Reunificacion1868-1906/La unidad con España: primeros pasos. Calasanz Casanovas, Capítulo 1869.

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Tímido acercamiento a Europa Central: viaje de C. Casanovas; apoyo a Cracovia.
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La unidad con España: primeros pasos. Calasanz Casanovas, Capítulo 1869.

La primera persona en quien pensaron el Papa y el P. Perrando como futuro Superior General de la Orden fue en el P. Vicario General de España, Ramón del Valle. Y el Nuncio en España debió comunicarle los deseos del Papa. Pero el P. Ramón (1801-1891) no se sentía apto para el cargo, por lo que escribió al P. Perrando, el 28 de febrero de 1868[Notas 1], diciéndole: Si queréis que haya un General español, propongo a mi Asistente por Cataluña y Pro-general José Calasanz Casanovas. Es un hombre 15 años más joven que yo, muy docto y religioso, serio y amable, ingenioso y hábil, conocedor de nuestras cosas y experto. El P. Ramón alega para no aceptar el cargo de General, además de su edad, sus problemas de vista, a los que se referirá luego en su correspondencia con el P. Casanovas. Estaba además el hecho de que, objetivamente, consideraba que el P. Calasanz era más idóneo que él para el cargo. Ya anteriormente, en otra carta al P. Perrando, le expresaba la alta estima que sentía por su Asistente el P. Calasanz[Notas 2]: Estoy enfermo de la vista. Con el calor voy peor. Si no he dimitido del cargo es porque tengo al lado al Asistente Pro-general de la provincia de Cataluña, P. José Calasanz Casanovas, que es mi cabeza, mis manos y mi espalda. Él es más joven y más experto, y lleva casi todo el peso del cargo. Yo casi tengo 70 años, y veo mal; lo único que tengo sano es la voluntad.

Pocos estaban al corriente de estas maniobras entre la Santa Sede, el P. Perrando y el P. del Valle. El P. José Calasanz López, Procurador General, escribe una carta al P. Casanovas el 20 de junio de 1868, unos días antes de su salida hacia Roma[Notas 3]:

El Nuncio anterior quiso que el P. Vicario fuese a Roma y querían hacerlo General Romano con nombramiento de SS. Este se excusó mucho, y propuso a V. Esto nadie lo sabe más que yo, porque a Fulgencio nada le he dicho. Sabiendo esto, V. sabrá lo que es más conveniente y a lo que debe atenerse, y para que vaya prevenido. Bueno sería que hicieran al P. Vicario. Ahora me ocurre que esto será con el fin de que los españoles nos unamos al General Romano. Esto no puede ser ni es conveniente. Además, están las Regalías de la Corona o Concordatos que hay sobre las Órdenes Religiosas, no abolidos hasta hoy por ambas potestades. De esto no se desprendería el Gobierno Español, ni debe hacerlo. V. está bien enterado de todo y sabe mejor que yo lo que ha de hacer. Quieren hacer a un español General Romano para volvernos a unir y cogernos los monises. Nada de eso.

Es obvia en esta carta la desconfianza que había por parte de muchos escolapios españoles con respecto a la unión con Roma, de la que empezaba a hablarse. Y esa desconfianza estuvo bastante extendida y se mantuvo durante mucho tiempo. Citamos, como ejemplo, las palabras con el que el P. Calasanz Rabaza termina el Capítulo II del Volumen IV de su Historia de las Escuelas Pías en España:[Notas 4]

Las Escuelas Pías de España, en sus relaciones con Roma, han corrido una historia paralela a la del pueblo de Dios: a mayor perfección, santidad y grandeza, ha correspondido más independencia; a mayor pequeñez, desarreglo o incapacidad, mayor influencia e intervención de fuera. Hijos del mismo Padre, individuos de la misma familia, cuanto más grandes somos, menos nos necesitamos los unos a los otros.

Quizás tenga razón en señalar los hechos históricos, pero la conclusión nos parece un poco corta de vista, al equiparar grandeza con autonomía, separación de los demás.

El P. Casanovas, sabiendo más o menos lo que le esperaba, salió hacia Roma, a donde llega el 1 de julio. El día 9 es recibido en audiencia por Pío IX, quien le manifiesta su voluntad de que sea General de las Escuelas Pías. Su nombramiento como General, para un sexenio, está fechado el 26 de agosto por el Cardenal Quaglia, Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares. El 14 de septiembre son nombrados sus Asistentes Generales, todos italianos: el P. Pietro Taggiasco por la Provincia Romana; el P. Luigi Gheri por la de Toscana; el P. Angelo M. Bellincampi por la de Cerdeña, y el P. Francesco M. Pesce por las provincias ultramontanas. El 19 de septiembre del mismo año, el P. Casanovas envía su primera circular a la Orden, en la que, entro otras cosas, dice: Por la inescrutable providencia de Dios, que dirige todas las cosas según su voluntad, Nuestro Santísimo Señor EL PAPA PÍO NONO, accediendo benignamente a los repetidos ruegos del Rvmo. P. Juan Bautista Perrando, Prepósito General de toda nuestra Orden de las Escuelas Pías, nos llamó de las tierras españolas a Roma, sin esperarlo, antes bien reluctantes en cuanto lo permite la obediencia y la debida reverencia al Sumo Pontífice, para ponernos al frente de toda la Orden Calasancia. Pide la colaboración de todos.

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José Calasanz Casanovas nació en Sabadell (Barcelona) el 12 de abril de 1815. Estudió en el colegio escolapio de su ciudad, que había sido fundado siendo él niño, en 1818. En Sabadell vistió el hábito escolapio el 12 de febrero de 1829, y allí hizo el noviciado. En 1840, terminados sus estudios, se ordena sacerdote. Estudió matemáticas en la Escuela de la Junta de Comercio de Barcelona, en 1837-1839. Ejerció durante trece años la enseñanza primaria; fue director de colegiales mayores seis años por lo menos; Consultor Provincial durante trece; Secretario Provincial del P. Tarter durante diez (1852-1863). En esta época alcanzó fama como orador sagrado, y fue nombrado Predicador Supernumerario de S. M. Isabel II, título al que no renunció al trasladarse a Roma. El 19 de marzo de 1863 tomó posesión de la Presidencia del colegio de Mataró; realizó en él notables mejoras y acrecentó su fama. En mayo de 1865 recibió el nombramiento de Asistente General de España por voluntad de Pío IX, con residencia oficial en el colegio de San Antón de Madrid. En 1866 actúa de Visitador Provincial Delegado de los colegios de Cataluña y luego en 1867 como Secretario del Rvmo. P. Ramón del Valle, Vicario General de España.

Muy pronto recibe el recién nombrado P. General instrucciones escritas de la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos (ya habría recibido previamente orientaciones verbales en sus entrevistas con el Secretario de la misma, Mons. Salviati) para ver de qué modo se podía llegar a la unión de todas las Provincias de la Orden[Notas 5]. Como consecuencia de esta petición, la Congregación General decide escribir a los provinciales ultramontanos y de Cerdeña y Sicilia preguntándoles sobre qué bases se podría buscar, con ayuda de los Obispos reunidos en el Concilio, la unión de aquellas Provincias con Roma; a los últimos les preguntan también qué podría hacerse para reunir a los sujetos dispersos[Notas 6].

Estaba claro que las cosas no estaban aún listas para la reunificación de todas las provincias escolapias con Roma, que tardaría aún más de 30 años en llegar. Pero El P. General intenta conocer con la mayor exactitud posible la situación de la Orden, y de sus problemas más urgentes. Hay un catálogo de 1870[Notas 7] que nos da datos estadísticos muy precisos de todas las Provincias. Estos son los datos que nos ofrece:

Provincia Casas Religiosos Alumnos


Romana (con San Pantaleo) 12 96 1442


Toscana 11 123 3707


Liguria 7 70


Napolitana 15 224 2503


Sicilia 7 35


Cerdeña 7 69


Cataluña 10 203 3727


Aragón 11 151 3230


Castilla 11 247 4071


Valencia 4 68 1860


Cuba 3 28 427


Bohemia 24 234 8879


Austria 7 100 3494


Hungría 29 272 5934


Polonia 1


TOTAL 159 1920 40000 ap.


Se trata de una imagen muy positiva de la Orden, pero que no coincide con la realidad. Las provincias italianas, en concreto, tenían a muchos religiosos viviendo fuera de las comunidades; desde a supresión de las Órdenes Religiosas la mayoría de las casas en el centro y sur del país y en las islas habían sido abandonadas. Incluso las provincias supervivientes tenían dudas sobre su porvenir: Liguria había dejado de admitir novicios desde hacía varios años; la Romana temía que con la entrada de las tropas italianas en Roma iban a desaparecer todas las casas religiosas. Tan sólo Toscana seguía adelante con una cierta normalidad, no exenta de temores, pues la supervivencia de todas las escuelas religiosas dependía de la buena voluntad de los respectivos municipios. En lo que se refiere a las Provincias españolas, que estaban pasando unos momentos difíciles después de la revolución de septiembre de 1868, no dependían directamente del P. General, sino del Vicario General de España, desde 1804. A pesar de que en el Capítulo General de 1869, a petición del P. Casanovas (que transmitía los deseos del Papa) las Escuelas Pías españolas habían aceptado dar pasos para unirse con las italianas (de hecho todas las gestiones referentes a dispensas, secularizaciones, etc. debían tramitarse a través del Procurador General en Roma). El P. Casanovas escribe sus impresiones el 30 de octubre de 1868[Notas 8] al P. Juan Martra, rector de S. Antón de Barcelona, con quien le unía una gran amistad que seguirá creciendo con el paso del tiempo, como testimonia una nutrida correspondencia: Parece que nuestras Escuelas Pías van a pasar por una terrible prueba. No creo necesario señalar a V. el camino que se puede seguir; ciencia tiene para trovárselo y fortaleza para permanecer en él. Aquí en Italia la misma revolución con las mismas prescripciones ha producido diferente resultado en las diferentes provincias: la Toscana ha conservado todas sus casas y enseñanzas, y ha continuado admitiendo novicios en Florencia que hacen su profesión a la edad en que son libres del servicio de las armas. Génova ha conservado sus casas, mas no su noviciado. La Provincia Romana, en lo que antes eran Estados Pontificios, ahora italianos, se ha dejado arrebatar la enseñanza, conservando algunas iglesias. Nápoles ha perdido todo, iglesias y enseñanzas. Sólo en la capital los dos colegios antes muy florecientes han tenido energía para tomar cada uno una casa en alquiler y continuar enseñando a internos y externos con aceptación del público.

En cuanto a nuestra España, no he perdido aún la esperanza de si proclamada la libertad de enseñanza, sería también admitida la nuestra, con algunas prerrogativas o sin ellas (en todo caso conviene atender principalmente a la capital, en el Seminario de S. Antonio). Las circunstancias mismas enseñarán el camino a seguir.

Las Provincias que se hallaban en territorio del Imperio Austriaco (Bohemia, Austria y Hungría) gozaban de buena salud hasta 1870, pero a partir de esta fecha las dos primeras comenzaron a sufrir las consecuencias de las “leyes confesionales” que condicionaban tremendamente la enseñanza de las escuelas privadas, y empezaron un declive imparable. También en territorio austriaco se encontraba la única casa que quedaba en territorio polaco, la de Cracovia, que había sido confiada por el último Provincial al Obispo de la ciudad, y que más adelante sería recuperada por algunos religiosos polacos exiliados, como veremos luego.

A la vista de la situación ante la que se encontraba, el P. Calasanz Casanovas intentó trabajar en cuatro grandes frentes: salvar la casa de San Pantaleo, símbolo de toda la Orden, de la inminente expropiación, en cuanto las tropas italianas entraran en Roma, así como las otras dos casas romanas, el Colegio Nazareno y San Lorenzo; reanimar las provincias italianas; intentar mantener vínculos al menos oficiosos con las provincias europeas; avanzar en la reunificación con las provincias españolas. Los dos primeros objetivos son los que más quebraderos de cabeza le causaron, por estar más próximos y más directamente bajo su autoridad. En ellos consiguió algunos éxitos y sufrió algunos fracasos. En los otros dos frentes consiguió al menos mantener una comunicación correcta y una buena información mutua. Consiguió además importantes logros en otros dos terrenos que al principio podían parecer secundarios, o al menos un tanto inesperados: la recuperación de la casa de Cracovia y la implantación de las Escuelas Pías en Argentina. Nos vamos a detener en cada uno de ellos.

En España debía celebrarse Capítulo General en 1869. El P. Casanovas, para avanzar en el proyecto de unión con España, había presentado unas proposiciones a la Sagrada Congregación de Religiosos, que a su vez las envió para su aprobación al Capítulo General de España. El P. Ramón del Valle escribe desde el Capítulo al P. Casanovas, informándole sobre cómo se van desarrollando las cosas. Entre otras cosas, le dice[Notas 9]: El programa de nuestra unión y dependencia y sistema de gobierno, presentado por V.P. a la Sagrada Congregación, ha merecido ya la aprobación de cuantos le han visto, y espero que mañana o pasado mañana será leído y aprobado por el Capítulo, nemine discrepante, si el estado de nuestro Rvmo. P. Vicario, profundamente afectado y abatido, no suspende las sesiones.

Y así fue: según consta en las Actas del Capítulo[Notas 10],

Los Religiosos de las Escuelas Pías, reunidos en Capítulo General, aceptan unánimes el plan de gobierno, de unión y de dependencia recientemente presentado a la Sagrada Congregación de Obispos y regulares por nuestro Rmo. P. Prepósito General Romano, José Cal. Casanovas, cabeza de nuestro instituto; están conformes en cada sexenio se pida, como ahora se ha pedido, la intimación de los Capítulos Generales; que las Actas de estos, sus resoluciones y el nombramiento de Vicario y Asistentes Generales se remitan a su aprobación, aunque entren en el desempeño de sus cargos desde el momento de la elección, y que por los mismos se le envíe la lista de los novicios que anualmente son admitidos y cuantas preces haya que elevar a la Santa Sede, lo mismo que el Catálogo anual de los Religiosos, conocimiento de las nuevas fundaciones, de los fallecidos de cada año y de cuanto notable acaeciere en estas Provincias, y que a la muerte del Reverendísimo se aplique en todas las Casas una Misa cantada en su sufragio. Como título de filial adhesión, se entregarán al Prepósito cincuenta escudos cada año para gastos de agencia y correspondencia.

Era un buen comienzo, un signo de acercamiento. En la práctica el cambio más significativo era que todas las gestiones con la Santa Sede (en general, petición e dispensas de votos, o de tiempo para profesar, o ser ordenados sacerdotes) debían pasar por el Procurador General de Roma. Y, como resulta que de España venían un buen número de casos, los escolapios de España decidieron tener un Procurador fijo para los asuntos de España en Roma. El P. Manuel Pérez ejerció este cargo antes de ser nombrado Vicario General de España en 1885; le sucedió en el cargo el P. Francisco Baroja, que sería también su sucesor como Vicario General en 1994.

Notas

  1. RP 63 A, 220. Original en latín.
  2. RP 63 A, 221. Fechada el 28 de noviembre de 1867.
  3. RG 42 B g 2, 15.
  4. Editada en Valencia, 1918. Pág. 315.
  5. Rescripto con fecha 25 de septiembre de 1868. RG 36 pág. 1 v.
  6. RG 19, pág. 70.
  7. RR 7 pág. 23-32.
  8. RG 246 B f 23, 30.
  9. RG 242 B k. 12. 18 julio 1869.
  10. RABAZA, O.C. vol. IV, p. 278.