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La separación

Austria

José II subió al trono de Austria a la muerte de su madre María Teresa en 1780, e inmediatamente comenzó una serie de reformas de fondo. Proclamó la libertad de culto; en 1781 proclamó que los religiosos dejarían de depender de autoridades de fuera del país, obedeciendo sólo a las del Imperio, y sometiendo además a los religiosos a la autoridad ordinaria de los obispos. Quiso controlar los asuntos principales de la Iglesia (y por eso algunos le llamaban “el Rey sacristán”, y decidió que las relaciones entre la Santa Sede y los obispos del Imperio pasaran a través del embajador imperial en Roma. Nada de esto debió resultar particularmente penoso a los Escolapios, que seguían gozando del favor de la Corona.

España

En España los ministros de Carlos IV eran también ilustrados: era natural que tuvieran el mismo deseo de “nacionalizar” las Escuelas Pías, y las demás Órdenes Religiosas. En 1802, cuenta el P. Rabaza[Notas 1], escribe el P. General Becaria al P. Tomás Báguena, Provincial de Aragón, pidiendo que eleven los provinciales de España una instancia al Rey para que las Escuelas Pías de España se unan al P. General. Señal, como bien señala Rabaza, que de hecho estaban ya separadas. Pero a la separación legal, a diferencia de las provincias del Imperio Austriaco, siguió la separación canónica: el 15 de mayo de 1804 el Papa Pío VII hizo publicar la bula Inter graviores, que alteraba el estado de todos los institutos religiosos en España, y por lo tanto el de los escolapios, decretando que el superior General, con el nombre de Prepósito o de Vicario, sería un religioso español, residiendo en España y teniendo bajo sus órdenes las diversas provincias españolas. Y esto, suponemos, fue también del gusto de muchos escolapios españoles.

Notas

  1. RABAZA, C. Historia de las Escuelas Pías en España. Valencia, 1917. Tomo II, p. 113.