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Revisión de 19:20 23 oct 2014
Ver original en Italiano- CAPÍTULO 2 Súplica enviada Al Virrey de las Sedes de Nápoles [1646]
“Ilmo. y Excmo. Señor
La Orden llamada de las Escuelas Pías, fundada en Roma por un Sacerdote Aragonés, -que aún vive- hace veinte años fundó, pobremente, una Casa en esta nuestra fidelísima ciudad de Nápoles; y con mucho beneficio del público, por ser su ejercicio la doctrina, y la enseñanza de las letras y las buenas costumbres. Y después de enseñar a los alumnos, y acabados sus ejercicios, los acompañan procesionalmente, mañana y tarde, a sus casas. Cuánto es el beneficio que este Instituto aporta al público, por sí mismo se reconoce; pues todos saben cuánto importa echar buenos fundamentos a la juventud, para todo el resto de su vida. Y durante tantos años (además de la gran utilidad que han prestado y presta a esta ciudad, y ciudades, y en otros lugares de este Reino) nunca se ha oído o visto en estos Religiosos más que cosas de edificación, para el público y los privados.
Y como se oye que sufre no pocos acosos en la Corte Pontificia, se suplica a Vuestra Excelencia tenga a bien insistir fuertemente ante Su Santidad a favor de dicha Orden y de sus Religiosos, en nombre de esta fidelísima ciudad y Reino, a fin de que dicha Orden no sea destruida, y cambiado tan santo y necesario Instituto para bien del público.
Porque, si dicha Orden (como se anda diciendo) se reduce a Congregación, muchos de estos Religiosos se irán, y no entrarán otros. Y de esa manera, una obra tan santa, sería indirectamente destruida, y la juventud defraudada en sus enseñanzas, con notable perjuicio de esta ciudad y Reino. Tanto más, cuanto que, con Decreto Colateral de España, Su Majestad aprueba la fundación de esta Orden en todos sus Estados. Porque allí se ha visto el beneficio que sus vasallos obtienen con tan piadoso Instituto. Beneficio que será equivalente a la grandeza de un Príncipe como Vuestra Excelencia; y la ciudad entera, unida al Reino, quedará agradecidísima a Vuestra Excelencia.
Quam Deus, etc.”.
Esta súplica fue presentada por los Diputados de los Escaños, que son siempre Señores de mucha calidad y de la nobleza principal de Nápoles; y algunas veces son todos titulados, y también Ilmos. y Excmos. Duques y Príncipes del Reino. Hicieron esta gestión con todo afecto cuando -por mí y por el P. Juan Carlos [Caputi] de Santa Bárbara-
se enteraron de nuestros sufrimientos.