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Capítulo 8º. Sobre el P. Valeriano de Magnis, de la Orden de los Capuchinos

El 8 de abril de 1904 el Ilmo. y Rvmo. P. Alfonso Mª Mistrángelo, prepósito General de las Escuelas Pías, visitó nuestra casa de Straznice. Entre los primeros de la ciudad que saludaron a nuestro Superior fue el Conde de Deim, quien en nombre propio y de su hermana De Magnis los invitó a cenar a su mesa. En el breve tiempo que disfrutamos de su hospitalidad y conversación nos robaron el corazón, por lo cual les mostramos nuestra profunda gratitud, recordando los beneficios que sus mayores habían hecho a las Escuelas Pías.

Al día siguiente, para despedirnos de los nobles De Magnis y de Deim fuimos a su palacio, y admiramos las maravillas que tenían allí. Una soberbia escalera de entrada; en las paredes había innumerables cornamentas de los ciervos cazados por los Condes en aquellas regiones; antiguas armas y cuadros de hombres ilustres. Vimos el techo, construido hacía más de doscientos cincuenta años; libros escritos en chino; mapas en pergaminos; un globo que dentro tenía esculpida de manera asombrosa INRI y la cruz; libros que los expertos llaman incunables; monedas de tiempos antiguos; títulos de nobleza impresos en pasta; y cantidad de otras cosas preciosas.

Entre todos los cuadros hubo uno que atrajo mis ojos y mi corazón, de la cual me regaló una fotografía Leopoldo Nopp, el encargado del archivo De Magnis: era una imagen del R. P. Valeriano, de la Orden de los Capuchinos.

Nadie ignora que el nombre de este varón debería ser escrito con letras de oro en la historia de nuestra Orden; todos saben que escribió una Apología a favor de las Escuelas Pías y la envió a la Santa Sede en un tiempo turbulento. Pero, que yo sepa, nadie de los nuestros ha publicado para los hermanos los hechos eximios de la vida de este hombre, y la enérgica apología. Por lo que me resulta grato presentar la vida del P. Valeriano, tomada de las Memorias de los capuchinos.

Fue el tercer hijo del noble Constantino, nacido en Milán el 15 de octubre de 1586. Siendo joven fue a Praga con la familia, donde brilló tanto por su ingenio entre sus compañeros que el Cardenal Hipólito Aldobrandini, nuncio apostólico, más tarde Papa Clemente VIII, por el afecto y la admiración que sentía hacia él quiso llevárselo consigo a Roma, para que en el tiempo oportuno fuera promovido a las dignidades de la curia pontificia. Pero el adolescente tenía otra intención, pues habiendo conocido a Lorenzo de Brindis, varón santísimo, y movido por la gracia divina, quiso imitarle, y llevó a cabo su deseo cuando el 25 de marzo de 1602 tomó el hábito de San Francisco en los Capuchinos, junto con su hermano Juan Bautista, que tomó el nombre de Tiburcio, y que a causa de su pobre salud volvió a la casa paterna, y se unió a las tropas imperiales para luchar contra los turcos, y dio la vida y la sangre por la patria y por la religión.

Sus acciones en el ejercicio de las mortificaciones (en las que iba más allá de lo que dictaba la prudencia, y la obediencia tuvo que poner un freno a Valeriano), el progreso en la piedad y los estudios anunciaban al atleta, que fue destinado primero a Viena bajo la dirección del P. Romano de Pompeya Nova (Lodi), y luego a Praga, con el P. Matías Bellintani, lo cual alegró mucho a sus superiores.

Notas