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22.04. Cambio de actitud: concesión del sacerdocio

Eran cada vez más, aunque todavía no numerosos, los Clérigos Operarios o simples He2rmanos que intentaban abandonar la Orden o la dejaban de hecho ante la desesperanza de poder llegar al sacerdocio. A río revuelto, no faltaban inquietos, inobservantes, agitadores que deseaban aprovecharse del revuelo para volver al siglo, invocando la nulidad de sus votos. Y el Santo Fundador confiaba que el Señor por este modo providencial 'quitara la cizaña de en medio del trigo'.[Notas 1] Pero junto a estos relajados había también otros de óptimas cualidades intelectuales, pedagógicas y religiosas que sentían la tentación de irse para conseguir fuera lo que no podían esperar dentro. Y esto preocupaba y afligía a La vez al P. General, a los Asistentes y a otros muchos.

No bastaba frenar legalmente las salidas, declarando válidas las profesiones mediante la exención de los derechos clementinos. Era necesario dar otras muestras de estima y compresión a los Clérigos Operarios. Por ello, a principios de 1635, la Congregación General emanó dos decretos en los que les concedía una mayor participación en el régimen interno de las casas. En el primero se exigía a todos los Superiores locales que tuvieran una caja de caudales para guardar el dinero, cerrada con dos llaves, que retendrían el Superior y el ecónomo o administrador de la casa. Determinaba, además, que en adelante el ecónomo sería un Clérigo Operario, mientras en las Constituciones se había prescrito simplemente que fuera uno de los Hermanos Operarios.[Notas 2]

En el segundo decreto se mandaba tener en todas las casas una reunión semanal para 00tratar asuntos ocurrentes sobre economía doméstica o sobre cuestiones escolares. A ellas debían asistir con voto deliberativo todos los sacerdotes, los simples clérigos y también los Clérigos Operarios. Los Clérigos de una y otra clase debían tener al menos siete años de profesos, pero pronto empezó el Fundador a dispensarles de algunos años por motivos diversos.[Notas 3] Con estas medidas se intentaba acortar las distancias entre Clérigos Operarios y sacerdotes.

A pesar de todo, no faltaron en estos años algunos Clérigos Operarios que con buenas maneras y con cierta insistencia continuaron suplicando al P. General que les 0concediera llegar al sacerdocio. Y entre ellos sobresalieron dos, cuyos innegables méritos, dotes intelectuales y aprecio general en el ambiente en que se movían les hacían dignos de ser atendidos, al menos por concesión excepcional. Tales erán Francisco Michelini (1604-1665) y Ambrosio Ambrosi (1609-1 645), romanos, alumnos de las escuelas de San Pantaleón y muy estimados por el Santo Fundador. Ambos manifestaban extraordinarias dotes para las matemáticas y el Fundador les facilitó posibilidades de instruirse en ellas, fomentando sus contactos y lecciones con eminentes científicos, como el P. Antonio Santini, somasco, y Juan Bta. Baliani en Génova; el P. Benito Castelli, benedictino, y el sacerdo te Rafael Magiotti, en Roma; Juan Camilo Gloriosi, en Nápoles, y por fin, Galileo Galilei, en Florencia, de quien todos estos prohombres eran amigos y en cuyo ámbito privilegiado llegarán a moverse con soltura los dos escolapios, siendo el núcleo del círculo que se formará en las Escuelas Pías florentinas, conocido en nuestra historia como 'escolapios galileyanos'

Después de unos años de convivencia en Génova, Michelini pasó a Florencia en 1629 y Ambrosi fue destinado a Nikolsburg en 1631. Es significativo que ya en Génova y luego en Florencia, mientras, los escolapios siguen llamando ‘Fratel Francesco’ a Michelini, pues era Hermano tan sólo, los de fuera, es decir, sus egregios amigos galileyanos, le llaman siempre ‘P. Francesco’.[Notas 4] Y lo mismo se advierte respecto a Ambrosio Ambrosi en su estancia en Nikolsburg. [49] Con ello manifiestan que les parecía humillante aun el nombre de hermanos o clérigos operarios.[Notas 5] Clérigos Operarios y procuraban - ellos y sus amigos f- que les llamaran francescvaPadres sin ser sacerdotes. Pero no perdían la esperanza de conseguirlo.

Apenas llegado a Nikolsburg el Hº. Ambrosio, se dedicó intensamente a estudiar latín, aunque prohibido para los Operarios. Sin duda se valió de la ayuda de su compañero de comunidad; el Clº.josé Apa, óptimo latinista y de su misma edad. El P. Rector, Peregrino Tencani, creyó en un principio que el latín le era necesario para sus estudios de la matemáticas, 0pero luego comprendió que la finalidad era otra y que para conseguirla insistía en volver a Italia.[Notas 6] . Esta situación llegó a provocarle una especie de crisis religiosa, que describe en carta al P. General con largos y sibilinos circunloquios, intentando conmoverle para que le deje volver a explicarse mejor personalmente, pero atreverse a decir escuetamente que quiere ordenarse sacerdote.[Notas 7] . El P. General le mantuvo todavía en Nikolsburg otros dos años y medio, cediendo al fin a instancias del cardenal Dietrichstein,[Notas 8] de modo que en noviembre de 1635 llegaba a Roma.

Su gran amigo Michelini hacía ya seis años que vivía en Florencia, gozando de la estima de Galileo y de sus discípulos, así como de la Corte, del gran duque y del cardenal Carlos de Médicis. Es lógico suponer que, dadas sus aspiraciones al sacerdocio, se valiera de las recomendaciones de sus poderosos e influyentes amigos para doblegar la voluntad del P. General y conseguir para él y para su amigo Ambrosio la ordenación sacerdotal.[Notas 9] Al hablar de ello, el P. Berro no se contenta con decir que recurrieron al favor 'de varios Señores incluso Emos. Cardenales y Altezas, particularmente .de Toscana', sino que dice expresamente que con tales mediadores “hicieron violencia de muchas maneras a N. V. P. General y Fundador para ordenarse de sacerdotes”.[Notas 10]

Las peticiones quizá se referían concretamente a Michelini y Ambrosi como una excepción o privilegio. Pero, dado el ambiente general de la Orden, la prudencia -y aun la justicia- aconsejaba no hacer distinciones odiosas, El P. General, pues, y sus Asistentes examinaron detenidamente la cuestión y decidieron conceder licencia para ordenarse de sacerdotes a todos los Clérigos Operarios que fueran aptos, con tal que aprobaran el debido examen canónico ante los examinadores oficiales de la diócesis de Roma. Una vez ordenados, gozarían naturalmente.de todos los honores y preeminencias de los sacerdotes, ocupando el lugar de precedencia que les correspondía entre los demás sacerdotes de la Orden, según su profesión. Ni faltaban razones que justificaban esta nueva concesión a los Clérigos Operarios y que eran éstas: 'dado que entre ellos, por gracia de Dios, se encuentran algunos que son aptos e idóneos para recibir las órdenes sagradas, para que no parezca que rechazamos la gracia divina escondiendo en la tierra los talentos del Señor y privando a nuestra Religión de este aumento de sacerdotes de los que tiene tanta necesidad…'.[Notas 11] El decreto se firmaba el 30 de abril de 1636.

Para dar más autoridad y consistencia a esta grave disposición, se pidió al papa que la confirmara con un breve apostólico. En el memorial de súplica[Notas 12] se recordaba brevemente la historia de la institución de los Clérigos Operarios y las razones, justificantes, añadiendo que desde un principio se había creído conveniente negar a todos ellos la recepción de órdenes menores y mayores, 'pero no al General la facultad de promoverlos a su debido tiempo si los hallaba aptos'. Y ahora, viendo la utilidad; se había emanado el decreto, cuya confirmación pontificia se pedía.

El 19 de agosto de 1636 firmaba Urbano VIII el breve apostólico ‘Nuper pro parte’, confirmando el decreto de la Congregación General, íntegramente incluido en el breve,[Notas 13] en virtud del cual, después de recibir las órdenes menores y mayores precedentes, se ordenaron de sacerdotes en la capilla del noviciado de Roma los dos Clérigos Operarios Francisco Michelini y Ambrosio Ambrosi el 11 de noviembre de 1636.

Notas

  1. Así se expresaba ya en carta a Alacchi del 6 de septiembre de 1633 (c.2110).
  2. Cf. BARTLIK: EphCal l-2 (1944) 14; CC, n.142
  3. Cf: BARTLIK, I.c., p.14-1S. Ambos decretos los firman Calasanz, Casani, Castelli y Juan García el 3 de enero de 1635. El otro Asistente, P. Graziani, había muerto el 4 de octubre de 1634. El 7 de marzo de 1635 ya se dispensa a dos (c.2341, 2343 y 2348).
  4. Le llaman 'fratello' (Hº.) por ejemplo: Calasanz (c.1527,2251), P. Castelli (EHI, p.574,580), P. Galletti (EHI, p.1204,1208-1209); le llaman 'Padre' sus amigos Baliani, Castelli, Magiotti, Galileo, el cardenal Carlo dei Medici… (cf. L. PICANYOL0, ‘Le Scuole Pie e Galileo Galilei’ ,p.74,75,77-80). B. Castelli, escribiendo a Galileo en 1634, dice: 'Il Padre Francesco (Michelini), piü delli altri reverendo, che son Reverendissimi chiamati…' (ib., p.77).
  5. El cardenal Dietrichstein le llama 'P. Ambrosio' (EEC, p.380), mientras le llaman 'Fratello', por ejemplo, Calasanz (c.1840, 1970, 2161, 2429, 2480), el P. Tencani (EEC, p.1165, 1171, 1173), el P. Leailth, que le acusa de vanidoso (ib., p.619, 653).
  6. Cf. EEC, p.1171. No podía excluir, sin embargo, que el latín le sería también útil para sus estudios, pues en esa lengua solían escribir en Europa los científicos. De hecho, Ambrosio pide al P. General que le envíe a Nikolsburg obras matemáticas en latín (cf. ib., p.48, 51).
  7. Ib., p.41-43.
  8. Ib., p.380.
  9. Así opina Picanyol contra Giovanozzi (cf. L. PICANYOL, o.c., p.83-91).
  10. Cf. BERRO I, p.224.
  11. El texto fue incluido íntegramente en el breve papal del que hablaremos luego.
  12. Cf. G. SANTHA, ‘Probatio et institutio…’, p.343, n.118.
  13. Cf. EGC IX, p.107-109.