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Revisión de 16:30 20 oct 2014

Escudo episcopal del fundador de las Escuelas Pías de Zaragoza en la puerta llamada de internos
La historia del colegio de Zaragoza se recoge en el «Lucero». Primera página del libro

Datos

Demarcación Aragón

(1731- )

Fundación.

Para 1730 los escolapios tenían casas fundadas en varias poblaciones del reino de Aragón. Por ser escala obligada en los viajes y capital religiosa y política del mismo, deseaban también una fundación en Zaragoza, que contaba algo más de 30.000 habitantes. Para este fin llegaron a la ciudad el P. Rafael Fraguas y el H. Domingo Lora y se hospedaron en casa de don Martín Altarriba, regidor, alguacil mayor de real Audiencia, favorecedor de la fundación de Alcañiz y con carta de hermandad escolapia. Los dos religiosos abrieron un hospicio el 27-10-1731, cerca de la puerta del Portillo y vecino al convento de Santa Inés. Dada la extrema pobreza de la casa, fue duro aquel invierno. En junio de 1732 pudieron arreglarla, ayudados por don José Manaquilla, beneficiado del Portillo, y don Antonio Ripa, abogado de los reales Consejos y más tarde canónigo de la catedral. Enseguida «el padre Rafael comenzó a enseñar a leer, escribir y contar a algunos niños, sin formalidad de escuela». Los niños aumentaron y como la enseñanza era gratuita, protestaron los maestros municipales. Se solicitaron y obtuvieron licencias del arzobispo don Tomás Crespo de Agüero y del intendente corregidor don Juan Díaz de Arce. Como refuerzo llegaron los PP. José Lanao y Juan Francisco Alonso y el 18-9-1732 inauguraron con cierta formalidad las clases. Elevaron los escolapios un memorial al ayuntamiento, presentando la doble autorización que tenían y el municipio les concedió el 19-3-1733 una de las diez escuelas públicas, la del barrio de San Pablo, que había quedado vacante.

Al poco de llegar los escolapios a Zaragoza, les visitó el hermano Luis de San José, religioso alcantarino que conocía las Escuelas Pías de Madrid. Les prometió una imagen de Nuestra Señora de la Portería y les profetizó que se le rendiría pronto culto en iglesia propia, cerca del mercado, entre los templos del Portillo y el Pilar. Llegó pronto el cuadro y como no había oratorio propio, lo retuvo en su casa la condesa de Contamina, «hermana de la Religión». El 23-4-1733 compró la comunidad, por mediación de don Francisco Nasarre y por 590 libras jaquesas una casa amplia en la esquina de las calles Cedacería y Castellana, junto al mercado. Se abrieron en ella cinco escuelas. El 23-7-1734 las visitó el señor Gascón, obispo titular de Sasa y el 28 de agosto confirmó a más de 400 niños de las escuelas y del barrio. El 29 celebró la eucaristía el señor arzobispo y colocó el Santísimo en el pequeño oratorio de la casa. Los escolapios empezaron a desarrollar una notable labor catequética a puerta abierta los domingos y días festivos en los locales del convento de los dominicos y de la parroquia de la Magdalena. El espectáculo de los niños, cantando el rosario por las calles, los nuevos métodos pedagógicos y el lucimiento de los alumnos atrajo a mucha gente, a gran parte de la nobleza y, especialmente, convenció a don Diego de Villalba Franco, que terminó costeando de su peculio un aula para escuela de escribir.

Desarrollo histórico.

El definitivo colegio fue obra del arzobispo Tomás Crespo de Agüero. Quiso para el pueblo sencillo una buena formación religiosa y social y que participara, como los ricos y los nobles, de una cultura superior, basada en el estudio del latín y humanidades. El 25-7-1735 firmó el decreto de fundación del colegio. Para esas fechas ya estaban demolidas las casas compradas y bendecida la primera piedra del templo. Se levantaron a la vez colegio e iglesia. El edificio se ideó para más de mil alumnos, aunque solo se pudieron admitir al principio seiscientos. Las obras, sobre planos del escolapio Andrés Vidal y bajo la dirección del arquitecto Francisco de Velasco, ayudado por los canteros Juan Bautista Erizmendi y Juan López de Insausti, se terminaron en tres años. La inauguración del colegio se celebró durante nueve días con festejos religiosos, costeados por la nobleza y en los que participó prácticamente toda la ciudad. El edificio resultante tenía solo dos pisos, alrededor de un patio central con su claustro. Las cinco escuelas de primera enseñanza, cocina y comedor estaban en la planta baja. En el primer piso y parte del segundo residía la comunidad, con sala, oratorio y una pequeña biblioteca. Una escalera, al fondo del claustro, conducía al internado. A la izquierda de la portería otra escalera subía a las clases de humanidades. En el subsuelo se instaló la bodega, que ayudó con la venta de sus productos a la estrecha economía de la casa: desde su inauguración hasta principios del siglo XX en las invitaciones de los banquetes zaragozanos se servía «vino de los escolapios». Se vendió este vino por última vez el 1-5-1921.

El 25-1-1736 el ayuntamiento admitió la fundación por unanimidad de votos, «tomando Zaragoza bajo su protección esta Religión para todo lo que pueda ejecutar en su beneficio». El 9-2-1736 firmaron la comunidad escolapia y el capítulo parroquial de San Pablo unas concordias en quince artículos, que aunque onerosas para los escolapios, sellaron una amistad nunca rota. El 22-5-1739 Felipe V firmaba en Madrid el necesario permiso real para el funcionamiento del nuevo colegio. Y el 24-7-1741 otorgó el señor arzobispo la escritura pública de fundación y cesión de iglesia y colegio a las Escuelas Pías. En él figuran diez condiciones precisas. En la novena dota a «su» colegio, directamente o a través de sus herederos, de varias fincas urbanas y rústicas para su seguridad económica. Entre esas fincas, la más cercana y conocida fue la llamada torre de Cascajo. Sin contar estas donaciones, don Tomás Crespo de Agüero se gastó entre iglesia y colegio la suma de 44.229 libras, que manifiesta claramente su generoso patronazgo.

El colegio se tituló desde el principio: Colegio Escuelas Pías. No ha tenido más ubicación que la inicial. Solo ha variado la entrada, condicionada por las ampliaciones y mejoras de edificio. El núcleo primitivo, con entrada por la calle Castellana, hoy Boggiero, se fue completando por las exigencias del alumnado. Hubo que ir comprando casas adyacentes y acomodándolas para nuevas aulas, vivienda de la comunidad, biblioteca, patios de recreo y dormitorios de internos. Con la documentación existente se puede ir reconstruyendo, paso a paso, estas sumas de edificios, que terminaron completando toda una manzana. Los principales momentos de esas transformaciones son: el primero se centra entre los años 1763 y 1775; se eleva en tres de las cuatro partes alrededor del patio un tercer piso, para ampliar aulas e instalar gabinetes de física y ciencias naturales; los alumnos pasan ya de 1.200; en la solicitud al marqués de Esquilache se da como razón de esa ampliación y nueva construcción el que se están utilizando para la enseñanza el claustro, el oratorio y las habitaciones de los religiosos. El segundo momento ocurrió el año 1827; a imitación de lo que ya ocurría en Valencia y Madrid, se decidió que los internos tuviesen sus aulas separadas y propias; se edificó, pues un ala nueva de edificio, que comunicase con las velas de estudio de los colegiales; se dio con la fórmula perfecta, gracias a la habilidad de los constructores Yarza; costó la obra 30.000 reales. Se abrió nueva entrada al colegio por la calle Escuelas Pías, antigua Cedacería; las aulas nuevas, según el Lucero, resultaron «enteramente cómodas y de buen gusto». Durante la visita que los reyes Fernando VII y su esposa María Josefa Amalia de Sajonia hicieron al colegio en mayo de 1828 «recorrieron todas las escuelas y seminario». A finales del siglo XIX, y dirigidas por el arquitecto don Félix Navarro Pérez, se levantó el tercer piso en el lado este del cuadrilátero del patio central y en él un oratorio y un amplio dormitorio para internos pequeños. Junto a la portería se construyó un hermoso salón, que servía de sala de visitas y de conferencias. Pero la gran reforma, que configuró definitivamente el edificio, tuvo lugar a principios de este siglo. Ya en 1905 el arquitecto Francisco Albiñana trazó un plano de reforma. Diez años más tarde, el 6-1-1915 se reunieron en el colegio el rector, Agustín Narro, el alcalde y exalumno don Octavio García Burriel, el arquitecto municipal don José Yarza Echenique, el arquitecto del colegio don Miguel Ángel Navarro y varios religiosos de la comunidad. El ayuntamiento necesitaba parte del edificio para abrir la gran arteria que uniría el centro de la ciudad con el Portillo y la estación del ferrocarril. Entre ayuntamiento y comunidad se llegó a un consenso total. Las obras en el colegio duraron un decenio y para completarlas hubo que vender fincas y casas que poseía el colegio y la Provincia. A la entrada por Escuelas Pías se trasladó la primitiva portada con su escudo de la calle Boggiero el 10-6-1916. Y aunque en la nueva fachada principal, entre las dos torrecillas, se escribió la fecha 1917, no quiere decir que se acabasen las obras: la fecha era un homenaje al tercer centenario de la fundación de la Orden por San José de Calasanz en 1617. Al final, quedó el edificio con la estructura externa que todavía tiene: hermosa fachada de estilo aragonés, en ella dos puertas más de entrada, para internos y vigilados, y dentro una rotonda de airosas columnas, galería acristalada y antepecho con laureas adornadas de textos bíblicos, oratorio de colegiales, salón de actos espacioso, escalera de mármol, clases, salas de estudio, internado, enfermería... El edificio quedó mirando por sus cuatros caras a estas cuatro calles: Conde de Aranda, Boggiero al norte, Escuelas Pías al este y Ramón y Cajal al oeste. La escasez de patios para tanto alumno, se suplió con la compra, entre 1945 y 1960 de unos 30.000 metros cuadrados de terreno en La Almozara, que se transformaron en una verdadera ciudad deportiva, inaugurada el 7 de junio de 1961, con canchas, frontón, piscinas..., utilizada diariamente por los alumnos, con mucha frecuencia por las familias y sede del club deportivo Calasanz, uno de cuyos equipos llegó a ser campeón de la FISEC, representando a España.

A partir de 1946 se construyeron, entre la puerta de la iglesia y la de vigilados, una serie de tiendas comerciales. Se inauguró la primera el 15 de diciembre de 1946.

Las orientaciones y exigencias pedagógicas de los últimos tiempos estimularon a desprenderse del centenario edificio, quedándose con la iglesia y un pequeño local adyacente, donde pudiese vivir una comunidad reducida. Se compraron terrenos y se hicieron planos, para edificar un nuevo colegio Escuelas Pías funcional. Pero en 1978-1979 fue declarado el colegio con su iglesia monumento histórico artístico nacional. También, se impuso la necesidad de contar con amplios campos de deportes, porque debido a una rápida expansión de la ciudad desaparecieron los campos de La Almozara durante el curso 1981-1982. Y dado que el colegio cuenta con hectáreas suficientes en la torre de Cascajo, allí ha quedado instalada la nueva ciudad deportiva.

Este edificio del colegio Escuelas Pías ha sido durante sus más de 250 años de vida algo más que un colegio. En él ha vivido una comunidad bastante numerosa: llegó a tener 51 religiosos el año 1964. Desde la erección de la Provincia canónica de Aragón en 1742, en él han tenido su residencia el Provincial y su curia, hasta el mes de abril de 1976. En el colegio han estado establecidos noviciado para hermanos desde 1733 hasta 1917, noviciado para clérigos en 1845 y juniorato para el estudio de la teología desde 1744 hasta la creación de las casas centrales en 1879. También, por su capacidad receptiva ha sido con frecuencia lugar de encuentros nacionales o internacionales de escolapios. Para hablar sólo de este siglo, los días 17 y 18 de octubre de 1900 Mons. Alfonso María Mistrángelo, arzobispo de Florencia y General de las Escuelas Pías, se reunió con el Vicario general de España, sus asistentes y los PP. Provinciales: en esas sesiones se trató del próximo Capítulo general y de la reunificación de la Orden, según la mente de la Santa Sede. Los días 16 y 22-7-1945 se celebró la asamblea de Acción católica de las Escuelas Pías de España, presidida por Mons. Zacarías Vizcarra, el asistente general, Manuel Pazos, y el Vicario general, José Olea. Del 27 al 30-12-1946 los delegados de las Provincias españolas estudian la preparación y edición de los textos E. P. Entre el 10 y 13-10-1949, siguiendo las indicaciones del Superior general P. Vicente Tomek, los representantes de todas las Provincias de España se juntaron en Zaragoza «para elaborar estatutos y trazar orientaciones a la naciente Orden tercera de las Escuelas Pías».

Hay que añadir que la comunidad de la torre de Cascajo, incluso cuando allí funcionaron juniorato o postulantado, fue filial del colegio Escuelas Pías. Terminó esta filiación el 3-9-1964 al quedar constituida canónicamente la comunidad del colegio Cristo Rey. Otro tanto hay que decir de la comunidad del colegio Calasancio, desde 1941 hasta el 7-12-1947 en que toma posesión como primer rector el P. Ángel Aznar.

La iglesia.

El fundador confió sus deseos al doctor don Diego Franco de Villalba, oidor de la Audiencia y recién ordenado sacerdote. Se colocó la primera piedra el 7-3-1736 y se inauguró, con el colegio, el 19-2-1740. Como testimonio de la inauguración quedan dos sermones, que pronunció y editó don Isidro Francisco Andrés, monje cisterciense del monasterio de Santa Fe de Zaragoza: Sermón de Ntra. Sra. de la Portería, dicho en el templo del Colegio de las Escuelas Pías de Zaragoza (1740) y Oración panegírica en la translación del Santísimo Sacramento al nuevo templo de los RR. PP. de las Escuelas Pías de Zaragoza. Día 22 de febrero de 1740.

El templo resultó armonioso, amplio y sólido, todo de ladrillo con zócalo de piedra de sillería. Tiene forma de cruz latina, de una sola nave, con capillas laterales, crucero y ábside poco pronunciados y airosa cúpula terminada en linterna. Responde el estilo al renacimiento zaragozano del siglo XVIII con reminiscencias barrocas. Las armas del fundador aparecen varias veces reproducidas fuera y dentro del templo. Está dedicado a Santo Tomás de Aquino, cuya estatua campea en el centro de la fachada sobre las de Santo Tomás Cantuariense y Santo Tomás de Villanueva. Dentro del templo hay que destacar por su valor artístico e histórico la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, obra del escultor Carlos Palao, el cuadro original de la Virgen de la Portería y los altares de San José de Calasanz, San Roque y mayor. El primero se hizo para celebrar la canonización del Fundador de la Orden escolapia (1767) y para él pintó José Luzán Martínez el cuadro, de perfecta traza y colorido, que representa la aparición de la Virgen al Santo y sus niños. Frente a este altar está el de San Roque, con retablo neoclásico y en él un lienzo del Santo, firmado y fechado por el pintor valenciano José Antonio Zapata en 1804. El retablo del altar mayor ocupa el ábside, es de madera dorada al fuego y reproduce en el centro la «visión de Santo Tomás de Aquino». Le hacen guardia de un lado y otro las imágenes de los cuatro doctores de la Iglesia de occidente -San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio Magno y San Ambrosio- que cinceló el artista José Ramírez Arellano. Dentro del presbiterio, adosado a la pared de la epístola, está el lucilo del arzobispo fundador y en la pared de enfrente, sobre la puerta, una lápida de mármol y bronce, colocada el día 21-5-1971 por la ciudad de Zaragoza en homenaje a Goya, «alumno que fue de este colegio de Escuelas Pías». En la sacristía deben citarse el lavatorio de mármol negro y jaspe ocres embutidos, un Niño Jesús del siglo XVIII y un lienzo de «San Miguel venciendo al demonio» de bello cromatismo y escuela aragonesa del mismo siglo XVIII. Dotaron a la iglesia de un órgano suficiente y muy templado el 29-1-1759.

Con el correr del tiempo han sido necesarias reparaciones en el edificio. La principal se llevó a cabo en julio de 1930. Dirigida por don Miguel Ángel Navarro, se restauraron fachada y torres, muy deterioradas. Tras una limpieza completa, se cambió el ladrillo en trozos enteros y se puso en los salientes de la fachada piedra de yeso de Alicante y en las torres piedra de Floresta.

Durante los siglos XVIII y XIX se celebraron en la iglesia las famosas «academias» o certámenes públicos. Y en ella se establecieron también varias cofradías: la de las Almas, erigida el 22-7-1741, persistió hasta que en 1903 el P. Faustino Divasón le agregó a la archicofradía romana de Santa María in Monterone y el Papa Pío X declaró altar privilegiado perpetuo el del Santo Cristo de las Almas de la iglesia; la de Mancevos torcedores de seda de Ntra. Sra. de la Portería, establecida en 1747, vio aprobados sus estatutos por don Francisco Añoa del Buscida el 25-5-1749 y celebraba su fiesta el 12 de septiembre, festividad del Dulce Nombre de María; la de los Esclavos del Santísimo Sacramento con más de 4.000 socios era poderosa en rentas y celebraciones y sus Constituciones quedaron aprobadas el 24-8-1755; la de San Roque, trasladada del convento dominico de La Victoria se estableció en la iglesia el 17-8-1742, colocando sus socios en una horcina de la fachada un cuadro tríptico con las efigies de San Joaquín, San Roque y San Sebastián, «casi anulada» en 1961; aún subsistió hasta la desaparición de la calle Escuelas Pías en 1977; y la de la Soledad, establecida poco antes de 1770. Actualmente honran en la iglesia a Santa Orosia y a Ntra. Sra. de Valvanera las colonias de Jaca y La Rioja.

Hasta hace muy poco ha tenido el colegio, además de la iglesia, dos oratorios. El primero, de finales del siglo XIX, lo utilizaron en principio los internos hasta que se limpió y embelleció en 1922 y pasó entonces a ser lugar de oración para la comunidad y los alumnos vigilados. Presidía el altar de latón a martillo, hecho por el señor Tiestos en 1883, la imagen de la Virgen, acompañada por las de Santo Tomás de Aquino y San José de Calasanz. El segundo oratorio, llamado de colegiales, empezó a utilizarse el 15-4-1922 exclusivamente por los internos. En las últimas reformas del colegio han desaparecido ambos oratorios.

Acontecimientos históricos.

Entre los acontecimientos vividos por el colegio destacan las fiestas organizadas para celebrar la canonización de San José de Calasanz (siglo XVIII) y los acontecimientos de los Sitios (siglo XIX) y de la última guerra civil (siglo XX).

En pocas ciudades se celebró la canonización del Santo aragonés con tanta solemnidad como en Zaragoza. Era rector del colegio el P. Cayetano Ramo, más tarde Provincial de Aragón y General de la Orden. Con el H. Andrés Vidal acomodó debidamente la iglesia. Luego escribió y publicó una interesante Relación encomiástica (1768), narrando los pormenores del acontecimiento. José Luzán, maestro de Goya, pintó el cuadro para el altar del Santo, se programaron concursos poéticos y la ciudad organizó un octavario de cultos solemnes, que patrocinaron por este orden el cabildo metropolitano, el ayuntamiento, el capítulo parroquial de San Pablo, doña Clara de Altarriba Calasanz, descendiente del santo Fundador, y su esposo don Diego de Vega e Inclán, la nobleza de la ciudad, representada por don Ramón de Fuembuena Torreyas, marqués de Lierta, barón de Torreyas y gentilhombre de su Majestad, la comunidad escolapia y, finalmente, una señora anónima, devota y pudiente, en nombre de las mujeres zaragozanas, se encargó de organizar los festejos últimos, de modo «que pudiesen hombrear con los primeros».

Durante los Sitios, el colegio y comunidad vivieron unidos al pueblo zaragozano el martirio de la guerra. Durante el primer sitio el colegio fue un fortín de la resistencia. En junio de 1808 se cerraron las clases. El 2 de julio la iglesia se colmó de mujeres que rezaban y esperaban la muerte en lugar sagrado. Los hombres invadieron el colegio y junto con los religiosos prepararon la defensa desde el tejado y las ventanas. El día 3, detenido el enemigo, seglares y religiosos llevaron a los defensores de las líneas avanzadas canastos de pan y botos de vino, que había en el colegio. Durante el segundo sitio murieron dentro del edificio seiscientos murcianos del batallón de Peñas de San Pedro, de los novecientos que se alojaron en las escuelas y claustros. Murieron también catorce escolapios, «siendo una especie de prodigio que no pareciésemos todos». El relato de los hechos y las palabras citadas son del padre Camilo Foncillas, rector del colegio. Entre los escolapios muertos ocupa el número uno el P. Basilio Boggiero, maestro de Palafox, asesinado vilmente por los franceses sobre el puente de piedra y arrojado su cadáver al Ebro la madrugada del 22-2-1809. Como homenaje al P. Boggiero, la ciudad dio su nombre a la calle Castellana, que hasta hoy se llama calle Boggiero.

Aunque los franceses, completada la rendición, extinguieron todas las comunidades religiosas de la ciudad, lograron los escolapios reabrir su colegio el 2-5-1809, reparar las heridas del edificio y de la iglesia y continuar el ejercicio de la enseñanza. Pérez Galdós dejó memoria del P. Boggiero, de la iglesia, del colegio y de la calle Escuelas Pías en una hermosa página de sus Episodios Nacionales.

Durante la última guerra civil española vivió el colegio una experiencia excepcional. En octubre de 1937 llegó la orden de habilitar el colegio para servicio militar. Hablaron primero de hospital y terminó siendo cuartel. Tuvieron que irse los alumnos internos. El 1-1-1938 un numeroso grupo de oficiales y algunos soldados de la alemana legión Cóndor se instalaron en el internado, segundo piso de comunidad, parte noble que rodea a la Rotonda, más cocina, comedores y salas de visitas. La comunidad se acomodó en forma precaria y para los alumnos se hicieron clases en pasillos, sacristía y habitaciones en desuso. Los alumnos externos pasaron a una casa de la calle Echeandía, cedida gratuitamente por don Justo Felices. A petición de las familias, en el curso 1938-1939 se crearon dos secciones de internos, que se instalaron en la torre de Cascajo. El colegio pudo volver a su normalidad cuando el 28-3-1939 un oficial superior de la legión Cóndor «devolvió» el edificio al P. rector; el 11 de abril todos los alumnos pudieron ocupar sus aulas respectivas y volver los internos.

Itinerario pedagógico.

En la escritura de cesión del colegio se exige que la comunidad esté formada por quince o dieciséis religiosos hábiles par enseñar doctrina cristiana, leer, escribir, contar, gramática, latín y retórica. Con este ambicioso organigrama se empezó, añadiendo enseguida nociones de aritmética y matemáticas. La escuela de aritmética fue novedad desde 1740 y el primero que la regentó fue el P. José Lanao. Pensando en ella, María Andrea Campoamor dedicó al colegio su Tirocinio Aritmético (1738). Adquirió gran prestigio esta escuela a partir de 1778, cuando se hizo cargo de sus alumnos el P. Joaquín Traggia, que añadió a las matemáticas el estudio de la geometría, «antes de que la hubiera en la Sociedad Aragonesa de Amigos del País».

La enseñanza pública de la gramática comenzó el 18-9-1738. Pronto se hizo célebre, gracias a los métodos filológicos del eminente latinista P. Pedro Celma, organizador también de los primeros certámenes. Comenzó con uno de gramática y retórica el 20-8-1743, al que asistieron más de setecientas personas. En el del año siguiente, celebrado el 22 de agosto, intervinieron varios profesores de la Universidad, haciendo preguntas y proponiendo dificultades a los alumnos. Estos certámenes o academias multiplicaron indirectamente el alumnado y hubo que distribuir los gramáticos en cuatro aulas.

La envidia cortó el camino.

Ha sido suficientemente estudiado el llamado «pleito de la gramática», promovido y mantenido por los jesuitas y sus admiradores. Baste aquí recordar que el 25-11-1742 los padres de la Compañía exigen al ayuntamiento prohiba a los escolapios enseñar la gramática, aduciendo el privilegio exclusivo que creen tener ellos. La Audiencia de Zaragoza desestima el recurso. Lo elevan al Consejo Real y el pleito enojoso se prolonga por varios años, hasta que Fernando VI ordena el 23-2-1747 que las Escuelas Pías dejen la enseñanza de la gramática. Como el decreto real aludía a una enseñanza pública, se siguió enseñando privadamente a los colegiales hasta 1750. Ante nuevas protestas, en 1750 llegó una segunda prohibición, la de no admitir en el colegio alumnos internos. Aprovechando la visita de Carlos III a Zaragoza, se consiguió la revocación de ambas prohibiciones, y el rey firmó nuevo decreto el 7-5-1760, que autoriza a los escolapios a abrir sus escuelas de gramática «porque en ello se interesa el bien común».

La autorización de Carlos III fue celebrada con inmenso júbilo por toda la ciudad con festejos religiosos y profanos. Pronto se llenaron las aulas de alumnos y se volvieron a celebrar las academias públicas, que adquirieron su mayor esplendor entre 1761 y 1808, gracias a las categoría intelectual y pedagógica de los padres Celma, los dos Cayetano Ramo, Porqued, Coll, Foncillas, Boira, Parido, Traggia, Cañizar, Báguena, Agustín Paúl, Soldevilla, Gabriel Hernández y Basilio Boggiero. Como manifestación real de saber, a las academias hay que sumar las colecciones de poesías compuestas y editadas con motivo de la inauguración de la nueva capilla del Pilar (1776) y del paso de los reyes, su familia y gobierno por Zaragoza (1802).

Desterrados los jesuitas, sus aulas de gramática, regentadas por profesores seglares, se fueron quedando sin alumnos. En 1802 les fueron ofrecidas estas aulas -llamadas Escuelas Reales- a los escolapios. Aceptaron éstos, pero la idea no prosperó. Una real cédula del 10-1-1805 desautoriza a la ciudad y a la Universidad que puedan enseñar en las Escuelas Reales los escolapios o cualesquiera otros religiosos.

La estructura tradicional de enseñanza primaria y de humanidades se mantuvo en el colegio hasta mediado el siglo XIX. En el rectorado del padre Alejandro Masetti -curso 1864-1865- se diferenciaron dos grados de enseñanza, primaria y secundaria, dividida ésta en dos ramas, la clásica y la realista. Y conforme crecieron los alumnos internos, y desde la última década del siglo XIX también los vigilados y mediopensionistas, se organizaron las clases paralelamente de externos, internos y vigilados. El 7-11-1818 tuvieron validez universitaria los cursos de filosofía.

En enero de 1872 el rector, Benito Lafaja, pide al ayuntamiento un edificio donde puedan los escolapios dar enseñanza gratuita a otros 600 alumnos. El ayuntamiento dijo que no. Pero aprovechó el gesto para relegar de todo impuesto municipal al colegio «en gracia del beneficio que dispensa a la numerosa clase proletaria, prestándole gratuitamente la enseñanza».

Volvió a insistir la comunidad en 1880, ofreciendo dos religiosos maestros para establecer una escuela donde lo disponga la municipalidad. Y durante cuatro años (1881-1885) los PP. Pablo Gastón y Casto Arauz organizaron y dieron clase en las escuelas de la calle Palomar, parroquia de la Magdalena, viajando mañana y tarde desde el colegio.

La carrera de comercio se estableció por estas misma fechas. En 1927 se instala una sala de mecanografía con 16 máquinas. No fue nunca numerosa esta sección de comercio -20 alumnos en 1929- y se mantuvo hasta 1939.

En 1930 el colegio intervino de forma señalada en la exposición catequética nacional, establecida en la Lonja: prestó varios cuadros, hospedó a señores obispos, se organizaron conferencias especializadas en el salón de actos y se hizo merecedor, dentro del conjunto escolapio, del diploma de honor y medalla de oro.

Al implantarse la República el 14-4-1931 empezó a temerse la amenaza cierta de una ley que prohibiera la enseñanza a los religiosos. Representando a las Escuelas Pías de España y apoyado por buenos amigos republicanos de Zaragoza, viajó el P. Patricio Mozota a Madrid y se entrevistó con el ministro de instrucción pública, Marcelino Domingo. Pudo conseguir del ministro esta respuesta, algo ambigua pero tranquilizadora: «Sigan en los colegios desempeñando su ministerio. Nada malo puede ocurrirles. Pónganse todos a tenor de las leyes vigentes que regulan la enseñanza». Vino más tarde la temida ley, que vetaba la enseñanza a los religiosos, no a los sacerdotes. El 14-8-1933 se presentó inopinadamente en el colegio el nuevo ministro de instrucción pública don Francisco B arnés. Tras ver las instalaciones, dejó una comisión encargada de alquilar el local para instituto de segunda enseñanza. Ante tales peligros el colegio ingresó en la sociedad SADEL con el título «Calasanz-Zaragoza», firmándose escritura por cinco años en el Registro de la propiedad de Madrid. Se impuso una reestructuración física del edificio, dividiendo comunidad de colegio. Los religiosos tuvieron que vestir la sotana del clero secular y figurar como empleados del arzobispado. La Sociedad nombró director técnico al P. Patricio Mozota.

Mientras se vivían estas dificultades, se abrieron las escuelas de las Delicias, en la parroquia de San Valero. Correspondió la iniciativa a doña Natividad Salas del Rañoy. Se firmó un contrato entre el colegio y el señor arzobispo. El P. Joaquín Perdices quedó nombrado director legal. Y entre 1934 y 1939 varios escolapios ejercieron la enseñanza en estas escuelas colmadas de alumnos casi marginados.

La nueva ley de enseñanza de 1939 favoreció la enseñanza privada, permitió que los exámenes se realizasen en el mismo colegio y contribuyó al aumento de alumnos. En 1942 celebró la iglesia católica el XXV aniversario de la consagración episcopal de Pío XII. El colegio respondió con generosidad: celebró todo el alumnado una misa en el Pilar el 14 de mayo, mandó una suma de dinero para la construcción de la parroquia de San Eugenio en Roma, ofreció dones espirituales y en un artístico pergamino escribió una carta de felicitación que hizo llegar al Papa. El 2-6-1946 estrenaron los alumnos el himno del colegio, con letra del P. Ángel Aznar y música del maestro Campos. Unos días más tarde, el 22 de junio se tributó en el colegio un gran homenaje a Goya en el segundo centenario de su nacimiento: destacó una conferencia del exalumno y catedrático de la Universidad Central don José Camón Aznar.

El 30-1-1951 se decidió crear para los alumnos gratuitos escuelas de formación profesional. La iniciativa correspondió a los exalumnos y su mejor impulsor fue don José Sinués, presidente de la Asociación. La experiencia se puso en marcha el 9-11-1953 y duró hasta finalizar el curso 1964-1965, una vez fallecidos el señor Sinués y el padre Federico Ineva, consiliario de la Asociación. En dos escuelas -conocida? como Escuelas de ampliación-completaron su formación profesional con clases prácticas de cálculo mercantil, contabilidad, lenguas, dibujo y cultura religiosa cientos de alumnos, que encontraron pronto fácil entrada en empresas industriales y mercantiles de Zaragoza y en las Universidades Laborales.

El 20-2-1965 quedó constituida y proclamada en un acto solemne la asociación de padres de alumnos. Era la primera de la ciudad y de los colegios de la Provincia de Aragón. Al ser trasladado a Roma el rector de colegio, la asociación quedó adormecida hasta el 28-6-1971. El 18 de octubre de ese mismo año fueron aprobados oficialmente sus estatutos y desde entonces colabora estrechamente con el colegio.

El 14-12-1956 el Ministerio de Hacienda firmó un decreto de exención sobre los bienes de las personas jurídicas en favor del colegio Escuelas Pías de Zaragoza. Se apoya el decreto en el contenido de la real orden del 24-12-1914 que reconoció al colegio como fundación benéfico docente. El citado decreto apareció en el Boletín Oficial el 17-2-1957. Estos beneficios se vieron confirmados y ampliados por otra disposición del 10-10-1964, según la cual el colegio y sus campos de deportes «están exentos absoluta y permanentemente de la contribución territorial urbana, excepto los locales que tienen cedidos en arrendamiento.»

En el curso 1978-1979 organizó los estudios de orientación universitaria, en unión de los otros colegios escolapios de la ciudad, de las escolapias y de las religiosas de Santa Ana, en el «inter-cou Escuelas Pías». En 1983 introdujo en sus planes pedagógicos cursos sistemáticos de informática para profesores y alumnos.

¿Cuántos alumnos han pasado en más de 250 años por las aulas del colegio? Imposible la respuesta, pues no se llevaron registros de alumnos hasta que se hicieron obligatorios por una orden del P. Joaquín Ibáñez del 12-3-1795. Pero sí puede afirmarse que el colegio, al poco de nacer sobrepasó los mil alumnos y nunca después, ha bajado de ese número. Una estadística de 1883 da al colegio 1.454 alumnos y «es el más concurrido de toda la Orden». Su número máximo lo alcanzó durante el curso 1941-1942 con la cifra de 2.046 alumnos.

Recursos y logros pedagógicos.

La biblioteca principal del colegio es la más completa que tiene la Provincia de Aragón. Sus grandes bienhechores han sido don Diego Franco, don Juan Antonio de Rosillo y Velarde, el jesuita Joaquín Milla y el escolapio Joaquín Traggia. En el Inventario que mandó hacer el padre Jericó en 1753 aparecen catalogados 921 volúmenes. El P. Ignacio Herrera preparó el Catálogo de 1891 y ya ascienden los libros a varios miles. Hoy, sin contar las bibliotecas escolar y de comunidad, esta biblioteca principal cuenta con más de 30.000 volúmenes fichados, con fondos manuscritos y raros por el contenido y las ediciones.

Los laboratorios o gabinetes son tres: de química, física y ciencias naturales. El de química, bien dotado ya en su tiempo por el P. Mozota, es amplio y funcional; el de física, además de los aparatos científicos actuales, recoge los más valiosos del antiguo observatorio metereológico; el de ciencias naturales conserva las valiosas colecciones del P. Antonio Ridruejo y los estudios, dibujos y fotografías del P. Aínsa sobre las diatomeas: se conserva también en él una completa y valiosa colección numismática.

El cine empezó a utilizarse el 14-2-1950; hasta hoy viene prestando su servicio al alumnado y, con cierta frecuencia, a otros colegios y centros vecinos. Cuenta también el colegio con dos salas de proyecciones.

Una de las instituciones más humanas y características del colegio han sido la cantina escolar. Las crónicas de la casa la retrotraen a «tiempos inmemoriales». Tenemos datos ciertos desde la segunda mitad del siglo XIX. En 1899, sin contar fámulos y sirvientes, atendía a 40 alumnos necesitados. El 9-5-1910 estrenó su comedor y en él se sentaron 90 alumnos. Se mantuvo el número durante bastantes años, hasta 1970. Don Antonio de Gregorio Rocasolano, siendo rector de la Universidad de Zaragoza, recordó agradecido su paso por las escuelas gratuitas y por el comedor de la cantina.

Un estupendo logro pedagógico fue la revista Juventud Calasancia, nacida en Tafalla de manos del P. José Beltrán en 1922; desde el n. 42 (octubre de 1926) la trasladan los superiores a Zaragoza. Hasta su desaparición en julio de 1932 estuvo dirigida por los PP. Federico Ineva y Francisco Sipán.

Más largo y positivo ha sido el internado. Empezó con la apertura misma del colegio y fue creciendo conforme crecía en capacidad el edificio. Su cuota más alta la conquistó durante el curso 1961-1962 con 318 alumnos. Vestían los internos su uniforme típico, que se estrenó hacia 1845 y' se suprimió, atendiendo a los gustos de la época, en 1929. Miles de muchachos del norte de España, algunos de Hispanoamérica y, sobre todo, de las provincias aragonesas, se han formado en este internado. En 1933 se añadió una pequeña sección de universitarios, que ocuparon las dependencias de la Academia militar. Eran 14 solamente. En 1934 ascendieron a 20. Al terminar ese curso quedó suprimida la sección. Quiso renovarse en 1952 y 1953, edificando una residencia universitaria amplia y moderna, pero no prosperó la idea.

Otras prestaciones.

En el colegio mayor dominicano de San Pío V existía una llamada «Congregación del Angélico Doctor», también conocida como colegio de teología de Santa Teresa y Santo Tomás de Aquino. Sus asociados solicitan establecerse en el colegio Escuelas Pías el 30-3-1744 y el 9 de abril les da permiso la comunidad. Tenían sus propias Constituciones y queda de aquella época un cuadro de Santo Tomás, que presidía las sesiones de estudio.

En noviembre de 1857, a petición de la comisión local de instrucción pública, se establecieron en el colegio las «escuelas de adultos». Funcionaron durante cuatro cursos (1857-1860). Se beneficiaron de su enseñanza 347 obreros adultos. Queda el libro de matrícula, verdadero tesoro porque señala parroquia, calle y oficio de cada uno de los matriculados.

Para poner en práctica la doctrina social de León XIII se fundó en Zaragoza una «escuela católica de obreros». Sería más justo decir de hijos de obreros, pues de muchachos se trataba. Esta escuela quedó instalada en el colegio, que prestó dos aulas grandes con su material didáctico correspondiente, y desarrolló sus actividades durante cuatro cursos (1885-1889). Dirigió la escuela el exalumno don Honorato de la Saleta. La revista «El Pilar» se constituyó en su órgano de difusión. Participaron como profesores los PP. Blas Aínsa, Melchor Ollé y Manuel Acero. El P. Aínsa recibía puntualmente todas las tardes a los alumnos y empezaba rezando con ellos una oración. Para el curso 1889-1890 buscaron locales propios. Volvieron al colegio en 1894 por haberse incendiado el palacio de la Infanta. El colegio les cedió la planta baja, hasta que pudieran alquilar nuevos locales. Cuando en 1949 llegaron a Zaragoza las Reliquias de Calasanz, los obreros católicos quisieron rezar en corporación ante ellas y así lo hicieron.

En 1876, gracias al tesón del sabio P. Blas Aínsa, quedó instalado en la terraza del colegio, bajo un torreón y a 205 metros de altitud, el observatorio metereológico. Contó con aparatos muy completos, metereológicos y astronómicos. En 1888 mereció un cálido elogio del P. Giovanozzi. Prestó de hecho un verdadero servicio y puede considerarse como un centro de auténtica solvencia científica, hasta ser calificado por la Confederación Hidrográfica del Ebro «muy superior al dirigido desde Madrid». Entre abril de 1884 y final de diciembre de 1886 proporcionó todas las mañanas sus datos climatológicos a la prensa de Zaragoza. Poseía, además, un cañoncito que señalaba con un disparo las doce del mediodía. Colaboraron en el servicio y mediciones los PP. Rabaneque, Valles, Aparicio y Castillo. Al fallecer el P. Ainsa, se encargó de la dirección el P. Tobías Domenech. Fue tal el prestigio científico del observatorio, que a raíz de un violento choque de trenes en Casetas el 9-1-1896, la dirección de Ferrocarriles de Madrid solicitó al gobernador de Zaragoza que pida a los padres escolapios datos sobre intensidad y velocidad del viento. En 1923, al terminarse la gran reforma del edificio, se ideó poner en el chaflán de las calles Conde de Aranda-Escuelas Pías un observatorio metereológico más completo con cúpula giratoria.

La Academia Calasancia se fundó a petición de un numeroso grupo de exalumnos. Desarrolló su actividad entre 1896 y 1907. Fue su presidente el marqués de Valle Ameno y su mejor colaborador y director el P. Eugenio Salarrullana. En 1896 se imprimió su Reglamento. Además de su labor científica, artística y literaria, que comentó puntualmente la prensa zaragozana de esos años, organizó actos académicos de calidad como el que tuvo lugar el 18 de octubre de 1900 en honor de Mons. Mistrángelo y un certamen literario de ámbito nacional el 8-12-1902.

El 14-5-1911 y con una misa solemne quedó establecida en la iglesia del colegio la «Asociación de maestros católicos de Zaragoza». Desde un templete especial presidió la imagen de San José de Calasanz. Hasta pasada la guerra civil española permaneció la asociación en la iglesia.

En 1916, mediante un convenio entre la comunidad y el señor arzobispo se creó en el colegio una sección de seminaristas que estudiaban los tres primeros años de latín y las asignaturas correspondientes de la carrera eclesiástica. En septiembre de 1928 se añadió cuarto año de latín, griego, francés, literatura y álgebra. Estos cursos quedaron suprimidos en 1929, porque todos los seminaristas debían vivir internos en el nuevo seminario de Belchite. Ese último año eran 24 los alumnos inscritos en el colegio.

El 29-11-1929 aprobó la comunidad el establecimiento en el colegio de una «Academia militar preparatoria», para el ingreso en Academia general militar. Empezaron las clases el 7-1-1930. Se encargaron de la dirección técnica el teniente coronel Valenzuela y de la espiritual el P. Claudio Goñi. Se prepararon camarillas para cadetes internos en número de 21, que se llenaron inmediatamente. El número total de alumnos ascendió a 67. Proclamada la República, tuvo que cerrarse la Academia, exactamente el 25-4-1931.

Asociaciones juveniles.

A lo largo del tiempo se fueron estableciendo en el colegio varias asociaciones juveniles, que poco a poco han ido desapareciendo. Son algunas: la primera en el tiempo fue la «Milicia angélica», establecida en 1774; recibían el cordón los cofrades en la fiesta de Santo Tomás de Aquino. En 1909 hay un inicio de los «Tarsicios calasancios», que adquieren pleno reconocimiento en 1929. Los «Turnos eucarísticos», empiezan en 1914; editaron en hermoso folleto sus prácticas piadosas en 1923. El 27-11-1929 se instauró la «Congregación de la gran Madre de Dios y San José de Calasanz», que terminará dando paso a la «Congregación Mariana de la Virgen de las Escuelas Pías y San José de Calasanz», cuyos estatutos fueron aprobados por la curia diocesana el 19-4-1941, adaptando su apostolado «en lo posible a la Acción católica». Por las mismas fechas había prendido la «Acción católica» entre los alumnos del colegio: en 1945 y 1946 se bendicen las banderas de socios y aspirantes. Las dos asociaciones tuvieron un fuerte matiz apostólico y de ellas brotaron numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas. La Acción católica contó con revista propia -El Apóstol- aunque sólo se público durante dos años (1964-1965). La Congregación mariana se sintió fortalecida con la magna peregrinación al Pilar de más de 10.000 alumnos de escolapios, escolapias y calasancias los días 3, 4 y 5 de mayo de 1941. La crónica de aquellas jornadas quedó recogida por el P. Francisco Sipán en su Crónica de la peregrinación calasancia al Pilar de Zaragoza (1941).

En este lugar hay que hacer referencia a la procesión del Pilar de los alumnos de primera comunión del colegio. Empezó en 1853. Al grupo numeroso de comulgantes -260 el año 1911- se unía el alumnado, la comunidad y muchos fieles. El colegio marchaba por un determinado recorrido con sus estatuas, banderas y cantos, hasta el palacio arzobispal donde los pequeños recibían la bendición del prelado. De allí al Pilar: se veneraba a la Virgen y se cantaban los himnos «Salve, diamante del cielo» del maestro Anadón y «Cantad, oh puros niños» del maestro Camó. Un piquete de soldados con banda de música y tambores, daba mayor brillantez al acto. La ceremonia era tan emocionante que con frecuencia exalumnos mayores se unían a los niños y con ellos repetían la comunión y la procesión. Fue testimonial el gesto del doctor Rocasolano en 1923, al cumplir sus cincuenta años. Entre 1931 y 1938 no salió la procesión. Se reinició la tradición en 1939 hasta 1962 en que, dado el tráfico de la ciudad, hubo que suprimir la procesión definitivamente.

Obras de arte.

Dejando aparte que el colegio e iglesia hayan sido declarados monumentos históricos artísticos y sin reiterar los nombres de cuadros y objetos artísticos ya citados, hay que enumerar ahora la serie de obras artísticas que guarda el colegio. Ya en 1751 adquirió una carta autógrafa de San José de Calasanz. El P. Corsini regaló en 1760 el escrito del santo Fundador sobre los privilegios de la ciudad de Zaragoza. En el archivo se guarda un librito manuscrito, que contiene el texto de las Constituciones de la Orden con autógrafo y sello probatorio del padre General Carlos Pirroni, fechado el 2-5-1677. Hablando de libros, dos textos destacan por su valor científico y artístico: el Libro de Horas miniado, muestra típica de la escuela parisina de la primera mitad del siglo XVI, con rasgos flamencos, y que perteneció al arzobispo Crespo de Agüero; y los Códices aljamiados: dos volúmenes, ahora encuadernados, encontrados en Atea por el P. Dionisio Fierro y varios folios sueltos, que pertenecieron al P. Antonio Vidal.

En cuanto a orfebrería: varias piezas barrocas de plata punzonadas de la época fundacional, con la marca del platero Cardiel; dos cálices de oro de estilo colonial filipino, uno rococó (1770) y otro algo posterior (1787) procedente del colegio de Daroca, ambos regalo del P. Basilio Sancho, arzobispo de Manila. De estilo colonial también, una imagen de marfil policromado del arcángel San Miguel, vestido de guerrero y acompañado de dos ángeles menores.

En el orden pictórico: tres tablas del siglo XV con motivos religiosos, tres lienzos de Luzán -Virgen de las Escuelas Pías (1745), Beato José de Calasanz (1748) y boceto del cuadro de la aparición de la Virgen, que está en el altar (1767)- y un cuadro de San José de Calasanz, que pintó en 1921 Bernardino Montañés.

Asegura el Espasa que Goya pintó un cuadro mural de San Braulio para el colegio. No se ha podido encontrar prueba alguna, ni escrita ni gráfica, de tal afirmación.

Exalumnos.

La idea de formar una asociación de exalumnos la dijo en voz alta el doctor Gregorio Rocasolano durante la velada que presidió; nombraron la primera junta directiva el 15-2-1931. Vinieron los tiempos difíciles. Se reorganizó la asociación el 6 de febrero de 1944, asesorada por el P. Ángel Aznar y sigue pujante hasta nuestros días. Tiene carta de hermandad, concedida por el P. Vicente Tomek. Celebra la fiesta del día del Exalumno el primer domingo de enero. Su vinculación con el colegio es cordial y su actividad constante y muy variada. Publica desde marzo de 1956 la revista trimestral Vínculo Escolapio, que ha llegado a su número 127. Todos los años, al finalizar el curso, entrega un premio al mejor alumno e impone las insignias a los nuevos socios.

A la sombra de la asociación han nacido varias iniciativas y como obras filiales se mantienen con la ayuda de los exalumnos. Así, brevemente; la Conferencia Vicentina de San José de Calasanz, iniciada el 17-2-1946, sigue ayudando a familias necesitadas de los entornos del colegio; la Cofradía del Prendimiento del Señor y Dolor de la Madre de Dios apareció el 2-3-1947: el 22-3-1953 introduce una sección de tambores y es hoy mixta y tal vez una de las más numerosas en hermanos de las cofradías zaragozanas; el 2-6-1947 se inauguró el turno San José de Calasanz de la Adoración Nocturna; en 1981, con motivo de los 250 años de la llegada de los escolapios a Zaragoza, los exalumnos consiguieron ver aprobada la Asociación filatélica San José de Calasanz, que ya ha alcanzado prestigio nacional y buenos resultados prácticos.

A la hora de citar exalumnos ilustres el compromiso es muy difícil. De las abundantes listas se pueden citar; entre los eclesiásticos, el P. Basilio Sancho, arzobispo de Manila, don Santiago Sas, héroe de los Sitios, el cardenal Antonio M.ª Cascajares y Aznar y el arabista Miguel Asín Palacios; entre los nobles: Juan Pablo de Aragón y de Azlor duque de Villahermosa, el marqués de Aguilar don Francisco de Paula Fernández de Córdoba, los hijos de los marqueses de Lazan y de los marqueses de Nibbiano, el conde de Bureta don Mariano López Fernández de Heredia, don Cipriano Muñoz conde de la Vinaza; entre los militares: José Palafox, defensor de Zaragoza frente a los franceses, los generales conde de O’Reylli, José Sanjurjo y José Millán Astray. Entre los políticos: los ministros Martín de Garay, Francisco Tadeo Calomarde y Manuel Marracó y los diputados Basilio Paraíso Labad y Javier de Quinto. Entre los catedráticos y rectores de Universidad: Vicente de la Fuente, Jerónimo Borao, Antonio de Gregorio Rocasolano y Severino Aznar. Entre los artistas: Francisco de Goya, los Bayeu, los Pescador, Bernardino Montañés, Carlos Palao, Jesús Guridi y Ricardo Magdalena. Entre los literatos: Juan Francisco de Plano, Miguel Ángel Príncipe, José M.ª Matheu, Fernando Soteras («Mefisto») y Manuel Abella. Y la lista podría alargarse con los nombres del botánico Francisco Lóseos, del historiador Faustino Casamayor, del amigo de Goya Martín Zapater...

Superiores

Persona Año
Rafael Fraguas 1731
Tomás Calle 1742
Pedro Celma 1745
Rafael Fraguas 1748
Antonio Porqued 1751
Cayetano Ramo 1752
Pedro Celma 1757
Pedro Mur 1760
Cayetano Ramo 1763
Pedro Celma 1767
Bernardo Calomarde 1770
Juan José Soriano 1772
Feliciano Molina 1775
José Félez 1778
Pantaleón Blanquer 1781
Cayetano Ramo 1784
Gabriel Hernández 1786
Joaquín Ibáñez 1787
Pantaleón Blanquer 1790
Tomás Báguena 1794
Anselmo Esteban 1801
Camilo Foncillas 1804
Benito Esteban 1814
Baltasar Campos 1823
Alberto Esponera 1835
Cosme Valles 1854
Alejandro Masetti 1858
Antonio Badías 1865
Benito Lafaja 1869
Manuel Acero 1875
Eugenio Torrente 1884
José Sin 1886
Manuel Hernández 1891
Joaquín Aguilar 1894
Eduardo Tornabells 1899
José Faguás 1906
Agustín Narro 1909
Patricio Mozota 1915
Manuel Pazos 1925
Félix León 1928
Santos Pastor 1933
Ángel Aznar 1940
Moisés Soto 1946
Gabriel Fuster 1952
Valentín Aísa 1955
Moisés Soto 1961
Dionisio Cueva 1964
Valentín Gallo 1965
Alejandro López 1965
Antonio Roldan 1967
Ángel Millán 1973
Benito Forcano 1976
Fernando González 1979
Javier Mari 1982

NOTA: El orden de los superiores estaba equivodado en la edición original. Hemos procedido a rectificarlo

Bibliografía

  • Arch. colegio Escuelas Pías de Zaragoza
  • Memoria escolar del colegio Escuelas Pías, Zaragoza, 1948
  • Solans Mañero, A.: Historia del colegio de las Escuelas Pías de Zaragoza, 1972
  • revista Peralta de la Sal, todos sus números
  • revista Vínculo, todos sus números.

Redactor(es)

  • Dionisio Cueva, en 1990, artículo original del DENES I