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Revisión de 16:48 21 oct 2014
- CAPÍTULO 7 De la ida del P. Mario a Roma Y de lo que allí pasó [1642]
Nuestro Protector, el Emmo. Y Revmo. Cardenal Cesarini, además de haber visto él mismo el proceso y procesos hechos contra el P. Mario de San Francisco, -que tanto inquietaban en Florencia a nuestros pobres Religiosos, con tanto perjuicio para nuestra pobre Orden- para proceder con más serenidad y justicia, ordenó revisar los mismos procesos por parte de peritísimas personas en tales materias de Regulares. Y, después de consultar el remedio, juzgó necesario ordenarlo ir a Roma.
Le enviaron obediencia para que fuera a Roma, y fue; pero tan lleno de calumnias y maquinaciones, -no sólo para su defensa, sino también para ofender a los demás- que causan estupor; pues, aunque yo no las sé, sin embargo, por los efectos se puede concluir que eran más que grandísimas.
Pero el Revmo. Muzzarelli le proporcionó tales cartas de favor, que amenazaban grandes males. Lo recomendó, con toda amabilidad, a toda la Sagrada Congregación de la santa Inquisición, sobre todo a Monseñor Ilmo. Asesor [Albizzi]. Decía que todo provenía de que había descubierto a Faustina, y se trataba de una persecución de nuestros Padres. Alababa y exaltaba al P. Mario hasta las estrellas; lo honraba siempre con el título de delator de los errores de Faustina, aunque no fuera verdad; porque, de hecho, había sido el P. Maestro Della Fratta, cuando él era Inquisidor en Florencia, como luego se demostró, por lo que fue premiado con el Obispado.
Así pues, con buena información y honroso título, no sólo superó el proceso, sino que, favorecido por dicho sagrado Tribunal, éste mismo preguntó al P. Mario en qué quería ser premiado por el Santo Oficio por tal denuncia. Él pidió ser nombrado Provincial de las Escuelas Pías de Toscana.
La Sagrada Congregación, por medio de Monseñor Ilmo. Asesor del Santo Oficio, que era Monseñor Albizzi, ahora Emmo. Cardenal, ordenaron a N. V. P. Fundador y General que le hiciera la patente de Provincial de Toscana; y, como y había otro Padre, fue necesario relevar enseguida al que había, y elegir al P. Mario de San Francisco, de Monte Pulcino.
La patente estaba hecha como se hacían ordinariamente las demás, y entregada por mano de Mons. Ilmo. Asesor, el cual, al mostrársela al P. Mario, no le gustó, y pidió otra con más atribuciones. N. V. P. ordenó extender otra con mayor autoridad, que tampoco gustó al P. Mario, porque quería ser General, y no Provincial sólo de Toscana. Entonces N. V. P. Fundador, para satisfacer mejor su ambición, dijo a Monseñor Ilmo. Asesor, que tuviera a bien ordenar extender una conforme a sus deseos; que él la firmaría y pondría el sello. La hicieron según todas las peticiones y gustos del P. Mario. Tal como decía, Mario era, verdaderamente, Vicario General, más que Provincial de Toscana; porque, entre otras cosas, afirmaba que el P. Mario podía llamar para su Provincia a los individuos que le gustaran de todas las Provincias y casas de la Orden; que no obstara cargo ni excusa alguna, que N. V. P. General no se los podía quitar, sino que el P. Mario podía cambiarlos, y llamar a otros, siempre y a su gusto, sin impedimento alguno, ni necesidad de licencia del P. General.
Con esta patente, estuvo algún tiempo fijo en Roma, para mostrarse victorioso y Señor absoluto, y poner a todos a sus pies, con la mayor y engreimiento y vanidad que se pueda imaginar en una persona.
Carta de N. V. P. General y Fundador:
Copia:
Fuera: Al P. Superior de las Escuelas Pías. Mesina.
Dentro: Pax Christi
Dios sabe la pena que tengo, al no poder darle actualmente remedio a esa Casa, a causa de que el P. Mario, favorecido con razón por la sagrada Congregación, me está llevando a Florencia distintos individuos de diversas casas. Se maravillaría si se los dijera todos. Espero, sin embargo, tomar un resolución, con la que se ponga remedio a algunas faltas, como quizá le diga por otra carta.
Antes de ayer, al amanecer, murió nuestro vecino el Cardenal de Torres, Arzobispo de Monreale. El Señor nos bendiga a todos. De Roma, a 3 de mayo de 1642.
Siervo en el Señor, José de la Madre de Dios”.
Esta carta, en su parte interior, dentro, está toda escriba de mano propia de N. V. P. General y Fundador; me la escribió a mí, Vicente [Berro] de la Concepción, cuando yo estaba en Mesina. En ella se puede ver la paciencia y humildad de Nuestro Venerable Padre.