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/Inmediatamente después de la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, se trató la cuestión de asegurar la continuidad de la enseñanza de manera estable en el colegio de Brig.

Ya desde el 31 de diciembre de 1773 existía el proyecto desinteresado de un ciudadano. Siguieron otros proyectos del mismo género. Todos coincidían en mantener de momento a los antiguos profesores, e ir sustituyéndolos poco a poco por sacerdotes seculares jóvenes y bien preparados. Se vio la necesidad concreta de proveer los empleos con entradas adecuadas, “pues si esto no ocurre, todos irán más bien en busca de algún beneficio, ya que en este trabajo el esfuerzo es más pesado y frecuente que en un beneficio, de modo que o no tendremos ninguno, o sólo gente de poco valer”.

Los profesores estaban obligados a vivir “en comunidad”. Y ello porque

1.Se puedan ayudar mutuamente en su trabajo
2.Los profesores recientemente incorporados aprenderán más fácilmente de los veteranos el arte de enseñar
3.Para que no se saquee la biblioteca
4.Para que los profesores puedan mantener su autoridad más fácilmente
5.Para que el espíritu de la virtud que deben instilar en los jóvenes no se vea dañado por el contacto excesivo con la gente del mundo.

Incluso se hicieron proyectos particulares con respecto a “la comida, la bebida y el vestido” de los futuros profesores. Proyectos que no se llevaron a cabo, pero que dejan ver con qué cálido interés se buscaba “el ensalzamiento de las ciencias, la educación de la juventud, la formación de las autoridades seculares y eclesiásticas”.

Con respecto a quién confiar la dirección del colegio, los pareceres no estaban concordes: unos preferían sacerdotes seculares; otros querían confiarlo a los Escolapios. La cuestión se decidió en el consejo de Distrito del 29 de junio de 1777. El Capitán del Distrito, con los ayuntamientos de Goms, Brig, Visp y Raron votaron por los Escolapios; Lenk y Siders, por sacerdotes seculares. Lenk incluso declaró que retiraría su contribución para la fundación del colegio en el caso de que no se siguiera su opinión (carta de K. Stockalper a su padre, 29 de julio de 1777). Sin embargo los cuatro ayuntamientos primeros se mantuvieron en su decisión, y el 2 julio de 1777 establecieron el siguiente acuerdo con el P. Provincial de las Escuelas Pías, Burcardo [Wolf] de S. Mansueto:

1.Se pondrá a disposición de las Escuelas Pías la iglesia, la vivienda y otros locales preparados, así como el huerto y terrenos que están a disposición de los ilustres ayuntamientos, tal como antes los tenía la Compañía de Jesús, y esto se mantendrá mientras exista la Orden misericordiosa y gloriosa de las Escuelas Pías, y estos cuatro ayuntamientos esperan y confían, sin ninguna duda, que no se presentarán nunca circunstancias por las que tengan que arrepentirse del hecho y de su manera de pensar.
2.Además de lo indicado, estos cuatro ilustres ayuntamientos se obligan y promete entregar al colegio cada año en diciembre (a partir de este año) 800 coronas, cada una del valor de 25 batzen.

Por su parte, el mencionado P. Provincial de las Escuelas Pías se compromete mientras estén aquí a lo siguiente:

1.En la medida de lo posible, enviar el número de Padres necesarios (que de momento serán seis), y en el futuro si es posible aún más, para atender las escuelas y ocuparse de las funciones espirituales y otras tareas que llevaban a cabo los RR. PP. de la suprimida Compañía de Jesús.
2.No adquirir bienes inmuebles de ningún modo o manera excepto los que ya poseen, y que pertenecían a la Compañía de Jesús.
3.Puesto que resultaría en gloria de la fundación, del aprecio de los ilustres ayuntamientos interesados, y de toda la patria, la creación de un internado para la juventud, la Orden de las Escuelas Pías se ofrece de buena gana a ello, en a esperanza de que los ilustres ayuntamientos se dignen contribuir los gastos necesarios para construir el tal internado.

Este contrato fue firmado por su propia mano por el Capitán del distrito, Mauricio A. Fabián Wegener, por el Alcalde Gaspar Jodok Stockalper y por el P. Provincial Burcardo de S. Mansueto, y se le pusieron los sellos de los ayuntamientos de Goms, Brig, Visp, y del Tercer Mörel. (Original: Museo de Historia de Brig).

Se invitó repetidamente a los Ayuntamientos de Lenk y Siders a que se unieran al acuerdo. Siders se unió en 1783, mientras Lenk retiró el capital que había aportado para la fundación.

En otoño de 1777 los Escolapios tomaron posesión del colegio. Durante los años que siguieron, con ayuda de los ayuntamientos, construyeron el ala meridional del edificio, y abrieron el internado.

El año 1787 el colegio sufrió un grave percance. La noche del 13 al 14 de septiembre ardió totalmente el techo de la casa y el de la iglesia. Todavía más: no habiéndose cubierto la bóveda de la iglesia después del incendio, un mes más tarde, a causa de las continuas lluvias, se hundió y destrozó la tribuna del órgano, la puerta y los bancos. El ayuntamiento y los ciudadanos de Brig restauraron la iglesia y el colegio por un total de gastos de 38.686 francos, a los cuales el cantón de Wallis contribuyó con 3.300 francos. A este acontecimiento se refiere el cronograma en medio de la tribuna de la iglesia:

seCVLo stetI
Igne rVens
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DesenoruM pIe
tate rVrVs ereCta

El órgano se restauró más tarde, pues el fabricante de órganos Félix Carlen von Gluringen presentó una factura por 991 coronas el 21 de marzo de 1793.

El final de siglo trajo malos tiempos para el colegio. En la primavera de 1798 tuvo lugar el levantamiento de Wallis Superior contra el Regimiento de Mangourits que se encontraba en el territorio, que terminó con la derrota de Sitten. Como consecuencia, se impusieron contribuciones de guerra a los ayuntamientos. Para pagarla, la Congregación Mariana, o sea la iglesia del colegio, tuvo que entregar las estatuas de plata, candelabros y otros objetos por un valor de 840 táleros franceses.

A finales de abril del año siguiente Wallis Superior tomó por segunda vez las armas contra los franceses, y después de una lucha heroica fue aplastada por la prepotencia en un lugar cercano a Psyn. Los franceses avanzaron quemando y arrasando por el país, y todos escaparon delante de ellos. Brig se había quedado desierta cuando llegaron allí el 31 de mayo. Los habitantes se refugiaron en los Alpes distantes, y también los Padres Escolapios se apresuraron a huir a través del Simplón hacia Italia del Norte. Tan sólo pusieron a salvo la custodia, el copón y el cáliz escondiéndolos en lugar seguro; todo lo demás tuvieron que dejarlo como presa a los enemigos. Estos se comportaron de manera horrible mientras estuvieron en la ciudad y en el colegio. La iglesia fue profanada y deshonrada, la casa saqueada y arruinada desde el tejado hasta los cimientos. En los alrededores, la misma destrucción y las mismas miserias. Los hombres que habían luchado en la defensa y no había caído fueron tomados como prisioneros de guerra; los demás habitantes fueron expulsados de sus casas y terrenos, y los pueblos y aldeas fueron incendiados y arruinados; excepto el aire y el agua todo fue destruido, como afirma un testigo ocular. Casi a diario había nuevas escaramuzas y batallas, nuevos acuartelamientos y movilizaciones, y por todas partes había desórdenes y disturbios sin fin. En tales circunstancias no se podía pensar en estudios e ir a la escuela.

A finales de abril de 1798 Wallis se convirtió en un cantón de la República Helvética. El gobierno helvético debía encargarse de la instrucción pública, y el 1 de noviembre de 1800 confió de nuevo el colegio de Brig a los Escolapios. A finales de otoño los PP. Ignacio Dillmann, Guillermo Lump y Mauricio Tschieder pudieron comenzar las clases con algunos estudiantes (carta del P. Dillmann al Obispo Blatter, 13 dic. 1800). Pero el colegio estaba en tal estado que era inhabitable, por lo que las clases se tenían en habitaciones del palacio de la familia Stockalper.

El gobierno de Wallis decidió llevar a cabo las reparaciones más urgentes, que comenzaron en diciembre de 1800 bajo la dirección del Alcalde K.E. Stockalper. De manera improvisada en otoño de 1801 volvieron al colegio, pero el 29 de noviembre de 1802 escribía el P. Dillmann al Consejo de Gobierno [en francés]: “Nos vemos obligados a dar clase en nuestras habitaciones y en el comedor”. El 9 de diciembre, el mismo escribía: “Para clases, hay que reparar cuatro salas, en las cuales, excepto las estufas estropeadas y algunas planchas de madera, falta todo… Faltan los bancos y las mesas en todas partes; la escalera para subir del primer piso al segundo está quemada, lo mismo que el suelo”. El P. Reinhold, rector del colegio, llama la atención del gobierno el 18 de julio de 1803, y entre otras cosas señala que hay que hacer las siguientes reparaciones: “en una clase la mitad del suelo está estropeado; en otra está totalmente destruido. Habría que cubrir con tablas un pasillo, y faltan tres puertas. No hay bancos. En el piso intermedio del colegio, donde están nuestras habitaciones, faltan tres puertas, y en el pasillo de abajo faltan nueve”.

Como se ve por estos informes, poco a poco se iban haciendo las reparaciones más urgentes. Desde 1798 hasta el 1 de mayo de 1809, los gastos de reparación importaron 11.528 francos suizos, 9 batzen y 3 kreutzer. Este dinero provenía en parte del Fondo del Colegio, y en parte de la Caja del Estado. Desde años atrás el Cantón de Walis controlaba los fondos dotacionales del colegio y los hacía administrar por un preceptor nombrado a tal efecto. Pero a causa de los disturbios de la guerra muchos capitales se perdieron. Y como a causa de las dificultades de los tiempos la caja del Estado no estaba bien provista, se comprende bien la tardanza para reparar completamente el colegio.

A comienzos de 1810 aparecieron nuevos peligros para el colegio. El 18 de noviembre, sin más, Napoleón incorporó Wallis a Francia como “Departamento del Simplón”. A pesar de que el emperador declaró en un decreto de 26 de diciembre que los tres colegios de Brig, Sitten y S. Mauricio debían mantenerse, pronto corrió la voz de que el de Brig iba a suprimirse. En junio de 1811 el ayuntamiento de Brig envió una petición al Prefecto Imperial de Sitten. En diciembre de ese año fue enviado el Sr. Nompère de Champagny, Rector de la Academia de Lyon, al departamento del Simplón, para hacer una inspección y recomendar qué establecimientos debían mantenerse y cuáles cerrarse. El Barón K.E. Stockalper, miembro del Tribunal Imperial de Lyon, se enteró del encargo. Inmediatamente advirtió a su familia y a los funcionarios de Brig, y les pidió que recibieran al Rector de la mejor manera posible, “porque nuestro colegio depende mucho de su informe, pues lo que se determine ahora permanecerá mientras dure el régimen” (cartas de Stockalper a su familia, 13 y 15 diciembre de 1811). El Rector llegó a Brig a finales de diciembre, y ciertamente no pudo quejarse de su recibimiento. Al contrario, se glorió de él, diciendo que la hospitalidad de los Stockalper había superado todas sus expectativas. ”Entre otras dijo que le ofrecieron una comida de 72 platos; él no los contó, pero sí su secretario. También le agradó la habitación noble que le ofrecieron”. Su informe no podía ser más favorable al mantenimiento del colegio. “Rebatió las tres razones que parecía apoyaban su supresión, y que eran las siguientes:

1.Que los ingenieros querían convertirlo en un cuartel
2.Que había pocos estudiantes
3.La paga de los profesores.

A ellas respondió de la siguiente manera:

1.A la primera, que el Emperador había decretado el mantenimiento de los tres colegios, y por tanto debían conservarse también los edificios.
2.A la segunda, que si este año hay pocos estudiantes se debía a la incertidumbre de no saber si el colegio iba a continuar o no.
3.En cuanto a la tercera, confía en la generosidad del emperador, que continuará pagando los 3000 francos; el resto se completará con otras fundaciones, y ya se preocupará el municipio.

Por lo tanto apoyaba la continuación del colegio, y añadía tres razones más:

1.El Gobierno francés está decidido a elevar el nivel de la instrucción, y por ello es necesario mantener en cada departamento tantas escuelas cuantas sean necesarias.
2.Los habitantes de los alrededores de Brig, como muchos distan 20 horas de Sitten, no pueden enviar a sus hijos a aquella localidad.
3.A los habitantes de este municipio les desagradaría mucho ver transformarse en cuartel la hermosa iglesia y el hermoso colegio que sus abuelos habían fundado sin escatimar esfuerzos y dinero para la educación de sus hijos y nietos” (carta de Stockalper a su familia, 22 de enero de 1811).

Qué acogida tuvo este informe, tan favorable a la conservación del colegio, por parte del gobierno francés, no lo sabemos. Lo cierto es que a principios de 1812 el municipio de Brig se dirigió al “Gran Ministro de las Universidades” y le rogó con insistencia que mantuviera el colegio. Este prometió tener en cuenta su petición cuando se ocupase de la organización de las escuelas del Departamento (carta del Subprefecto de Brig al Alcalde de Brig, 7 de febrero de 1812).

A pesar de todos estos escritos, el Subprefecto escribió una carta al Rector el 12 de abril de 1812, comunicándole [en francés]: “Su Majestad ha ordenado que se establezca un cuartel en el colegio de las Escuelas Pías de Brigue”. Al mismo tiempo le daba la orden de desocupar el colegio en el tiempo más breve posible, informándole sin embargo que las obras se llevarían a cabo de tal modo que los profesores podrían continuar aún durante tres o cuatro meses en su piso sin ser molestados. Creía poder asegurar que a causa de estas medidas Brig no iba a perder su colegio; tan sólo debería trasladarlo a otro edificio (Carta del Subprefecto al P. Rector, 12 de abril de 1812).

De hecho durante el verano se levantaron muros en torno al colegio, provistos de troneras para disparar, y se construyó la torre pequeña, “el castillo”. Un grupo de soldados se alojó en el nuevo cuartel.

No se sabe dónde se instaló la escuela. Parece que los profesores obtuvieron alojamiento en casa de personas particulares (carta del P. Guillermo al Barón Stockalper, 2 de enero de 1813).

El último año de la opresión francesa se había previsto otra medida tiránica para hacer desaparecer por completo el carácter alemán del colegio. En el Anuario de la Prefectura del Departamento del Simplón de 1813 se lee lo siguiente [en francés]: “Está bien clara la intención del gobierno de que a partir del 1 de noviembre de 1815 como muy tarde los profesores de los tres colegios den sus clases en francés, y que al mismo tiempo los alumnos deberán ejercitarse continuamente en traducir del latín al francés y del francés al latín”. Se intentaba suprimir por completo el uso del alemán. Pero Dios había dispuesto las cosas de otra manera. Al enterarse del avance de las potencias aliadas contra Francia, el Conde Rambuteau, Prefecto del Departamento de Wallis, abandonó con su séquito repentinamente el territorio el 24 de diciembre de 1813, y Wallis quedó liberado. Cuando a principio de marzo de 1814 una parte del ejército francés irrumpió en el territorio a través del Simplón, en Berisal se le opuso la milicia de Wallis, y fueron capturados. Incluso en esta ocasión sufrió el colegio graves daños, pues los caballeros napoleónicos y los soldados patrióticos de varios municipios fueron acuartelados allí, e insolentemente rompieron y destruyeron muchas cosas (carta de Guillermo Stockalper al Capitán del territorio, 23 de diciembre de 1814). Pero, lo mismo que para Wallis, amaneció un nuevo día para el colegio.

En cuanto a la vida de la escuela durante el periodo 1777-1814, sólo tenemos noticias esporádicas. La distribución de las clases era la siguiente: Rudimentos, Gramática, Sintaxis, Poesía, Retórica, Filosofía. A partir de 1787 se añadió una clase para los principiantes, en la que se enseñaba latín y alemán. A partir de 1800 faltan algunas clases. La distribución de las materias de enseñanza era la misma que habían establecido los Jesuitas. En cuanto al método, regía el principio fundamental de que había que desarrollar al mismo tiempo que la memoria el juicio crítico, y de adquirir de manera práctica todos los conocimientos posibles. Se evitaba, para no cansar demasiado a los alumnos ni a los profesores, tener clase más de tres días seguidos. El jueves era día de vacación, si coincidía que había otra fiesta, sólo se daba medio día de vacación.

En cuanto a la vida externa, se conservaron y mantuvieron la mayor parte de las costumbres del colegio de los Jesuitas. Y lo mismo en cuanto al subsidio financiero. Como regla general el estado pagaba 32 coronas, y si un cajero se retrasaba en el pago, los Escolapios no dejaban de quejarse. Esta contribución no dejó de pagarse ni siquiera en los años de mayor dificultad y miseria, aunque a veces sólo fueron pagadas 16 o 20 coronas. Sólo en los años 1812 y 1813 no se llevó a cabo con gran disgusto de los estudiantes, que ya habían comprado los libros, a causa de que el Prefecto francés había dado una orden categórica en contra (carta del P. Dillmann al Gobierno Provisional, 17 de octubre de 1814).

También el teatro escolar estaba muy cuidado. Los llamados “libritos de escenificación” tenían el programa de actos para cada época. Una factura de la imprenta de A. Advokat del año 1804 nos muestra que normalmente se hacían 300 copias, de las cuales 100 llevaban tapas duras. En la organización de los espectáculos se notan algunos cambios: poco a poco los intermedios desaparecen. En el año 1804, para sustituirlos se añadió una comedia, cuyo argumento era cualquier locura de los hombres, o cualquier acontecimiento cómico. A causa del escaso número de alumnos que iban al colegio hasta el final de los años de la guerra, a veces no era fácil encontrar suficiente número de actores; por ello se escogían representaciones con pocos personajes, o un actor desempeñaba varios papeles, y se intentaba que no se descubriera la cosa. También el edificio del teatro sufrió muchos desperfectos durante los disturbios de los años 1798 y 1799. El gobierno hizo las reparaciones más urgentes en 1808, por valor de 1280 francos. Los profesores durante las vacaciones diseñaban los decorados y los telones, y los alumnos gastaban algunos batzen para que pudiera seguir habiendo representaciones. El gobierno ordinariamente corría a cargo de otros gastos. Una nota de 1810 dice: “Para una cena de los estudiantes, bebida comprendida, 121 batzen. Una cena para los señores músicos, comprendida la bebida, 310 batzen, durante la comedia”.

El antiguo privilegio de los estudiantes de poder llevar armas en algunas ocasiones se mantenía con gran aprecio aún en tiempo de los Escolapios. Los intrépidos hijos de Marte anotaban cada año en su venerado libro antiguo la elección de su capitán, teniente y alférez. En 1800 se lamentaron, comprensiblemente, de que los franceses les habían robado su bandera. Pero en 1803 con los donativos de gente generosa pudieron hacerse otra. La última elección anotada es de otoño de 1811. Parece que este año desapareció para siempre la esplendidez de los estudiantes de Brig llevando sus armas.

La formación religiosa de los estudiantes de Brig no fue en absoluto descuidada, como lo prueba el gran aprecio por los Escolapios que se tenía en todo el país. Numerosas veces se encuentra referencia a ello en cartas de personas particulares, que hablan de la doctrina, la piedad y el celo de estos hombres (cartas en el archivo de Brig, referentes al colegio). En concreto se mantuvieron las congregaciones, las cofradías y las manifestaciones de piedad popular de la gente que habían sido introducidas por los Jesuitas.

Por los materiales de que disponemos podemos concluir que el número de estudiantes en esta época no era grande. Los acontecimientos sangrientos de 1798 y 1799, y la sensación de inseguridad existente en el territorio a consecuencia de ellos, no eran adecuados para estimular el deseo de estudiar. En 1802-1803 sólo había 18 alumnos inscritos. Y ni siquiera en los años sucesivos aumentó su número. La mayor parte de los estudiantes venían de Wallis Superior, sólo excepcionalmente se encuentran nombres provenientes del territorio francés o de los lugares vecinos. De la escuela de los Escolapios salieron entre otros los siguientes personajes beneméritos: Gaspar Eugenio von Stockalper, capitán del distrito de 1810 y años siguientes; Ignacio Benez, inspector de calzadas del cantón de Wallis, quien en 1822 con su obra “Memoria sobre las variaciones de la temperatura en los Alpes Suizos” puso las bases para el estudio de los glaciares. Eugenio Stockalper, el cual después de intervenir en política durante muchos años en Wallis, en 1826 se puso al servicio de la guerra en Nápoles, recibió muchas distinciones y en 1848 fue nombrado Mariscal de Guerra.

Como se había acordado en el contrato del 2 de julio de 1777, había seis, siete y a veces ocho Escolapios ocupados en las diversas tareas del colegio. Cuando las batallas de 1799 obligaron a los profesores a huir, la mayor parte volvieron a Alemania del Sur. Al comenzar el curso en otoño de 1800 sólo había tres profesores en su puesto. Y a partir de entonces se fue haciendo cada vez más difícil proveer un número suficiente de profesores. El P. Provincial hacía todo lo posible para satisfacer las necesidades de Brig, pero las circunstancias de su Provincia no le permitieron continuar. Desde hacía varios años no había novicios. A causa de la guerra de 1805 los Escolapios de Trier habían sido dispersados; en 1808 les arrebataron la casa de Rastatt. El P. Provincial Vital Balthas se vio obligado a escribir el 21 de septiembre de 1808 al obispo de Sitten diciéndole que se veía en la imposibilidad de enviar más Escolapios a Brig. De hecho en los años 1812-1814 el número de Padres era de 3: el P. Ignacio Dillmann, el P. Egberto Mayerle y el P. Guillermo Lump. Sin embargo los buenos Padres tenían que luchar con la dura necesidad. El Estado les asignó un salario de 100 francos, pero los pagos se hacían con retraso, hasta el punto de que el P. Mayerle, que podía presumir de haber penado y trabajado durante 40 años con el polvo de la escuela y diversas cargas eclesiales de Wallis, el 28 de abril de 1818 solicitó aún la cantidad de 138 y ¾ francos. En estas circunstancias se explica que los Escolapios, para poder cubrir sus gastos cotidianos, se vieran obligados a vender no sólo un trozo de terreno, sino también algunos muebles del colegio, entre otros, tres estufas (carta del P. J. Sineo al Gobierno, 10 de octubre de 1814).

Diversas circunstancias colaboraron, pues, a hacer la situación de los Escolapios en Brig cada vez más duras, y al final completamente insoportables. El haber mantenido el colegio de Brig en los momentos difíciles e inseguros según su capacidad redunda en su gloria y aprecio.

(De Historia del Colegio de Brig, obra conmemorativa de los 250 años de su existencia -1662-1912- , D. IMESCH, Brig, 1912, pág. 46-56. Su autor fue nombrado Doctor Honorario de la Universidad de Friburgo en 1933).

Se puede percibir la apurada situación de los Escolapios en Brig en una carta del P. Dillmann, escolapio, a su hermano de religión el P. Bertoldo Hochegger, que estaba en Kirchberg:

“Querido Bertoldo,

Te escribo en un estado de ánimo penoso. Aquí en el colegio no tenemos ni un céntimo. Nos faltan las cosas más necesarias. Estamos al final de nuestra vida y no deseamos otra cosa sino que el Señor nos libre cuanto antes de esta batalla tan dura. No podemos comprar nada porque no tenemos ni un céntimo. Llegan muchos mendigos, que tienen que irse sin nada, pues nada podemos darles. Ni siquiera podemos comprar las cosas de primera necesidad. ¡Tan bajo hemos caído! No nos conocerías, tanta pena da nuestro aspecto. Y damos gracias a Dios porque aún vamos tirando. Pronto deberá venir un cambio.

¡Adiós!

Tu D…

Brig, 795, 7 de mayo.”

Notas