Buenos Aires, pues serían muy mal recibidos y mirados de peor modo, tal es el refinamiento del país.

En vista, pues, de lo mucho que tenemos que agradecer al Señor, a la Virgen y al Santo Padre, y también a la favorable acogida que hemos tenido del Ilmo. Sr. D. Federico Aneiros, Obispo de Aulon, de D. José Gabriel García de Zúñiga, Cura Párroco de la Inmaculada Concepción, y del Doctor D. Antonio Espinosa, agradecería infinito de V.P. me mandase para dichos Sres. Bienhechores la Carta de Hermandad, por cuyo medio continuarán sin duda su benevolencia para con nosotros y ganará no poco el Instituto en estos países. Instalado ya el Instituto en Buenos Aires por unos medios que transparentan claramente la protección visible de María Santísima, sólo resta que la Sagrada Congregación otorgue permiso para abrir Noviciado cuanto antes, pues ya tiene en su poder la aceptación del Sr. Escalada, y V.P. remita dicho Breve para realizarlo inmediatamente, pues no falta algún pretendiente que está esperando.

Me encomiendo a las oraciones del Emmo. Cardenal Moreno, Obispo de Cuenca, Oviedo & &. P. Carbó, los PP. de la Congreg. General y demás religiosos de S. Pantaleón, de S. Lorenzo y del Nazareno, y demás personas amantes de las Escuelas Pías Americanas. El P. Fermín pide igualmente a V.P. la bendición, y les saluda con todo respeto mientras se repite de V.P. afmo. y humilde hijo en J.C., q.b.s.m. Ramón Cabeza de los Dolores. El sobre a mi nombre: Escuelas Pías Americanas. Calle de Tacuarí nº 247, Buenos Aires.

Durante los años que siguieron el P. Cabeza escribió puntualmente cada mes una carta al P. General, informándole sobre el progreso de la fundación y pidiéndole su bendición y sus consejos. Sin embargo, el P. Calasanz no le respondió una palabra, al menos durante los primeros tres años. No quería verse envuelto en una aventura que cada vez era más contestada desde España. Cuando al fin escribe, lo hace mostrando una cierta desconfianza, más que enviándole palabras de apoyo. Los PP. Cabeza y Molina mientras tanto iban dando pasos: después de tener en funcionamiento una primera escuela en Buenos Aires en un local alquilado, admitieron algunos novicios, compraron una gran extensión de terreno a las afueras de la ciudad, en San Martín, y allí iniciaron la construcción de un gran colegio. El P. Cabeza se arriesgó mucho, contrayendo deudas con bancos y particulares que luego esperaba ir pagando. Pero la situación económica y política cambió en Argentina en 1873, y comenzaron a surgir las dificultades. El año 1882 fue fatídico: el obispo retiró todo su apoyo a los escolapios, y los acreedores embargaron en febrero el colegio de San Martín. Los escolapios se retiraron al otro colegio de Buenos Aires, intentando pagar al menos las deudas contraídas con los empleados de las escuelas. Un año después falleció el P. Cabeza, como leemos en la carta escrita por su compañero el P. Fermín Molina[Notas 428].

Tengo el profundo sentimiento de anunciar a V.P. la muerte del R.P. Ramón Cabeza de la V. de los Dolores, Superior Provincial de estas Escuelas Pías, ocurrida el 8 del corriente a las 5.30 a.m. Desde nuestra instalación en esta casa a mediados de marzo del año pasado, después del doloroso despojo (esta es la palabra) del Colegio de S. Martín por parte del Gobierno de la Provincia y por manejos de la masonería, el P. Ramón, que sufrió tan rudo golpe con una resignación propia de un santo, quiso, por decirlo así, eclipsarse por completo, descargando sobre mi humilde persona el peso que durante tantos años había con tanta paciencia sostenido sobre sus hombros. No se cuidó más ni un momento de la parte económica administrativa del Colegio, y atento solamente a la educación de los niños y la formación de los novicios, en cuyo ejercicio hallaba todas sus delicias, apareció bien pronto como transformado en otro hombre. Su físico agradeció el relevo de la carga, y pudieron verle cuantos le trataban lleno de vida y robustez como nunca. Así se ha conservado durante quince meses, trabajando infatigable como un joven, comunicando a todos la alegría que irradiaba su semblante, dando a todos aliento, si bien ocultando en el fondo de su corazón las amarguras de su espíritu. ¡Y qué amarguras! Sólo Dios y yo, que he tenido siempre en mis manos su conciencia, las sabemos. ¡Cuántas virtudes ocultas! ¡Cuántos méritos desconocidos! ¡Qué perla tan preciosa menospreciada!... Hacía ya algún tiempo que por indicación mía había elegido como director espiritual al M.R.P. Fray Jesús Estévez, hoy Prior de Sto. Domingo (habló en Roma con V.P.) sin que por eso dejara de confesarse también conmigo. El día 6 fue a dicho convento; confesó y conferenció largamente con el Padre y volvió contento como siempre a las 8, hora del desayuno. El día 7 jueves estuve yo gran parte de la tarde ocupado en gestiones para adquirir en propiedad para las Escuelas Pías el edificio que ocupamos. Mi Sr. tío estuvo conferenciando con el Padre toda la tarde. Volví; hablamos largamente sobre lo que debía hacer después, y nuestra conversación duró hasta las 11.30 de la noche, hora en que me dijo estas palabras: “¡Bueno, Padre! Ya sabe todo lo que tiene que hacer. Ahora vámonos a descansar”. Nos despedimos.

Su habitación, separada por un sencillo tabique de la que yo ocupo, comunica con esta por una puerta que nunca se cerraba. Acostóse el P. inmediatamente y yo permanecí aún leyendo hasta las doce y media, suelo acostarme siempre a las 12. El P. roncaba perfectamente como de costumbre. A las 4 de la mañana sonó el despertador que tengo en la habitación; el P. dormía y roncaba como siempre. Dormité aún hasta las 5; me levanté, encendí la luz y púseme a rezar. El P. no roncaba ya, por lo que creí que estaría ya despierto. Rezaban horas ya los novicios, y siendo ya la hora de la oración, el H. Operario entró para tomar el vino para las misas, que el P. guardaba en su habitación, y diciéndome que creía que el P. había salido ya (no se veía nada a esa hora), entré, toqué la puerta que daba salida al patio, que hallé sin estar echada la llave y al volver a mi habitación mirando a su cama le dije al Hermano: “¡Pero si está aquí!...” Me acerco… le pregunto si no se levantaba… si se hallaba enfermo… Corro a tomar la luz… ¡Padre mío! ¡Estaba muerto!...

Yo no puedo explicar el golpe terrible que sufrió mi corazón a la vista de aquel cadáver que llené de besos y de lágrimas. Queda a la consideración de V.P. el vacío que su muerte deja en mi corazón, y cuánto deberá costarme en mucho tiempo el poder habituarme a pasar sin su compañía después de haber vivido con él identificado con su existencia durante veinticinco años. Quieran el Señor y nuestro Santo Padre consolar mi espíritu en tan grave tribulación, ya que por su gracia resuelto estoy a sacrificarme por las Escuelas Pías a las que he consagrado los días de mi vida. (…)

Tras su muerte, el P. General escribe una carta al Arzobispo de Buenos Aires (que sigue rechazando a los escolapios) explicando la situación del P. Cabezas, y alabándolo sinceramente[Notas 429]:

Sabía el venerable antecesor de V.E., Sr. Escalada, que el P. Ramón Cabeza andaba a la América de su propia y única cuenta; ni los Superiores de la Orden le enviaban, ni la Sagrada Congregación de OO. y RR. hacía otra cosa que regularizar su posición, creyendo unos y otros que del tentativo podría resultar un gran bien, nunca un daño a la Ciudad y Diócesis. La conducta personal del P. Cabeza había sido siempre intachable, y no se desmintió jamás: su adhesión a las doctrinas de la Iglesia y su celo por la instrucción de la juventud eran de todos conocidos. Si ha sido atrevido en la empresa o si le han fallado los elementos con que creía poder contar, esto sólo puede saberse en Buenos Aires, que ha sido testigo de sus hechos.

En mi concepto el mismo P. Cabeza ha sido una víctima que se ha sacrificado por un ideal que se proponía solamente proporcionar ventajas al público. Los que fueron sus compañeros si no merecen la protección de V.E., podrían tal vez ser considerados acreedores a la indulgencia de V.E. misma, en atención a los años y fatigas que llevan empleados en esa ciudad, para considerarlos al menos como meros particulares y maestros privados, cuando no se quiera considerarlos como religiosos. Yo no he hablado en particular de ninguno, porque de ninguno tengo para qué hablar; V.E., a quien la Sagrada Congregación dio jurisdicción sobre ellos, sabrá combinar, como lo ha hecho hasta aquí, los deberes de su autoridad con los de la caridad de Jesucristo.

Pero el Arzobispo no quiso saber nada. Insiste en que el P. Molina debe despedir a los novicios, y ser considerado como un simple sacerdote[Notas 430]. No pudiendo continuar en Buenos Aires a causa de la oposición del Arzobispo, el P. Molina aceptó la invitación del Vicario de Tucumán, y partió hacia allí con los novicios para fundar un colegio escolapio. La primera carta fechada en Tucumán por el P. Molina data del 29 de febrero de 1884. En ella explica al Vicario Foráneo Ignacio Colombes los problemas sufridos en Buenos Aires. En 1885 escribe una larga al P. General carta llena de optimismo presentándole la realidad y las posibilidades de Tucumán[Notas 431]. Empieza la carta:

Mi venerado Padre General: llega por fin el día, tanto tiempo deseado, de romper el forzado silencio que he debido observar desde mi última comunicación a V.P. el 7 de agosto de 1883[Notas 432]. Las aflicciones que por ese tiempo experimentamos fueron tan grandes que de un momento a otro podía esperarse la total ruina de estas Escuelas Pías. La prueba ha sido muy dura ciertamente, pero nuestra constancia en los trabajos, y más que todo, así lo creo, los ruegos de nuestro P. Ramón, han hecho que pueda anunciar a V.P. no la ruina, sino la salvación de nuestro instituto en estos países. No podía menos de suceder así; el grano de trigo que cayó en tierra y murió debía producir copioso fruto. ¡Sea Dios bendito!

Cuenta en ella que llegó a Tucumán con un hermano operario el 31 de diciembre de 1883, siendo acogidos por el Vicario Foráneo. Dos hermanos Méndez les habían ofrecido la fundación en la ciudad. Y espera que va a ser económicamente productiva, y pone sus fondos a disposición de la Orden (por eso el P. Ricci dice al P. Pes que de allí puede venir ayuda para resucitar la provincia de Cerdeña). Pero pide también ayuda personal:

Mándenos V.P. Rvma. un solo individuo que remplace al que el Señor nos ha llevado; que tenga las facultades que él tenía; un Superior Provincial para que puedan profesar y ordenarse estos excelentes jóvenes, cuya vocación ha sido y es más que probada, y para que puedan venir jóvenes que están esperando el aviso en España, y otros muchos de aquí mismo que ya lo solicitan. De esta manera, con el auxilio de Dios, verá V.P. multiplicarse los operarios, tan necesarios para una mies tan copiosa.

El P. Molina siente que, sin una vinculación oficial a la Orden, la fundación de Tucumán, tan prometedora, no tiene futuro. Y el P. Ricci lo entiende también por lo que pide al Papa la incorporación de la casa de Tucumán a la Provincia Romana, y la obtiene[Notas 433]:

Santo Padre. Mauro Ricci, Vicario General de las Escuelas Pías, con el más profundo respeto expone cuanto sigue. Un Padre de las Escuelas Pías de España, Ramón Cabeza, partió de allí con el consentimiento de los Superiores, fue a Buenos Aires, y allí pidió un préstamo de banqueros de aquella ciudad, se puso a edificar un amplio colegio para la educación cristiana de la juventud. Buscando compañeros para aquella empresa, fueron allí dos sacerdotes escolapios y un lego. Pero se excedió tanto en los gastos que los acreedores se apoderaron de la construcción, cosa que dio motivo al Arzobispo para quedar descontento. Mientras tanto murió dicho Padre. A los tres hermanos supervivientes, invitados a Tucumán, ciudad principal de la provincia del mismo nombre, a finales de 1883, les pidieron que abrieran las Escuelas Pías, y tras unirse a ellos jóvenes colaboradores o novicios, hoy, con la ayuda de generosos benefactores, ejercen con buen espíritu el Instituto, educando a un buen número de alumnos, y han comenzado a edificar un local escolar. Pero si el Cabeza de la Orden no reconoce y aprueba su obra, se sienten impotentes para seguir adelante. Piden por ello, y con ellos el Vicario Foráneo Ignacio Columbres dicho reconocimiento y aprobación.

Reunida aquí en Roma por el suplicante la Congregación General, y discutida la petición, ha parecido el partido más seguro el de adscribir temporalmente dicha casa de Tucumán a la Provincia Romana, de modo que los futuros novicios viniesen a Roma a hacer el noviciado y al juniorato para ser formados bajo los ojos de la Santa Sede. Pero mientras tanto, para aquellos jóvenes que han hecho el noviciado en condiciones tan excepcionales y que no pueden moverse de allí, haría falta autorizar al suplicante a llevar a cabo aquellos actos canónicos que a causa de la lejanía y la escasez de sujetos no pueden hacerse en Tucumán.

En audiencia tenida con Su Santidad por el infrascrito Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares el 22 de febrero de 1886, Su Santidad, teniendo en cuenta lo expuesto por el citado P. Vicario General de la Orden mencionada, benignamente le concedió las facultades necesarias y oportunas para que pueda proceder de la manera que mejor crea en el Señor para ello. Así mismo le concede la sanatoria sobre los que haga falta. Se impone la obligación de notificar este indulto antes de la profesión a los actuales novicios, para que quieran aceptarlo. Esta declaración se conservará cuidadosamente en el Archivo de la Orden, u deben anotarla los novicios en los libros de las profesiones. No obstante cualquier cosa en contra. Roma, J. Card. Ferrieri Pref.

En agosto de 1886 el P. Fermín Molina es nombrado Rector de Tucumán[Notas 434]. Pero la adscripción de la fundación de Tucumán a la provincia Romana era sólo una medida provisional. El P. General desea que la casa pase a la Vicaría General española, sobre todo a partir del momento en que se llevan a cabo las primeras fundaciones en Chile, en febrero de 1886. Y en ese sentido escribe al P. Manuel Pérez, Vicario General de España. El P. Manuel Pérez, que recuerda sin duda aún los conflictos habidos antes con el P. Cabeza, y posiblemente no se fía mucho del P. Molina, le responde[Notas 435]:

Con respecto al asunto de Tucumán, haré lo que pueda para secundar las indicaciones de V.P. Rvma., pero por ahora no me atrevo a tomar ningún compromiso yo solo, en primer lugar, porque está próximo el final de mi mandato, la celebración del Capítulo General (en enero) y la elección del nuevo Vicario General. Yo propondré este asunto al Capítulo General, y no creo que haya dificultades. Además, por ahora no puedo asumir la obligación de enviar gente a Tucumán, dada la escasez de ingresos en estos años pasados y nuestro desarrollo en la península. Hace dos años envié 11 religiosos a Chile, a la diócesis de Concepción; unos están en Concepción, en el seminario diocesano, y los demás en Yumbel. Para favorecer esta expansión nuestra he abierto en Irache (Navarra) un Noviciado Generalicio diferente del de las Provincias; pero antes que estos jóvenes estén formados, poco podremos hacer en el extranjero. Yo siembro; otros podrán hacer. Esperemos que el Capítulo General admita la casa de Tucumán, y que con el tiempo se le pueda ayudar con personal. Con aquel personal que comenzó con la apostasía no espero nada de bueno.

El P. Ricci insiste con respecto a Tucumán, así que el P. Pérez le vuelve a escribir[Notas 436]:

Lamento mucho no poder satisfacer de momento los deseos de V.P. Rvma., porque también nosotros tenemos gran escasez de personal y el personal que hay está comprometido durante el curso comenzado. Escribiré inmediatamente al Sr. Méndez de Tucumán, rogándole que espere un poco, porque también a nosotros esto nos ha cogido de improviso, y personas para países tan lejanos, teniendo que atravesar el mar, no se improvisan fácilmente. Espero que este señor tenga alguna consideración ante estas razones y espere un poco. Por lo demás, yo haré lo que pueda.

La Vicaría General de España acoge, efectivamente, la fundación de Tucumán, como informa el P. Manuel Pérez, reelegido Vicario General, al P. Ricci[Notas 437]:

Puedo decir a V.P. Rvma. Que esta Congregación y Vicariato de Espala acoge la casa y los religiosos de Tucumán como agregados a España, y enviará allí individuos. Pero, como decía V.P. Rvma. otra vez, hay que andar despacio, despacio, y poco a la vez: durante este curso escolar todos los sujetos están ocupados. Hará falta que allí esperen un poco. Una vez terminado el curso, hacia el mes de octubre enviaré un padre como rector y otros dos sacerdotes maestros, si ellos me envían lo necesario para el viaje. Uno de estos días, terminado el Capítulo, escribiré al Sr. Méndez y al P. Molina. Ahora tengo otro compromiso ineludible de dos fundaciones en Ecuador, y no sé qué hacer.

Y, efectivamente, en septiembre de 1888 partieron de Barcelona hacia Tucumán el nombrado P. Rector, Pedro José Díaz, con dos sacerdotes (Manuel Sánchez Iglesias y Francisco Sánchez Taboada, y un hermano[Notas 438]. El P. Pedro Díaz se dio cuenta de que las cosas no eran como las había contado por correo el P. Molina. No pudo conseguir que los fundadores hermanos accedieran a firmar un contrato en regla, así que pocos meses después declaró nula la fundación, tomó a sus compañeros y volvió a España. No sin antes entablar una dura polémica con el P. Molina, los hermanos Méndez y sus partidarios, acudiendo incluso a la prensa[Notas 439]. No nos vamos a detener en ello. Sí señalaremos, en cambio, la opinión comunicada por el P. Vicario General Manuel Pérez, que los había enviado, y que escribe al P. General[Notas 440]:

Las noticias que recibo de los PP. que he enviado a Tucumán no son nada gratas. El nuevo Rector no se atreve a tomar posesión, por la responsabilidad de un negocio que no tiene ningún fundamento. No hay ni bases ni acuerdos escritos de fundación; apenas hay nada construido. Los cuatro se han tenido que alojar en las llamadas escuelas, que no tienen nada de escuelas. Todo está a la merced del Sr. Méndez, que puede mandarlos fuera cuando se le pase por la cabeza, como ya hizo con otra congregación religiosa. Están desanimados. Cuando llegaron, el Sr. Méndez se fue a Buenos Aires, y también el P. Molina, sin decirles qué tenían que hacer. Yo creo que aquello se tiene que arreglar mediante acuerdos escritos que nos garanticen estabilidad e independencia. En este sentido mando al nuevo Rector facultades de Delegado para concertar de un modo estable y decoroso con el Sr. Méndez la así llamada fundación de Tucumán, y si no puede conseguirlo, para concertar otra más ventajosa, a la que han sido llamados. Que el Señor encamine todo como más convenga.

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El P. Manuel Pérez nació en Madrid en 1830, y falleció en Sevilla en 1894. Ingresó en las Escuelas Pías en 1845. En Getafe fue nombrado Maestro de juniores y de novicios. Fue luego nombrado rector de Sanlúcar (1872-75) y de San Antón de Madrid (1875-1881). En 1882 fue nombrado Asistente General en España, cargo que desempeñó hasta 1885, aunque en 1884 había sido destinado a Roma con el nombramiento de Procurador General de España. Vuelto a Madrid, el P. Martra le nombra Vicario General el 4-4-1885 al renunciar al cargo por enfermedad. El Capítulo General de 1888 le elige Vicario nuevamente, pero muere seis meses antes de la celebración del nuevo Capítulo. Fue el creador de los Escolapios Generalicios, para atender a las fundaciones en América del Sur, que él promovió con interés. En su tiempo se hicieron las primeras fundaciones en Chile y las primeras estables en Argentina. Su visión y su espíritu sembraron una fuerte dosis de ideales entre los escolapios españoles.

Cuando ya todo ha terminado, el P. Pérez vuelve a informar al P. Ricci[Notas 441]:

De los mismos documentos que me han enviado el P. Molina y el Sr. Méndez emerge que la conducta del P. Díaz ha sido correcta: esta es la opinión de mis Asistentes.

Justamente porque el P. Díaz veía el mal estado de las cosas resistió desde el 3 de noviembre de 1888 hasta el 1 de enero de 1889 a tomar posesión del rectorado nominal, porque sólo había un pequeño edificio sin habitaciones para los religiosos. Después de tomar posesión, viendo que uno y otro se resistían a transmitir la cesión de los terrenos tanto de la escuela (por parte del Sr. Méndez) como de la iglesia (el P. Molina), que de uno y otro estaban abandonados. Puesto que el Sr. Méndez se negó a dar nada y se fue a Buenos Aires, y el P. Molina vivía más con los suyos que en nuestra casa, y que la ecónoma y proveedora de todo era una llamada prima suya, a la que acudía para todo, comprendió que aquello no podía funcionar, y no pudiendo continuar allí, decidió volverse. Entonces se desencadenaron contra todos estos religiosos (los cuatro que yo envié y los cuatro que estaban allí) las iras del P. Molina. Este Padre se fue de la comunidad ya no volvió más; soliviantó los ánimos de todos contra los nuestros. El mismo demandó ante los tribunales al P. Díaz por el terreno de la iglesia, que no había cedido; indujo también al constructor, que demandó al P. Díaz por lo construido antes de tomar posesión del rectorado. Todavía estamos en lides ante los tribunales llevados por el P. Molina, y no sabemos cómo terminaremos.

El P. Pérez suspendió a divinis al P. Molina por haber abandonado la comunidad; el P. Ricci suavizó la cosa y facilitó su secularización, pasando como sacerdote a la misma diócesis de Tucumán. Cuando los otros padres regresaban a España desde Tucumán, pasaron a hacer una visita de cortesía al arzobispo de Buenos Aires Federico Aneiros, quien les puso en contacto con un sacerdote de la ciudad, José Apolinario de las Casas, que quería abrir una escuela católica en su parroquia. Los escolapios hablaron con él, y le dijeron que hablarían con su superior, el P. Manuel Pérez. Quien, efectivamente, estaba interesado en establecer una fundación en Buenos Aires, como ya había establecido otras en Chile, y envió un equipo de cuatro escolapios a la capital argentina en 1891. Y esta vez la fundación sí salió adelante con todas las bendiciones. En 1893 el obispo de Córdoba, Reginaldo Toro, ofreció un colegio a los escolapios, que lo aceptaron, y de este modo pusieron sólidamente los pies en Argentina.

Digamos también unas palabras sobre las fundaciones de Chile. D. Domingo Benigno Cruz, Vicario Capitular de la diócesis de Concepción (1883-1886; la dirigía a falta de un obispo titular) deseaba tener religiosos en la diócesis que se dedicaran a la educación de los niños. Un amigo suyo recomendó los escolapios, y lo puso en contacto con el Vicario General de España, P. Manuel Pérez, que estaba deseoso de extender la Orden en América del Sur, y accedió a enviar religiosos a Chile, como hemos leído más arriba en una carta suya.

El 2 de enero de 1886 salieron de Burdeos 6 escolapios en dirección a Chile: tres de Cataluña (el P. Félix Sors, nombrado Vicario Provincial, y los PP. Esteban Terradas y Leandro Cuixart), y otros tres de Aragón (el P. Mariano Guiu, nombrado Rector, y los PP. Domingo Urdániz y Dionisio Fierro). El barco llegó al puerto de Talcahuano, muy cerca de Concepción, en el sur del país, el 8 de febrero de 1886. Los catalanes fueron a una parroquia rural con escuela, Yumbel, mientras los aragoneses se quedaban a trabajar en el colegio-seminario de Concepción. La idea era fundar su propio colegio en cuanto pudieran. El P. Pérez siguió enviando nuevos grupos de escolapios a Chile, de modo que en 1887 eran 11, y en 1888, 16. Pero surgieron dificultades en aquellos primeros lugares, y los escolapios siguieron adelante con su proyecto de tener colegio propio. En 1888 aceptaron otro colegio diocesano en Copiapó, al norte del país. Y en 1890 inauguraron un gran colegio en Concepción, abandonando las otras dos casas.

En tiempos del P. Mistrangelo se producen algunos cambios durante estos años en la Viceprovincia de Argentina y Chile. En primer lugar, se abandonó el colegio de Copiapó en Chile, que se había fundado en 1888. Se trataba en realidad de un colegio diocesano que se había confiado a los escolapios, y que nunca tuvo muchos alumnos. Al terminar el curso de 1901 los superiores decidieron abandonarlo. Se aducía la escasez de alumnos, las dificultades económicas, la necesidad de los religiosos en otra fundación (Pontevedra, en Argentina). La población, que les había acogido y tratado con mucho cariño, lamentaba mucho su marcha. Pero el Obispo de la Serena encontró rápidamente otra congregación religiosa que se hizo cargo de los edificios abandonados por los escolapios: los religiosos del Verbo Divino, de origen holandés-alemán. El 19 de enero de 1902 los últimos escolapios abandonaron definitivamente la ciudad.

El colegio de Pontevedra, pequeño pueblo a 50 km. de Buenos Aires, se fundó efectivamente en 1902. Un sacerdote, D. Natalio Márquez, había dejado sus propiedades a la diócesis solicitando que con ellas se estableciera un colegio dirigido por religiosos en su pueblo. Era un colegio pequeño, de carácter agrario. El primer año tenía 8 alumnos internos y 50 externos. Nunca llegaron a los 200, hasta que en 1973 se cerró definitivamente.

Una fundación más efímera aún fue la del colegio de San Juan Evangelista. Se trataba de un complejo perteneciente a la diócesis de Santiago de Chile, en el que además de la parroquia había una gran vivienda o convento para sacerdotes jubilados. Los escolapios establecieron un contrato con el obispo por el cual ellos se hacían cargo del cuidado de los sacerdotes mayores, a cambio de ocuparse de la parroquia y de la posibilidad de abrir una escuela en el convento. Era un plan complicado, que no agradó a los sacerdotes diocesanos. Comenzó el curso con unos 150 niños. En 1905 el nuevo Superior General, Adolfo Brattina, visitó la casa, y no le gustó lo que vio, por lo que fácilmente se puso de acuerdo con el Arzobispo para retirar de allí a los escolapios en 1906. El Arzobispo de Santiago, Mons. Mariano Casanova, es quien pide que los escolapios desalojen el local[Notas 442]:

Para tranquilidad de mi conciencia de Obispo, vengo a hacer a V.R. una indicación que espero será aceptada bondadosamente.

Desde que la casa de San Juan Evangelista, sea, del Clero, fue confiada a la administración de los Padres Escolapios, se han presentado dificultades que prueban que no fue acertado el arreglo que se hizo con el R.P. Provincial. El Clero de mi diócesis se ha sentido como privado de un Asilo que le pertenece y ha mirado con tan malos ojos el convenio, que no se presta a aceptar hospedaje. En el tiempo transcurrido sólo dos eclesiásticos se han acercado a la casa, uno que murió y otro un venerable anciano, antiguo cura, que solo se resignó a estar dos días, y salió descontento. Como es natural, sesto no hace simpatía a favor de los Escolapios y aumenta el disgusto de los que se creen con derecho para gozar de aquel Asilo.

Además, por razones que V.R. conoce, se ha minorado en mi ánimo el aprecio y confianza que sentía por los religiosos a quienes confié la administración de la casa, y aun cuando V.R. piense mejorar el personal, yo creo que las cosas seguirían en el mismo estado, pues lo exige la naturaleza del arreglo, esto es, los clérigos exigiendo en derecho un mejor servicio y los religiosos atendiendo a lo que prescriben sus reglas. Diviso, pues, un porvenir odioso, y es mejor precaver y evitar a tiempo las consecuencias, que podrían ser fatales.

Ruego, pues, a V.R. se sirva declarar sin efecto el arreglo hecho con el R.P. Provincial, aprobando desde luego por mi parte la mejor manera de proceder que deje a salvo la honorabilidad de la congregación. Ante el público podría aparecer como simple medida de gobierno con ocasión de la visita de V.R. Con todo respeto…

El P. Brattina, a quien no gustaba la fundación, acepta encantado[Notas 443]:

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El P. Adolfo Brattina nació en Peschiera (Véneto) el 7 de noviembre de 1852. Se formó en el seminario de Verona; fue ordenado sacerdote en 1875. En diciembre de 1977 fue admitido al noviciado escolapio, que hizo en la casa de San Pantaleo. Profesó de solemnes en 1883, estando en el colegio Nazareno, donde durante muchos años dio clases de ciencias, y dirigió el Museo Mineralógico del colegio. En 1891 fue enviado a Toscana e incardinado en esa provincia. Fue enviado al colegio internado de la Abadía Fiesolana, junto a Florencia, donde fue nombrado rector en 1896. Al frente del colegio hizo una excelente labor de remozamiento y creó un magnífico Gabinete de Física. El P. Mistrangelo, arzobispo de Florencia y General de la Orden en 1900, apreciaba sus cualidades intelectuales y organizativas, y lo nombró su Asistente General, y en 1904 lo nombró General de toda la Orden, hasta el siguiente Capítulo General que tuvo lugar en 1906.

Antes de marchar me haré deber de saludarle y recomendarle a S.S. Ilma. y Rvma. mis carísimos hijos en el Señor los PP. que dirigen los Talleres de Huérfanos de Santiago. En cuanto a S. Juan Evangelista acepto con la más profunda gratitud cuanto me comunica en la última epístola dirigida a Concepción; con tal motivo he telegrafiado al P. Vicario Provincial para que venga inmediatamente y, una vez aquí, le encargaré distribuir las obediencias a los religiosos de S. Juan Evangelista para destinarlos a aquellos puntos que mayormente y con justicia reclamen una ayuda hasta ahora inesperada por el mal que hoy aqueja a todas las congregaciones a causa de la escasez de vocaciones.

Con la más profunda consideración…

Por su parte, el Arzobispo escribe al P. Mistrangelo alabando la decisión[Notas 444]:

Rvmo. Monseñor y respetado Hermano. Conocedor del paternal amor que V.E.R. tiene por las Escuelas Pías, de que fue dignísimo Superior, me es grato anunciarle que ha sido utilísima la venida a esta república del Rvmo. Padre Adolfo Brattina, ya que nos separa tan larga distancia. El Rvdo. Padre ha visitado las casas e introducido convenientes reformas en su régimen, especialmente en la de Huérfanos que presta tantos servicios.

A petición mía convino en retirar los religiosos de la casa del clero llamada San Juan Evangelista, asilo del clero anciano, donde han estado los religiosos por un año. Este arreglo se hizo muy a la ligera con el R. P. Provincial, y pronto se vio que no era conveniente y no correspondía a los altos fines de la Congregación. Quedo reconocido a esta prudente resolución que va a evitar muchos desagrados y cuestiones.

Ojalá se repitieran las visitas a estos lejanos mundos de hombres tan prudentes, discretos e ilustrados como el R. P. Brattina.

Curiosamente, el Colegio Hispano Americano de Santiago se edificó luego en el terreno parroquial de S. Juan Evangelista. Más curioso aún, en 2015 el Arzobispo de Santiago ha vuelto a confiar la parroquia y sus dependencias a los PP. Escolapios de Chile.

Más solidez tuvo en cambio la segunda fundación escolapia en Córdoba (Argentina): el colegio Escuelas Pías. Los escolapios del Colegio Santo Tomás de Córdoba empezaron a atender unas escuelas nuevas que se abrieron en el curso 1903 en lo que sería luego colegio Escuelas Pías, distante dos kilómetros y medio del de Santo Tomás. El 3 de enero de 1904 se colocó la primera piedra del nuevo edificio. De este modo se consolidaba la presencia escolapia en Córdoba y en Argentina.

Desde que los escolapios llegaron a Chile intentaron poner los pies en la capital, Santiago. En julio de 1887 comisionaron al P. Terradas para que fuera a intentar una fundación allí. Sin embargo, no lograron nada durante los primeros años. Se iba haciendo cada vez más necesaria la fundación en Santiago, a causa de los frecuentes viajes a la capital, en los desplazamientos entre Concepción y Copiapó, y hacia Argentina atravesando los Andes. Al fin se presentó la oportunidad en 1896, cuando la Junta de Beneficencia de Santiago ofreció a los escolapios hacerse cargo de la formación de los niños de un orfanato, denominado Talleres Providencia. Ninguna de estas fundaciones quedó en manos de los escolapios a largo plazo, pero sirvieron para que, poco a poco, los escolapios arraigaran en Chile hasta el día de hoy.

Con las casas de Chile y Argentina se constituyó en 1893 la Viceprovincia Argentino-Chilena dependiente de la Vicaría General española, que en 1897, con la supresión de la Generalidad española, se convirtió en Viceprovincia dependiente de la Provincia de Aragón.

Notas

  1. RG 245 a, 1. Fecha: 16 noviembre 1877.
  2. RG 245 a, 7.
  3. RG 245 a, 40.
  4. RR 7.
  5. RR 7.
  6. RR 7.
  7. DG 7 A, 289.
  8. DG 7 A, 232.
  9. RG 245 f 3, 193.
  10. DG 7 A, 259.
  11. RG 24, 16.
  12. RG 249 l 6, 6.
  13. Fue Provincial de la Romana de 1884 a 1886.
  14. RG 247 a, 18.
  15. RG 247 f 1, 55.
  16. RG 247 f 1, 56.
  17. RG 247 f 2, 1.
  18. RG 247 f 2, 3.
  19. RG 249 l 6, 19.20.
  20. RG 247 f 2, 6.
  21. RG 247 f 2, 7.8.
  22. RG 24, 27.
  23. Se refiere, obviamente, a San Pantaleo.
  24. RG 58 A, 1.
  25. RG 24, 32.
  26. RG 24, 35.
  27. RG 249 l 13, 25.
  28. RG 249 l 13, 36. 9 mayo 1891. También: RG 249 l 13, 90: La nueva casa no carecerá de nada para formar escolapios, incluso tendrá escuelas, noviciado, juniorato, habitaciones para los padres mayores, y todo ordenando, en fin, para poder vigilar a los juniores, a los novicios, y ejercitarlos para estar con los jóvenes, para darles formación religiosa, etc., y todo ello servirá para ver si son aptos para la enseñanza, y para educar escolapiamente a la juventud. Hasta ahora nuestros jóvenes estudiaban y aprendían ni más ni menos que los seglares que van a las escuelas públicas, pero luego no los poníamos a prueba para ver si tenían aptitud para la enseñanza, como requiere nuestra Orden; si sabían atraerse a los jóvenes, si sabían poner orden en las clases, etc. Al escolapio no le basta con saber, necesita saber enseñar y saber mantener la disciplina.
  29. RG 249 l 13, 41.
  30. RG 249 l 13, 67. El P. General de las Escuelas Pías proyectaría, en unión con los Superiores de las Órdenes Enseñantes, abrir en el próximo octubre la enseñanza de los cursos 1º y 2º normales para la patente del grado inferior, con la intención de abrir la enseñanza del 3er curso en octubre de 1892, completando así el programa de las escuelas normales. El local y el equipo escolares serían ofrecidos por los escolapios, de modo que el gasto se limitaría al pago de los profesores. Cada Orden contribuiría al mantenimiento de esta escuela bien ofreciendo un profesor, o pagando una cantidad en proporción con el número de jóvenes que el Superior de la Orden enviase; podrían aceptarse también seglares, pagando una cantidad mensual. Los peligros a que son expuestos los religiosos jóvenes que frecuentan las escuelas laicas son evidentes, no hace falta que los señalemos. Del mismo modo que son evidentes las ventajas que se derivarían de esta escuela abierta de común acuerdo con los Superiores de las distintas congregaciones dedicadas a la enseñanza.
  31. RG 249 l 13, 164. 1 octubre 1890.
  32. RLS 300.
  33. RG 249 l 5, 42. 4 abril 1892.
  34. RG 24, 41.
  35. RG 249 l 13, 4 (13 marzo 1990). 6. 36. 38. 40. 43. 68. 84. 91. 101. 103. 104. 154.
  36. RG 249 l 5, 15 (5 marzo 1890).
  37. RG 250 e 3, 4. 3 febrero 1904.
  38. RG 250 e 1, 9. 17 enero 1901.
  39. RG 250 e 4, 10. 27 diciembre 1904.
  40. RG 249 d 4, 17. 26 junio 1900.
  41. RG 250 e 4, 3. 5 noviembre 1904.
  42. RG 250 e 4, 4. 9 noviembre 1904.
  43. RG 250 e 4, 6. 11 noviembre 1904.
  44. RG 250 j 1, 36. 17 noviembre 1904.
  45. RG 21 pág. 63-64. 2 diciembre 1904.
  46. RG 21 pág. 66-67. 3 diciembre 1904.
  47. RG 250 j 1, 29. 17 diciembre 1904.
  48. RG 250 e 4, 8. 17 noviembre 1904.
  49. RG 250 j 1, 52. 23 diciembre 1904.
  50. RG 250 e 4, 11. 24 diciembre 1904.
  51. RG 250 e 4, 12. 25 diciembre 1904.
  52. RG 250 e 4, 10. 27 diciembre 1904.
  53. José de Calasanz Vives y Tutó (1854-1913). Estudió en los escolapios de Mataró, se hizo capuchino. Cardenal en 1899, confesor de Pío X. Prefecto de la S. Cong. de Obispos y Religiosos en 1908.
  54. RG 250 e 4, 16. 5 enero 1905.
  55. RG 21 pág. 75. 4 febrero 1905.
  56. RG 250 e 4, 29. 3 febrero 1905.
  57. Giovaani Giolitti (1842-1928) era Presidente del Gobierno italiano en aquella época.
  58. RG 21 pág. 77. 18 febrero 1905.
  59. RG 250 h 2, 9. 25 febrero 1905.
  60. RG 250 h 2, 10. 10 marzo 1905.
  61. RG 250 j 2, 7. 15 marzo 1905.
  62. RG 250 e 4, 33. 16 marzo 1905.
  63. RG 250 e 4, 35. 17 marzo 1905.
  64. RG 250 e 4, 36. 30 marzo 1905.
  65. RG 250 j 2, 5. 15 junio 1905.
  66. RG 21, pág. 93. 18 julio 1905.
  67. RG 21, pág. 98. 23 septiembre 1905
  68. RG 250 a 5, 20. 24 septiembre 1905.
  69. RG 250 e 4, 46. 4 octubre 1905.
  70. RG 250 e 4, 48. 6 octubre 1905.
  71. RG 250 e 4, 49. 21 octubre 1905.
  72. RG 250 e 4, 55. 21 enero 1906.
  73. Es en un pasaje del Orlando furioso de Ludovico Ariosto, poeta renacentista italiano del siglo XVI y gran conocedor de la literatura clásica, donde encontramos la primera versión del proverbio en lengua vernácula (40, 1, 5 ss): “Llevar, como se dice, vasos a Samos, lechuzas a Atenas y cocodrilos a Egipto”.
  74. Provincial romano 1904-06; 1908-09.
  75. RG 250 e 4, 58. 8 febrero 1906.
  76. RG 250 j 2, 34. 1 julio 1906.
  77. RG 250 2 4, 68. 25 agosto 1906.
  78. RR 7.
  79. El P. General escribe una letra a los religiosos de Alatri; el P. Rector Angelo Tedeschini le comenta el 25 de noviembre de 1870 que la ha leído en comunidad (RG 243 B g, 86). El resumen de la carta, en palabras del P. Casanovas es: Obligados por las circunstancias a cambiar de sistema de enseñanza, el P. General recomienda a la comunidad que, dispuestos a todo para salvar las Escuelas Pías, propongan ellos mismos la combinación de maestros de primaria, gimnasio y liceo de la manera más adecuada a las necesidades del momento e instrucción de los alumnos, con las menores molestias posibles para los religiosos; y si no quieren hacer ninguna propuesta, que se la pidan al P. General.
  80. RG 244 d 1, 22.
  81. RG 244 d 2, 4.
  82. RG 244 d 2, 5
  83. RG 244 d 3, 108.
  84. RG 249 l 1, 11. 14 (29 diciembre 1997).
  85. RG 249 l 10, 5 (21 abril 1886). 8 (20.11.84)
  86. RG 249 l 13, 71. 73. 75. 95. 107. 152 (1891).
  87. RG 250 d 2, 31. 3 octubre 1902.
  88. RG 250 d 3, 10. 16 octubre 1903. Un libelo anónimo (obra, al parecer, de dos sacerdotes seglares, les acusa de no educar ni en piedad ni en letras, de tener abandonados a alumnos internos y externos, y pide que envíen personal nuevo a Alatri.
  89. RG 250 a 3, 81. 2o septiembre 1903.
  90. RG 250 a 4, 6. 15 febrero 1904.
  91. RG 250 a 4, 9. 3 marzo 1904.
  92. RG 250 a 4, 18. 25 julio 1904.
  93. RG 21, pág. 63-64.
  94. RG 250 j 1, 30. 25 diciembre 1904.
  95. RG 250 j 1, 31. 26 diciembre 1904.
  96. RG 250 j 1, 48 (17 diciembre); 49 (22 diciembre); 50 (24 diciembre); 26 diciembre 1904 51 (28 diciembre).
  97. RG 250 e 4, 38. 4 enero 1905.
  98. RG 250 j 2, 11(18 marzo 1905); 10 (24 marzo 1905).
  99. RG 243 B j, 55.
  100. RG 249 l 8, 11. 11 julio 1888.
  101. RG 249 l 8, 46. 21 julio 1888.
  102. RG 249 l 8, 15. 23 julio 1888).
  103. RG 249 l 8, 2. 3 agosto 1888.
  104. RG 249 l 8, 6.9.20.23.
  105. RG 249 l 8, 13. (15 octubre 1888).
  106. RG 249 l 7, 8.9.
  107. RG 249 l 12, 30.
  108. RG 241 A 2 b, 67.
  109. Arch. Prov. Liguria, 13.
  110. RG 241 A 2 a, 3.
  111. RG 244 c 2, 2.
  112. RG 244 c 2, 44. Fecha: 4 agosto 1876.
  113. RG 245 d 1, 13 (fecha: 22 julio 1879).
  114. RG 248 a 2, 1. 20 enero 1890.
  115. RG 248 a 1, 31. 1 julio 1889.
  116. RLS 330, 57. 20 diciembre 1889.
  117. RLS 369 6, 3. 2 octubre 1889.
  118. RG 248 a 1, 44. 8 mayo 1889.
  119. RLS 369 6, 7. 25 enero 1890.
  120. RG 248 a 2, 29. 9 junio 1890.
  121. RG 249 a 4, 46. 47. 60 (8 febrero 1890).
  122. RG 249 a 4, 75. 7 abril 1891.
  123. RG 249 a 4, 74. 26.9.91.
  124. “El asunto de una compra es serio; pongan su nombre 3 o 4 religiosos para el contrato. Seguros, sin padres vivos ni parientes próximos. Ni el Provincial, ni los de la Congregación: cuestión de moralidad. En la subasta que no se vea nuestro hábito, que haría aparecer una camorra de especuladores que alzarían el precio. Que vaya algún amigo práctico y de confianza, o su abogado, que declare allí que adquiere por persona que se nombrará. Incluso no estaría mal que fueran dos concurrentes de parte nuestra, como si fueran adversarios, pero puestos de acuerdo antes, como yo mandé hacer para la subasta del noviciado de Florencia. Así, después de un pequeño aumento, uno se declara vencido, y el truco funciona. A quien va de nuestra parte se le indique un límite hasta el que puede llegar al ofrecer dinero. Y recuerden que en estos negocios se ahorra más alejando a los concurrentes con alguna propina, me refiero a los concurrentes deshonestos. Aunque se trate de tratos privados (y sería mejor), no se aparten de las indicaciones dadas” RLS 56"icci les da unas reocmendaciones para proceder de manera ventajosa en ella. icado mantener los colegios con maestros seglares,
  125. RG 249 j, 51. 53. 54. 14 mayo 1895.
  126. RG 249 a 4, 91. 10 mayo 1892. A esta villa se trasladaría el colegio en 1905.
  127. RG 248 a 4, 15. 12 junio 1892. 24. 25 junio 1892.
  128. RG 249 a 4, 58. 22 julio 1889.
  129. RG 248 a 4, 1. 28 mayo 1892.
  130. RG 249 a 4, 88. 6 septiembre 1892.
  131. RG 249 a 4, 106. 29 marzo 1893. RG 249 j , 50. 7 abril 1893.
  132. RG 247 d 3, 13. 2 julio 1887.
  133. RG 248 a 1, 6. 27 octubre 1889.
  134. El P. Giuseppe Mallarini había fallecido el 9 de julio de 1889.
  135. Tob 12, 7.
  136. RG 248 a 1, 27. 24 octubre 1889.
  137. RG 247 e 2, 60.
  138. RP 6, 69.
  139. RG 250 a 1, 34. 9 septiembre 1901.
  140. RG 250 a 1, 35. 23 septiembre 1901.
  141. RG 250 a 1, 20. 14 octubre 1901.
  142. El P. Benedetto Pescetto (1857-1905) falleció enfermo de diabetes, se le gangrenó un pie. Había enseñado en Carcare (1877-1897) y Cornigliano (1897-1898). Fue enviado como rector a Ovada (1898-1901) Pasó luego a Savona, también como rector (1901-1904); en 1904 fue enviado a la Badía Fiesolana (sustituyendo al P. Adolfo Brattina, nombrado General), y allí falleció.
  143. RG 250 a 1, 41. 15 octubre 2001.
  144. RG 250 a 1, 42. 21 octubre 1901.
  145. RG 250 a 2, 43. 27 julio 1902.
  146. RG 250 a 1, 10. 16 mayo 1901.
  147. RG 250 a 1, 11. 25 mayo 1901.
  148. RG 250 a 2, 29. 5 mayo 1902.
  149. RG 250 a 5, 13. 18 enero 1905. El P. Tenti fue Provincial de Liguria de 1904 a1911.
  150. RG 247 c 1, 21. 24 agosto 1885.
  151. RP 9 B, “Oristano”, 1.
  152. RP 9 B, “Oristano”, 3.
  153. RP 9 B, “Oristano”, 4. 19 noviembre 1900.
  154. RP 9 B, “Oristano”, 5. 3 diciembre 1900.
  155. Escolapio sardo, que tenía medios económicos y le había prometido ayuda. Contaba mucho con él para comprar el convento abandonado y restaurarlo.
  156. RG 250 a 1, 9. 24 mayo 1901.
  157. RG 250 a 1, 28.
  158. RG 250 a 3, 39. 14 mayo 1903.
  159. RG 250 a 3, 105. 4 noviembre 1903.
  160. RG 245 c 2, 69. Fecha: 21 de enero, 1880.
  161. RG 247 d 2, 34. Fecha: 25 de enero de 1886.
  162. Mt 6, 33: Buscad primero el Reino de Dios y su justicia.
  163. RG 247 d 2, 40. Fecha: 31 enero, 1886.
  164. RG 250 a 3, 34. 4 mayo 1903.
  165. RG 250 a 3, 65. 10 agosto 1903. RG 250 a 3, 69. 4 septiembre 1903. RG 250 a 3, 72. 7 septiembre 1903.
  166. RG 250 a 4, 24. 4 julio 1904.
  167. RG 250 a 4, 26. 20 julio 1904.
  168. RR 7.
  169. RG 241 A, 3 b, 55.
  170. RG 246 b 1, 5.
  171. RG 245 b 3, 17.
  172. RG 249 l 9, 1. 17 octubre 1884.
  173. RG 248 c 1, 7. 8 junio 1889.
  174. RG 249 c 4, 38. 8 septiembre 1891.
  175. RG 248 c 4, 14. 15 julio 1892.
  176. RG 244 e 1, 26. Fecha: 31 de agosto de 1875.
  177. RG 244 e 1, 27. Fecha: 31 agosto 1875.
  178. RG 244 e 2, 15. Fecha: 24 de marzo 1876.
  179. El P. Nisio fue Obispo de Ariano desde el 17 de septiembre de 1875 hasta el 26 de junio de 1976. Ese día fue nombrado su sucesor, Mons. Francesco Trotta.
  180. RG 244 e 3, 9. Fecha: 19 de marzo de 1877.
  181. RG 244 e 3, 14.
  182. RG 245 b 3, 4.
  183. RG 245 b 3, 13.
  184. RG 250 c 1, 14. 19 abril 1901.
  185. RG 250 d 1, 47. 25 septiembre 1901.
  186. Falleció en 1911.
  187. RG 250 c 3, 23. 31 agosto 1903.
  188. Para un conocimiento detallado del paso de los Escolapios por P ompeya (o Pompei, en italiano), cf. VILÁ Claudio, “Bartolo Longo y los escolapios en Pompei”, Analecta Calasanctiana XXIV (1982), pp. 491-582.
  189. RG 249 h, 9. 19 junio 1894.
  190. Sixto Buonaura, de la Provincia de Nápoles (1839-1911). Fue Asistente General (1898-1902).
  191. RLS 369 6, 32, 27 junio 1894.
  192. RLS 369 6, 34. 19 octubre 1894.
  193. RLS 369 6, 45. 2 septeimbre 1896.
  194. RLS 369 6, 53. 4 noviembre 1897.
  195. RG 249 h, 10. Enero 1895.
  196. RG 24, 41.
  197. RG 249 c 2, 23. 9 abril 98.
  198. RG 24, 48, 20 octubre.1898.
  199. RLS 369 6, 48. 26 noviembre 1896.
  200. RP 17, 250.
  201. RG 248 c 2, 3. 6 enero 1890.
  202. RG 248 c 1, 25. 16 diciembre 1889.
  203. RG 249 c 4, 39. 16 mayo 1991.
  204. RG 249 c 2, 18. 23 marzo 1898.
  205. RP 11 B. 24 abril 1896.
  206. RG 250 c 5, 2. 27 septiembre 1904.
  207. RG 250 c 1, 47. 28 diciembre 1901.
  208. Hemos comentado ya las dificultades a las que probablemente se refiere el P Vasca: la provincia corría el riesgo de desaparecer.
  209. RG 250 c 4, 3. 22 enero 1904; RG 250 c 4, 5. 31 enero 1904.
  210. RG 250 c 5, 5. 5 enero 1906.
  211. RG 250 c 5, 6. 15 enero 1906.
  212. RR 7.
  213. RG 244 b 4, 24.
  214. RG 244 c 4, 40 (Fecha: 2 octubre 1878)
  215. RG 247, e, 4, 80.
  216. El P. Ricci era superior de otra casa de Florencia, el Pellegrino, cuando en 1881 fue nombrado Asistente General del P. Casanovas, aunque siguió residiendo en Florencia. En 1884, al ser nombrado Vicario General, y especialmente en 1886, al ser nombrado Prepósito General, estableció su residencia en Roma, pero siguió visitando con cierta frecuencia Florencia.
  217. RG 247, e, 4, 81
  218. RG 247, e, 4, 7.
  219. Carta 4120, al P. Vicente Berro, el 31 de julio de 1643. El texto original dice: “Procuri però V. R. (se però da questi Padri non haverà ordine in contrario, e a quali può ancora scrivere in che stato ha trovato cotesti novitii, se non gli ne havesse scritto) che attendino prima a quello che più importa, cioè alla perfettione religiosa, nel che mi rimetto alla prudenza sua, avvertendo con la piacevolezza di rimetterli in osservanza e di fargli conoscere, che il primo fine del religioso doppo la gloria di Dio, è la propria salute e per secondo fine la salute del prossimo; e che bisogna prima raccorre come conca per ispargere poi ad altri come canale”.
  220. RG 247, e, 4, 7.
  221. Arch. Prov. Lig. 17. Fecha: 26 de julio de 1869.
  222. RG 242 B. b 53. Fecha: 18 octubre 1874.
  223. RG 246 e 1, 15.
  224. RG 246 e 1, 29.
  225. RG 248 b 3, 1.
  226. RG 248 b 3, 3.
  227. El P. Giovanni Gualberto Giannini, rector de Florencia, que luego trabajó muchos años en Pompei, e incluso fue nombrado Provincial de Nápoles.
  228. RG 248 b 3, 5.
  229. RG 249 b 3, 13. 3 diciembre 1899. 17: 28 noviembre 1899.
  230. RG 249 b 4, 15. 4 mayo 1900.
  231. RG 249 b 4, 16. 17. 15 mayo 1900.
  232. RG 250 b 3, 46. 31 octubre 1903.
  233. RG 249 b 4, 56. Florencia, 25 noviembre 1900. El primero en firmar es el Dr. Enrico Bianchi.
  234. RG 249 j 7. 11 junio 1893.
  235. Se refiere al P. Provincial Vittorio Banchi, que por sus servicios al frente del Instituto de Sordomudos de Siena había recibido el título honorífico de Caballero del Reino.
  236. Tommaso Pendola (1800-1883), escolapio de la provincia de Toscana, creador del Instituto de Sordomudos de Siena, Rector de la Universidad de esa ciudad.
  237. Everardo Luigi Micheli (1824-1881), escolapio de la provincia de Toscana, científico, pedagogo.
  238. Constantino Paoli (1785-1861), escolapio de la provincia de Toscana, matemático, pedagogo.
  239. RG 250 b 1, 10. 21 marzo 1901.
  240. RG 250 b 1, 24. 3 junio 1901.
  241. Giuseppe Toniolo (1845-1918), economista y sociólogo, fundador de las Semanas Sociales de los Católicos Italianos. Beatificado en 2012.
  242. RG 250 d 1, 58. 3 octubre 1901.
  243. RG 250 d 1, 57. 6 octubre 1901.
  244. RG 250 b 1, 55. 10 octubre 1901.
  245. RG 250 e 1, 38. 20 diciembre 1901.
  246. RG 250 b 2, 5. 1 febrero 1902.
  247. RG 250 b 2, 9. 7 febrero 1902.
  248. RG 250 b 2, 12. 10 febrero 1902.
  249. RG 250 b 2, 29. 8 septiembre 1902.
  250. RG 241 A 5, 5. Fecha: 6 febrero 1869.
  251. RG 241 B 13 ,48.
  252. RG 241 B 13, 48. Borrador, a continuación del anterior. Fecha: 6 marzo 1869.
  253. RG 241 A 5,8. Fecha: 13 marzo 1869.
  254. RG 241 A 5, 10. Fecha: 3 mayo 1869.
  255. RG 241 A 5, 4. Fecha: 25 abril 1869.
  256. En Italia, agencia estatal encargada de administrar los bienes públicas, transformada con el tiempo en Ministerio de Economía y Finanzas.
  257. RP 27 A, 157. Fecha: 1 noviembre 1869.
  258. RG 243 B c, 4. Fecha: 24 enero 1870.
  259. RG 243 B c, 5. Fecha: 18 enero 1870.
  260. RP 27 A, 155. Ofrecimos la lista al escribir la biografía del P. Casanovas. ASP …
  261. RG 36 1892.
  262. RG 248 f, 13. 17 junio 1892.
  263. RG 247 c 4, 7. 27 mayo 1888.
  264. RG 248 b 2, 68. 21 mayo 1890.
  265. RG 248 c 7, 4.
  266. RG 248 f 21.
  267. RG 249 j, 16. 13 junio 1891.
  268. Si se refiere al P. de Nápoles, se trata del P. Francesco Gisoldi. Por el tratamiento y el tema, más parece que se dirija al General Ricci.
  269. Dice lo de infeliz porque al morir dejó heredero a un sacerdote no escolapio, al que cita a continuación.
  270. RP 30 B, 237. Fecha: 8 marzo, 1872.
  271. En español en el original.
  272. RG 246 f 23-50. Fecha: 20 noviembre 1868.
  273. RG 246 f 23-73. Fecha: 24 diciembre 1868.
  274. RG 241 A 6, 10. Fecha: 10 julio 1869.
  275. RG 241 A, 6, 11. Fecha: 18 noviembre 1869.
  276. RG 241 A 6, 2.
  277. RG 242 B g, 1. Fecha: 8 de agosto de 1874.
  278. RG 244 g, 2.
  279. Idem, borrador. Fecha: 9 septiembre 1876.
  280. RG 244 g, 1. Fecha: 28 septiembre 1876.
  281. RG 247 c 1, 19. Fecha: 31 julio 1885.
  282. RG 36, 14 agosto 1885.
  283. RG 247 c 2, 5. 22 enero 1886. 4, 27 (8 marzo 1886).
  284. RG 247 c 4, 38. 7 abril 1886.
  285. RG 247 c 2, 3. 26 junio 1886.
  286. RG 247 e 2, 112. 3 agosto 1886.
  287. RG 247 e 2, 110. 22 agosto 1886.
  288. RG 247 c 4, 23. 24 agosto 1886.
  289. RG 247 c 1, 5. 2 agosto 1885.
  290. RG 247 c 3, 1. 24 septiembre 1887.
  291. RG 249 e, 9. 20 abril 1897.
  292. RG 247 a, 76. Probablemente es del año 1885.
  293. RG 247 c 1, 1. 11 octubre 1885.
  294. RG 247 h, 33. 14 mayo 1886.
  295. Referencia a la parábola del trigo y la cizaña, Mt 13, 30.
  296. RG 247 a, 66. 2 junio 1887. RG 247 f 3, 68. 15 septiembre 1887.
  297. RG 247 a, 64. 18 diciembre 1887.
  298. RG 248 e, 36. 25 julio 1894.
  299. RG 248 e, 6. 11 junio 1890.
  300. RG 248 e, 17. 19 agosto 1891.
  301. RG 249 e, 10. 16 noviembre 1897.
  302. Expresión clásica tomada de la Eneida de Virgilio: “rari nantes in gurgite vasto”: nadadores dispersos en medio del mar después de un naufragio.
  303. El P. Bernardo Salaris fue Vicario General a la muerte del P. Foci (1699-1700). Juan Diego Manconi fue �Vicario General a la muerte del P. José Oliva (1745-1748). Ignacio Satta, Vicario General al ser nombrado obispo Carlo M. Lenzi (1819-1820).
  304. Conti. 1600-1686. Provincial de Cerdeña de 1670 a 1674.
  305. RG 249 e, 14. RP 30 B, 238. 15 enero 1897 [1898]. Sin duda el P. Porqueddu cometió un error al escribir el año, pues tenemos varias cartas del P. Pes claramente fechadas en 1897. Esta carta la trascribe enteramente (con la fecha errada) Francesco COLLI VIGNARELLI en su obra Gli Scolopi in Sardegna. Gasperini, Sanluri, 1982. Obra sumamente interesante para conocer la historia de la provincia sarda.
  306. RG 249 e, 17. 25 enero 1898.
  307. RP 30 B, 239.
  308. RG 242 B g, 5. Fecha: 15 diciembre 1874.
  309. RG 243 B c, 1. Fecha: 15 mayor 1870.
  310. RG 244 d 2, 89 (borrador sin fecha).
  311. RG 248 d 1, 13. 28 marzo 1889.
  312. RG 248 d 1, 28. 8 abril 1889.
  313. RG 248 d 1, 14. 2 diciembre 1889.
  314. RR 7.
  315. RP 51 B, 367. Fecha: 27 diciembre 1868. La carta está escrita en latín.
  316. Fue Provincial de 1855 a 1875.
  317. RP 51 B, 368. Fecha: 10 abril 1869.
  318. RP 51 B, 369. Fecha: 26 octubre 1869.
  319. RP 51 B, 370. Fecha: 23 enero 1871.
  320. RP 51 B, 371. Fecha: 23 enero 1872.
  321. RP 51 B, 372. Fecha: 24 enero 1873.
  322. RP 51 B, 373. Fecha: 14 enero 1874.
  323. RP 51 B, 380. Fecha: 13 julio, 1877.
  324. RR 33.
  325. RP 51 B, 393. Fecha: 2 marzo 1830. Probablemente escribió la carta estando en Roma.
  326. RP 51 B, 394. Fecha: 5 marzo 1830.
  327. RP 51 B, 405. Fecha: 6 marzo 1885.
  328. RP 51 B, 422. 15 mayo de 1892.
  329. RP 51 B, 423. 3 junio 1892.
  330. RP 51 B, 424. 29 junio 1892.
  331. RP 51, 465. 6 enero 1903.
  332. RP 51, 470. 5 mayor 1904.
  333. RR 7.
  334. RR 32.
  335. Provincial de 1852 a 1870.
  336. RP 53 A 5, 26. Fecha: 23 diciembre 1868.
  337. RG 246 f 23-80. Sin fecha. (Principios 1869).
  338. RP 53 A 5, 27, Fecha: 27 marzo 1869.
  339. RP 53 A 5, 27, Fecha: 13 junio 1869.
  340. RP 53 A 5,29. Fecha: 28.11.69.
  341. RP 53 A 5, 32. Fecha: 4 junio 1872.
  342. RP 53 A 5, 33, Fecha: 4 junio 1872.
  343. RP 53 A 6, 1. Fecha: 17 junio 1877. También: RG 244 d 3, 7.
  344. RP 53 A 6, 2. Fecha: 7 julio 1877. También: RG 19, pág. 7.
  345. RP 53 9, 2. 13 junio 1900.
  346. RP 53 9, 5. 31 julio 1901.
  347. El P. Eugenio Salarrullana había ido a Viena durante el verano, a estudiar alemán como él.
  348. RG 21 pág. 20-21.
  349. RG 21 pág. 30-31.
  350. RP 53 9, 11. 24 abril 1904.
  351. RP 53 9, 31. 22 noviembre 1905.
  352. RP 7.
  353. RP 54 B 3, 8. Fecha: 29 septiembre 1869.
  354. Territorio de Polonia ocupado por Austria. Fue Provincia de 1797 hasta 1810.
  355. RP 54 B 3, 13. Fecha: 23 febrero 1874.
  356. RR 34.
  357. RP 54 B 5, 4. Fecha: 13 febrero 1880.
  358. RP 54 B 6, 4. Fecha: 18 enero 1885.
  359. RP 54 B 6, 5. Fecha: 25 marzo 1885.
  360. RP 54 B 6, 8. 7 septiembre 1885.
  361. RP 54 B 7, 19. 5 junio 1992.
  362. RP 54 B 7, 20. 2 julio 1892.
  363. RP 54 B 7, 22. 25 julio 1892.
  364. RP 54 B 9, 9. 25 junio 1898.
  365. RP 54 B 9, 14.
  366. RP 54 10, 16. 13 mayo 1904.
  367. Había sido Emperador y Rey de Hungría de 1790 a 1792.
  368. RP 54 10, 25. 18 mayo 1904.
  369. RP 54 11, 5. 16 agosto 1904.
  370. RP 54 11, 6. 18 agosto 1904
  371. RP 54 11, 7. 21 agosto 1904.
  372. RP 54 11, 12. 27 agosto 1904.
  373. 1843-1929; Asistente General 1904-1912; Maestro de novicios y de juniores. Experto en filología clásica y lengua húngara.
  374. RG 21, pág. 58. 4 noviembre 1904.
  375. RG 21, pág. 60. 12 noviembre 1904.
  376. RG 250 o, 3. 7 febrero 1905.
  377. RG 250 o, 2. 1 marzo 1905.
  378. RG 250 o, 5. 11 febrero 1905.
  379. RG 21, pág. 111. 12 enero 1906.
  380. RG 24 13, 8. 11 abril 1906.
  381. RG 21, pág. 132. 5 junio 1906.
  382. RP 54 11, 20. 13 junio 1906.
  383. RG 2, 418. 27 julio 1905.
  384. RG 2, 420. 3 julio 1906.
  385. RP 56 B 18, 17.
  386. RLS 330, 33.
  387. RP 57 A 2, 8. 2 junio 1888.
  388. RP 57 A 2, 13. 10 junio 1888.
  389. RP 57 A 2, 16. 7 julio 1888.
  390. RP 57 A 2, 41-44.
  391. RP 57 A 2, 24. 1888.
  392. RLS 330, 45. 1891.
  393. RLS 330, 50.
  394. RLS 330, 36. 2 diciembre 1891.
  395. RP 57 A 4, 26. 3 agosto 1898.
  396. RP 57 5, 8. 31 julio 1901.
  397. RP 57 5, 9. 10 agosto 1901.
  398. RP 57 5, 26. 12 noviembre 1902.
  399. Se trata de RP 57 5, 33 y 34.
  400. RG 57 5, 34 pág, 36.
  401. RP 57 6, 20. 23 agosto 1903.
  402. RP 57 6, 38. 10 junio 1904.
  403. RP 57 6, 37. 10 mayo 1904.
  404. RG 250 p, 1. 18 septiembre 1904.
  405. RG 250 p, 4. 8 octubre 1904.
  406. RG 250 q, 5. 11 noviembre 1904.
  407. RG 21 pág. 61-62. 14 noviembre 1904.
  408. RG 250 p, 7. 14 diciembre 1904.
  409. RG 250 q, 11. 4 febrero 1905.
  410. RG 250 q, 8. 24 febrero 1905.
  411. RG 250 r, 7. sin fecha.
  412. RG 250 r, 8. 1905.
  413. RG 250 q, 7. 13 julio 1905.
  414. RG 250 q, 6. 17 junio 1905.
  415. RG 250 p, 10. 9 febrero 1906.
  416. RG 250 p, 11, 24 abril 1906.
  417. RG 250 l 2, 4. 5 mayo 1906.
  418. RG 21, pág. 130. 11 mayo 1906.
  419. RG 250 q, 12. 14 junio 1906.
  420. RP 57 7, 2. 15 julio 1906.
  421. RP 57 7, 3. 15 julio 1906.
  422. RG 7, Actas del Capítulo General 1906.
  423. RG 242 B, m 1, 32. Fecha: 28 julio 1869.
  424. RP 63 B, 525. Fecha: 15 junio 1869.
  425. RP 63 B, 503 b. Fecha: 29.7.70
  426. RP 63 B, 530. Fecha: 15 noviembre 1870.
  427. Las tropas italianas entraron en Roma el 12 de septiembre de 1870, justo después de la salida del P. Cabeza.
  428. RP 63 B, 583. Fecha: 18 junio 1883.
  429. RG 141 B 13, 75. Fecha: 10 octubre 1883.
  430. RP 63 B, 585. Fecha: 6 septiembre 1883.
  431. RP 63 B 613. 24 septiembre 1885.
  432. RP 63 B 583.
  433. RG 2. 26 febrero 1886.
  434. RG 36.
  435. RP 63 B, 600. 10 septiembre 1887.
  436. RP 63 B, 598. 21 octubre 1887.
  437. RP 63 B, 597. 27 enero 1888.
  438. El P. Claudio Vilá en su obra Calasanz Casanovas Salamanca, 1970) dedica la IV parte de la misma a las Escuelas Pías Americanas, con un apéndice dedicado al P. Molina y Tucumán. Remitimos a este trabajo a quienes deseen saber más sobre el asunto. Hacemos notar, sin embargo, que el P. Vilá comete un error cuando confunde al P. Manuel Sánchez (Iglesias) de Castilla que llegó a Tucumán con su homónimo de Valencia que luego sería General de la Orden.
  439. RP 63 B, 624. 625.
  440. RP 63 B, 631. 12 enero 1889.
  441. RP 63 B, 632. 18 junio 1889.
  442. RG 250 l 2, 30. 19 diciembre 1905.
  443. RG 250 l 2, 31. 27 diciembre 1905.
  444. RG 250 f 5, 38. 7 enero 1906.