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23.03. El caso inquisitorial de 'Madre Faustina'

Había en Florencia una rica viuda, llamada Faustina Mainardi, que había acogido en su casa un grupo de muchachas pobres con el piadoso fin de preservarlas del mal y educarlas, manteniéndolas con su dinero, con limosnas y con sus labores personales. Llevaban un régimen de vida de 'conservatorio' o internado, con un matiz marcadamente religioso, con misa diaria, frecuencia de sacramentos en distintas iglesias de la ciudad, todo bajo la especial asistencia del canónigo de la catedral, Rdo. Pandolfo Ricasoli, emparentado con los Médicis. La obra gozaba de admiración en la ciudad, y tanto el canónigo como la directora del centro, a quien familiarmente llamaban 'Madre Faustina', eran tenidos por personas íntegras y virtuosas.

En abril de 1636 fue nombrado Inquisidor de Florencia el P. Juan Mauro della Fratta, franciscano conventual, y al poco tiempo le llegaron noticias sospechosas de que aquel conservatorio modelo era prácticamente una especie de burdel disimulado, donde solía acudir 'la juventud rica' -como precisa Berro-[Notas 1] con la consiguiente aprobación de la 'Madre Faustina' y el canónigo Ricasoli. Y lo más grave del caso era la justificación teológica de aquellas libertades, pues decían ambos responsables que todo era lícito con tal que las muchachas no rompieran su virginidad corporal, con lo que el asunto no sólo era una especie de lenocinio en la práctica, sino una opinión herética en teoría.[Notas 2]

No sabemos hasta qué punto llegaron los sondeos, aclaraciones y descubrimientos del Inquisidor della Fratta. El caso es que alguien con la suficiente autoridad -probablemente el Granduque de Toscana- consiguió de Roma que se le alejara de Florencia, antes de que la infamia mancillara el buen nombre de los Ricasoli, y aun de la ciudad del Arno, por semejante escándalo. Y en efecto, el año 1637 fue nombrado nuevo Inquisidor General el P. Juan Muzzarelli, franciscano conventual según costumbre, y su predecesor fue llamado a Roma, nombrándole calificador del Santo Oficio y luego, en 1642, fue promovido a la sede episcopal de Nusco, sufragánea de Benevento.[Notas 3]

Después de dos años de la salida del P. della Fratta, llegó a Florencia el P. Mario Sozzi, en noviembre de 1639, y al poco tiempo, por casualidad, se enteró del vidrioso asunto de 'Madre Faustino' al confesarse con él una de sus pupilas. Calibrando la gravedad del caso y con una astucia rayana en temeridad, aconsejó a la joven penitente que se lo contara de nuevo fuera del confesonario, para lo cual apostó a dos testigos ocultos para que atestiguaran la reiterada revelación de la penitente. Y con tal declaración firmada y confirmada por ellos hizo denuncia oficial ante el Inquisidor General, P. Muzzarelli.[Notas 4]

Aunque Mario no fue el primero en enterarse del caso, ni tampoco en denunciarlo, pocos debían de saber que tal primacía era mérito del P. della Fratta, pero tanto Mario como Muzzarelli consiguieron imponer la idea de que Mario había sido el primero en descubrirlo plenamente y denunciarlo.[Notas 5] Lo cierto es que si no el primero cronológicamente, sí que fue él quien logró que el caso llegara a descubrirse con todo detalle, llevarse a proceso y condenar a los culpables.

El descubrimiento del escándalo originó una profunda amistad entre Mario y Muzzarelli, y a la vez supuso una progresiva infatuación e insoportable arrogancia en el delator, que del anonimato pasaba a ser colaborador del Santo Oficio. Pocas semanas llevaba aún en aquella comunidad florentina, pero fueron suficientes para constatar que el ambiente científico que en ella se respiraba estaba muy por encima de su cultura ordinaria y probablemente le hizo sentirse como marginado. Le invitó varias veces el P. Clemente Settimi al estudio de las matemáticas, pero rechazó displicente la invitación.[Notas 6] Las conversaciones comunes giraban seguramente sobre matemáticas y con frecuencia sobre Galileo y sus -teorías, y no faltarían alusiones casi obligadas a la actitud condenatoria del Santo Oficio. Mario se presentaba ahora ante sus hermanos 'galileyanos' como el defensor de la honra de la Santa Inquisición, por lo que su protagonismo crecía por días junto con sus amenazas de nuevas delaciones, a medida que en la comunidad se prodigaban las ironías y bromas intrascendentes sobre el Santo Oficio y sus condenas.

Tanto Berro como Caputi y otros recuerdan varias anécdotas, sin que sepamos ponerlas todas en orden. Una de las más notables ocurrió en carnaval, que en 1640 cayó a mediados de febrero. Nos la cuenta Castelli: con miras al Capítulo General tenía que nombrarse nuevo Provincial de Toscana, y en aquella comunidad de Mario algunos jóvenes hicieron creer a un anciano Padre que por mediación del Granduque el papa le había nombrado a él, por lo que, previendo que la noticia oficial llegaría en Cuaresma, le convencieron que se celebrara por anticipado. El pobre viejo se ingenió para conseguir dinero y preparó una merendola fraterna. Los jóvenes -en el ambiente festivo de carnaval- compusieron un pregón en latín macarrónico, invitando a todos 'a comparecer en el comedor con gran hambre bajo pena de excomunión a quien no asistiera'. No faltó Mario a la cita, pero luego acudió presuroso al Inquisidor General acusando a sus hermanos de burlarse del Santo Oficio por las alusiones a 'comparecer bajo pena de excomunión', que era la fórmula oficial usada por los Inquisidores.[Notas 7] La denuncia llegó también rápidamente al P. General, que en carta del 24 de febrero al P. Rector lamentaba lo ocurrido.[Notas 8]

Pero los casos y cosas se multiplicaban de manera que los Padres florentinos estaban hartos de la actitud retadora de Mario y pedían que el P. General lo sacara de Florencia, a lo que respondía a mediados de marzo en carta al P. Rector: 'En cuanto al P. Mario, no habiendo por ahora otro sacerdote que pueda confesar en público en la iglesia, no me parece bien que ni V. ni él dejen esa iglesia'.[Notas 9] Quizá la actitud del rector responda a otro hecho lamentable: un buen día, movido por los chismes de Mario, el Inquisidor Muzzarelli entró en la iglesia de las Escuelas Pías, llena de gente por ser fiesta, y mandó al P. Rector que saliera del confesonario, instalando luego al P. Sozzi.[Notas 10]

En las cartas del P. General siguen los lamentos por faltas e inobservancias de la comunidad florentina, inquieta y algo revuelta por la presencia de Mario. Es curioso que en junio el General escriba al rector en estos términos: 'Con la presente se le ordena que cada mes, con asistencia de dos sacerdotes, vaya visitando todas las habitaciones y demás locales, quitando lo superfluo, y advierta que nadie tenga nada cerrado…'.[Notas 11] Consecuencia de estas visitas fue que en el cuarto de Mario se encontraron muchos dulces, como mazapanes, pastas, bizcochos, confites, etc., y el rector mandó que se repartieran en el comedor. Hubo risitas burlonas y protestas de Mario, que reconoció ser cosas suyas, pero tiempo le faltó para denunciar al Inquisidor los hechos bajo siniestras interpretaciones.[Notas 12] A esta y otras delaciones similares aludía expresamente Mario en un panfleto, conocido como Memorial calumnioso, dirigido al Santo Oficio a principios de 1643, diciendo:

'Encontrándose el año 1640 el P. Mario de S. Francisco, de la Orden de las Escuelas Pías, en Florencia y habiendo tenido noticia de las enormidades de la Faustina, y habiendo presentado al mismo tiempo en la casa de Florencia muchos casos y excesos de Inquisición en diversas ocasiones como por burla cometidos por los mismos religiosos de las Escuelas Pías, y a fin de que todo ello no redundara en grave daño de tantas almas, movido puramente, no por otra cosa que por el celo, el honor y la gloria de Dios, le pareció estar obligado en conciencia a notificarlo todo al Santo Oficio de Florencia, como efectivamente lo hizo'.[Notas 13]

Movido, pues, el P. General por las quejas de la comunidad florentina, en septiembre mandó por obediencia que el P. Mario se trasladara a Narni para acabar de una vez con las perturbaciones. Mario acudió a Muzzarelli, haciéndole ver que lo que se pretendía con este traslado era impedir que se llevara a cabo el proceso de Madre Faustina y Ricasoli , quizá con intervención superior de quien ya lo habían logrado con el Inquisidor della Fratta. El proceso había empezado ya el 9 de agosto, y una de las piezas clave era Mario como delator; portanto, el P. Muzzarelli consideró grave aquella maniobra del traslado y entre ambos decidieron que Mario saliera de Florencia directamente para Roma con toda clase de explicaciones y justificantes que presentaría al Asesor del Santo Oficio, Mons. Francisco Albizzi, haciéndole ver la urgente necesidad de que Mario volviera a Florencia por el honor del Santo Oficio.[Notas 14] Y así se hizo. Mario salió de Florencia y llegó a Roma a fines de septiembre o primeros de octubre de 1640.

Mientras tanto, dando pruebas de prudencia, el P. General comunicó al Cardenal Protector la situación de Florencia y decidieron ambos mandar como Visitador y Comisario General al P. Ludovico Raimondi para que informara debidamente de todo lo que había ocurrido. La patente fue firmada el 2 de octubre y el día 10 empezaba la visita, de la que Mario dijo lapidariamente 'que no consistió casi en otra cosa más que recoger informes contra dicho Padre [Mario]'.[Notas 15] Con ellos formó 'un grueso volumen -dice Berro-, que llevó a Roma. Consecuencia de la visita fue la deposición del rector, P. Romani, y su inmediato envío a Roma, poniendo en su lugar al P. Octaviani Pizzardo hasta diciembre, en que el P. General nombraría al P. Lucas Bresciani. El 25 de octubre inauguró y presidió el Capítulo Provincial y fueron elegidos los dos vocales para el próximo Capítulo General. Y a fines de mes, regresaba el Visitador a Roma.[Notas 16]

Notas

  1. BERRO II, p.7
  2. Berro aclara: 'era un principio di pessima heresia, poiché era stato detto alle dette zitelle che ‘tactus impudici etiam in partibus verendis non erano peccati, purché ‘vas naturalis non frangeretur’' (ib.).
  3. Cf. G. SÁNTHA, ‘Card. Franciscus Albitius,…’: Archivum 11 (1982) 57, n.7.
  4. Berro y Caputi coinciden sustancialmente en el relato, aunque discrepan en detalles. Cf. el resumen de Caputi, dado por Bau junto con otros textos complementarios (cf. BAU, BC, p.857-858). Véase BERRO II, p.7-8.
  5. Y así lo han transmitido Los biógrafos hasta nuestros días (cf. BAU, 1.c.). Sántha volvió a atribuir el mérito a Fratta (cf. SanthA, o.c., p.57-58), como lo había hecho ya claramente Berro, aunque Picanyol culpara a éste de error (cf. PICANYOL, o.c., p.123, n.2). El P. Settimi escribía en carta del 14 de diciembre de 1641: 'ho saputo di certo e sicuro che il detto P. Mario fu il primo ed unico al detto manifestamento' (ib., p.147). No obstante, el mismo Settimi escribió una semana más tarde que el Santo Oficio temía que los Padres 'galileyanos' pusieran trabas al P. Mario 'nello scoprimento della Faostina, conforme successe la prima volta in tempo dell’Inquisitor Fratta)r (ib., p.147).
  6. Así lo reconoce el mismo Sozzi en uno de sus calumniosos memoriales al Santo Oficio (cf. EC, p.2526).
  7. Cf. EC,p.2823; BAU, BC, p.859-860.
  8. C.3287.
  9. C.3317.
  10. Cf. BERRO II, p.9.
  11. C.3457. Otras quejas: c.3350, 3446,3454,3466.
  12. Cf. BERRO, 1.c.
  13. EC, p.2528.
  14. Ib., p.2528-2529; cf. L. PICANY0L, o.c., p.124, 130-131.
  15. EC,p.2528-2529.
  16. Cf. L. PICANYOL, o.c., p.131; BERRO II, p.15-16.