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Capítulo 55º. Sobre la fundación de algunas casas y la creación de la provincia de Austria y la viceprovincia renano-suiza.
Me da pie el título de este capítulo para la necrología del R.P. Antonio Hueber de S. Plácido, que copio y luego amplío con comentarios oportunos.
Fue un religioso de la provincia de Austria que trabajó con gran esfuerzo y éxito por la propagación de nuestro instituto, muy respetado por sus servicios enormes a la Orden y principalmente a su provincia. Después de terminar el noviciado, se dedicó a los estudios de las ciencias superiores, como solían hacer nuestros juniores, y se dedicó con tal empeño a la filosofía, teología y derecho canónico que en las pruebas públicas dio muestras claras de los progresos de su conocimiento en cada una de ellas. Terminada su formación, enseñó en las escuelas humanidades y retórica, y luego fue promovido a predicar la palabra de Dios, tanto en la cátedra escolástica como en la eclesiástica, con gran alabanza por su elocuencia tanto eclesiástica como profana, y con gran bien para sus discípulos y oyentes, cosa que hizo durante muchos años en varios colegios e iglesias nuestras. Fue nombrado vicerrector y prefecto de las Escuelas Pías en el colegio Josefino de Roma durante varios años, y mereció un juicio positivo, de modo que los superiores lo consideraban un hombre prudente, justo, constante, de consejo, con destreza y pericia para gestionar las cosas. Luego fue nombrado rector del Colegio Josefino, y ejerció el cargo con la acostumbrada vigilancia durante nueve años. Amplió el edificio construyendo una nueva ala; canceló las deudas con las que estaba cargado hasta entonces, y aumentó las entradas anuales con la generosidad de los bienhechores, cuya munificencia ganó con sus propios oficios. Entre estos hay que citar agradecidamente al Ilmo. y Rvmo. Adolfo Groll de las Escuelas Pías, obispo de Györ, y el Emmo, Cardenal arzobispo de Viena, conde de Kollonitsch, promotor de la provincia austriaca, que era muy popular, y que con su autoridad para hacer y pensar, sugirió su deseo de que se dilatara nuestro instituto, y apoyó para ello.
Exhortado por este eminentísimo príncipe y por otros más, propuso la separación de las casas de Austria y Estiria con respecto a la provincia de Bohemia, y aunque se encontró con muchas dificultades para llevar adelante la cosa, trabajó de manera tan fácil y feliz que obtuvo la deseada separación en el Capítulo General de 1748, al que acudió como primer comisario; y el mismo Capítulo le dio el título de prepósito provincial de las tres casas constituidas en provincia, a saber la de Viena, la de Horn y la de Gleissdorf.
Vimos que la escasez de religiosos fue la causa para que no se hiciera la fundación de Viena en 1631, y tampoco en Bratislava ni en Opava. En Viena, después de superar con la ayuda de Dios los múltiples obstáculos que había, pudo entrar nuestra Orden en el año 1697, por lo que el P. José Bruckner de Sta. Catalina, a la sazón provincial de Germania y Hungría, destinó a Viena a los PP. Ignacio de Santiago y Gabriel de Sta. María de Loreto para aprovechar la residencia graciosamente concedida por el emperador Leopoldo I. (P. Nicht)
En los años en que había sido Geneal el P. Paulino Chelucci de S. José, se compró una casa en 1752 en Praga por medio especialmente del P. Gelasio Dobner de Sta. Catalina, quien con su habilidad y destreza logró superar los manejos clandestinos de los adversarios, para establecer en ella una escuela con seis profesores de las Escuelas Pías y cuatro de lengua alemana y bohema. En el año 1757, la ciudad sufrió la violencia de los prusianos, y el P. Dobner, con ánimo invicto, recuperó la casa de la Orden del incendio y de la ruina, y de tal modo se movió que logró que la Orden adquiriese un colegio mayor y más amplio en la parte de la ciudad llamada Ciudad Nueva. El colegio de Praga existe desde entonces, y una vez terminado el nuevo edificio, trasladó a él a los hermanos con gran comodidad.
La casa de Gleissdorf, en el ducado de Estiria, pasó a posesión de las Escuelas Pías cuando el alabado Cardenal de Kollonitsch la construyó desde los cimientos con una iglesia y la dotó con suficientes rentas en el tiempo en que gobernaba la provincia de Germania el P. Germán Jandik de S. Adalberto, hombre de un tipo de vida, costumbres y virtudes, que será alabado en todo tiempo. Él acudió al Capítulo General de 1748; una vez vuelto procuró que se llevara a cabo, de la mejor manera posible, la división de la provincia en dos partes.
El P. Antonio Hueber, en el primer año de su provincialato, mandó solemnizar con gran aparato el día solemne en que nuestro S. Fundador fue proclamado Beato, con un triduo en la iglesia parroquial del Colegio Josefino. Y se aplicó al engrandecimiento de su provincia con tal dedicación que, con la ayuda de Dios, durante los nueve años de su provincialato abrió nueve casas, algunas dentro y otras fuera del territorio austriaco, de modo que el número de casas fundadas coincide con el de años que estuvo en el cargo. En 1748 creó en Viena el Seminario de Nobles de Löwenburg[Notas 1]; ofreció profesores y prefectos a la Academia del Duque de Saboya; trasladó el noviciado a la casa de Santa Tecla (1755); creó casas en Günzburg de Burgovia, Kempten, Donau Eschingen y Wallerstein; en Austria inferior abrió un colegio en el santuario de San Pölten; en la superior abrió Freystadt; en Croacia, por orden de la augusta emperatriz y reina María Teresa y con el fondo que ella creó la residencia de March y el colegio de Belovar.
El colegio y seminario de nobles de todas órdenes de Löwenburg bajo el patrocinio de Santiago en Viena se inauguró el año 1748 siendo rector el R. P. Jaroslao Leopoldo Kapeller de S. Alejo, hombre tan incansable ejerciendo nuestro ministerio como hábil para hacerlo crecer, que añadió a la enseñanza de las disciplinas de filosofía y derecho canónico su profundo conocimiento de las lenguas griega y hebrea. Proveyó el internado con un mobiliario adecuado, e instituyó y puso en práctica todas las artes que convienen para la formación de un joven noble.
Envió a la Academia de Saboya-Liechtenstein como primer encargado en el año 1750 al P. Florián Dalham de Sta. Teresa, hombre de integridad de vida, amor por el instituto, vasta erudición y eximio en el cultivo de la disciplina. Durante seis años enseñó a los jóvenes nobles Física, tanto la teórica como la experimental, y consiguió gran fama dando clases públicas de matemáticas, física y psicología, tanto dentro como fuera de casa.
El primer rector del colegio de Kempten fue el R.P. Donato Hoffmann de la Transfiguración del Señor, quien ejerció el cargo durante dieciséis años con su palabra y su ejemplo. Durante tres años enseñó teología y derecho, tanto civil como canónico, a los juniores de la Orden, y luego durante dos a los profesos de la antigua Orden de S. Benito, con tanto aplauso que el príncipe de Kempten lo consideró digno de nombrarlo consejero eclesiástico ordinario. Enriqueció la biblioteca con libros de gran interés.
La fundación del colegio de Wallerstein en el año 1759 se debe a la antigua estirpe de los condes de Wallerstein, cuya genealogía cantó en un poema yámbico el R.P. Remigio Nordeck de S. Luis con ocasión de la venida de los Padres de las Escuelas Pías para formar a los niños en religión y letras; su inauguración la celebró el P. Donato Hoffmann de la Transfiguración del Señor en el año 1762.
El R.P. Godofredo Wagner de S. Gregorio fue enviado a comenzar nuestra casa de San Pölten, y luego fue nombrado rector de la misma, y la dirigió con vigilancia y cuidado.
El P. Luis Beltrán Neumann de S. Antonio ejerció con aplauso de todos la tarea docente en la casa de Freystadt en Austria superior, quien fue enviado como primer rector de aquella nueva casa, y la dirigió con su acostumbrada prudencia y destreza, y la hizo crecer admirablemente.
En la residencia de March en Croacia dejó admirables ejemplos de su arte con la madera el hermano lego Pablo Wangera de S. Florián, hombre bueno, humilde y que se esforzaba por adquirir las virtudes religiosas.
En el curso de los nueve años de su provincialato el P. Antonio Hueber celebró dos capítulos provinciales, y acudió al capítulo general que se celebró en 1754. En el último año de su mandato fundó la residencia de la Vía Regia (Santa Tecla), y abrió escuelas en alemán para servir cómodamente a la niñez del vecindario. Deseaba, una vez libre de sus cargos públicos, dedicar el tiempo que le quedara de vida a Dios. Durante apenas un trienio residió allí con el cargo de primer asistente, pero después, a causa de la muerte de dos provinciales durante el trienio, los PP. Jaroslao Leopoldo Kapeller de S. Alejo (1759) y Colomano Stur de Sta. Radegunda (1759), según lo prescrito en nuestros estatutos, tuvo que tomar de nuevo las riendas de la provincia. El comienzo del cuarto provincialato de la provincia de Austria era afortunado.
Con ayuda del Excelso Príncipe y Arzobispo de Viena, conde de Migazzi, la provincia compró el edificio contiguo a la iglesia de San Ivo, en la cual se daban clases de derecho civil, y que estaba entonces a la venta, y así introdujo en el centro de la ciudad imperial las Escuelas Pías. El primer prefecto de aquel colegio, el P. Nicéforo Döltel de S. Donato, lo hizo tan bien y fue considerado tan digno que en el capítulo provincial de 1763 fue elegido para dirigir toda la Provincia. La construcción de aquella casa que había comenzado siendo rector, la terminó siendo provincial.
Obligado por el capítulo provincial de 1759, el P. Hueber fue por tercera vez a un Capítulo General en 1760. De allí volvió con el nombramiento de Provincial, el cuarto de la provincia, que dirigió con el mismo cuidado que en los años anteriores. En este periodo colaboró mucho para erigir la viceprovincia renano-suiza, con las tres casas de Kempten, Donau Eschingen y Wallerstein.
El P. Zacarías Juan Schubert de Sta. Isabel fue el primero que gobernó la viceprovincia renano-suiza, hombre de gran prestigio por su doctrina, su piedad y demás virtudes religiosas, que brilló en el cultivo de las ciencias mayores, principalmente la teología. El primero que la dirigió cuando la viceprovincia se convirtió en provincia fue el P. Buchardo Wolf de S. Mansueto, trabajador infatigable, durante cuyo gobierno se confió a la provincia el seminario arzobispal de nobles de Trier, que él dirigió durante cinco años.
Terminado su provincialato con gran crecimiento de la provincia, el P. Hueber se retiró a la casa de San Pölten, que también debía su origen a la liberalidad de Kollonitsch, en la cual descansó, aunque no de manera definitiva, pues más tarde fue a Krems, donde falleció el 16 de septiembre de 1777. Del P. Antonio Hueber de S. Plácido se puede decir lo que Veleyo Paterculus dijo de Escipión Emiliano: “Durante toda su vida no dijo, ni hizo ni escribió nada que no fuera digno de alabanza”.
Durante el clementísimo gobierno de María Teresa, de feliz recuerdo, en el año 1777 el P. Provincial Ricardo Habel de S. Fortunato trasladó nuestras escuelas de San Pölten a Krems, que antes había sido un colegio de la Compañía de Jesús. También él trajo profesores selectos de letras y educadores para los jóvenes nobles de Leópolis (Lviv) a la Academia Teresiana-Potinskiana, y para la que en Viena se gloriaba con el augustísimo nombre de María Teresa.
De la necrología tomamos datos para hablar de un segundo, el P. Gregorio Tapolcsany de S. Ladislao. Este varón, de noble origen, nació en Nagy-Tapolcsany en 1711, ingresó en la Orden de las Escuelas Pías el 6 de octubre de 1728y falleció en Szeged el 8 de octubre de 1773. Fue un hombre de gran mérito en la provincia de Hungría, digno de alabanza no menos por su ciencia que por su prudencia, muy admirado por su esfuerzo por el bien ajeno, tanto los de casa como los de fuera. Con ocasión de un discurso fúnebre que hizo para alabar a Alejandro Karolyi, Conde de Gran Karoly, en el mes de junio de 1744 y que pronunció con gran elocuencia y argumentos de peso, se oyó decir al conde Francisco, hijo de Alejandro, que este apreciaba tanto a nuestro padre Gregorio que muchas veces le había oído decir ante sus familiares e incluso huéspedes que venían de lejos: “en su opinión no había nadie más digno o más apto de ser promovido para la archidiócesis de Esztergom, entonces viuda de pastor; no habría ninguno igual, e incluso podría superar al gran cardenal Pedro Pazmany”. Fue a Debrezen como rector de la casa que había allí, y allí encontró una sede y mercado de hombres adictos a la confesión helvética, y no omitió ningún esfuerzo ni fervor para acercarse a ellos durante los años que estuvo en aquella casa, de modo que con su esfuerzo hizo que muchos de ellos pasaran de la suma tiniebla y oscuridad a la luz de la verdad católica, los cuales depusieron su contumacia y pusieron sus cervices bajo el suavísimo yugo de la religión católica. Fue dos veces al Capítulo General de Roma elegido como vocal de la provincia, en 1748 y 1754. Entonces había una gravísima controversia en la Curia Romana acerca del matrimonio según la costumbre recibida de la confesión helvética, y había que tomar una decisión, y como se decía que lo mismo ocurría en la ciudad de Debrezen, principal metrópoli de la secta calvinista, donde nuestro Gregorio era párroco ortodoxo de la misma, el Sumo Pontífice Benedicto XIV convocó muchas veces por medio del Emmo. Cardenal procanciller a la curia a Gregorio, para que diera su opinión en el caso del matrimonio mixto católico-calvinista. Con el juicio y opinión de todos fue aprobada la sentencia, y enviada a Transilvania con un decreto pontificio anejo.
En el año 1760, con el consenso de todos, fue elegido Moderador de la Provincia, y llevó a cabo su misión sin omitir ninguna diligencia, y con suma prudencia y la alabanza de todos.
Sobre el colegio de Tata escribí lo siguiente en mis memorias: “Salimos en tren de Budapest a las 9 (del 15 de mayo de 1904) hacia el colegio de Tata. Ya estábamos cerca de Tata cuando en la elevada cima del monte Aquila apareció… un monumento milenario, erigido en el año 1896 en Bánbida, donde Arpad derrotó a los Moravos, ganando así una patria para su gente… Llegamos al colegio a las once. Nos esperaban en la puerta los religiosos y veinticinco internos con gran multitud de gente. Se repitieron besos y abrazos para expresar el afecto filial, de los cuales la corona fue el discurso de acogida del R.P. Rector Alejo Pinter, a quien el Rvmo. P. Adolfo Brattina respondió con palabras amables. El lugar del colegio es soberbio: está edificado sobre una colina, dominando la ciudad, y ofrece una vista hermosísima, de paraíso terrenal, rodeado de un lago, bosques, verdura, setos y huertos, en cuyas aguas nadan cisnes más blancos que la nieve. Este espléndido espectáculo es memorable, como para envidiar a los religiosos que, teniendo el ánimo ocupado en los estudios, de vez en cuando pueden elevar los ojos y contemplar la naturaleza adornada con todas sus pompas, y decorada bellísimamente con artísticos decorados.
“En medio del bosque inmenso aparece la villa del Conde Esterhazy, insigne benefactor de nuestra Orden, al cual fuimos a saludar. No es fácil de creer cómo nos acogió. El Rvmo. Padre dio muchas gracias recordando los beneficios que las Escuelas Pías recibieron siempre de los antepasados Esterhazy (que fundaron este colegio en 1765), y rogó al cielo por los tres ángeles de la familia, que estaban mirando con la esposa del prócer.
“Llamados luego a comer, con gran gusto nos enteramos de que teníamos dos hermanos acompañantes, Francisco y Pablo, rector de los capuchinos y párroco de la ciudad, invitados con nosotros al banquete. Después de terminar visitamos nuestra casa, las aulas escolares, la biblioteca, y todo merecía aplauso. Después fuimos a paseo en cinco carrozas que el conde con su magnificencia puso a nuestra disposición, de modo que aunque teníamos poco tiempo pudimos ver el gran templo de la ciudad, y el convento de los capuchinos. Y no puedo dejar de narrar un ejemplo de caridad cristiana que sólo yo vi. Sobre la mesa del padre Guardián se encontraba la cestilla con las monedas de poco valor que habían dado los fieles; entonces el conde Pablo, sin que nadie lo viese depositó una moneda de plata que valía dos florines. Es un detalle para alabar la filantropía de nuestros mayores, que sin sonar la trompa supieron ayudar a los pobres. Pasamos dos horas en la verdura y los bosques junto al lago, y luego descansamos un poco en la pequeña ciudad, en la cual aparece un hexámetro muy apropiado: ‘¿Qué puede darte la naturaleza que sea mejor que el campo?’ Nos volvimos a poner en camino hacia la estación de ferrocarril, donde dios las gracias a los hermanos reunidos, los condes, el párroco y el superior de los capuchinos. Budapest nos recibió a las siete y media de la tarde”.
Las Escuelas Pías fueron introducidas en Kalocsa por la munificencia del arzobispo del lugar, José, de la familia de los condes Batthianyi, y por obra y favor del conde Luis Batthianyi, en 1765.
Por la necrología del P. Jeremías Saudny de la Virgen de los Dolores conocemos la fundación de cuatro casas.
Este fue un hombre famoso por su ciencia, prudencia, caridad, integridad de vida, celo por la observancia regular, y otras virtudes religiosas dignas de alabanza; de gran mérito en la provincia de Germania. Aunque tenía muchos asuntos a los que dedicarse, apenas dejaba pasar un día sin visitar las escuelas, aunque estuviera enfermo; y en particular las de párvulos, que aprenden el arte de leer y escribir, a los cuales enseñaba con gran caridad y paciencia, y, al ejemplo de nuestro Santo Padre distribuía imágenes piadosas como premio. Con razón podría decirse de él que sostenía las Escuelas Pías sobre sus hombros.
Fue tres veces a Roma a Capítulos Generales, en los años 1754 y 1760 como vocal y en 1766 como Provincial. Ejerció el cargo durante un sexenio, y a pesar de ser tiempos difíciles, con su gran prudencia y destreza administró las cosas de tal manera que abrió cuatro nuevas fundaciones de las Escuelas Pías: Gaya, Budweis, Haida y Trübau.
Cuando Lituania fue separada de Polonia, fue elegido como superior el P. Sebastián Wykowski de S. Estanislao, quien fue también el primer provincial. Se esforzó todo lo que pudo y empleó todo su ingenio principalmente para que florecieran los estudios literarios. Para ello compró una biblioteca con libros selectos en Roma, y para formar a sus jóvenes hizo una fundación en Roma.
Notas
- ↑ En el año 1904 había en el colegio de Löwenburg 25 o 30 alumnos, que llevaban un uniforme elegantísimo, con una espada en el costado. Diez de ellos pertenecía a la escuela de cantores y cantaban cada domingo y cada fiesta de precepto en la capilla imperial. El erario público pagaba su pensión.