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Capítulo 47º. Sobre el Rvmo. P. Pedro Francisco Zanoni de la Inmaculada Concepción de la B.V.M., Superior General, y de las nuevas tribulaciones de los nuestros.
El P. Pedro Francisco Zanoni de la Inmaculada Concepción de la B-V.M. nació en Bolonia el 19 de febrero de 1660. Ingresó en la Orden el 21 de diciembre de 1674. Después de completar los estudios superiores, enseñó durante muchos años e las clases de gramática, letras humanas, filosofía y teología, con gran aplauso y progreso de sus alumnos. Ganó fama entre los literatos de su tiempo de hombre docto y erudito, pues formado egregiamente en todas las disciplinas liberales, brilló en Historia, Filología y todas las ciencias divinas, y además fue un insigne especialista en las letras latinas y griegas. Además tenía una memoria tan grande que cada vez que oía un discurso de alguien erudito y de ingenio, era capaz de repetir todas las cuestiones que había sido evocadas, al instante, como sacándolas de un alamacén. Nombrado rector de algunas casas, las dirigió con caridad paterna, mansedumbre, rapidez de consejo y madurez, y promovió la observancia de las Constituciones no tanto con palabras como con el ejemplo. Habiendo fallecido el Rvmo. P. Alejo Armini en 1695, le nombraron Procurador General, y desempeñó el cargo muy bien hasta 1700. En ese año fue elegido Prepósito General de la Orden, con los votos de los padres. Nuestro Pedro Francisco fue Calificador de la santa romana y universal Inquisición, Consultor de la Sagrada Congregación de Jueces, y también del Emmo. Cardenal Barberini y de los abades de Farfa y Subiaco, y Examinador sinodal. Muy celoso de nuestro instituto, promovió mucho el estudio de todas las ciencias y los discursos dentro y fuera de casa. Entre las obras que se citan de este varón de genio en el Índice de los escritores de las Escuelas Pías las hay muy numerosas y de gran peso que tratan de temas sagrados, académicos, canónicos y religiosos, y se conservan manuscritas por su mano en el Archivo General de Roma.
Es admirable ver cómo conocía y promovía con gozo todo lo que los nuestros hacían en Germania. Pero eran malos tiempos, y había muchas perturbaciones.
Ya vimos como Luis XIV, rey de Francia, había impedido el glorioso progreso de la Casa de Austria en el año 1688, de nuevo tuvo envidia de la gloria que estaba obteniendo la Casa de Austria en oriente, y para que no alcanzara más gloria, invadió el Imperio, y no encontrando oposición, lo devastó vergonzosamente. ¿Qué podía hacer el Emperador? Mientras trataba la paz con la Sublime Puerta, retiró su ejército de oriente hacia occidente contra el injusto invasor, y dejó Hungría, afectada por el tratado con los turcos, vacía de soldados. Viendo el francés el movimiento del emperador, y desconfiando de sus fuerzas, para dividir a los austriacos se pone en contacto con Francisco Rakoczy, príncipe de Transilvania, recientemente huido de Neustadt, donde estaba bajo custodia y lo invita a luchar, prometiéndole gran ayuda de soldados y dinero, y para vengar la libertad de Hungría sometida al yugo austriaco. La invitación no cayó en vano en las manos de los rebeldes. Un enorme flujo de dacios y húngaros llega hacia las fortalezas y ciudades de las montañas, ricos en oro y todo tipo de recursos, dispuestos a todo. Ardiendo ya la casa de Ucalegonte, el humo llega también hasta Prievidza.
Se encontraba en nuestro colegio vigilándolo paternalmente el P. Carlos Koltzhauser de S. Juan Bautista, que había nacido en Lonfeld de Austria el 24 de abril de 1671. Había tomado el hábito escolapio el 16 de octubre de 1689 en Prievidza del P. Lucas Mösch de S. Edmundo, rector. Fue un hombre probo y religioso, según se dice en el necrologio, que enseñó loablemente retórica y filosofía a los nuestros y a seglares en Hungría. Después desempeño los cargos de maestro de novicios, vicerrector, predicador y rector. Falleció en el Señor en Prievidza siendo rector el 11 de diciembre de 1720.
Así, pues, el padre Carlos dejó a tres religiosos para guardar la casa por razones de seguridad, y se fue a la fortaleza con los demás. Pero como las cosas iban a peor, envió a los suyos a Moravia, y luego siguió él mismo con los otros tres. Y apenas había llegado huyendo a Viena, cuando llegó a Prievidza un ejército de veintidós mil soldados a las órdenes del líder de los rebeldes Nicolás Bercseny y del conde Alejandro Karoly, y se quedaron tres días en la ciudad consumiendo todas las cosas con violencia. Nuestro colegio sin embargo no sufrió ningún daño, pues los oficiales eran católicos, y para que no fuera alcanzado por el ímpetu de los soldados, fue puesto bajo la guardia de ocho soldados. Mientras tanto, después de poner sitio a la fortaleza de Bojnice durante diez días, y no pudiendo tomarla, dejaron algunos que se ocuparan allí de los asuntos cotidianos, y se fueron a rescatar de las armas del emperador Nitra, Trnava y otros lugares de Hungría.
En el año 1704, mientras atacaban los rebeldes Bojnice, los nuestros sufrieron allí muchas persecuciones, pues como muchos de los nuestros residían en la fortaleza y estaban de parte del emperador, parecía que maquinaban algo con el prefecto de la fortaleza contra los soldados de Rakoczy. Sin embargo las escuelas no las abandonaron, si bien iban a ellas como furtivos, a escondidas y algunos ratos.
El cerco de la fortaleza continuó hasta julio, y hubo doscientos muertos entre los rebeldes. Cuando los cercados no pudieron aguantar más, abrieron las puertas con esta condición: que les dejarían la vida salva. Los rebeldes accedieron, pero de mala fe. Una vez los enemigos dentro de la fortaleza, hicieron prisioneros a los soldados, y si bien es cierto que no los mataron, sufrieron muchas heridas, y encerrándolos de manera indigna los empujaron cerca de la muerte. El P. Rector Wenceslao pidió el ajuar que había guardado antes de la rendición de la fortaleza, pero el prefecto luterano se lo negó. Al final lo recuperó por medio de un agente que recuperó el botín por los lugares vecinos.
En aquel tiempo el P. Fernando Utloczy de S. José, junto con un eclesiástico que se reunió con los nuestros buscando protección habría sufrido la muerte o graves torturas, si no hubiera sido por una mujer que les salvó la vida a los dos pagando el rescate a los rebeldes.
Después se produjo un grave incendio en la ciudad, y las llamas ya llegaban al tejado de nuestra casa, visto lo cual por el P. Constantino Arway de la Exaltación de la Santa Cruz, se puso de rodillas con la comunidad ante el icono de la B.V.M. que había obrado milagros famosos en tiempos del emperador Segismundo, y le rogo que guardara la casa sin daños. Cuando los ciudadanos heréticos vieron tal milagro lo atribuyeron a encantaciones (así malinterpretaban las oraciones dirigidas a la Virgen María).
El año 1705, en la fiesta de S. Esteban Protomártir, Haysler, comandante en jefe del ejército imperial, en Trnava dispersa los campamentos de Rakoczy, y libera Leopoldópolis del estrecho cerco de los rebeldes. Enfurecido Bercseny por esta derrota, manda a Juan Bossanyi de Nagy Ugrocz que matara cruelmente a los trescientos catorce soldados que, capturada Eparjesin por los rebeldes, había hecho venir como siervos para restaurar Bojnice, y que, por la suerte de la guerra, habían depuesto las armas y caído en cautividad. Bossanyi ejecutó cruelmente la cruel orden. De Prievidza, como perdonándoles la vida, los dejó ir en libertad hacia los prados de Novakiensia, como si fuera su amigo, pero luego mostró el tiránico objeto de la empresa, y dando una orden, y violando la palabra de fe dada, obligó a los campesinos que con hoces, dallas y bastones mataran a aquella gente desarmada, el mismo día de la Circuncisión, a las dos de la tarde, con tremenda perfidia.
Las monedas de cobre acuñadas el año anterior en el bando de Rackoczy con la leyenda: “Por la libertad”, perdieron mucho valor este año, de modo que para comprar un par de bueyes, y con muchos ruegos, había que pagar generosamente un modio de monedas de cobre. Por lo que el modio que teníamos en casa se lo llevaron, pues habiendo desaparecido las monedas de plata, los rebeldes acuñaron una cantidad prodigiosa de monedas de cobre.
Como el sexenio de su generalato llegaba al final, el Rvmo. P. Pedro Francisco Zanoni de la Inmaculada Concepción de la B.V.M. convocó oportunamente el Capítulo General, pero como los padres no pudieron acudir a causa de la guerra, no se celebró. Fue nombrado General de la Orden el P. Juan Crisóstomo Salistri de S. Pablo por un rescripto del Sumo Pontífice Clemente XI.