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CAPÍTULO 15 De cómo fue elegido El Visitador Apostólico [1643]

Mario de San Francisco buscaba cada vez más ayudas, para que el Tribunal de la santa Inquisición perpetuara la destitución del Generalato de N. V. P. Fundador y General.

Pero, como la sagrada Congregación se había desengañado de las falsas calumnias con que le habían acusado, estaba muy precavida hacia tal destitución, para no ofender a Dios.

Finalmente, hacia la mitad de marzo<ref group='Notas'>Al margen dice: “Es decir, el 10 de marzo”.</ref> de 1643, para dar gusto al P. Mario, invistieron al M. R. P. Agustín Ubaldini, de la Orden de los Somascos y Consultor del Santo Oficio, con el título de Visitador, para que visitara nuestra pobre Orden. Había rehusado modestamente el título Visitador un Padre Carmelita descalzo, también Consultor del sagrado Tribunal, por la reverencia que sentía por N. V. P. Fundador y General.

La Sagrada Congregación asignó a dicho Reverendo Padre Visitador Apostólico cuatro Asistentes, con voto. El 1º quisieron fuera el mismo P. Mario [Albizzi] de San Francisco, y que él nombrara los otros tres Padres Asistentes. Él nombró al P. Santino [Lunardi] de San Leonardo, de Lucca, al P. Juan Estebas [Spinola] de la Madre de Dios, genovés, y al P. Juan Francisco [Bafici] de la Asunción, también genovés, Religiosos dignos de tal dignidad, adictísimos a N. V. P. Fundador y General y a nuestro Instituto.

Mario hizo esta elección con mucha política, y con la idea de adquirirse, no sólo crédito de ser religioso virtuoso, sino también deseoso del bien público de la Orden, al elegir tan buenos compañeros y colegas; pero no lo hacía con la intención de servirse de sus consejos y de imitarlos en las virtudes.

Al cabo de un tiempo llegaron a Roma, y se reunieron todos. Como en el gobierno de la Orden tenían voto decisivo, el P. Mario, zorro como que era, quería demostrar que hacía lo que a ellos les parecía bien, para obligarlos y atraérselos, pero hizo todo lo contrario.

El Revmo. P. Ubaldini, Visitador, demostró verdaderamente la religiosidad y la nobleza de su sangre en su administración y Visita, portándose con toda reverencia hacia N. V. P. Fundador y General, estimando también mucho a todos los demás Religiosos nuestros en las oraciones, en las que confiaba mucho, como se puede ver en una carta que me escribió a mí, y que transcribo aquí al pie de la letra.

Carta del Revmo. P. Ubaldini

Fuera: Al Rev. En Cristo P. Vicente [Berro] de la Concepción, Pobre de las Escuelas Pías. La Duchesca. Nápoles.

Dentro: Pax Christi

Rev. Padre en Cristo

“Agradezco a V. R. que haya tenido a bien enviarme este mensaje de congratulación. Sin embargo, esté seguro de que, al aceptar este cargo, lo he hecho, sobre todo, para servir a los Superiores, que con repetidas peticiones me lo han encomendado. Porque mi pensamiento era totalmente ajeno a ello, pues es demasiado pesado para mis espaldas. Por eso, estoy seguro de encontrar algún Simón Cireneo que, mediante sus oraciones, me ayude a llevarlo, y a dar a todos la satisfacción que conviene. Y para terminar, pido al cielo lo colme de sus bendiciones. Sin más. De Roma, a 26 de marzo de 1643.

De V. R.

Afmo. servidor en Cristo

Agustín Ubaldini G. y Visitador Apostólico”

Respondió también con mucha cortesía a todos los demás que le escribieron, como recuerdo haber visto en las cartas enviadas a los nuestros a Nápoles, y a otros sitios. Y todos esperaban un rápido y óptimo éxito en su persona.

Notas