Reunificacion1868-1906/El P. Brattina continúa las visitas.

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El P. Mistrangelo visita las provincias; intervención de la S. Sede. El monumento de Peralta.
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El Capítulo de 1906: final de una etapa de la historia de las Escuelas Pías, comienzo de otra.
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El P. Brattina continúa las visitas.

El P. Brattina comenzó su generalato con una ventaja sobre los generalatos anteriores: por primera vez, después de más de un siglo, en la Congregación General había Asistentes provenientes de fuera de Italia: el P. Gerardo Vary, de Hungría, y el P. Manuel Sánchez, de España. Y había una fuerte voluntad de tratar en Congregación todos los asuntos importantes de la Orden. Y, de hecho, la congregación funcionó bien, según el plan establecido. Aunque el P. General asistiera a menos de la mitad de las reuniones, por razones de viaje u otras.

Interesante fotografía, de Ephemerides Calasanctianae de 1904, en la que se ven cuatro Superiores Generales sucesivos (Mistrangelo, Brattina, Sánchez, Viñas), más un Vicario General in capite (Bertolotti), que rigieron la Orden desde 1900 hasta 1923.


Un aspecto importante del generalato del P. Brattina lo constituyen sus viajes de visita a las Provincias escolapias no italianas. El P. Mistrangelo, que había viajado a España y Europa Central, había comprendido que el contacto personal servía para acercar a las provincias distantes a Roma. Es cierto que el P. Brattina no tenía el carisma personal del P. Mistrangelo, pero viajó, siguiendo las indicaciones (tal vez órdenes) del mismo P. Mistrangelo, o incluso de la Santa Sede, como lo da a entender un comunicado del Cardenal Merry del Val, Secretario de Estado[Notas 1]:

El S.P. se ha enterado de que el P. A. Brattina, apenas nombrado General de la O.D.E.P., ha comenzado, según lo indicado por S.S., la visita de las diversas P. Esc., y como la ha anunciado también para las Prov. de Eur. Cent. y Amér., y está próximo a comenzarla. Conociendo S.S. que, según las Constituciones de Calasanz, al comenzar el año capitular, cesaría toda facultad suya a este propósito, ha decidido derogar los puntos de las Constituciones citados, de modo que el citado P. A.B. pueda continuar la S. Vis. de esas provincias citadas, incluso durante el año capitular.

Tenemos una información bastante minuciosa del viaje a España, pues su acompañante, el P. Tomás Viñas, hizo un cuaderno con anotaciones y abundantes postales de los lugares que visitaron (aunque, por desgracia, no parece estar completo). Anuncia su visita a España en la reunión de la Congregación del 24 de marzo de 1905. E informa sobre la misma en la reunión del 14 de junio. Suponemos que comenzarían su visita por Barcelona. Copiamos a continuación, de manera telegráfica, algunos datos recogidos del cuaderno del P. Viñas.

Visitaron Valencia, Sevilla. Llegan a Granada. En el colegio había una comunidad de 17 religiosos. Visitan la ciudad. Describen la catedral, la Alhambra…

El 29 de abril llegan a Madrid. San Antón: una comunidad de 39. Descripción de la iglesia, etc. Visita a la ciudad. El 30, S. Fernando: Comunidad de 29. Foto de la iglesia. Visitan la ciudad. El 1, van a Getafe. Hay 20 de comunidad. Entre ellos, Carlos Lasalde y Faustino Míguez. Visita del Escorial. Historia, fotos, descripción. 3 de mayo: El Prado. Cuadros. Visita al Nuncio. Alcalá de Henares. 18 de comunidad. Universidad, Cisneros. Visitan a las Calasancias. Cervantes.

5 de mayo, en tren a Pamplona. Comunidad: 16. Visita a la catedral, etc. Loyola. 6 mayo, Irache y Estella. En Estella, 12 de comunidad. En Irache hay 10 sacerdotes, 84 juniores, 10 hermanos profesos y 10 h. novicios. El 7, academia. En honor de Cervantes. Tafalla. Hay 12.

9 de mayo, Zaragoza. Hay 46 de comunidad. El 10, importante reunión con la Congregación Interprovincial de España, para tratar temas en relación con el próximo Capítulo General, y otras cuestiones. Visita del Pilar. La Seo. Jotas. El 12, salida hacia Barcelona. Pasan por Marsella, y visitan a los PP. de Timón David, según un intercambio epistolar que más adelante comentaremos.

Vemos que el aspecto turístico del viaje es tan importante, al menos, como el de contacto con las comunidades, aunque en todas las que visitaron se alegrarían de recibir al P. General. La única reunión importante tuvo lugar en Zaragoza; de ella hablaremos más adelante. Al informar de su viaje a la congregación General, el P. Brattina dice estar satisfecho de la buena marcha de los colegios, observancia y disciplina, buena educación, y amor de la gente a las Escuelas Pías.

Sobre su viaje a las Provincias de Europa Central, no tenemos mucha información en nuestro Archivo General. Como faltaba menos de un año para la celebración del Capítulo General, pidió permiso para seguir con la visita, y el permiso le fue concedido[Notas 2]. En la reunión de la Congregación de fecha 4 de octubre de 1905, el P. Brattina transmite su buena impresión tras el viaje a Austria, Bohemia, Polonia y Hungría. Todos están de acuerdo con la unión, según el Motu proprio del Papa. Durante sus ausencias por viajes, el P. Cianfrocca, primer Asistente, actúa como Vicario. En esta misma reunión anuncia su salida hacia América. Va a visitar las casas de la Viceprovincia de Argentina y Chile, y las de Cuba.

El viaje a América comienza el 14 de octubre de 1905, en Génova. En el buque Perseo viajan con el P. Brattina su secretario, P. Viñas, y un religioso de Liguria, Pietro Balbo, que ha pedido permiso para ir a visitar a su padre, que emigró a Uruguay muchos años antes. El Perseo es uno de los mejores buques de la compañía Navigazione Generale Italiana, construido en 1883, desplazando 4158 toneladas, a 16 nudos de velocidad. En el Archivo Provincial de Florencia[Notas 3] aparece un folleto con los nombres de los 75 viajeros de 2ª (todos italianos), entre los cuales figuran nuestros tres escolapios.

El viaje hasta Buenos Aires en barco debió transcurrir sin novedad. En Argentina visitaron los colegios escolapios. Por aquella época existían ya cuatro casas: Buenos Aires (fundada en 1891), Santo Tomás de Córdoba (1894), Pontevedra (1902) y la recién iniciada de Escuelas Pías de Córdoba (1904). Tras visitarlas, atravesaron los Andes en tren (era verano), y llegaron a Santiago de Chile. Desde allí, a principios de enero de 1906, escribe el P. Brattina al P. Mistrangelo:[Notas 4]

¡Más que nuevo mundo! ¡Puedo decir que me encuentro en el mundo de la Luna! Desde mi partida de ahí no he recibido ninguna carta de la vieja Europa. Y ahora que me encuentro en Chile, en Santiago, siento mayormente el aislamiento. No antes del 10 de enero podré embarcarme en Valparaíso, y Dios sabe cuándo podré llegar a la isla de Cuba. En el Pacífico los servicios no son directos como en el Atlántico, sino que casi todos los vapores hacen servicios de pequeño cabotaje. ¡Figúrese que antes de llegar a Panamá V.E. habrá recibido esta carta! En Panamá tendremos que esperar algunos días antes de poder embarcarnos para las Antillas. No estamos seguros de poder hacer el viaje directo a Cuba, sino que probablemente tendremos que ir a Jamaica, y desde allí a Cuba. Son viajes largos, desastrosos y costosos.

Aquí la visita era necesaria, y cuando vuelva le contaré todas las miserias del mal gobierno de estas fundaciones nuestras. Ahora no sabría cómo empezar la larga relación, ni pretendo exponerla en pocas palabras para no echarla a perder. Espero que el Señor me conceda un feliz retorno y cuando tenga la buena suerte de volverle a ver, de palabra, se lo contaré todo. No antes de mediados de marzo podre encontrarme en Europa. Por motivos que V.E. puede imaginar, le rogaría que informase a la Abadía que estaré de vuelta cuanto antes. Llegaré a Panamá hacia el 30 de este mes, y hacia el 15 de febrero podré estar en Cuba, suponiendo que no haya retrasos no ya de horas, sino de días. ¡Imagine que el último vapor ha llegado con 10 días de retraso! El Pacífico, en el hemisferio sur, no responde a su nombre, así que las Compañías de navegación no aseguran a los viajeros la puntualidad de las llegadas. Yo me conformaría con que me aseguraran la piel. Más de una vez he estado tentado de suspender mi visita y volver a Europa sin más, tantas son las molestias y disgustos que recibo de la falta de lealtad en quien gobierna y de la discordia entre los religiosos. Le expondré todo al Cardenal Vives; sólo la Santa Sede podrá poner un remedio seguro. Nada se puede esperar del Capítulo General y mucho menos del interprovincial de España, que pueda asegurar el porvenir de estas fundaciones nuestras.

Junto con la presente el envío un número del Porvenir, periódico católico de Santiago, donde se habla del cierre de nuestra fundación. La casa se ha cerrado verdaderamente, pero se omite la causa. El artículo lo ha escrito el P. Viñas.

Hemos hablado ya de la intervención del P. Brattina en el cierre de la casa de S. Juan Evangelista en Santiago de Chile. A cambio decidió abrir una nueva en Sucre (Bolivia), y sin contar con las autoridades intermedias (Provincial de Aragón, Vicario General de España), envió allí dos religiosos, tras ponerse de acuerdo con el Arzobispo de la ciudad. Por desgracia, fue una fundación efímera, que apenas sobrevivió al generalato del P. Brattina. El 23 de enero de 1906 envía una breve carta desde Lima, diciendo que es una bonita ciudad, y que siguen viaje hacia Cuba[Notas 5]. De regreso a Italia, en la reunión de la Congregación del 21 de abril informa sobre su viaje a América. Argentina, Chile, Bolivia, Cuba. Van bien los colegios, son apreciados. Menos el de la calle Lira de Santiago de Chile, donde los escolapios hacían más de enfermeros de curas viejos que de maestros de niños. Y lo cerró.

El P. Brattina no tenía la habilidad diplomática del P. Mistrangelo, ni era arzobispo. Aprovechó turísticamente su visita a España, pero no supo continuar el trabajo de atracción que había comenzado el P. Mistrangelo. Del mismo modo que el P. Mistrangelo había convocado una reunión de los Superiores Mayores españoles en Zaragoza en octubre de 1900, el P. Brattina la convocó en 1905, aunque en este caso solo se reunió con la Congregación Interprovincial, sin los Provinciales. Copiamos del cuaderno del viaje del P. T. Viñas:

El 10 de mayo de 1905 se reunió la Congregación Interprovincial de España, convocada y presidida por nuestro Rmo. P. Prepósito General Adolfo Brattina de la Inmaculada Concepción, en nuestro Colegio de Escuelas Pías de Zaragoza. Invocado el Espíritu Santo con las preces de costumbre, habló S.P. Rma. para manifestar:

1.Que no haciéndose mención alguna en el Motu Proprio de SS Pío X (q.D.g.) de la intervención que hayan de tener en el Capítulo General el P. Vicario General de España y sus Asistentes Interprovinciales y creyendo, por otra parte, que debían concurrir a él con voz y voto, tanto por su carácter, como por la representación que tenían y la que aún tienen en España, proponía: que pediría al Romano Pontífice fuesen designados el Vicario y sus tres Asistentes Interprovinciales en vez de uno de los dos vocales que de cada Provincia española han de acompañar a los respectivos Provinciales. A lo que se respondió que, agradeciendo el buen deseo del Reverendísimo, eran, no obstante, de parecer que se conservasen a cada provincia los derechos de elección que según nuestras Constituciones le corresponden. Pidiéndose en todo caso autorización para que asistan con voz y voto además de los Provinciales de España y sus dos vocales respectivos, el P. Vicario General y uno de sus Asistentes elegido por la misma Congregación Interprovincial. El Rmo. P. Prepósito, conforme con este criterio, se encargó de hacer al Romano Pontífice esta petición.
2.Manifestó igualmente el Rmo. que el Romano Pontífice veía con extrañeza que no concurrieran algunos de nuestros jóvenes a estudiar teología en Roma, como lo hacen los de las demás Corporaciones, y por lo tanto proponía, con el fin de complacer al Padre Santo, que asistiese, por ahora, uno de cada Provincia española. Lo cual no resultará gravoso para estas, pues con la celebración podrían atender a los gastos de manutención, etc.
3.También trató, aunque por incidencia, de nuestras casas de América, de la casa de Cracovia y de lo perjudicial que sería el que nuestros alumnos asistieran a las clases dadas en otros establecimientos y por profesores extraños.

Y, por último, después de manifestar el Rmo. la satisfacción con que había visto la ejemplar observancia que reinaba en las comunidades de España, se terminó con la acción de gracias, según costumbre.

Zaragoza, 10 de mayo de 1905. AB. Ramón Querol, Vicario General; León Vidaller Asistente por Aragón; Antonio Anglada, Asistente por Cataluña; Pedro Díaz, Asistente por Castilla; Antonio Santonja, Procurador Interprovincial.

El P. Viñas no tiene empacho para criticar en el mismo cuaderno las propuestas del P. Brattina: el Capítulo General hay que dejarlo como está; no conviene que vayan a estudiar los juniores a Roma, donde aprenderían malas costumbres; lo de los profesores de fuera es un problema de Italia, no de España.

El P. Brattina, de vuelta a Italia, presentó una duda a la Santa Sede: si el Vicario General de España y sus Asistentes tenían voto en el próximo Capítulo General.[Notas 6] Respuesta del Cardenal Merry del Val: sólo el Vicario General, que puede ser sustituido. Sus Asistentes pueden ser elegidos vocales por sus respectivas provincias. Pero presentarán las ternas al Capítulo General para Provinciales y rectores por España, elegidas en los Capítulos provinciales, con su voto consultivo. El P. General comunica la decisión al P. Vicario General de España y sus Asistentes Interprovinciales[Notas 7]. Esta respuesta motiva la dimisión del P. Viñas como Secretario General. Ya había mostrado antes su desacuerdo con el P. General, cuando había tomado decisiones por su cuenta en Chile sin contar con los Superiores Mayores de España. El P. Manuel Sánchez lo explica en una carta al P. Vicario General de España[Notas 8]: la razón principal de la dimisión ha sido la respuesta de la S. Sede a la consulta sobre la participación o no del Vicario General y Asistentes Interprovinciales al Capítulo General. Con el añadido referente a las ternas para superiores, se le quita toda autoridad al Vicario General de España. Se ha pedido esa abolición sin contar con el consentimiento de la Congregación General. No ha querido ofender. El P. Luis Fábregas, ardiente partidario de la unión con Roma y futuro Provincial de Cataluña, advierte desde Mataró al P. Brattina[Notas 9]: teme que los españoles que vayan al Capítulo General lo hagan con ciertas prevenciones, pues los hay que no son favorables a la unión. Alguno ha incitado al Senador Fajarnés a promover un debate en el Senado sobre la abolición de los privilegios del Vicario General. Sería un desprestigio para nosotros. No comprenden todo el bien que nos viene de la unión con Roma. El P. Viñas no me habla… No parece que sus temores estuvieran justificados. Los representantes españoles acudieron al Capítulo General con una actitud positiva. Y el General elegido fue un español, el P. Manuel Sánchez.

Las dificultades con Hungría fueron mayores, como hemos visto más arriba. Era la mucha distancia cultural (y física), tras mucho tiempo de separación, como para poder eliminarla de golpe con un acto de buena voluntad. Y aunque los escolapios húngaros se sometieron, ante las amenazas del P. Visitador General Mistrangelo, y acudieron al Capítulo General, y acudieron a Roma en 1906.

El P. Brattina tuvo por su cuenta algunas ideas sobre el engrandecimiento de la Orden, añadiendo otras congregaciones inspiradas en el carisma de Calasanz. Más arriba hemos leído cómo respondió el P. Anton M. Schwartz a su proposición de unir los Kalasantiner de Austria a las Escuelas Pías. Lo intentó también con los Cavanis de Venecia, a quienes escribió una carta, no exenta de prepotencia (y además escrita en florido latín, para asustar más), en la que les invitaba a dar un paso muy serio[Notas 10]:

A los hermanos del Instituto Cavanis. La salvación en el Señor, que es la verdadera salvación.

Siento una gran alegría, venerables hermanos, en esta felicísima ocasión de dirigirme a vosotros y abrazaros con la caridad de Jesucristo Nuestro Señor y de Nuestro Padre San José de Calasanz.

Nuestro Señor el Papa Pío X, que aprecia mucho las Escuelas Pías y el Instituto Cavanis, desea ardientemente que nos unamos formando jurídicamente una sola congregación sagrada.

Me parece que el deseo del Santo Padre es un precepto y una orden, nos guste o no, puesto que por medio de él se manifiesta la voz de Dios, y que nosotros, llamados por el Señor, y que nos esforzamos por conseguir los premios eternos mediante los votos religiosos, debemos escucharle y esforzarnos por cumplir lo que manda.

Así, pues, venerables hermanos, vosotros que actuáis movidos por el Espíritu de Dios y sois hijos de Dios, y seguís las huellas de José de Calasanz, y os esforzáis por educar a la juventud en el espíritu de la inteligencia y la piedad; vosotros, cuya piedad y fama se extienden a lo largo y a lo ancho de Italia, inclinaos ante este mandato, para que, insertos en la Orden de las Escuelas Pías, llevéis a cabo vuestra vocación por medio de obras cada vez mejores, de modo que el Venerable Instituto de los Hermanos Cavanis, de santa y duce memoria, sea más conocido y amado.

No ignoro que se presentarán algunas dificultades y obstáculos a nuestra futura y deseadísima unión; no se me oculta que en las circunstancias actuales y con la iniquidad de los tiempos es muy difícil reunir en una sociedad dos institutos, uno ya mayor en edad, y el otro rico en juventud y fuerza. Pero si cada uno de vosotros estimara en poco lo suyo, y tuviera ante la vista incesantemente y se esforzara por buscar en el Señor la gloria de Dios, la salvación de las almas y el bien de la iglesia, y el efecto saludable que manaría de nuestra unión, no solo querría la unión y la asociación con creciente amor y alegre corazón, sino que anhelaría con todas sus fuerzas lograrla de palabra y con los hechos.

En cuanto a vosotros, exponednos con toda confianza las dificultades y obstáculos a mí y a mi Congregación, y esperemos que con la ayuda de Dios todo se arregle para bien.

Mientras tanto, quiero presentaros seriamente las advertencias que siguen. Unidos a las Escuelas Pías y constituidos en Provincia, siempre gozaréis de autonomía, como se dice, cumpliendo con diligencia todo lo prescrito en nuestras Constituciones, y, de acuerdo con ellas, cada uno de los vuestros deberá reverencia y obediencia solamente al Prepósito General y al Superior de su Provincia.

Además, estaréis exentos por completo de la jurisdicción del Ordinario y dependeréis solamente de la autoridad de la Orden, y podréis dedicaros a vuestro ministerio libremente y sin ningún obstáculo.

Si lográramos esto, y trabajáramos con nuestras fuerzas unidas en la viña del Señor, sin duda la fuerza, el celo y la piedad con que vuestro Instituto florece ahora, con la bendición de Dios, aumentarán cada día, y la Familia Calasancia Italiana recibirá de vosotros no pocos frutos de salvación y crecimiento. Quiera Dios que brille ese día gozoso en el que todos nos dirijamos hacia el altar de Dios abrazándonos mutuamente y diciendo como los antepasados: “¡Este es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!”

Aunque desearía con ansia mantener un largo coloquio, queridos y deseados hermanos, hay muchas razones que me obligan a terminar esta carta, y la primera es que no quiero resultaros pesado.

Dios, que ha comenzado una obra buena en vosotros, y la irá completando (Fp 2)[Notas 11], esté con todos vosotros.

La carta debió causar no pequeña sorpresa a los Padres Cavanis, cuyo Superior V. Rossi, con toda discreción respondió[Notas 12]:

Reverendísimo Padre, he leído a la comunidad la apreciada carta que V.P. Rvma. me ha enviado con fecha 5 de octubre de este año. Los Padres pidieron tiempo para reflexionar y orar.

Le agradezco el libro de las Constituciones de S. José de Calasanz, y le beso humildemente la mano, encomendándome a sus oraciones a mí mismo y a esta humilde comunidad.

Y ya no aparecen más cartas al respecto, por lo que suponemos que unos y otros decidirían correr un tupido velo sobre la cuestión.

Hemos mencionado que el P. Adolfo Brattina, de regreso de su visita a España, pasó por Marsella y debió detenerse allí un par de días con su secretario, el P. Tomás Viñas. Y fue entonces cuando, de palabra, hizo al Superior Augustin Arnoux una atrevida propuesta que le dejó sin habla. Tal vez el P. Brattina sólo quería ofrecer una tabla de salvación (permitir a los religiosos franceses venir a Italia, para escapar de la difícil situación francesa). Luego, pasado un mes, el P. Arnoux sí quiso responder, entre otras cosas para que el P. Brattina no metiera la pata ante el Papa. Esta es la carta, escrita, naturalmente, en francés[Notas 13]:

Aunque no he recibido aún ninguna noticia de Vuestra Reverencia, quiero creer que habrá hecho un buen viaje y que ya ha llegado con perfecta salud a sus casas de Italia. Si hubiera sabido a dónde escribir, hace ya tiempo que le habría escrito para expresarle toda la alegría que he sentido por su presencia aquí, alegría compartida alrededor mío, a pesar de haber sido un tiempo tan corto. Esta visita habrá estrechado aún más los vínculos que ya teníamos, y que espero que duren para siempre. Solo lamento no haber podido retenerle unos días más.

Y ahora, permítame hacer una pregunta a Vuestra Reverencia, porque no he podido explicarme completamente de palabra al hablar de este tema.

Suponiendo que ya haya tenido la dicha de ser recibido por el Sumo Pontífice, espero que no le haya hablado sobre la reunión o fusión que usted desea, y de la que me habló varias veces. Es algo que no depende de usted ni de mí. Aunque nos alegremos de tener estos lazos de amistad que existen, nadie desea ir más lejos, nadie lo permitiría alrededor de mí. Con toda seguridad el Obispo no lo querría en este momento. Y nuestro Fundador, que al principio quería vuestra Orden, y siempre le tuvo gran afecto, luego no quiso otra cosa que lo que existe hoy. Además, ello no sería, aparte de las ventajas espirituales, de ninguna utilidad en la situación presente. Al contrario, pues si siendo pocos y sin ataduras aquí o allá podemos seguir adelante y continuar sin ministerio, habría una dificultad más como consecuencia de esta fusión, y ya no tendríamos facilidades para reunirnos, para actuar. Tendríamos la posibilidad de abandonar Francia, es cierto, pero precisamente eso es lo que no queremos. Creemos que nos debemos en primer lugar a nuestro país, y a hacer el bien aquí incluso actualmente, a pesar de todas las desventajas de la situación. Esta manera de actuar ha sido muy aprobada por el Cardenal Protector. Nos hemos separado para luchar más, para hacer por separado los ejercicios que haríamos en común. Esto exige mayor virtud, pero creo que todos serán capaces de ello. Es responsabilidad del Superior el cuidar de que así sea, y es de esperar que no deje de hacerlo. Podría añadir que vuestra vocación y la nuestra, si bien tienen algunos puntos en común, tienen también ciertas diferencias bien marcadas que me resulta imposible señalar aquí. Pero por todas estas razones, que no puedo detallar más que con grandes reticencias, pues la correspondencia no es segura, no hay que soñar, no podemos apuntar a más de lo que ya existe: uno al lado de los otros, llenos de afecto los unos por los otros. Y eso es todo.

Me resulta imposible firmar esta carta que sin embargo traduce de manera exacta los sentimientos de todos nosotros. No la firmo porque en Francia la correspondencia por correo no es segura, y podría costarme caro. Si Vuestra Reverencia quisiera responderme, no trate este tema, o lo haga solo con las mayores reservas, pues hay que temer todo tipo de indiscreciones con el servicio francés de correos. No olvide que no debe escribir, no solo en el sobre, sino tampoco en el interior de la carta, “Reverendo Padre”, o “Superior General”, o cosas semejantes, sino simplemente “Señor Tal”. Por desgracia, en esas estamos.

Imagino que las postales habrán llegado a Fiesole; he enviado más de doscientas. Como me propuso, bastará con que uno de vuestros religiosos diga a mi intención diez misas, con eso bastará.

Y ahora, lamento una vez más vuestro paso tan rápido, y lamento no poder ir más allá de lo que expongo en esta carta. Créame, sin embargo, su afecto y devoto servidor.

El P. Brattina sí le había escrito, y al recibir la presente volvió a escribirle, pues un poco más tarde le responde el P. Arnoux[Notas 14]:

He recibido su primera y su segunda carta; esta, fechada el 27 de los corrientes. No he podido responder antes porque estaba de viaje y no he vuelto hasta el sábado pasado. Así que no se preocupe por su carta, como yo estoy tranquilo con respecto a las misas que le había pedido, y con respecto a la continuación de la charla que tuvimos en Marsella con respecto a nuestros asuntos.

Me alegro de que haya guardado un buen recuerdo de su paso por aquí. Yo solo lamento que haya sido tan poco tiempo. Espero que si sus obligaciones le traen por aquí podrá quedarse más tiempo. Por otra parte, yo pienso hacer lo mismo cuando se me presente la ocasión, ya que me invita y que yo he guardado un recuerdo muy bueno de mi estancia en vuestra casa de Roma. Mientras tanto, me encomiendo a las oraciones de Vuestra Reverencia.

Está claro que el P. Brattina tenía una idea diferente sobre la Familia Calasancia a la que tenemos hoy día.

Y de este modo los cuatro Superiores Generales fueron preparando, uno tras otro, el camino hacia la reunificación de la Orden que culminó, jurídicamente, con la participación de todas las Provincias escolapias en el Capítulo General de 1906.

Notas

  1. RG 2, 417.
  2. RG 2, 417.
  3. Caja Brattina.
  4. RG 250 e 4, 54.
  5. RG 250 e 4, 57.
  6. RG 2, 416. 26 junio 1905.
  7. RG 24 13, 6. 14 julio 1905.
  8. RG 250 l 2, 6. 5 julio 1905.
  9. RG 250 f 5, 6. 22 diciembre 1905.
  10. RG 24 13, 4 (5 octubre 1905).
  11. En realidad, la cita es de Fp 1, 6.
  12. RG 250 j 2, 30. 14 octubre 1905.
  13. RG 250 j 2, 12. 15 junio 1905.
  14. RG 250 j 2, 18. 31 julio 1905.