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+ | =CAPÍTULO 1 De las nuevas calumnias y fraudes Contra N. V. P. Fundador General [1645]= | ||
Acuérdate, lector, de que en los últimos capítulos del libro anterior escribí que, después de la Congregación de Emmos. Sres. Cardenales e Ilmos. Prelados, en casa del Emmo. Roma, Presidente de la Congregación para los asuntos de las Escuelas Pías, el día 18 de junio de 1645, dicho Emmo. Roma avisó en San Pantaleón que N. V. P. Fundador General fuera adonde Su Eminencia al día siguiente. | Acuérdate, lector, de que en los últimos capítulos del libro anterior escribí que, después de la Congregación de Emmos. Sres. Cardenales e Ilmos. Prelados, en casa del Emmo. Roma, Presidente de la Congregación para los asuntos de las Escuelas Pías, el día 18 de junio de 1645, dicho Emmo. Roma avisó en San Pantaleón que N. V. P. Fundador General fuera adonde Su Eminencia al día siguiente. |
Última revisión de 17:39 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 1 De las nuevas calumnias y fraudes Contra N. V. P. Fundador General [1645]
Acuérdate, lector, de que en los últimos capítulos del libro anterior escribí que, después de la Congregación de Emmos. Sres. Cardenales e Ilmos. Prelados, en casa del Emmo. Roma, Presidente de la Congregación para los asuntos de las Escuelas Pías, el día 18 de junio de 1645, dicho Emmo. Roma avisó en San Pantaleón que N. V. P. Fundador General fuera adonde Su Eminencia al día siguiente.
Pues bien, cuando estaba del todo preparado, y precisamente el Santo Viejo y fortísimo Padre Nuestro estaba para salir de casa a la hora señalada para estar con Su Eminencia, llegó una orden de éste con un comunicado del siguiente tenor: “Que Su Paternidad aguarde hasta nueva orden de Su Eminencia”. Se detuvo N. V. P. Fundador, encomendando todo a la voluntad divina.
Se supo que le había llegado un papel desde Palacio; pero yo mantengo que fue el mismo Ilmo. Monseñor Asesor [Albizzi] quien dijo a dicho Emmo. Sr. Cardenal Roma que, por orden de Nuestro Señor, el Papa, Su Eminencia suspendiera la publicación del Decreto hecho el día anterior por la sagrada Congregación para la reintegración del P. General de las Escuelas Pías; en espera de nuevas circunstancias e incidentes. Por eso, Su Eminencia mandó a N. V. P. Fundador General que esperara nueva orden, para ir adonde Su Eminencia. Después se supo (aunque se vio la misma tarde, pero no se reflexionó sobre ello) que el P. Juan Antonio [Ridolfi], secretario de la Visita y del mismo Esteban [Cherubini], Sacerdote Profeso de nuestra Orden, pero enemigo de ella como el demonio, había ido adonde Monseñor Ilmo. Asesor [Albizzi] la misma tarde del 18 de julio de 1645 a decirle mil y mil despropósitos contra N. V. P. General Fundador, y contra muchos otros de casa, especialmente los Asistentes, para que Su Señoría Ilma. ordenara a Su Eminencia sobreseer la publicación, y después hablar al Papa; aunque los nuestros dicen que ya le había hablado.
El P. Juan Antonio basó esta movida furiosa y detracción paterna en que había oído algunas cosas contra el P. Esteban [Cherubini] y sus secuaces. Y es que en medio de una alegría general no es tan fácil contener el corazón, sin que desborde a la lengua con alguna palabra atrevida.
Dijo, sobre todo, que había oído al H. Felipe [Loggi] de San Francisco, Operario Profeso antiguo, de Lucca, proferir éstas o parecidas palabras: “Alabado sea Dios. Ahora se verá quién ha perseguido a Nuestro Padre General, y se pedirá cuenta de todos los agravios que le han hecho, igual que a los Padres Asistentes. ¡Veremos qué puede ya Monseñor Asesor [Albizzi]!”
Éstas o parecidas palabras dijo haber oído; y rápido fue a contarlas a dicho Ilmo. Monseñor, añadiéndole otras cosas, y poniendo encima un contrapunto, diciendo que se habían dicho en desprecio de Su Señoría Ilma. y Revma. [Albizzi]; y, en consecuencia, contra el Tribunal de la santa Inquisición, cuando él no se había movido a favor del P. Mario, y después –cuando le sustituyó- del P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, sino por el oficio que tenía en dicho sagrado Tribunal.
Se alteró exageradamente Su Señoría Ilma., y prorrumpió en un gran arrebato en defensa de su oficio. Como solía decir: “No conviene ni quiero que esto menoscabe el honor de la Santa Inquisición”, con este pretexto, Su Eminencia ordenó sobreseerlo; y al hablar con el Papa, lo hizo con todo el ardor que le fue posible, que ya es grande.