Valencia (ES) Real colegio San Joaquín y parroquia San José de Calasanz

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Mapa de la demarcación
Patio interior del colegio San Joaquín de Valencia
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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Valencia

(1738- )

Historia

Este viejo colegio de las Escuelas Pías ha cargado sobre sí la fundación de, prácticamente, toda la Provincia de Valencia. Ha sido, además, sede del gobierno de la misma y de algunos Vicarios generales (Esteve, 1826-1833; Hernández, 1809-1814; Feliu, 1846-1864). Entre sus propiedades figuraron las llamadas «Escuelas Pías de la Plaza» y «La Masía del Pilar» y en él estableció su fundador, el arzobispo de Valencia, Andrés Mayoral, el internado o Seminario Andresiano (1763-1958). Llegó a ser en el siglo XVIII el mejor colegio de las Escuelas Pías en España, verdadera joya que mimó la Provincia escolapia de Aragón (1738-1826) envíándole a sus mejores escolapios.

Antecedentes.

El conde de Carlet, Felipe Lino de Castellví, y su hijo, Joaquín de Castellví Escrivá, conocieron la existencia de las Escuelas Pías al ver en Zaragoza las filas de los alumnos acompañados hasta sus casas (1735), visitaron las escuelas y el conde escribió (11-12-1736) a Martín Altarriba, regidor zaragozano, como él lo era de Valencia, para que influyera ante el Provincial aragonés, a fin de obtener una fundación. Altarriba escribió una preciosa carta (23-12-1736) al Provincial Juan Crisóstomo Plana, pidiéndole enviara a Valencia al padre Ignacio Cistué «que tiene cachaza y sorna». Plana mandó a Cistué (27-1-1737), rector del colegio de Albarracín, averiguara las intenciones del conde. Llegó a Valencia (22-2-1737) acompañado por el hermano Gaspar López, donde visitó autoridades y personas influyentes, indagando su parecer sobre la fundación: el comandante general de Valencia y Murcia, Plácido de Sangro, se declaró exalumno de las Escuelas Pías de Nápoles y favorable a la fundación; el intendente, Juan Verdes Montenegro se hizo informar por el jefe del reino de Aragón. Desde Madrid, además, recibió Cistué cartas de recomendación. Pero los cuatro abogados de la ciudad pusieron sus reparos. El arzobispo Larreátegui concedió la licencia el 30 de abril. Y el Corregimiento aprobó la fundación por unanimidad en la sesión del 20 de mayo. El único requisito esperado era la sanción del rey o su Consejo; éste no tardó en darla (17-11-1737). Comprada la primera casa en la calle Colomer (29-11-1737), llegaron los PP. Ambrosio Lasala y Antonio Cajón (16-12-1737) para tomar posesión. El único trámite que faltaba era el convenio con la parroquia de los Santos Juanes en cuyo territorio estaba enclavada la casa; éste se firmó en 6-2-1738.

Edificio.

Desde su llegada a Valencia hasta abril Cistué y López residieron en casa del hermano de éste, Lie. Francisco. El 28-4-1737 se trasladaron a una alquería del conde, hasta la compra por 1.500 libras de una casa de la calle Colomer, propiedad de Francisco Guillen (escritura, 29-11-1737) a la que se trasladaron ese mismo día. El 8-2-1738 Cistué celebró la misa e hizo la Reserva; doce días después comenzaron las clases. Pero el 1 de mayo, tras el segundo reconocimiento, el maestro albañil Torralba, declaró que el edificio amenazaba ruina. Los alarifes de la ciudad, Francisco Martínez y Felipe Rubio opinaron que no había peligro alguno, hechas algunas reparaciones. El 2 de mayo Cistué se entrevistó con el arzobispo y acordaron el traslado de las escuelas. Se alquiló por 145 libras anuales ese mismo día una casa de Joaquín Quevedo (calle Sorolla) a donde se transladaron algunos religiosos, quedando tres en la calle Colomer. La visita del Provincial Paúl reunió de nuevo toda la comunidad en esta casa y en la de Sorolla quedaron sólo las escuelas. Esta inseguridad hizo optar por un edificio nuevo, que se emplazaría en el solar de la calle Colomer, con su extenso corral, dos casas y una escalera del convento de dominicos adya-

cente (contrato, 11-9-1139; por 231 libras valencianas), una casa de Mons. Juan Soler y otra de unos menores de los Esplugues (350 y 400 libras que pagó el arzobispo Mayoral). Comenzó el derribo el 18-11-1739. Puso la primera piedra Anastasio Simancas y el Provincial encargó al hermano Blas García los planos y la obra. Este firmó los planos del colegio y de la iglesia, aunque de aquél sólo se realizó la mitad y ésta ya no la construyó él. Mayoral terminó a sus expensas el edificio hasta con un cuarto piso, rematando el tejado en febrero de 1741 (total gastado por el arzobispo 1.127 libras más otras muchas limosnas no cuantificables). La obra concluyó en 1742; era un paralelogramo de 180 palmos valencianos (calles Colomer y Carniceros) por 150 (calle Villena y parte adosada a la iglesia). De esta obra se conserva hoy lo principal de las fachadas, sin que en nada sobresalgan, si no es por su solidez y severidad. Durante la obra el alumnado acudía a la iglesia del convento de Pie de la Cruz. En diciembre de 1738 se trasladaron las escuelas de la calle Sorolla (estuvieron allí alrededor de 8 meses) a unas casas alquiladas a Antonio Malonda, próximas al futuro colegio. En 1809 se emplazó en el colegio un hospital de sangre para hacer frente a los ataques franceses. El 18-7-1873, durante la revolución cantonal, la milicia estableció uno de sus retenes en el edificio; cuando la lucha se hizo inevitable una compañía tomó posiciones en él (26-7-1873, primer día de asedio a Valencia) y el 2 de agosto de este año uno de los primeros proyectiles del ataque de A. Martínez Campos que cayeron en la ciudad fue una granada que estalló en una de las esquinas de las Escuelas Pías. El día 3 la Cruz Roja trasladó al colegio las víctimas causadas en las Torres de Quart al estallar una granada o inflamarse un proyectil. Cuando el día 8 la junta revolucionaria abandonó Valencia, en la comisión que anunciaba el hecho a Martínez Campos en Quart de Poblet, figuraba un escolapio.

La preocupación de los rectores del colegio desde los años 20 de este siglo ha sido proporcionar un desahogo al colegio, adquiriendo terrenos en la parte norte hasta lograr el patio de juego actual (abierto durante el trienio 1967-1970, formado por compra a particulares de varias casas, parte en la calle Colomer, parte en la calle Bisbesa (que partía desde la puerta norte del colegio hasta la calle Pintor Domingo) y la calle al Ayuntamiento (acuerdo de éste de 12-5-1958; carta de pago de 23-3-1961).

Durante la guerra civil (1936-1939) la Federación de Trabajadores de la Enseñanza (FETE) se incautó el colegio el 15-8-1936, que después fue convertido en checa (1-1-1938 a 29-3-1939). Los edificios (colegio, iglesia y escuelas de la Plaza) fueron recuperados el 2-4-1939. Todas las escrituras de propiedad fueron encontradas en un informe montón en el archivo municipal los años 1939-1943. Su hallazgo y reinscripción se debieron, en gran parte, al abogado Valero Martínez. El edificio quedó seriamente dañado, hasta pensar en su abandono, aunque prevaleció el criterio de reconstrucción. Siguiendo el decreto de 25-3-1938 se formalizó expediente de reconstrucción con créditos del Instituto de Reconstrucción Nacional que calculó que los daños sufridos por el inmueble ascendían a 709.000 ptas. Con la reconstrucción se amplió el patio central con dos arcadas más, y la cantidad erogada superó con creces el presupuesto inicial.

En 1970 se levantó una cuarta planta en la parte sur (fachada principal) y se derribó la del oeste sustituyéndola por otra nueva. Durante 1974-1975 declarada en estado ruinoso gran parte de la zona norte del edificio se renovaron sus forjados. Y durante los años 1976-1979 se remodelaron parte de las clases del colegio para la homologación del bachillerato unificado y polivalente según exigencias del ministerio de Educación.

La fachada principal consta de dos cuerpos, con diez pilastras avanzadas jónicas en el primero y diez corintias en el segundo, pareadas las del centro y sueltas las de los extremos; la cierran dos cuerpos sobresalientes, en los cuales y en los intermedios de las pilastras se hallan ventanas figuradas con arquitrabes y frontispicios triangulares y circulares y lápidas que llenan los vacíos. Entre las pilastras centrales del primero y segundo cuerpo hay nichos en cuyo arquitrabe y cavidad figuran unas pechinas y en ellas están colocadas las estatuas de piedra, mayores que el natural, de Santa Ana, S. José, S. Andrés y S. José de Calasanz; en el nicho central está San Joaquín, a quien está dedicado el colegio. Estas cinco estatuas son de Ignacio Vergara. El escudo de armas del arzobispo Mayoral queda bajo el frontispicio circular que le sirve de tímpano y los dos círculos con las armas de las Escuelas Pías se hallan en los lados. Los dos cuerpos de que consta la fachada se hallan divididos por una cornisa perfectamente extendida; su centro lo abraza un frontispicio triangular de cuarenta palmos de extensión y otro igual, de ochenta, corona el segundo y le sirve de remate, coronado de una cruz afiligranada, con barandilla o antepecho con pomos de piedra que asienta sobre pilastras. La planta levantada en 1970 no afecta para nada esta fachada.

La iglesia.

Es una magnífica rotonda (923,36 metros cuadrados), verdadero gusto arquitectónico; se debe a D. José Puchol, teniente director de la escuela de la Academia de S. Carlos y arquitecto del arzobispo Mayoral y a Antonio Gilabert que corrigió los planos y los ejecutó. Puchol tomó ideas de la iglesia de las bernardas de Alcalá de Henares. A la muerte de Mayoral se simplificaron los planos para reducir gastos y se concluyó con la subvención de los Espolios reales. De planta circular (24,50 m. de diámetro), abierta por una gran cúpula de linterna, tiene tres cuerpos en su arquitectura. En el primero (44 palmos) hay de altar a altar sendas pilastras pareadas, estriadas, corintias, que llegan a su cornisa, primorosamente trabajada y por cuyo ándito corre una baranda de hierro forjado con pomos de bronce que cierra una ancha tribuna alrededor. En el segundo, pilastras en sus postes y retorno hasta recibir el primer filete de la cornisa y entre ellos columnas corintias de 24 palmos sobre las que cargan los arquitrabes y cornisa de la segunda tribuna, gravitando sobre los arcos de las capillas, quedando a sus espaldas un anchuroso ándito que recorre igualmente por el pasillo embovedado que perfora los postes; en el arco frente al altar mayor, el coro, con sillería de nogal y a ambos lados dos órganos con frontispicios de buen gusto, figurado el de la parte de la epístola y real el de la del evangelio. La cornisa terminal (36 pies de altura) se halla ejecutada con toda limpieza y exactas proporciones y su corona deja otro ándito, también con barandilla de hierro, formando una segunda tribuna. Sobre ésta se alza el tercer cuerpo (24 pies) con ventanas hasta el piso a plomo sobre las capillas y con nichos en los diez postes y en ellos diez apóstoles, que, con los dos puestos sobre las columnas de la embocadura de la capilla mayor completan el apostolado, siendo todos obra de Ignacio Vergara. Ciertamente este tercer cuerpo es poco elevado, restando soberanía arquitectónica. Ello se debe a que cuando la obra se hallaba a la altura de recibir la cornisa del segundo cuerpo, falleció el arzobispo mecenas y se tuvieron que paralizar las obras hasta que la tesorería de Espolios y Vacantes suministró algunas cantidades y la Comisaría general de Cruzada aprobó (noviembre de 1770) lo interinamente dispuesto por aquélla y, por orden de Carlos III, abonó lo necesario para la conclusión de la obra. Pero aun así se tuvieron que restringir obras: ello explica el porqué de la venta de la barandilla destinada a la primera tribuna al cabildo de la colegiata de Játiva, donde se halla, y en su lugar se colocase la de la segunda tribuna y en ésta la que había de formar el balconaje por la parte exterior de la media naranja al arranque del tercer cuerpo y el porqué del trueque de las pinturas previstas (excepto en la capilla mayor) por el estuco blanco. La cúpula (24 metros de diámetro) corona este tercer cuerpo (16,90 metros desde el suelo), arrancando desde su plano la media naranja. Tanto la linterna como la cúpula están divididas en diez segmentos; los vacíos de la linterna son rasgados en toda su altura, con pilastras toscanas en los postes y encima una bola de hierro cóncava que sostiene la cruz de remate. El piso de la rotonda descansa, casi en su totalidad sobre una bóveda que encerraba el panteón de la comunidad religiosa; en ella descansan los restos del P. Felipe Scío. Cuando a principios de 1912 se sustituyó el pavimento de baldosa roja por el actual, se echaron los escombros en la cripta, rellenándola. Este fue el panteón de los escolapios valencianos hasta fines del siglo XIX; pero ya el 15-12-1880 acordó el ayuntamiento la cesión gratuita a las Escuelas Pías de 60 metros de terreno para la construcción del actual panteón en el cementerio municipal «en atención a los servicios gratuitos prestados a la enseñanza popular». El altar mayor está situado frente a la puerta principal y se inserta en un arco que avanza al nivel de la primera cornisa; forman el retablo cuatro columnas de piedra verde con capiteles dorados corintios; las bases planas, mesa y frontispicio triangular que lo coronan, son igualmente de hermosos mármoles con molduras y adornos dorados; el cuadro de San Joaquín que cubría el nicho y las pinturas al fresco de cascarón son de José Vergara; de Ignacio, los relieves dorados sobre el arco (Virgen con Niño en brazos, San Joaquín, San José de Calasanz y dos turiferantes entre grupos de ángeles adorantes); en cada uno de sus extremos anteriores se elevan dos columnas pareadas estriadas, de orden corintio, de 40 palmos valencianos de altura, hasta recibir la primera cornisa, corintia, lo que da la sensación visual de mayores proporciones. Sobre las columnas están los cuatro evangelistas, mayores que el natural, obra de Ignacio Vergara.

Las siete capillas o altares restantes se hallaban bajo arcos circulares, en los vacíos practicados en el muro circular de sostén del templo y dedicados a San José de Calasanz, Virgen de las Escuelas Pías, San José, Santa Bárbara, Santísimo Cristo, (el siguiente, ámbito de tránsito a claustro y sacristía) y Virgen de los Desamparados (antes S. Andrés); cada una tiene dos columnas corintias con capiteles dorados y frontispicios alternos circulares o triangulares, de remate; en todas hay variedad de jaspes de Villamarchante, Nárquera, Turís y otras canteras con pinturas que abren sus nichos, de Ignacio y José Vergara, José Camarón y Luis Planes; miden 18 x 11 palmos valencianos y en cada lado y dentro de ellas, hay dos columnas pareadas dóricas de 20 palmos, que reciben el arco de medio punto de su desembocadura. La torre se edificó en el solar del gremio de carpinteros; por eso la fiesta de su patrón, San José, se celebra todos los años en esta iglesia, en reconocimiento a su cesión. Por encima del cuerpo avanzado de la derecha de la fachada principal se eleva setenta palmos más, contados hasta el globo que sostiene la cruz afiligranada de hierro, que le sirve de giraldillo o veleta. Es cuadrada, con tres cuerpos: el primero, con pilastras pareadas corintias y ventanas de medio punto en que están colocadas las campanas, coronado de un antepecho con pilares de piedra; el segundo, con pilastras sueltas también corintias e iguales ventanas, asimismo con pomos de piedra; el tercero, igualmente con ventanas de medio punto y cerrado con una cúpula techada con tejas vidriadas azules. Las campanas desaparecieron durante la última guerra civil; las cuatro (fundidor Roses, de Adzaneta de Albaida) fueron repuestas en noviembre de 1948.

La obra de la iglesia concluyó a fines de enero de 1771, costando 52.301 libras y 12 sueldos valencianos, o sea, 787.400 reales de vellón. El templo fue consagrado el 18-4-1775 por el obispo electo de Solsona, Rafael Losada, que lo dedicó a S. Joaquín. Se ha escrito que la elección del titular de iglesia y colegio se debió a que, al inaugurar la casa de la calle Colomer, en la improvisada capilla, se colocó un cuadro de S. Joaquín, prestado por la vecina Tomasa Blandí. Sin embargo, el famoso alcalde Fos se ufanó durante toda su vida de haber sido el primer alumno y de que al colegio se le impusiera su nombre por influencia de su padre. Convendría no olvidar tampoco que al hijo del conde de Carlet le llamaban también Joaquín.

Nada se sabe de si sufrió durante la revolución Cantoral de 1873.

A principios de 1912, durante el rectorado de C. Alcantarilla, se decoró y pavimentó de nuevo el templo, colocando un frontal nuevo y aplicaciones doradas a las columnas y paneles del altar mayor. Su sucesor en el rectorado, M. Begues, prosiguió la renovación. La imagen de S. Joaquín, con la Virgen Niña se sustituyó por la talla de Isidoro Garnelo, se colgaron magníficas arañas y lámparas de bronce; la pintura estuvo a cargo de Hilario Garnelo. El Cristo (que había sido traslado ya antes al recién abierto colegio de Grao) fue sustituido por una tabla del entonces Beato Pompilio M.ª Pirrotti: ahora Begues hacía trasladar la tabla al altar de Santa Bárbara, retirando ésta y en su lugar colocaba una tabla de Corazón de Jesús, de Garnelo. Sobre cada uno de los altares laterales excepto el del Sacramento y partiendo de la derecha de éste, se colocaron tablas doradas menores con las imágenes de la Virgen del Pilar, Santa Bárbara, San Rafael, San Tarsicio, San Antonio y el Niño Jesús. Bajo las mesas de los altares de San Pompilio y Santa Ana se depositaron amplias urnas con las numerosas reliquias de los santos que se hallaban en el templo. En los dos altares inmediatos a éstos se colocaron, en los frontales, la Piedad en el del Corazón de Jesús y la Asunción en el de San José. Y bajo la mesa del altar de la Virgen de las Escuelas Pías se colocó el cuerpo de la mártir Santa Marcia romana (fiesta 3 julio) autenticado por Agustín Sales en 1766 y enviado, en prenda de distinción y aprecio al arzobispo Antonio Folch Cardona, cuyos testamentarios lo destinaron a este templo, a donde fue trasladado solemnemente en 1776. Terminada la reforma Alcantarilla-Begues, el mismo Alcantarilla, ahora Provincial, bendijo la iglesia e inauguró las obras el tercer domingo de mayo de 1914.

En mayo de 1931 ardieron iglesias y conventos en Valencia; pero esta iglesia fue respetada. No así el 20-7-1936 en que, en pila abigarrada ardieron imágenes, vestiduras y otros objetos sacros en medio del templo y se prendió fuego en tres lugares diversos junto a la misma. Más tarde sirvió de almoneda pública. Después, separada del resto del colegio, fue convertido en Deca y depósito de material de aviación rusa. La obra de fábrica sufrió poco; de los altares sólo quedaron restos del mayor y de dos laterales; su riqueza fue descubierta y robada al rector Gascón; sólo se salvó la custodia, gracias a la familia Benavides-Guirau. Las reliquias, el cuerpo de Santa Marcia y los Vergara de altares y tribunas y las campanas desaparecieron; el coro, el órgano, lámparas destrozados; la cripta profanada. El 1-6-1939 el Provincial Soto reconcilió la iglesia y se ofició en ella un solemne funeral por los escolapios muertos durante la guerra. La contribución victimal de este colegio fue de once escolapios: siete sacerdotes, F. Gascón, J.C. Vidal, M. Begues, F. Garrigós, A. Grau, J. Marcos Vaquer, V. Ten y cuatro hermanos operarios: J. Romero, R. Molina, A. González, F. Fernández. En el verano de 1944 se inauguró el altar de la Comunión; en junio del año siguiente el de S. José de Calasanz, con el cuadro de Stolz, ofrenda todo ello de María Sanz. El 31-3-1946, en el altar mayor, la talla de Garnelo, desaparecida, fue sustituida por otra igual, de Gutiérrez Frechina; se rehizo el pavimento del presbiterio y se colocó nueva mesa de altar. Pero todas estas obras sufrieron retrasos debido a las restricciones de fluido eléctrico propias de la postguerra. El manifestador, de bronce, es obra de Devesa. José Amérigo y Santiago Rodríguez, profesor de Bellas Artes y del colegio restañaron las heridas de guerra en las pinturas murales del nicho central, obra de Garnelo y del cielo del altar mayor con aparición de la Virgen a San José de Calasanz, obra de Vergara.

Enseñanza.

Las escuelas se abrieron el 20-2-1738 con cuatro clases de primeras letras y 500 alumnos, de las que hubo que despedir a muchos por falta de local. Pero apenas dos meses después los alumnos eran ya más de 1.100. El primer domingo de cuaresma tuvo el P. Antonio Cajón la primera explicación pública de la doctrina cristiana en la iglesia de las agustinas de Santa Úrsula; pero la cantidad de asistentes obligó el traslado, para los domingos siguientes, a la de las religiosas de la Puridad. Al trasladarse a la calle Sorolla se instalaron las escuelas de cartilla en una gran corralera; las de lectura en los patios y la de escribir en distintas piezas de la casa. Aumentó tanto el alumnado que se precisaron más escolapios que llegaron de Álbarracín. En septiembre de 1740 se abrió, a cargo de Cajón, la cátedra de gramática que en octubre tuvo que desdoblarse en dos secciones debido al número de alumnos. El rector de la Universidad, canónigo F. Borrull, y el catedrático de leyes, L. Boigues, se opusieron a la apertura de esta cátedra por ir, decían, contra los estatutos de las Escuelas Pías, llegando a suprimir tal enseñanza y su profesorado en la propia Universidad, para hacerla exclusiva del colegio de San Pablo de los jesuitas. Los alumnos de gramática llegaron a 40 y un enfrentamiento callejero entre alumnos escolapios y jesuitas fue la ocasión de la supresión de la cátedra «para evitar la repetición de tales sucesos». El 10-6-1741 los jesuitas recurrieron al ayuntamiento para que prohibiese la enseñanza gramatical. La Real Audiencia valenciana prohibió (auto 19-6-1741) a las Escuelas Pías tal enseñanza, sin haberlas oído ni comunicado traslado, mandándolo pregonar en bando público. Para evitar escándalos se cerraron las aulas y se recurrió al rey. Felipe V mandó (17-6-1742) se oyese en justicia el recurso escolapio en ambas salas de Gobierno; al enterarse el ayuntamiento determinó (24-9-1742) no seguir el pleito, dejando solos a los jesuitas. El Consejo dio por válida esta separación del ayuntamiento (31-10-1743; confirmada el 12-5-1747). A la vista de los subterfugios para que no se celebrase el juicio, recurrieron las Escuelas Pías a Fernando VI que mandó se viese esta causa con antelación y sin dilaciones y recursos (16-9-1746). Pero las influencias debieron poder mucho cuando el rey, poco después de publicado el auto del Consejo (19-5-1747) decretó (21-6-1747) la privación de Audiencia en Justicia que pocos meses antes había mandado. Durante 19 años estuvieron, pues, las Escuelas Pías sin escuelas de gramática, hasta que informado Carlos III reintegró (7-5-1760) a las mismas sus derechos. La oposición de los jesuitas prosiguió con memoriales y presiones, pero nada consiguió. Con ello se completaba el cuadro de las asignaturas de segunda enseñanza.

Para hacer frente al número de alumnos se simplificó el método de enseñanza, se promovió la enseñanza mutua con subdivisión de clases en una misma aula y duplicando otras, a pesar de que ninguna de las diez escuelas tenía dotación económica. En cada una de las dos aulas de escribir había de 80 a 100 niños. Tenía el colegio, al completarse con la gramática, más de 2.500 alumnos.

En 17-11-1827 Calomarde, tras la visita de Fernando VII al colegio, comunicó al presidente de la inspección de Instrucción pública la concesión real de la validez académica de los tres años de filosofía cursados por los seminaristas o internos en el colegio. El presidente lo comunicó al rector de la Universidad, Exarque, el 30-1-1829 y su Junta de Arreglo lo vio el 28 de febrero siguiente, trasladando al rector del colegio, Monforte, el expediente ultimado. La Gaceta publicó el decreto de autorización el 26-2-1829. En 1830-1831 había siete clases con 2.032 alumnos, 156 seminaristas y otros 10 aprobados en segundo año de filosofía. En 1835 el rector P. Suescun decía, en un informe a la Junta eclesiástica, que en las dos clases públicas de escribir se enseñaba la letra española bastarda, la recta ortografía y la gramática castellana, que convendría una clase pública de matemáticas y otra de literatura y elocuencia española, pero que no había ni local ni dotación económica; que convendría fijar la época de admisión y número de alumnos y los cursos de humanidades y retórica, pero que se exigía al colegio en cada momento variar de plan y dictar sus lecciones por autores desconocidos y desfasados.

Durante la supresión de las Órdenes religiosas (1835-1837), medida que, como tal, no afectó a las Escuelas Pías, el colegio se convirtió en sede de la Universidad Literaria de Valencia.

Durante lo que llevamos de siglo XX el colegio ha tenido clases de primaria y bachillerato, con los máximos reconocimientos oficiales existentes para los colegios de la Iglesia. En la II República (1931-1936) cumpliendo la ley de Congregaciones y confesiones religiosas el centro se constituyó en la Mutua Arolas. Actualmente tiene hecha y reconocida la transformación y clasificación definitiva como colegio de Educación General Básica (BOE, 12-5-1974) y como centro homologado desde el día 11-3-1982 (BOE, 22-6-1983) para el Bachillerato unificado y polivalente. Con el colegio San José de Calasanz y de escolapias de la misma ciudad forma el Intercou para el Curso de Orientación Universitaria.

Seminario andresiano.

Así se llamó el internado en honor de su fundador, arzobispo Andrés Mayoral y que ha funcionado en este colegio de S. Joaquín durante dos siglos; creado en 1763 «para la buena educación de la nobleza española y de conocido nacimiento». A su inauguración (29 septiembre) asistieron con el arzobispo, otros cuatro obispos y otras muchas personalidades. Pronunció un discurso el P. Gabriel Hernández y el fundador impuso las becas a los 6 primeros alumnos. Su primer prefecto fue el P. Benito Feliu que escribió el reglamento. El local tenía capacidad para 70 internos. Después llegó hasta 100 (1917). Entre los ayudas de cámara había siempre un francés para que hablara en esta lengua a los seminaristas. Tradicionalmente tenía cinco clases: leer y escribir, latín, humanidades y retórica, filosofía y matemática y ciencias mayores. Los pensionistas para las carreras literarias estaban ya suprimidos en 1829 por falta de local para el alumnado del colegio. Se clausuró a partir de la inauguración en 1954 del internado del colegio S. José de Calasanz en la misma ciudad de Valencia. Los últimos internos residieron en el Andresiano el curso 1957-1958. Por él pasaron hombres eminentes, como prefectos: Benito Feliu, Melchor Serrano, Jerónimo Polo, Rafael Paracuellos, Fernando Alcantarilla, Vicente Agut, Vicente Ten. Y de él salieron alumnos célebres como Aparisi y Guijarro, Bernat i Baldoví, Francisco y Gabriel Ciscar, Fambuena y Ramírez, Garcés de Marcilla, Gil-Albert, Labaila, Martí Sanchis, Pérez Rodríguez, Pizcueta y Gallel, Sanchis Guarner. El origen de la finca de la masía del Pilar, en Godelleta, no fue sino una fundación que arranca del siglo XVIII para mantener estudiantes becados en este Seminario.

Parroquia San José de Calasanz.

En 1957 el arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, ofreció al P. Provincial la erección de una parroquia en la iglesia de este colegio. La Congregación Provincial la aceptó el 4-4-1957. El arzobispado dio el decreto de erección en 21-11-1957, publicado en el boletín diocesano el 1-12-1957, pero sin efectos inmediatos. La Congregación general dio el consentimiento definitivo en 1-2-1958. El problema surgido en la señalización de límites hizo retrasar la puesta en marcha de la parroquia que, finalmente, comenzaba a actuar a principios de 1963. Es la segunda parroquia escolapia en España.

Biblioteca.

Ha gozado de justa fama. Ya el P. Joaquín Traggia ofrece una Academia literaria (8-6-1775) dedicada a los sobrinos del arzobispo fundador, Pedro y José Mayoral, que la habían enriquecido. El P. Benito Feliu la aumentó con las pensiones que le concedía el rey por sus servicios. Posee tres catálogos históricos. El primero de 1775 en el que se afirma que fue su fundador Pedro Mayoral, arcediano de Alcira, y su encuademación, tipo y colorido de letra es lo más cercano a un libro de coro. La ficha técnica es completa. El segundo es de 1888: la biblioteca comprendía 26 divisiones de materias con un total de 13.526 libros; a trozos con buena letra escolapia. Y el tercero, sin fecha, también de buena letra escolapia. Seguramente una de estas dos últimas catalogaciones es la que se debe al P. Leandro Calvo. Durante el trienio 1949-1952 se colocaron una serie de estanterías repletas de libros en una de las tribunas de la iglesia y en uno de los claustros de la comunidad, contabilizándose en ellas más de 10.000 volúmenes. El P. José M.ª Blay fue el erudito benemérito en este aspecto.

En 1973 el Provincial Ramón Barbera destinó al P. Salvador Martínez Puchades a la restauración y clasificación de la biblioteca. Este ha renovado completamente su instalación, ha restaurado los libros y los ha vuelto a clasificar, contabilizando alrededor de 40.000 volúmenes. Ha instalado una caja fuerte donde custodia los 12 incunables que posee: Sumula de Petrus Hispanus (Nápoles, 1477), Comedias de Terencio (Venecia, 1485), Commentaria in libros physicorum Aristotelis de Tomás Bricot (Lyon, 1486), Textus Sententiarum de Pedro Lombardo (Basilea, 1488), Epistolarium Familiarum de Cicerón (Venecia, 1492), Vocabularius breviloquus de Guarino de Verona (Estrasburgo, 1496), Moralia de S. Gregorio Magno (Brescia, 1498), Ordo missalis secundum consuetudinem sanctae ecclesiae Caesaraugustanae (Zaragoza, 1498), Ars litteraria de Nebrija (Salamanca, 1499), Eneida de Virgilio (París, 1500), Quaestiones disputatae de Santo Tomás (Estrasburgo, 1500), Secunda pars operum Joannis Gerson, cuyo colofón está incompleto pero aún se lee que está impreso en Estrasburgo y según el crítico-archivero valenciano Ramón Robles es ejemplar único e incunable. Son ejemplares únicos, además, el Ars litteraria, Vocabularius breviloquus y el Epistolarium Familiarum. En la caja fuerte existen, además, 332 fichas de libros del siglo XVI (que suponen unos 400 volúmenes). A parte existe una partida de libros raros, entre los que figuran siete ejemplares de obras de Christian Wolf (Verona, segundo tercio del siglo XVIII). Existe, finalmente, un grupo de manuscritos (siglo XVIII).

Arte.

«Nuestra Señora de las Escuelas Pías» y «San José de Calasanz»: ambos de F. Domingo Marqués; lienzos al óleo pintados para el colegio de Albarracín; llevan esta inscripción al dorso: «Del Seminario. Francisco Domingo Márquez. Año 1865». Gemelos, de 80 x 60 cms. para ser colocados simétricamente; inventariados por primera vez en 1869: «Se han comprado... dos cuadros al óleo para el oratorio, uno de Nuestra Señora de las Escuelas Pías; otro del Santo Patriarca»; al cerrarse el colegio de Albarracín fueron traídos a éste donde se encuentran en la antesala del cuarto rectoral. La composición del de la Virgen está inspirada en el cuadro tradicional en las Escuelas Pías de la «Madonna di Frascati», pero tanto la figura de la Virgen como la del Niño están más cerca del espectador que en aquél. «Visión de S. Vicente Ferrer predicando el juicio final», de José Benlliure; en 1917 escribía el pintor a Rabaza: «Siempre recordé con cariño en mi larga ausencia de la Patria, la gratitud que debía a los PP. Escolapios y para demostrarlo de un modo duradero, en mi cuadro pintado en Roma, «Valle de Josafat en el día del Juicio Final», puse en el sitio más visible al Santo Fundador, San José de Calasanz, con un grupo de niños pobres que conduce a la gloria». El lienzo quedó inventariado por primera vez en las actas del Capítulo local de la casa de 1955: «Sala de visitas: ... un cuadro “S. Vicente Ferrer predicando el Juicio Final” de J. Benlliure». Y más adelante: «es muy digno de mención que en nuestra sala de visitas está en depósito el lienzo de José Benlliure S. Vicente Ferrer predicando el Juicio Final. El cuadro fue regalado por la señora hija del pintor, D.ª María Benlliure al Provincial (Jesús Gómez) con destino a la futura iglesia del nuevo colegio (S. José de Calasanz, de Valencia. El Provincial le hizo a la donante el obsequio de 60.000 pesetas. Fue traído al colegio el día de San Pompilio, 15 de julio de 1953. Quedó depositado en nuestra sala de visitas, único local que admitía la obra de colosales dimensiones, pues mide 6 x 4 m., o sea, un lienzo de 24 metros cuadrados». «Cabeza de S. Andrés Apóstol», atribuido a Ribera, lienzo al óleo, inventariado por primera vez en las actas del Capítulo local de 1955: «Cuadro de San Andrés apóstol, atribuido por los técnicos a Ribera». Uno de los técnicos consultados por J. M.ª Blay fue Manuel González Martí. «Santa a los pies de la Virgen», de autor desconocido, óleo muy bueno; se encuentra en la antesala rectoral. «Visión de S. Joaquín», de Francisco Guitérrez Frechina, grupo escultórico tallado en madera de la Virgen con el Niño en brazos, con ángeles a sus pies en el altar mayor de la iglesia; escultura realizada teniendo como modelo una fotografía de otra talla con la misma composición que la actual, destruida en 1936 y hecha por Isidoro Garnelo. La talla actual es «una obra de exuberancias plásticas con el mejor recuerdo barroco, llena de espiritualidad y gracia, con reminiscencias clasicistas que dan ese carácter de verdadera obra de arte» (J. Amérigo) y la policromó Ballester. «S. José de Calasanz enseñando a leer», de Ramón Stolz Viciano, óleo de 2,10 x 1,18 m., inventariado por primera vez en el Capítulo local de 1947; representa al Santo de los Niños sentando con un niño pobre a su derecha y otro rico a su izquierda, a quienes toma lección; detrás, a su izquierda la bola del mundo; en la parte inferior unos libros y en la superior un ángel flechado diagonalmente que baja del cielo esparciendo pétalos de rosa ante la Cruz y que da cobijo al grupo humano; el cuadro y reparación del altar fue regalo de María Sanz, Vda. de Lleó y madre de Vicente, exalumno de este colegio, sacrificado durante la guerra civil (Paterna, 6-9-1936). El altar fue bendecido el 10-8-1945. Una inscripción al pie del cuadro recuerda la donación y su motivo. «El Bautismo de Jesús», óleo de la primera época de Ricardo Llorens Cifre (2,10 x 1,18 m.), exalumno de las Escuelas Pías de la Plaza; está en la Iglesia. «Custodia» de plata; inventariada por primera vez en las actas del Capítulo local de 1955: «Sacristía: ... ‘una custodia de plata, procedente de Alcira’» y más adelante: «Una de las custodias que figura en nuestro inventario, es la procedente del extinguido colegio de Alcira. Es una custodia de plata dorada al fuego de unos setenta centímetros de altura, con dos ángeles laterales en adoración. Perteneció al convento de agustinos, después colegio de Escuelas Pías, de aquella ciudad y es tradición que la regaló a dicho convento Santo Tomás de Villanueva».

Vida literaria.

Durante el siglo XVIII fue este colegio un verdadero centro de intelectuales. Los nombres de Antonio Cajón, Benito Feliu bastarían para probarlo; pero las Actas de la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia registran otros varios: Báguena, Paracuellos, Serrano, Lorenzo Ramo, Cavero, Monforte. La primera edición de la Santa Biblia del P. Felipe Scío, hecha en Valencia y corregida por escolapios de este colegio, abona también la idea. Entre 1769 y 1793 sólo la Imprenta de Benito Monfort publica 24 obras y folletos que tienen relación con las Escuelas Pías. De la segunda mitad de siglo han podido controlarse, además, una veintena larga de Exámenes públicos, Academias o Ejercicios literarios que van desde 1763 a 1799, aunque seguramente abundan aún los incontrolados, sin contabilizar las Conclusiones teológicas o/y filosóficas defendidas en público por los jóvenes escolapios al concluir sus estudios. De la primera mitad del siglo XIX se han identificado más de una decena de estos Exámenes públicos. Ahora bien, se sabe que la mayoría de estos trabajos literarios no eran publicados y que estas manifestaciones se dieron con toda normalidad hasta la guerra de la Independencia en 1808; después, fueron escaseando hasta perderse por completo hacia fines del primer tercio de siglo.

Después de la invasión francesa la vida literaria del colegio tomó otro rumbo: la personalidad de escolapios como J. Arolas, V. Boix, P. Pérez, G. Serrano, J. Vicente y otros puso en marcha un movimiento literario vernáculo y este círculo escolapio nutriría después las filas de la Renaixenc,a valenciana. Fueron, efectivamente, alumnos del colegio, entre otros, los renaixentistes A. Cabrelles, F. Bahamonde y Sessé, J. Balader, A.M. Ballester, J. Bernat i Baldoví, J. Bodría, J.B. Burguet, A. Codonyer, J. Fambuena, F. Fayos, R. Ferrer i Bigné, J. Labaila, C. Llombart, M. Millas, C. Pasqual i Genis, J. Peyró i Dauder, F. Pizcueta, V.W. Querol, A. Roig Civera, T. Villarroya. Muchos de éstos estuvieron en contacto directo con los escolapios románticos y liberales citados, comulgaron con sus ideas y aun colaboraron con ellos.

Paralela a esta línea liberal, existía otra de tipo tradicional, en sintonía con la herencia aragonesa y que encarnó el P. Joaquín Este ve frente al P. Juan Arolas. El representante literario fue otro buen poeta escolapio valenciano, Victoriano Giner, de musa delicada y perezosa, de quien publicará el colegio a sus expensas su libro Poesía (1873), precisamente el año de la derrota del liberalismo escolapio que muere con la revuelta Cantonal. A Giner no le cuadran los apelativos ni de liberal ni de renaixentiste. Ya en el siglo XX sigue triunfando la línea tradicional de manos de un poeta turolense que llena el primer tercio de siglo: José Calasanz Rabaza. Siguiendo la más pura tradición academicista, en su derredor se inscriben las manifestaciones literarias desde las fiestas de Seo de Urgel en 1911, dedicadas a San José de Calasanz, pasando por las fiestas constantinianas de 1913 (XVI centenerario de la libertad de la Iglesia) y por las fiestas del III centenario de la fundación de las Escuelas Pías en 1917, hasta poner en pie la revista «Piedad y Letras», como contribución al periodismo católico. El I congreso esperantista ibérico (mayo de 1923) reconoce a este colegio escolapio como la cuna del esperanto en la Valencia de principios de siglo (1902). El segundo tercio de siglo ha permanecido mudo literariamente hablando: razones de reconstrucción material postbélica y de recuperación de personal perdido durante la previa guerra civil, escasez de medios materiales, expansión peninsular y centroamericana se han dejado sentir sobre el colegio; pero también hay que añadir el escaso fomento de los estudios superiores.

Últimamente el fomento de estos estudios, la movilidad sociológica y de radicación, la influencia centroamericana, impulsados por la renovación conciliar y la libertad social han contribuido a la recuperación de la línea perdida en 1873. Pero este movimiento ha dejado de ser exclusivo del colegio de S. Joaquín, ampliándose a otros de la Provincia escolapia y, además, ha perdido parte de su fuerza política (sólo este colegio se demostró pro-valencianista en las elecciones de 1977, sin repercusiones en la calle). Otra diferencia con la Renaixença estriba en que la neorenaixença que se observa hoy no parte de escolapios del colegio; más bien en una de sus dos manifestaciones el líder sería un exalumno del mismo, M. Sanchis Guarner, a quien segurían el P. Enric Ferrer y el grupo del Llibre del Poblé de Déu. La otra manifestación no tiene un líder definitivo, aunque posee una mayor base social.

Esta «neorenaixenga» se está manifestando con pérdida de la vertiente política que pudo tener en el siglo XIX y está intentando encontrar una convergencia de las dos manifestaciones apuntadas.

Exalumnos célebres.

Han sido y siguen siendo numerosos. Entre ellos se encuentran: Obispos, Luis Amigó Ferrer, Juan Benlloch y Vivó (cardenal), Francisco M.ª Cervera, Salvador Castellote y Pinazo, Juan José Laguarda y Fenollera, José M.ª Ordebrá y Camón, Rafael González Monralejo; Militares, Francisco y Gabriel Ciscar, Joaquín José de Llorens y Bayer; Historiadores, Vicente Boix Ricarte; Pintores, José Benlliure, Francisco Domingo y Marqués, Manuel González Martí (ceramista), Ignacio Pinazo y Camerlench; Catedráticos, Manuel Martí Sanchis, José Luis Villar Palasí, Ricardo Martín Ibáñez; Escultores, Mariano Benlliure; Filólogos, Manuel Sánchiz Guarner; Botánicos, Vicente Guillen Marco; Arabistas, Julián Ribera y Tarrago; Abogados, Antonio Aparisi y Guijarro, Bienvenido Oliver i Esteller, José de Fuenmayor Champín; Religiosos y sacerdotes, Salvador Diago (dominico, Fr. Antonio), Juan de la Cruz Espí (franciscano, «P. Valencia» en Cuba), Gregorio Morata; Industriales, Joaquín M. Fos; Políticos, Amalio Gimeno y Cabanas, Vicente Mortes Alfonso, Joaquín Navarro Reverter, Cristóbal Pascual y Genis, Félix Pizcueta y Gallel; Escritores, Ramón Andrés Cabrelles, Joaquín Balader Sanchis, Antonio M.ª Ballester i Pujalt, Vicente Blasco Ibáñez, José Bernat i Baldoví, Martín Domínguez Barbera, José Fambuena Ramírez Centurión, Constantí Llombart, Pascual Pérez Rodríguez, Antonio Roig Civera, Vicente Vives Liern; Poetas, Francisco Bahamonte i Sessé, José Bodría i Roig, Juan Bautista Burguet i Codonyer, Rafael Ferrer i Bigné, Francisco Garcés de Marcilla (barón de Andilla), Juan Gil-Albert Simón, Jacint Labaila i González, Manuel Millas Casanoves, Jaume Peyró i Dauder, Vicente Wenceslao Querol, Tomás Villarroya Sanz. Otros exalumnos célebres han sido: José Américo Salazar (n. 1915), pintor, profesor del colegio (1944-1965) y de la escuela de Artes y Oficios de Valencia; Esteban Cátala Grau (1884-1971), inspector de las escuelas del Ayuntamiento; Rafael Grafía Jornet (n. 1924), escultor; Santiago Rodríguez García (n. 1914), catedrático de la escuela de Bellas Artes de Valencia, profesor del colegio (1944-1960); Luis Larrea Peñalva (1957), secretario del Ayuntamiento de Valencia; Antonio Beltrán Martínez, catedrático de Historia de la Universidad de Zaragoza; José Beltrán Martínez, catedrático de Química de la Universidad de Valencia; Tomás Mut Mut, médico traumatólogo de gran prestigio; Adolfo Cámara Avila, director del periódico Levante y que publicó algunos artículos sobre las Escuelas Pías; Francisco Morete Chapa, catedrático de Geografía e Historia del Instituto «Alfonso X el Sabio» de Murcia; Adolfo Rincón de Arellano, médico, alcalde de Valencia; Amadeo de Fuenamyor Chapín, catedrático de Derecho de la Universidad Complutense y sacerdote del Opus Dei; Antonio Camps Tudela, abogado de la Curia diocesana de Valencia; Andrés Cillero Dolz, artista-pintor de gran prestigio; José Merí Puig, farmacéutico y director del Instituto Laboral de Gandía; fue alumno de éste y del colegio de Gandía; Rafael Calvo Serer, catedrático de la Universidad Complutense; Francisco Larrea Peñalva, magistrado de la Audiencia provincial de Valencia y poeta galardonado con la Flor Natural en los Juegos Florales de «Lo Rat Penat»; José M.ª Bayarri Hurtado, catedrático y académico-escultor de la Escuela Superior y Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, ha esculpido varias imágenes de San José de Calasanz, es poeta e historiador, escribe siempre en valenciano y tiene más de un centenar de obras; como poeta posee todos los premios de «Lo Rat Penat» en sus juegos florales y en alguna de sus poesías alude a poetas escolapios; Manuel Marqués Segarra, abogado, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia, con amplia producción literaria; Alberto Palop Asensio, médico cirujano de gran fama; Hipólito Tío, maestro y director de grupo escolar, corresponsal del periódico ABC, de Madrid, en Valencia: durante la II República trabajó en este, su colegio, y ayudó mucho a las Escuelas Pías en aquellos tiempos.

Superiores

Persona Año
Ignacio Cistué 1738
Antonio Cajón 1739
Ignacio Cistué 1741
Ambrosio Lasala 1742
José Jericó 1748
Agustín Paúl 1751
Ambrosio Lasala 1754
Ignacio Romance 1757
Benito Feliu 1771
Melchor Serrano 1782
José Samper 1784
Enrique Brumos 1786
Melchor Serrano 1787
Esteban Esteban 1789
Marcelino Boira 1794
Braulio Cavero 1801
Jerónimo Polo 1807
Rafael Paracuellos 1814
Joaquín Esteve 1817
Lorenzo Ramo 1821
Fernando Maestre 1826
Bernardo Monforte 1827
Gonzalo Moreno 1829
Joaquín Suéscum 1833
Andrés Marcellán 1835
Fernando Maestre 1843
Cipriano Bernardo 1846
José Moliner 1847
José Escolano 1858
Vicente Julián 1865
José Leonarte 1869
José Escolano 1872
Carlos García 1875
Gaspar Novella 1877
Hermenegildo Torres 1885
Gaspar Novela 1886
Ramón Querol 1890
Manuel Sánchez 1891
Vicente Mas 1896
Antonio María Tarín 1900
Gaspar Novella 1902
Francisco Lumeras 1905
Calasanz Alcantarilla 1906
Miguel Begues 1912
José Carbonell 1919
Salvador Monrabal 1922
Fernando Alcantarilla 1925
Luis Ripoll 1928
Francisco Gascón 1931
José Carbonell 1934
Francisco Gascón 1935
Jesús Gómez 1939
Calasanz Bau 1946
Fausto Garcerá 1947
José María Blay 1949
Joaquín Ferrandis 1955
Ramón Barbera 1956
Jesús Gómez 1958
Jaime Sala 1961
Benjamín Aragón 1967
Dióscoro Diago 1972
José Mínguez 1973
José Duart 1976
Andrés Sánchez 1982

Bibliografía

  • Cervantes, J.: Lo inolvidable. Acta de la tragedia roja valenciana. Valencia, 1945, pp. 19-33
  • Gómez Jiménez, J.: ¿Cuándo se levantó el telón?, en PiL 13 (1945) 12-13
  • Medio historia y medio memoria en PiL 17 (1946) 4-15
  • Ya hay campanas en la torre, en PiL (1948) 22-23
  • Segui Estevan, J.: Conmemoración bicentenaria de la Rotonda de las Escuelas Pías en «Las Provincias» (Valencia) 27-8-1971.

Redactor(es)

  • Vicente Faubell, en 1990, artículo original del DENES I