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15.03. Los firmantes y sus motivaciones
El cardenal Giustiniani fijó la fecha de la última o últimas reuniones conjuntas, que se celebraron en el convento de carmelitas de la Scala, en presencia del purpurado, del P. Ruzola y probablemente también del P. Juan de Jesús María. Representaban a las Escuelas Pías el P. Prefecto, José Calasanz, el abate Glicerio Landriani y el P. Gaspar Dragonetti. Y añade Bernardini: 'En éstos descansaba toda la autoridad de la Congregación de las Escuelas Pías, pues los otros eran todos movibles y no numerados en la congregación'.<ref group='Notas'>Ib., p.263.</ref> Por parte de los luqueses estarían presentes los tres que componían la Dieta extraordinaria, convocada el 9 de noviembre de 1613 para tratar precisamente este asunto, y eran el P. Alejandro Bernardini, General, el P. José Matraia, Rector de la casa de Roma de Santa María in Pórtico, y el P. Juan Bª. Cioni, Vicerrector de la casa de Luca de Santa María de Cortelandini, en nombre de su Rector.<ref group='Notas'>Cf. C. VILÁ, ‘En torno a la unión…’, p.200.</ref> También en estos tres radicaba toda la autoridad de la Congregación luquesa, como se asegura en el documento oficial en que aceptarán el breve apostólico.<ref group='Notas'>'Nos infrascripti, penes quos residet plena et independens auctoritas totius nostrae Congregationis…'. Y firman los tres (cf. ib., p.235).</ref>
El paralelismo de la fórmula aplicada a los dos grupos o ternas de representantes amengua la impresión pesimista de las apostillas de Bernardini referentes al grupo de Calasanz y nos sugiere que tanto este último como Giustiniani y los carmelitas exageraran la situación de la Congregación de las Escuelas Pías en estos trámites iniciales para justificar la necesidad urgente de la unión. En efecto, dice Bernardini que 'los otros eran todos movibles y no numerados en la Congregación'. Que fueran movibles es lógico, pues no estaban vinculados con voto alguno; pero no se entiende qué quiere decir “no numerados”, dado que un año antes, en octubre de 1612, al comprar la casa de San Pantaleón, firman el documento once individuos, definiéndose expresamente como componentes de dicha Congregación.<ref group='Notas'>'… omnes Rector, Patres et Fratres respective Venerabilis Congregationis Scholarum Piarum Urbis totam Congregationem facientes' (cf. A. GARCÍA-DURÁN, o.c., p.118, n.587). Vilá, comentando el párrafo de Bernardini, dice: 'No acudieron otros, pues no pertenecían de modo estable a la asociación: eran asalariados' (PosCas.I, p.145). Tenían, sin embargo, la estabilidad propia de una Congregación secular sin votos y no otra. Además, según Bernardini en sus Crónicas, estos operarios sólo recibían 'il puro vitto' (f.48v), y de todos ellos sólo alude al 'salario del maestro del scrivere' (Sarafellini) (f.40v), qué nunca se consideró miembro de la Congregación (ib., p.269 y 265).</ref>
Igualmente sigue escribiendo Bernardini que, de los tres nombrados, 'el P. Prefecto era ya de edad y poco sano, luego poco cabía esperar de su salud y vida. El P. Abate, por ser más dado a ejercicios de mortificación y devoción que a otras cosas, y el P. Gaspar, por su grave edad y por dar actualmente una sola clase no podían, en caso de faltar el Prefecto, llevar este peso'.<ref group='Notas'>Ib., p.263. El pronóstico era acertado, pues Calasanz tenía ya cincuenta y seis años, Dragonetti había cumplido los cien, pero mientras Glicerio, el joven de las esperanzas, moriría cuatro años más tarde a los treinta de su vida, Calasanz llegaría casi a los noventa y uno y Dragonetti a los ciento quince.</ref> Los hechos, sin embargo, desmintieron este pesimismo, quizá intencionado, no sólo por la inesperada longevidad de Calasanz y aun de Dragonetti, sino también porque de los once firmantes el año anterior al comprar la casa perseveraron hasta su muerte en la Congregación de las Escuelas Pías, además de los tres nombrados, otros tres, entre los que se hallaba el P. Juan García del Castillo, llamado normalmente P. Castilla, futuro sucesor de Calasanz como General de la Orden.<ref group='Notas'>Los otros dos fueron los PP. Lorenzo Santilli y el español Tomás de Victoria (cf. G. SÁNTHA, ‘350 anni a condita domo S. Pantaleonis…’, p.268).</ref> Lo cierto es que, con más o menos sentido pesimismo, la perspectiva de futuro de las Escuelas Pías necesitaba solidez y estabilidad constitucional, y ése era el motivo que les aconsejaba la unión.
Las razones que tenían los luqueses eran de otra índole, pero igualmente poderosas. Calasanz las sintetizó asi en un Memorial de 1616: 'en 1614, los Padres de la Congregación de Luca, viendo que por espacio de 40 años su Congregación no había crecido a más de 40 o 50 personas, pensaron que para hacerla religión no había medio más oportuno que unirse con el instituto de las Escuelas Pías, juzgándolo el más útil y necesario de todos los demás'.<ref group='Notas'>EGC II, p.49-50. Según datos fehacientes de 1614, los religiosos de la Congregación eran 45, de los cuales 25 en Luca (cf. C. VILÁ, ‘En torno a la unión…’, P.215, n.53). El P. Casani escribía en octubre de 1615: 'Si dice che al presente non sono in Congregatione piu di 18 sacerdoti professi et un novitio et altri giovani indirizzati a prender I'ordini sagri' (EC VI, P.2725).</ref>
Este estancamiento se debía en parte a que sólo admitían en la Congregación a los naturales de la república autónoma de Luca, -y como no hacían voto de pobreza recibían las órdenes mayores a ‘título de patrimonio’, lo cual reducía forzosamente el número, pues sólo podían ingresar los ricos. Y de hecho, los miembros de la Congregación eran generalmente de ricas familias de Luca, de apellidos distinguidos. Para ser Orden debían emitir el voto solemne de pobreza y, entonces se ordenarían a ‘título de pobreza’, con lo que facilitarían el acceso a gente más sencilla, sin patrimonio, asegurando la supervivencia de la corporación. No era fácil, empero, conseguir de la Santa Sede la elevación a Orden religiosa, dada la oposición oficial, basada en el canon 13 del IV Concilio de Letrán, de 1215, en que se prohibía la creación de nuevas religiones en la Iglesia. El nuevo instituto de las Escuelas Pías era considerado por todos como muy útil y provechoso para la Iglesia, y era además muy estimado y favorecido por el papa y muchos cardenales, de modo que no sería tan difícil conseguir el propósito apoyándose en él. Bernardini ratifica expresamente estas ideas, asegurando que no sólo Giustiniani y Ruzola, sino también todos los prelados y religiosos con quienes consultaron, les dieron fundadas esperanzas de conseguir lo que deseaban.<ref group='Notas'>'Ci fu fatto da tutti loro (Giustiniani y Ruzola) grand'animo et datoci grande esperanza di conseguire questo intento della religione, perché considerando essi quanto era utile questo instituto nella Chiesa Santa… dicevano che questa cura sarebbe stata ottimo mezzo per farci ottenere questo stato assecurandoci che in altra maniera, per esser moltiplicate le religioni non si sarebbono mai arrivati… Si hebbe il medesimo consiglio da altri prelati e religiosi di qualitá et intelligenza, e sapendosi che I'opera (de las Escuelas Pías) era stimata dal sommg Pontefice, da diversi cardinali e sig.ri della corte, e che era desiderata da principali cittá d'Italia e fuori d'Italia, si giudicò che con questo mezzo la congregatione poteva esser elevata dalla polvere della terra nella quale era stata molto tempo involta a stato buono e perfetto per maggior servitio di Dio' (A. BERNARDINI, o.c., p.264).</ref> Es indudable, pues, que ambas partes tenían puestas sus esperanzas en esta unión como medio seguro de estabilizarse y conseguir sus propósitos, y, por tanto, se respiraban aires de satisfacción y de euforia.