GinerProceso/INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN

La inquietud de quienes han convivido o conocido a los Santos exigiría que fueran inmediatamente canonizados, dadas la fama de santidad y la aureola de milagros que les han acompañado en vida. Y así ha sido en tiempos pasados, no sólo cuando todavía no se habían reservado a sí mismos los Papas la declaración oficial de la Santidad de los Siervos de Dios, sino incluso cuando tal declaración o canonización dependía ya exclusivamente de los Sumos Pontífices, como ocurrió con S. Francisco de Asís y otros grandes Santos medievales. Pero con el correr de los tiempos, la fecha de su canonización se ha ido alejando cada vez más de la de su muerte. La prudencia y ia necesaria burocracia de la Curia Romana han ido multiplicando las exigencias y las normas a las que tenían que atenerse los patrocinadores de las Causas de canonización, determinando el largo, complicado e intrincadísimo proceso al que tiene que someterse la vida de quienes se pretende colocar en los altares.

La abundantísima y preciosa documentación recogida durante estos largos procesos de Beatificación y Canonización ha servido hasta el presente como fuente para ilustrar las biografías de los Santos con criterios más o menos científicos, según las exigencias de la metodología histórica de las épocas, pero no se han hecho nunca, que sepamos, estudios completos sobre el desarrollo, a veces secular, de tales procesos. Tales estudios especiales, cuando los ha habido, se han limitado a la edición crítica de alguno de los procesos ordinarios o apostólicos[Notas 1]. Y ésta era precisamente nuestra intención al emprender nuestro trabajo de investigación; presentar críticamente el Proceso Informativo Ordinario hecho en Roma en los años 1650-1653 al empezarse la Causa de Beatificación y Canonización de S. José de Calasanz, Fundador de las Escuelas Pías. Pero la visión global de todo el cúmulo de documentación, en su inmensa mayoría inédita, re-"ativá al desarrollo completo de la Causa de Beatificación, nos hizo cambiar de parecer, considerando mucho más interesante el estudio progresivo de toda la Causa, que la presentación crítica de uno solo de los muchos procesos que formaron parte integrante de la Causa misma. Y éste es en definitiva el tema que abordamos.

1. Novedad e interés del tema

Como hemos dicho, si no andamos equivocados, no existe hasta el presente ningún estudio completo y sistemático de un Proceso de Beatificación. Indicaciones sumarias pueden encontrarse en ciertas biografías, o como introducción a las ediciones críticas de procesos determinados[Notas 2]. En nuestro caso concreto existe alguno que otro artículo divulgativo, breve y sin pretensiones críticas, respecto al desarrollo de la Causa de Beatificación o a las celebraciones solemnes de la Beatificación misma, debido al P. Leodegario Picanyol, Sch. P.[Notas 3], y un artículo de mayor consistencia sobre la Canonización del Santo Fundador, debido al P. Jorge Sántha, Sch. P,[Notas 4], ambos escritos en ocasión de la fechas centenarias de tales acontecimientos. El P. Sántha ha estudiado además sistemáticamente toda la serie de Padres Generales de la Escuela Pía desde el sucesor del Fundador hasta la segunda mitad del siglo XVIII. En estos estudios biográficos se llega hasta la fecha en que fue canonizado el Fundador (1767), y en cada uno de ellos no se ha olvidado de sintetizar brevemente lo que se hizo en cada uno de los Generalatos respecto a la Causa de Beatificación[Notas 5], de modo que el conjunto de todos estos párrafos podría constituir una síntesis de la Causa completa, y en realidad nos ha servido mucho en nuestro trabajo.

El proceso que intentamos historiar duró exactamente un siglo, pues S. José de Calasanz murió en 1648 y a los pocos meses de su muerte se dieron ya los primeros pasos para introducir su Causa, que sólo en 1748 se vio coronada con las solemnidades de la Beatificación. La fama unánime de su santidad, la superabundancia de mi-'agros que siguieron a su muerte y las declaraciones convergentes de los testigos oculares sobre sus heroicas virtudes, hubieran hecho suponer desde un principio que la Causa era fácil y que no podían pasar muchos lustros sin conseguir llegar a la meta. Pero la realidad fue más decepcionante. La Causa resultó dificilísima. Y son precisamente esas dificultades las que ofrecen un interés peculiar en el estudio de nuestro largo proceso.

La simple enumeración de procesos singulares y disquisiciones que componen el complicadísimo andamiaje de una Causa de Beatificación pueden dar una idea sumaria de las dificultades que" hay que superar, y justificar a la vez el tiempo interminable que se requiere para llevar la Causa a término. Se empieza con los procesos ordinarios, es decir, el super non cultu y el "informativo"; siguen tres procesos apostólicos consecutivos: 1) res probationes pereant, 2) dé virtutibus et miraculis in genere y 3) de virtutibus in specie. Con ello termina el examen de testigos y empiezan los primeros debates entre el Promotor de la Fe y los abogados defensores en torno a la validez y relevancia de cada uno de los anteriores procesos, tanto ordinarios como apostólicos. Superados estos obstáculos y no antes de los cincuenta años transcurridos desde que murió el Siervo de Dios, se celebran sucesivamente tres Congregaciones de Ritos en las que se discute sobre la heroicidad de las virtudes, que constituyen el punto neurálgico de toda la Causa de Beatificación. Conseguido el decreto pontificio sobre la heroicidad de las virtudes, vuelve a repetirse todo el procedimiento en torno a los milagros, es decir, tienen que celebrarse procesos in specie sobre cada uno de los milagros escogidos que deben ser como mínimo tres, pero suelen celebrarse más para mayor garantía de éxito; sigue el examen sobre la validez de cada uno de los referidos procesos y una vez aprobados se pasa a las tres Congregaciones de Ritos sucesivas en las que se trata de axaminar la autenticidad y consistencia de los milagros. Pasada esta prueba, se propone, finalmente, la oportunidad de la Beatificación, considerados todos los precedentes, y se llega, al fin, a la Beatificación misma.

Esta tupida red de actos procesales da una visión panorámica del intrincado camino que hay que recorrer, pero sólo en su aspecto horizontal, lineal, de perspectiva, en el que la impresión de las dificultades y complicaciones se basa sólo en la cantidad y variedad de elementos que componen el conjunto del largo proceso. Pero las dificultades se multiplican y adquieren su verdadero valor al considerar cada uno de esos elementos en su aspecto vertical o de profundidad. El cúmulo de requisitos y formalidades nimias que envuelven cada uno de los procesos ordinarios o apostólicos, y de los que depende la validez de los mismos, junto con la interminable sucesión de memoriales, súplicas, atestados notariales, exámenes de peritos, decretos de la Congregación de Ritos o de los Papas, etc., que acompañan la Causa desde el principio hasta el fin, son parte integrante y no despreciable de este aspecto vertical o de profundidad del entero proceso, pero inciden solamente como elementos materiales de necesaria burocracia en el procedimiento. La parte más viva y crítica del proceso, en la que las dificultades llegan a su máximo grado de profundidad, es, sin duda, la discusión sobre la heroicidad de las virtudes, propuesta en las tres sucesivas Congregaciones de Ritos. Y es por ello el aspecto más interesante de toda la Causa.

Indudablemente el interés de esta grave discusión radica en la persona del Promotor de la Fe, que no sin cierta dosis de intuición popular es conocido vulgarmente como el "Abogado del diablo". De su inteligencia y sutileza de razonamientos depende la profundidad de la controversia. Lógicamente el éxito de las controversias depende, a su vez, de las cualidades profesionales de los abogados defensores.

Siendo esta controversia entre Promotores y abogados el punto central en el decurso de la Causa, es también el aspecto más interesante de nuestro trabajo. Este examen dialéctico de las virtudes y santidad de un Siervo de Dios es como una vivisección de su personalidad, como un intento iconoclasta por parte del Promotor de desmantelar el altar en donde ha sido colocado por la fama popular y por los testimonios jurados de todos los que han declarado en los diversos procesos ordinarios y apostólicos. Con crítica audaz y acerada se atacan todos los aspectos de la santidad que han puesto de relieve los testigos procesales. Esta ofensiva del Promotor no es simplemente una postura dialéctica, una negación de tesis precostruidas, una exigencia de ulteriores pruebas contundentes. Es además una sucesión de argumentos destructores de la supuesta santidad y heroicidad de virtudes, basados en los mismos documentos presentados por la defensa, cuyas aparentes o reales contradicciones se ponen de manifiesto, o cuyas simples afirmaciones parecen contrastar con las virtudes teologales o cardinales de cuya heroicidad se discute.

La hagiografía tradicional de tiempos pasados admitió con excesiva credulidad los aspectos más extraordinarios e inverosímiles de ia vida de los Santos, basándose incluso en las afirmaciones de testigos procesales o extrajudiciales. Insistía en presentar a los héroes de la santidad como hombres desencarnados, envueltos siempre en un halo de misterio y de milagro. La crítica histórica en tales materias no tenía muchas exigencias. Sin embargo, leyendo los ataques de los Promotores de la Fe, se descubre al Santo inmerso en la fragilidad del acontecer humano y expuesto a la crítica de sus acciones más santas. Los Promotores saben por oficio dudar de todo, y sus dudas y sus ofensivas ayudaron a descubrir el verdadero temple de los Santos, librándolos de los velos de un excesivo sobrenaturalismo, y dándoles un aspecto más real, que no por ser más humano prescinde de la acción potente de la gracia, que obra en ellos la transformación progresiva del hombre viejo en hombre de Dios. Otro rumbo hubiera tomado la hagiografía si se hubieran apreciado las intervenciones de los Promotores en su actitud crítica, como se apreciaron con exceso las fáciles declaraciones de los testigos, preocupados sólo de exaltar las virtudes, la santidad y los milagros de los Siervos de Dios.

El interés peculiar de la controversia entre Promotores y abogados defensores depende lógicamente en cada caso de la gravedad de las objeciones propuestas. En el caso de S. José de Calasanz el problema discutido con preferencia era de una gravedad extrema. Se trataba de coordinar la inocencia del Siervo de Dios y las disposiciones del Papa, del Santo Oficio y otros dicasterios romanos contra el Fundador y contra su Orden, con el consiguiente dilema en que se ponía en juego o la inocencia del Santo o la justicia de las actitudes de la Santa Sede. Ambos extremos quedaron a salvo, pero tal vez el historiador moderno exigiera ulteriores explicaciones, que no s© han llegado a dar todavía en las biografías calasancias.

No carecen tampoco de interés otros aspectos secundarios de esta historia secular, particularmente las diversas actitudes e intervenciones de la pléyade de personajes que tomaron parte como protagonistas a lo largo del proceso, especialmente en los primeros tiempos en que vivían aún quienes habían sido partidarios de los adversarios del Siervo de Dios, y que no podían ver con buenos ojos la prematura exaltación del perseguido Fundador.

2. Fuentes documentales

La abundancia extraordinaria de documentación inédita de que hemos podido disponer en nuestro trabajo, puede apreciarse leyendo el elenco de Fuentes manuscritas, incluido en la Bibliografía. Si algo hemos de lamentar es precisamente el exceso de documentos, que nos han obligado a una selección y a una necesaria mutilación de textos por la imposibilidad de aducir íntegros los documentos, que hubieran recargado sobremanera el aparato crítico.

No hay ningún elemento importante en todo el desarrollo de la Causa, del que no se conserven las Actas auténticas. Todos los procesos ordinarios o apostólicos, tanto respecto a las virtudes como respecto a los milagros, se conservan en alguno de los archivos romanos a que hemos acudido, y de casi todos ellos se guardan copias en el Archivo General de la Orden. Se han consultado igualmente en su fuente directa todos los decretos y disposiciones emanadas por la llamada hasta hace poco Congregación de Ritos, en los volúmenes de Actas de su propio archivo. La mayor parte de estos decretos se conservan en copias auténticas en nuestro Archivo General, garantizadas con firmas y sellos del Cardenal Prefecto y Secretario de dicha Congregación. Con raros paréntesis puede seguirse ininterrumpidamente la intervención de los PP. Generales y sus respectivas Congregaciones en el decurso de la Causa, particularmente en el nombramiento de los Postuladores, recurriendo a las Actas oficiales de la Congregación General, conservadas en nuestro Archivo. Lo mismo puede decirse de las Cartas Circulares o privadas de los PP. Generales, muchas de las cuales han sido publicadas en los ya referidos artículos del P. Jorge Sántha, en que trata de las biografías de todos los Generales que interesan en nuestro caso.

Se conservan también íntegras las "Posiciones" o conjunto de escritos de los Promotores y abogados defensores, tanto las referentes a las controversias sobre la validez y relevancia de todos los procesos fabricados, como las preparatorias para las Congregaciones en que se discutieron la heroicidad de las virtudes o la autenticidad de los milagros. De todas estas "Posiciones" se conservan en nuestro Archivo General copias impresas, que pueden considerarse como "promanuscritos", pues aunque editadas, el número de copias era limitadísimo y reservado sólo a los miembros que componían la Congregación de Ritos. De muchas de estas "Posiciones" conservamos también los originales manuscritos, con las diversas redacciones preliminares al texto definitivo.

A todo este cuerpo de documentación fundamental, hay que añadir los "Diarios", "Memorias" o "Relaciones" de algunos Postulado-res, que fueron anotando día por día o narrando cronológicamente el desarrollo de la Causa, o copiando pacientemente todos los documentos que a ella se referían. Estas "Memorias" o "Relaciones" no son siempre exactas en la indicación de fechas o nombres, y en cuanto ha sido posible se han ido corrigiendo con datos más fidedignos, sobre todo de documentos oficiales.

Particularmente dignos de mención son los libros de cuentas de los Postuladores, que nos han prestado un servicio valiosísimo para concretar fechas, descubrir nombres de los protagonistas, atribuir justamente los diversos escritos a sus autores, coordinar entre sí los diversos escritos, y concretar otros detalles en el intrincado sucederse de actos procesales e intervenciones de diversos géneros. Tal vez sin estas notas de carácter económico y aparentemente superficiales nos hubiera sido imposible amalgamar cronológicamente tantos documentos.

A todas estas series documentales, que por su unidad y conexión interna constituyen lo fundamentalmente necesario para la reconstrucción de todo el proceso de Beatificación, hay que añadir todavía una ingente cantidad de documentos sueltos de contenido y finalidad muy dispares, esparcidos en los diversos Archivos romanos, imprescindibles, por otra parte, para completar y dar forma a todo el conjunto de nuestra exposición. Entre estos documentos merecen recordarse la serie larguísima de Cartas Postulatorias de Reyes, Príncipes, Magnates, Obispos, Cabildos, Cofradías y otras muchas entidades y personas singulares que piden al Papa la Beatificación de José de Calasanz, algunas de ellas ya publicadas; y otra serie o "dossier" no menos interesante, es decir, los votos de cardenales y consultores presentados en la última Congregación de Ritos coram SSmo., con la que terminó la larga controversia sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios.

3. Personajes del Proceso

Huelga decir que el protagonista por antonomasia es "el procesado": S. José de Calasanz. En él convergen, como en su centro natural, todas las líneas; a él se refieren a favor o en contra todos los que intervienen en el proceso; su nombre aparece en todos los documentos oficiales y en todos los escritos procesales; su persona revive en el recuerdo de los testigos, en las disquisiciones de Promotores y abogados, en la veneración de sus hijos, y se hace presente activamente en su ininterrumpida donación de milagros.

Es impresionante contemplar la ingente multitud de personajes que desfilaron durante un siglo exacto en este proceso de Beatificación, y que se repite con más o menos variantes en cualquier otro proceso de los Santos. La humanidad entera se ve representada en todos sus estratos sociales, tanto eclesiásticos como civiles: papas, cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos, prelados, sacerdotes, clérigos; generales y procuradores de Ordenes religiosas, simples religiosos o religiosas; emperadores, reyes, príncipes, magnates, nobleza y pueblo, Congregaciones y dicasterios romanos, cabildos, corporaciones religiosas, cofradías, dietas nacionales, senados, ayuntamientos o corporaciones ciudadanas, etc.

Gran parte de estas intervenciones se limitan a suplicar al Papa la beatificación o la aceleración del curso del proceso. Pero aun prescindiendo de estas participaciones marginales, es todavía imponente el número de quienes toman parte activa en la Causa. Piénsese que para cada proceso particular hay siempre un crecido número de oficiales o participantes necesarios, como los jueces, promotores fiscales, Postuladores y Procuradores de la Causa, notarios, testigos, etcétera; en cada una de las sesiones de la Congregación de Ritos intervienen no pocos Consultores, y en muchas de ellas toman parte los Cardenales miembros de la mencionada Congregación; para preparar cada una de estas sesiones o Congregaciones tienen que afanarse durante años los abogados defensores, los Postuladores y otros colaboradores.

Pero entre todos los participantes en la Causa destaca un reducido equipo de oficiales que permanecen constantes durante el curso de la misma, y son como las columnas que mantienen todo el edificio. De ellos depende el éxito o el fracaso de cada empresa singular, así como la rapidez o lentitud del ritmo de la Causa. No todos, sin embargo, tienen la misma responsabilidad o influyen con idéntica fuerza en todos los sentidos, pero desde que empieza hasta que termina la Causa tienen que figurar como actores principales de la misma. Tales son los Postuladores o Procuradores de la Causa, los Promotores de la Fe, los Cardenales Ponentes (desde que empieza el proceso apostólico), y los abogados defensores. A ellos hay que añadir en nuestro caso a los Generales de la Orden, cuya actitud es determinante casi a la par con los Postuladores. Lógicamente hay que mencionar también en este orden de personajes permanentes a los Papas y a los Prefectos y secretarios de la Congregación de Ritos. No es difícil adivinar la enorme influencia que sobre el desarrollo más o menos rápido pueden tener los Papas, los Prefectos y los Secretarios de la Congregación, ni tampoco puede extrañar que los responsables de la Causa busquen por todos los medios congraciarse la benevolencia de estos personajes supremos.

Este cuadro general puede darnos una idea de la lista innumerable de nombres con que hemos de tropezar en nuestra exposición. De muchos de ellos no hemos creído necesario aducir detalles biográficos por ser personajes marginales, en los que no valía la pena detenerse buscando precisaciones que hubieran requerido demasiado tiempo. De otros hemos juzgado suficiente remitir al lector a otros escritos en que se hable de ellos, o dar indicaciones muy someras sobre su personalidad. Hemos dedicado particular atención en presentar a los testigos que depusieron en los diversos procesos ordinarios y apostólicos, poniendo especialmente de relieve la relación personal que tuvieron con el Siervo de Dios apoyados sobre todo en sus propias declaraciones procesales. Con este mismo criterio de relacionar a los personajes del proceso con el Santo, hemos procurado igualmente subrayar este aspecto en todos aquellos que nos han salido al paso y que prácticamente se limitan a las primeras generaciones que intervinieron en la Causa. Por razones semejantes hemos querido también hacer notar los vínculos de particular estima y veneración de ciertos personajes tanto respecto al Santo Fundador como a su Orden o a algunos miembros de la misma. Con ello puede explicarse el diferente trato que hemos reservado a algunos y la casi Indiferencia con que hemos dejado pasar a otros.

4. Ritmo en el desarrollo de la Causa

No es fácil determinar el canon de duración normal de los procesos de Beatificación, aun prescindiendo del larguísimo período anterior a Urbano VIII, y limitándonos a los tres últimos siglos y medio que siguieron a sus famosos decretos con los que se regula ya casi uniformemente el procedimiento moderno de estas Causas. La lentitud o la rapidez con que procede cada Causa depende de las circunstancias peculiares internas o externas de cada una, de modo que mientras unas duran siglos, otras se concluyen en menos de un siglo. ¡Cuántas causas introducidas antes de la de S. José de Calasanz, o que se cruzaron con ella en alguna ocasión, quedaron ancladas tal vez para siempre, o siguen todavía su lento camino hacia la meta! Por ello, no se puede decir que fuera excesivamente larga nuestra Causa, aunque duró un siglo hasta llegar a la Beatificación. No obstante, examinando los motivos de sus demoras, puede concluirse que hubiera podido durar menos de lo que duró.

Desde un principio fue acogida con entusiasmo por todos los que la conocieron. La consistencia de pruebas de la santidad del Siervo de Dios y la abundancia de milagros que la garantizaron ininterrumpidamente durante un siglo eran los mayores alicientes para continuarla y los motivos más poderosos para esperar con prematura inquietud su próximo y feliz desenlace.

NI los Papas, ni las Congregaciones Romanas, ni los Cardenales, ni otros miembros de los dicasterios de la Curia pusieron cortapisas o manifestaron sentimientos de aversión o contrariedad por esta Causa, ni siquiera aquellos que fundadamente hubiera podido suponerse que la obstaculizaran e incluso la detuvieran, como el Papa Inocencio X y el Cardenal Albizzi que fueron los actores determinantes de la supresión de las Escuelas Pías y de la suspensión y deposición del Santo Fundador de su oficio de General. Por el contrario, tanto los Papas como todos los demás oficiales de la Santa Sede manifestaron con frecuencia sus buenos deseos de que se llevara adelante la Causa, o en todo caso las circunstancias no les dieron ocasión para intervenir a su favor. Por otra parte, ciertas sospechas de demora atribuida a la actitud de algún Papa o de algún oficial de Curia resultan documentalmente injustificadas.

La lentitud y aparente estancamiento sufrido durante la discusión sobre la heroicidad de las virtudes se debió a la dificultad intrínseca del problema gravísimo que se trataba de solucionar, pero aun el mismo Promotor de la Fe, que por oficio propuso las dificultades, fue el más interesado en hallarles la debida solución. Ni él ni los que le precedieron o siguieron en el cargo dieron pruebas de personal oposición o de convencimiento de que las dificultades fueran insolubles. Por el contrario, aunque por oficio eran los "opositores" de la Causa, personalmente fueron sus mejores defensores.

Los Generales de la Orden y los Postuladores de la Causa, elegidos por ellos, como moderadores supremos de la misma, fueron paradójicamente quienes imprimieron, a veces, un ritmo lento y despreocupado. Aunque la Causa de Beatificación del Fundador fue siempre considerada como una de las cuestiones más importantes de la Orden, no siempre los Generales manifestaron el interés y solicitud que la Causa requería, ya sea por indolencia, ya sea porque otros problemas más o menos urgentes absorbieron su atención, ya sea también por haber elegido Postuladores de los que poco se podía esperar, o por haber destituido o no confirmado a quienes habían dado pruebas palmarias de ser indicadísimos para el progreso de la Causa. Entre os Postuladores se encuentran algunos extraordinariamente hábiles y entregados con verdadera pasión a su oficio. Pero por desgracia no faltaron quienes descuidaron lamentablemente su obligación por incapacidad personal o por otros motivos no del todo justificados.

El sistema electivo de la Orden, común por otra parte al de tantas otras, imponía el cambio de Generales cada sexenio. Y aunque no fuera necesario, prácticamente cada General nombraba nuevos Postuladores según su agrado. Estos cambios fueron sin duda favorables cuando los Postuladores cesantes no habían conseguido mucho a favor de la Causa durante su mandato. Pero a la larga, estos constantes cambios de Generales y Postuladores perjudicaron y obstaculizaron el ritmo de la Causa, interrumpiendo la labor valiosísima de algunos y marcando una línea de altibajos según las dotes, diligencia y celo de cada uno.

Las influencias de corte jugaron también un papel importante a la hora de introducir la Causa en las listas de las que tenían que proponerse en las diversas Congregaciones. Y aunque en ciertos momentos hubiera sido deseable encontrar protectores más influyentes, no puede considerarse esto un motivo de las demoras sufridas por el proceso en su conjunto, pues al máximo hubieran podido acelerar por algún año tan sólo el ritmo general de la Causa.

SI se tiene en cuenta que no se podía empezar el examen de la heroicidad de las virtudes antes de que transcurrieran cincuenta años de la muerte del Siervo de Dios, no se podrá tampoco dar demasiado peso a la lentitud con que procedieran los procesos apostólicos durante el primer medio siglo. Al fin de cuentas se llegó puntualmente a tiempo para empezar dicho examen. Y fue precisamente en la discusión de las virtudes heroicas donde se tropezó con el principal obstáculo que frenó por muchos años el ritmo, llegando incluso a crear el desaliento y a insinuar la tentación de abandonar la Causa por imposible.

5. Indicaciones metodológicas

Dado el carácter histórico de nuestro trabajo, hemos seguido un orden de exposición rigurosamente cronológico, el único que podía darnos una visión completa del desarrollo genético y concatenación lógica de todos los actos que componen este proceso secular. Cabía, no obstante, haber examinado todas las disquisiciones en torno a la heroicidad de las virtudes, siguiendo un paradigma ideológico desvinculado del tiempo Y este esquema hubiera sido ideal, si hubiéramos centrado o limitado nuestro tema a la polémica entre Promotores y abogados defensores, prescindiendo del marco histórico antecedente y consiguiente. Y es indudable que este aspecto del proceso mantiene una unidad e interés, que hubieran justificado un estudio particularizado. Pero hemos preferido exponer el proceso en toda su integridad evolutiva, queriendo dar la debida importancia tanto a las elucubraciones ideológicas como a los diversos personajes que fueron los actores del proceso y que no pueden desligarse de las circunstancias temporales y humanas en que vivieron.

Según este orden cronológico hemos dividido el trabajo en nueve capítulos, sugeridos por la homogeneidad de las diversas partes que componen el conjunto de la Causa y por la abundancia de documentación que ilustra cada una de ellas. A los procesos ordinarios y apostólicos hemos dedicado sendos capítulos (II y IV), precedidos respectivamente de otros dos (I y III) que presentan la problemática humana y burocrática que los preparó y en los que juegan un papel importante los personajes que conocieron personalmente al Siervo de Dios. La importancia fundamental de las tres Congregaciones de Ritos que trataron el problema de la heroicidad de las virtudes y el cúmulo de escritos relacionados con cada una de ellas, han exigido otros tres capítulos (V, VI, y Vil). Aunque el tema de los milagros hubiera dado materia para varios capítulos, por haber seguido la misma trayectoria que las virtudes con procesos especiales y otras tres Congregaciones, hemos preferido abreviar condensando en un solo capitulo (Vili) toda esta materia, por creerla menos Interesante y evitar a la vez alargar desmesuradamente nuestro trabajo. Para completar el tema hemos dedicado el último capítulo (IX) a las solemnidades de la Beatificación, que coronaron el largo proceso. Sigue un apéndice sobre los gastos no indiferentes que acompañaron toda la Causa durante el siglo que duró, y que aun siendo una cuestión marginal no carece de interés histórico.

De lo dicho en el apartado Fuentes documentales puede deducirse la abundantísima documentación original e inédita que hemos consultado, la necesaria confrontación de textos para confirmar la verdad de los hechos y la no menos necesaria selección de documentos para limitarnos a lo esencial sin perder el hilo de la narración.

Nada nuevo hemos de añadir a lo dicho respecto a los personajes que intervienen en el proceso y a las razones que justifican la mayor o menor abundancia de referencias biográficas con que los presentamos. En todo caso, podemos hacer notar que no nos hemos detenido a examinar las declaraciones de los testigos, pues tal examen y relativa comparación o juicio crítico exigirían un estudio aparte, más apropiado para la edición crítica de los procesos, que para la historia de toda la Causa, que es lo que hemos intentado hacer.

Igualmente hemos preferido no adentrarnos en el juicio crítico de las objeciones propuestas por los Promotores de la Fe y de las respuestas de los abogados defensores. No nos hemos creído autorizados para desempeñar sus respectivos oficios, sino simplemente obligados a exponer con objetividad la mente de unos y de otros apoyados en sus propios escritos. No faltan, sin embargo, observaciones someras sobre la actitud y la consistencia de ambas posiciones dialécticas, cuando parecían necesarias para dar mayor cohesión e interés a la polémica. Otra hubiera sido nuestra postura crítica, si hubiéramos centrado nuestro trabajo exclusivamente en esta polémica ideológica.

A quienes no conozcan con cierta profundidad las vicisitudes amargas del último sexenio de la vida de S. José de Calasanz, podría parecer que en el transcurso de nuestra exposición pecamos de partidismo por colocarnos a favor del Santo y en contra de quienes consciente o inconscientemente provocaron o llevaron a cabo la persecución contra él y la destrucción de la Orden. Prescindiendo de la convicción personal a que puede llegarse tras el examen de los hechos documentados, hay que afirmar que todo cuanto se ha escrito hasta hoy sobre S. José de Calasanz concuerda en proclamar su inocencia y en señalar con el dedo a los causantes de sus tribulaciones, descubriendo además sin paliativos la índole moral de algunos de ellos, con el apoyo documental de abundantes testimonios. Sería impropio de nuestra tarea reexaminar la cuestión, intentando llegar a un juicio valorativo de tales antagonistas, que suavizara las tintas negras con que se les ha pintado hasta ahora. Esto es labor de un biógrafo del Santo y no de un historiador de su proceso de Beatificación. En todo caso, el estudio de tal proceso confirma la posición mantenida por todos los biógrafos, pues no sólo se trató en él expresamente de la "índole de los perseguidores", a quienes el Promotor intentaba revalorizar, sino que precisamente la cuestión de la inocencia del Santo frente a la actitud de sus opositores fue el punto neurálgico sobre el que se discutió por largos años. Y no se hubiera llegado a la Beatificación sin dejar bien sentada la inocencia del encausado y de rechazo la malicia consciente de algunos y la injusticia inconsciente de otros de los que llevaron a cabo ese mysterium iniquitatis en la historia particular de las Escuelas Pías y de su Fundador.

En todo este lamentable conflicto y en las demás cuestiones referentes a la vida del Santo, no hemos querido adentrarnos en detalles, sino simplemente exponer con brevedad los hechos pertinentes para que pudieran entenderse las alusiones o problemas propuestos en la controversia, indicando al lector las obras más importantes en donde puede encontrar ulteriores informaciones.

Finalmente, no podemos menos de mencionar con sentido de honda gratitud y estima al P. Ricardo García Villoslada, S. I., Moderador de la presente tesis doctoral, y al P. Jorge Sántha, Sch. P., Historiógrafo General de nuestra Orden, cuya solicitud, consejos y asistencia tanto han contribuido a la realización de nuestro trabajo.

Notas

  1. Entre las obras más recientes de este tipo pueden mencionarse las siguientes:. SJLVERIO DE SANTA TERESA, Procesos de Beatificación y Canonización de San Juan de la Cruz, Biblioteca Mística Carmelitana, XIV, Obras, V, Burgos, 1931.- IDEM, Procesos de Beatificación y Canonización de Santa Teresa de Jesús, 3 vols., Burgos, 1934-35-LUGANO, Plácido Tommaso, i Processi inediti per Francesca Bussa dei Ponziani (Santa Francesca Romana), Biblioteca Apostolica Vaticana, Studi e testi, n. 120, 1945.-INCISA DELLA ROCCHETTA, Giovani, e VIAN, Nello, Il primo processo per San Filippo Neri, Città del Vaticano, 4 vols., 1957-63.-MARCORA, C, Il processo diocesano informativo sulla vita di San Carlo per la sua canonizazione, en Memorie storiche della diocesi di Milano, IX (1962).-Mariano da ALATRI, Pro-cessus sixtinus fratris Felicis a Cantalice cum selectis de eiusdem vita vetustissimis testimoniis, en Monumenta Histórica Ord. Fr. Minorum Capuccinorum, X, Roma, 1964.-Gaetano DELL'ADDOLORATA, I processi di Beatificazione e canonizazione di S. Paolo della Croce, voi. I, Roma, 1969.
  2. Referencias a los procesos se encuentran en la mayor parte de los artículos biográficos sobre los Santos en Bibliotheca Sanctorum, Istituto Giovanni XXJII nella Pont. Univ. Lateranense, 12 vols., 1961-69, como también en las obras recordadas en la nota anterior.
  3. Cfr. PICANYOL, L, Dissertatio de Processibus Beatificationis, en EPH. CAL., 17 (1948) 112-19.
  4. Cfr. SÁNTHA, G, Canonizatio Beati Josephi Calasanctü, en EPH. CAL., 36 (1967) 321-26.
  5. Cfr. el elenco completo de tales artículos en nuestra BIBLIOGRAFIA, B.