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[401-450]

401.- El P. Abad solía ir a explicar la Doctrina Cristiana a San Adrián, en Campo Vaccino; siempre quería escoger a los campesinos más Pobres, y dejaba a los demás para el P. Castilla, o para el P. Francisco Fabián, sus Compañeros. Un día llamó a unos Pobrecitos, entre los que había uno que estaba tan harapiento, que enseñaba gran parte de las carnes; lo llevó dentro de la Capilla que está a la mano derecha, al entrar por la puerta de la Iglesia; le ordenó ponerse de rodillas, como hizo él, le dijo hiciera Oración para que Dios lo ayudara. Y, he aquí que, sin darse cuenta, se vio vestido con un traje blanco. Luego que volvieron con los demás a continuar la Doctrina; le preguntaron quién le había dado aquel vestido, y el Pobre respondió que no sabía cómo había sucedido, que se había encontrado vestido así.

En recuerdo de esto, en el Noviciado de Roma se ve un cuadro al Natural con la figura del Abad, pintado después de su muerte, y con un pobre desnudo, que se está poniendo un vestido blanco; y no sólo porque está el cuadro, sino que el P. Castilla contaba todo lo que aquí se ha dicho.

402.- Que resucitó al hijo de Félix Piantanidi, Notario de Tor di Nona y de Victoria Gracchi, se lo he oído contar muchas veces a ellos mismos. Es decir, muerto el Abad, mandaron hacer un vestido de tela plateada, y lo pusieron en su sepulcro. Hoy se conserva, con otros votos, dentro de la Celda donde murió el P. Fundador, pero primero estaba en la Sacristía de San Pantaleón con otros votos. Ordenó quitarlo de allí el Sr. Claudio Benicaso, Abogado de los Santos, para que pudiera proseguir la Causa de Su Beatificación, en la visita que se debía hacer, y no se pudiera decir que se le daba Culto, para que no se pusiera en contra el Promotor de la fe. Aquel vestido y le votos, los puse yo mismo dentro de la Celda del P. Fundador, de la que fui custodio muchos años. Por eso conozco muy bien este caso. Más aún, el mismo Félix Piantanidi, adquirió la devoción de hacer una reproducción a los Padres cada Jueves Santo. Esto continuó mientras él vivió. Yo estaba también en Roma en los últimos años, antes de morir, que fue hacia el año 1653. Así que he visto hacer esta escenificación siete años, y él venía a comer con nosotros.

403.- Este Señor Félix recibió también otras gracias, después de la muerte del Venerable P. Fundador, de las que han pedido testificación a la Señora Victoria Gracchi, su Mujer, en el Proceso hecho, “vía ordinaria”, para la Beatificación del P. Fundador, como se escribe en otro lugar.

404.- Cuenta el P. Castilla que un día iba con el P. Abad a la Cuesta de San Onofre para gestionar algunos asuntos, pues era necesario buscar una Casa para hacer el Noviciado. Fuera de la puerta del Espíritu Santo había un Pobrecito, con una llaga en la rodilla, que le pedía limosna; como no tenía qué darle, el P. Abad dijo al P. Castilla si le parecía bien que lamiera la llaga a aquel Pobrecito, ya que no tenían qué darle. Le dijo que lo hiciera pronto, que entonces no pasaba nadie. El Abad se arrodilló, le lamió aquella mancha pútrida. El Pobre se vio sano en un instante, y comenzó a gritar: -“¡Milagro, milagro! ¡Estoy sano!” Cuando esto oyó el Abad, dijo al P. Castilla: -“¡Huyamos rápido!” Echaron a correr hacia la Lungara, pasaron por Ponte Sisto, y se fueron a Casa. La gente preguntaba al Pobre quién le había sanado, y les respondía que no sabía quién había sido. –“Iban dos Curas juntos, uno me lamió la llaga, y el otro estaba atento con grandísima devoción. Y cuando vieron que yo gritaba, echaron a correr; no sé quiénes eran”.

405.- Otra vez, pasaba el Abad con el P. Castilla por el Pasquino, delante del Palacio del Duque de Bracciano, de la Casa Ursino, cerca de la Iglesia de San Pantaleón, y encontraron al Duque delante del Portón del Palacio, y lo saludaron. Al Abad le pareció que no los acogía como solía hacer con los Padres, y dijo al Duque: -“Qué os sucede, que estáis tan triste, lo que no es habitual en vos. ¿Quizá le ha sucedido alguna desgracia que no tiene remedio?”. –“Mi tristeza, le respondió, no se puede remediar. Hubiera proferido se me hubieran muerto los hijos y la mujer, antes que perder lo que he perdido. Por eso me encuentro en grandísima angustia·. El Abad, contra su costumbre -pues no era muy amigo de charlar- le preguntó: -“Es posible saber qué accidente os ha sucedido? Quiero, de verdad, saberlo”. –“¿Que qué me ha sucedido? Se me ha muerto el mejor Caballo de los que tenía en la caballeriza. Hubiera preferido perder a los hijos y a la mujer, como os he dicho, pues no conocía nada mejor que él. ¡Y ya está muerto!” El Abad le replicó: -“Tanto quería al Caballo muerto? ¿Me permite ver un poco lo bonito que era, a ver si tiene remedio?” –“¿Y qué remedio quiere que haya, si ya lo han atado para llevarlo al río, y hace rato que ha muerto? Precisamente para no pensar más en él he salido aquí fuera”.

406.- “Déjemelo ver, que no es nada”. –“Está en la caballeriza, le replicó el Duque”. Llamó a un sirviente y le dijo: -“Demos gusto al P. Abad; acompañadlo a la caballeriza, que quiere ver el caballo muerto”.

Fueron los tres, es decir, el Abad, el P. Castilla y el sirviente, y, al ver que habían atado las cuatro patas del Caballo, el Abad dijo que se las soltaran, y preguntó cómo se llamaba el Caballo. Le respondieron que le llamaba Bella Donna.

Una vez desatado el Caballo, el Abad se acercó y, gritó fuertemente: ¡Bella Donna, Bella Donna, Bella Donna! ¡Levántate, en nombre de Dios! Y el Caballo, como si tuviera sentimientos, se alzó relinchando, y comenzó a sacudirse. Cuando el servidor lo vio, corrió donde el Duque, con el Maestro de la Caballeriza, para que fuera a verlo. El Duque, aunque no se lo creía, fue rápido a ver, y encontró al Caballo comiendo; lo llamó por el nombre, y relinchaba, como si le respondiera.

El Duque preguntó dónde estaba el P. Abad. Le respondieron que había ordenado desatar el Caballo, después lo llamó tres veces por el nombre, y viendo que el caballo se había levantado, echó a correr con el P. Castilla, “que no sé qué parecían”. Que sólo había dicho que no era justo que el Duque Ursini hubiera preferido que se le hubieran muerto la mujer y los hijos, antes que hubiera muerto el Caballo.

Este caso no sólo lo contaba el P. Castilla, sino que también lo cuenta el P. Juan [Benedetti], el Greco, en la Vida del P. Abad, publicada en Cracovia.

407.- Se podrían añadir otras cosas, pero, como las ha contado ya el P. Pedro [Mussesti] de la Anunciación, las dejamos. Sólo quiero decir que, cuando murió el Abad en el Noviciado, al mismo tiempo fue él mismo, en espíritu, adonde el P. Fundador, que estaba en la cama, y llamó a la puerta; el P. Respondió quién era, y le dijo: -“Bendígame, Padre, me voy”. Y el Padre replicó: -“Id, Alma bendita, que Dios os bendiga, y pedid por mí al Señor”. No había pasado una hora, y al P. Fundador le llegó la noticia de que había muerto el P. Abad. El Padre respondió que ya lo sabía, que había ido adonde él a recibir la bendición. Así se supo esto. Este caso lo contó muchas veces el P. Castilla.

408.- Cuando murió[Notas 1], su cuerpo fue colocado en una caja, que fue incrustada dentro de una ventana del Cortile, al lado de la fuente de la Casa de San Pantaleón; precisamente donde ahora se pone el heno para dar de comer al borriquillo. Luego fue sacado de allí, en tiempo del Papa Urbano VIII, cuando se hizo el reconocimiento del Cuerpo, para transportarlo a la Iglesia de San Pantaleón de San Pantaleón, y formar el Proceso de Beatificación -que ya se hizo- en el que fue Ponente de la Causa el Cardenal San Giorgio, de la Casa Borghese.

El Señor Odoardo Tibaldeschi, Secretario del Cardenal Mallini, entonces Vicario del Papa, aseguró que había visto sacar el Cuerpo del P. Glicerio de Cristo, en el siglo llamado el Abad Glicerio Landriani; que fue tal el olor que salió de aquel bendito Cuerpo, que todos querían hacerse con un poco de heno que le habían acomodado dentro del cuerpo, junto con la cal; que olía a musgo, y el olor se expandió por toda la Iglesia de San Pantaleón; y que duró por espacio de quince días, como contaba nuestro Bendito Padre Fundador.

Para concluir lo poco que de él he escrito, diré que la mayor parte se ha sabido por el P. Castilla, que fue Compañero suyo.

409.- Sólo dos cosas quiero añadir. Que fue a las Cuarenta Horas de San Lorenzo in Damaso, como dice el P. Pedro, a hacer oración, con la alforja a la espalda, la misma que llevaba a la cuestación de pan; se puso a oración con la cabeza en tierra, y tuvo que avisarle el Compañero que tenían que irse, porque era muy tarde. Entonces se levantó, y se puso a bailar y saltar con tanta alegría y fervor, que parecía estaba fuera de sí; tanto, que el Compañero tuvo que tirarle del hábito por detrás, y decirle que la obediencia lo llamaba. Se tranquilizó; pero como la Iglesia estaba llena, porque eran las Cuarenta Horas del Carnaval, los no lo conocían, lo tachaban de loco, y lo seguían por detrás; pero quienes lo conocían, mandaban a la gente apartarse, para que le permitieran pasar.

410.- Al salir de la Iglesia, el Compañero comenzó a reñirlo, diciéndole que hacía locuras, y que se lo iba a decir al P. Prefecto. Él le respondió: -“Verdaderamente, estoy loco; y quisiera ser tan loco como los que saltaban, cantaban y bailaban ante el Arca del Testamento. Lo que yo estaba haciendo era contemplar lo que ellos hacían, y aquellas fiestas y aquella figura. Y que tenía delante la figura y el figurado. Por eso me puse a bailar, como hacían ellos”.

Cuando llegó a Casa, dijo al P. Fundador lo que le había pasado en San Lorenzo in Damaso, y el Padre lo riñó mucho, para que no hiciera aquellas cosas en público, para no causar extrañeza entre Pueblo, “que os tiene por loco”.

411.- Otra cosa que cuenta el P. Vicente [Chiave] de San Francisco, de Palermo, es que Vanessa Lamberti, de Mazzara, madre de Francisco [Lamberti] de la Madre de Dios, en el siglo llamado Francisco Fabio, de Palermo, le contó que tenía un hijo que se llamaba Fabiano, de edad de 18 años[Notas 2], y no tenían ninguna noticia de dónde había ido; era el año 1618. Cuando murió el Abad escribió a la madre, a Palermo, dándole la noticia de que se había hecho Religioso de la nueva Congregación, en la que se vivía con grandísimo fervor de espíritu, y tenía como Instituto enseñar a los Pobrecitos los rudimentos de la fe, a leer a escribir, Ábaco y Gramática; y que había muerto un Compañero suyo, milanés, muy noble, pariente de San Carlos Borromeo, que se llamaba Glicerio de Cristo, en el siglo Glicerio Landriani, que era Abad, y, dejar las vanidades del mundo se hizo de la misma Congregación; que había hecho muchos milagros y era tenido por Santo; que, por haber sido Compañero suyo durante muchos años, conocía muchas de sus acciones. Y, por eso, que aceptara aquel regalo que le mandaba, un trozo del hábito de aquel Siervo de Dios, y lo tuvieran devoción; que pediría a Dios por ella y por los Parientes; y que esta carta le bastaba para saber que estaba vivo, sin necesitar otra respuesta. La carta se escribió en marzo de 1618.

412.- La madre del P. Francisco de la Madre de Dios recibió la carta, con el trozo de hábito del P: Abad, y la acogió con grandísima alegría, pues nunca había tenido noticia de su hijo desde que había partido de Palermo, y habían pasado casi doce años. Y aquel trozo de vestido lo conservó como Reliquia; de forma que, cuando enfermaba alguno, se lo aplicaba al enfermo con grandísima devoción, y todos sentían sus efectos milagrosos, como les sucedió a muchas personas de Palermo. El año 1624 llegó a Palermo una peste que duró hasta 1626. La madre del P. Francisco aplicó la Reliquia a todos los de su Casa, y ninguno murió de peste. Se la pidieron después algunos de sus amigos, y fue pasando de mano, curando a muchos de ellos. Pero la Reliquia no fue ya restituida, y se perdió. Todo esto lo contó muchas veces dicha Señora al P. Vicente [Chiave] de San Francisco, cuando estaba en Palermo. Y hoy, 21 de febrero de 1673, el P. Vicente me lo ha contado a mí mismo.

413.- En cuanto al P. Francisco de la Madre de Dios, llamado Francisco Fabio, de Palermo, fue un gran siervo de Dios e imitador de las virtudes del P. Abad Glicerio Landriani, al que el P. Fundador había dado por Compañero, y murió pocos años después del Abad. Por eso, el P. Fundador mandó pintarlo en un cuadro -junto con el mismo P. Abad- de pie, cada uno con un Crucifijo en las manos, y algunos niños arrodillados, a uno de los cuales decía: -“Decid el Paternoster”, y al otro:-“Vos, decid el Credo”, como se ve en dicho cuadro Estuvo primero en la Sacristía de San Pantaleón de Roma, y ahora está en el Noviciado. En él se ve la gran estima que el P. Fundador tenía a este Padre tan espiritual.

414.- El P. Castilla solía contarnos que el P. Francisco Fabio, antes de tomar nuestro hábito, era vivacísimo, muy curioso de saber noticias, y le aguataba mucho discutir. Para corregirle estas imperfecciones, el P. Fundador le solía llamar el Siciliano Charlatán. Desde entonces se dio al desprecio de sí mismo; y a veces, cuando oía que se hablaba de alguna cosa curiosa, él se iba, y se retiraba a la Celda a estudiar, o a hacer oración, y no salía de ella si no lo llamaba la obediencia, para dar la clase o acompañar a los alumnos, que lo llamaban ´el discípulo del P. Abad Glicerio Landriani, ´porque ellos lo veían como imitador suyo en las virtudes. En el Archivo de Roma se conservan algunas cosas escritas acerca de este siervo de Dios.

Hemos escrito muchas cosas del P. Pedro [Casani] de la Natividad de la Virgen; del P. Glicerio de Cristo, llamado el Abad Glicerio Landriani, milanés; y después hemos añadido, insinuándolo apenas, algo del P. Francisco [Lamberti] de la Madre de Dios, en el siglo llamado Francisco Fabio, de Palermo

415.-Ahora quiero hablar de otro Padre, también palermitano, sagaz y astuto, que no tenía igual en las fundaciones de las casas; pero que tenía un carácter inconstante, y por eso no duraban mucho sus buenos propósitos. No era muy bien visto por todos, por ser muy enérgico en las discusiones y en el mandar, y noblote en los debates. Cogía las cosas al vuelo cuando se le presentaban las ocasiones, porque había sido Doctor, Juez y Gobernador en Sicilia, sobre todo en un Pueblo llamado Naro, donde se portó con tanta rectitud en el gobierno que su fama llegó a Roma, como se verá enseguida.

Se trata del P. Melchor [Alacchi] de Todos los Santos. Era muy querido por el P. Fundador, que lo veía tan fervoroso en el espíritu, como en el manejo de las cosas temporales.

416.- Cuando era Gobernador en Tierra de Naro, lo llamó a Roma un Cardenal, para servirse de él como Auditor. Aunque tenía un hijo bastardo, y otros Parientes acomodados, vendió todos sus bienes, y, con una buena cantidad de dinero, compró muchas cosas para hacer regalos y comprar mercancías.

Cuando llegó a Roma, donde pensaba recibir honores -pues pretendía ascender en la Prelatura- se encontró con que ya había muerto el Cardenal que lo había llamado. Al ver que sus esperanzas se habían frustrado, pensó hacerse Religioso, y darse al espíritu. Durante un tiempo mantuvo sus luchas sobre esta vocación, porque no sabía a cuál de ellas lo llamaba Dios, para entregarse.

417.- Un día, se encontró con el P. José Calasanz, que era Prefecto y Fundador de las Escuelas Pías. Iba acompañando a los alumnos con tanta modestia, que le pareció lo llamaba Dios a aquella Congregación. Pero no se hizo mucha ilusión, porque Dios quiere las cosas a su manera. En estas dudas, se le presentó la ocasión de conocer al P. Abad Landriani y al P. Francisco Fabio [Lamberti], que también acompañaban a los alumnos. Llevaban un Crucifijo en la mano; y caminaban con tanta modestia y devoción, que se entusiasmó con aquellos dos Padres; tanto, que se olvidó de sus expectativas. Pensó retirarse y llevar una vida opuesta a la que llevaba, llena de mil vicios y malas costumbres, y decidió cambiar de vida. Ofuscado con sí mismo, andaba pensando hacerse Religioso.

Cada mañana contemplaba cuándo salían de las Escuelas los alumnos, que unas veces iban detrás del P. José, Fundador, y otras detrás del P. Abad, y, poco a poco, comenzó a introducirse en Casa. Preguntó si entre los Padres de aquellas escuelas había algún siciliano, y le respondieron que en la Congregación de las Escuelas Pías había tres, uno llamado P. Gaspar Dragonetti, de Lentino, hombre de grandísima Doctrina y perfección; otro, el P. Francisco Fabio, de Palermo, y un tercero, llamado H. Vito [Aversa] de la Anunciación del Monte, de Trapani, Limosnero. Éste fue uno de los doce de Santa María in Portico, que siguieron la Pobreza evangélica del P. Pedro Casani, que, abandonando las riquezas de los Padres luqueses, prefirieron la Pobreza de las Escuelas Pías. Este Hermano murió el año 1647.

418.- Finalmente, enamorado de las virtudes de los Padres de la nueva Congregación, los Pobres de la Madre de Dios, Melchor pidió al P. Fundador si quería admitirlo en su Compañía; que estaba dispuesto a secundar las esperanzas del Instituto, y hacerse pequeño, como hacían los demás. El P. Fundador le respondió que era ya un hombre hecho, y no podría acomodarse, ni a sus expectativas, ni a formar parte del Instituto de las Escuelas Pías, teniendo que estar sometido al Juicio de otros. Creía que no sería bueno para él, que había sido Juez y Gobernador, según decía. Que se pensara bien lo que pedía; porque quizá sería mejor hacerse Religioso de alguna Orden, más cómoda, en la que pudiera tener todas las satisfacciones que requería su persona.

Le respondió que lo que él quería era dejar el mundo, para sacrificarse y hacer penitencia de sus graves pecados; que estaba dispuesto a perseverar, y a someterse al juicio de otro, “como hacen los demás”. Y, en cuanto al Instituto haría lo que sabía hacer, en cualquier escuela que le fuera señalada, y según su capacidad.

419.-El P. Fundador lo vio tan decidido que, como él tenía grandísima necesidad de operarios, y, por otra, tres Religiosos eran paisanos suyos, y habían resultado muy buenos, lo envió al P. Pedro de la Natividad, que era Maestro de Novicios, para que lo viera, y le dijera su parecer. Y, si lo consideraba apto, de momento le diera esperanzas, y lo sondeara, para ver si su vocación era verdadera, o se trataba de un movimiento de espíritu, ante una adversidad.

El P. Pedro comenzó a interrogarlo, y lo encontró sólido en sus decisiones. Le advirtió que, antes de todo, era necesario hacer oración, y volviera luego otra vez adonde él, que vería lo que se podía hacer.

No había pasado un día, cuando volvió de nuevo adonde el P. Pedro. Tan bien supo convencerlo con su fina retórica, que lo aceptó, si así lo veía bien el P. Fundador. Acudió, como intercesor, al P. Gaspar [Dragonetti], que era paisano suyo, y al que el P. Fundador no sabía negar nada; y, de esta forma, fue aceptado y enviado al Noviciado, donde, como era un hombre formado, de buen juicio y de carácter fervoroso, comenzó a actuar con destreza y buen comportamiento.

420.- Fue sometido a prueba en la Clase de Ábaco, que desempeñó con grandísimo fervor y devoción; aunque parecía demasiado rígido y rudo con los alumnos, quienes temblaban con sólo al verlo.

El año 1625 fue encargado del Noviciado, en el que mantuvo una modestia grande. Como en él se vivía con gran pobreza, ideó enviar a los Novicios, de dos en dos, a San Pedro, a San Juan de Letrán, y a Santa María la Mayor, cada uno con una cajita en las manos, con orden de no hablar ni abrir los ojos, a recibir las limosnas que quisieran darles; y que, si, por casualidad, las moscas se posaban en sus ojos, no las espantaran, se dejaran picar; todo lo cual observaban aquellos pobres jovencitos. Uno de ellos me ha dicho que, una vez, por haber espantado él les moscas de los ojos, el P. Melchor le mandó hacer una disciplina en el Refectorio.

421.- El P. Maestro mandaba, a unos a cavar los cimientos para el edificio, y a otros, a otros trabajos manuales. Por la mañana era él el primero en poner manos a la obra Avisaron al P. Fundador de estas extravagancias. Avisaron de estas extravagancias al P. Fundador, quien empezó a compadecerlos, y le advirtió que no les hiciera trabajar tanto, pues la mayor parte eran jovencitos; prefería que los tuviera alegres y ejercitados en el espíritu; pero él era de dura cerviz, todo lo quería hacer a su manera. Una mañana, se enteró de que pasaba el Papa Urbano por donde nuestro Noviciado, que entonces estaba en Le Quattro Fontane, cerca de Monte Cavallo, donde ahora están las monjas Barbarinas; iba camino de Santa Inés. Mientras llegaba la cabalgata, mandó salir a todos los Novicios, y lo esperaban de rodillas con mucha modestia. Cuando llegó el Papa, el P. Melchor se presentó con el roquete y la estola; se acercó a la litera; obsequió al Papa con un cestito de higos bien lleno, y le dijo que aceptara aquella fruta del huerto. El Papa se lo agradeció, y bendijo a aquellos hijitos. Esta acción del P. Melchor fue muy estimada por su sencillez.

422.- Después mandó pintar esta escena sobre la cornisa de la fachada del Noviciado, es decir, toda la cabalgata, tal como se desarrolló, con el Papa y todos los Prelados, Caballeros, el Crucífero de la Cruz, la Guardia Suiza, la litera con el Papa, él, arrodillado, con el roquete y la estola, y un cestito de higos en la mano, que ofrecía al Papa; y detrás, la Caballería.

Cuando vieron esta pintura, dieron parte al Cardenal Barberini, quien se lo advirtió al P. Fundador, para que mandara quitarla, porque no estaba bien ver esta escena del Papa pintado en la pared en perspectiva, en una fachada pública.

Cuando sucedió esto, no estaba en Roma el P. Fundador, porque había ido a hacer la visita a Frascati, Poli y Moricone, y cuando volvió se encontró con este desorden.

423.- Enseguida se fue al Noviciado, y dio orden de que borraran todo; pero quedaron aún pintadas la Guardia Suiza y la Caballería, que se estuvieron viendo hasta el año 1660, cuando las monjas Barbarinas derrumbaron la fachada, para hacer la Iglesia; yo mismo lo vi hasta que fue derribado, desde el año 1637, cuando hice el Noviciado en el mismo Convento.

El P. Fundador castigo al P. Melchor, y lo retiró del Noviciado, poniéndole muchas penitencias, para que no volviera a hacer nunca una acción parecida, sin consultar a los demás; y porque debía haber esperado a que él volviera.

El P. Melchor no pudo aguantar esta mortificación, y pidió al Padre le diera autorización para ir a las Indias y fundar un Convento, pasando por España y Santiago de Galicia. Tanto le insistió, que, al final, le concedió permiso, y le dio por Compañero al P. Sebastián [Montagnani] de San Geminiano, de Lucca. Se puso en camino y llegó a Madrid, donde comenzó a negociar. Encontró que salía para las Indias un Príncipe español, que iba para Virrey, con la flota; y tanto supo insistir con él, que lo aceptó, y le tomó por Confesor suyo.

Lo gestionó tan bien en la Corte de España con muchos Príncipes, que lo recomendaron al nuevo Virrey de las Indias, que no hacía otra cosa que andar de aquí para allá, sin consultar a su Confesor.

Finalmente, se embarcaron para las Indias. El Virrey, además de la relación ordinaria que le daba, a él y a su Compañero, le regalaba siempre en la mesa con los mejores manjares que tenía para su uso, lo que no lo hacía con otros Religiosos que estaban en el mismo navío; a veces, el mismo Virrey se ponía a jugar con el P. Melchor, lo que molestaba muchísimo el P. Esteban, su Compañero. Yo mismo he visto en Roma una carta que éste escribía al P. Fundador, después de separarse.

Ocurrían casos en el mismo navío en donde se encontraba el mismo Virrey, donde echaban mano de las armas, y se herían entre sí. Para remediar este desorden, el Virrey hizo un bando en el que se decía que nadie se atreviera a hacer tal uso de las armas, bajo pena de muerte, ni tuvieran encima armas ofensivas, bajo pena de ser puestos frente a un pelotón de artillería, y fusilados de aquella manera.

425.- Se produjo un enfrentamiento entre dos del navío. En la reyerta, cayó uno; éste cogió un grueso clavo, con el que hirió mortalmente a su adversario. Informaron de ello al Virrey, y el causante fue condenado a muerte; cuando lo cogieron para ajusticiarlo, algunos acudieron al P. Melchor, para que intercediera y le perdonara la vida a aquel pobrecito, que afirmaba no incurría en el bando, porque aquella no era arma ofensiva, como cantaba el bando, sino que encontró el clavo por casualidad, por lo que no debía morir con pena de muerte.

El P. Melchor era de la opinión que el condenado merecía la gracia; y pensaba que no se la negaría. Fue donde el Virrey y le presentó el caso. Le pidió que le hiciera el favor, y perdonara a aquel pobrecito, pues se trataba de un caso esporádico, que se podía perdonar muy bien, porque “donde no llega la fuerza de la justicia, como es este caso, no se es digno de muerte, como pretenden sus Compañeros”. Decía que él -que había sido Doctor y Juez- estaba seguro de que no se le podía condenar, y por eso le pedía la gracia de liberarlo; de lo contrario, no se obraría bien, en conciencia.

426.- El Virrey le respondió que él era Capitán General de las Indias, podía y sabía lo que debía hacer, y quería que se ejecutara la sentencia, pues sus órdenes pedían que los tales que fueran ejecutados; y, por ser el primer caso que había encontrado, era necesario que muriera, que lo excusara si no lo complacía en aquella ocasión.

El P. Melchor replicó que se lo mirara bien, que aquello era una injusticia clara, y permitiera discutir el caso, donde había otros dignos Religiosos, y así estaría más seguro en conciencia.

Le replicó: -“Ya está dada la sentencia de que muera, y no quiero cambiarla, incluso para no dar a entender que soy una persona ligera; y no piense que la voy a cambiar”. El P. Melchor quedó muy desconsolado, se despidió muy insatisfecho, y propuso no volverlo a ver más.

427.- Aquel mismo día el pobre condenado fue atado en frente de pieza de cañón, que, disparada, lo dispersó por el aire. Un hombro y un brazo dieron contra la vela, que quedó manchada con la sangre del muerto. El P. Melchor, al ver aquella crueldad, propuso no volver a confesar más al Virrey.

A la mañana siguiente, el Virrey dio orden de llamar al P. Melchor, porque quería confesarse; pero él le respondió que lo excusara, que no quería confesar a quien cometía injusticia y no tenía piedad con uno que no merecía la muerte. Y, a pesar de que se lo pidió el P. Sebastián, su Compañero, y otros Religiosos que estaban en el navío, no quiso ir.

El Virrey mandó llamarlo de nuevo; que se quería confesar, que le daría cuenta de todo, que no dejara de ir. Y de nuevo le replicó que lo excusara, que buscara a otro Confesor, porque sabía que él no era digno.

428.-Al oír por dos veces la decisión del P. Melchor, que ya no quería confesarlo, mandó llamar a un Padre jesuita, que estaba en el mismo navío y también iba a las Indias, y lo nombró su Confesor. Sin más, el P. Melchor se despidió en el primer puerto donde tomó tierra, diciendo que quería ir a Italia. Esto ocurrió en los mares de Portugal.

El P. Sebastián quiso seguir adelante, y no ir con el P. Melchor. Este P. Sebastián [Montagnani] ha muerto. Hará seis años que se tuvo noticia de él por unos Padres dominicos, que desde las Indias vinieron a Roma; dijeron que el P. Esteban se había muerto en una ciudad cerca de Badajoz[Notas 3]. Había ejercido siempre el Instituto, y había sido Capellán en la Iglesia donde había dado clase y enseñado la Doctrina Cristiana.

Cuando murió dejó muchos miles de escudos a los Padres jesuitas, y a otro ciudadano que había oído era del Instituto de nuestra Orden. Aquellos mismos Padres me lo dijeron a mí el año 1670, cuando vinieron al Capítulo General, por la muerte del P. Marino, General de los Padres dominicos, y vinieron también a hablar al P. Cosme [Chiara] de Jesús María, ahora General, a ver si mandaba a dos Padres con ellos, que podrían recuperar el dinero. Pero como estaba próximo nuestro Capítulo General, que después se hizo en 1671, no dedicó tiempo a este asunto, y no se hizo más.

429.- Pero, si se hiciera una indagación en las cartas, escritas por el mismo P. Sebastián, al P. Castilla y al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles, cartas que están en Roma, que yo dejé, junto con otras escrituras nuestras, se sabría todo sobre este asunto. Yo quise hablar de ello con el entonces P. General de los Padres jesuitas, pero a aquel P. General no le pareció tiempo oportuno; por eso, abandoné la empresa, después salí de Roma, y todo quedó en el olvido.

Pero sigamos la historia del P. Melchor de Todos los Santos. Cuando desembarcó del navío, se volvió a España. Llegado a Barcelona, encontró un bajel de las galeras de la escuadra de Nápoles, y se dirigió a Italia. Llegó a Nápoles, y enseguida fue a encontrarse con el P. Pedro [Casani] de la Natividad de la Virgen, Provincial, que había sido su Maestro de Novicios. El P. Pedro lo acogió, y supo aprovecharse bien de él, pues lo conocía como muy despierto y activo en sus actuaciones.

430.- Aquel año, el P. Pedro había abierto la Casa de Porta Reale, con la ayuda de algunos Complatearios, y en particular de Félix Pignella, que buscaba limosnas entre los otros; compró una taberna donde se vendía vino, y la convirtió en Iglesia, que es la que hay actualmente.

Dicho Félix Pignella mandó pintar un San Félix sobre la entrada de la Iglesia, junto con su escudo de armas, y quería hacerse el Dueño absoluto de la nueva Iglesia, pues la bondad del P. Pedro se lo consentía todo. Cuando el P. Melchor vio esto, no pudo soportar aquella intromisión en todas las cosas de los Padres, e informó de ello al P. Fundador, pues, cuando se abrió la nueva Iglesia, se hizo todo con Instrumento público y Consentimiento del Cardenal Boncompagni,.

431.-El P. Fundador escribió el P. Esteban de los Ángeles, que entonces era Superior de la Duchesca, para que hiciera lo posible por cambiar el cuadro de San Félix por el de la Madonna; que se borrara la pintura de San Félix con el escudo de armas de Pignella de encina de la puerta de la Iglesia, y se sacara del Tribunal del Arzobispado el Instrumento de la Fundación con el título de San Félix, todo lo cual fue cumplido.

Las justificaciones de todo esto están sacadas del libro de las cartas que escribía el P. Fundador al P. Esteban, que están registradas en más de veinte cartas. Así que el P. Esteban pidió al Sr. Alejandro Luciani, en aquel tiempo Vicario General del Cardenal Boncompagni, hacer desaparecer el Instrumento de la Corte, y también fue borrada la imagen de San Félix. El P. Pedro, entonces Provincial, puso como titular de la Iglesia la Natividad de la Virgen, como era su nombre, y así se terminó el pleito entre Félix Pignella y el P. Fundador.

432.- Tan incómodos y constreñidos se encontraban los Pobres Padres en la nueva Casa, que había cuatro o cinco por celda[Notas 4]. No tenían agua ni Cantina, ni encontraban modo de acomodarse, porque el P. Pedro no quería comprar nada; dejaba hacer a los Complatearios[Notas 5], cuya Presidente, Félix Pignella, estaba disgustado. Así que vivían miserablemente.

Un día el P. Melchor dijo al P. Pedro que aquella manera de estar no era propia de Religiosos; que convenía que cada uno tuviera su celda, para que, si quería hacer algún acto de perfección, no lo pudiera ver otro compañero; que había que encontrar la manera de hacer obras, pues en el mismo sitio se podían acomodad perfectamente cuarenta celdas, sin se molestaran unos a otros; que, si tenía un poco de dinero, estaba animado arreglarlos con gran facilidad; que le diera el dinero que había en Caja, que lo demás corría por su cuenta, de forma que en cuarenta años no haría falta hacer más obras, pues tenía muy diseñado cómo se podía hacer.

433.- El P. Pedro se reía de aquella proposición del P. Melchor; pero, a pesar de todo, como lo veía tan decidido, llamó al H. Pedro de San Matías, de Sassuolo, Compañero y ecónomo de la Casa, y le dijo que mirara a ver el dinero que había en la Caja, y se lo diera a él, sin decírselo a nadie.

El H. Pedro encontró en la Caja treinta y cinco carlines; se los llevó al P. Pedro, Provincial, quien llamando al P. Melchor, le dio dicho dinero; pero le preguntó qué quería hacer con tan poco dinero.

Le respondió que eran suficientes; que aquéllos bastaban para comenzar las obras. Enseguida fue adonde el H. Alejo [Domitro] de la Piedad, Limosnero napolitano, y comenzó a entusiasmarlo, diciéndole que había pensado hacer un Convento de nueva planta, para remediar aquél, y no estuvieran como gitanos, como suele decirse. Que si él quería ayudarlo, sería un honor para él; que tenía algún dinero, suficiente; que le indicara alguna persona piadosa, e irían juntos; que le dejara hacer a él, que se las arreglaría para conseguir lo que necesitaba; y una vez que encontraran las limosnas, que no faltarían, porque así no se podía estar. Él estaba animado, pero a condición de que fueran juntos para encontrar el dinero que hacía falta, “pues los napolitanos son por carácter de gran piedad”.

434.- Al mismo instante el P. Melchor se fue con el H. Alejo de la Piedad a comprar cal con aquellos pocos carlines, y llevarla a la Plazoleta de las Fosas del Trigo. Cogió una laya, hizo una fosa, y en ella echó la cal. Llamó a algunos alumnos, y, de las fuentecitas cercanas, empezó a llevar agua, p<ara amasarla. Todos los que por allí pasaban querían saber que pretendía hacer, y él le respondía que quería construir las celdas para los Padres, pues no tenían dónde dormir; que ayudaran también ellos, y le dieran algo. Y aquel día consiguió veinte ducados.

435.- El H. alejo, animado, comenzó a buscar limosnas, pues le parecía era una obra de Dios, y reunió cincuenta ducados. Compraron piedra y puzzolana[Notas 6] para los Maestros Albañiles. Hizo los cálculos de lo que necesitaba, y todos decían aquello edra irrealizable, un despropósito y tirar el dinero; que era mejor hacer un plano nuevo y comprar las casas adosadas con las limosnas, y se podían ensanchar; lo demás era un gasto perdido.

El P. Melchor no quiso seguir ningún consejo; su pensamiento fue, más bien, comprar algunas vigas y apoyar el edificio sobre ellas. Quería que en seis meses estuvieran hechas todas las celdas con sus corredores, para remediar de momento aquella extrema necesidad; que quien viniera después lo hiciera todo de nuevo; porque lo que pensaba hacer era suficiente para cuarenta o más años, que, aunque pareciera imposible que aguantara el edificio sobre aquellas vigas, Dios los sostendría por su misericordia, porque tendría que llegar aquellos a quien quería servir; que así había hecho en Roma un Coro para Noviciado de Monte Cavallo, con poquísima obra, e igualmente apoyado sobre vigas, que parecía imposible se pudiera sostener; que el P. Pedro de la Natividad de la Virgen, Provincial, había dicho muchas veces que aquella techumbre la sostenían los Ángeles. Como entonces, lo puede ahora, “y tengo fe en Dios de que esta vez me resultará mejor”.

436.- Comenzó a llevar las vigas y él mismo trabajaba con los Albañiles; hizo algunos pasillos de un muro a otro, con péquelas traviesas colocadas en las murallas, unas a lo largo y otras a lo ancho, como aún se ven hoy día: con dos salas hizo cuarenta celdas con los servicios comunes; separó el Refectorio de la Cocina; y, como no había agua, hizo una pila encima de los nuevos muros apoyados sobre las traviesas, y con unos canalones de latón, recogía toda el agua del tejado; estaba hendida, para que cuando lloviera se llenara; y por otros canalitos con llaves, hacía llegar el agua a la cocina. En el Refectorio hizo una fuente, para que los Padres pudieran lavar las manos cómodamente. Esto no gustó al P. Pedro, le parecía demasiada comodidad, por lo que mandó quitarla.

437.- No sólo hizo las habitaciones, que eran muy pequeñas; como se ven ahora, cada uno tiene su celda, sino que también puso sus galerías y ventanas, para que durante el verano pudieran tomar el fresco y recrearse; reformó también las clases, para que fueran más capaces; finalmente, modificó la Casa en la forma como se la ve ahora, que es capaz para cuarenta personas.

Elte fervor duró hasta octubre de 1629, cuando le volvió la tentación de querer irse a las Indias, para lo que escribió muchas veces al P. Fundador, pidiéndole, por amor de Dios, que le hiciera esta favor, y le enviara la obediencia, para poder hacer el viaje; que quería ir a hacer una fundación, le concediera un Compañero, y diera orden al P. Pedro, Provincial, para que se la diera, pues haría mucho fruto a aquellos Pueblos.

438.- También pidió al P. Pedro que le ayudara ante el Fundador, pidiéndole la obediencia para poder ir a las Indias, donde haría el bien; y, como lo veía inquieto, escribió al P. Fundador para que le enviara la obeciencia, para que él se tranquilizara; con lo cual, el Fundador escribió dos veces al P. Pedro, que le diera la obediencia en nombre suyo, y le diera doa Compañeros a propósito, y le diera su bendición.Todo esto se ve claramente en la obediencia original, que hoy día se encuentra en poder del P. Vicente [Chiave] de San Francisco, a quien le llegó a sus manos casualmente, a la que tiene devoción, en memoria del P. Pedro. Esta obediencia me la dio a mí, el día 1 de marzo del presente año, para que haga Memoria de ella, y yo lo copio aquí tal como está escrita y sellada, con la legalidad y la firma del Notario.

439.- Copia de la Obediencia, que dice de esta manera, y está toda escrita por mano del P. Pedro:

“Petrus a Nativitate Virginis Pauperum Matris Dei Scholarum Piarum Minister Provincialis.

Tibi Patri Melchiori ab Omnibus Sanctis, salute et itineris prosperitatem.

Cum per litteras Patris nostri, Ministri Generalis, mihi fuerit mandatum ut tibi, cui facultatem fecit ad orientales lidos penetrandi, quo aliquis ex nostris iam pervenisse creditor, et pro tua consolatione quaecumque loca sacra in itineri invisendi in toto orbe terrarium, ut latius in litteris patentibus eiusdem Patris Nostri Ministri Generalis, dati Romae, sub die 10 et 29 Novembris juius eiusdem anni 1629, duo ex nostris fratribus designarem, comites futuros huius tuae peregrinationis, infrascriptos nomino et designo……………………, quos tuae obedientiae in omnibus submitto, et fidei committo. Datum Neapoli, dia 1 Januarii 1630.

Petrus [Casani] a Nativitate Virginis, Provincialis Regni Neapolitani. Loco + sigilli[Notas 7].

La cual fue autentificada por el Notario Juan Nonsicorto, el mismo día. Aparece también la legación de la Vicaría de Tomás Francisco Spinelli, Marqués de Fessalto, Secretario, con su sello.

440.- El P. Melchor partió de Nápoles con dos Compañeros el día 11 de enero del año 1630, y se fue a Moricone, donde tenía orden de detenerse hasta nuevo aviso. Cuando llegó escribió al P. Fundador que ya había llegado con los dos compañeros que le había asignado el P. Pedro, Provincial de Nápoles.

441.- El P. Provincial le respondió desde Roma a Moricone, diciéndole lo siguiente:

“Pax Christi. Creo que ninguno de éstos que han venido de Nápoles es a propósito para ir en su compañía. Por eso, he pensado que será mejor que se vaya con un sirviente hasta Ancona, donde podrá buscarse un compañero sacerdote y un clérigo, o un hermano operario, el que le parezca más conveniente. Y como quizá tenga que pasar por el Levante, y atravesar tierra de infieles, le mando la licencia, para que pueda cambiarse de vestido, mientras esté en tierra de infieles. Si emprende esta peregrinación en remisión de sus pecados y para ayudar al prójimo, allí donde vea que se presenta la ocasión, el Señor estará siempre en su compañía, sobre todo si lo hace con gran paciencia y humildad. Camine en presencia del Señor y de los hombres. Le envío cuatro cartas de hermandad. El Señor nos bendiga siempre. De Roma, a 15 de enero de 1630. Servidor en el Señor. José de la Madre de Dios”.

El P. Fundador escribe después otra carta el día 17 de enero a Moricone el mismo año 1630, en la que le recuerda muchas cosas, en especial, que cuantas menos cosas lleve consigo, tanto más agradará a Dios, yendo a la Apostólica; y que recuerde el viaje que hizo a Santiago de Galicia, donde, por no haber usado la pobreza, como Pobre de la Madre de Dios, fue robado muchas veces, “y otras cosas que usted sabe”. Le mandaba algunas estampas de papel y algunos Agnusdei[Notas 8], insistiéndole que caminara siempre en la presencia de Dios y diera buen ejemplo al prójimo, como se puede leer en el libro de las cartas recogidas por mí.

442.- El 16 de febrero de 1630, el P. Melchor escribe desde Ancona al P. Fundador que ya había llegado allí; que le escriba a Venecia y le mande una certificación de que ha sido ordenado a Título Paupertatis, y es Profeso de nuestra Orden. Y el 20 del mismo mes le responde y le manda la patente y la certificación. Éstas también se encuentran en el libro de las cartas, pero como son cosas largas, no las trascribo aquí; quien quiera verlas, las puede ver en dicho libro. También las cartas enviadas al P. Melchor de Todos los Santos son muchas, escritas en diversos tiempos y en diversos países, cartas que yo recuperé milagrosamente. Estas cartas, las cogió al P. Esteban [Cherubini] de los Ángeles del Archivo, y las llevó consigo cuando salió de San Pantaleón; cuando murió quedaron en el Colegio Nazareno, en poder del P. Camilo [Sacassellati] de San Jerónimo, que era Rector del mismo Colegio. Cuando yo supe que estaban allí dichas cartas, como estaba haciendo la recolección de todo lo que pudiera tener, para hacer con ello un volumen, pedí al P. Cosme de Jesús María, entonces General, que pidiera al P. Camilo que se las entregara, porque, si caían en manos de cualquiera, fácilmente se podía perder alguna, como ha sucedido a muchas otras. Esto fue el año 1668 en el mes de septiembre. El P. Cosme me prometió recuperarlas, y así lo hizo.

443.- El General, P. Cosme, fue enseguida al Colegio Nazareno, pidió las Cartas al P. Camilo, y enseguida le entregó dos mazos que tenía bien guardados; parte iban dirigidos al P. Melchor de Todos los Santos, y otra parte al P. Esteban de los Ángeles, y me los entregó. Yo comencé a copiar, pero sólo las cartas que eran de propia mano del P. Fundador; las de la mano del Secretario no las tuve en cuenta, y eran muchas, y se quedaron sin copiar; luego me di cuenta de que había cometido un error por no haberlas copiado.

He escrito esto para mostrar cómo cayeron en mis manos estas cartas, pues no parece cosa creíble que yo haya podido hacer esta recolección en tanto número; hasta ahora, 2 de marzo de 1673, hacen el número de 520. Espero encontrar otras, con la ayuda de mi Venerable P. Fundador, para que se vean sus virtudes.

444.- Ahora continuamos con la inconstancia y los proyectos del P. Melchor. Cuando llegó a Venecia, el P. Melchor escribió al P. Fundador, que le procurara una carta del Cardenal Barberini a la Señoría de Venecia, y se pudiera embarcar para Jerusalén con sus dos compañeros, uno llamado Blas [Alessandri], Clérigo, y otro Antonino [Liliu]. El P. le respondió que la Señoría de Venecia era la única que daba el embarque, pero hacía falta un enorme peculio para poder desembarcar en los Puertos, por lo que era imposible hacer aquella navegación.

445.- Más tarde, el P. Melchor quiso mandar imprimir en Venecia nuestras Constituciones, y pidió permiso al Padre, quien le respondió que aún no era el momento de imprimirlas, porque había que precisar muchas cosas, y cambiar lo que no se podía poner en práctica. Que cuando se hiciera esto, se podrían imprimir.

Tuvo también el P. Melchor la idea tratar con la República de hacer una fundación, y el Padre le respondió que le parecía imposible; que hiciera oración. Llegó inesperadamente a Venecia la peste, y, ante aquella situación, el P. Melchor se entregó al servicio de los apestados, confesándolos, recomendándoles Alma, y dándoles saludables remedios; y, de todo lo que iba haciendo en servicio de los Pobres apestados, informaba al P. Fundador. El Padre le advertía de cómo se debía comportar; que se protegiera lo que pudiera, y que algunos de los nuestros le tendrían envidia, porque podía alcanzar el Martirio entregando la vida en ayuda del Prójimo, como se ve en las muchas cartas que el Padre le escribía. Entre otras cosas, le exhortaba a ser desinteresado, sin coger nada a nadie; que hiciera como hacían los Apóstoles, ya que Dios lo había llamado a aquella mies tan fructífera y copiosa; y que supiera sacar provecho de ello.

446.- En este tiempo murió el Duce de Venecia, y el P. Melchor informó al P. Fundador, para que hiciera oración, y resultara bien la elección del nuevo Duce, el Procurador Zeni, muy Amigo y conocido del P. Fundador; era el que también animaba al P. Melchor a hacer la fundación en Venecia. Si él resultaba elegido, todo sería asegurado, pues ya había preparado una Casa grande con huerto, cuando en Venecia no era tan fácil conseguir un sitio parecido, y con tantas comodidades. Le pedía también que procurara mandarle aviso para poder comenzar a actuar a favor del Instituto. El Padre le respondió que, en cuanto al Clarísimo Zeni, Procurador de San Marcos, haría oración, lo mismo que había mandado hacer en el Noviciado, en las Escuelas, y en las demás Casas; pero que lo encomendara todo a la Voluntad Divina, “que de todo sabe sacar gloria”

Y, en cuanto a enviar individuos que sean súbditos de la Señoría de Venecia, le decía que, corriendo unos tiempos tan calamitosos de peste, no era posible, ni tenía personas aptas para hacer aquella fundación, porque los viejos eran pocos, y los jóvenes no estaban preparados.

447.- Se hizo la elección del nuevo Duce, y el P. Melchor le informó de que no había recaído en la persona de Zeni, sino de otro Clarísimo[Notas 9]. Le decía que éste tenía un sobrino tan bueno que, a pesar la peste, lo llamaba, y conversaba con él sobre la fundación, y de otras cosas; y que, aunque estaba expuesto en el servicio de los apestados, no por eso dejaba de ir a hablar con él con frecuencia, a pesar de que la peste iba aumentando en el Estado de Venecia.

El Padre le respondió que se maravillaba mucho de que un Señor tan importante hablara con personas expuestas a servir a los apestados, pues se suele rehuir a quienes tratan con los apestados. Y, en cuanto a escribir al nuevo Duce, para alegrarse con él, no le parecía conveniente molestarlo, “pues tiene muchas ocupaciones de negocios, y nosotros somos Pobrecitos; debemos ser humildes, y no entrar en estas pretensiones de los grandes; lo que sí haré es oración por él, para que el Señor lo asista, para hacer un óptimo y santo gobierno”. Y en cuanto a que la peste se estaba avanzando, que, si la Causa y la raíz estaban en el pecado de la Serenísima República, el nuevo Duce se guardara del cuarto castigo, pues la República ya había tenido tres, y no se habían arrepentido; que él se preocupara de dar buen ejemplo, dejara los intereses mundanos, e hiciera un buen cúmulo de obras buenas, ya que Dios le daba la ocasión de hacerlo; y que lo mismo decía a su dos compañeros, de los que después tuvo buena relación.

448.-En otra carta le dice que entregue en propias manos un escrito al P. Santiago Bagnacavallo, que fue General de la Orden de los Padres Conventuales, y que le diga de su parte, para consuelo de los Amigos, que ya había hablado al Cardenal Barberini, quien había sido muy atento con él; y también al Cardenal Gessi y a Zacchia, para que hablaran con el Papa Urbano; y le habían respondido que convenía esperar a que pasare el infortunio de la peste, y después se determinaría lo que se debía hacer.

El P. Bagnacavallo murió en medio de cierto misterio. El P. Fundador, cuando lo supo, escribió, con todo convencimiento, al P. Melchor, que Dios había coronado en el Cielo los méritos del P. Santiago Bagnacavallo, no habiendo querido que fuera honrado en la tierra; lo que quería decir que sabía por anticipado que habría sido elegido Cardenal, y que el Papa ya se lo había prometido a los Cardenales Gessi y Zacchia.

En otra carta añade que el Papa Paulo V lo había puesto en la lista de Cardenales, pero, casualmente, fue quitado; y en sus cartas escribe muchas cosas sobre sus virtudes, que no cito por no alargarme.

449.- Insistió tanto el P. Melchor ante el P. Fundador, para que le enviara ayuda, y comenzar las escuelas, que le prometió hacerlo, pero en su momento; que había en Roma un Padre con dos hijos, sicilianos; el padre se llamaba Juan [Mussesti]; el hijo mayor, Pedro de la Anunciación; era de edad entre 18 o 19 años, grandes Siervos de Dios. Juan era buenísimo humanista, tanto en prosa como en verso, que podría dar gran honor en la Escuela, y, siendo tan joven, le daría muchísima satisfacción; el otro hijo se llamaba Pablo, de edad entre 13 o 14 años, que ya vestía de cura, había estudiado tres años en nuestra casa, ya sabía las reglas, y esperaba muchísimo de él.

450.- Pero lo que quería el P. Fundador era que despidiera a sus dos Compañeros, Blas [Alessandri], y Antonino [Liliu], que harían mucho daño a la reputación y al crédito de la Orden. Le decía que les quitara el hábito y los enviara fuera, a toda costa; y, mientras tanto, buscara la ayuda de un terciario, que debería ir vestido con un hábito hasta media pierna, con sandalias y calcetas, para que lo acompañara, porque era mejor estar solo que mal acompañado. Porque Blas le había escrito muchas cosas, y en particular, que habían conseguido con muchas limosnas para el embarque a Jerusalén, con otras cosas que no se imaginaba; que no lo hiciera así, y no de otra manera, y los mandara fuera sin más, porque no eran profesos. Y que, si querían ir a Roma los pondría en el Noviciado a prueba, y si resultaban bien los admitiría en el Noviciado.

Notas

  1. Una nota al margen del folio dice: “El P. Abad murió el 15 de febrero del año 1618, a las seis de la noche: muerte que él había predicho”.
  2. Al margen del folio dice: “Que era clérigo; partió para Malta, y de Malta se fue a Roma, y se hizo Religioso de las Escuelas Pías, y se llamó P. Francisco de la Madre de Dios, donde vivió ocho años, seis de clérigo y dos de sacerdote. Su padre se llamaba Icemio Liberti”.
  3. Una nota al margen del folio dice que se llama Zafra.
  4. Hay en el margen del folio una nota que dice: “El P. Pedro [Casani] había hecho un arreglo, haciendo divisiones en forma de store, que no eran bastante capaces de defender del frío, y cuyos dormitorios eran nidos de chinches. Así que no sólo no servían para dormir los Religiosos, sino más bien para animales irracionales, que no sufren tanto las calamidades y las variantes del tiempo”.
  5. Hermanos de una Cofradía de Nápoles, dedicada a ayudar a la construcción de nuevos templos, y obras pías.
  6. Piedra volcánica y porosa, de la región de Nápoles.
  7. Pedro de la Natividad de la Virgen, Superior Provincial de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, a ti, P. Melchor de Todos los Santos, salud y viaje feliz. Habiéndome ordenado nuestro P. Superior General que te designe a ti (a quien ya él te ha dado la autorización de internarte en las Indias Orientales, adonde se cree que ya ha llegado alguno de los nuestros, y de visitar en el viaje todos los lugares sagrados de todo el mundo, para tu consuelo, tal como se dice ampliamente en dos cartas patentes de nuestro mismo Padre Superior General, escritas en Roma los días 10 y 29 de este mismo año de 1629) a dos de nuestros Hermanos, para que te acompañen en esta tu peregrinación, nombro y designo a los infrascritos………, a cuya obediencia y fidelidad los subordino. Dada en Roma, a 1 de enero de 1630. Pedro [Casani] de la Natividad de la Virgen, Provincial del Reino de Nápoles. Lugar+del sello.
  8. En la liturgia católica de la misa, jaculatoria dirigida a Cristo como Cordero de Dios y que los fieles repetían, después de darse la paz, antes de la comunión.- Aquí se trata de velitas con la imagen del Cordero De Dios, hechas con la cera de la Vigilia Pascual.
  9. Una nota al margen precisa: “El nuevo Duce fue Francisco Crizzi”.