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'''Ephemerides Calasactianae VI (1937, 103-109)
 
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Año 1619 de Cristo. Vigésimo tercero de las Escuelas Pías. Décimo cuarto de Paulo V.

Ephemerides Calasactianae VI (1937, 103-109)

El comienzo del jubileo, que tuvo lugar el 13 de enero, es un feliz auspicio para este año. Como varias provincias de la Iglesia de Dios, principalmente en Bohemia, Moravia, Silesia y Lusacia (¿?) estaban agitadas por los tumultos de los herejes, Su Santidad decretó un jubileo universal para implorar la intervención divina para la pacificación tanto para ellas como para otras partes del mundo. Durante el cual nuestra congregación de las Escuelas Pías aceptó un hospicio para ejercer las escuelas pías en Burgo, también llamado Ciudad Leonina, que se encuentra en esa parte de la ciudad romana que se dirige desde el puente de Santángelo hacia la Basílica del Príncipe de los Apóstoles. Su patrono con beneficio perpetuo es el Ilmo. y Revmo. D. Sestilio Mazzuca, de Consenza, obispo de Alessandria y canónigo de la Basílica del Príncipe de los Apóstoles en la ciudad. Este, cuando vio que los jóvenes pobres eran instruidos en las letras y buenas costumbres en San Pantaleo, tocado por la compasión, viendo que había una gran cantidad de ellos sin maestros vagando todo el día en el ocio en aquella zona, confió el hospicio cercano a la iglesia de Santángelo, y entregó una cierta cantidad de dinero anual a nuestro P. Prefecto para gastarlo en la instrucción de la niñez.

El primero que ocupó el lugar citado para satisfacer el deseo del bienhechor citado fue el P. Francisco de la Purificación, que fue con un compañero. Y esto mismo parece ser un próspero y afortunado efecto de aquel memorial que el año anterior se había presentado por el P. Prefecto a la S. Congregación del buen Régimen para ampliar las Escuelas Pías.

Un buen auspicio también para este año fue que los PP. De las Escuelas Pías de Frascati, viendo que su habitación y las escuelas se quedaban pequeñas, pidieron para la ampliación de los locales una suma de doscientos escudos anuales más al magistrado de la ciudad, pidiéndolos para obtener locales más espaciosos para su habitación y para las escuelas. Sin embargo la súplica no obtuvo ningún efecto, pues el Sr. Ascanio Raggi, en nombre de la ciudad, dijo que el presente erario público no podía ofrecer tantos gastos para fabricar un colegio, y como el magistrado pensaba de manera distinta, aceptó la petición, y con 27 votos a favor se confirmó el poder ofrecer la suma de doscientos escudos al año, pues parecía que aquella cantidad era suficiente para construir un nuevo edificio.

Allí miso a finales de enero, observando que el H. Venancio de Sto. Tomás, maestro de la escuela de escribir y de aritmética, padecía una grave melancolía, el P. Superior Juan Pedro de Sta. María de los Ángeles consideró necesario advertir al P. Prefecto. Y el P. Prefecto, conociendo con visión casi profética que se trataba de una tentación diabólica para interrumpir una buena obra, quiso que se le advirtiera para resistir la tentación obrando virilmente, pero si no tenía confianza en sus propias fuerzas para superarla, pidiera fielmente para sí la ayuda del abate Glicerio. Informado el hermano tentado, inmediatamente abrazó el consejo, y se vio libre de la melancolía, y continuó desempeñando su oficio de maestro con energía; con lo dicho se puede ver hasta qué punto fueron preciosos los méritos del abate Glicerio para nuestro P. Prefecto, y al mismo tiempo cuál era el espíritu de nuestro P. Prefecto, que podía discernir con respecto a los ausentes, y qué tipo de mal les afectaba.

A principio de abril el P. Pedro de la Natividad de la Virgen, Superior de Narni, unido a la Congregación hasta entonces por una profesión tácita, quiso hacerla de manera expresa también. Por orden del P. Prefecto, puesto que según el bienio requerido por la bula paulina para ser admitido a la profesión ya se había cumplido, estando ausente él, emitió su profesión de votos simples en manos del Rvmo e Ilmo Sr. Obispo de Narni, según la fórmula que sigue:

“Yo, Pedro de la Natividad de la Madre de Dios hago mi profesión en la Congregación Paulina de la Madre de Dios de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, y prometo a Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a la Bienaventurada Virgen María, Madre del Hijo unigénito del Padre eterno, y a ti, Ilmo y Rmo Padre José de la Madre de Dios, V. Prefecto de dicha Congregación, hacer esta profesión mía. Y por ella ante ti, P. José, y todos tus sucesores legítimamente elegidos, profesar perpetua Obediencia, Castidad y suma pobreza, según la forma del decreto de erección de dicha congregación del día 6 de marzo del año 1617, y según las declaraciones que aparecen en las Constituciones, Reglas y Decretos de dicha Congregación. Esta profesión y votos, en cuanto no obste nada en contra (a lo cual renuncio libre e íntegramente) quiero que sean siempre y son firmes, ratas y válidas por siempre. En fe de lo cual lo que he declarado lo firmo el primero de abril de 1619 en Narni. Pedro de la Natividad de a Madre Dios, de Lucca.”

Hasta aquí lo que dice la profesión emitida por dicho padre. La cual, para que conste en el tiempo presente y en el futuro que fue hecha en manos del dicho Sr. Obispo de Narni, el mismo Sr. Obispo escribió a continuación lo que sigue: “A todos y cada uno de los que vean nuestra carta presente, lo mismo para los que la lean y la escuchen: Salud eterna en el Señor. Damos fe y atestamos que en el día escrito más arriba se presentó ante nosotros personalmente el Rvdo. P. Pedro de la Natividad de María Virgen, y de rodillas hizo la profesión según figura más arriba. Doy fe de lo cual en Narni, en este día 1 de abril de 1619 Juan Bautista, Obispo de Narni. Julio Casio de Mantua, Canciller.”

El mismo día y de manera semejante en Narni emitieron su profesión en manos del P. Pedro en tanto que legítimo superior de la casa, el P. Viviano de la Asunción, Francisco de la Anunciación, Simón de S. Pedro y Juan de S. Francisco, cuya fórmula de profesión escrita con el título de V Prefecto por todos y cada uno puede provocar la admiración del lector, ¿por qué al P. José se le llama aquí V. Prefecto, él que había sido nombrado y descrito absolutamente como prefecto por el Sumo Pontífice en el mismo Breve? Ciertamente los romanos, de los cuales hicieron cinco la profesión en el mismo mes de abril, en sus profesiones escribieron el título de Prefecto.

Si he de dar mi opinión sobre los de Narni, me da la impresión de que los hijos quisieron imitar el ejemplo de su Padre. Pues consta que en el año anterior el P. José escribió algún documento con el nombre de V. Prefecto, tal vez porque reconociendo que el Superior Supremo de todas las religiones es el Sunmo Pontífice, lo consideró también como Prefecto inmediato de su propia congregación, y no pretendiendo arrogarse para él ese título, se conformó con llamarse Vice Prefecto. Esto es lo que yo pienso; otros pueden opinar de manera diferente. Los demás que hicieron su primera profesión en Roma (cono hemos dicho) fueron los siguientes: el P. Tomás de la Visitación, el P. Octavio de la Concepción, el H. Juan Bautista de S- Bartolomé, el H. Antonio de S. José, el P. Andrés de Sta. María de los Ángeles.

A estos siguió en mayo la profesión del P. Ansano de la Visitación, pero profesó no en la ciudad, sino en Nomentana, ¿qué es lo que le llevó allí? ¿Cuál fue la causa para el retraso? No es seguro, pero se puede suponer que por causa de algún importante negocio fue a vivir allí, por lo cual el P. Prefecto le pidió que le enviara pronto la profesión.

Otros cinco profesaron ese mismo año, pero no en el mismo día, ni en el mismo mes, ni el mismo lugar. Y vistieron el hábito de nuestra Congregación 18. De los cuales abandonó la vida Francisco de la Virgen de las Nieves, clérigo de Calabria, el 30 de mayo. Otro siguió al primero el 12 de agosto, el llamado H. Antonio de S. José, que tenía el apellido de Bernardinis en el siglo, varón este de profunda humildad y de eximia caridad, el cual aunque podía abrazar el estado clerical y recibir el sacerdocio, no permitió dejarse persuadir a dar el paso. ¡Oh, qué cosa formidable y qué tremenda, la dignidad sacerdotal, ante los ángeles y ante los hombres! Que me excusen en esto los padres y hermanos. Así dice el P. Rodolfo de S. Jerónimo, en sus Notas sobre Varones Ilustres.

Parece que corresponde a este año un escrito de nuestro P. Prefecto en relación con los legados píos escrito y presentado a Su Santidad, que dice como sigue:

“Beatísimo Padre. La Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, ha abrazado la suma pobreza, para que a este título no posea nada según derecho, ni pueda poseer o adquirir bienes inmuebles; pero puede retener el uso de sus domicilios y huertos, iglesias y sacristías, según consta en el Breve Apostólico de erección de la Congregación. Sin embargo, con ocasión de que algunos piadosos bienhechores han ofrecido dejar alguna suma en sus testamentos para edificar nuestras casas, escuelas e iglesias, y otras requeridas para el cómodo ejercicio de nuestras Escuelas Pías; temiendo que quizás contravengamos la graciosa ordenación de Su Santidad, humildemente suplica que se digne declarar en su clemencia, o haga declarar si con el fin citado puede nuestra Congregación recibir legados de ese tipo. Si podemos al menos remitirnos, de acuerdo con su potestad, a lo provisto en casos similares para los Frailes Menores de a Observancia por el antecesor de Su Santidad Nicolás IV, de feliz memoria. Lo cual Dios etc.”

Consta que a esta súplica se le dio una respuesta favorable, según un breve emanado a este fin, pero como no existe el auténtico, sino sólo la minuta inicial, y no sé qué secretario la escribió, la omito; por lo demás se concedió a los mendicantes según figura en Barbosa título 17 sobre las Casas religiosas, punto 7, que dice: “Nuestra Congregación puede aceptar legados e incluso bienes inmuebles, incluso para no retenerlos, sino para venderlos, y convertir el precio Así obtenido para fábrica.”

El día 13 de agosto los señores priores del consejo público de Narni, habiendo comprobado que la limosna anual de doscientos escudos asignados en el año transcurrido no bastaban para los requisitos de nuestra casa y alimentación, puesto que se habían gastado antes de que pasara todo el año, habiendo visto nuestra infatigable labor y tocados por la lástima, dirigieron una súplica al Sr. De Bugliano para nuestro protector y el de su ciudad, para que por medio de su autoridad se dignara obtener de la Sede Apostólica que a los doscientos escudos anteriores se pudieran tomar otros doscientos del erario público para nuestro uso. Y la petición no fue en vano, según muestra el rescripto del Cardenal Ludivisi para que se añadiera en su lugar, aunque no se obtuvo inmediatamente el escrito de sus votos.

El día 15 de octubre de ese año a petición del Ilmo y Excmo D. Marco Antonio Borghese, Príncipe de Sulmona, con el beneplácito y bendición de Su Santidad se introdujo nuestro Instituto en Moricone (ciudad de la región de la Sabina). Allí para habitación y para ejercer las Escuelas Pías se dio un antiguo hospital, al mismo tiempo que la iglesia de S. Salvador, que en aquel tiempo se encontraba en ruinas, y que había que poner en mejor estado tan pronto como fuera posible. El primer inquilino y huésped del lugar citado fue el P. Tomás de la Visitación, que se aplicó a educar la juventud y a catequizar la gente del lugar y vecina con tanta habilidad que adquirió gran fama y nombre allí y en los lugares vecinos, hasta el punto de que en todas partes se le llamaba el apóstol de la Sabina.

Creciendo de este modo, y difundiéndose las Escuelas Pías en muchos lugares, hasta el punto de comprender 7 comunidades según las Reglas, regidos por la Congregación, viendo el valor de la obra, su Santidad el Papa, lo mismo que quiso que nuestra Congregación tuviera un instituto particular, también deseó que tuviera sus propias Constituciones para gobernar rectamente el Instituto. Persuadido y aconsejado por nuestro Cardenal Protector, el P. Prefecto tuvo que retirarse fuera de la Ciudad, para que alejado de toda preocupación domestica por un tiempo, pudiera dedicarse a confeccionar lo necesario de manera cuidada para nuestro uso. Así, pues, a mediados de octubre se dirigió a Narni, donde dedicado a ejercicios espirituales, ayunos, oraciones y otras obras buenas, permaneció hasta finales de diciembre, para obtener la iluminación del Espíritu Santo y la asistencia de la Madre de Dios.

Mientras tanto, ¿cómo iba durante este tiempo la preparación de las Constituciones? No por narraciones de otros, que se extienden demasiado, si no por las cartas mismas de nuestro amantísimo Padre dirigidas al P. Castilla nos guiamos. Escribió de este modo: “Volviendo de Loreto nuestro Ilmo. Cardenal Giustiniani con dos prelados, vino a visitarnos, y partió con total satisfacción, no sólo porque vio y conoció el fruto producido en la juventud estudiosa por nuestros maestros, que por medio de tres discípulos saludaron con gran facundia al gracioso huésped, sino también porque tomó parte de nuestra pobre comida. Y lo mismo ocurrió con el Cardenal Ludovisi, a quien él recomendó y rogó que viniera a visitarnos, cosa que hizo. Con fecha 30 de octubre de 1619, firmado con mi mano, José de la Madre de Dios”.

En la misma carta ordenaba que, estando él ausente de la ciudad, se buscara algún otro lugar que pudiera servir como noviciado, pues había muchos que pedían ser admitidos, entre los cuales 12 o 15 nativos de la nación teutónica, que anunció que iban a llegar.

De estos mismos habla en una segunda carta fechada el 9 de noviembre al mismo P. Castilla, haciendo mención en la frase añadida: “Yo espero que en el futuro el Señor socorrerá a nuestra Congregación por medios que no imaginamos, con tal que le sirvamos con la debida diligencia y perseverancia”. Hasta aquí él.

Cierro el presente año con la relación de la visión que describe el P. Vicente en el tomo I de las Anotaciones, fol. 140. Y que es como sigue:

Nuestros escolares asignados van como de costumbre a la oración continua con sus maestros, y expresan con devoción y sincero corazón el afecto a la gloriosa Madre de Dios; nuestro P. Prefecto ve a la misma Madre de Dios, con su hijito en su seno, y pidiéndole que dé la bendición a quienes se la suplican. ¿Qué hace él? Apenas el hijito conoce el afecto ofrecido de este modo por los maestros suplicantes, inmediatamente extiende su tierna derecha y a todos imparte la bendición con gran ternura, que desciende abundante sobre cada una como un tenue rocío.

¡Visión verdaderamente alegre y delectable para muchos! La cual nuestro devotísimo Padre, para memoria eterna de los venideros, con un pincel afectuoso aunque rudo, mandó colocar en el oratorio doméstico de S. Pantaleo, para público espectáculo y veneración, para que nuestros alumnos de las Escuelas Pías aprendan y sean animados a rezar con fervor las oraciones comunes, puesto que con ellas obtienen la bendición del cielo, y acumulan gracias. Así lo cita el P. Vicente. Por lo demás, si la visión ocurrió durante el año presente, no es evidente; el citado padre sólo da como cierto que nuestro P. José tuvo esta visión tan amable durante el tiempo de la congregación paulina.

Notas