Última revisión de 17:41 27 oct 2014

CAPÍTULO 6 Buena alimentación y otras mortificaciones Que se deben usar en la Congregación

• Por favor, ¡fíjate qué mortificación!

Se comerá carne todos los días de la semana. El viernes (si no es fiesta) se ayunará, en memoria de la Pasión de Nuestro Señor. En lo demás, no se obligue a nadie a más ayunos que los comunes y ordinarios de la Iglesia; y si alguno, por su particular devoción, quiere hacer alguna otra abstinencia, no puede, sin la licencia del P. Rector. En el tiempo que dure la primera mesa (en donde se deben encontrar todos) léase con voz inteligible algún libro espiritual, según la voluntad del P. Rector, y obsérvese riguroso silencio y modestia.

Para mayor limpieza, extiéndanse manteles sobre la mesa, y prepárense tenedores y cucharas de latón, con platos y jarros de Mallorca, y vasos de vidrio.

La comida sea común a todos, también el Superior, sin ninguna particularidad en el mismo refectorio; y sea tal, que se pueda estar sin que nadie tenga necesidad de ser servido aparte.

Pan y vino, dese a todos lo que tengan necesidad. Del resto, conténtese cada uno en contribuir con la comida al mantenimiento y conservación de la vida, y no de satisfacer el gusto y el deleite de los sentidos; y absténgase del excesivo comer y beber, para mantenerse con mayor espíritu y pureza en el servicio de Dios.

• • • Observa, lector, la diferencia de este capítulo de la mortificación, con el que hizo N. V. P. José, Fundador de la Orden de las Escuelas Pías; verás el espíritu de mortificación del Fundador, y la sensualidad del otro. Lee el Cap. 4º de la Segunda Parte.

Monseñor Ilmo. y Remo. Séneca, entonces Vicario General de San Carlos Borromeo, estando yo presente, dijo una vez a uno de los nuestros, en tiempo de Visita Apostólica, alabando las parsimonia: “Sine Cerere et Bacco, frigescit Venus”^{[Notas 1]}. Es decir, el que tiene el vino que quiere, ¿qué hará?

Notas