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El sembrador de la cizaña, quiero decir, el demonio, avivó de nuevo a algunos de nuestros hermanos Laicos, que se habían tranquilizado con el Decreto hecho en la Sagrada Visita, arriba señalado, como si el Decreto Apostólico no los apoyara para ascender al estado clerical; y, como a mí mismo me dijo el cabecilla de los pretendientes, a quien la había dicho que, o se apaciguaban o se fueran de la Orden, él me respondió: -“Nosotros hemos procurado y pedido este favor; si luego no nos lo quieren conceder, tendremos paciencia; no queremos inquietarnos por esto”. Y se fue de conmigo del todo satisfecho. Yo se lo conté la respuesta a N. V. P. Fundador y General y a los PP. Asistentes, que eran los que me habían enviado a aquella embajada, de lo que se alegraron. | El sembrador de la cizaña, quiero decir, el demonio, avivó de nuevo a algunos de nuestros hermanos Laicos, que se habían tranquilizado con el Decreto hecho en la Sagrada Visita, arriba señalado, como si el Decreto Apostólico no los apoyara para ascender al estado clerical; y, como a mí mismo me dijo el cabecilla de los pretendientes, a quien la había dicho que, o se apaciguaban o se fueran de la Orden, él me respondió: -“Nosotros hemos procurado y pedido este favor; si luego no nos lo quieren conceder, tendremos paciencia; no queremos inquietarnos por esto”. Y se fue de conmigo del todo satisfecho. Yo se lo conté la respuesta a N. V. P. Fundador y General y a los PP. Asistentes, que eran los que me habían enviado a aquella embajada, de lo que se alegraron. |
Última revisión de 17:37 27 oct 2014
Ver original en ItalianoCAPÍTULO 24 De algunos rumores aparecidos Después del Capítulo General de 1637 [1637-1640]
El sembrador de la cizaña, quiero decir, el demonio, avivó de nuevo a algunos de nuestros hermanos Laicos, que se habían tranquilizado con el Decreto hecho en la Sagrada Visita, arriba señalado, como si el Decreto Apostólico no los apoyara para ascender al estado clerical; y, como a mí mismo me dijo el cabecilla de los pretendientes, a quien la había dicho que, o se apaciguaban o se fueran de la Orden, él me respondió: -“Nosotros hemos procurado y pedido este favor; si luego no nos lo quieren conceder, tendremos paciencia; no queremos inquietarnos por esto”. Y se fue de conmigo del todo satisfecho. Yo se lo conté la respuesta a N. V. P. Fundador y General y a los PP. Asistentes, que eran los que me habían enviado a aquella embajada, de lo que se alegraron.
Pero a los pocos meses de haber obtenido la dispensa los dos ya ordenados sacerdotes, y haberles concedido el puesto de su profesión, procuraron sublevar a los otros, sus iguales. Y con favores, mediante un Abogado religioso despojado del hábito, que estrujando, como se suele decir, el Breve Apostólico y el Decreto de la Sagrada Congregación, encontró no sé qué adonde agarrarse. Y consiguió hacer otra súplica a la Sagrada Congregación de la Visita, diciendo que habían profesado antes de cumplir 21 años, conforme ordena en sus Decretos el Papa Clemente VIII, de feliz memoria; y que por esta razón eran clérigos y no laicos. La Sagrada Congregación dio oídos a este punto, tanto más, cuanto que los fautores eran muchos; y por diversos caminos, dichos hermanos laicos –sabe Dios de qué manera- buscaban y conseguían dinero para hacer regalos y buenas pagas a sus Procuradores y Abogados.
Esta nueva revuelta se supo por las Provincias de nuestra pobre Orden con grandísimo disgusto, y produjo no pequeña inquietud. Se determinó enviar Procuradores de los nuestros a Roma. Fueron elegidos y enviados a Roma con las debidas recomendaciones.
Yo, que después del Capítulo General fui enviado a Nápoles, como Superior de la Casa de la Duchesca, llegué a Roma, junto con el P. Juan Lucas [di Rosa] de la Santísima Virgen María, el sábado del Domingo In Albis. Fuimos recibidos afectuosamente por N. V. P. Fundador y General; y por él supimos lo que pasaba; y que en la propia casa se habían sujetado a aquella agitación, mas esperaba que todo saldría bien, para mayor gloria de Dios, y tranquilidad de nuestra pobre Orden.
Fuimos adonde el Sr. Cardenal de San Onofre, Presidente de la Sagrada Congregación, y adonde Monseñor Rospiglioso, ahora Emmo. Cardenal, y vimos que la Sagrada Congregación estaba muy bien impresionada a favor de los hermanos; y que en este asunto querían poderosos documentos y recomendaciones que vencieran su opinión. Dimos información de ello a las Provincias; conseguimos que individuos de muchísimo valor escribieran de jure, que se presentaron a la Sagrada Congregación, procurando hacer siempre las cosas informando antes a N. V. P. Fundador y General. Pero éste se afligía, viendo que no se podía remediar tan pronto como se creía.
Finalmente, después de estar en Roma más de un mes, y viendo que las cosas estaban como para durar años, el P. Juan Lucas y yo nos volvimos a Nápoles el día de la Ascensión del Señor, para, desde allí, prestar la ayuda posible y tranquilizar a todos.
Se tomó la determinación de que, mediante la Sagrada Congregación, se pidiera al Sumo Pontífice un Cardenal Protector, y obtuvimos la gracia. Se nos concedió el Emmo. Y Remo. Cardenal Alejandro Cesarini, Príncipe romano, devotísimo de nuestro Santo Instituto, y amiguísimo de N. V. P. Fundador y General. Tomó como Vice-Protector a Monseñor Ilmo. Y Remo. Sebastián Gentili, ahora Obispo de Terni.
Tuvieron varias Sesiones sobre los asuntos de nuestra Orden, sobre todo acerca del alboroto que hacían los hermanos Laicos, que fue impugnado por los mejores Abogados de Roma, a favor de la Orden. Los mismo Laicos, viendo excluida su pretensión, sacaron a la luz otro motivo absurdo, diciendo que sus Profesiones, y también de otros, eran nulas, por no haber hecho escrutinio antes de admitirlos a la Profesión, como dicen nuestras Constituciones y Decretos Pontificios, y mucho más los que habían hecho las primeras Profesiones. Sólo N. V. P. Fundador y General, con sus 4 Asistentes habían dado el voto, porque éstos [votos] estaban divididos en varias partes entre las casas de nuestra pobre Orden, y por eso no habían podido hacer el escrutinio de los que admitían a la Profesión.
Por eso, después de diversas consideraciones y Sesiones, se obtuvo del Papa un Breve, que declaraba válidas todas las Profesiones, como en él se puede ver.
También se podrían ver en los mismos documentos que estaban en el Archivo romano de nuestra Casa. Yo los guardé, con muchos otros de gran importancia; pero estos años han sido quemados, con mucho perjuicio de todos, porque había cosas importantísimas para el Proceso y Beatificación de N. V. P. Fundador y General, y para hacer nuestras Crónicas; que con ese interés los había recogido y guardado yo durante muchos años, pues eran los originales de cuanto había sucedido con el tribunal del Santo Oficio en Roma, y el proceso de Mario [Sozzi] en Florencia.
Estas cosas que jamás se podrán recuperar. Las habíamos recibido de propia mano del Emmo. Albici, en aquellos tiempos Asesor del Santo Oficio. Él nos los dio para que los conserváramos, después de reconocer que había sido engañado en todo lo que le habían obligado a hacer contra N. V. P. Fundador y General. Los han quemado los nuestros, desde 1659 hasta aquí; lo mantengo, porque ellos aparecían implicados en alguna cosa, como partidarios de los destructores de nuestra pobre Orden.
El principal de ellos –perdóname, lector, si escribo así; porque yo, que los he visto y leído, sé de cuánta gloria eran para Su Divina Majestad, y para N. V. P. Fundador y General; y, por consiguiente, para toda nuestra Congregación; y para todo el mundo, si los hubieran leído—el principal, añado, de aquellos que los quemó, cayo pocos meses después en una enfermedad de hidropesía, además de otros “malanni”[Notas 1]. Y, aunque se hizo todo lo que la medicina enseñaba, sin embargo, murió, habiendo antes pedido perdón a todos de los que había disgustar, y a los ausentes.
Como en estos documentos por mí conservados, se puede ver minuciosamente todo, los dejo para quien tenga más talento para reunirlos.
El Emmo. Protector escribió a algunos de los nuestros, y a mí particularmente, demostrando su afecto por la tranquilidad de la Orden. Le parecía conveniente ordenar a algunos de los Laicos, declarándoles, en primer lugar, clérigos, en consideración a que habían profesado antes de los 21 años, tal como piden los Decretos del Papa Clemente VIII. Pero, como se había respondido que dichos Decretos no dan por nulas las Profesiones, sino que molestan a los Superiores que los admiten, y mucho menos los declaras clérigos, y que por eso no los acreditaban para ser clérigo, Su Eminencia me escribió a mí en la forma como pongo debajo[Notas 2].
Finalmente, Su Eminencia, en 1640, obtuvo un Breve Apostólico en el que se declaraba que todos los Hermanos Reclamantes que habían profesado antes de los 21 años, fueran clérigos. Y, después de pasar el examen en Roma, se pudieron ordenar, etc. Sacerdotes, con tal de que se examinaran dentro del término que les indicara dicho Emmo. Protector Cardenal Cesarini.
N. V. P. Fundador y General me informa en una toda de su mano, el día 19 de mayo de 1640, estando yo en Mesina, y me da la razón con estas palabras:
“Aquí ha sido declarados clérigos con Breve, los Reclamantes que han hecho la profesión antes de los 21 años; y, examinados algunos con orden expresa del Sr. Cardenal Protector. De los aprobados para órdenes sagradas, han sido ordenados cuatro, etc. A mi parecer, esto proviene del consejo del P. Torcuato de Cupis, que ha sido Maestro del Señor Cardenal. Y así lo ha entendido también el Papa, y así quiere que sea. Por eso, es necesario tener paciencia, y poner remedio a lo demás lo mejor que se pueda”.
Dicho P. Torcuato de Cupis era jesuita, y examinador público en Roma. Por eso los pasó a todos. Si fue para mayor gloria de Su Divina Majestad, o para mantener en nuestra pobre Orden la inquietud, lo dejo al juicio del mismo Señor.
Carta del Emmo. Cesarini, nuestro Protector a mí[Notas 3]:
“M. R. P.
-He visto lo que V. P. y otros Padres me han escrito en la suya del 23 del pasado, a propósito del Breve de Nuestro Señor, publicado en beneficio y tranquilidad de la Orden. Habiendo sido ya escuchados los Padres Reclamantes, discutidas por personas doctas todas, y no interesantes sus razones,-que casi han sido las mismas las de todos-, se ha decidido que cada uno debe tranquilizarse y obedecer la disposición de dicho Breve, como ya ha hecho la mayor parte. Quede, pues, al cuidado de V. P. disponer a los Padres de ahí a lo mismo, que tendrá mérito ante el Señor, y a mí me resultará gratísimo. Me encomiendo a V. P. en sus oraciones. Roma, a 18 de febrero de 1640.
De V.P., el Cardenal Cesarini”.