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Los Excmos. E Ilmos. Príncipes D. Apio Conti y Dña. Jacinta Sanvitali, su mujer, de Parma, Príncipes de San Gregorio, y después Duques de Poli, Señores adornados de toda piedad Cristiana, acudieron a Su Divina Majestad, pidiendo un varón por intercesión de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora. Hicieron voto de visitar la Santa Casa de Loreto, con algunas otras promesas desconocidas por mí. Este voto, por justas causas, les fue conmutado después por la construcción un convento, empleando en él una cantidad determinada de dinero.
 
Los Excmos. E Ilmos. Príncipes D. Apio Conti y Dña. Jacinta Sanvitali, su mujer, de Parma, Príncipes de San Gregorio, y después Duques de Poli, Señores adornados de toda piedad Cristiana, acudieron a Su Divina Majestad, pidiendo un varón por intercesión de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora. Hicieron voto de visitar la Santa Casa de Loreto, con algunas otras promesas desconocidas por mí. Este voto, por justas causas, les fue conmutado después por la construcción un convento, empleando en él una cantidad determinada de dinero.

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CAPÍTULO 25 De dos Casas Que se abrieron en estos años [1628]

Los Excmos. E Ilmos. Príncipes D. Apio Conti y Dña. Jacinta Sanvitali, su mujer, de Parma, Príncipes de San Gregorio, y después Duques de Poli, Señores adornados de toda piedad Cristiana, acudieron a Su Divina Majestad, pidiendo un varón por intercesión de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora. Hicieron voto de visitar la Santa Casa de Loreto, con algunas otras promesas desconocidas por mí. Este voto, por justas causas, les fue conmutado después por la construcción un convento, empleando en él una cantidad determinada de dinero.

Considerando que podían al mismo tiempo cumplir el voto y ayudar a sus vasallos, y con ello dar mayor gloria a Dios, hicieron grandísimas instancias ante N. V. P. Fundador y General para obtener esta gracia. Para conseguirlo, buscaron Cardenales de primera clase, con tal y tanta fogosidad, que N. V. Padre, Fundador y General, se vio forzado a complacerlos.

Envió allí al P. Santiago [Graziani] de San Pablo, Provincial Romano, a ver la tierra de Poli, la iglesia de San Esteban, y la situación del lugar. Ajustó el sitio y el espacio que quería, y, lo que más importaba, la forma de construcción.

Comenzaron el edificio, y, para poner la primera piedra bendecida, fue allá N. V. P. Fundador y General. Plantó la Santa Cruz con toda majestad, a la que precedió una Oración latina y un sermón. Esto fue el día de San Francisco del año 1628. Continuaron el edificio, y se terminaron a la perfección las oficinas más necesarias, la bodega, la despensa y la Comunidad; y encima de éstas, el refectorio, la cocina, y una despensa en la 3ª planta, diez celdas para dormir, con bóveda, y un Oratorio, desde el que más tarde se iba a la iglesia; con la intención de proseguir más adelante el edificio, que ya tenía otros cimientos.

El año 1629 fui enviado yo allí. El día de San Vicente mártir se dio principio a una escuela de leer y escribir, y principios de Gramática, en la Casa de campo de dichos Excmos. Señores. Éramos nosotros tres religiosos, es decir, yo, Vicente [Berro] de la Concepción, sacerdote; el H. Bartolomé de San Agustín, de Cotogno; y el H. Jacinto de San Francisco.

Estábamos en todo gobernados por dichos Señores, que nos enviaban de todo

-cocido en su cocina- para muchos días. Después se cambió de local, y nos hacíamos la cocina nosotros.

Quedó la Señora Dña. Jacinta embarazada, pero -no sé por qué disgusto- se frustró, con gran desazón de todos. El Sr. D. Marco, Mayordomo de de casa, me lo dijo a mí y a dicho H. Jacinto, casi con lágrimas en los ojos, cuando estábamos trabajando en el huerto.

El edificio iba poco a poco subiendo, aumentando y ampliando las celdas de los Padres, y las dos clases para los alumnos. No nos faltaron, sin embargo, las contrariedades de los párrocos, o sea, los curas de San Esteban, cuya iglesia antes era Parroquia.

Después de algunos años, la Ilma. Y Excma. Sra. Dña. Jacinta hizo su testamento, y dejó a los Padres de las Escuelas Pías, mientras estuvieran en San Esteban de Poli, un legado de ciento veinte escudos al año, para limosna, y otros cuarenta escudos anuales para una Misa diaria. Y con este testamento pasó a mejor vida, sin hijos.

Después que el Ilmo. y Excmo. Sr. D. Apio Conti, su marido, renunció el Ducado de Poli a D. Carlos, su hermano, se hizo sacerdote, y se retiró a vivir en Parma. Pero siempre ha continuado dando ayuda al edificio que se va haciendo. Y cuando arregle algunas dificultades, dejará a nuestro Padres el complemento de 300 escudos anuales; pues así lo ha dicho ya, y ha hecho no sé qué escritura. Con esto, se ha concluido todo.

El Emmo. y Revmo. Sr. Príncipe Cardenal, D. Francisco Barberini, nepote del Papa Urbano VIII, siendo Abad de Farfa, y de esta de San Salvatore Maggiore, ubicada sobre las montañas, en los confines del Reino de l´Aquila, suprimió de aquella insigne Abadía e iglesia una Congregación de Monjes Benedictinos, llamada de los Birreteros, porque había sido extinguida por el mismo Sumo Pontífice. Y quiso, a toda costa, que N. V. P. Fundador enviara a seis de nuestros Religiosos a habitar allí. Como no convenía resistir a dicho Príncipe Cardenal, fue allá, con compañeros, el P. Santiago [Graziani] de San Pablo, Provincial Romano, al cual S. E. ordenó consignar el Monasterio e iglesia, con el mobiliario sagrado. Y para el alimento dio una asignación abundante para los seis de los nuestros, y para un servidor, lo que continuó haciendo muchos años, siempre con toda puntualidad.

Como dicho P. Santiago fue enviado a Nápoles como Provincial, después de su salida comenzaron a sentir dificultad para vivir, por culpa de los Funcionarios de S. E. Esto fue aumentando tanto, que los nuestros carecían de lo necesario. Una vez bebieron una sola taza de vino colado, porque no había otra cosa. Estuvieron muchos días con gran miseria. Así que, ante el rigor del país, y por no poder desempeñar nuestro Instituto, ya que estaba en el desierto, a petición de N. V. P. Fundador, Su Eminencia nos dio licencia [de dejarlo].

Notas