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Capítulo 46º. Sobre la aparición del alma del Obispo Kada, sobre el lloro de la imagen de la B.V.M. y sobre la victoria de Eugenio, duque de Saboya

La juventud fue más numerosa que nunca en Prievidza en 1696. Muchos extranjeros por obra de los nuestros se convirtieron a la fe católica.

Fue un invierno largo y muy frío, de modo que muchos soldados imperiales retirados a sus campamentos de invierno se congelaban. El regimiento Thaumiano en la vigilia de la Natividad del Señor llegó a estas partes, de los cuales habían muerto trescientos a causa del frío, y otros estaban medio muertos, luchando con la eternidad; entonces estos extranjeros abrieron el campamento a los nuestros para que ejercieran la caridad, y ellos fueron de muy buena gana. De ellos dos luteranos se convirtieron a la religión católica, movidos por la caridad que los nuestros desarrollaban con gran celo.

Según el testimonio de algunos padres nuestros muy serios, y por testimonio de muchos seglares, el Rvmo. Esteban Kada, obispo de Transilvania y sufragáneo del arzobispo de Esztergom, canónigo y cantor de la misma iglesia metropolitana, consejero de S.C.R. Majestad, que había partido de entre los humanos en Trnava el 24 de septiembre anterior, se apareció con signos clarísimos el 2 de abril, primero al P. Francisco de S. Wenceslao, y después a varios otros religiosos nuestros. Producía sacudidas y ruidos en las habitaciones y despachos, de modo que los nuestros a causa del estrépito cotidiano apenas se atrevían a dormir en sus habitaciones. El tumulto crecía cada día, hasta que por fin el 10 de abril se detuvo ante la puerta de la habitación del clérigo H. José de S. Gabriel, y llamó a la puerta de manera suave y modesta. El clérigo, como de costumbre, dijo: “Deo gratias”, y el otro respondió “Ago”. Entonces le pregunta al espíritu quién es, a lo que él responde: “Yo soy el obispo Esteban Kada, que te ordené a ti de menores; ahora no te pido nada sino que el P. Francisco celebre tres misas en la capilla de Marracio, en nombre de todos los sacerdotes que ordené, y que tú le ayudes en nombre de todos aquellos a los que conferí las órdenes menores”. Entonces José le dijo: “Si lo que pides es verdad, quiero que me des una señal”. Y a continuación oyó que el ánima que había hablado fuera de la habitación hizo un ruido dando un golpe en su mesilla, y sintió un fuerte olor de quemado. Lleno de terror y excitado golpeó la pared del P. Francisco de S. Wenceslao y de los demás padres, y encendiendo la luz, fue visible para todos que una Postilla Bohemia que había leído antes de dormir, guardada dentro de una gruesa caja de roble, tenía una marca profundísima hecha con el dedo medio de la mano derecha hasta el folio 56º[Notas 1].

Se dio la siguiente carta de recomendación al P. Francisco de S. Wenceslao y al H. José de S. Gabriel cuando fueron a la capilla citada:

“Salud en el Señor al lector. Los que presentan la presente, nuestros religiosos queridos en Cristo el P. Francisco de S. Wenceslao, sacerdote, y el H. José de S. Gabriel, clérigo, peregrinan por orden divina a petición del alma del Ilmo. y Rvmo. D. Esteban Kada, Obispo de Transilvania y Sufragáneo de Esztergom, expresada desde el fuego purificador del purgatorio. Esta se había aparecido violentamente desde el 2 de abril hasta la noche última en nuestro colegio de Prievidza, y hoy de madrugada, una media hora después de medianoche ha manifestado su nombre y su voluntad. Pidió que se celebren tres misas en la milagrosa capilla mariana por el citado P. Francisco, ayudándole el citado H. José, y como prueba dejó la marca de su mano derecha en una Postilla Bohemia de sermones en folio (en cuyo libro el hermano leía algún fragmento antes de dormir para gozo espiritual), a través de una caja y hasta el folio 56º, como consta por testimonios jurados, y se puede ver claramente, por lo que inmediatamente se han puesto en marcha para satisfacer la demanda hecha por decreto divino en la capilla mariana, ante la milagrosa imagen de la Protectora y Señora de nuestra Orden. Atestiguamos con fe de sacerdote que peregrinan a cumplir lo pedido por el alma mencionada al lugar santo citado, y que están libres de censura, y que pueden ser admitidos respectivamente a celebrar y a recibir los sacramentos de la Santa Iglesia, y que además salen de un lugar sano y libre de cualquier tipo de enfermedad contagiosa. Por tanto los recomendamos encarecida y humildemente en el Señor como verdaderos Religiosos Pobres de la Madre de Dios a la caridad de todos los fieles.
Para dar mayor fe, firmo con mi mano propia y pongo el sello de nuestra Viceprovincia.
En Prievidza, en nuestro colegio Palffiano de la Stma. Trinidad, el 10 de abril, del año 1696 del parto de la Virgen.
Lucas de S. Edmundo, Viceprovincial; Gabriel del Sto. Ángel Custodio, secretario”.

Por lo demás el P. Francisco y el H. José se pusieron en camino hacia la capilla mariana, y a unas dos millas de Viena se quedaron en el monasterio de los RR.PP. Franciscanos (Entzesdorff), y el mismo día de Pascua, hacia las dos, el hermano José y el compañero de camino Jacobo Wagner oyeron un ligero golpe en la puerta de la celda, y de nuevo otro hacia las cuatro de la mañana, con lo cual quedaron aterrados; sin embargo aquel golpe no había sido oído por los religiosos, a los que preguntaron allí mismo. Después en Lilienfield, donde se encuentra el celebérrimo monasterio de los PP. Cistercienses, por la noche golpearon la puerta de la celda del H. José con un golpe suave y en la vecina puerta del citado Jacobo Wagner se movió algo el pestillo, con lo que éste, aterrorizado, se desmayó. Le convencieron de que se trataba de un signo que les hacía el alma que les acompañaba. Finalmente llegaron a la capilla mariana el 26 de abril, y al día siguiente el P. Francisco celebró la primera misa pedida, ayudándole el H. José; el día 28 la segunda, y el día 29 de abril que caía en Domingo in Albis, después del sermón, en el que se alabó por parte de un predicador de la Orden de S. Benito ante el pueblo la liberación de un alma del purgatorio, y luego se aplicó un rosario por la misma intención, cuando la gente bastante numerosa estaba ocupada en el rezo del rosario, el P. Francisco celebró la tercera misa, ayudándole el H. José en la capilla santa ante la imagen milagrosa de la B.V.M. Cuando llegó al ofertorio, al decir las palabras “Recibe, Padre Santo…” los dos religiosos citados vieron que de la imagen milagrosa de la Virgen salía una luz que ilumino claramente toda la capilla, y la misma imagen de la Santa Virgen con el Niño Jesús era tan clara, hermosa y brillante que parecía que estaba viva, de carne. Después vieron entrar por dos ventanitas de la capilla, una a la derecha y otra a la izquierda, otros dos rayos de luz brillantísimos, y toda la capilla se llenó de un gran resplandor, como si brillara dentro el sol. El P. Francisco además sintió un suavísimo olor, muy fragante, como de flores. Consternado y debilitado por el resplandor, y sufriendo palpitaciones de corazón, el padre se apoyó en el altar; el hermano mirando discretamente vio admirado en torno el resplandor áureo. Mirando hacia la imagen de la Virgen para encontrar apoyo, y vertiendo muchas lágrimas, se vio obligado a continuar la misa hasta la elevación diciendo las oraciones de memoria. El hermano quedó ofuscado con tanta luz, y a causa de la intensidad del brillo, no podía mantener la mirada continuamente. Esta luz brillantísima, a causa de cuya intensidad las velas encendidas apenas podían verse, duró hasta la comunión, y fue máxima durante el momento de la Elevación. Esta misa duró más de una hora, con gran admiración de los presentes. Y que todas estas cosas la vieron, los citados P. Francisco y H. José lo aseguraron y lo aseguran. Apenas cabiendo en sí de gozo, para que no brillara la vanagloria del padre, dejaron de preguntar a los circunstantes, que después de una misa tan larga se dispersaron. Pero cuando volvieron se enteraron de que la fama de este resplandor había llegado a Viena, a Bratislava y a otros lugares, como lo atestiguaron sus compañeros de camino, añadiendo lo siguiente: mientras la tercera misa, apareció un obispo vestido de pontifical y dio la bendición a los dos religiosos citados y al pueblo.

Al final de junio de 1697 los calvinistas de la Hungría Superior, animados por algunos de sus ministros sagrados, conspiran en una grave rebelión de Hungría con los duques de Tokaj y Backos. El 1 de julio ocupan Tockaj y Patacki con los castillos vecinos, sin gran esfuerzo, pues los ciudadanos les son favorables, y matan a los soldados germanos. Tokaj se finge comandante en jefe nombrado por una carta de Tököly, y pide a los próceres húngaros que se asocien a él para la guerra, y sus maléficos planes pronto dieron resultado, pues constituyó un formidable ejército con muchos campesinos y nobles que vinieron a él no sólo de Hungría, sino también de las provincias vecinas. Nuestros padres llevaron a Bojnice el ajuar doméstico y los bienes que se podían transportar. El regimiento acorazado de Bassomper formado por húngaros y rumanos cayó violentamente sobre los malhechores herejes, y mataron quinientos rebeldes, capturaron otros y pusieron en fuga a los demás. El príncipe Vaudemont de Transilvania envió sus tropas auxiliares; el 18 de julio llegaron a Tokaj, empujaron a los herejes al castillo, y al llegar la noche se escaparon, no sin dejar muertos a espada. Entonces fue hacia Patacki, pero el prefecto del castillo Szolontay, sin esperar la llegada del príncipe y el sitio por los germanos, se refugió con los turcos en Temesvar, con trescientos caballeros, dejando en el castillo a la gente de a pie, a los cuales el príncipe derrotó fácilmente al primer asalto. De los vivos ahorcó a diez; colgó también a seis de los principales rebeldes, y condujo a cautividad a más de doscientos con el predicador calvinista que había sido el artífice de la revuelta. Los demás recibieron la clemencia del príncipe y volvieron a su oficio de trabajar la tierra.

Tokay y Backos, cabezas de la cruel facción, se fueron huyendo por los montes hacia Polonia; fueron capturados con setenta seguidores en Kosice, y recibieron el castigo por su rebelión. Los herejes de nuevo buscaban por ocultos caminos la destrucción de la Casa de Austria y de los católicos, y pidieron la ayuda vil de los turcos. El año anterior en la Hungría Superior, la imagen milagrosa de la B.V.M. había llorado, como un presagio de los males que iban a venir por oriente al reino mariano de Hungría. Se ofreció solemne veneración a la imagen milagrosa de Viena. En la octava después de la fiesta del nacimiento de la Virgen, siguiendo el ejemplo de la augusta casa imperante, la gente se entregó con tanta devoción a su culto que todos con firme fe tenían la esperanza de que se iba a evitar la tempestad. Ten por cierto lo siguiente: nunca en Hungría había llorado María sin que viniera una gran calamidad para el Reino, como si avisara a sus fieles húngaros para que aplacaran la ira de su Hijo. Y ciertamente con sus lágrimas secó las nuestras.

Después que la imagen de a B.Virgen María de Beczy llorara abundantes gotas de lágrimas, vino una gran consternación al reino, pues también la imagen de la Madre de Dios de Turín sudó sangre el 15 de marzo de 1697, la cual cuando algunos quisieron limpiarla con paños, los retiraron manchados en sangre, cosa que fue informada con un testimonio verdadero por medio de un canónigo a la augusta emperatriz en Viena.

Los turcos animados por los herejes trajeron un ejército de ochenta mil hombres armados hasta el interior de Hungría, con lo que la esperanza de los húngaros estaba perdida. Pero en medio de tanta angustia no faltó la ayuda de María al ejército en su campamento. El día 17 de septiembre de 1697 el Duque Eugenio de Saboya, jefe del ejército imperial, acampó ante Szenta, y atacó con tanta fuerza al enemigo que los expulsó de su campamento y los puso en fuga, obligándolos a esconderse, y causó tal derrota y destrucción a los bárbaros como nunca la había sufrido los turcos, ni se había oído en Hungría. Tuvieron veinte mil muertos, doce mil presos, seis mil gravemente heridos. También muy nobles asiáticos perecieron a la espada. Concretamente el Gran Visir, el Aga de lo jenízaros y cuatro columnas del imperio turco: los bajás Cziaffer, Missili, Ogli e Ibrahim. El muftí de los turcos. Y otros veintisiete bajás. Quedaron en presa de los cristianos noventa y nueve cañones, además de infinitas tiendas, seis mil carros, cinco mil caballos, mil doscientos búfalos, cincuenta banderas y colas de caballos, veintiocho pares de tímpanos. El carro del emperador turco con diez concubinas y sus tiendas fue valorado en cuatrocientos mil florines renanos. El gran sultán huyó pálido a oriente con los pocos que le quedaron a pie. Se dice que los turcos vieron durante la batalla una especie de Virgen en el cielo, que lanzaba una nutrida lluvia de flechas al bando turco. Y sin duda se debe a la Virgen esta sorprendente victoria, pues vencieron con un número y unas fuerzas claramente inferiores, y sin embargo en el campo tuvieron sólo dos mil bajas en esta batalla decisiva.

Muchos herejes, movidos por el celo de los nuestros, vinieron a servir la verdadera fe en Prievidza.

El vencido emperador de los turcos Mustafá pidió y obtuvo la paz, con la mediación de Inglaterra y Holanda. Los negociadores se reunieron en la ciudad de Karlowitz, situada en Firmio, entre Belgrado y Petrovaradin. Llegaron a ellas los legados, con potestad omnímoda, el 13 de noviembre de 1698. Concretamente eran los siguientes: de Turquía, Rami Mehemed y Maurocordato; de Austria, lo condes Pettingen y Schlig; de Polonia, Estanislao Matachowski; de Moscú, Bogdanowicz; de Venecia, Ruzini. Al principio se reunieron los legados para discutir acerca del lugar en el que iban a discutir. El legado turco Maurocordato propuso preparar una sala de reuniones redonda, con tantas puertas como legados había, cada cual saliendo hacia su propia tierra. Así que levantarían una tienda en forma de circo. De este modo el día de la reunión cada uno saldría de su tienda, y entraría al aula con la misma dignidad que los demás, se saludarían unos a otros y se sentarían en el lugar que correspondiese a la puerta por donde habían entrado. Se hizo tal como lo había propuesto Maurocordato, y el día 26 de enero de 1699, hacia las ocho de la mañana se pusieron de acuerdo en el tratado, y el 31 fue confirmado por unos y otros.

Notas

  1. Yo vi esta Postilla Bohemia en el colegio de Budapest; ahora se guarda en el Museo Calasancio del colegio de Prievidza.