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En cuanto salió de Roma gracias al bando, el mismo marrullero y mal cristiano volvió a buscar compañeros iguales a él, y con simulada prudencia, se fue a Flandes con nueve patentes, falsas como antes, pero con la misma dignidad de Vicario General de las Escuelas Pías. Se dirigió adonde la Serenísima Sra. Regente, y al Gobernador de aquellos Estados. El astuto, supo hablar tan bien y suavizar sus palabras, que la Señora ordenó darle una suma notable de dinero, y asignarle un gran palacio para abrir en él las Escuelas Pías.
 
En cuanto salió de Roma gracias al bando, el mismo marrullero y mal cristiano volvió a buscar compañeros iguales a él, y con simulada prudencia, se fue a Flandes con nueve patentes, falsas como antes, pero con la misma dignidad de Vicario General de las Escuelas Pías. Se dirigió adonde la Serenísima Sra. Regente, y al Gobernador de aquellos Estados. El astuto, supo hablar tan bien y suavizar sus palabras, que la Señora ordenó darle una suma notable de dinero, y asignarle un gran palacio para abrir en él las Escuelas Pías.

Última revisión de 17:37 27 oct 2014

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CAPÍTULO 23 De lo que el mismo ladino Hizo después de la prisión

En cuanto salió de Roma gracias al bando, el mismo marrullero y mal cristiano volvió a buscar compañeros iguales a él, y con simulada prudencia, se fue a Flandes con nueve patentes, falsas como antes, pero con la misma dignidad de Vicario General de las Escuelas Pías. Se dirigió adonde la Serenísima Sra. Regente, y al Gobernador de aquellos Estados. El astuto, supo hablar tan bien y suavizar sus palabras, que la Señora ordenó darle una suma notable de dinero, y asignarle un gran palacio para abrir en él las Escuelas Pías.

Con este fondo, y dando tiempo al tiempo, iba procurando entre diversos Señores mayor cantidad de dinero; y con todo ello, de improviso, se retiró a ciertos lugares, por lo que la Señora escribió a Roma a su Delegado. Lo supo por éste, pero por un largo tiempo no se averiguó nada más de sus andanzas.

Pasados algunos años, al menos tres, apareció nuevamente en Italia; y fue a Parma y a Piacenza con la misma dignidad. Procuró tener acceso a aquellas Altezas.

De la Duquesa madre del Serenísimo consiguió una buena limosna y la esperanza de mayores cosas, y de darle una casa en aquella ciudad. Pero, hablando Su Alteza de todo esto con la Excma. Duquesa de Poli, Dña. Jacinta Sanvitali Conti, ésta se interesó por ver a ese P. Vicario General de las Escuelas Pías, y dijo a Su Alteza que le suspendiera el trato de favor.

Lo vio D. Jacinta, le habló, y lo observó con atención. Le preguntó distintas cosas, a las que, con su audacia, como muy ladino, dio más que suficiente respuesta. Pero Su Excelencia le dijo: -¿Cómo es, por otra parte, que vos no sois de las Escuelas Pías, porque mis Padres de Poli, y en Roma, van descalzos, y el manteo es más corto, y tengo carta del P. General de las Escuelas Pías de hace pocos días, y no me dice nada de que abran aquí las Escuelas Pías?

El astuto replicó que, en cuanto a lo de descalzos y del manteo, para viajes tan largos se conceden tales excepciones; y que el P. General no sabía ni siquiera él había ido a Parma, porque había ido a otras visitas; y que, cuando lo supiera, escribiría a Su Excelencia y a la Serenísima Señora Duquesa de Poli. Les dio varios doblones y los hospedó a todos en casa. Escribió después sobre el hecho a N. V. P. Fundador y General. Pero el malvado, cuando pensó que podría llegar la respuesta de Roma, huyó furtivamente del Estado, para no caer en la trampa.

Al cabo de algunos meses apareció en Piamonte, con las mismas patentes y pretensiones de abrir las Escuelas Pías en una de aquellas ciudades, me parece que decía Acqui y Alba; y conseguía buenísimas colectas de dinero de diversas personas. Dieron aviso de ello a nuestros Padres de Carcare, y fue allá el P. Juan Domingo [Franco] de la Cruz, Superior de aquella Casa, que ya sabía parte de las fechorías hechas por aquel astuto. Recibido por Monseñor Obispo, se llegó a una posición contradictoria sobre aquella persona. El fingido Vicario General mostró sus patentes, firmadas por el General, pues, en efecto, la firma era tan semejante que el mismo P. Juan Domingo dudó de ella, y quedaron en escribir a nuestro P. General y esperar la respuesta. El verdadero Superior y religioso de las Escuelas Pías escribió, y, a su tiempo, tuvo la respuesta de N. V. P. General, donde decía rotundamente que él nunca había hecho semejante patente, y que aquél no era Vicario de las Escuelas Pías, sino un tunante, que iba haciendo tales marrullerías por diversos lugares. Monseñor vio la carta que le había llegado al P. Juan Domingo, y se quedó muy extrañado.

Compareció también el experimentado timador y fingido Vicario General con cartas falsas, que aseguraban eran verdaderas las patentes del Vicario General y él era tal como se decía; y como la letra era parecida, Monseñor Obispo puso fuera de sí; y, por las razones que el fingido Vicario General daba a favor suyo, muy alterado también contra el verdadero religioso y Superior de la casa de Carcare de las Escuelas Pías, el P. Juan Domingo. Pero, como por aquellas tierras era conocido, se demoró, y ordenó a ambos que le aportaran mayores justificaciones.

El P. Juan Domingo, Superior de las Escuelas Pías de Carcare, escribió a N. V. P. Fundador, el cual envió a continuación la carta, con las debidas autentificaciones, y con cartas de algunos Emmos. Cardenales, que atestiguaban la verdad del hecho. Estas cartas llegaron a Monseñor Obispo; y con la autoridad que le daban las Sagradas Congregaciones, consiguió que fuera desenmascarado el astuto y falso Vicario General. Éste desapareció de tal manera, que nunca más se oyó nada de él. Cesó el escándalo, y el demonio, que pensaba ganar con semejante bribón, perdió tanto, que de aquél no se supo más.

Notas