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15.07. Los nuevos ángeles custodios

Y hablando de procesiones, hay que mencionar otra práctica similar, característica de las Escuelas Pías, inaugurada precisamente en el verano de 1615. Es también Bernardini el primero en darnos la noticia y las graves razones de su implantación. He aquí cómo la describe:

En el mismo mes de junio se dio principio en las Escuelas Pías a un ejercicio, que si bien era muy fatigoso, era no obstante de gran caridad y muy útil para los alumnos el continuarlo. Era cosa corriente que cuando salían de la escuela por la mañana y por la tarde hicieran en la calle muchas cosas no sólo de niños, sino otras de mala índole, y además, hombres viciosos, de los que el mundo está lleno, tenían la osadía de tentarles y llevarles a hacer cosas feas y nefandas. Para remediar estos inconvenientes, habiendo recibido los Padres muchas veces quejas de diversas partes, resolvieron después de considerar bien el asunto, que fueran acompañados a sus casas por los nuestros mañana y tarde… Se dividieron todos los alumnos de Ia escuela en seis escuadras, dirigidas cada una de ellas por dos de los nuestros que les acompañaran, procurando que los niños procedieran con modestia. Las escuadras iban por aquellas partes en que vivían los niños… y así iban distribuyéndolos por toda la ciudad. Cada escuadra era muy numerosa, y alguna pasaba de los 200 niños, y estaban tan amaestrados que iban con gran modestia y decoro, con el rosario en la mano, de modo que viéndose mañana y tarde aquellas procesiones por Roma, daba extraordinario gusto y el pueblo, la nobleza, prelados y cardenales alababan la obra, teniéndola como una de las principales de Roma'.<ref group='Notas'>Ib., p.276.</ref>

No dice Bernardini de quién procedió la idea. La tradición escolapia, partiendo de Caputi, atribuye la iniciativa a Landriani, quien ciertamente, ya antes de que se adoptara esta práctica. hablaba expresamente de los peligros morales de la calle.<ref group='Notas'>Con fecha del 29 de septiembre de 1612 escribe Glicerio a su tío el cardenal Federico Borromeo y no menciona esta práctica; y lo hubiera debido hacer, si ya existía, pues dice: 'espero que el Señor quiera servirse de mí para esta obra suya, la cual es tan importante que me causa estupor, pues estos hijos de los pobres, que suelen ir por la plazas sin freno alguno del Temor de Dios, dándose a toda clase de deshonestidades de palabra y de actos feos, aquí se apartan del ocio y del mal con la ayuda de Dios se ocupan en ejercicios, con el espíritu y conocimiento de la Doctrina Cristiana'. (EC III, p.1636).</ref> Y fueron esos peligros los que le movieron a hablar con Calasanz, presentándole su plan de acompañamiento.<ref group='Notas'>Caputi, que no conoció las Crónicas de Bernardini, escribió medio siglo más tarde: 'Gli fu detto (a Landriani)… che alcuni scolari usciti dalla scuola erano chiamati d'alcuni dentro i Palazzi e facevano del male, altri si mettevano a giocare per le strade et altri davano mal esempio, conferi I'Abbate il tutto con il Fondatore et li disse che… li voleva accompagnare con un altro sino alle proprie case…) (cit. en SÁNTHA, SJC, p.363, n.5).</ref> Y sigue Caputi diciendo:

Gustó mucho al Fundador este pensamiento del Abate, a quien, viéndole como iluminado por Dios, iba pensando en complacerle y animarle en sus santos propósitos… por lo cual el P. Fundador hizo una conferencia a todos los padres y hermanos para que se dispusieran gustosos a hacer la caridad de acompañar a aquellos pobrecitos, haciendo el oficio de Angeles Custodios… y él sería el primero en ponerlo en práctica, queriendo que nadie se abstuviera, ni Superiores ni confesores, haciendo al menos una vez por semana este acto de piedad y humildad a la vez'.<ref group='Notas'>Ib., y véase luego la n.61 (texto de las CC).</ref>

Caputi habla de cinco escuadras, cuyos itinerarios radiales nos cercioran de que los niños provenían de todos los barrios de Roma: una pasaba por la ‘Rotonda’ o Panteón y llegaba hasta ‘Trinità dei Monti’ o Plaza de España, y la guiaba el anciano Calasanz; la segunda la llevaba Glicerio Landriani, y pasaba por ‘Campo dei Fiori’, llegando al ‘Trastevere’; otra por el ‘Gesù’ hasta Santa María Mayor; otra por la ‘Via dei Banchi’ iba a Borgo o San Pedro y la última por ‘Via della Scrofa’ Ilegaba hasta la Plaza del ‘Popolo’.<ref group='Notas'>Ib. Caputi dice que eran cinco escuadras, mientras Bernardini dijo seis, pero sólo enumeró cinco, cuatro de las cuales coinciden con las de Caputi; omite la de ‘Trinità dei monti’ que llevaba Calasanz, y añade la de ‘S. Marco’, que por su cercanía con el Gesù partece ser la que iba a ‘Santa María Mayor’.</ref> Lo más probable es que peque de exageración, como tantas veces, al asegurar que 'el P. General acompañó siempre a los niños hasta el año 1642', es decir, hasta sus ochenta y cinco años, aunque tampoco se puede negar la posibilidad anecdótica de que la última vez en su vida que acompañó a los niños fuera realmente ese año.

Mucho, muchísimo debió de gustarle esta práctica al Santo Fundador, como nos dijo Caputi, pues quiso que el papa la prescribiera en el breve de fundación de la Congregación Paulina, pero se prescindió del detalle.<ref group='Notas'>En el anteproyecto del breve hizo constar expresamente, como medio educativo: 'eosque ad domos proprias, quando a Gymnasio recedunt, comitando' (cf. PosCas, p.300, n.3). Se omitió en el breve (cf. ib.,.p.305, n.3).</ref> No obstante, lo volvió a incluir en las Constituciones de la Orden.<ref group='Notas'>'… eos, ut moris est, ad proprias domos comitabuntur, quem humilitatis actum omnes exequentur, etiam Confessorii et superior saltem semel in hebdomada' (CC, n. 116).</ref> Pero es interesante observar que, sin negarlo, no le gustaba acentuar enfáticamente el peligro para la pureza de los niños, al que no alude en las dos ocasiones recordadas, mientras en otros textos suyos se refiere a los peligros del tráfico<ref group='Notas'>'Siino avvertiti diligentemente i nostri in provedere li pericoli delle carrette, de'cavalli, e d'altri, che sono frequenti nella cittá, nei quali pare che li figlioli a bello studio corrano, procurando li máestri di allontanarli' (‘Riti comuni’ en G SÁNTHA, o.c., p.365, n.11).</ref> o dice simplemente que 'los acompañaban de mañana y a la tarde desde las escuelas a sus casas a fin de que no se desvíen ni den disgusto por las calles a nadie'.<ref group='Notas'>EGC II, p.56. El acompañamiento alejaba 'aquellos peligros morales', por sí mismo, sin necesidad de decirlo expresamente.</ref>

Aunque en nuestro caso la iniciativa parece haber sido de Landriani, y concretamente por motivos de precaución moral, como dicen Bernardini, Caputi y el mismo Glicerio, no faltaron quienes dijeran que esa práctica era costumbre entre los protestantes de Alemania o de otras partes.<ref group='Notas'>'Questo accompagnamento veramente non é dell'istituto, come puó vedersi nel Breve del'Eretione, ma aggiunto nelle Costituzioni et introdotto al tempo de Maestri secolari, dicesi per haver inteso costumarsi da maestri heretici in Germania o altrove, il che non si verifica, e in ogni caso non v’è occasione alcuna di imitare le loro ipocrisie' (CASTELLI, ‘Discorso sulle Scuole Pie’, cit. en G. SÁNTHA, o.c., p.363, n.3).</ref> No se ha constatado que así fuera. Sin embargo, quizá se trate sólo de la persistencia, en alguna manera, de la antigua costumbre de la época clásica greco-romana, en que los 'pedagogos' de familia solían también acompañar a sus pupilos de casa a la escuela y viceversa para protegerles. Ni faltan testimonios de que en Zaragoza, Valencia y Barcelona había estudiantes universitarios pobres que desempeñaban ese oficio para ganarse de vivir, en la segunda mitad del siglo XVI.<ref group='Notas'>'En Zaragoza ha havido y hay de ordinario más de 800 estudiantes y algunos ellos mil y los más dellos pobres, que se entretienen unos sirviendo, otros ‘llevando muchachos a la escuela’ como se haze en Valencia y Barcelona y otros cantando por la noche por las calles y les dan limosna…' (Alegato de la ciudad de Zaragoza al Rey, en 1583: M. JIMÉNEZ CATALÁN – J, SINUÉS Y URBIOLA, ‘Historia de la Real y Pontificia Universidad de Zaragoza’, III, p.86). En Zaragoza, Ios estudiantes universitarios pobres 'hallarán mucha comodidad para poder sustentarse en casas de cavalleros y ciudadanos para maestros de sus hijos o para acompañarles al estudio' (de otro Alegato de Zaragoza, de 1583, en ib., p.84).</ref>

La novedad, en las Escuelas Pías y entonces particularmente, estaría al menos en haber institucionalizado esta práctica como medio pedagógico de educación vial y prevención de abusos morales, además de haber puesto al servicio de los pobres lo que entonces y en otras épocas había sido propio de los nobles y de los ricos.

Notas