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- CAPÍTULO 3 Súplica de los Diputados de Nápoles al Virrey A favor de las Escuelas Pías [1646]
“Ilmo. y Excmo. Señor
Los Elegidos de la fidelísima ciudad de Nápoles, suplican a Vuestra Excelencia, y le quieren dar a entender, que hace casi treinta años que Su Santidad Paulo V, de feliz memoria, al tener perfecta noticia de la Obra que hacen los Padres Pobres de las Escuelas Pías, enseñando gratis, por amor de Dios, a los niños pobres, aprobó dicho Instituto. Y después, al ver el progreso de la Obra, el Papa Gregorio XV erigió dicha Congregación en Orden con votos solemnes, confirmando las Constituciones de aquélla
-fundada por el P. José de la Madre de Dios, en el siglo José Calasanz, nativo del Reino de Aragón, antes Vicario General del Ilmo. y Revmo. D. Andrés Capilla, Obispo de Urgel-.
Esta Orden fue introducida en este Reino de Italia por Su Majestad Católica, durante el gobierno del Excmo. Señor Duque de Alcalá, con carta particular de Su Majestad Católica, que la recomendaba mucho a todos sus supremos y Regios Magistrados, como cosa muy provechosa al público, y llena de caridad, de cuyo ejercicio recibían grandísimo beneficio sus vasallos; y además, porque dicha Orden fue fundada por un vasallo suyo.
Hace tres años, se sublevó un Religioso de dicha Orden, el cual mandó buscar algunos testimonios en contra del P. Fundador y General, bajo pretexto de que había dicho que la Corona de España sufría tantas penalidades porque el Papa Urbano VIII era partidario del Rey de Francia, y otras calumnias igual de falsas. Por esas cosas fue suspendido del cargo de General, y colocado en el gobierno de la Orden aquel agitador, el cual, movido por su espíritu de ambición, urdió e inventó aquellas calumnias. Intervino también para que se diera como Visitador Apostólico a un Padre jesuita, partidario suyo. Ante esta novedad, se conmovió todo el cuerpo de la Orden, que quedó tremendamente perjudicada, y elevó muchas súplicas a Su Santidad el Papa Urbano VIII, y al Sumo Pontífice actual, pero sin ningún fruto, por las malas informaciones de aquel Padre Visitador.
El problema fue luego encomendado por Su Santidad a una Congregación de cuatro Emmos. Cardenales, lo cuales determinaron, el día 18 de julio de 1645, que el P. General y Fundador fuera repuesto en su cargo. Pero, como continuaron las malas informaciones dadas por el P. Visitador, y por algunos pocos de sus secuaces, el Sumo Pontífice actual hizo, no sólo sobreseer el Decreto de la Sagrada Congregación, sino más aún; pues en estos días ha sacado un Motu Proprio para la supresión de esta pobre Orden, aunque aún no se ha publicado en este Reino. En él ordena que no se reciban más Religiosos, ni haya General, ni Provincial, sino que estén sujetos a los Ordinarios de los lugares. Esto es lo mismo que erradicar del mundo, de hecho, una Orden de mucha caridad, y de un beneficio muy grande al público; sobre todo de los pobres. Orden fundada por un Religioso muy ejemplar, y aragonés. Su beneficio, además de la gloria de Dios, revierte no poco en honor de Su Majestad Católica, por cuya exaltación rezan públicamente a Dios millares de niños inocentes; además de los Religiosos en sus oraciones. Y mucho más seguirá haciéndolo en el futuro, si, con el favor de Vuestra Excelencia, Su Santidad no lleva a efecto este Motu Proprio, al menos en los Reinos de Su Católica Majestad.
Por tanto, como dichos suplicantes han visto y conocido por la experiencia la utilidad que se deriva del ejercicio y la obra de estos Padres en esta fidelísima ciudad, y ven también lo mismo en otras casas fundadas en este Reino,
SUPLICAN a Vuestra Excelencia tenga a bien insistir constantemente ante Su Santidad, para que permita conceder a esta pobre Orden las gracias y privilegios que le fueron concedidos por Gregorio XV, de feliz memoria, al menos en estas casas que están en este Reino de Su Majestad Católica, como también en Sicilia y Cerdeña. Y, además, hará una cosa grata a Su Majestad Católica, defendiendo una Orden fundada por un español.
Será también una acción digna de la grandeza de un Príncipe como Vuestra Excelencia; y la ciudad entera, unida con el Reino, quedarán agradecidísimos a V. E.; y la Orden y los Religiosos reconocerán por siempre a V. E. y a toda su Eximia Casa como Protector y defensor perpetuo, quedando deudores de pedir continuamente a S. D. M., en sus ejercicios y oraciones, por su perfecta salud y exaltación. Recordamos además a V. E. que el Duque de Alcalá, en el tiempo en que gobernó este Reino, se interpuso ante Su Santidad en una ocasión semejante, para favorecer y proteger la Orden de Santa Lucía del Monte. Todo lo cual lo considerarán como un gran favor.
Et Deus, etc.”.
Su Excelencia escribió al Papa e hizo la instancia con todo cariño; y creo que la súplica que envió está en nuestra; pero no recuerdo si fue presentada, y qué efecto produjo
Esta súplica, dada por los Electos al Virrey, no sé si fue al mismo tiempo que la primera, porque hay alguna diferencia. Sin embargo, estoy seguro de que se hicieron, porque pasaron por mis manos y por las del P. Juan Carlos de Santa Bárbara, estando ambos entonces en Nápoles; y yo obtuve una copia.