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Capítulo 39º. Sobre algunas noticias nuestras, y nuevas victorias del ejército cristiano.

Como dije antes, los padres Juan Martín y Wenceslao, después de ser maltratados por los herejes, llegaron a Podolín. Allí el P. Juan Martín, rector de Prievidza, se alegró mucho cuando se enteró de la liberación de Viena, y ya no quiso quedarse más tiempo, sino que dando la vuelta por los límites de Polonia y Hungría volvió a Prievidza, donde los maestros herejes habían sido expulsados del colegio. También la fortaleza de Bojnice había vuelto al poder de los Palffi, y Hedvigio había huido. Se había ocupado la iglesia parroquial de Prievidza, y el pseudo obispo Tarnocio había sido expulsado, casi lapidado por las mujeres heréticas, y administró la parroquia hasta que volvió el Rvdo. Sr. párroco.

Cuando llegó el Excmo. D. Donato Heisler con tropas imperiales y se instaló en el colegio, el padre pidió que los predicadores luteranos fueran expulsados de los lugares vecinos, a los cuales más tarde el Excmo. Conde D. Carlos Palffi, nuestro fundador, eliminó de todos los lugares. Sin embargo no se disfrutó de mucha paz en nuestra casa de Prievidza. Pues durante todo el año hubo continuas incursiones de los rebeldes, por lo que a menudo tuvieron que esconderse en la chimenea, en rincones y en diversos escondrijos.

En Szepes, donde casi todos los párrocos y religiosos católicos en parte fueron expulsados, y en parte se fueron a buscar refugio, el P. Domingo Wroblowski de la Cruz se quedó en Bela para atender a la cura de almas, a veces en la iglesia, a veces escondido para huir de las persecuciones de los rebeldes, con gran alabanza nuestra. El Ven. P. Juan Crisóstomo Salistri describe así a este religioso: “El P. Domingo de la Cruz, rector, hombre bueno, pequeño de estatura, de cara redonda, con barba, cabello negro, trabaja sencillamente, predicador, y predica en alemán, pues en estas tierras hablan esa lengua; parece un párroco honrado y fiel”[Notas 1]. También el P. Francisco Hanak de S. Wenceslao servía a los católicos de Krompach hasta que fue expulsado por los herejes, y estuvo varias veces en peligro de muerte con los PP. de la Compañía de Jesús en la fortaleza de Szepes, sitiada durante mucho tiempo por los rebeldes, hasta que fue liberada por las tropas del emperador.

Ninguna de estas situaciones era desconocida por el Rvmo. P. General, que escribía lo siguiente al P. Casimiro de Juncza Bukar de S. Teófilo, superior de Cracovia el 20 de noviembre de 1683:

“La carta de V.R. del 17 de octubre nos produjo al mismo tiempo alegría y tristeza. Alegría por la victoria y el triunfo de Viena liberada y la huida de los turcos; tristeza a cusa del peligro y la consternación de las casas de Prievidza y Podolín, que llegaron recientemente a nuestros oídos. No las hay tales en ninguna otra parte, sino que en los demás lugares resuena la alegría y el gozo…”

El día 27 de noviembre del mismo año, al P. Provincial en Varsovia:

“Tenemos lástima con el corazón roto de nuestros religiosos de Podolín y Prievidza que sufren a causa de los rebeldes. Esperamos sin embargo que los ejércitos del emperador y los de Polonia hagan un último esfuerzo por expulsarlos, y esperamos oír que sienten sobre ellos las manos victoriosas, y que a los mismos turcos resulte odioso su infeliz e infame jefe Tököly, una vez derrotado…”.

En efecto, los turcos sentían sobre ellos la mano victoriosa. Pues una vez liberada Viena, se entabló una batalla junto a Barchan, cuyo castillo se encuentra frente a Esztergom, al otro lado del Danubio. El día anterior las tropas polacas dirigidas por el rey fueron atacadas en desfiladeros por el ejército turco saliendo de los bosques, creando confusión, y parecía que iban a huir, pero llegó el invicto rey, reprendió a los que huían y los movió con su ejemplo a combatir. Llegando oportunamente las tropas imperiales, bajo el mando de los electores de Lotaringia y Baviera, del Príncipe de Baden y del Conde Staremberg, se renovó el combate, que resultó fatal para los turcos, pues murieron seis mil de ellos, y otros tantos resultaron aplastados. Fueron capturados dos Bajás, el de Silistra y el de Alepo, y un tercero fue muerto junto a Barchan. A este castillo huyeron los turcos supervivientes, y los ejércitos cristianos lo sitiaron.

La narración de esta victoria produjo gran alegría a las Escuelas Pías, como expresa la carta enviada por el P. General al P. Ambrosio Prachowski, Provincial de Germania, a Nikolsburg, el 30 de octubre, en la cual también aparece el rumor de que el rey Juan Sobieski se había sentido ofendido por los favores concedidos por el emperador al duque de Staremberg.

“Nos llegó la gratísima narración viva de la brillante victoria obtenida por las armas cristianas ante el enemigo común, con la notable parte que en ella tuvo el serenísimo jefe, y cómo mostró su generosidad heroica y su fortaleza de ánimo. Nos alegramos por las dos partes, y naturalmente es falso el rumor según el cual el Serenísimo Jefe rompió la alianza militar ofendido por los honores concedidos a Staremberg, y renunciando a su cargo se reiteró a la tranquilidad de su casa, lo cual entenebrecería la gloria de una tan gran victoria. Vuestra Reverencia alabe a Dios, pues aquel está tan alegre y sereno compartiendo un banquete con el emperador, y apenas hay ningún lugar en que se crea tal rumor. Se anuncian alegres noticias de que en breves días se tomará o capitulará Esztergom, ojalá siga Buda, y después toda Hungría durante el invierno actual…”

Una vez tomado el castillo de Burchan, el ejército cristiano se preparó para atacar Esztergom, y tenían tanto más ánimo y fuerzas cuanto había sido amargo el luto por los compañeros muertos en los desfiladeros días antes, cuyas muertes debieron llorar, y ahora veían sus cadáveres suspendidos de estacas por la brutal barbarie de los turcos. Después de un cruel sitio, la ciudad se rindió el 28 de octubre de 1683, con la única condición de que les respetaría la vida a los turcos, después de haber estado durante 140 años bajo el tiránico dominio de los turcos. Y estas noticias llenaron de gozo a la Iglesia Católica y a las Escuelas Pías, como se ve en la siguiente carta del Rvmo. P. General:

“13 de noviembre de 1683. Al Arzobispo de Esztergom.
Ilmo. y Rvmo. Sr. de toda mi consideración.
Entre los triunfos de toda la cristiandad no es el menor el que volviera a vuestras manos pastorales Esztergom, felicísima metrópoli de vuestra diócesis, por lo que no podemos dejar de saludar cada día no sólo con vuestras ovejas, sino con toda la Grey universal, y dar gracias a Dios, sumo y eterno Pastor, al ejemplo de su Santísimo Vicario, que ruega con piadosos votos por un solo rebaño, y promueve magnánimos subsidios. Yo en particular me siento obligado a felicitar agradecido a Vuestra Ilma. y Rvma. Señoría, que siempre ha mostrado benevolencia hacia nuestra Orden, porque se ha devuelto la sede metropolitana a vuestro celo y báculo, esperando que más adelante todo vuestro territorio sea liberado de los bárbaros enemigos que lo ocupan tiránicamente. Y puesto que los jefes suelen dispensar mercedes después de la victoria, me atrevo a suplicar de vuestra gran bondad que muestre algo de clemencia hacia mí, y que asigne a mi Orden alguna de las iglesias reconquistadas, de modo que lo que no hemos podido hacer hasta ahora en otro lugar, lo podamos realizar allí. Ofrezco algunos obreros de confianza para que instruyan a las tiernas almas carentes de cultura y las formen en la veneración de la Iglesia Católica y en la fe. Ordeno a nuestro Provincial que ayude a Vuestra Ilma. Señoría con nuestras oraciones, con fervor y abundancia. Cuyas manos mientras tanto beso humildemente…”

En el año 1684 el P. Wenceslao Rausek de S. Lorenzo salió de Prievidza con la tropa imperial hacia las ciudades de las montañas, hacia Brezno, para recobrar nuestra residencia de Brezno, pero no pudo conseguir nada a causa de los ciudadanos herejes, y de su predicador.

En Prievidza el padre rector se dedicó cuidadosamente a reparar las ruinas, y a predicar valientemente la palabra de Dios, hasta que llegaron muchos de Polonia para ayudarle en la labor. Aquí los rebeldes herejes y turcos eran conocidos sólo de nombre. El ejército imperial no tuvo suerte, pues a causa de las inclemencias del tiempo se vio obligado a levantar el sitio de Buda, y persiguió felizmente a los restos de las tropas rebeldes y turcas que habían quedado aquí y allá. Ciertamente las cosas habrían sido distintas si se hubiera contado con el apoyo del ejército polaco y de otros de aquellos confines. Además amenazaba otro peligro al ejército imperial, y era la guerra con Francia, que de manera oculta y abierta “quiso evitar el Rey de Reyes”, como escribía en Roma el Rvmo. P. General Carlos Juan Pirroni al P. Ambrosio de Sta. Luzmila en Nikolsburg, el 12 de febrero de 1684, añadiendo “No sólo no se veía ninguna pena en aquel Rey por ser el único en no participar en tanta gloria de la Cristiandad, sino que más bien está desacreditado por todo el mundo como perturbador. Que Dios abra los ojos del Rey Cristianísimo para que no defraude su honor, y para que las fuerzas que recibió del cielo las emplee a favor del cielo”.

En el año 1685, al disminuir el miedo a los enemigos, progresaron los nuestros, y con ellos todas las cosas. Fueron llamadas del exilio la Poesía con la Retórica y la Aritmética, y se reunió un gran número de jóvenes que habían estado descuidados. Los imperiales tomaron Uivar al asalto, y Leopoldo se apoderó de toda la Hungría inferior con sus castillos. Muchos rebeldes huyeron con el ejército turco; otros se entregaron a los imperiales. Tököly, líder de la rebelión, fue puesto en cadenas, y llevado a Constantinopla.

Ese año las Escuelas Pías se esforzaron por recuperar Brezno de nuevo. Pues aunque el Supremo Comisario de la guerra, el conde Abele, que se encontraba entonces en Bojnice, había enviado una carta muy seria exhortando a los ciudadanos de Brezno, y la hizo llegar por medio del P. Wenceslao de S. Lorenzo, sin embargo no quisieron despedir a su predicador ni admitir de nuevo a las Escuelas Pías. Por lo cual el padre citado se vio obligado a regresar a Prievidza.

En el tiempo en que se reunieron las Cortes del Reino y se coronó a José I como Rey hereditario de Hungría, el 9 de diciembre de 1687, el P. Andrés Baiar de la Conversión de S. Pablo no dejaba de pedir en medio de muchas dificultades nuestra residencia de Brezno y la expulsión de allí de los predicadores, y consiguió con gran esfuerzo el permiso para ir allí el 27 de enero del Excelso Príncipe Jorge Szecheny, arzobispo de Esztergom, y el 24 de febrero el diploma real, habiendo hecho mucho por él el Excmo. Cardenal Leopoldo Kollomirz, con la autoridad de los comisarios reales el Ilmo. Conde Jorge Ördödi, el Magnífico D. Valentín Szense, vicepalatino, y el magnífico D. Pablo Medianski, después aguantar y tragar muchos insultos y confusiones por parte de los herejes, tanto allí como en la sesión pública de los comisarios del Reino. Después de una larga y calumniosa disputa con los herejes, el padre, en nombre y representación de los padres de las Escuelas Pías, y en medio de las burlas de los herejes, el 6 de junio entró en la residencia de Brezno, y fue instalado como párroco de Brezno. Más tarde él mismo obtuvo la protección de la majestad Imperial, y además el 31 de octubre de 1690 obtuvo también el derecho de permanencia ilimitada y el patrocinio para las Escuelas Pías. De lo cual vinieron muchos frutos para la Iglesia.

Notas

  1. Archivo General, Residencia de Bela (Prov. De Polonia nº 46).