Sevilla (ES) Colegio Calasancio-Hispalense

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Colegio de la calle Ponce de León en Sevilla
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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Castilla

(1888- )

Fundación de un colegio generalicio.

El 8-1-1888 se inaugura oficialmente el colegio Calasancio-Hispalense. Situado en la plaza Ponce de León, antaño palacio de los duques de Osuna. En 1886 se había creado un noviciado generalicio (Irache) para atender con personal suficiente y capaz a las fundaciones en América. Algunos colegios escolapios acababan de abrir sus puertas en Chile; pronto en Argentina y Panamá. Sevilla iba a fundarse como plataforma para cruzar el Atlántico; por ahí pasarían la mayor parte de los religiosos que embarcaran o finalizaran su travesía en Cádiz. El fin de la fundación estaba, pues, claro. Se llevó a cabo por pura iniciativa y decisión del Vicario español, Manuel Pérez. Así, recién llegado de Guanabacoa el P. Francisco Clerch, aquél le envió a Sevilla para realizar las primeras gestiones. El 11-6-1887 llegó a la ciudad y estableció su residencia temporal en la fonda de San Fernando, contigua a la plaza del mismo nombre; un mes entero trabajó en la búsqueda del inmueble apropiado. Varios fueron los edificios buscados. Se estuvo en tratos con uno en la plaza del Pumarejo; luego con otro en la calle del Torneo, junto a la estación de Córdoba; con la casa de los duques de Palomares, en la plaza del duque de la Victoria; con el antiguo convento de los basilios; con el de San Antonio; y muchos más. Todos presentaban sus dificultades. Finalmente la elección recayó en el que era propiedad de D. Saturnino Fernández de la Peña, comerciante de Sevilla recién propietario de la casa. En el mes de septiembre se llevó a cabo la compra, una vez que el cardenal, fray Ceferino González, concedió el 27 de agosto la autorización para instalarse y la cesión del contiguo templo de Nuestra Señora de la Consolación. El costo del palacio, que encerraba en su perímetro una extensión de doce mil metros cuadrados, ascendió a 500.000 pesetas pagaderas en cuarenta plazos, con un interés del 4% anual.

En el mes de octubre el colegio se incorporó al instituto provincial, y el 1 de diciembre comenzaron las clases de enseñanza primaria bajo la dirección del P. Jerónimo Córdoba, admitiendo alumnos internos, externos y mediopensionistas. Para dar la solemnidad que el acto se merecía la inauguración oficial quedó aplazada hasta el comienzo del siguiente año, concretamente el 11 de enero. El fundador, P. Manuel Pérez, Vicario general, no pudo asistir: las lluvias bloquearon el ferrocarril. No obstante, en muchas ocasiones visitaría la casa; en una de ellas, el 26-1-1894, la última, murió tras diez años del ejercicio de superior.

La vida del colegio venía jalonada con actos celebrados en la iglesia, triduos, juguetes cómicos representados en algunas conmemoraciones, preparación de los niños para la primera comunión, ejercicios. El edificio se fue adecuando y acondicionando poco a poco. El colegio contó con alumnos externos y colegiales; éstos divididos en internos y mediopensionistas o encomendados. Los internos, entre 6 y 12 años, se incorporaban con todo el equipo necesario (uniforme, ajuar de cama y comedor y ropa personal); los mediopensionistas residían en el colegio la mayor parte de la jornada, más de trece horas seguidas; los encomendados, casi similar, tan sólo que salían a sus casas para la hora de la comida. Las asignaturas que se explicaban correspondían a la primera enseñanza, elemental y superior, así como a la segunda; el reglamento indicaba la educación religiosa y moral que debía impartirse siguiendo las orientaciones de la Iglesia católica; la educación cívica nacía de la explicación de las «reglas de urbanidad».

Anexión a la provincia de Castilla.

En 1897 la Orden cambiaría de estructura de gobierno. Acababa la Generalidad y sus casas pasarían a las distintas Provincias. Sevilla fue agregada a la Provincia de Castilla el 5-6-1899 después de haber cumplido sobradamente su cometido. Tras la anexión el colegio fue creciendo; así en el curso 1900-1901 se abrió la carrera de comercio, se remodelaron las clases de silabeo para externos. Al año siguiente se ampliaba el centro con un pabellón levantado en la calle Matahacas, acondicionándose tres años más tarde todo el edificio para la instalación de la luz eléctrica. Fueron actos de especial relevancia en los primeros lustros del siglo las celebraciones de las primeras comuniones. Varias autoridades eclesiásticas administraron el sacramento a los pequeños, participando igualmente en otras actividades culturales; así Vicente Alonso Salgado, ex-rector y obispo de Astorga, Ceferino González y Enrique Almaraz, arzobispos de Sevilla, los cardenales Sanz Forés y Spínola, Juan Sanz Saravia obispo de Jaén, Sebastián Leite obispo de Beja. El recuerdo nostálgico del exalumno Antonio Muro Orejón, que inició su andadura en el colegio el año 1913, sirve para narrar el talante del centro: como colegio de religiosos eran diarios los rezos del rosario con el que terminaba el estudio, la santa misa antes de iniciar las clases, los sábados no faltaba la recitación en latín del oficio parvo de la Virgen; su formación, como la de sus compañeros, había sido siempre sin hipocresías malsanas, sencilla, humilde, caritativa, profundamente cristiana.

De esta primera época conviene recordar a los escolapios profesores: P. Jerónimo Córdoba, autor del Cursus taurorum y de una Literatura española en verso; al P. Luis Abellá, quien terminado el estudio de la noche acompañaba a los encomendados en filas de a dos hasta la parroquia de Santa Catalina; al P. Miguel Millán, compositor de la música de las zarzuelas que se representaban en los días de carnaval.

Con todo el colegio fue adquiriendo renombre en la ciudad, y así en 1912 recibió la pequeña ayuda del ayuntamiento (2.500 ptas.), éste cambió el nombre de la calle «Luna» por el de «Escuelas Pías», al celebrar el colegio las bodas de plata con gran solemnidad. Este año (1913), a petición de los padres de alumnos la comunidad acordó la creación de una «academia preparatoria militar». Del 16 al 31-12-1917 se conmemoró con especial participación de los antiguos alumnos el tercer centenario de la erección canónica de las Escuelas Pías. Mientras tanto, aumentaban las enseñanzas, crecían las secciones y se imponían mejoras. El reglamento de este mismo año recoge la creación de un internado universitario para veinte alumnos; debió funcionar desde el año anterior y prolongó su vida, en pabellón aparte, hasta 1936. Las reformas del inmueble eran tantas y de tanta importancia que el P. Provincial exigió un proyecto de arquitecto con sus respectivos planos; la inversión supuso tomar a crédito la cantidad de 20.099 pesetas.

Desde la segunda república.

El advenimiento de la segunda República cambiaría el sereno ritmo de trabajo de la etapa anterior. La constitución de 1931 y la ley de «Confesiones y Congregaciones religiosas» exigieron, incluso, el cambio de la titularidad de la institución. En 1932 se creó la «Asociación de antiguos alumnos calasancios» cuyo papel fue muy importante en la década de los treinta. Se preocuparon de que el número de alumnos del colegio no disminuyera y que su prestigio se mantuviera elevado. Por otra parte, con el fin de que las Escuelas Pías no perdieran su colegio un grupo de aquellos antiguos alumnos propuso en agosto de 1933 las bases para la creación de «La cultural hispalense»; esta sociedad asumiría y tomaría por cesión gratuita el inmueble con todas sus pertenencias, incomunicando por completo los locales propios de la comunidad con el resto del colegio. Ese mismo mes se publicaba el boletín de inscripción al colegio por «La cultural hispalense». En su contenido se hacía referencia al cambio de titularidad y la continuidad que suponía la fórmula adoptada; aquel curso 1933-1934 mantuvo los alumnos internos, externos, mediopensionistas, encomendados, universitarios, aunque lógicamente disminuyó su número. Todo el movimiento educativo católico iba estudiando fórmulas para mantener sus estructuras en tiempos tan poco favorables para el desarrollo de las actividades docentes. Un ejemplo de lo afirmado y preludio de lo que ocurrió un año más tarde quedó recogido en la propuesta que en 1932 el P. A. Moreno formuló a la asociación de antiguos alumnos (las bases para la creación de un nuevo colegio de primera enseñanza y segunda enseñanza cuyo director-propietario habría de ser un licenciado seglar; su nombre sería «Colegio hispalense del Sagrado Corazón»). El «Colegio católico hispalense» (así quedó denominado el llevado por «La cultural hispalense») quedó organizado con un personal docente seglar de licenciados y otro directivo de escolapios (los cargos de director-administrativo, prefecto, secretario de estudios e inspectores recayeron sobre los religiosos). Toda esta problemática y el ambiente que le rodeaba provocó que surgieran dificultades de entendimiento en la comunidad; se llegó a hablar de camarilla bética frente a norteña, pretendiendo aquélla la independencia de Castilla; se intentó redactar un nuevo reglamento, e incluso fundar en el barrio de El Porvenir y en Heliópolis. En el curso 1934-1935 aumentaron los alumnos respecto al curso anterior y comenzó a prescindirse del profesorado seglar. Para el siguiente se despidió a casi todo el profesorado titulado, cumpliendo la comunidad de religiosos con sus compromisos de observancia y en el trabajo docente; creció el número de alumnos, particularmente los universitarios, aunque paradójicamente se pensó en suprimir esta sección, lo que se llevó a efecto un año después por imperativos de la guerra.

En diciembre de 1936 quedó incautado el colegio para alojar a mil quinientos soldados; hasta entonces se había impartido clases con toda normalidad, tanto en primera como en segunda enseñanza. Cuando los soldados desalojaron el inmueble, en marzo de 1937, su destino fue el de hospital; no fue impedimento, no obstante, para que se continuaran las clases (una clase de párvulos, tres de vigilados y cuatro de externos). «La cultural hispalense» se disolvió con el alzamiento nacional, pasando a incorporarse el colegio al instituto nacional de segunda enseñanza de Sevilla (5-4-1937). La situación del centro fue mejorando y el curso siguiente pudo comenzarse bajo el «Reglamento del colegio calasancio dirigido por los PP. escolapios».

En septiembre de 1939 se creó al aspirantado bajo la dirección del P. Fernando Gallego; su horario, tareas y distribución del tiempo era similar al alumnado interno, salvo que se intensificaba la formación religiosa tanto en las prácticas, como en las instrucciones. En esa casa se mantuvo, aunque ocupando distintas dependencias, hasta 1968 que fue trasladado a Granada. La actividad educativa religiosa del centro se incrementó con el movimiento de aspirantes de Acción católica; se crearon los centro de San Pompilio y de San José de Calasanz; intentaban combatir el lenguaje, el materialismo y la falta de religiosidad de la época; el método usado fue: los ejercicios espirituales, las reuniones mensuales de apostolado, la actividad lúdica y los «círculos de estudio»; para el desarrollo de éstos últimos se creó una pequeña biblioteca al uso del tiempo.

Acontecimiento particular para Sevilla fue la llegada de las Reliquias del Fundador de las Escuelas Pías, al conmemorar el tercer centenario de su muerte. Todo el mes de diciembre de 1948 estuvo ocupado en preparativos. La noche del 1-2-1949 pernoctaron en el colegio, marchando al día siguiente hacia Córdoba.

El edificio iba quedándose pequeño y en julio de 1952 se vio ampliado con la incorporación del cuartel de los Terceros, contiguo al colegio, en la plaza de Sevilla; se había subastado en 1949 por valor de dos millones y medio de pesetas. Acondicionarlo y acondicionar el antiguo edificio exigió la solicitud de un préstamo de otros dos millones. Su aspecto externo adquirió otro aire. Tres años duraron las obras. Con la adquisición de una casa particular en 1963 en la calle Escuelas Pías, el colegio alcanzó la superficie de catorce mil metros cuadrados.

Última etapa.

En la década de los sesenta, aunque iniciándose anteriormente comenzó una seria preocupación por la dimensión educativa en sus capítulos de orientación, de didáctica, de pedagogía, de filosofía de la educación. En este ambiente se barajaba la posibilidad de vender el edificio o de reedificarlo; en 1967 se elaboró un proyecto de nueva edificación en el mismo solar; un año después se pensaba, incluso, en trasladarlo fuera de la ciudad. Lo cierto es que el edificio adquirido en 1888 por Francisco Clerch, con todas sus anexiones posteriores, sirvió de marco último al curso 1973-1974. Los planos definitivos para una nueva construcción en la urbanización Montequinto fueron presentados en el colegio de arquitectos el 28-3-1973. Dos meses más tarde comenzaba el movimiento de tierras y se inauguraba el 16-9-1974. El primer curso comenzó con una matrícula de cerca de mil trescientos alumnos, mixto; tres comunidades religiosas se responsabilizaban del centro: la colegial, residente en unos bloques de la urbanización vecina al colegio; la del noviciado independiente; y la del Cerro del Águila. Cinco religiosas escolapias se hacía cargo de las cuatro aulas de preescolar y de la primera etapa de EGB. La segunda etapa y el BUP sería competencia de los escolapios. Para entender el nuevo planteamiento conviene reseñar algunos datos. El 17-12-1974 quedó erigida la Bética como Viceprovincia dependiente; como independiente el 26-6-1975. En la gestión de todo el «proyecto sur» iba quedando claro cuál debía ser el papel de los colegios: comunidades cristianas escolapias y lugares de trabajo abiertos al barrio, con dedicación real a la juventud marginada. Sus pioneros creían, (tiempo atrás, 1971), conveniente encaminar su política a no abrir ningún centro más en el sur de España, ni propio, ni dedicado a los económicamente capaces; entendían que la venta del colegio calasancio podría ser provechosa, aun perdiendo dinero, para ser sustituido por unas escuelas populares en el Cerro del Águila o en otros barrios humildes de la ciudad. Nuevos matices se marcaron cuando no se determinó la venta, sino el traslado del colegio. Así: había que subrayar la acción parroquial-colegial (de hecho se solicitó una parroquia aneja al colegio) donde se impartieran clases para muchachos atrasados o adultos que pretendieran el graduado escolar; se propuso una acción conjunta con las escolapias; además se urgía la separación pretendida entre comunidad de vida y comunidad de trabajo. (En octubre de 1982 se rescindió el contrato con la diócesis referente a la pastoral parroquial). Así, pues, sin llevar un semestre funcionando el colegio pasó a depender de la Viceprovincia Bética, que poco después pretendió su venta. Pudo ser compradora la Orden agustina, que luego optó por otro local. Las noticias de la venta y el expreso manifiesto realizado por el P. Viceprovincial ofreciéndoselo nuevamente a Castilla, cambiaron el destino. El 26-4-1975 volvía de nuevo a depender de la Provincia de Castilla.

El edificio de Ponce de León, declarado de interés social en 1974, aún mantiene parte de su estructura, formando un conjunto residencial llamado «Duques de Osuna».

Otros datos de interés.

A lo largo de los años de vida escolapia en Sevilla han funcionado asociaciones de carácter social y apostólico: Congregación de Nuestra Señora de las Escuelas Pías, Escuela de Cristo, Tarsicios, Acción católica, Congregación de Nuestro Santo Padre, Boy-scout, Coros infantiles, Orfeón calasancio, Asociación de antiguos alumnos, Asociación de padres de familia.

Algunos datos demuestran la proyección local y provincial de la Orden: designar algunas calles con el nombre de «Escuelas Pías» o «Jerónimo Córdoba»; denominar escuelas o grupos escolares con títulos calasancios, así «Escuelas Pías de la Purísima» (fundadas por el cardenal De la Lastra y Cuesta, antiguo alumno de Villacarriedo); el «Grupo escolar San José de Calasanz», con su calle correspondiente en el barrio El Tardón de Sevilla; el colegio profesional «San José de Calasanz» en Lora del Río.

En los decenios más inmediatos a nuestro tiempo se constata el hecho de haber ingresado en la Academia Sevillana de Bellas Artes el P. Moisés Rodríguez Álvarez (1944) y haber sido distinguidos con la Encomienda de Alfonso X el Sabio, los PP. José Luis Abellá Garrido (1956) y Leonardo Rodríguez Álvarez (1963). Convivieron algún tiempo con los escolapios, hasta sus últimos años, el historiador de la ciudad José Morgado Alonso (1907) y el arquitecto Juan Talavera Heredia (1954-1961). Pasaron por sus aulas personajes relacionados con el mundo de los toros, como José Miura e Ignacio Sánchez Mejías; los catedráticos: Faustino Gutiérrez Alviz, Miguel Arroyo Martínez, Antonio Muro Orejón; el cardenal Segura; y otros muchos. Del colegio salió en los años de la posguerra la revista Calasanz; y los aspirantes durante algún tiempo publicaron otra propia titulada En marcha. La vida escolapia en Sevilla ha sido posible gracias al apoyo de muchos amigos que sería imposible enumerar. A modo de signo se señalan a los acreedores de «carta de hermandad»: Miguel López Durendes, Antonio Martínez Jordán, Luis Isern Pineda, José Montoto González, Juan Talavera Heredia, Críspulo Gallego, Antonio Núñez, Antonio Díaz Borrego y Antonio Muro Orejón. La siguiente tabla numérica referente a los alumnos y religiosos puede dar una visión de conjunto:

Año Religiosos Alumnos
Sac. Cl. Op. Total Ext. Int. Med. P. Vig. Total
1889 7 0 6 13 284 172 0 0 456
1890 7 3 7 17 539 192 0 0 731
1891 11 2 6 19 547 110 36 68 761
1893 11 4 8 23 597 106 22 77 802
1898 11 3 5 19 851 130 0 140 1.121
1899 11 5 5 21 750 130 0 132 1.012
1900 11 4 4 19 481 112 0 131 724
1902 14 4 0 18 384 68 0 93 545
1910 - - - 23 358 94 14 82 548
1929 16 2 2 20 302 118 10 264 694
1931 19 0 2 21 302 118 10 264 694
1935 17 2 2 21 298 71 7 224 600
1948 17 1 2 20 224 250 40 630 1.144
1959 22 0 4 26 225 234 6 1.010 1.475
1969 15 1 2 18 216 112 0 1.264 1.592
1975 - - - 6 - - - - 1.334

Superiores

Persona Año
Francisco Clerch 1887
Vicente Alonso 1888
Genaro Miján 1894
Emilio Latorre 1897
Rafael Ortega 1902
Ramón Navarro 1906
Pedro Díaz 1912
Félix Romero 1918
Antonio García 1919
José Cerdeiriña 1922
David Álvarez 1925
Cristóbal Esteban 1931
Pablo Montero 1932
Luciano Montero 1934
Felipe Diez 1935
Cristóbal Esteban 1937
Moisés Rodríguez 1940
Leonardo Rodríguez 1946
Bernabé Ruiz 1952
Ceferino Álvarez 1958
Ramón Prieto 1961
Bernabé Ruiz 1967
Manuel R. Espejo 1970
Domingo Villar 1973
Fidel Gómez 1975
Andrés Gómez 1976
Juan R. Torres 1979
Andrés Gómez 1982

Bibliografía

  • Rodríguez Álvarez, M.: Pequeña historia de una casa grande, Real Academia Sevillana de Buenas Letras, Sevilla, 1946: Alonso Morgado, J.: Recuerdos del antiguo Santuario..., seguido de las memorias históricas de los PP. escolapios en esta ciudad, Impr. y Lituania de E. Hidalgo, Sevila, 1888
  • Hoja informativa. Escuelas Pías de España, Tercera Demarcación (varios números)
  • Informe Andalucía (varios números).

Redactor(es)

  • Pedro Alonso, en 1990, artículo original del DENES I