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Muy optimistas parece que eran las noticias que Pietrasanta comunicaba a Nápoles, apenas concluida la sesión anterior, pues hacia concebir fundadas esperanzas de la reintegración del P. General en el gobierno de la Orden, suponiendo incluso que el P. Mario no se opondría.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.414.</ref> Igualmente, parece que fue satisfactorio el informe que el P. Visitador dio al P. General sobre lo tratado en dicha Comisión, si los de Nápoles se alegraban de ello. El General, por su parte, la primera vez que alude al tema en carta del 10 de octubre a Berro, dice muy lacónicamente: 'hará santamente si prosigue rezando para que los asuntos de nuestra Religión tengan buen éxito, pues los adversarios son muchos y grandes'.<ref group='Notas'>C.4137.</ref>
 
Muy optimistas parece que eran las noticias que Pietrasanta comunicaba a Nápoles, apenas concluida la sesión anterior, pues hacia concebir fundadas esperanzas de la reintegración del P. General en el gobierno de la Orden, suponiendo incluso que el P. Mario no se opondría.<ref group='Notas'>Cf. EC, p.414.</ref> Igualmente, parece que fue satisfactorio el informe que el P. Visitador dio al P. General sobre lo tratado en dicha Comisión, si los de Nápoles se alegraban de ello. El General, por su parte, la primera vez que alude al tema en carta del 10 de octubre a Berro, dice muy lacónicamente: 'hará santamente si prosigue rezando para que los asuntos de nuestra Religión tengan buen éxito, pues los adversarios son muchos y grandes'.<ref group='Notas'>C.4137.</ref>
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Las extrañas prisas con que se sucedieron los acontecimientos no excluyen la probabilidad de que este memorial llegara al Presidente de la Comisión, cardenal Roma, antes de que expirara el P. Mario, previendo el futuro. En efecto, Mario murió el 10 de noviembre y fue enterrado en secreto la noche misma. La mañana del 11, Mons. Albizzi comunicó la noticia a la Comisión y sin duda, fiel a la promesa hecha al pobre moribundo, propuso como sucesor a Cherubini; la Comisión, aun habiendo leído el memorial de los dos diputados oficiales de la Orden, no hizo caso alguno de la súplica, ni intentó cerciorarse de las acusaciones insinuadas contra el candidato de Monseñor; dio, por tanto, a Cherubini plenos poderes de gobierno, que debería compartir con el Visitador y con nadie más, eliminando expresamente cualquier injerencia del P. General y de los Asistentes, viejos o nuevos; finalmente, ese mismo día 11, Mons. Asesor escribió y firmó una carta, dirigida al P. Pietrasanta, explicándole todo esto y mandándole que lo comunicara a las comunidades escolapias de Roma y del resto de la Orden. Esta importantísima carta, desconocida por los historiadores hasta 1960, dice:
 
Las extrañas prisas con que se sucedieron los acontecimientos no excluyen la probabilidad de que este memorial llegara al Presidente de la Comisión, cardenal Roma, antes de que expirara el P. Mario, previendo el futuro. En efecto, Mario murió el 10 de noviembre y fue enterrado en secreto la noche misma. La mañana del 11, Mons. Albizzi comunicó la noticia a la Comisión y sin duda, fiel a la promesa hecha al pobre moribundo, propuso como sucesor a Cherubini; la Comisión, aun habiendo leído el memorial de los dos diputados oficiales de la Orden, no hizo caso alguno de la súplica, ni intentó cerciorarse de las acusaciones insinuadas contra el candidato de Monseñor; dio, por tanto, a Cherubini plenos poderes de gobierno, que debería compartir con el Visitador y con nadie más, eliminando expresamente cualquier injerencia del P. General y de los Asistentes, viejos o nuevos; finalmente, ese mismo día 11, Mons. Asesor escribió y firmó una carta, dirigida al P. Pietrasanta, explicándole todo esto y mandándole que lo comunicara a las comunidades escolapias de Roma y del resto de la Orden. Esta importantísima carta, desconocida por los historiadores hasta 1960, dice:
  
:'''Habiéndose dado noticia esta mañana a los Sres. Cardenales de la Comisión instituida por S. S., sobre la Religión de las Escuelas Pías, de la muerte del P. Mario de S. Francisco, el cual junto con V. P. la gobernaba y administraba el Colegio Nazareno, y leído en dicha Comisión el memorial dado de parte de la misma Orden y firmado por los PP. Francisco [Baldi] de la Anunciación y Felipe [Loggi] de S. Francisco, Sus Eminencias han elegido para el gobierno de dicha Orden y Administrador del Colegio Nazareno junto con V. P. e independientemente de cualquier otro que no sea V. P., y dicha Comisión, al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, ahora Procurador General de dicha Orden, hasta nueva provisión de Sus Emcias., dando a dicho P. Esteban, junto con V. P. y no de otro modo, sin intervención del P. General, cuya potestad queda todavía en suspenso a beneplácito de S. S., ni de los PP. Asistentes viejos o nuevos, plena autoridad para poder gobernar dicha Orden y administrar dicho Colegio, queriendo que… haga intimar esta orden en S. Pantaleón, en el Noviciado y en el Colegio Nazareno y a las otras casas fuera de Roma y registrar en las Actas de la Religión, para que sea obedecida por todos…'<ref group='Notas'>G. SÁNTHA, ‘Tria Brevia Pontificia P. Stephano Cherubíni concessa…’: EphCal 9-10 (1960) 311-312.</ref>
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La carta tiene visos de un decreto en toda regla, sin esperar ulteriores confirmaciones oficiales: El lector, sin embargo, queda algo escéptico sobre la verdad del contenido narrativo, es decir, que a las pocas horas del entierro nocturno de Mario hubiera convocatoria inesperada y reunión de ‘todos los miembros de la Comisión y que sin más informes sobre el candidato -acusado por otra parte en memorial oficial de la Orden- se decretara el nombramiento de Cherubini. Conociendo el despótico modo de proceder del Asesor Albizzi y las triquiñuelas y artimañas jurídicas con que imponía su voluntad -ya vistas en el cesende Ubaldini, nombramiento de Pietrasanta, suspensión de los tres Asistentes legítimos- es probable que hablara del asunto solamente con el Presidente de la Comisión, cardenal Roma, y le hiciera aprobar la nominación de Cherubini con sus amplias atribuciones, quedando como decisión de la Comisión. Y no queda en probable sospecha, pues afirma Berro que uno de los cardenales de la Comisión dijo no saber nada del asunto.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.80.</ref>
 
La carta tiene visos de un decreto en toda regla, sin esperar ulteriores confirmaciones oficiales: El lector, sin embargo, queda algo escéptico sobre la verdad del contenido narrativo, es decir, que a las pocas horas del entierro nocturno de Mario hubiera convocatoria inesperada y reunión de ‘todos los miembros de la Comisión y que sin más informes sobre el candidato -acusado por otra parte en memorial oficial de la Orden- se decretara el nombramiento de Cherubini. Conociendo el despótico modo de proceder del Asesor Albizzi y las triquiñuelas y artimañas jurídicas con que imponía su voluntad -ya vistas en el cesende Ubaldini, nombramiento de Pietrasanta, suspensión de los tres Asistentes legítimos- es probable que hablara del asunto solamente con el Presidente de la Comisión, cardenal Roma, y le hiciera aprobar la nominación de Cherubini con sus amplias atribuciones, quedando como decisión de la Comisión. Y no queda en probable sospecha, pues afirma Berro que uno de los cardenales de la Comisión dijo no saber nada del asunto.<ref group='Notas'>Cf. BERRO II, p.80.</ref>

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24.04. Et P. Cherubini, Superior General

Muy optimistas parece que eran las noticias que Pietrasanta comunicaba a Nápoles, apenas concluida la sesión anterior, pues hacia concebir fundadas esperanzas de la reintegración del P. General en el gobierno de la Orden, suponiendo incluso que el P. Mario no se opondría.[Notas 1] Igualmente, parece que fue satisfactorio el informe que el P. Visitador dio al P. General sobre lo tratado en dicha Comisión, si los de Nápoles se alegraban de ello. El General, por su parte, la primera vez que alude al tema en carta del 10 de octubre a Berro, dice muy lacónicamente: 'hará santamente si prosigue rezando para que los asuntos de nuestra Religión tengan buen éxito, pues los adversarios son muchos y grandes'.[Notas 2]

No es fácil adivinar a quiénes se refería el Fundador al hablar ya de tales adversarios. Es improbable que el P. Pietrasanta le revelara el detalle de que los cardenales Spada y Roma habían votado por la extinción de la Orden, aunque se podía suponer que su actitud no sería favorable, dado que era de dominio público que ambos eran contrarios a las Órdenes Religiosas y a la instrucción de los pobres, que debían mantenerse en sus menesteres de artes y oficios serviles para el equilibrio de la sociedad, sin vanas aspiraciones de mejorar su posición.[Notas 3] Con todo, si se refería a ellos el Fundador considerándoles 'grandes' adversarios, no podía hacer lo mismo al decir también 'muchos'. Más tarde volverá a insistir en esta idea y se referirá expresamente a los jesuitas, por lo que es probable que ya aluda a ellos desde ahora, pues no faltaron voces en este sentido por parte de gente extraña a la Orden, desde el primer momento en que se enteraron de que el Visitador Apostólico era un jesuita.[Notas 4]

De todos modos, ni Pietrasanta ni su antecesor, Ubaldini, aceptaron a gusto y voluntariamente el ingrato oficio de Visitador, como confesaron ellos mismos.[Notas 5] Igualmente, como había ocurrido con Ubaldini, también Pietrasanta creyó que su Visita podía darse por terminada una vez que había entregado la Relación a los cardenales de la Comisión, y así se lo pidió al cardenal Barberini para que se lo concediera el papa.[Notas 6] La diferencia entre ambos estuvo en que a Ubaldini le destituyeron y a Pietrasanta le obligaron a continuar. Pero en toda la Orden, por lo visto, se formó la opinión de que con la presentación de la Relación y consiguiente sesión de la Comisión Diputada se había terminado la Visita.[Notas 7] Lo extraño es que ni Pietrasanta ni nadie de los entonces responsables desmientan esta opinión tan generalizada.

El desencanto llegó por otro camino. Mientras el P. Mario se debatía entre la vida y la muerte, envuelto en su caparazón de costras malolientes, había tomado las riendas del mando provisionalmente su íntimo colaborador y Procurador general, P. Cherubini, hasta el extremo de que aun fuera de Roma se hablaba de que era su sucesor.[Notas 8] Habían llegado también a la comunidad de San Pantaleón los rumores de que el moribundo Mario había conseguido de Albizzi y Pietrasanta la promesa de que efectivamente nombrarían sucesor suyo a Cherubini. Y queriendo impedir este vergonzoso nombramiento, el P. Baldi y el Hº. Felipe Loggi, nombrados tiempo atrás por Pietrasanta diputados oficiales de la Orden para presentar instancias en pro del buen gobierno de la misma, haciendo uso de sus facultades, escribieron un memorial al cardenal Roma, suplicando en nombre de la Orden que no se pusiera el gobierno en manos del P. Cherubini por el descrédito general de que gozaba, y que estaban dispuestos a probar jurídicamente, incluso el P. General.[Notas 9]

Las extrañas prisas con que se sucedieron los acontecimientos no excluyen la probabilidad de que este memorial llegara al Presidente de la Comisión, cardenal Roma, antes de que expirara el P. Mario, previendo el futuro. En efecto, Mario murió el 10 de noviembre y fue enterrado en secreto la noche misma. La mañana del 11, Mons. Albizzi comunicó la noticia a la Comisión y sin duda, fiel a la promesa hecha al pobre moribundo, propuso como sucesor a Cherubini; la Comisión, aun habiendo leído el memorial de los dos diputados oficiales de la Orden, no hizo caso alguno de la súplica, ni intentó cerciorarse de las acusaciones insinuadas contra el candidato de Monseñor; dio, por tanto, a Cherubini plenos poderes de gobierno, que debería compartir con el Visitador y con nadie más, eliminando expresamente cualquier injerencia del P. General y de los Asistentes, viejos o nuevos; finalmente, ese mismo día 11, Mons. Asesor escribió y firmó una carta, dirigida al P. Pietrasanta, explicándole todo esto y mandándole que lo comunicara a las comunidades escolapias de Roma y del resto de la Orden. Esta importantísima carta, desconocida por los historiadores hasta 1960, dice:

'Habiéndose dado noticia esta mañana a los Sres. Cardenales de la Comisión instituida por S. S., sobre la Religión de las Escuelas Pías, de la muerte del P. Mario de S. Francisco, el cual junto con V. P. la gobernaba y administraba el Colegio Nazareno, y leído en dicha Comisión el memorial dado de parte de la misma Orden y firmado por los PP. Francisco [Baldi] de la Anunciación y Felipe [Loggi] de S. Francisco, Sus Eminencias han elegido para el gobierno de dicha Orden y Administrador del Colegio Nazareno junto con V. P. e independientemente de cualquier otro que no sea V. P., y dicha Comisión, al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, ahora Procurador General de dicha Orden, hasta nueva provisión de Sus Emcias., dando a dicho P. Esteban, junto con V. P. y no de otro modo, sin intervención del P. General, cuya potestad queda todavía en suspenso a beneplácito de S. S., ni de los PP. Asistentes viejos o nuevos, plena autoridad para poder gobernar dicha Orden y administrar dicho Colegio, queriendo que… haga intimar esta orden en S. Pantaleón, en el Noviciado y en el Colegio Nazareno y a las otras casas fuera de Roma y registrar en las Actas de la Religión, para que sea obedecida por todos…'[Notas 10]

La carta tiene visos de un decreto en toda regla, sin esperar ulteriores confirmaciones oficiales: El lector, sin embargo, queda algo escéptico sobre la verdad del contenido narrativo, es decir, que a las pocas horas del entierro nocturno de Mario hubiera convocatoria inesperada y reunión de ‘todos los miembros de la Comisión y que sin más informes sobre el candidato -acusado por otra parte en memorial oficial de la Orden- se decretara el nombramiento de Cherubini. Conociendo el despótico modo de proceder del Asesor Albizzi y las triquiñuelas y artimañas jurídicas con que imponía su voluntad -ya vistas en el cesende Ubaldini, nombramiento de Pietrasanta, suspensión de los tres Asistentes legítimos- es probable que hablara del asunto solamente con el Presidente de la Comisión, cardenal Roma, y le hiciera aprobar la nominación de Cherubini con sus amplias atribuciones, quedando como decisión de la Comisión. Y no queda en probable sospecha, pues afirma Berro que uno de los cardenales de la Comisión dijo no saber nada del asunto.[Notas 11]

El P. Visitador, habiendo recibido la carta de Albizzi, se presentó el mismo día en San Pantaleón para leerla en público. No había otro documento oficial. Una simple carta, como otras veces, un simple 'billete'. Pero cuando salió de la capilla el P. Pietrasanta empezó a aflorar la protesta interior, el disgusto y la indignación de los presentes, que sabían que Baldi y Loggi, como delegados oficiales, habían intentado evitar este bochorno con el memorial. El P. Cherubini advirtió en los rostros de muchos y en los murmullos que subían de tono un peligro inminente y -cuenta Berro- se precipitó hacia la habitación del P. General, que estaba al fondo del oratorio, y postrado a sus pies le pidió ayuda y protección, temiendo ser maltratado. Salió de su cuarto el Santo Viejo acompañando a Cherubini y 'con paternas palabras exhortó a todos a tener paciencia y aceptarlo todo de manos de Dios, sometiéndose a la obediencia del P. Esteban, el cual prometió que no haría nunca nada no sólo contra la voluntad del P. General, sino que lo haría todo con su consentimiento.'[Notas 12] Tenía entonces cuarenta y cuatro años.

No exagera Berro en sus palabras, pues en la carta circular que el P. Cherubini escribió a toda la Orden el 14 de noviembre decía expresamente: 'les aseguro que procuraré darles la mayor satisfacción, como cercioré de ello al P. General, a quien respetaré siempre y escucharé complacido sus buenos y santos consejos, ni me apartaré lo más mínimo de S. P.'[Notas 13] Vanas promesas, fruto de las circunstancias del momento más que de la sinceridad, pues en el fondo del alma estaba decidido a seguir la línea de reforma contraria a la suma pobreza y austeridad, propuesta y fomentada por Mario, Pietrasanta y Albizzi, como veremos dentro de unos meses.

El P. Pietrasanta, el mismo día 11, en que había leído en San Pantaleón la carta de Albizzi, escribió otra circular a las casas de la Orden, comunicando la muerte del P. Mario y el nombramiento del P. Cherubini como 'Superior universal de toda la Religión -decía- al que V. R. [el Rector] rendirá la debida obediencia, procurando que sea reconocido como tal por todos sus súbditos'.[Notas 14] Y no menos consecuente consigo mismo, el P. General continuó exigiendo a todos que reconocieran al P. Esteban y le prestaran obediencia, como en esta carta a Berro: 'Al presente le digo, como ya sabrá por otros, que el P. Esteban ha sido introducido en el Gobierno de la Orden como estaba el P. Mario y como es favorecido por el P. Visitador, por Mons. Albizzi y también, según dicen, por la Comisión de Sres. Cardenales diputados, no está bien mostrarse contrario a cuanto ordenen dicho Padre junto con el Visitador, como V. R. podrá hacer saber a los nuestros de esa casa'.[Notas 15]

Parece, pues, fuera de duda que toda esta ambigua tramoya del nombramiento de Cherubini fue debida al trapacero Mons. Asesor, lo mismo que el cambio de Visitadores, la anulación de los Asistentes nuevos y tantas otras maniobras injustas de abusos de poder a favor de Mario y en contra del paciente General y sus Asistentes. Y aún faltaban otras más graves. No nos parece, por tanto, justo y acertado el juicio de Berro, que€ atribuye en este caso las culpas de Albizzi aPietrasanta: 'Era el P. Visitador -dice- el que tramaba todas estas cosas y solicitaba a dicho Monseñor para mantener la promesa hecha al difunto P. Mario de defender y exaltar al P. Esteban'.[Notas 16] No es Pietrasanta quien se vale de Albizzi y de Cherubini, sino Albizzi quien mueve las piezas desde el principio hasta et fin de este drama.

Notas

  1. Cf. EC, p.414.
  2. C.4137.
  3. Cf. BAU, BC, p. 1046-1047 . Con fecha del 21 de abril de 1652 el canónigo compostelano Francisco A. Díez de Cabrera escribía desde Roma: 'Entra a ser Decano el cardenal Roma… Los frailes sólo están mal con él, porque temen que si fuera papa les apretaría demasiado y aun quitaría algunas Religiones' (cit. en M. DE LA PINTA LLORENTE. ‘Aspectos históricos del sentimiento religioso en España. Ortodoxia y heterodoxia C. $. I. C. [Madrid 1961] p.37').
  4. Cf. BERRO II, p.42.
  5. Ib., p.37 y EC, p.2102.
  6. Cf. EC, p.2102-2103 y 470.
  7. Con fecha del 18 de julio de 1643 Calasanz escribe: 'dicen que dentro de un mes se terminará' la visita (c.4116); un mes más tarde (22 de agosto de 1643) el provincial de Nápoles escribe a Pietrasanta: 'como la visita ya ha terminado' (EC, p. 1331); el 1 de septiembre de 1643 escribía el P. J. Papa a Pietrasanta: 'la cual [visita] al presente, habiendo terminado felizmente…' (EC, p. 1999); el 21 de septiembre de 1643 el P. Salazar Maldonado dice a Pietrasanta: 'creyendo nosotros que había terminado la Visita por haber escrito… el P. Juan Francisco… que ya había terminado' (EC, p.2272-2271); el 18 de diciembre de 1643 se escribe qué el F. Rapallo no quería reconocer la autoridad de Pietrasanta 'por no haber mandado el Breve-y por haber terminado el tiempo de su visita' (EC, p.1559); lo mismo se dice en febrero y marzo de 1644 en dos memoriales de Nápoles (EC, p.1065, 1067). Y así lo reconoce también Pietrasanta en su Relación a la sesión 3ª. del 18 de julio de 1645, diciendo: 'concluida la visita personal que yo hice en Roma a la Cabeza y miembros de esta Religión… hice una Relación…' (EC, p.2117).
  8. Cf. BERRO II, p.71-72. Desde- Savona le dice uno que ha escrito al P. Mario 'y como se encuentra muy enfermo -añade-, creo que no podrá atenderme; pero he oído que V. P. es su sucesor en los asuntos…' (EC, p.1438).
  9. Este primer memorial ha desaparecido, pero debió de ser idéntico en contenido a otros muchos que se mandaron en enrero y febrero de 1644, pidiendo lo mismo. Véase un ejemplo, firmado sólo por Baldi y Loggi, en EC, p.197.
  10. G. SÁNTHA, ‘Tria Brevia Pontificia P. Stephano Cherubíni concessa…’: EphCal 9-10 (1960) 311-312.
  11. Cf. BERRO II, p.80.
  12. Ib., p.73-74; III, p.112. También Caputi recuerda la escena y ambos debieron de leerla en la declaraciones procesales del P. Fedele (cf. BAU, BC, p.1000).
  13. EC, p.896.
  14. EC, p.2094.
  15. C.4142.
  16. BERRO II, p.75.