Urbino (IT) Colegio, internado de nobles y seminario

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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Toscana

(1686-1884)

Historia

El nombre de Urbino trae el recuerdo de grandes hombres. El municipio sabía que la palanca para su promoción era y es la enseñanza; de ahí que buscara quien la tomara, con constancia y sacrificio, en sus manos. Para ello se puso en relación con los escolapios de la Provincia Romana en 1686; les cedía para habitación y escuelas las mismas dependencias que hasta entonces ocupaban los maestros anteriormente, pero añadiendo otras casas alquiladas; la cofradía de la muerte cedía, además, su iglesia; se pagarían 306 escudos para la manutención. Las Escuelas Pías pondrían tres religiosos: uno para retórica, otro para humanidades, el tercero para gramática. El profesor de retórica daría, además, clases en la Universidad de Urbino. Habría un rector y un hermano operario. Se abrieron las clases con gran afluencia: más de 40 alumnos en retórica. Muy pronto se lanzaron a las academias públicas, costumbre que ya no abandonaron y que acreditó la docencia de los escolapios. A los pocos años se abrió aula de filosofía gracias a una donación; entonces se dejó la lección de retórica en la Universidad substituyéndola por la de filosofía. Se concedió luego la cátedra de matemáticas de la Universidad a los escolapios y la desempeñaron con aplauso durante muchos años. Fue el primero el P. Felipe de San Miguel en 1693. Seis años más tarde (1699) se abrió por los escolapios un internado para nobles, alquilando una casa de rango señorial; la ocasión fue empeñarse en ello don Rafael Fabbretti con aplauso general de los nobles de Urbino y cercanías. Clemente XI, urbitense, reconoció la importancia de la empresa y se encargó de darles por su cuenta un edificio digno, al que se trasladaron los religiosos y nueve colegiales. Les asignó capilla. Les mandó a las clases los alumnos del seminario del arzobispado de Urbino, sede vacante. Se aumentaron entonces las enseñanzas con clase de teología y otras inferiores, con creciente número de alumnos.

Se creó la academia de los «Nascenti». Se multiplicaron las veladas en honor de altos personajes, entre ellos al rey de Inglaterra en su visita a Urbino; igualmente se tuvieron «conclusiones» muy aplaudidas por obispos y cardenales, participando a veces alguno de ellos, como el cardenal Sanvitali. En carnaval se tenían comedias en el teatro del colegio; entre ellas las de Plauto debidamente expurgadas: empezaron en 1724, esto es, antes de que tal se hiciera en Roma con aplauso de todo el mundo. Igualmente recitaban panegíricos en las fiestas; Clemente XI (1700-1721) determinó levantar un edificio de planta para el colegio, derribándose algunas casas para su emplazamiento y gastándose unos 23.000 escudos. Se acabaron las obras gracias al Papa Benedicto XIII (1724-1730) y por mediación del cardenal Aníbal Albani, quien también aportó mucho de su bolsillo. Otro colaborador fue Clemente XII. La Universidad de Urbino ayudó asimismo con vistas a disponer de locales, lo que llevaría a un pleito en 1746; los escolapios enterraron en él no pocos escudos romanos. En la fachada se puso esta inscripción: Clementi XI P. M. Fundatori Benedicto XIII P. M. Perfectori.

Todo parecía insuficiente ante la calidad de los alumnos y su aplicación y buen comportamiento. Bastarán unos pocos nombres: Juan Vicente Ganganelli, conocido en la historia por Clemente XIV, Giovanni Pascoli que proclamó repetidas veces que los de Urbino fueron sus verdaderos y únicos maestros; su compañero Rodolfo Renier; Francisco Puccinotti, que dejó preciosos estudios sobre la malaria; Roberto de Nove, el capuchino que revolvió las masas con sus predicaciones; el cardenal Hércules Consalvi. De sus grandes profesores sólo se cita el P. Checcucci que dejó Urbino para regir el colegio Nazareno, de mayor tradición y grandeza, sin duda. Consta que en 1831 el colegio de nobles de Urbino fue confiado con aprobación de Gregorio XVI a la Provincia de Toscana quien lo elevó a su mayor grandeza. Al implantarse los planes de estudio de la Italia unificada, el colegio los aceptó. Así en 1872, por ejemplo, tenía cinco clases elementales, tres cursos de escuela técnica, cinco clases gimnasiales y los tres cursos del liceo. Seguía el internado, pero ya no exclusivo para nobles. Luego tomó carácter municipal y por fin en 1884 se apoderaba el Gobierno, retirándose espontáneamente los escolapios ante la legislación vigente. En 1907 la Provincia Romana intentó su reapertura, pero desistía definitivamente en 1908.

Bibliografía

  • Regestum Provincia, 49 y Suppl. n. 20
  • Il Collegio di Urbino diretto dai PP. delle Escuela Pía (Pésaro 1839)
  • Epigrafi alla memoria del P. Checcucci nel lasciare il collegio di Urbino per andare Rettore al Collegio Nazareno (1850)
  • Serpieri, A., Relazione sulle Scuole del Collegio Raffaelo d’Urbino (Urbino 1872)
  • Nomi-Pesciolini, U., Ricordi biografici e bibliografici del P. Alessandro Checcucci: en «Miscellanea della Valdelsa» (Castelfiorentino, 1908-1909) 2 fascículos
  • Regestum L.-Sc. n. 253.

Redactor(es)

  • Claudio Vilá, en 1990, artículo original del DENES I