ViñasEsbozoGermania/Cuaderno04/Cap24

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Capítulo 24º. Gratitud de Germania y Polonia, y documentos de importancia

Copio a continuación la carta que el Nuncio Apostólico de Varsovia envió a Roma al Cardenal secretario del Sumo Pontífice, el día 28 de abril de 1645, que expresa el deseo del Rey de que se recomiende a Inocencio X la conservación de las Escuelas Pías, y otra escrita por el mismo rey a su embajador Orsi el 16 de junio de 1646 en la que, viendo la acción de los príncipes de Italia a favor de nuestra Orden, se dedica a defenderla y protegerla de manera enérgica. Son cartas de mucho peso; una para que de ningún modo se altere el estado de las Escuelas Pías; la otra para que de algún modo se evite el efecto del Breve de reducción. Están en verdad relacionados los argumentos precedentes y los de las cartas que siguen.

Hacia finales de 1646 se le comunicó a José de Calasanz el anuncio de que el Rey de Polonia iba a enviar como embajador suyo al Pontífice al Conde Francisco de Magnis, por diversas razones “Pero si se nos permite hablar francamente, principalmente por esta de la que tratamos –dice el P. Bonada-, pues el rey se avergonzaba de dejar sola la inocencia, o de defenderla sin emplear todos los recursos posibles”.

José confiaba mucho en el beneficio que tendría esta embajada para las Escuelas Pías, como muestra claramente la carta que escribió el 8 de diciembre al P. Pedro Pablo, superior de Nikolsburg, por Venecia, por medio del procurador Rob. Hais, y que dicen como sigue:

“La paz de Cristo. He recibido la carta de V.R. del pasado 14, y me alegro de que en esa casa de Nikolsburg se mantenga la observancia de nuestro instituto. Rezaré al Señor para que les siga aumentando la gracia, para que en el porvenir mantengan la obra cada vez mejor. En cuanto a esos pocos desgraciados que se van con el hábito sin la debida obediencia, V.R informe a los superiores de los lugares en donde se encuentren, para que los prendan y los castiguen como apóstatas, para que reflexionen y vuelvan al instituto arrepentidos de los errores pasados.
El embajador Conde de Straznice (Magnis) todavía no ha llegado a Roma. Esperemos que con su venida se obtenga de Su Santidad que el Instituto siga en pie en esas tierras como lo está actualmente, y espero en el Señor que en primavera se les pueda enviar alguna ayuda a esas tierras, y quiera Dios que yo pueda ver el bien que deseo en esas tierras, aunque yo estoy a la puerta de los noventa años. Mientras tanto no dejaré de ayudarles en lo que pueda con mis oraciones. Salude a todos de mi parte, y deles la bendición de mi parte, que es lo que se me ocurre. Siervo en el Señor, José de la Madre de Dios, m.p.” [Notas 1]

Al comienzo del año 1647 el citado Conde de Magnis, legado real, llegó a Roma e inmediatamente fue a visitar a José. Cuánta alegría de corazón, cuánta emoción y gratitud, cuánta esperanza para las Escuelas Pías, significó para nuestro Padre la presencia del legado, se puede más imaginar que expresar con palabras. Quiso expresar de manera visible su gratitud por tanto beneficios recibidos en Germania, y decidió el 12 de enero dedicarle un discurso público en San Pantaleo, compuesto elegantemente en latín por el P. Francisco Baldi, profesor de retórica, y titulado “Piadoso aplauso al Ilmo. y Excmo. D. Francisco de Magnis etc.”

El día en que el Sumo Pontífice recibió al Conde, José le entregó un escrito para que lo hiciera llegar a Su Santidad, que comenzaba así:

“José de la Madre de Dios, Fundador y en otro tiempo General de los Clérigos Regulares Pobres de las Madre de Dios de las Escuelas Pías, con sus primeros compañeros y otros religiosos, suplican por medio del Ilmo. Rey de Polonia y Suecia, postrados humildemente a sus pies, que escuche el deseo de quinientos cincuenta religiosos que hicieron sus votos solemnes para ejercer el ministerio de las Escuelas Pías por amor de Dios”. (P. Talenti).

La embajada del Conde de Magnis y la petición hecha con tanto esfuerzo no tuvieron el efecto deseado. Así escribió José al P. Pedro Pablo, superior de Nikolsburg:

“Hace dieciocho o veinte días que salió de Roma el Sr. Conde Magnis, embajador de Polonia, con muy poca satisfacción en cuanto al asunto de las Escuelas Pías, ya que no pudo obtener de Su Santidad la revocación del Breve destructivo no sólo para Italia, sino ni siquiera para Germania y Polonia, como creo que habrá escrito a su Rey y este al Excmo. Príncipe Dietrichstein. Se espera que dentro de un mes habrá una respuesta por parte de Polonia y también de Germania, y se verá de qué modo se aplicará en esas tierras la resolución.
Mientras tanto, y a pesar de la oposición de los adversarios, V.R. mantenga firme el instituto y exhorte a los demás a perseverar. Yo estoy seguro de que nuestro instituto volverá pronto a su propio ser, aunque no lo afirmo con la misma certeza con que está escrito el santo Evangelio, como dice Ud. que lo afirma un religioso en contra. No dé crédito sino a lo que yo le escriba. Que es cuanto se me ocurre. Que el Señor les bendiga a todos. Roma, 2 de febrero de 1647.
Siervo en el Señor de V.R., José de la Madre de Dios, m.p.”[Notas 2]

Ciertamente José confiaba en que le quedaban las cartas escritas desde Polonia como ancla para sujetar la nave de las Escuelas Pías, para poder finalmente vencer el oleaje de las persecuciones. Esto indica la carta siguiente, escrita como la anterior al P. Pedro Pablo el 16 del mismo mes y año:

“Como seguramente el Sr. Conde Magnis, embajador de Polonia, habrá escrito ya la respuesta que le ha dado Su Santidad, y habrá llegado ya a Polonia, esperaremos el mes próximo, para ver cuál es la respuesta del mismo Rey, y quizás también el citado Conde habrá escrito a Viena al Sr. Príncipe Dietrichstein… Siervo en el Señor de V.R., José de la Madre de Dios, m.p.” [Notas 3]

Así, pues llegó a Roma el esperado escrito que envió el Gran Canciller, el Duque Ossolinski, junto con otras cartas de gran importancia. Considero que vale la pena copiar al pie de la letra dichos documentos.[Notas 4]

El primero es la Carta de los Obispos del Reino de Polonia a Inocencio X:

“Santo y clementísimo Padre,
Pensamos obrar por la causa de Dios cuando enviamos a Vuestra Santidad nuestra carta de recomendación a favor del Instituto de las Escuelas Pías. Nos mueve a ello su constante piedad extendida en el mundo sármata con ejemplos ilustres, por lo que nos duele tanto que haya sido tan perturbado este santo grupo por las cuestiones o cambios de su estilo de vida, cuanto que favorecemos con íntegro vigor sus brillantes resultados entre las serpientes y los cardos de los herejes. Hemos experimentado por supuesto la sólida y expresa apariencia en esta familia religiosa de auténtica virtud y religión, por lo que deseamos con todas nuestras fuerzas que permanezca bajo la más firme protección y afecto de Vuestra Santidad, para que sean mayores en la Iglesia de Dios los méritos de aquellos a los que deseamos que vinieran a nuestro terreno polaco como colaboradores. Con una opinión común en este asunto, elevamos nuestras súplicas a Vuestra Santidad para que se digne favorecer, fomentar y cuidar de manera firme y segura este extenso estado de Polonia con su autoridad paterna. Con ello favorecerá de manera insigne a nuestra República, y a la Iglesia de Dios, que pide un apoyo contra los errores de los herejes, y gratificará públicamente en particular a la mente avidísima de la alabanza divina de Vuestra Santidad con el consuelo deseado y el fruto esperado. Por lo demás reverentemente besamos los sagrados pies de Vuestra Santidad, y nos encomendamos diligentemente a vuestra santa bendición. En Varsovia, el 25 de mayo de 1647. Devotísimos siervos de Vuestra Santidad,
Matías, arzobispo de Gniezno
Nicolás, arzobispo de Lublín
Pedro, obispo de Cracovia
Andrés, obispo de Poznan
Andrés, obispo de de Lodz
Andrés, obispo de Chelmno de Pomerania
Estanislao, obispo de Chelmie
Estanislao, obispo de Kiev.”

El segundo documento es la Carta en nombre de la Orden de Caballería a Inocencio X:

“Santo Padre,
La constante fama de los institutos religiosos de las Escuelas Pías en nuestro mundo sarmático, propagada por los ejemplos ilustres de estas plantas jóvenes, justifica la recomendación de nuestra Orden, siendo yo el portavoz, en apoyo de su derecho legítimo ante Vuestra Santidad. Puesto que es saludable y fructuoso conservar en su íntegro estado de vigor incorrupto a los grupos santos que florecen en la viña de la Iglesia. Ha llegado a nuestro conocimiento que este santo instituto no sólo ha sido desacreditado, sino degradado a otro estilo de vida, casi destruido por completo. Por lo que consideramos que hay una causa justísima para dirigirnos humildemente a Vuestra Santidad para suplicarle que se digne conservar este santo grupo seguro y protegido, que confirma a los católicos con sus ejemplos y prácticas de vida austera y debilita los odios infestos de los herejes. Haciéndolo así sostendrá con no pocas ayudas y promoverá los esfuerzos de la atenta solicitud de Vuestra Santidad por el bien público. Todo el senado de los Condes solicita esta gracia a Vuestra Santidad, encomendando todo el Reino devotísimamente a la bendición de Vuestra Santidad. Varsovia, 15 de mayo de 1647. En nombre de todo el Orden de los Caballeros.”

Sin duda se adhirieron a esta petición la gente principal del Reino, como Dietrichstein, Lobcovitz, Liechtenstein, Martinitz, Magnis y otros, cuyo afecto hacia las Escuelas Pías se había mostrado claramente en otras ocasiones.

El tercer documento es la Carta de Ladislao, Rey de Polonia, al Papa Inocencio X:

“Santo Padre en Cristo,
Después de besar los pies de Vuestra Santidad, presento en nombre mío, de mis reinos y de mis gentes una humildísima recomendación, no nueva ni desconocida para Vuestra Santidad, sino repetida muchas veces a favor de las Escuelas Pías. Y aunque no dudo que recuerde mi recomendación, y cuántas súplicas he dirigido a Roma a Vuestra Santidad por esta Orden sobre la que Vuestra Santidad, rigiendo el mundo, sentó la mano; pero mi piedad, a la que no contienen límites, añade peticiones a las peticiones, de modo que no sólo se conserven estos religiosos beneméritos en la Iglesia de Dios y muy piadosos en mi reino, sino que no se les moleste más, y que no se cambie su primera norma de vida. Y como el ejemplo en toda virtud del buen príncipe es imitado, aquí llega invitado por mi ejemplo (lo digo sin jactancia) todo el mundo polaco suplicante, y todo el reino que se extiende por no poco territorio de la Sarmacia, con el consenso unánime de los Condes añadido, se postra a los pies de Vuestra Santidad para que se digne favorecer y conservar las plantas verdeantes y florecidas de esta religión plantadas en mi reino. Conocerá pronto que estos frutales jóvenes producirán muchos frutos en la Iglesia de Dios, tantos como palmas llevan de la fe propagada y la juventud formada. Y lo que es más, confío en que fortalecida esta Orden por la fuerza y el derecho de muchos servirá para reprimir los insultos de los poco fieles a la religión católica. Gime oprimida sin el hierro triunfal, sólo por la piedad, la presuntuosa herejía cuando percibe cada día la austeridad de vida, el trabajo, la tolerancia de los padres de las Escuelas Pías ante el hambre, el frío, los horribles rigores de las brumas heladas, y de este modo movidos los demás herejes someten la cerviz inclinada al yugo divino, que hasta ahora rechazan de modo insolente. No dudo que Vuestra Santidad favorecerá este justo deseo mío y de toda la gente de Polonia obedientísima a Vuestra Santidad, y que acogerá nuestros deseos con paternal afecto, con todo lo que expusimos con humildad a Vuestra Santidad, por cuya felicidad oramos al Ser Supremo. En Varsovia, a 17 de junio de 1647, 15º de mi reinado en Polonia, y 16º en Suecia.
Obligadísimo hijo de Vuestra Santidad, Ladislao, rey de Polonia y Suecia.”

Y, para terminar, la Carta del Gran Canciller de Polonia pidiendo la revocación del Breve de Inocencio X:

“Al Sr. Cardenal Panziroli, el Gran Canciller del Reino, propia mano.
Los padres Onofre del Stmo. Sacramento y Gregorio de S. Jacinto de las Escuelas Pías, superiores residentes en el Reino de Polonia, convencidos de que lo que su instituto ha sufrido de parte de Su Santidad es a causa de la sugerencia de que era poco obediente y humilde para con la Santa Sede, quisieron que su Real Majestad fuera informada por medio del secretario Fantoni el 11 de abril, encomendándole los jóvenes profesos que han quedado en las casas fundadas en nuestro reino de Polonia para que dispongan de otros medios de la clemencia real, pues no esperan poder sobrevivir en estas partes con el estado de reducción de su Instituto. Pidiendo luego su permiso para ver a los principales ministros de su real corte, también vinieron a verme a mí el 12 del mes pasado. Confieso a Vuestra Eminencia que me horroricé, y luego traté el asunto no sólo con su Majestad, sino con muchos senadores que habían venido a la ciudad, y fue opinión de todos que debería tratarse este asunto públicamente en la primera Dieta, cosa que se hizo. Nuestro Señor podrá conocer lo que piensa la Dieta, y también el Consejo Eclesiástico de los Obispos, que también asistieron a la última Dieta. Y puesto que dependen de mí todas las cuestiones relativas al bien común, me veo obligado a rogar a Vuestra Eminencia que se digne tratar con Su Santidad sobre lo que juzgué no debería escribir yo mismo a Su Santidad en las cartas citadas.
En primer lugar hay una carta cerrada inserta en la presente por orden del Serenísimo Rey y de todo el Reino dirigida a la Sede Apostólica en la cual se expresa claramente que intervino el fraude para suprimir este instituto. En ella se ofrecen argumentos conocidos y aceptados por todos, capaces de persuadir, para que se comprenda bien todo lo que se refiere a este asunto.
Pues en nuestro reino este instituto es observantísimo de su pobreza, y de una austeridad ejemplar, acerca de la cual incluso es respetado por los herejes, que no pueden comprender por qué Roma se esfuerza en la reforma de este estilo de vida absolviéndolo de la obligación y el voto de vivir conforme al ejemplo de los Apóstoles, y de sus seguidores en la primitiva Iglesia. Si estos padres abandonaran sus fundaciones, abandonarían también una numerosa juventud que hasta ahora han empezado a educar en la piedad, las letras y las buenas costumbres, y al mismo tiempo la devoción de muchos que han sido ganados para la Sede Apostólica, se turbaría no poco. La erección de la congregación intentada por la Sede Apostólica es aquí razonablemente impracticable; al contrario es totalmente detestable como un nuevo parto de los restos de una Orden sagrada destruida. ¿Dónde vivirán aquellos que al emitir la profesión del voto de pobreza bajo la autoridad apostólica renunciaron a todo lo que poseían? ¿No sería monstruosa la condición de los que fueron ordenados subdiáconos, diáconos y sacerdotes a título de pobreza? ¿Para qué servirá la ciencia de letras humanas que ellos aprendieron en tantos años? No quiero recordar los demás inconvenientes; simplemente recomiendo a la profunda consideración de Su Santidad que, puesto que es el Vicario de Cristo en la tierra, sepa también a ejemplo suyo cambiar de idea a petición de sus clientes. Con ello obtendrá alabanza y adhesión a Su Santidad y a la Sede Apostólica, de la misma manera que Dios todopoderoso gana con su piedad la observancia y el amor de sus creaturas. Por lo cual se puede esperar firmemente que Su Santidad, lo mismo que sus predecesores hicieron a petición o por consejo de personas particulares, escuche lo que le ruegan Su Majestad y todo el Reino, de modo que no sólo nos dé la satisfacción de restablecer la santa Orden de las Escuelas Pías, sino que además y principalmente no deje de lado la instancia de toda la nación humildemente presentada.
Como es sabido que Vuestra Eminencia tiene mucha influencia aconsejando a Su Santidad, confío a Vuestra Eminencia las cartas adjuntas de Su Majestad, del Clero y del Resto de la República, confiando en que por su intercesión se consiga ante Dios y ante los hombres el justo cambio del decreto pontificio apoyado en tantos argumentos de prudencia y justicia.
Por lo demás, Vuestra Eminencia gozará del agradecimiento por sus servicios de este Reino, y del mío en particular, que besando sus sagradas manos quedo, orando por su felicidad,
Humildísimo y devotísimo siervo de Vuestra Eminencia,
Duque Ossolinski, Canciller Mayor del Reino. Varsovia, 15 de junio de 1647”.

“Tan elaborada recomendación ante quien tenía máxima influencia con el Pontífice, como él estaba en contra, no sirvió para nada. Por lo cual quedó muy dolido suánimo, y les pareció que no se cometería ningún mal en repudiar aquellos decretos que se había dictado contra las Escuelas Pías… Pero José, por sí mismo y por los suyos, en medio de tantos peligros, se esforzaba por mostrar la autoridad de la Sede Apostólica, explicar las decisiones del Pontífice, y poner en evidencia la grandeza y la majestad de la Iglesia Romana, que es, por lo demás, Maestra, de modo que los que estaban atemorizados al final se calmaron, más por la admiración de su virtud que por los argumentos ofrecidos”. (P. Bonada).

Notas

  1. Archivo de Bohemia en Praga, ahora en Roma.
  2. Archivo de Bohemia en Praga, ahora en Roma.
  3. Archivo de Bohemia en Praga, ahora en Roma.
  4. Archivo General de Roma, plut. VII, n. 358, letra K.