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En la madrugada del día 25 de agosto de 1648 moría en Roma, en la pobrísima habitación de la Casa de S. Pantaleón, en que había vivido durante 36 años, el P. José de Calasanz de la Madre de Dios, Fundador de las Escuelas Pías. En torno a su lecho asistieron a su agonía los religiosos de aquella comunidad, con la tristeza de quedarse huérfanos al morir el Padre, pero con la sensación inefable de gozo por asistir a la muerte de un Santo.
 
En la madrugada del día 25 de agosto de 1648 moría en Roma, en la pobrísima habitación de la Casa de S. Pantaleón, en que había vivido durante 36 años, el P. José de Calasanz de la Madre de Dios, Fundador de las Escuelas Pías. En torno a su lecho asistieron a su agonía los religiosos de aquella comunidad, con la tristeza de quedarse huérfanos al morir el Padre, pero con la sensación inefable de gozo por asistir a la muerte de un Santo.

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CAPITULO PRIMERO: PRELIMINARES DEL PROCESO ORDINARIO

En la madrugada del día 25 de agosto de 1648 moría en Roma, en la pobrísima habitación de la Casa de S. Pantaleón, en que había vivido durante 36 años, el P. José de Calasanz de la Madre de Dios, Fundador de las Escuelas Pías. En torno a su lecho asistieron a su agonía los religiosos de aquella comunidad, con la tristeza de quedarse huérfanos al morir el Padre, pero con la sensación inefable de gozo por asistir a la muerte de un Santo.

Moría en desgracia de la Santa Sede. Los últimos años de su vida habían sido un calvario lento, culminado con el holocausto de sí mismo y de su Orden. Pero no es nuestro intento exponer los gérmenes y desarrollo de las tribulaciones sufridas por el Fundador y por su Orden, pues todas las biografías del Santo son pródigas en la narración de estos hechos[Notas 1]. Nos basta simplemente aludir a algunos de ellos, para que se aprecien las circunstancias comprometedoras en que se desarrollaron sus funerales y la temeridad que suponía intentar en tales circunstancias la incoación del Proceso de su Beatificación. Por otra parte, la exposición sucinta de lo ocurrido en el último sexenio de la vida del Santo, es un preámbulo necesario, pues las dificultades más graves que ocurrirían en el Proceso, durante la discusión sobre la heroicidad de sus virtudes, girarían en torno a estos hechos.

El P. Mario Sozzi de S. Francisco era un escolapio inquieto, soberbio, lleno de sospechas contra sus hermanos en Religión, a los que impacientaba con sus delaciones por fútiles motivos. Después de girovagar por algunos Colegios, siempre mal soportado por los religiosos, fue mandado por segunda vez a Florencia. Por fortuna para él descubrió a través del confesonario un ignominioso asunto de meretricio, disimulado bajo pías apariencias de beneficioso educan-dato de muchachas, cuyos responsables eran la directora del centro, la viuda Faustina Mainardi, y el canónigo de la Catedral, Rdo. Pandolfo Ricasoli, confesor del mismo.

No sin comprometer el sigilo sacramental, el P. Mario reveló el escándalo al Inquisidor florentino, P. Juan Muzzarelli, quien no sólo tomó cartas en el asunto, sino que lo comunicó al Santo Oficio Romano. Con ello se granjeó el P. Mario la estima y la protección de la Inquisición, de la que empezó a abusar con delaciones constantes contra su comunidad cada vez que su irascibilidad provocaba trastornos en la vida doméstica. Por añadidura, en la Comunidad florentina vivían hombres de extraordinaria cultura, discípulos de Galileo y seguidores de sus teorías recién condenadas por el Santo Oficio. Y esto fue arma fácil para las malévolas acusaciones de Mario.

El ambiente irrespirable, provocado por Mario en Florencia, ocasionó su traslado a Roma, por orden del P. General. Pero con las cartas de recomendación de Muzzarelli y sus propias explicaciones consiguió Mario que el Asesor del Santo Oficio, Mons. Francisco Albizzi, intimara al P. General la revocación de su ordenanza y mandara de nuevo a Florencia al P. Mario. Nuevas perturbaciones causaron nuevas delaciones, entre las cuales una explícita acusación de heterodoxia contra los galileyanos[Notas 2]. Y la reacción del Santo Oficio fue la imposición al P. Fundador y General de que nombrara Provincial de Toscana al aparentemente perseguido P. Mario, con la facultad de elegirse los propios súbditos entre todos los religiosos de la Orden. El desorden provocado en todas las casas fue enorme, y la repugnancia de los religiosos de Toscana por aceptar tal Provincial fue patente, a pesar de las recomendaciones del General a la obediencia y resignación. Sin embrago, el P. Mario hizo recaer las culpas de todo el malestar de Toscana sobre el Santo Fundador[Notas 3].

En julio de 1642 se trasladó Mario a Roma para tratar desde cerca los asuntos de su desbandada Provincia. Y apoyado en la protección del Santo Oficio, insinuó amenazas contra el Cardenal Cesarini, Protector de la Orden, diciendo que poseía documentos comprometedores contra su Eminencia. Cesarini mandó que se registrara su habitación, y a pesar de las advertencias del Santo Fundador que presagiaba consecuencias graves, los mandatarios del Cardenal llevaron a efecto el registro.

La reacción de Mario fue acusar inmediatamente ante Mons. Albizzi al P. General, como responsable del registro y violador de la jurisdicción del Santo Oficio, pues entre los documentos había algunos relacionados con el Santo Tribunal. Y Mons. Albizzi, fiándose de las calumnias de Mario, se presentó en persona en la Casa de S. Pantaleón, acompañado de un piquete de esbirros, y ordenó que el P. General y su Curia fueran conducidos prisioneros al Santo Oficio, sin dar más explicaciones. Fue un día de agosto, cuando bajo el sol de mediodía, con escolta de esbirros y a pie tras la carroza de Mons. Asesor, el anciano Fundador de las Escuelas Pías, ya octogenario, junto con sus compañeros, atravesó las calles céntricas de Roma, desde S. Pantaleón hasta el Palacio del Santo Oficio, como un vulgar malhechor o reo de herejías. Y en aquella calle de amargura, empezaba afectivamente un calvario que duraría seis años.

Ya en el aula del Santo Oficio, se notificó a los prisioneros la causa del arresto. No sin consternación por la vulgar calumnia, escribieron un billete que hicieron llegar a manos del Cardenal Cesarini, rogándole que aclarara responsabilidades. Inmediatamente firmó el Cardenal una declaración, atestiguando que había ordenado él personalmente el secuestro de papeles en la habitación del P. Mario, y que los encausados eran por consiguiente inocentes[Notas 4].

El regreso de los prisioneros por las mismas calles de antes, en la carroza de Cesarini, era ciertamente un triunfo, pero a Mons. Albizzi le debió doler como una derrota humillante. Y antes de soltarles les intimó que permanecieran en S. Pantaleón sin salir de casa por quince días. Y no fue sólo una intimidación, pues a los pocos días, en la Congregación del Santo Oficio tenida ante Urbano VIII el 14 de agosto, informó Albizzi sobre lo ocurrido, añadiendo todo lo necesario sobre la pretendida persecución contra el P. Mario y la supuesta actitud adversa del P. General. Y por mandato del Papa se promulgó un decreto en el que se aprobaba todo lo hecho por Albizzi contra las personas del P. General y sus Asistentes y se les hacía saber que el P. Mario estaba bajo la protección y jurisdicción del Santo Oficio y por tanto ni el General ni sus Asistentes tenían jurisdicción alguna sobre él, como Provincial de Toscana; se les mandaba, además, que entregaran a la Congregación del Santo Oficio o a su Asesor los procesos hechos contra Mario; que se preocuparan de reducir a la obediencia del P. Mario a todos los súbditos de Toscana; que en adelante no se aceptaran nuevas fundaciones de casas sin expresa licencia del Papa o del Santo Oficio; y que el Papa les dispensaba de la prohibición de salir de casa[Notas 5].

Nuevas complicaciones toscanas, en las que no se excluyen contrastes político-militares entre los Medicis y los Barberinis, provocan el destierro de Toscana ordenado por el Gran Duque contra el P. Mario, Provincial de las Escuelas Pías, acusado de vasallo infiel, embustero y falso espía entre otras cosas[Notas 6]. Las iras del desterrado Provincial recaen de nuevo sobre el P. General. El infame memorial de Mario al Santo Oficio excita la indignación de Albizzi[Notas 7], quien pretende la revocación del destierro con la dilemática amenaza de la destrucción de la Orden[Notas 8]. Pero el destierro no se revoca. Y la amenaza de destrucción empieza a tomar cuerpo.

El 15 de enero de 1643 aparece otro decreto del Santo Oficio, por el que se intima una Visita Apostólica a la Orden tam in capite quam in membris; se nombra primer Asistente al P. Mario, y se suspende de sus funciones de General al Fundador y de las suyas a los Asistentes Generales; se prohíbe de nuevo la fundación de nuevas casas y se añade la prohibición de admitir novicios bajo pena de excomunión[Notas 9]. Estas graves decisiones fueron notificadas en marzo, junto con el nombre del Visitador, P. Agustín Ubaldini, somasco.

Dos meses más tarde, el P. Ubaldini presentaba un informe sobre la visita empezada, renunciando a la vez al cargo, al percatarse de las intenciones que animaban a Aibizzi y a Mario. Y en su lugar fue nombrado en mayo, por Breve Pontificio, el nuevo Visitador, Padre Silvestre Pietrasanta, jesuita[Notas 10], quien llevó a cabo su misión con celo digno de mejor causa, en connivencia con los deseos de Albizzi, de Mario y del sucesor de éste último.

En agosto del mismo año fue constituida una Comisión especial para examinar la causa de las Escuelas Pías y de su Fundador, según los resultados de la Visita Apostólica. Integraban esta comisión pon-afiela los Cardenales Julio Roma, Bernardino Spada, Juan Bta. Pamfili, Lelio Falconieri y Marcio Ginetti, además del Asesor del Santo Oficio, Mons. Aibizzi y del secretario Mons. Francisco Paolucci. Y un mes más tarde, el P. Pietrasanta presentaba a dicha Comisión su primer informe de la Visita[Notas 11].

La Congregación o Comisión tuvo su primera sesión el 1 de octubre de 1643 en la que se trató ya nada menos que de la extinción de la Orden. Falconieri, Ginetti y Paolucci se opusieron a la extinción, mientras que Roma y Spada votaron por la absoluta extinción. Albizzi abogó por un término medio: reducción de la Orden a Congregación de votos simples[Notas 12]. Por primera vez, pues, se puso el hacha a la raíz misma. Pero falló el golpe.

Mientras tanto, el P. Mario, llegado a la cumbre del poder, no escatimó humillaciones al viejo General suspendido, quien con heroica paciencia las soportó todas, apelando al juicio de Dios. Se rodeó de pocos adeptos, que se hicieron odiosos como él, y tiranizó a la Comunidad, hasta el extremo de que los Asistentes recién elegidos renunciaron a su cargo, asqueados por la conducta altanera e insoportable del triunfante Primer Asistente. Pero su gloria duró poco. Todavía no se había cumplido el año de su gobierno, cuando a finales de aquel verano contrajo una terrible enfermedad, tal vez lepra, que en poco tiempo se lo llevó a la tumba. El 10 de noviembre de 1643 murió, sin reconciliarse con su víctima. Pero antes de morir, consiguió promesas de que se eligiera por sucesor en su cargo al Padre Esteban Cherubini de los Ángeles. Así lo comunicaba a la Orden el P. Pietrasanta al día siguiente de fallecer el P. Mario, aclarando que el P. Cherubini quedaba constituido "Superior universal de toda la Religión", por decisión de la Congregación Cardenalicia[Notas 13].

El nuevo elegido, íntimo colaborador del P. Mario, era "el trapo más sucio de todo el Instituto"[Notas 14], pero con su doblez e hipocresía supo ocultar su bajeza ante los ojos de los Cardenales y del Visitador, simulándose víctima de envidias y maledicencias.

La indignación de la Orden ante este nombramiento se manifestó en una serie de memoriales dirigidos a la Comisión cardenalicia, alegando la indignidad del P. Cherubini para el cargo y suplicando que fuera reintegrado en sus funciones de General el P. Fundador. Ni faltaron cartas de amenaza de Cherubini contra sus pretendidos calumniadores, ni de Pietrasanta en propia defensa y en defensa del infamado Cherubini[Notas 15].

Esta enconada polémica epistolar llegó al culmen en febrero de 1644. Y el 10 de marzo se reunió por segunda vez la Comisión cardenalicia. Roma, Spada y Albizzi propusieron la reducción de la Orden a Congregación de votos simples, sujeta a los Ordinarios; Falconieri, Ginetti y Paolucci propugnaban la continuidad de la Orden como tal, de cuyo parecer era también el P. Pietrasanta. Ante la paridad de votos, se pidió que decidiera el Papa o que se nombrara a otro miembro para la Comisión[Notas 16].

En julio de 1644 murió Urbano VIII y en septiembre fue elegido Papa el Cardenal Pamfili, miembro de aquella comisión, pero que nunca había asistido a las sesiones. Se llamó Inocencio X. En su lugar nombró como miembro de la Comisión al cardenal español Alfonso Cueva. Pasó, sin embargo, un año desde la sesión segunda. Y en julio de 1645 se tuvo la tercera. No asistió el cardenal Falconieri. Las opiniones volvieron a girar en torno a la extinción o no extinción. Roma y Spada insistieron en la extinción, Ginetti y Cueva en la no extinción. Paolucci peroró la causa con tal acierto a favor de la conservación y de la reintegración del viejo General con ciertas componendas, que ganó para su opinión a Mons. Albizzi y luego a los otros dos Cardenales, de modo que por unanimidad decidieron que el Santo fuera reintegrado en sus funciones de General, y la Orden continuara su existencia como hasta entonces[Notas 17].

El gozo que produjo en la Escuela Pía esta decisión, nunca promulgada oficialmente, fue extraordinario, pero prematuro. Las imprudencias con que se exteriorizó la enorme satisfacción por tal noticia y los medios empleados para divulgarla, a pesar de no ser todavía oficial, excitaron el celo de Albizzi, movido por las calumniosas informaciones de los devotos de Mario y Cherubini. Albizzi informó al Papa a su modo y se sobreseyó la ejecución de la sentencia de la sesión tercera.

El 8 de septiembre se convocó la sesión cuarta en la que se dio cuenta de la decisión personal de Inocencio X: la Orden tenía que ser reducida a Congregación y para determinar el modo y manera de llevarla a cabo se reuniría otra vez la Comisión. Se insinuaban, edemas las siguientes modalidades: la Congregación quedaría sujeta a los Ordinarios; tendrían sólo Superiores locales; los que habían ya emitido votos solemnes, quedarían obligados a ellos, pero los demás harían sólo votos simples, y no podrían salir de la Congregación sin licencia de la Santa Sede; podrían enseñar en sus escuelas io que los Ordinarios creyeran oportuno[Notas 18].

De lo decidido en esta cuarta sesión nada se supo en concreto por entonces. Y este silencio prolongado, signo de mal agüero, sembró inquietud, sospechas y temores de soluciones graves en quienes habían confiado plenamente en la sentencia de la sesión tercera. Nuevas imprudencias aceleraron la catástrofe. A principios de febrero de 1646 se reunió por última vez la Comisión cardenalicia para decidir el destino de las Escuelas Pías. A esta sesión asistieron los Cardenales Roma, Spada, Cueva y Ginetti, los Monseñores Albizzi y Paolucci y el P. Pietrasanta, que dio su último informe como Visitador. Las decisiones fueron gravísimas, tal como se preveía en lo dicho en la última sesión. Fue la hecatombe[Notas 19]. Un mes más tarde, con fecha 16 de marzo de 1646, Inocencio X promulgaba el Breve fatídico Ea quae pro felici, en el que confirmaba solemnemente la sentencia de la quinta sesión cardenalicia. Según el Breve, la Orden quedaba reducida a Congregación sin votos, al modo del Oratorio de S. Felipe Neri; el General y todos los Superiores actuales, tanto Provinciales como Locales, quedaban destituidos de sus cargos; las Casas independientes entre sí, quedaban sujetas a la jurisdicción de los Ordinarios de lugar, a quienes competía el nombramiento de los nuevos Superiores Locales; se prohibía la admisión de nuevos novicios, y los actuales no podrían ya emitir sus votos; a todos los Religiosos, tanto sacerdotes como laicos, se daba la facultad de pasar a otras Religiones, aun menos rigurosas, con tal que encontraran benignos receptores[Notas 20].

El nuevo estado del Instituto exigía nuevas Constituciones, y estas fueron encomendadas al P. Esteban Cherubini. Fue el último ultraje al Fundador. Y el P. Pietrasanta no desdeñó poner su firma aprobatoria al pie del manuscrito[Notas 21]. Pero este engendro no entró nunca en vigor. Por otra parte, la destitución de todos los Superiores de la Orden, trajo consigo también el derrumbamiento de Cherubini, que todavía tuvo tiempo de dar ulteriores pruebas de sus nefandades, mereciendo incluso el destierro de Roma por presión del Decano de la Rota Romana.

En mayo de 1647 murió el P. Silvestre Pietrasanta y en enero del año siguiente le siguió a la tumba el P. Cherubini con visos de enfermedad semejante a la del P. Mario, pero con muestras de arrepentimiento pidió perdón al Santo Fundador y demás religiosos. También el Inquisidor de Florencia, P. Muzzarelli, había muerto ya a mediados de 1643, no sin antes reconocer su culpa por haber protegido al P. Mario[Notas 22].

Mario y Cherubini desaparecieron de la escena, pero el reducido grupo de sus partidarios continuó perturbando la paz, particularmente en S. Pantaleón, como tendremos ocasión de ver más adelante. La reducción inocenciana, por otra parte, empezó a diezmar las filas de los religiosos, de modo que en el decenio que duró esta situación (1646-1656) más de 200 religiosos de los 500 que componían el Instituto, abandonaron la Corporación[Notas 23].

En este lamentable estado de cosas, el 25 de agosto del año 1648, moría santamente y en edad nonagenaria el Fundador de las Escuelas Pías. A los más pesimistas debió parecer que la muerte del Fundador presagiaba el fin de la catástrofe, como si al morir el timonel debiera hundirse irremediablemente la nave[Notas 24]. El Santo Viejo[Notas 25], sin embargo, en estos últimos años de persecución y de destrucción de su obra, no había cesado de infundir ánimos a sus hijos habiéndoles de esperanza, de resurrección, de restauración total y gloriosa del Instituto[Notas 26]. Y en realidad, quienes asistieron a su muerte y a sus funerales debieron sentir la impresión de que todas aquellas promesas no podían ser vanas.

La noticia de la muerte del P. José corrió por Roma como reguero de pólvora. Las decisiones de la Santa Sede contra las Escuelas Pías y su anciano Fundador no habían disminuido el aprecio y la veneración que por el P. José sentían el pueblo sencillo, la nobleza y las altas prelaturas romanas. Y cuando el cadáver fue expuesto en la Iglesia de S. Pantaleón, el desfile multitudinario que acudió a rendirle homenaje tuvo carácter de apoteosis. La iglesia era incapaz de contener a tanta gente. Acudieron obispos y monseñores de Curia, embajadores y príncipes romanos con sus esposas, religiosos, y sobre todo pueblo sencillo. Las dos plazuelas adyacentes a la iglesia estaban repletas de gente, que esperaba por horas enteras penetra en el templo. La abundancia de carrozas de la nobleza y corte aumentaba todavía más el tumulto y la confusión. En el interior del templo la avalancha de la multitud atropello los bancos que defendían el túmulo, rompió la balaustrada de madera del presbiterio, penetró incluso en la clausura. Se tornaron medidas de urgencia. Fueron llamados unos cuantos soldados corsos para que impusieran orden y luego un piquete de guardias suizos[Notas 27].

Esta indescriptible aglomeración de gente se debió en parte a los milagros, algunos ruidosos, que empezaron a operarse al contacto del venerado cadáver, pues si muchos habían acudido a S. Pantaleón porque habían conocido y admirado en vida al P. José, otros muchos, sin haberlo conocido antes, acudieron por curiosidad y por devoción, al correrse la voz de que en la iglesia de S. Pantaleón había muerto un Padre que estaba haciendo milagros.

La glorificación espontánea y popular del P. Fundador, a pesar de verse sellada divinamente con la abundancia de milagros, debió sembrar temores en la Comunidad de S. Pantaleón, pues toda aquella apoteosis póstuma podía parecer imprudente a la Curia Romana, dado el estado de postración de la Escuela Pía y el descrédito oficial en que había sido relegado el difunto. Por otra parte, las manifestaciones de veneración de que era objeto el cadáver, podían exceder los límites de lo permitido y comprometer temerariamente la incoación de los procesos de Beatificación, que dependían de la Curia Romana[Notas 28]. Por lo cual optaron los Padres por enterrar cuanto antes el cadáver, como lo hicieron en la madrugada del día 27 a puertas cerradas, antes de que pudiera reanudarse el desfile piadoso de los fieles. Pero el desfile continuó ante el sepulcro, y los milagros se sucedieron también sin interrupción.

El P. Juan Carlos Caputi[Notas 29], encargado de la Iglesia de S. Pantaleón y amantísimo del P. Fundador, tuvo la precaución de anotar escrupulosamente día por día todos los prodigios atribuidos a su intercesión desde el inolvidable día 26 de agosto en que fue expuesto su cadáver. Este primer cuaderno o esbozo narrativo de los milagros del P. José contiene 181 casos, que van desde el día 26 de agosto de 1648 hasta el 13 de junio de 1650[Notas 30]. Más tarde, basándose en este diario inicial, el mismo P. Caputi compuso otra narración más detallada y extensa, en la que añadió otros prodigios ocurridos hasta 1673[Notas 31].

Corno testimonio gráfico de las gracias o milagros recibidos, empezaron a afluir los exvotos o cuadritos en que se representaba la escena de las curaciones obtenidas, de los que quedan todavía hoy 45 en la parte alta de la tribuna izquierda del presbiterio de !a Iglesia de S. Pantaleón.

Frecuentaba esta Iglesia, en donde decía Misa diariamente, un anciano sacerdote, llamado D. Octavio Sacco, Abad Comendatario y oficial de la Curia Romana desde hacía más de 20 años, muy ver-, sado en los asuntos referentes a la Beatificación, quien se interesaba mucho por todo lo que el P. Caputi le contaba de las gracias y milagros obtenidos por mediación del P. José y luego los refería a don Juan Naldi, abogado primario de la Corte Romana en lo referente a causas de Beatificación y Canonización[Notas 32]. Pasados dos meses de la muerte del P. José Calasanz, los dos curiales Sacco y Naldi aconsejaron al P. Caputi que debía ciar los primeros pasos para la incoación del proceso de Beatificación, pues según los decretos de Urbano VIII, los responsables de las iglesias y lugares píos estaban obligados a informar cuanto antes a sus respectivos obispos ordinarios de los milagros o gracias que ocurrieran en tales lugares por intercesión de los Siervos de Dios, así como de las pruebas y testimonios escritos o gráficos que hubieran obtenido sobre tales hechos[Notas 33].

Según los consejos de Sacco y Naldi, el P. Caputi, corno sacristán de la Iglesia de S. Pantaleón, debía presentar al Cardenal Vicario, Ordinario de Roma, un memorial en que expusiera los hechos ocurridos a raíz de la muerte del P. José, los milagros debidos a su intercesión, la fama de santidad en que se le tenía, etc., suplicando que permitiera iniciar el proceso ordinario de Beatificación. El P. Caputi habló del asunto con el Superior de la casa, P. Juan García del Castillo, llamado comúnmente "P. Castilla"[Notas 34], y con el P. Vicente Berro, que en los últimos años de la vida del Fundador le había servido como secretario, y estaba llamado a ser, junto con el P. Caputi, el promotor incansable de la Causa de Beatificación[Notas 35]. Tanto el P. Castilla como el P. Berro acogieron con satisfacción la propuesta del P. Caputi[Notas 36].

El Cardenal Vicario del Papa era Marcio Ginetti, que había estimado en vida y veneraba después de muerto al P. José. Como miembro de la Comisión cardenalicia que se había ocupado de la causa de la Escuela Pía y de su Fundador, había defendido la supervivencia de la Orden y la reintegración del anciano General, aunque su defensa había resultado inútil ante la presión de fuerzas mayores. No obstante, no vino nunca a menos su veneración por el Fundador, ni su protección valiosa al Instituto, como lo demostrará en el interés por promover la Causa de Beatificación y por conseguir la restauración de la Escuela Pía, primero como Congregación de votos simples y luego como Orden de votos solemnes[Notas 37]. Fue providencial que el ordinario de Roma fuera precisamente el Cardenal: Ginetti, pues dadas las circunstancias deplorables en que se encontraba la Escuela Pía y el descrédito oficial en que había muerto el Fundador, en vano se hubiera intentado introducir la Causa de Beatificación ante un Ordinario que no fuera sinceramente favorable al Instituto y que no estuviera profundamente convencido de la inocencia y santidad del P. José Calasanz. Y los Padres de S. Panta-león decidieron aprovechar esta coyuntura[Notas 38].

No se comprende por qué Caputi no encomendó la redacción del memorial, con el que debía pedirse al Card. Ginetti la incoación del Proceso, al abogado Naldi, que junto con Sacco se lo habían aconsejado. Naldi era perito en cuestiones de procesos de Beatificación, y continuará asistiendo a Caputi en estos primeros pasos. Tal vez la explicación esté en el interés con que ofreció sus servicios el Sr. Carlos Cartari, Decano de los Abogados Consistoriales. La hija de Cartari estaba desahuciada de los médicos y la esposa, Ana María Maribottina, acudió al P. Caputi pidiéndole una reliquia del Padre José, a cuyo contacto sanó la niña. Agradecido el Sr. Cartari, ofreció sus propios servicios al P. Caputi, quien aprovechó la ocasión para encomendarle la redacción del memorial[Notas 39].

El P. Caputi presentó la minuta del memorial al Sr. Naldi, que quedó admirado de la rapidez y de la perfección con que se había hecho[Notas 40]. A este memorial debía añadirse un informe sobre tres o cuatro milagros, que pudieran fácilmente probarse por los interesados o testigos oculares. Y el P. Caputi lo preparó, escogiendo entre sus apuntes cinco de los casos más evidentes, y con la ayuda de Naldi se redactó debidamente el informe, que unido al memorial fue presentado por Caputi al Cardenal Ginetti[Notas 41]. El Cardenal se mostró muy complacido al ver iniciarse el proceso del venerado Padre José y prometió prestar todo su apoyo para el feliz éxito de la empresa[Notas 42].

Las múltiples ocupaciones del Cardenal le impidieron dedicar su atención personal al asunto, y lo encomendó a su Vicegerente, Monseñor Ascanio Rinaldi, quien habiendo leído los documentos presentados, quiso cerciorarse de la verdad de los milagros y montando en su carroza fue a informarse directamente de los hechos. Verificada la autenticidad de cuatro de ellos, renunció a investigar el quinto, por parecerle suficientes los controlados[Notas 43]. El miércoles siguiente fue a hablar con Inocencio X y le informó del memorial dirigido a Ginetti y de las diligencias tomadas por él personalmente. El Papa dijo estar ya informado de todo lo ocurrido desde la muerte del P. José. Las fuentes de información debieron ser seguramente sus propios familiares que vivían en el palacio Pamfili, en la plaza Navona, a dos pasos de la Iglesia de S. Pantaleón. Además, uno de los capellanes secretos del Papa había estado en dicha Iglesia el día de la exposición del cadáver y se había informado de todo lo ocurrido en torno al túmulo milagroso[Notas 44]. Incluso respecto al primero de los cinco milagros presentados en el informe, había podido tener el Papa referencias directas por medio de su cuñada, la famosa Doña Olimpia Maidalchinl, pues el milagro consistía en la curación milagrosa de la Priora del convento-conservatorio de Sta. Eufemia, en el que se habían educado dos muchachas a instancias de Doña Olimpia[Notas 45].

El Papa Inocencio X se mostró favorable a la incoación del proceso del P. José, pero quiso que Mons. Rinaldi hablara del asunto con el Card. Panziroli, Secretario de Estado. A éste le pareció prematuro ocuparse de tal proceso y dijo que era mejor dejar pasar el tiempo en espera de milagros más ruidosos[Notas 46]. Con toda su buena voluntad Mons. Rinaldi estuvo a punto de impedir el proceso antes de que naciera, al chocar con la negativa de Panziroli, cuya aversión a las Escuelas Pías y a su santo Fundador era bien conocida a los contemporáneos[Notas 47]. Todo hubiera quedado anclado con las palabras dilatorias de Panziroli, si el Cardenal Glnetti, habiendo sabido las conversaciones de Mons. Rinaldi con el Papa y con el Cardenal Secretario de Estado, no hubiera salido por sus fueros de Vicario del Papa y Ordinario de Roma, a quien competía la confección del Proceso auctoritate ordinaria. El mismo se encargaría de hablar con el Papa para que hiciera saber a Panziroli que no se entrometiera en un asunto que era de exclusiva incumbencia del Cardenal Vicario[Notas 48].

Sin duda el Vicegerente había ido más allá de sus atribuciones, ciertamente por exceso de celo por la Causa del P. José, sin tener en cuenta que el Proceso ordinario dependía del Cardenal Vicario y no le correspondía a él recurrir al Papa. Pero en el fondo hay que reconocer que no le faltaron razones de prudencia para tantear las disposiciones de Inocencio X, tratándose de la Beatificación de un hombre del que tanto se había hablado en la Curia en los últimos años y cuya obra había sido casi destruida oficialmente por el Breve inocenciano. Lo importante en este contratiempo fue constatar que el Papa era favorable al Proceso, mientras no era ninguna novedad la actitud adversa del Card. Panziroli.

Viendo el cariz que habían tomado las cosas, el Cardenal Ginetti decidió tomar el asunto personalmente, y pidió la documentación a Mons. Rinaldi[Notas 49]. Consultó con el abogado Naldi y concluyeron que la relación estaba en regla y por tanto el P. Caputi había ya cumplido con su obligación como sacristán de S. Pantaleón, según lo prescrito por Urbano Vili. El primer paso estaba dado. Para dar ahora principio al Proceso era necesario nombrar oficialmente un Procurador de la Causa.

Según el infausto Breve inocenciano las casas escolapias habían quedado bajo la jurisdicción de los Ordinarios de lugar. Ginetti, por tanto, como Superior de todas las de Roma, mandó que el P. Castilla, Rector de S. Pantaleón, reuniera a las tres comunidades de S. Pantalón, del Colegio Nazareno y del noviciado de Borgo, y entre las tres eligieran canónicamente al Procurador de la Causa[Notas 50].

El P. Costilla era muy indeciso por temperamento[Notas 51]. A pesar de sus buenas disposiciones a favor de la incoación del Proceso, ya manifestadas desde el primer momento al P. Caputi, cuando llegó la hora de intervenir él como Superior y convocar a las tres comunidades romanas por orden del Cardenal, se amilanó, intentando dar largas al asunto. Él sabía bien, como lo sabían todos, que los antiguos partidarios de Mario y Cherubini no verían con buenos ojos la introducción del Proceso de Beatificación del perseguido Fundador, al menos porque tal proceso supondría revolver páginas del reciente pasado, en las que estaban complicados no sólo los difuntos Mario y Cherubini, sino también sus partidarios supervivientes. Y en el examen de testigos tenían que salir a flote muchas cosas que era mejor no recordar. El P. Castilla preveía que una reunión comunitaria para elegir al Procurador de la Causa podía provocar fricciones graves entre los religiosos, con serios peligros para la paz doméstica y la tranquilidad de espíritu, que a toda costa convenía conservar ante la Curia, dadas las circunstancias.

Los titubeos del P. Castilla movieron al Cardenal a llamarle a su presencia para urgirle que convocara a las tres Comunidades. Pero a pesar de las promesas siguió en su indecisión, obsesionado por el miedo de turbar la paz[Notas 52], de la que no estaba menos interesado el Cardenal Ginetti[Notas 53]. Ante la irresolución del P. Castilla, pensó Caputi otro medio para decidirle. Habló con los dos Superiores del Nazareno y del Borgo, para que ellos le insistieran en la convocatoria.

Y tras muchos forcejeos consiguieron que el P. Castilla cediera, acordando que la reunión se tendría el domingo siguiente[Notas 54].

Efectivamente, aquel domingo de enero de 1649[Notas 55], se tuvo la reunión de las tres comunidades, a la que fue llamado también el notario Francisco Meula para que redactara el documento de Procura. Para evitar complicaciones prematuras, se había mantenido en secreto la finalidad de la reunión, y al anunciarse ante la asamblea hubo satisfacción general. Mas hubo dos Padres que se opusieron, protestando entre otras cosas porque no se les había comunicado antes el motivo de la reunión, y no se podía sin más pasar a la elección del Procurador sin haber dado tiempo de pensar en el posible candidato. Todos los demás querían que se pasara a la elección, pero la irreductibilidad, las protestas y las amenazas de aquellos dos refractarios aconsejaron por bien de paz aplazar la votación. Terminó así aquella primera sesión con gran disgusto de la mayoría y gran escándalo del notario, que no podía comprender que hubiera escolapios que obstaculizaran la introducción de la Causa del Santo Fundador[Notas 56].

Un mes más tarde convocó nuevamente el P. Castilla a las tres Comunidades romanas. Fue llamado también el notario. El P. Castilla-hizo hincapié en que era voluntad decidida del Cardenal que se nombrara cuanto antes al Procurador[Notas 57]. Y de nuevo los dos intrigantes hicieron fracasar el intento de elección, alegando que los Hermanos querían intervenir también y si no se les admitía, podían provocar disturbios, alterando la paz doméstica, que tanto preocupaba al Cardenal. El pretexto, aunque malicioso, no era infundado. La Orden había vivido años de perturbación provocada por el problema de los Clérigos Operarios, que reclamaban la ordenación sacerdotal o la nulidad de su profesión religiosa[Notas 58]. El viejo problema había dejado hondas raíces, y los contrastes entre Padres y Hermanos no habían desaparecido totalmente. El número de Hermanos en S. Pantaleón era superior al de los Padres[Notas 59]. Y la insolencia de algunos de ellos contra los Padres perturbaba a menudo la paz doméstica[Notas 60]. No es, pues, de; extrañar, que la amenaza de un conflicto con los Hermanos atemorizara la asamblea, de modo que se decidiera aplazar por segunda vez la elección, perdiendo muchos la esperanza de que se pudiera convocar de nuevo[Notas 61].

Pasaron algunos meses sin que se intentara solucionar el problema de la elección del Procurador. La vigilia de Pentecostés de aquel año (22 de mayo de 1649) el P. Francisco Baldi[Notas 62], uno de los más antiguos de la Comunidad, tuvo un coloquio con otros Padres favorables a la incoación del Proceso, para ver cómo se podía salir de aquel punto muerto. La decisión común fue acudir al Cardenal Ginetti para que nombrara otro Superior de la casa de S. Pantaleón, pues se había superado desde mucho tiempo el límite del mandato del Padre Castilla, sin ocultarle que su excesiva bondad, indecisión y tolerancia eran causa de la actitud intolerable de los Hermanos y de la dilación en nombrar al Procurador de la Causa[Notas 63]. Redactaron un memorial y lo presentaron a Ginetti, quien dio orden al Vicegerente para que se ocupara de aquel asunto. Mons. Rinaldi, para evitar complicaciones, informó al Papa de las pretensiones de los Hermanos escolapios, en particular, en los capítulos electivos. De hecho, los Hermanos habían sido admitidos por Ginetti en la elección del Superior en 1646[Notas 64], pero en la de 1648 Mons. Rinaldi, que presidía la elección, les negó el voto[Notas 65]. Las nuevas amenazas de perturbación tenían que ser prevenidas, y por ello Rinaldi consiguió de Inocencio X la exclusión de los Hermanos en las elecciones[Notas 66].

El domingo de la Sma. Trinidad, 30 de mayo de 1649, un enviado de Rinaldi comunicó al P. Castilla, por la mañana, que Mons. Vicegerente vendría por la tarde a presidir la elección del nuevo Superior. El primero en admirarse por la decisión fue el P. Castilla, que dio la noticia a la Comunidad, no menos extrañada por la novedad. Uno de los intrigantes, convencido de que los Hermanos tendrían voto en capítulo, les aconsejó que votaran de nuevo por el P. Castilla, que era hombre tolerante y pacífico, pues si salía elegido el P. Berro, como sospechaban, las cosas hubieran ido muy mal, dado su carácter severo y su espíritu de rigurosa observancia[Notas 67]. Esta aversión al. P. Berro era ya vieja. Cuando llegó a Roma en 1646, desterrado de Nápoles por decreto del Cardenal Filomarino[Notas 68], pidió hospitalidad en S. Pantaleón, y fue recibido afablemente por el Fundador, pero hubo opositores en la Comunidad entre los partidarios de Cherubini, por lo que tuvo que ponerse a votación su admisión y fue rechazado. El Santo Viejo cursó un memorial al Vicegerente para que el P. Berro fuera admitido en S. Pantaleón y el Vicegerente lo hizo admitir[Notas 69]. Pero la aversión de los de siempre continuaba.

Llegó, pues, Mons. Rinaldi a S. Pantaleón la tarde del domingo de la Sma. Trinidad y reunió a toda la comunidad, Padres y Hermanos, en el Oratorio doméstico, escenario de todos los fastos tristes y gozosos de la Escuela Pía. Tras una breve introducción, ordenó que salieran iodos los que no tenían tres años de sacerdocio y siete de profesión. Hubo protestas de algún Hermano que alegaba derechos adquiridos para intervenir en las votaciones, pero ante la actitud enérgica de Monseñor tuvieron que salir del Oratorio[Notas 70]. Terminado el tumultuoso preámbulo, se procedió a la votación. Se propuso la confirmación del P. Castilla, pero fue rechazada por seis votos contra cuatro. Se hicieron dos escrutinios sin llegar a un acuerdo. Protestó Monseñor que si no salía elegido en el cuarto escrutinio, elegiría él murrio al Superior. Y en la cuarta votación fue elegido el P. Francisco Baldi y confirmado por el Vicegerente[Notas 71]. Se pasó luego a la elección del Procurador o ecónomo de la casa y resultó elegido el P. Berro[Notas 72]. El momento era muy apropiado para elegir también al Procurador de la Causa del Fundador, pero de ello no se dijo ni palabra, tal vez porque desde un principio se había insistido en que tal elección debía ter hecha por las tres comunidades romanas y aquí se trataba sólo de la de S. Pantaleón.

A pesar de que el cambio de Superior había sido un subterfugio para conseguir rápidamente el nombramiento del Procurador de la Causa, el P. Baldi se desentendió del asunto, no ostante las presiones de los que estaban vivamente interesados por la incoación del Proceso. Pero un cierto día el P. Baldi tuvo un fuerte altercado con el P. Nicolás M.ª Gavotti del Rosario. El P. Gavotti es uno de los personajes-clave de estos momentos, que pretende a toda costa impedir el proceso de Beatificación. Él es la sombra siniestra de Mario y Cherubini, de quienes fue estimadísimo y fiel colaborador, elegido por Pietrasanta para visitador ele la provincia de Génova y de Cerdeña, por recomendación de Mario y Cherubini, aun sabiendo que había sido despachado de Roma y de Nápoles "por cosas de importancia"[Notas 73]. Fue siempre un inobservante, intrigante, recordado, a veces, en las cartas del Fundador con palabras de reprobación[Notas 74]. Fue e1 primero que pidió el Breve de secularización después de la reducción inocenciana[Notas 75], pero por desgracia no hizo uso de él, a pesar de los deseos del Fundador de que salieran de la Orden de una vez todos los inobservantes y perturbadores de la paz interna[Notas 76]. De su detestable conducta pasada y futura se hacen eco, con riqueza de detalles los historiadores Berro[Notas 77] y Caputi[Notas 78].

El altercado entre Baldi y Gavotti fue tan fuerte, que el P. Baldi cayó gravemente enfermo. El P. Caputi le aconsejó que se pusiera el bonete del P. Fundador, pidiendo la salud por su intercesión. Este bonete (berretta) del Santo era ya famoso en Roma. Se había convertido en preciosa reliquia que era llevada a los enfermos, obteniéndose por intercesión del P. Fundador no pocas curaciones milagrosas. La más ruidosa, tal vez por la prestancia del personaje agraciado, fue la del Condestable Colonna, obtenida el 30 de septiembre de 1648[Notas 79]. El P. Caputi, al aconsejar al P. Baldi el recurso al bonete milagroso, le hizo prometer que si sanaba, convocaría a los religiosos para elegir, finalmente, al Procurador de la Causa. Y el P. Baldi lo prometió[Notas 80]. Efectivamente recuperó la salud, con admiración de los médicos que habían pronosticado su muerte. Pero pasaban los días sin que se hablara de la famosa reunión. Caputi le recordó la promesa, y Baldi respondió que no la había olvidado, pero que aún no había llegado el momento oportuno.

Por fin, una tarde, convocó en su cuarto a los Padres de la comunidad de S. Pantaleón, renunciando, por tanto, al primer proyecto de reunión de las tres comunidades romanas, y les propuso la inmediata votación y elección del Procurador. Todos aceptaron la idea, excepto los dos de siempre, que eran el P. Gavotti y con toda probabilidad el P. José Fedele de la Visitación. El P. Caputi no tiene reparos en indicar por su nombre al P. Gavotti, pero deja en el anonimato al Padre Fedele, por razones de conveniencia[Notas 81]. El P. Gavotti dijo que el Proceso sería simplemente una pérdida de tiempo y de dinero, pues no se conseguiría nada, como ocurrió con el Proceso del Ven. Glicerio Landriani, del que él había sido Procurador. Más todavía, todo aquello no era más que ganas de humo. Ante estas indignantes palabras se levantó el P. Ángel Morelli[Notas 82] y con fogosidad replicó a Gavotti, que la pérdida de tiempo y de dinero no eran cosas que le atañeran a él personalmente; que si la causa del P. Landriani no había tenido éxito, tal vez se debiera a su falta de diligencia como Procurador[Notas 83] o en todo caso, no estaba todavía en los planes de Dios; que habiendo impedido ya por dos veces la votación, con escándalo para todos los Padres y para el notario Meula, dejara votar a los demás, y si no quería votar él, que se retirara o se callara de una vez; y que al fin de cuentas todos querían precisamente "aquel poco de humo", convencidos de que "de aquel humo saldría el asado"[Notas 84].

A pesar de la invectiva del P. Morelli, todavía terció el P. Fedele, pidiendo que por bien de paz se concediera un día de prórroga para pensar en el candidato, como si los meses que habían ya pasado desde la primera reunión no hubieran bastado para pensarlo. Siguieron obviamente otras protestas por estas dilaciones. Pero el Padre Rector, concluyendo la discusión, determinó que sin posible prórroga la elección se tendría al día siguiente; si alguno no quería asistir, que no asistiera, pero la elección se haría, con tal de que asistiera la mayoría[Notas 85].

Al día siguiente ambos partidos escogieron por su cuenta el propio candidato a Procurador. La mayoría, decidida a llegar a la elección, pensó proponer al P. Berro, por ser el más enterado de todo lo referente al Fundador. Era también muy hábil para conseguir las cosas sin gastar demasiado dinero, y el Proceso sabían que consumiría mucho. Además, el P. Berro era ya Procurador de la casa, y siendo pocos los sacerdotes, era mejor no multiplicar los cargos. Por su parte, los de la oposición se propusieron, ante todo, impedir la elección a toda costa. La perorata del P. Morelli contra Gavotti en la sesión anterior les hizo sospechar que los contrarios le querían elegir Procurador y decidieron dar su voto al P. Berro, confiando que recibiría además algunos votos de sus partidarios, que lo prefirieran a Morelli. Así era de esperar que los votos se equipararan y no pudiera llegarse a la elección.

Reunidos todos los Padres de S. Pantaleón, mientras los Hermanos estaban en el oratorio, se hizo la votación secreta y con sorpresa de todos salió elegido por unanimidad el P. Berro, excepto su propio voto que lo dio a Morelli. Era el día 15 de enero del Año Santo 1650[Notas 86]. Pero no habiendo estado presente el notario en la elección, dada tal vez la hora tardía en que se hizo, se convino en que se le llamara al día siguiente para extender el documento oficial. El señor Meula se negó a volver a S. Pantaleón, lamentándose de haber ido ya dos veces inútilmente. El P. Caputi tuvo que ingeniarse para encontrar razones para obligarle a ir. Y entre ellas adujo una muy persuasiva: el Sr. Meula tenía dos hijos en las escuelas de S. Pantaleón y, por tanto, no podía negarles el favor, al menos por deber de gratitud[Notas 87]. Tanto porfió el P. Caputi, que el Sr. Meula cedió y se presentó a la hora convenida en S. Pantaleón para redactar el documento de Procura, en el que constaban los nombres de los presentes. Pero cuando se firmó este documento, no estaban en casa Gavotti y Fedele. Al volver éste último, encontró todavía en casa al notario y le suplicó que incluyera su nombre entre los demás, pues él también había votado. El notario se hizo de rogar con clara intención de mortificarle, pero al fin prometió incluir su nombre. Y cuando el P. Gavotti regresó a casa y se enteró de que estaba ya hecho el documento notarial, puso el grito en el cielo, protestando ante el Superior. Pero su nombre no apareció en la lista de votantes[Notas 88].

Según el Breve inocenciano de reducción de la Orden, cada casa era autónoma e independiente de la Casa Madre de S. Pantaleón, La elección del Procurador era, pues, una decisión particular de aquella comunidad romana, a la que correspondía lógicamente tal iniciativa por haber muerto allí el Siervo de Dios. Pero naturalmente todas 'as casas escolapias continuaban unidas con vínculos de fraternidad, de espíritu y de intereses comunes. Y entre estos intereses no era el menor la promoción de la Causa de Beatificación del Fundador. Los Padres de S. Pantaleón, seguramente Caputi y Berro, comunicaron a todas las demás casas la elección del Procurador, pidiendo que todas mandaran un documento notarial, por el que cada una por su cuenta nombrara Procurador al elegido P. Berro[Notas 89]. Y muchas casas, si no todas, mandaron dicho documento, alguno en nombre de toda la Provincia[Notas 90].

Esta larga, inútil y escandalosa lucha en torno a la elección del primer Procurador o Postulador de la Causa había durado casi catorce meses[Notas 91]. Y no sería la última vez que los obstáculos que entorpecieran el curso del Proceso, ya de por sí muy lento, se debieran a la oposición o a la incuria responsable de elementos internos de la Orden.

El documento notarial de Procura fue llevado al Sr. Naldi, quien ¡unto con el P. Berro fue a presentarlo al Card. Ginetti, después de las debidas correcciones[Notas 92]. En este documento se describen minuciosamente todas las funciones que competen al Procurador de la Causa en la confección del Proceso o Procesos ordinarios, es decir, el super non cultu y el informativo auctoriíate ordinaria[Notas 93]. De acuerdo con este documento y usando de sus prerrogativas, el Padre Berro en un memorial adjunto suplicaba al Cardenal oficialmente que se dignara conceder la Incoación del Proceso en su doble aspecto: "informativo" y super non cultu; y que nombrara al Obispo que tenía que desempeñar las funciones de Juez en el tribunal, al Promotor de la Fe y demás oficiales necesarios para el Proceso[Notas 94]. Esta súplica fue presentada por tres veces, según exigencias protocolarias, y precisamente los días 19 y 29 de enero y 4 de febrero de 1650[Notas 95].

El Card. Ginetti, muy complacido por la elección del P. Berro y deseoso de facilitar las cosas, dejó que los nuestros buscaran a su gusto los oficiales necesarios para el Proceso, y una vez elegidos se los presentaran para la aprobación y nombramiento oficial[Notas 96]. Los PP. Berro y Caputi recurrieron primero a Mons. José della Corgna (della Cornia), dominico, obispo de Squillace y residente entonces en Roma, cerca de S. Pantaleón, muy devoto del Padre José con quien solía conversar a menudo, y testigo ocular de milagros ocurridos el día de la exposición del cadáver del Santo[Notas 97]. Pero no pudo aceptar el encargo, porque debía volver a su sede residencial. No obstante, les indicó que recurrieran a Mons. Patricio Donati, obispo dimisionario de Minuri (Nápoles) y residente en Roma[Notas 98]. Pero como no le conocían, optaron por recurrir a Mons. Bernardino Panicola, obispo de Ravello (Nápoles)[Notas 99], que residía entonces en Roma. Este personaje es conocido en las biografías del Fundador, por haber sido uno de sus colaboradores desde 1616, sobre todo como confesor[Notas 100]. Había sido gran amigo y admirador del P. José y amó siempre las Escuelas Pías como cosa propia. En los momentos críticos en que la Congregación cardenalicia especial trataba la suerte de la Orden y del Santo Fundador, interpuso su valiosa intercesión para que fuera reintegrado el General y se salvara la Orden como tal, consiguiendo el veredicto favorable en la Sesión Tercera[Notas 101]. Hubiera aceptado de buen grado presidir el Proceso de Beatificación de su gran amigo, pero tenía que volver a su sede. No obstante, se comprometió a presentarse como testigo en el Proceso super non cultu, como lo hizo de hecho el 18 de febrero de 1650[Notas 102]. Habiendo sabido los PP. Berro y Caputi que Mons. della Corgna había propuesto como candidato adecuado a Mons. Donati, aprobó la propuesta, añadiendo que en su nombre le rogaran que aceptara.

Mons. Donati recibió a los PP. Berro y Caputi con extraordinaria cordialidad[Notas 103], y aceptó gustoso el encargo, tanto más cuanto que había intervenido en otro Proceso semejante y sabía las dificultades que podían sobrevenir. Hablaron además de la elección de los demás oficiales y de otros asuntos pertinentes. La elección de Mons. Donati había sido óptima.

Sumamente complacidos por el éxito de la empresa, pensaron en el Promotor de la Fe y, siempre en el círculo de amigos y conocidos de casa, eligieron al párroco de la vecina parroquia de S. Simón y Judas, llamado D. Marcos Petrozzi, quien no tuvo inconveniente en aceptar el oficio[Notas 104]. Para Notario no tuvieron que discurrir mucho, pues tenían al incondicional D. Francisco Meula. Fueron de nuevo al Car. Ginetti a presentarle estos hombres, y el Cardenal los aceptó todos, con la salvedad de que por razones de protocolo el notario oficial o primario debía ser su propio auditor, D. José Pala-molla, y el Sr. Meula haría las veces de sustituto[Notas 105].

Así, pues, el día 4 de febrero de 1650 quedaron aprobados por el Cardenal todos los oficiales del Proceso, pudiéndose dar principio inmediatamente al Proceso super non cultu[Notas 106].

Notas

  1. Cfr. una exposición de biografías calasancias, divididas por siglos, en BAU, Revisión de la vida de S. José de Calasanz, Madrid, 1963, pp. 3-9.
  2. Cfr. el texto traducido de esta acusación, en BAL), Revisión..., pp. 228-229, Sobre los escolapios galileyanos, cfr. PICANYOL, Le Scuole Pie e Galileo Galilei, Roma, 1942.
  3. Cfr. Epistolario, VIH, c. 4.028, en que el Santo protesta indignado por estas calumnias del P. Mario.
  4. El original de ambos documentos se halla en ACCS fondo «S. Giuseppe Calasanzio».
  5. Cfr. el decreto en Epistolario, IX, pp. 114-115.
  6. Cfr. texto de acusación en BAU, Revisión, p. 240.
  7. Cfr. un resumen de este larguísimo memorial en BAU, Biografía crítica, pp. 948-951.
  8. Cfr. carta del embajador de Florencia en Ibid., p, 941.
  9. Cfr. el decreto en Epistolario, IX, pp. 115-116.
  10. Cfr. el Breve en Ibid., pp. 117-119.
  11. Ibid., pp. 125-134.
  12. Ibid., Relatio primae Congregationis, pp. 134-135.
  13. Ibid., p. 135.
  14. BAU, Revisión, p. 253. La más reciente y documentada biografía del P. Cherubini puede verse en SANTHA, Epistulae II, pp. 629-633.
  15. Cfr. memoriales y cartas en Epistolario, IX, pp. 155-174.
  16. Ibid., Relatio secundae Congregationis, p. 177.
  17. Ibid., Relatio tertiae Congregationis, pp. 210-211.
  18. Ibid., Relatio quartae Congregationis, p. 212.
  19. Ibid., Relatio quintae Congregationis, pp. 214-215.
  20. Cfr. el Breve en Ibid., pp. 216-220.
  21. Cfr. BAU, Biografía crítica, p. 1.130.
  22. El P. Berro pone en boca de Muzzarelli, ya enfermo de cáncer incurable, estos denuestos contra Mario: «temo di essermi comprato (la enfermedad) per la protettone riavuta di quel sciaurato del P. Mario, quale benissimo conosco essere un Tristo, ma mi viene raccomandato da Personaggi grandi e da Berette Rosse, sicché non posso far di meno»; «non me lo posso vedere intorno questo Mariaccio, Gran Maligno, accecato dalla passione e lontano dallo stato religioso: Dio l'aiuti meschinaccio. Troppa libertà sì è presa. Dio lo perdoni a chi crede a questo Hipo-critaccio, Mortacelo di Fachino, fisonomía di un Traditore: e pure è sentito e credutoli quanto dice...» (BERRO, Memorie Hist, tomo II, libro I, cap. 31, f. 271-272)
  23. Muchos religiosos «non giudicando bene andare ad altra Religione, pensarono di ritirarsi alle case paterne, e questi furono fra tutti in diversi tempi da duecento Religiosi nostri Professi, oltre quelli che passarono ad altre Religioni e si fermarono in quelle» (BERRO, ibid., Ili, I, e. 6, f. 460). Cfr. PICANYOL, L'eco, 1 (1945) 11.-IDEM, Brevis Conspectus historico-statisticus Ordinis Scholamm Piarum, Romae, 1932, p. 52.
  24. Véase este párrafo de la carta escrita desde Varsovia el 26 de septiembre de 1648 por el P. Juan Francisco Bafici al P. Berro, al recibir la noticia de la muerte del Fundador: «Tanto maggiore è stato il colpo, purtroppo per noi mortale, ricevuto per la morte del nostro santo Vecchio... quanto più è stato improvviso e inaspettato, di questi tempi tanto calamitosi per le povere Scuole Pie... Abbiamo perso la nostra Tramontana. E come non faremo naufragio In questo Egeo di miserie, che ogni di più a' danni nostri va imperversando?... (el Señor) riduca in porto di vera tranquillità quella sdruscita et ormai sommersa navicella senza piloto, senza vele, senza sarte, e sto per dire, senza marinaría essendo la maggior parte dall'onde restata absorta, Diaccia al Signore che così sia. Questo le posso dire (o io m'inganno) che se coll'avere appresso la Divina Maestà il nostro Santo Fondatore, tanto zelante dell'ls-"ituto, non impetriamo dalla ¡stessa Maestà misericordia, è segno manifestissimo, che è decreto immutabile dell'infallibile voler divino, che naufraghiamo» (PICA-NYOL, L'Eco, 1 [1945) 9).
  25. En la carta anterior hemos leído este cariñoso apelativo aplicado al anciano Fundador. Debió ser común entre los escolapios, como testifican en sus crónicas los PP. Berro y Caputi, y debió continuar en vigor hasta la Beatificación, como tendremos ocasión de ver.
  26. Desde el Breve inocenciano de 1646 hasta 1648 en que muere, en muchísimas de sus cartas insiste el Fundador en esta esperanza de restauración total y muy próxima. Véanse algunos ejemplo: «Ne si día a creciere V. R. che la Religione nra se bene hora pare distrutta ad istanza di chi Dio sa, non debba più risorgere, ma bensì più che mai ampliarsi con l'aiuto del Sig.e e penso anco che non debba pasar molto... e chi persevererà vedrà l'aiuto del cielo sopra di se» (25-IV-1646, Epistolario, Vili, e. 4.364); «qui tenemo per certo che iddio benedetto solleverà l'Instituto nostro ancorché fosse più decaduto che non è» (21-VII-1646, Ibid., e. 4.390). Idem en las cartas 4.393, 4.406, 4.437, 4.438, 4.434, 4.474, 4.483, 4.484, 4.546. En sü ultima carta ològrafa dice: «Constantes estote, et videbitis auxilium Dei super vos» (ibid., e. 4.463). De esta plena convicción del Santo son también testimonio sus contemporáneos, particularmente los que deponen en los procesos de Beatificación.
  27. Particularmente interesantes a este respecto los testigos que deponen en el proceso De non cultu.
  28. Véase este fragmento de carta escrita por el P. Berro al Rector de Careare el día 30 de agosto de 1648: «La prego a far al Padre quel maggior honore che sia possibile, perche qui a Roma non possiamo dimostrare il nostro affetto per rispetto alla Corte, che molto ci osserva, e per non impedire li Processi» (Cfr. PICANYOL, L'Eco, 1 (1945) 8). Cuando se trató de conmemorar con mayor solemnidad el trigésimo aniversario de la muerte del Santo, persistieron los mismos temores, como narra Caputi: «Fu parlato al P. Castiglia da più persone, che non era bene a far questa dimostratíone del Pre. Gerale. perchè non si sapeva come saria stata pigliata e giudicata dal mondo, stanto noi mortificati in questa maniera», (CAPUTI, Fragmenti di notizie historiche, f. 102, Reg. Cal. 82).
  29. Sobre la personalidad del P. Caputi, cfr. VIÑAS, Index bio-bihliographicus, I, pp. 230-231.-HORANYI, Scriptores Piarum Scholarum, I, p. 350.-LLANAS, Escolapios Insignes, II, pp. 354-364.-PICANYOL, Eph. Cal. 1 (1932) 14-18, 158-164; 6 (1937) 47; IDEM, Repertorio o prontuario, p. 40.-Epistolario, IX, p. 26.-SANTHA, Epistulae II, pp. 486-504. E| P. Caputi es uno de los hombres más beneméritos de la Escuela Pía, tanto por su labor de cronista o historiador de primera hora, como por su intervención preciosa en dos cuestiones importantísimas, cuales fueron la reintegración del Instituto, primero como Congregación de votos simples (Cfr. PICANYOL, Le Scuole Pie rielevate allo stato di Congregazione con voti semplici, en Ressegna, 15 (1950) 4-8.-SANTHA, P. Joannes Garzia de Castillo, en Eph. Cal., 30 (1961) 60-100), y luego como Orden de votos solemnes (Cfr. SANTHA, P. Cosmus Chiara, Historia redintegrationis plenae Ordinis Nostri, en Eph. Cal., 30 (1961) 412-429) y su labor en el proceso de Beatificación del Fundador, como vamos a ver. Toda la producción del P. Caputi ha quedado manuscrita. Su obra monumental la constituye la colección de escritos reunidos en seis volúmenes, bajo el nombre de Notizie Historiche (Hist. Bibl., 3-8). A ellos hay que añadir las crónicas y documentación relativa al Proceso de Beatificación; los volúmenes referentes a los milagros del Fundador; las copias de escritos ajenos, entre los cuales dos volúmenes de cartas del Fundador y una biografía del mismo escrita por el P. Berro, etc. Pero entre todos sus escritos no incluidos en los seis gruesos volúmenes de Notizie Historiche, es de particular importancia el volumen titulado Fragmenti di Notizie historiche (Reg. Cal., 82) referente al Fundador.
  30. El cuaderno o llbrito se intitula Miracoli del V. P. (Reg. Cal., 22). En este plúteo se conservan relaciones o informes personales, atestaciones notariales, cartas y otros documentos relativos a milagros y gracias atribuidos al Fundador y ocurridos desde 1648 a 1769.
  31. El volumen se intitula Miracoli e grazie del V. Giuseppe Calasanzio (Reg. Cal., 26 y 27). Otras dos copias en CAPUTI, Notizie Hist, VI (Hist. Bibl., 8). Los dos primeros volúmenes son de mano de Caputi, mientras los dos últimos son de mano ajena.
  32. Mons. Sacco fue escogido luego como testigo para deponer en el proceso ordinario. He aquí su presentación como testigo: «Yll.mus et Reverend.mus D. Oc-tavius Saccus filius bon. meni. Francisci Trìachi Ginen. Abbas et perpetuus Com-mendatarius Monasterii S. Angeli ordinis S. Basilii in Romana Curia ludex a 20 annis et ultra Elemosinarius fel. ree. Urbani Vili, et visitator apostolicus, aetatis suae annorum 73» (Pi-oc. informativo, Reg, Cal., 30, p. 515). (Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 1-11; IDEM, Relación B, fol. 103 r),
  33. Cfr. los decretos del Santo Oficio (13 de marzo y 2 de octubre de 1625) y el breve de Urbano Vili (5 de julio de 1634) en BENEDICTO XIV, De Servorum Dei Beatificatone et Beatorum Canonizatione, 11, Appendix prima.
  34. Sobre el P. Castilla, cfr. Epistolario, II, p. 62.-PICANYOL, Generalati del P. Giovanni Garzia (1656-1659) e del P. Camillo Scassellatis (1659-1665), en Rassegna, 16 (1950) 13-14, 16-17.-SANTHA, P. Joannes Garzia de Castillo, en Eph. Cal., 30 (1961) nn. 2, 3, 4.
  35. Sobre el P. Berro, cfr. VIÑAS, Index bio-bibliographicus, I, p. 414,-PICAN-YOL, Eph. Cal., 1 (1932) 21-24.-IDEM, Rassegna, 15 (1950) 3-4; 17 (1951) 12-13.- Epistolario, VI, e. 2.450; IX, pp. 23-25,-SANTHA, Epìstulae II, pp. 293-373,-Junto con el P. Caputi es uno de los cronistas o historiadores primitivos de primera importancia. Sus dos escritos principales son las Memorie Historiche, voluminosa obra inédita de 763 folios (Hist. Blbl., 1), y que él intituló Annotationi della Fondanone della Congregatone e Religione de Chierici Regulan Poveri della Madre di Dìo delle Scuole Pie, y una breve vida de S. José de Calasanz, cuyo original se ha perdido, pero que el P. Caputi copió en sus Notizie Hist., VI, IX, I. También con Caputi trabajó incansablemente por la restauración de la Orden y por el Proceso de Beatificación del Fundador, del que fue primer Postulador de la Causa. De su correspondencia con el Fundador se conservan 174 cartas en Epistolario, y otras dos en G. L. MONCALLERO-G. LIMITI, Il codice Calasanziano palermitano, Roma, 1965. Su entrañable amor de hijo fidelísimo fue correspondido por el Padre, según reconoce el mismo Berro: «dal quale (el Fundador) ero, contro ogni mio merito, molto amato» (BERRO, Memorie Hist., I, f. 3 r).
  36. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 10-12.
  37. Todas las biografías de Calasanz resaltan el apoyo de Ginetti en los años críticos de la persecución contra el Fundador y su Orden. Baste por todas la Biografía crítica de BAU, ce. LV y ss. Sobre la intervención de Ginetti en el restablecimiento de la Orden, cfr. SANTHA, P. Joannes Garzia de Castillo, en Eph. Cal., 30 (1961) nn. 2-4.-IDEM, P. Cosmus Chiara, en ibid., n. 12- PICANYOL, Rassegna, 16 (1950) 13-22; 17 (1951) 10-20,-Cfr. también el último artículo monográfico sobre Ginetti de SANTHA, Cardinalis Martius Ginetti (1585-1671) et Scholae Piae, en Eph. Cal., 41 (1972) 101-108, y ulterior bibliografía allí citada.
  38. Los Padres Castilla y Berro, dice Caputi, «mi dissero... non bisognava perdere tempo per l'accidenti che potevano succedere, tanto più che havevamo favorevole il Cardinale Ginetti che era nostro Superiore e Protettore, e ci haveria aiutati dove poteva» (CAPUTI, Relación A, n. 12).
  39. Ibid., n. 13. De esta gracia habla Caputi en sus memorias sobre los milagros (Cfr. CAPUTI, Notizie Hist., XII, p. 87).
  40. Cfr. el texto del memorial en Reg. Cal., 23, 1.
  41. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 17-20.
  42. Ibid., n. 20.
  43. Ibid., nn. 21-51.
  44. Caputi testifica en el proceso De non cultu: «Particolarmente mi ricordo che vi fu il Cappelano secreto di N. S. Innocenzo decimo, et per la moltitudine del popolo non poté entrare in chiesa, et andò in coro a vedere» (ASV, Processus, 2.697, Í. 26).
  45. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 23-39.
  46. «Li rispose Papa Innocenzo decimo, siamo informati di tutto et è bene farne processo, ma prima ditene una parola al Cardinale Panzirolo Secretario di Stato e prendete il suo parere acciò le cose caminino con ordine» (Ibid., n. 52); «Li rispose (Panziroli)... che ancora il P. Giuseppe si poteva dire non essere morto e pretendevano fare il Processo; che il suo parere era aspettare ad altro tempo per vedere se succedevano cose di maggior considerazione; che questi casi richiedo (sic) maturità di tempo» (ibid., nn. 52-53).
  47. Cfr. BERRO, Memorie Hist., t. Il, .lib. Ili, c. 25, intitulado: Operatione dell'Emme. Panzirola contro le Scuole Pie. De este capítulo véanse dos citas: «haveva (Panziroli) una passione straordinaria verso il nostro santo instituto parendoli che non solo non fosse necessario in S. Chiesa..., ma anche nocivo al mondo perchè s'insegna a Poveri» (Ibid, ff. 400v-401r); «imbevuto di alcune pessime infor-mationi dalli nostri avversari e scoperti nemici del N. V. P. Fondatore Generale, diede molti consigli alla Santità di N. Sig. Innocenzo X per la soppressione delle Scuole Pie» (Ibid., f. 402r). Caputi confirma el juicio negativo de Berro en Notizie Hist., I, nn. 385-388. Cfr. también carta del P. Conti al Santo Fundador, desde Var-sovia, con alusión a Panziroli (SANTHA, Epistulae I, p. 332), y otra del P. Orselli (ibid., p. 1.065). Cfr. también BAU, Biografia critica, ce. LIX y LXII.
  48. «haveva detto il Cardinale (Ginetti) che nel prossimo Consisterò ne l'have-ria detta una parola (al Papa) che il secretario di stato non entrasse con l'ufficio del Vicario» (CAPUTI, Relación A, n. 57).
  49. «non riavendo fatto niente il vicegerente la voleva (la Causa) far lui (el Cardenal)» (Ibid., n. 56); «quanto haveva fatto il vicegerente, tutto era nullo» (Ibid., n, 57).
  50. Ibid., nn. 57-58.
  51. Cfr. SANTHA, P. Joannes Garzia de Castillo, en Eph. Cal., 30 (1961) 135.
  52. «il P. Castiglia con la sua bontà non si sapeva risolvere» (CAPUTI, Relación A, n. 58) «mi rispose (el P. Castilla al P. Caputi) che non havessi fretta, che prima era necessario andar disponendo i Padri acciò non si faccia rumore ma quiete» (Ibid., n. 61).
  53. Ibid., nn. 59, 64.
  54. Ibid., nn. 61-63.
  55. Ibid., n. 63.
  56. Ibid., nn. 64-65.
  57. Ibid., n. 67.
  58. Cfr. Rafael MARTIN, Tercera clase de religiosos en la Orden de las Escuelas Pías, Madrid, 1962.
  59. En una lista del 15 de julio de 1648 aparecen 12 Padres y 16 Hermanos en: la Comunidad de S. Pantaleón (cfr. Dom. Gen., 1, 22).
  60. Cfr. CAPUTI, Relación A, n. 70.
  61. Ibid., n. 68.
  62. Cfr. notas biográficas en VIÑAS, Index Bio-bibliographicus, II, p. 175.- -Epistolario», V, p. 258.-«Eph. Cal.», 2 (1933) 58; 4 (1935) 59-66.
  63. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 70-71.
  64. Ibid., n. 68; BERRO, Memorie Hist., III, II, c. 13, ff. 159r-161r.
  65. Cfr. BERRO, 1. c.
  66. Cfr. CAPUTI, o. c, nn. 75-76.
  67. Ibid., n. 78.
  68. El Breve inocenciano de supresión de la Orden (16.111.1646), al someter 'as casas escolapias a los respectivos Ordinarios, fue causa de injusticias, veleidades y atropellos cometidos por los obispos locales contra nuestros religiosos. El P. Berro documenta algunos casos de los obispos de Campi (Cfr. BERRO, Memorie Hist., III, I, c. 30), Conversano (Ibid., c. 32) y Nápoles (ibid., c. 28). Este último, Cardenal Ascanio Filomarino, publicó un decreto el 29.X.1646 contra los escolapios de su archidiócesis, en el que intimaba, entre otras cosas, la salida inmediata de todos los «extranjeros» en el término de seis días, bajo penas severas, no excluida la cárcel. Y citaba expresamente sólo cuatro religiosos, entre ellos los PP. Berro y Caputi, a pesar de que había en la diócesis napolitana 32 forasteros (Ibid., c. 25).
  69. «Fui dal mio V. P. Fondatore ricevuto con ogni affetto e dagli altri PP. Antichi... ma alcuni altri aderenti al P. Stefano (Cherubini) degli Angeli si dimostravano non poco appassionati si da loro, come anche con commovere altri dal loro partito, et pero essendo proposto in una Congregatone di essere ammesso di famiglia della casa di S. Pantaleo di Roma, posto a voti secreti restai escluso» (BERRO, o. c, e. 27, f. 524). Texto del rescripto del Vicegerente: «Stante la Relatione havuta dalli PP. nominati nel sottoscritto memoriale Noi diamo licenza al d.o p. Vincenzo di poter restare di famiglia in Santo Pantaleo sino a novo ordine. 26 aprile 1647» (Ibid., f. 526). Estos hechos se confirman en un folio suelto con la lista de los miembros de la Comunidad de San Pantaleón, compuesta por 13 Padres y 14 Hermanos, entre los cuales hay una nota que dice: «P. Vincenzo della Concezione, venuto da Napoli e trattenutosi in Roma in questa casa con ordine di Mons. Vicegerente da lui ottenuto, che non partisse sino a nuovo ordine, non essendo stato accettato altrimenti da questa casa, ma escluso» (Dom. Gen., 1, 20).
  70. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 81-84. Caputi presenta al H. Felipe Loggi de S. Francisco como cabecilla de la facción de Hermanos cuyas insolencias amargaban la vida de la comunidad de S. Pantaleón (Ibid., nn. 70, 80, 84). Y el juicio negativo de Caputi lo confirma ampliamente Berro (Cfr. BERRO, Memorie Hist, III, I, ce. 11 y 12).
  71. Caputi aligera un poco el relato diciendo que bastaron dos escrutinios (CAPUTI, Relación A, n. 86). Pero el acta oficial de la sesión dice: Facto primo, secundo et tertio scrutinio nulla fuit electio... Facto clenique quarto scrutinio fuit electus P. Franciscus ab Annuntiatione» (Dom. Gen., 1, 23}.
  72. Ibid.
  73. «Subito il P. Stefano (Cherubini) mandò a chiamare da Savona il P. Nicolò M.a del Rosario detto il P. Gavotti mandandoli la patente di visitatore... eppure sapeva essere stato mandato via da Roma e poi da Napoli per cose d'importanza» (CAPUTI, Notizie Hist, I, I, n. 194). «Il R.mo P. Pietrasanta gesuita Visitatore Apostolico... elesse il P. Nicolò M.a del Rosario... per che visitasse la Provincia di Genoa e la nostra casa di Cagliari... fu proposto al P. Mario dal P. Stefano degli Angeli... hor perchè questo P. Nicolò M.a in molte cose degne di emenda era complice con il P. Stefano hora Procuratore Gen. per loro particolari interessi fu raccomandato al P. Visitatore Apostolico» (BERRO, Memorie Hist., Il, I, e. 25, f. 256r).
  74. Cfr. Epistolario, VIII, ce. 3.846, 3.864, 3.882, 3.906, 3.913 y nota biográfica en Ibid., VI, p. 300; SANTHA, Epistulae 11, pp. 126, 675-676, 678-679, 683-685, y la nota 83 .de este capítulo.
  75. Cfr. CAPUTI, Notizie Hist, I, I, n. 264.
  76. El Fundador decía en carta al P. Berro: «Si procurará mondlmeno quanto sarà possibile di mantenere l'Istituto in piedi massime se alcuni inquieti con questa occasione (del Breve inocenciano) usciranno fuora di Religione» (Epistolario, Vili, e. 4.359).
  77. Además de los lugares citados, cfr. también BERRO, Memorie Hist., Il, I, e. 10; III, I, ce. 11 y 12; III, II, e. 16.
  78. Cfr. CAPUTI, Notizie Hist., I, I, nn. 196, 209, 230, 271, 401; I, II, nn. 220. 226, 311, 365, 478.
  79. Cfr. CAPUTI, Miracoli e Grazie del V. P. Giuseppe Calasanzio, Reg. Cal., 27, n. 45, f. 9r. Después de narrar el caso del Condestable, añade Caputi: «il fatto si sparse per tutta la città, e da qui venne occasione che era necessario andare sempre per l'ammalati con la berretta» (Ibid.). Pero ya antes de ese caso se habían dado otros, como el del día 18 de septiembre, anotado también por Caputi (Ibid., n. 62, f. 12v). Otros casos posteriores cfr. en Ibid., n. 56, f. 11v; n. 66, f. 14r. Hasta 1948 se conservaban en S. Pantaleón, entre las innumerables reliquias de S. José de Calasanz, dos bonetes: uno encerrado en estuche de cristal y otro sin estuche. Este último pasó en 1948-1949 a la casa natal del Santo en Peralta de la Sal (Huesca, España), como obsequio del P. General Vicente Tomek durante las celebraciones centenarias de la muerte y Beatificación del Santo. El otro bonete sigue en Roma. ¿Cuál de los dos es el «milagroso»? Sin duda alguna el de Roma. Y esto por dos razones: en primer lugar, porque el hecho de haberlo conservado cuidadosamente en estuche de cristal cerrado, indica la veneración por la reliquia, difícilmente asequible al manoseo de ocasionales devotos; en segundo lugar, por llevar adherido en el centro un trozo de tela con la indicación «Tela imbuía Sanguine P. losephi Calasantü Schol. Piarum Fundatoris». ¿Por qué pegaron aquel trocito de tela « imbuta Sanguine» en aquel bonete y no en el otro o en algún otro objeto perteneciente al Santo? La razón nos la da Caputi, quien, al narrar las curaciones conseguidas con el bonete, añade que a los enfermos se les aplicaba al mismo tiempo un trozo de tela «imbuta Sanguine». Véase por ejemplo: «e postali (al Condestable Colonna) la berretta del P. Generale et havendosi detto Signore signato con il segno della Santa Croce con un Faccioletto bagnato del sangue del N. V. P....» (Ibid., n. 45, f. 9r); «li posero la berretta del V. P. Giuseppe in testa e nella fronte un faccioletto bagnato nel sangue del medesimo» (Ibid,, n. 62, f. 12v).
  80. Cfr. CAPUTI, Relación A, n. 95.
  81. La razón de conveniencia está en el hecho de que el P. Fedele fue elegido General de la Orden en mayo de 1671, y una de sus primeras disposiciones fue desembarazarse de Caputi, mandándolo a Nápoles. Y en Nápoles empezó a escribir Caputi sus Memorias, entre las cuales está Relación A sobre el proceso de Beatificación, que terminó y fechó así: «Dalle Scuole Pie della Duchesca (Nápoles) li 28 decembre 1673» (CAPUTI, Relación A, f. 137r). Y por estas fechas era todavía General el P. Fedele. Es, pues, explicable que por respeto al General de la Orden y tal vez por temor a represalias ocultara su nombre en el anonimato. El P. Berro, por el contrario, no tuvo reparos en hablar del P. Fedele sin ocultar su nombre, pues murió en 1666, antes de ser elegido General el P. Fedele. Y en sus Memorias forma una especie de triunvirato compuesto por los PP. Gavotti, Fedele y el H. Felipe Loggi de S. Francisco, muy semejantes los tres en inobservancia, perturbadores de la paz doméstica y opuestos al sentir común de los demás. Léase este párrafo, que sigue a la narración de la afrentosa prisión de Caputi, debida a las calumnias de la camarilla de Gavotti: «Pensarono donque di coprire la loro passione e dissolu-tione con il manto della giustltia. Pero ricorsero aH'Em.mo Card. Vicario Gen. Ginetti lamentandosi molto e del Superiore della Casa e di tutti gli altri non loro aderenti... come che molti aggravii se li facessero contro ogni raggione. Questi che ricorsero furone tre solamente. II Capo ¡I P. Nicolo M.a (Gavotti) del Rosario savonese. II P. Gioseppe (Fedele) della Visitatione... Il Fratello Filippo (Loggl) di S. Francesco lucchese» (BERRO, Memorie Hist., Ili, I, c. 11, ff. 474-475). El triunvirato de Berro coincide con el de Caputi, pues también Caputi habla pésimamente del H. Loggi, que fue el cabecilla de los Hermanos inquietos de S. Pantaleón, y el que plantó cara a Mons. Vicegerente el día de la elección del P. Baldi (cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 70, 80, 84). Berro dedica dos capítulos enteros a las hazañas poco edificantes del H. Loggi (Cfr. BERRO, Memorie Hist., III, I, ce. 11 y 12).
  82. El P. Ángel Morelli de Sto. Domingo fue una de las figuras más egregias de la historia primitiva de la Orden, como hombre de profunda ciencia, discípulo de Galileo; corno columna firmísima de la Orden en tiempo de la supresión inocenciana; como educador de los futuros escolapios en el primer Juniorato fundado por él en Chieti; como religioso observante, muerto en olor de santidad. Fue además Primer Asistente General durante el fecundo sexenio del P. General Cosme Chiara (1665-1671). Colaboró incansablmente con los PP. Berro y Caputi para el restablecimiento de la Orden e intervino, además, como testigo en los dos Procesos ordinarios De non cultu e informativo (Cfr. PICANYOL, Le Scuole Pie e Galileo Galilei, Roma, 1942.-P. Egidio MADEYSKI, Héroes pietatis sive Viri e Scholarum Piarum Religione sanctimonia et eruditone ¡Ilustres, 1737, edit. por Picanyol, en Eph. Cal., 8 (1939) 151-154.- Epistolario, III, p. 313.-L'Eco, 13-14 (1949) 42-43.
  83. Cuenta Caputi que el extracto del Proceso del V. Glicerio Landriani desapareció de la habitación de Calasanz, el cual, con pruebas palmarias, inculpó de ella al P. Gavotti en presencia de Caputi (CAPUTI, Notizie Hist., I, II, n. 311).
  84. «Questo poco di fumo è quello che vogliamo noi, perche da questo poco di fumo nascerà l'arrostro» (Idem, Relación B, f. 105v- Idem, Relación A, n. 101).
  85. Cfr. CAPUTI, Relación A, n. 102.
  86. Ibid., nn. 106-107. «A di 15 Genaro 1650. Fu a voti eletto per Procuratore per la causa del nostro Ven. P. Generale e Fondatore nemine discrepante ¡I P. Vincenzo della Concettione» (Memorie storiche circa il nostro b. Padre per riguardo alla sua causa, ms. del P. Berro, Reg. Cal., 23, 3).
  87. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 108-109. Uno de estos dos hijos, llamado Innocenzo, intervendrá en el Proceso, como ayudante de su padre, notario. Es interesante constatar la Intervención de los alumnos de las Escuelas Pías a lo largo del Proceso del Santo Fundador. Nos consta su presencia desde el mismo día del funeral, en el que cantaron la Misa: «Il P. Francesco della Nuntiata... procuró la maggior parte dei musici della Cappella del Papa, che volontieri riceverono l'incarico per esser quelli stati la maggior parte scolari delle nostre scuole...» (CAPUTI, Notizie Hist., Ili, VI, n. 348). Los alumnos de S. Pantaleón contribuyeron a divulgar la veneración de su Santo Maestro, siendo además Intermediarios de hechos milagrosos, como insinúa Caputi al narrar el ocurrido a la Sr.a Pároli: «li fu portato da Francesco Pároli suo figliolo scuolaro delle Scuole Pie della Torza da scrivere un pugno di terra che stava sopra il sepolcro del V. P. Gloseppe della Madre di Dio Fundatore delle Scuole Pie, che pigliò prima mettessero li mattoni sopra il sepolcro, come anche havevano fatto moltri altri scolari» (Ibid., VI, XII, 4.°, n. 12).
  88. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 109-111. En el documento de Procura figura efectivamente el nombre del P. Fedele pero no el del P. Gavotti (cfr. ASV, Processus 2697, f. 3r).
  89. El 25 de febrero de 1650 escribía desde Varsovia el P. Orselli al P. Berro: «Ho gusto grande che V. R. sia stata eletta Procuratore, slcome noi qui ancora faremo, e se il P. Gio. Carlo (Caputi) mi mandará la minuta, come mi promette, del modo di farla, la mandará secondo quella, se non la farò far per il Notaro e Cancelliere di Mons. Ill.mo Nuntio» (Reg. Gen., 203, carta 13). Cfr. tambiné las cartas 14, 15 y 17 en ibid.
  90. Cfr. ibid. los documentos originales de las casas siguientes: Narni (29.1.1650), Duchesca de Nápoles (12.11.1650), Nikolsburg (Bohemia) (12.11.1650), Palermo (16.11.1650), Lithomisl (Bohemia) (16.11.1650) (en este documento se lee: «Nomine totius Provinclae»), Ancona (21.111.1650), Poli (31.111.1650), Messina (4.IV.1650), Var-sovia (6.V.1650), Norcia (9.V.1650), Cagliari (13.1X.1651), Bisignano (5.X1I.1652).
  91. El Cardenal Ginetti intimó que se nombrara Procurador en noviembre de 1648 (cfr. CAPUTI, Relación A, n. 58) y fue nombrado el 15 de enero de 1650 (cfr. nota 86).
  92. Cfr. CAPUTI, Relación A, n. 111. La minuta de la Procura se halla en Reg. Cal., 23, 2, y su texto definitivo en el Proceso de non cultu, Cfr. ASV, Pro-cesssus 2697).
  93. Ibid.
  94. Cfr. dos copias de este memorial en Reg. Cal., 23, 1,
  95. Cfr. ASV, Processus 2697, ff. 1r-5r- BERRO, Diario del Processo super non cultu, Reg. Cal., 23, n. 3.
  96. Cfr. CAPUTI, Relación A, nn. 111-112.
  97. Ibid., n. 113. Cfr. Hier. Cath., IV, pp. 138, 321 y 353.
  98. Ibid., n. 114. Cfr. Hier. Cath., IV, p. 244.
  99. Ibid. Cfr. Hier. Cath., IV, p. 292.
  100. En una carta de Calasanz al P. Castilla (16.IX.1625) se lee: «il Panicola ci favorisce nella riconciliatione ordinaria» Epistolario, II, c. 317).
  101. Cfr. Epistolario, IX, pp. 95, 204, 220; Rev. Cal. (1928), pp. 7-12.
  102. En el Proceso super non cultu declaró: «lo ho pratica dell'interrogata Chiesa di S. Pantaleo dall'anno 1616 in qua, nella quale sono andato spessissime volte et sono bene informato del suo stato con occasione che sono andato a confessarmi dal P. Pietro di Lucca (Casani) et P. Gioseppe Generale morto, lo ho conosciuto benissimo dall'anno 1616 in qua et ho praticato domesticamente l'interrogato P. Gioseppe Calasantio» (ASV, Processus 2697, f. 16r).
  103. «ci raccolse con tanta benignità che restassimo confussi» (CAPUTI, Relación A, n. 115).
  104. «mi sovvenne che ogni mattina si veniva a confessare dal P. Castiglia il Parrochiano di S. Simone e Giuda di Monte Giordano, chiamato D. Marco Petrorsio, al mio parere huomo molto dotto e pio» (Ibid., n. 117).
  105. Ibid., nn. 122-124.
  106. Cfr. BERRO, Diario del Processo super non cultu (Reg. Cal., 23, 3). (ASV, Processus 2697, f. 5r). Del Proceso original super non cultu, existente en el Archivo Vaticano, existen cuatro copias en nuestro Archivo General (cfr. Reg. Cal., 23, 6). Citamos, no obstante, el código vaticano porque en él hay documentos accesorios que no se hallan en las copias.