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16.12. A lomos de borriquillo

A sus sesenta años el P. José de la Madre de Dios empezaba una nueva etapa de su vida, pues las nuevas fundaciones aquende y allende la caprichosa línea de las veinte millas le obligaron a salir de Roma para inspeccionar, orientar, consolidar, poner alguna que otra primera piedra de nuevos colegios o asistir a la solemne inauguración o consagración de iglesias. Y todo ello, normalmente y por muchos años, a lomos de borriquillo. Forzosamente tendría que evocar los años de su juventud, cuando Mosén Calasanz, Oficial eclesiástico de Tremp y visitador de los arciprestazgos de Tremp, Sort, Tirvia y Cardós, recorría los parajes pirenaicos por caminos y trochas interminables a lomos de mulo con sus alforjas de gamuza al hombro. Ahora, en vez de mulos eran asnillos, pero en vez de caminos tortuosos solían ser las antiguas vías consulares det Imperio, como la Flaminia, la Nomentana, la Tiburtina, la Tusculana, la Casia …, y las alforjas, de rudo cañamazo.

Entre todas las fundaciones, las preferencias se las llevaba Frascati por muchas razones: había sido la primogénita fuera de Roma; era la más cercana a la capital; y sobre todo, su casa, y luego, al construirse en 1634, la iglesia de las Escuelas Pías se había convertido en santuario mariano, al trasladar el mismo Calasanz desde Roma en 1617 un venerable icono de la Madre de Dios, que le regaló don Francisco Bovarelli.<ref group='Notas'>Sobre la ‘Madonna di Frascati’ cf. BAU, BC, p.373-378; CS, I, p.98, n.2; ‘La Madonna delle Scuole Pie nel 350º anniversario della sua venuta a Frascati’ (1617-1967), Frascati 1967; L. PICANYOL, ‘Anno Mariano e le Scuole Pie,’ Roma 1954, p.46.</ref> Desde los primeros tiempos se había establecido una solemnísima procesión de dicho icono por las principales calles de Frascati para el lunes de Pentecostés, que continúa todavía hoy. En tal ocasión solía ir Calasanz y parece ser que así lo hizo muchos años, pero no era muy partidario de procesiones y solemnidades aparatosas.<ref group='Notas'>El 11 de junio de 1628 escribe a Frascati: 'Gran disturbo è per li religiosi I'occupatione circa tante cose ogni anno, come sono queste della festa presente' (que fue el día siguiente) (c.872). Y el año anterior, que tampoco fue a Frascati, les escribió: 'Viene il fratel Giacomo per aiutar costi in queste feste, sebene sarebbe meglio pasarla alla religiosa semplicemente…' (c.620). Controlando las fechas de sus cartas desde 1617 en adelante, salvo los años 1611 y 1618, en que pasa en Frascati algunos meses seguidos, incluyendo el día de la fiesta -si ya se hacía entonces-, en los demás años queda siempre un paréntesis vacío de dos o tres días en torno al lunes de Pentecostés, con la posibilidad de que asistiera, excepto los años 1627, 1628 y 1632 y en los últimos de su vida en que consta que no fue. El año 1637 firma en Frascati una carta con esta data: 'Lunedí dello Spirito Santo', que fue el 1 de junio (c.2732).</ref> Acudió, sin embargo, el día en que se puso la primera piedra de la iglesia, el 6 de mayo de 1632, y el día de la consagración solemne con el traslado de la imagen desde el oratorio doméstico a la nueva iglesia, el día 15 de octubre de 1634.<ref group='Notas'>C. 1781-1782, 2281-2285.</ref> Pero, además de estos días solemnes, solía pasar alguna temporada de descanso en las vacaciones otoñales.

No tan a menudo como Frascati, pero gozaron también de sus visitas y aun largas permanencias los pueblecitos más o menos cercanos de Roma, como Narni, Magliano, Moricone y el minúsculo Poli, a veintiún kilómetros de Roma, sobre los Montes Prenestinos, donde a ruegos de don Appio Conti y su esposa, Jacinta Santivali, Duques de Poli, fundó otro colegio de Escuelas Pías en 1628. Y no ya a lomos de borriquillo, sino con otros medios, llegó por el norte hasta Cárcare y por el sur hasta Nápoles, como veremos luego.

Los constantes, o mejor anuales, desplazamientos del ya anciano Fundador por todas estas casas nos dan la impresión de que a pesar de sus muchos años se siente aún joven y vigoroso, quizá en contraste con su estimado compañero Dragonetti, que sigue sumando años impertérrito hasta 1628, en que muere a los ciento quince de edad.<ref group='Notas'>En su informe de 1622 escribe Calasanz: 'Desde el año 1603 vino a ayudar a dicha obra un viejo venerando de mucho espíritu, el cual había tenido escuela de gramática y humanidades en Roma quizá durante más de 40 años y ahora se encuentra en sus 110 años de edad y ha perseverado siempre y persevera teniendo escuela con las mismas fuerzas como si fuera joven con gran provecho de los alumnos. Se llama Gaspar Dragonetti y es de Leontino, en Sicilia' (c.132a).</ref> Sin ser exhaustivos y ateniéndonos sólo a las dataciones de sus cartas, constatamos que en 1617 y 1618 estuvo en Frascati largas temporadas; en 1619 en Narni; en 1620 en Narni y Magliano; en 1621 en Narni y Frascati; en 1622 en Moricone; en 1623 en Cárcare; en 1624 en Moricone; en 1625 en Fráscati; en 1626-1627 en Nápoles; en 1628 en Frascati y Poli; en 1629 en Poli, Frascati y Narni; en 1630 en Poli y Moricone; en 1632, 1634, 1635, 1636 y 1637 en Frascati; en 1639 en Moricone, donde se consagró la nueva iglesia.<ref group='Notas'>Cf. C. VILÁ-L. CAPOZZI, o.c., p.235-236.</ref> Y es probable que fuera éste -a sus ochenta y un años- el último de sus viajes.

El cariño y las delicadezas que siente Calasanz por sus compañeros de viaje, los borriquillos, dan una nota más de franciscanismo a las muchas que lo distinguen, y tal vez le hicieran volver instintivamente a sus años y añoranzas de infancia peralteña, cuando las largas y diarias reatas de asnillos pasaban por la herrería de su padre antes de adentrarse en el valle de las salinas.

En 1619 escribía a los de Frascati: 'Os mando el borriquillo negro para que lo tengáis ahí diez o doce días y lo tratéis bien para que se reponga un poco, pues aquí se le trata Dios sabe cómo; el blanco quiero mandarlo al noviciado, pues estará mejor que aquí en las escuelas'.<ref group='Notas'>C.32.</ref> En 1629 escribía: “No es maravilla que haya muerto el borriquillo, pues no todos saben cuidar a los animales como conviene y ordinariamente se mueren por falta de cuidados y porque se les maltrata sin darles luego el debido pienso y descanso”.<ref group='Notas'>C.1233.</ref> En 1627 escribía al P. García: “Me gustó mucho el andar del asnillo que alquiló V. R. y si su amo lo quisiera vender por diez escudos al terminar la cosecha yo lo aceptaría a gusto para ir alguna vez a Moricone o ahí a Frascati”.<ref group='Notas'>C.656.</ref>

Hablando de borriquillos es obligado recordar la anécdota siguiente que contó el P. Scassellati en los procesos: 'He oído decir que se preocupaba, como sucedió una vez ayudando al Hermano que se cuidaba del asnillo y fue observado por el Emo. Card. Torres mientras almohazaba al borriquillo y diciéndole qué estaba haciendo, le respondió que enseñaba al Hermano que se cuidaba de él; y esto me lo dijo el P. Arcángel (Sorbino)… que decía haberlo visto con sus propios ojos'.<ref group='Notas'>ProcIn. p.119. La recuerda BERRO I, p.146.</ref> El cardenal Torres vivía en el palacio contiguo y cabe suponer que observara curioso la escena desde alguna ventana, pues la cuadra donde se tenía al asnillo estaba en el sótano, con puerta abierta al ‘Vicolo della Cucagna’, donde debió de ocurrir la escena. Así lo cuenta Armini con detalle.<ref group='Notas'>Cf. ARMINI, ‘Vita’, p.120-121. Sebastián Previsano, que tenía una tienda en los bajos de la casa de San Pantaleón, hablando de la habitación de Calasanz, que da al ‘Vicolo della Cucagna’, dijo en los Procesos 'che ha le finestre di rimpetto al Cardinal Torres' (ProcIn, p.504).</ref>

Por cierto que la ubicación de la cuadra en el sótano dio ocasión a otra anécdota menos conocida, narrada esta vez por Caputi. En diciembre de 1647 hubo unas inundaciones catastróficas del Tíber. Y ante el peligro que corría el borriquillo de morir ahogado en el sótano, mandó Calasanz que se le sacase de la cuadra y 'se le subió a la sala de recreo… donde estuvo tres días y tres noches sin que rebuznara nunca, como solía hacer, pues cuando estaba en la cuadra, tanto de día como de noche rebuznaba con frecuencia y molestaba a veces a los Padres y les interrumpía el sueño, y No se movió de allí ni gritó y el Padre lo encomendó al limosnero para que lo atendiese y no lo hiciese sufrir, pues había servido a la casa más de veinte años'.<ref group='Notas'>CAPUTI, ‘Notizie historiche’, cit. en EcoCen 2 (1948) 14.</ref>

No falta incluso alguno que otro milagro a favor de borriquillos, como el que narra Talenti con pelos y señales: el 24 de octubre de 1639 llegó a Roma desde Campi el P. Francisco Leuci con un borriquillo, acompañando a dos novicios, uno de ellos el futuro P. Caputi, de quien proviene el recuerdo. Los dos novicios hicieron la profesión solemne el día 6 de noviembre en manos del Fundador, el cual les mandó que se volvieran a Campi el día 8 -unos 650 km. de Roma- guiados por el P. Leuci y con el mismo rucio. Pero el pobre animal todavía se resentía de las llagas y rozaduras del viaje anterior. Lo llevaron a un veterinario y les dijo que antes de ocho días no empezaría a mejorar y si partían antes se les moriría en el camino. El Santo Fundador les dijo: '¡Vamos, vamos!, saldréis mañana, pues yo iré a ver al animal'. Fue por la tarde y con su pañuelo le enjugó las llagas. A la mañana siguiente el P. Leuci fue a verlo y lo encontró totalmente sano.<ref group='Notas'>TALENTI, ‘vita’, p.292-293</ref>

Más emotiva, si cabe, nos parece aquella otra declaración procesal del P. Scassellati, a quien se lo contó el P. Sorbino, testigo presencial. Iba una vez de cuestación con el hermano Lorenzo Ferrari, que se impacientó con el asnillo, propinándole una paliza abastonazos. Llegados a casa, el Santo Fundador le dio una reprimenda por lo ocurrido, diciéndole 'que Dios no le castigaba a él así', y -aclara el P. Sorbino- “esto no podía saberlo en manera alguna sino por revelación divina, habiendo ocurrido todo en el campo -mientras iban pidiendo y de ello hará más de 25 años”.<ref group='Notas'>Cf.ProcIn, p.78. La declaración fue hecha el 15 de mayo de 1651, luego el hecho ocurrió antes de 1626.</ref>

Muchas horas pasó Calasanz a lomos de borriquillos, mientras remontaba el valle del Tíber camino de Narni o cruzaba la campiña romana bajando o subiendo por las colinas albanas o sabinas. Quizá no le conmoviera demasiado el esplendor grandioso de los atardeceres de octubre, en que quedaban envueltos él y el rucio -como otro 'Platero' cargado de gloria-. Más bien, pensaba a veces en cosas más profundas: “EI camino para llegar a ser hombre sabio y prudente en la escuela interior -escribía al P. Cananea- es hacerse a los ojos de los hombres como un necio, dejándose guiar como un asnillo. Esta es doctrina verdadera, pero entendida por pocos por ser contraria al sentido y prudencia huma”.<ref group='Notas'>Cf. c.130, fecha del 8 de noviembre de 1622. La misma frase, casi literal, la repite al P. José Frescio en carta del 3 de diciembre de 1634 (c.2300).</ref> Y en las Constituciones de la Orden escribió: los religiosos obedientes “adoptan una actitud gratísima a Dios dejándose llevar y traer por su Providencia a través de los Superiores, como el borriquillo aquel que cabalgaba Cristo el día de Ramos, que se dejaba conducir y guiar a todas partes”.<ref group='Notas'>CC, p.11, c.2, n.108.</ref> Aquel obedecer ‘tamquam cadaver’ de Ignacio de Loyola se transforma en la pluma de José de Calasanz en el manso borriquillo montado por Cristo en un día de hosannas triunfales en boca de los niños de Jerusalén.

Notas