Zaragoza (ES) Torre de Cascajo

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Este texto es el original publicado en su día en el DENES. No se ha hecho sobre él ninguna rectificación. Su contenido, pues, puede no reflejar la realidad actual

Datos

Demarcación Aragón

(1743-1978)

Historia

El 9-11-1743 se firmó la escritura de compra al conde de Fuentes de un «heredamiento en que había 550 olivos en 20 caízadas de tierra en la partida de Cascajo o pasaderas... por precio de 1.500 libras jaquesas». Hizo la compra para el colegio Santo Tomás —Escuelas Pías— don Juan del Cotero, albacea de Mons. Tomás Crespo y Agüero. Se ensanchó la torre con la donación que de la suya hizo al colegio en 1749 don Diego Franco de Villalba, oidor de la Audiencia y Consejero Honorario de Hacienda. Pronto se empezó a construir una «reducida y suficiente casa» por el P. Tomás Calle, que amplió en 1760 y 1761 el P. Pedro Mur. Doña Clara Áltarriba Calasanz, de la familia del Fundador, y su esposo don Diego Vega, oidor decano de la Audiencia, amueblaron el cuarto principal. En la finca se plantaron más olivos, se organizó la huerta y se tapió el terreno con dinero de la comunidad.

Él primer torrero fue el H. Francisco Villarroya; con su «inteligencia práctica, conducta y aplicación» dirigió la finca, la huerta y los caballos, que desde 1775 labraban la tierra y traían al colegio fruta y verdura de la torre y agua del Ebro. El 29-10-1780 se redondeó el terreno con la compra a los patronos de la biblioteca de S. Ildefonso de un campo «de un caíz y un quartal de sembradura» por 22 libras jaquesas. La torre había llegado a su máxima extensión: 15 hectáreas, 81 áreas y 84 centiáreas. En 1789, tras un recurso razonado, toda la finca fue declarada libre de pagar la «real contribución».

Los Sitios de Zaragoza por los franceses (15-7-1808, 21-2-1809) dejaron la torre en ruinas. La reconstrucción comenzó apenas se aseguró la permanencia escolapia. En 1810 se retiraron las ruinas y se reedificó lo más esencial. La casa fue reconstruida en 1811. En 1817 se gastaron más de 200 ducados en reparar la tapia, a lo largo del camino real, rota por la guerra y que favorecía la entrada de malhechores que asaltaban a los caminantes. Otros 1.400 ducados costó en 1818 dar nuevo movimiento al molino, gracias a la ilusión del P. Benito Estevan y al impuso moral y económico del Vicario general P. Gabriel Hernández. Pero el héroe de esta época fue el H. Urbano Benabarre.

Las mejoras se sucedieron ininterrumpidamente. El 14-10-1896 el P. Francisco Baroja, Vicario general de España, bendijo la nueva capilla. El 1-4-1906 el P. Eduardo Tornabells trasladó el Viacrucis del colegio a esta capilla y en ella confirmó a los niños de la zona el Sr. Arzobispo, acompañado por los PP. Provincial y rector, el 24-3-1914. Dos años antes, en el verano de 1912, se había hecho valiosas reformas en los edificios y capilla, que se perfeccionaron en 1915 con materiales provenientes de las obras de modernización del colegio «Santo Tomás». En la torre se hicieron habitaciones, clases y salas de estudios, todo comunicado con el segundo piso y la capilla. Se preparaba un colegio y tenía sentido.

El 30-8-1915 llegaron a Cascajo desde Alcañiz nueve júniores, su profesor P. Nicolás Yábar y el rector P. Jacinto Berbereña. El 31 se inauguraba el nuevo juniorato con misa oficiada por el P. Provincial, Agustín Narro, y asistencia de numerosos escolapios. Los PP. Andrés Bohín y Baltasar Tercero, éste como presidente, se unieron a la comunidad de jóvenes. En 1918, los días 5 y 6 de noviembre, fallecieron los PP. Yábar y Tercero. El juniorato siguió su marcha normal de formación y estudio hasta 1922. Pero el 18 de agosto vivió la torre un hecho histórico: llegaron de Tafalla 33 postulantes con los PP. Fabián Linares y Manuel Segura, y se fueron a Tafalla los júniores con sus profesores Fabián Arriaga, José M.ª Solé y Bartolomé Antonio y Barreneche. El postulantado permaneció diez años en la torre: el 29-8-1932 se trasladó a Peralta.

Desde principios de siglo la capilla había sido centro de vida espiritual para los habitantes de la torre -también llamada «Villa Calasancia»- de las torres vecinas y de la Academia general militar.

La guerra civil (1936-1939) marcó un nuevo rumbo. En 1936 se instaló en la torre una batería antiaérea, servida por 40 soldados que ocuparon la casa. En 1937 ocuparon su lugar 90 militares y posteriormente y por poco tiempo el Estado mayor de la artillería italiana. Al ocupar parte del colegio Escuelas Pías la legión Cóndor, los gratuitos buscaron locales en la calle Echeandía y dos secciones de internos subieron a Cascajo con los PP. José Seoane y Antonio Paniego y allí permanecieron desde principios de 1938 hasta junio de 1939. Encontraron en la torre un grupo de postulantes, que salieron para Barbastro con el P. Francisco Encuentra el 18-9-1938.

Las grandes reformas del edificio se hicieron, no obstante unos años más tarde. Comenzaron el 23-8-1953, gracias a un empréstito de la Caja de Ahorros. Surgen un cuerpo nuevo y una nueva entrada, con notables transformaciones interiores. En noviembre volvieron los postulantes desde Barbastro. Era presidente el P. Eusebio Ferrer. Durante años se trabajó con eficacia en las clases y se plantaron en la finca miles de árboles. En 1961 se comienza a pensar en un nuevo edificio para postulantado y colegio; se hacen planos; se pone la primera piedra a finales de 1962, cedido el terreno por la comunidad de Santo Tomás, y se termina en 1964. Aunque los postulantes pasaron al nuevo edificio, hasta 1974 permanecieron en la «Casa Vieja» grupos reducidos de postulantes o júniores que hacían sus estudios de COU. La inauguración del colegio «Cristo Rey» en Cascajo y de la residencia «Calasanz» como juniorato de la Provincia dejaron los edificios de la torre abandonados, hasta ser derribados para evitar peligros en 1978.

Los cincuenta primeros años de este siglo llena la torre la figura del H. Pedro Arizala, sucesor de los HH. Francisco y Urbano.

Durante los siglos XIX y XX la torre fue lugar de expansión para los alumnos de Santo Tomás y su comunidad. Primero los internos y más adelante también los mediopensionistas pasaban todos los años un día de vacación en la torre. En los últimos tiempos se unían las familias de los alumnos. Era un día grato -«el día de la torre»- que los internos añoraban y esperaban porque, entre otras alegrías, bebían vino por primera vez en la merienda. La comunidad subía a la torre una vez al mes, generalmente el último domingo, acompañada a veces por los sacerdotes seculares que confesaban a los niños del colegio. Dos hombres ilustres buscaron en la torre momentos de paz: el P. Eduardo Llanas y el cardenal Soldevila y Romero.

Bibliografía

  • Archivo Colegio Santo Tomás: Lucero, vols. I y II, Libro de crónicas 1907-1953, Libro de crónicas 1953-1961, Libros de Secretaría (1828-1964)
  • Archivo Aragón: Libro de Secretaría 1907-1931, Actas de la Congregación Provincial (1926-1974).

Redactor(es)

  • Dionisio Cueva, en 1990, artículo original del DENES I