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Tan pronto como se enteró de que Su Serenísima el Duque estaba ausente (pues residía en Pisa), para no perder el tiempo dando vueltas por la ciudad, fue a ver al Arzobispo, a presentar sus reverencias al Nuncio, y no omitió el ir a visitar a los demás religiosos que tenían fundaciones en Florencia, para atraérselos a su lado. Y aunque este trabajo pudiera parecer superfluo a alguno, ya que no se trataba de un monasterio, sino de una residencia, la cual no está comprendida en la disposición de las bulas apostólicas, sin embargo, como aquella residencia no era un simple lugar de paso, sino para vivir de continuo, se puede decir que el P. Provincial hizo bien. En lo cual pasó todo el mes de diciembre, pues el Gran Duque sólo estuvo de vuelta al año siguiente, de lo cual hablaremos más tarde.
 
Tan pronto como se enteró de que Su Serenísima el Duque estaba ausente (pues residía en Pisa), para no perder el tiempo dando vueltas por la ciudad, fue a ver al Arzobispo, a presentar sus reverencias al Nuncio, y no omitió el ir a visitar a los demás religiosos que tenían fundaciones en Florencia, para atraérselos a su lado. Y aunque este trabajo pudiera parecer superfluo a alguno, ya que no se trataba de un monasterio, sino de una residencia, la cual no está comprendida en la disposición de las bulas apostólicas, sin embargo, como aquella residencia no era un simple lugar de paso, sino para vivir de continuo, se puede decir que el P. Provincial hizo bien. En lo cual pasó todo el mes de diciembre, pues el Gran Duque sólo estuvo de vuelta al año siguiente, de lo cual hablaremos más tarde.
  
Continuemos ahora con las cosas que ocurrían en Roma y en otros lugares. La primera tiene que ver con el Conde de la Cerra; este era un señor muy benévolo con nuestro instituto, pues no pudo mostrar su afecto con signos más evidentes que haciendo un edificio para ejercer nuestro instituto; a tal efecto ofrecía con toda humanidad una tierra suya, pidiendo al P. General que para el bien común de su localidad y para incremento de nuestra religión, aceptara de buena gana aquella tierra que ofrecía alegremente para edificar un colegio. No faltaba afecto por parte del P. General, pero no pudo corresponder al efecto por falta de sujetos hábiles, pues en este año se sufrió una grave pérdida en la religión, ya que fueron entregados al sepulcro 17. Por lo cual sólo pudo compensarle dándole las gracias<ref group='Notas'>Falta un párrafo: “quod expresse innuunt literae de dato 3 martii, quibus etiam significat inter fundatores etiam aliquos esse Cardinales, quibus etiam satisfactionem dandi non erat facultas.” Traducción: lo que muestra una carta fechada el 3 de marzo, en la que se dice que entre los fundadores había algunos cardenales, a los que tampoco pudo dar satisfacción. </ref>.
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Continuemos ahora con las cosas que ocurrían en Roma y en otros lugares. La primera tiene que ver con el Conde de la Cerra; este era un señor muy benévolo con nuestro instituto, pues no pudo mostrar su afecto con signos más evidentes que haciendo un edificio para ejercer nuestro instituto; a tal efecto ofrecía con toda humanidad una tierra suya, pidiendo al P. General que para el bien común de su localidad y para incremento de nuestra religión, aceptara de buena gana aquella tierra que ofrecía alegremente para edificar un colegio. No faltaba afecto por parte del P. General, pero no pudo corresponder al efecto por falta de sujetos hábiles, pues en este año se sufrió una grave pérdida en la religión, ya que fueron entregados al sepulcro 17. Por lo cual sólo pudo compensarle dándole las gracias<ref group='Notas'>Falta un párrafo: “quod expresse innuunt literae de dato 3 martii, quibus etiam significat inter fundatores etiam aliquos esse Cardinales, quibus etiam satisfactionem dandi non erat facultas.” Traducción: lo que muestra una carta fechada el 3 de marzo, en la que se dice que entre los fundadores había algunos cardenales, a los que tampoco pudo dar satisfacción. </ref>.
  
 
A continuación inserto una carta del P. Santiago a nuestro P. General, que me parece merecer ser conocida por los que vendrán después. Dice como sigue:
 
A continuación inserto una carta del P. Santiago a nuestro P. General, que me parece merecer ser conocida por los que vendrán después. Dice como sigue:

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Año 1629 de Cristo. Trigésimo segundo de las Escuelas Pías. Séptimo de Urbano VIII.

Ephemerides Calasactianae X (1941, 4-6)

Entre las noticias de este año que podrán servir a los que vengan después de nosotros, la primera es un rescripto del P. Esteban de los Ángeles Superior de la Duchesca de Nápoles concedido a la cofradía de la Asunción de la B.V.M. Que dice como sigue:

“Esteban de los Ángeles, Superior de la casa profesa de los CC.PP. de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Como fue erigida por los complatearios del barrio de la Duchesca en la casa profesa de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías de Nápoles bajo el título de la Asunción de la Santísima Virgen con permiso del Rvmo. P. José de la Madre de Dios, Superior de dichos religiosos, y con el acuerdo del P. Pedro de la Natividad, Provincial de dicha religión en el reino de Nápoles, y como los hermanos de dicha cofradía nos consultaron acerca de un lugar que quieren recibir para tener sus actividades espirituales, Nos, con permiso escrito del P. General, concedemos y entregamos de buena gana aquel lugar de tierra que está situado debajo de la Congregación de la Purificación de la Virgen, y que por un lado mira al patio donde está la fuente; por el otro lado, al sagrario, y al pasillo que va del templo a las escuelas, para que construyan un oratorio, donde puedan tener sus reuniones espirituales, culto y todas prácticas de piedad, adornado como quieran, sin que el superior local pueda ponerles ningún impedimento. Sin embargo, deben reconocer como prefecto y rector, nombrado por los Superiores, a uno de nuestros Padres, y le darán otra llave de la puerta del oratorio de dicha Congregación.”

Otra cosa que ocurrió al principio fue el rescripto, que se copia a continuación, en el que se da el pleno consentimiento del Vicario General del obispo de Lecce para fundar nuestro instituto en Campi. Dice como sigue:

“En el nombre de Dios, amén.
Vista la información, y vistos numerosos testigos y sus deposiciones en la curia episcopal de Lecce, por las cuales consta que si se erige en dicha tierra de Campi un convento de mendicantes con al menos 12 religiosos, todos pueden vivir de las limosnas habituales, y consta que no causan ningún perjuicio ni detrimento a otros conventos de mendicantes circunvecinos de dicha tierra de Campi, y en especial a los PP. Del convento de la villa de Sálice, de la orden de los conventuales menores de S. Francisco, ni al convento de los capuchinos de S. Elías de la misma orden de S. Francisco, distantes unos dos mil pasos aproximadamente de Campi, el que haya un convento formado por 12 religiosos según está prescrito por decreto apostólico; visto el acuerdo de la comuna de Campi para aceptar a los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías; visto también el consenso de los priores y hermanos de dicho convento de la villa de Sálice; visto todo lo que hay que ver y considerando todo lo que hay que considerar, el Rvmo. Sr. Vicario apostólico de Lecce dijo y decretó que se permita y sea lícito erigir y fundar a la comuna un convento de los citados Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías en Campi, a condición que permanezcan y residan al menos doce padres, según el decreto de los Il. Card. Prepósitos de los negocios de los Regulares, con fecha del 17 de agosto de 1612, en cumplimiento del cual se pidió y se dio el asenso, consenso y beneplácito del ordinario, y se pide y se da el día 9 de febrero de 1629. Lelio Justino, Vicario Apostólico. Así es. El asesor apostólico Chiarelli.”

Esto por lo que se refiere a la fundación de Campi. Sigue a continuación el rescripto del arzobispo de Nápoles acerca del título de nuestra iglesia de Porta Reale, cuyo memorial de petición se ha copiado ya antes, y que dice como sigue:

“Ilmo. y Rvmo. Señor. Los Padres de las Escuelas Pías dicen que en el año 1627 fue abierta una iglesia para uso suyo con el título de la Natividad de la B.V.M. y San Félix Papa y Mártir en el barrio llamado de la Conigliera fuera de la Puerta Real, con decreto del Ilmo. Vicario General. Y porque dicho título fue dado sin el consenso de los dichos PP. y los Complatearios, que se comprometieron a ayudar con limosnas para la construcción de la iglesia, y que quieren que esa iglesia quede adornada sólo con el título principal de la Natividad de la Virgen María; por lo cual humildemente suplican que se suprema el título de S. Félix, que fue puesto por una sola persona, y que sólo quede el título principal, y que ello se declare y confirme con un decreto expreso.”

El arzobispo acordó lo pedido, como consta por el escrito que sigue:

“Por orden del Ilmo. y Rvmo. Cardenal Bouncompagni, arzobispo de Nápoles, se decretó y proveyó por medio de su Rvmo. Auditor del Ilmo. Cardenal Arzobispo que en el decreto dado el último día del mes de agosto de 1627 acerca de la apertura de la iglesia de los RR.PP. de las Escuelas Pías en el barrio llamado de la Conigliera fuera de la Puerta Real, se cambie el título de dicha iglesia, como ordena cambiar el presente decreto; por el presente decreto se manda que en aquel lugar donde se llama a dicha iglesia se nombre bajo la advocación de la Natividad de la B.V.M., y se quite y borre el título del nombre de Sn Félix Papa y Mártir, según se ordena quitar y borrar por el presente decreto, no obstante el decreto interpuesto por otros, y ello teniendo ante nosotros el memorial e instancia presentados por dichos padres el día 9 de abril de 1629. Alejandro Luciani, auditor. D. Horacio Barreti, Maestro de Actos en la curia arzobispal.”

Nótese que al pedir el citado decreto, el P. General encomendó la cosa en muchas cartas al P. Esteban de los Ángeles, superior de la Duchesca. Por lo cual los que escriben que fue encargado el P. Melchor de Todos los Santos se equivocan. Pues en aquel tiempo el P. citado no estaba en la provincia, sino que llegó a Nápoles mucho tiempo después de pedirse el rescripto, e incluso cuando ya se había borrado el título, como aparecerá más abajo.

Ephemerides Calasactianae X (1941, 34-38)

Mientras tanto, también en Roma, quizás con ocasión del capítulo de la iglesia catedral de Frascati, que nos recuerda una carta de fecha 16 de enero de 1629, el P. General trató activamente acerca de la exención de procesiones, enviando una súplica de la exención al Cardenal Vicario de Roma, en la forma que sigue:

“Ilmo. y Rvmo. Señor.
La comunicación de todos y cada uno de los privilegios, inmunidades, libertades, facultades, excepciones y otras gracias e indultos, tanto temporales como espirituales, concedidos y de los cuales gozan las órdenes mendicantes, sus superiores, profesores, así como iglesias, monasterios y lugares regulares, lo mismo por vía de comunicación, de extensión o cualquier otra, concedida por el Sumo Pontífice Gregorio XV, debe ser válida para el Superior General y los clérigos de la Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y debe ser concedida explícitamente a esa Congregación.
Puesto que muchas órdenes mendicantes, como los Teatinos por Const. De Pío V; los Clérigos de S. Pablo Descabezado por Const. De Sixto V, y los PP. De la Comp. De Jesús por Const. De Gregorio XIII, tienen el privilegio de no ir a las procesiones, no debería haber ninguna duda de que el mismo privilegio debería tenerlo también nuestra Congregación de los CC.RR. Pobres de la Madre de Dios de las E. Pías, y ese privilegio pueden usarlo, después de que a esa Congregación se le han comunicado privilegios que pueden usar otros. Sin embargo, como hasta ahora siempre ha habido dudas con respecto a eso, y muchas veces, por ello, la Congregación citada fue molestada, para que asista a las procesiones de la ciudad, suplica humildemente que para que en el futuro no se les retire de sus ejercicios escolares cotidianos, se le conceda un documento especial que trate de la gracia de la exención, y de este modo se alegre con la reposición de favores especiales.”

Con estas palabras suplicaron. Y el Cardenal Vicario para las exenciones romanas, que con sincero afecto por la religión debió presentarse ante Su Santidad, consiguió el documento que sigue, y que dice:

“Urbano VIII, Papa Siervo de los Siervos de Dios. Para perpetua memoria.
Nuestro deber pastoral confiado de lo alto nos requiere y nos pide a que estemos atentos a conceder de buena gana, en cuanto nos es posible con el Señor, para que el esfuerzo por la vida piadosa de los regulares, que se dedican cuidadosamente a la instrucción de los niños, no sean distraídos de lo que hacen.
1. Puesto que se nos ha presentado por la parte de nuestro querido hijo Ministro General de la religión o Congregación llamada de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías una petición que contenía lo siguiente: que los clérigos, sacerdotes y otros superiores y personas de dicha religión o Congregación, desde el principio de la institución de la religión tienen como instituto propio, dejadas cualesquier otra ocupaciones, para poder dedicarse y trabajar en la erudición e instrucción de los niños en buenas letras, rectas costumbres y doctrina cristiana, y en su formación en otros saludables documentos, y en la salud de sus almas, no acostumbraban apenas a asistir a las procesiones públicas ordenadas por los Ordinarios del lugar celebradas en las ciudades y lugares en los que esa religión o Congregación está presente; sin embargo los clérigos, presbíteros y superiores predichos de la misma religión o Congregación en diversos lugares son obligados para que asistan a ellas bajo censuras eclesiásticas, en contra de lo que está instituido para ellos, a consecuencia de lo cual no sólo son apartados no poco de sus ejercicios piadosos, sino que también suelen surgir gravísimas discusiones y disensiones entre ellos y los hermanos de otras religiones o monjes acerca de la preeminencia.
Puesto que como se indicaba en la petición no conviene que dichos clérigos, sacerdotes, superiores y personas de la institución asistan a tales procesiones, abandonando su propio ministerio; y al mismo tiempo para evitar los escándalos que pueden surgir a causa de la precedencia causa entre ellos y los hermanos de otras religiones o monjes, desean ser eximidos y liberados de la asistencia a las procesiones públicas, por lo cual nos fue suplicado por parte de su ministro general que, teniendo en cuenta lo expuesto, nos dignáramos proveer oportunamente con la benignidad apostólica.
2. Nosotros, por tanto, concedemos las peticiones justas y honestas de los peticionarios, y añadimos otras gracias oportunas para los mismos Ministro General, clérigos, presbíteros, superiores y todas las personas de la religión o Congregación de las Escuelas Pías, y les absolvemos de cualesquier excomunión, suspensión, prohibición y otras sentencias eclesiásticas, censuras y penas, tanto de derecho como personales, por cualquier causa u ocasión, de cualquier modo que estén ligadas, y para conseguir el efecto presente y los consideramos absueltos, y según el acuerdo de nuestros venerables hermanos cardenales de la Congregación, intérpretes del Concilio de Trento, concedemos y otorgamos con autoridad apostólica al mismo ministro general o primero de dicha religión o Congregación, y a sus clérigos, presbíteros, superiores y personas, ahora y por el tiempo que venga, que los mismos fuera de la ciudad, ahora y para siempre, y en la ciudad ahora y según el arbitrio de nuestro querido hijo el Vicario actual del Romano Pontífice, que estén mínimamente obligados a asistir cualesquier procesiones espirituales generales, y a cualesquier actos públicos, en cualquier tiempo, o según cualquier costumbre, u otros que se hagan o celebren o sean indicadas por los ordinarios de los lugares; y que en ningún lugar por ningún ordinario u otras personas sean obligados o compelidos; y que los citados no puedan ser molestados, perturbados o inquietados nunca por sus ordinarios o por otras personas.
3. Declaramos inválido y nulo, si alguien, con cualquier autoridad, atentara consciente o inconscientemente contra esto.
4. No obstante cualesquier normas apostólicas, sinodales o provinciales, o constituciones y ordenamientos que vayan en contra.
5. Nadie se permita infringir o contradecir temerariamente esta página con las absoluciones, concesiones, indultos y decretos; si alguien se atreviere a hacerlo así, se vería incluido en la indignación de Dios Omnipotente, y de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.
Dado en Roma en Santa María la Mayor, el primero de junio del año 1629 de la encarnación del Señor, año 6 de nuestro pontificado.”

Así el Pontífice en favor de nuestro instituto. Mientras se comunicaba la cosa a Roma y los otros lugares, Melchor de Todos los Santos, vuelto a Nápoles de su peregrinación a Compostela, se quedó allí esperando ulteriores órdenes del P. General. En realidad, sobre si él llegó hasta Compostela no encuentro ninguna fe, ningún testimonio escrito a mano. Sin embargo el P. Juan Carlos escribe que estuvo en Madrid y en Barcelona, y lo mismo su compañero el P. Sebastián de S. Geminiano; parece que éste llegó hasta las Indias, donde ejerció diestramente nuestro ejercicio de educar a los niños hasta una edad avanzada. Lee sobre esto en el P. J. Carlos, Tomo I N. 427.

Por lo demás consta que la vuelta del dicho P. Melchor ni afectó mucho ni fue apreciada por el P. General, porque ni le llamó a Roma, ni le dio allí ningún oficio honorario para nuestro ministerio. Al contrario, como después de unos cuatro meses, impulsado por un nuevo capricho, suplicó peregrinar y visitar Jerusalén y otros lugares de Tierra Santa, dándole obediencia para la visita, lo licenció, de modo que aunque pasó por la vecina Ancona, para salir del puerto de Ancona hacia Venecia, no se atrevió a desviarse por Roma. Antes de enviarle a Nápoles la obediencia pedida, le escribió acerca de él al P. Esteban, superior de la Duchesca, con estas palabras: “Diga al P. Melchor que espere ahí con paciencia. Pues no es pequeña gracias concederle la facultad de peregrinar al Santo Sepulcro y a los lugares santos de Tierra Santa.” Así con fecha 20 de octubre. Y con fecha de 27 del mismo, al mismo P. Ministro le escribió con estas palabras: “Enviaré cuanto antes la licencia del P. Melchor para ir a los lugares santos, pero no tengo un compañero sacerdote.” Y luego concluye: “Ojalá Dios le dé algo de juicio sobrenatural, pues el natural está bastante perturbado.” Así dice él.

La obediencia que le fue enviada más adelante dice como sigue:

“José de la Madre de Dios, Ministro Gen. De los CC.RR.PP. de la Madre de Dios Sch. P. a nuestro querido hijo Melchor de T. los S., sacerdote profeso en nuestra Orden, salud y bendición y compañía para el camino.
Puesto que la obediencia es mucho más agradable a Dios que todos los holocaustos, del cual siempre fuiste hijo, e intentarás serlo siempre; en virtud de ella y con la autoridad de nuestro oficio te damos licencia en el Señor no sólo para los santos lugares de Tierra Santa, sino también, si se te presenta la ocasión, para que vayas a las Indias Orientales, a las cuales se cree que ya llegó alguno de nuestros hermanos, con nuestra bendición, y para que en el camino, a cualquier parte que fueras, puedas visitar cualquier lugar santo, para salud de las almas y consolación tuya. Y si en algún momento quieres quedarte durante algún tiempo sabiendo que existe la oportunidad de conseguir fruto abundante para las almas, procura hacérnoslo saber, para que podamos enviarte el auxilio oportuno. Rogamos a todos los arzobispos, obispos y otros prelados que te reciban benignamente y te traten humanamente, que te permitan celebrar misa, y no te nieguen el poder predicar. Y si nuestro instituto fuera pedido por algunos señores o ciudades, háznoslo saber inmediatamente por carta, para que te enviemos algunos compañeros de entre nuestros hermanos.
Dado en Roma en nuestra casa de S. Pantaleo el día 29 de noviembre de 1629. José de la Madre de Dios, Superior General.”

Así es, como la escribimos, la obediencia dada al P. Melchor para tan largo viaje.

Similarmente poco antes fue enviada otra al P. Francisco de la Purificación a Génova, en virtud de la cual a este se le pedía la introducción de nuestro instituto en Florencia. La ocasión de esta solicitud y de la obediencia transmitida la dio un cierto clérigo secular, llamado Juan Francisco Fiamelli, que muy pronto, al principio de nuestro instituto, fue conocido de nuestro P. General, y él mismo lo presentó a la cofradía de la Stma. Trinidad en la ciudad santa (como ya se dijo) para que lo admitieran, trabajando a menudo con nuestros escolares, ayudó sin duda a nuestro Padre General fatigándose en tan laudable obra.

Ephemerides Calasactianae X (1941, 67-70)

Así, pues, este D. Juan Francisco después de dejar Roma y volver a Florencia, abrió allí unas escuelas, y las llamó con el nombre común de nuestro instituto, o sea Escuelas Pías, y allí promovió sus escuelas, que arraigaron (a semejanza de las de Bolonia) en una pequeña Congregación.

Como él quería mantener, conservar y perpetuar esta obra pía, y fácilmente había llegado ya a una edad de 16 lustros, dándose cuenta de que sus fuerzas disminuían y se desgastaban poco a poco, invitó a Florencia a nuestro P. General para que aceptara y se encargara de estas escuelas. El P. General no despreció esta invitación, al contrario, invitado a un lugar tan célebre como es Florencia, y ofrecida la comodidad, decidió poner la mano rápida y velozmente para ocuparse de este asunto.

Con la carta anterior delegó para tratar este negocio con su autoridad al P. Francisco Asistente, a causa de su destreza y del conocimiento que tenía del estado florentino y de toda Etruria. El cual P. Francisco aceptó en obediencia lo que se le mandaba, a pesar de que parecía que podía haberse excusado porque la provincia de Liguria requería el trabajo de su persona, y por los peligros existentes, tanto de peste como de incomodidad por la incomodidad del mar tempestuoso; sin embargo encomendó a otro los negocios y cuidado de su provincia, y se puso en marcha, después de lo cual envió a tres religiosos bien instruidos de su provincia para esta tarea, con un memorial para el Serenísimo Dux de de Florencia. El memorial decía como sigue:

“¡Serenísimo Dux y muy venerable señor!
Los Padres Pobres de la nueva religión llamada de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, deseando introducirse en esa ciudad residencia de vuestra Serenidad para ejercer la actividad escolar, según su pío y caritativo instituto, humildemente suplican ser admitidos en la casa en la que hasta ahora el Sr. Fiamelli ha ejercido sus escuelas pías, pero que ya no puede ejercer más a causa de su edad provecta. Se obligan a no desertar nunca las citadas escuelas, sino a continuar en ellas aprovechando ejemplar y religiosamente con la debida obediencia. Por lo cual, como parece que redundará en beneficio de toda la gran ciudad y alrededores, el infrascrito vasallo de vuestra Serenidad en nombre de toda la religión y comisionado por su Padre General suplica de nuevo, y de nuevo espera obtener, confiando en Dios, no sólo lo que suplica, sino muchos otros favores que con su instituto le serán devueltos, y Su Serenidad se alegrará mucho de haber hecho esta provisión nuestra a favor de la niñez pobre.
Humilde vasallo de Vuestra Serenidad, Francisco de la Purificación, de Castiglione, Provincial de Génova y Asistente General.”

Hasta aquí lo del P. Francisco, Provincial de Génova y Asistente General. Los que iban con el memorial eran el P. Arcángel de la Anunciación, el P. Juan Domingo de la Cruz, y el tercero algún junior, que hacia el 24 de octubre llegaron sanos y salvos a Florencia, como atestigua la carta del P. Arcángel. Estando el Serenísimo ausente, se dirigieron hacia la casa del Rvdo. Fiamelli, pidieron caridad y fueron acogidos. Poco después el P. Francisco Provincial los siguió, aunque con dificultades en el viaje, y no llegó hasta la vigilia de la Inmaculada a Florencia, muy fatigado, y más deseoso que sano, y reunió a los suyos.

Tan pronto como se enteró de que Su Serenísima el Duque estaba ausente (pues residía en Pisa), para no perder el tiempo dando vueltas por la ciudad, fue a ver al Arzobispo, a presentar sus reverencias al Nuncio, y no omitió el ir a visitar a los demás religiosos que tenían fundaciones en Florencia, para atraérselos a su lado. Y aunque este trabajo pudiera parecer superfluo a alguno, ya que no se trataba de un monasterio, sino de una residencia, la cual no está comprendida en la disposición de las bulas apostólicas, sin embargo, como aquella residencia no era un simple lugar de paso, sino para vivir de continuo, se puede decir que el P. Provincial hizo bien. En lo cual pasó todo el mes de diciembre, pues el Gran Duque sólo estuvo de vuelta al año siguiente, de lo cual hablaremos más tarde.

Continuemos ahora con las cosas que ocurrían en Roma y en otros lugares. La primera tiene que ver con el Conde de la Cerra; este era un señor muy benévolo con nuestro instituto, pues no pudo mostrar su afecto con signos más evidentes que haciendo un edificio para ejercer nuestro instituto; a tal efecto ofrecía con toda humanidad una tierra suya, pidiendo al P. General que para el bien común de su localidad y para incremento de nuestra religión, aceptara de buena gana aquella tierra que ofrecía alegremente para edificar un colegio. No faltaba afecto por parte del P. General, pero no pudo corresponder al efecto por falta de sujetos hábiles, pues en este año se sufrió una grave pérdida en la religión, ya que fueron entregados al sepulcro 17. Por lo cual sólo pudo compensarle dándole las gracias[Notas 1].

A continuación inserto una carta del P. Santiago a nuestro P. General, que me parece merecer ser conocida por los que vendrán después. Dice como sigue:

“Benedicite. ¡Bendito sea Dios, que me veo digno de ser honrado con una carta de vuestra paternidad! Y ser amonestado en mi oficio, porque Dios me pedirá estrechamente cuentas, si no empleo debidamente mi talento. Debo a vuestra paternidad por esta corrección infinitas gracias, y si añadiera algunas mortificaciones par mayor eficacia de la misma, las recibiré como un signo especial de amor hacia mí. Porque sólo he deseado una cosa, emplear bien mi talento, que sé que Dios me ha concedido, para que no me sea quitado y retirado, como dijo Cristo: a los que tienen se les dará; sin embargo, en virtud de esta corrección, y si Dios viene en mi ayuda en mis obras, espero que en el futuro mi deseo y el vuestra paternidad sea realizado suficientemente. Soy consciente de que es muy cierto lo que dice el Salvador: el que os oye, me oye. Pero como yo no puedo llevarlo a cabo sin la ayuda de Dios, como dije más arriba, y Dios no suele dar ayuda sino a aquellos que se la piden con ayunos, oraciones y muchas obras de penitencia, me atrevo a pedir los medios siguientes con el buen permiso de vuestra paternidad: suplico, pues, la facultad de comer una sola vez al día, y si me atreviera a comer algo por la noche, que sea sólo un bocado de pan con media ración de vino. Vuestra paternidad esté seguro de que ello no será en detrimento de mi salud, pues con el permiso del P. Superior ya lo practico desde hace algún tiempo, y voy bien, tanto en el cuerpo como en el alma. Lo segundo que pido es un tiempo de una hora por la noche para hacer oración, y la gracia de ponerme el cilicio tres veces por semana, y otra mortificaciones que me dictare el Espíritu Santo.”

Así dice con fecha 10 de septiembre. ¿Desde dónde? ¿Desde qué casa? No veo nada escrito al pie de esta carta.

El primero de octubre emigró de esta vida el Rvmo. e Ilmo. Cardenal D. Juan García Millini, obispo de Frascati y Vicario General de Su Santidad. Este príncipe amabilísimo el día 3 de diciembre de 1625 expuso su deseo en un escrito, en el cual decía que quería que estuvieran presentes en su lecho de muerte varios hombres santos, y entre ellos se dignó nombrar a nuestro P. General en sexto lugar, con estas palabras: “Deseo vehementemente que en mi última hora estén presentes para recomendar mi alma el P. Domingo de Jesús María y el P. Fernando de S. María, carmelitas descalzos; el P. General de los carmelitas calzados y el P. Inocencio de los reformados de S. Francisco del monasterio de la Ripa; el P. Bagnacavallo de los conventuales de S. Francisco, y el P. José General de las Escuelas Pías.” Así según las notas del P. Luis de S. Lucas.

Después de ser sepultado el Cardenal Millini, nuestro P. General salió con el P. Francisco de la Anunciación a Poli, donde ya se había fabricado una casa para las Escuelas Pías, y tomó posesión de la antigua iglesia parroquial de S. Esteban con el acuerdo del Rvmo. Obispo de Tívoli, y dejando constituido superior al P. Vicente de la Concepción, se volvió a casa.

Lo último que corresponde a este año es el esfuerzo de iniciar por fin el Colegio Nazareno. Se puede pensar que, una vez cobradas las rentas, pagados los legados y cubiertas las deudas con los deudores, el P. General se esforzó con los Rvmos. auditores de la Rota para que, vistas las cuentas del septenio pasado, viendo las entradas y salidas y el saldo, de modo que pudiera darse comienzo al colegio, para que la pía voluntad del Ilmo. Fundador de buena memoria no viera frustrado su efecto después de pasar ya tantos años. Y los auditores de la sacra Rota, una vez hecha la instancia, y juzgada justa, fácilmente dieron su conformidad, y designando unos revisores de cuentas, y viendo que había suficiente saldo después de pagar las deudas, decretaron que podía comenzarse el colegio el año siguiente.

Notas

  1. Falta un párrafo: “quod expresse innuunt literae de dato 3 martii, quibus etiam significat inter fundatores etiam aliquos esse Cardinales, quibus etiam satisfactionem dandi non erat facultas.” Traducción: lo que muestra una carta fechada el 3 de marzo, en la que se dice que entre los fundadores había algunos cardenales, a los que tampoco pudo dar satisfacción.