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23.13. El primer Visitador apostólico, P. Ubaldini

Nada se supo del contenido ni aun de la existencia del grave decreto del Santo Oficio del 15 de enero hasta el 4 de marzo, en que se promulgó, pues todavía el día anterior escribía Gondi desde Florencia al embajador Niccolini: 'el P. Mario espera ahora ser nombrado Vicario General y todo cabe esperarlo de él en malas acciones, etc.'.[Notas 1] El hecho es que tal nombramiento nunca fue efectivo, siéndole sustituido por el de Primer Asistente.[Notas 2] La tardanza de mes y medio se debió, sin duda, a la búsqueda de un Visitador y de los nuevos tres Asistentes Generales. Parece Ser que se pensó en un P. Carmelita descalzo, que era Consultor del Santo Oficio, pero 'rehusó modestamente por la reverencia que sentía por N. V. P. Fundador y General', dice Berro.[Notas 3] Se recurrió entonces al somasco P. Agustín Ubaldini, Calificador del Santo Oficio, que contaba entonces cuarenta y un años, y que -dado su oficio- algo debía saber de los problemas provocados por el P. Mario, pues aceptó el encargo por obedecer a los 'Jefes' (Padroni) que se lo habían mandado con reiteradas súplicas, como confesaba él mismo.[Notas 4]

El 4 de marzo, pues, se presentó en San Pantaleón el Vicegerente de Roma, Mons. Juan Bta. Altieri, y en el oratorio doméstico leyó ante notario el decreto del Santo Oficio, por el que quedaba suspendido de su oficio el P. General y destituidos los PP. Asistentes. A la vez, comunicó el nombre del Visitador, P. Ubaldini, aunque el breve de nombramiento todavía no estaba firmado. Tampoco estaban nombrados los tres nuevos Asistentes.[Notas 5] la lectura del decreto provocó, sin duda, irritación y desconcierto en la mayoría. El Santo Viejo –dice Berro-, 'sin protesta alguna, ni una sola palabra en su defensa, recibió de las manos de Dios dicha mortificación con total quietud exterior e interior'.[Notas 6] pero ni él ni probablemente nadie en un principio sabían la finalidad de la Visita Apostólica, ni se preocuparon mucho los del Santo Oficio de dar explicaciones. En efecto, el Fundador y seguramente la mayoría de religiosos, excepto Mario y sus adictos, pensaron lo que el 18 de abril escribía el Santo al P. Conti, Provincial de Germania: 'V. R. habrá sabido tal vez que el Papa nos ha dado un Visitador Apostólico para acallar los disturbios que, debido al P. Mario, existen al presente en nuestra Religión. Espero que Dios bendito, por medio de este Visitador Apostólico de la Orden Somasca, se arreglarán (sic) nuestras cosas'.[Notas 7]

El breve de nombramiento de Ubaldini lleva fecha del 6 de marzo de 1643, y todo da a entender que se trata de un formulario común y estereotipado, aplicable a cualquier Visitador apostólico, y cuyo contenido podría sintetizarse en esta simple frase inicial: 'Deseando que en la Congregación… de las Escuelas Pías se conserve la observancia de la disciplina regular y se restablezca donde haya decaído…' No hay, por tanto, ningún punto en concreto que justifique la Visita ni tampoco una simple alusión general de que tal disciplina esté lamentablemente por los suelos y deba remediarse con urgencia o con medios extraordinarios. Tampoco hay alusión alguna al Primer Asistente Mario y a los otros tres, aún no nombrados, ni a los poderes de gobierno que les competen según el decreto del 15 de enero. Sin embargo, las plenas y amplias facultades que se conceden al Visitador parecen convertirle prácticamente en General de la Orden.[Notas 8]

Los tres nuevos Asistentes fueron los PP. Santino Lunardi, Juan Esteban Spinola y Juan Francisco Bafici, óptimos religiosos, cuya elección se hizo -según confesaron ellos más tarde- 'con el consejo y asistencia' del P. Ubaldini,[Notas 9] aunque no sepamos a ciencia cierta si a Ubaldini se los sugirió Mario o el P. General. Y como estaban fuera de Roma, el Visitador tuvo la deferencia de esperarles, retrasando la toma de posesión de su cargo, que fue el día 22 de marzo. Eligió como secretario de visita al P. Muzio Caracciolo, de su propia Orden.[Notas 10]

Leído el breve y hecha la visita ritual a la Iglesia y sacristía, pidió improvisamente al P. Mario las llaves de su habitación, y entró con su secretario y

'… encontró -dice Berro- muchas cosas indignas de un religioso, como dinero, pastas, confituras y otros géneros de comer y beber suficientes para varias personas, guantes perfumados, adornos de mujer, pelucas, trenzas, preciosas cintas muy finas, rosarios valiosos de mujer y otras cosas de devoción en abundancia, de todo lo cual hizo inventario exacto, quedando muy asombrado y se lamentó de ello con N. V. P. Fundador y V.P. Pedro [Casani] luqués, y además se lo comunicó al Ilmo. y Rmo. Mons. Asesor del Santo Oficio'.[Notas 11]

Ni para Albizzi ni para la Congregación entera del Santo Oficio era esto una sorpresa, pues recordarían sin duda lo encontrado por el conde Corona en el registro del agosto pasado, y otros registros en Florencia en marzo de 1641 de los que el cardenal Barberini había escrito al Inquisidor florentino que le mandara el inventario 'de las cosas encontradas en el cuarto del P. Mario', aconsejándole más modestia…[Notas 12] Con ello podrían convencerse de que Mario seguía siendo la misma vieja urraca. Pero una vez más tendieron un tupido velo sobre las miserias de su protegido. Nada, sin embargo, encontró el Visitador en las demás habitaciones de anormal o indigno de religiosos.

En la visita a las personas se detuvo especialmente a conversar por horas enteras con el Fundador, a quien 'reverenciaba como Santo' y por tal lo proclamaba en público -dice Berro-… dándose cuenta cada vez más de que aquello era una persecución injustísima, promovida por el P. Mario'.[Notas 13]

Terminada la visita a la casa de San Pantaleón, hizo una minuciosa relación oficial y la entregó a la Congregación del Santo Oficio y allí debió de quedar oculta, pues ninguno de nuestros historiadores la vio nunca, ni en copia.[Notas 14] Además, el 13 de abril firmó dos decretos que se leyeron en público al final de la visita. El primero resume en once puntos las prescripciones que deberían reflejar el estado lamentable de la casa que, por ser cabeza de la Orden y sede del Gobierno central, es ejemplo para todas las demás. Leído, sin embargo, el decreto con imparcialidad, no se ve motivo alguno que justifique una Visita Apostólica, pues sólo se denuncian detalles y generalidades de inobservancia ordinaria, con el agravante de que alguna de las faltas pueden referirse exclusivamente a Mario, dado lo que se descubrió en su habitación.

Se habla, en efecto, de la asistencia a la oración; de la obediencia a los superiores; de la moderación en las palabras; de que no se tenga dinero en depósito; que todos los obsequios que se reciban se presenten al superior; que no se salga de casa solo, sino con un compañero; que nadie se detenga en la puerta, en la sacristía o en la iglesia sin causa suficiente; que no se entre en las habitaciones de otros sin licencia del superior; que sean moderados en las conversaciones con seglares y alumnos fuera de clase; que no se vaya de visita sin permiso, ni se llevé a nadie por casa, ni se hable con quienes por escandalosos dejaron la Orden; no se reciban ni escriban cartas sin permiso del superior; guárdese silencio y modestia en el comedor y a nadie se le dé comida extraordinaria; los encargados de acompañar a casa a los niños sean puntuales y salgan cuando indique el Prefecto.[Notas 15]

El segundo y último decreto mandaba que se devolvieran a la biblioteca los libros no necesarios, y de los retenidos se diera nota al bibliotecario; en adelante, nadie saque libros 'sin nuestra licencia expresa'.[Notas 16]

Más de un lector quedará asombrado ante el resultado de esta visita. ¿No tenía más que decir el P. Visitador? ¿Ese era el diagnóstico de los desórdenes que habían merecido una Visita Apostólica? Por el contrario, no faltan autores modernos que ante estas prescripciones tan anodinas y corrientes concluyen que 'Ubaldini nunca entendió los problemas más graves de toda la Orden, si juzgaba que en tales decretos podían resolverse'.[Notas 17] Sin embargo, una vez más hay que insistir en que los graves problemas que habían perturbado la Orden en años anteriores habían perdido su gravedad, como ya vimos en el Capítulo General de 1641. Y el veredicto de este Visitador apostólico lo confirma.

Hay que ponderar, además, que el P. Ubaldini tuvo por informadores directos al P. General y sus cuatro Asistentes y al P. Mario y sus tres nuevos Asistentes, así como a los PP. Cherubini, Ceruti y Ridolfi, partidarios de Mario. Pudo, por tanto, enterarse por dos versiones contrapuestas de la problemática actual de la Casa y de la Orden. Y sería injusto creerle tan zafio y romo de mente que no supiera formarse una idea cabal de la realidad. ¿O es que ninguno de los interrogados tenía conocimiento ni conciencia de cuáles eran en aquel momento 'los problemas más graves de la Orden', que merecían nada menos que una Visita Apostólica? Por otra parte, no se puede marginar el hecho de que hasta ese momento nadie del Santo Oficio -que sepamos- se había dignado interesarse por conocer lo que pensaba el General suspenso y sus Asistentes depuestos sobre la persona enigmática de Mario y sus reiteradas acusaciones. Ubaldini fue el primer 'oficial' del Santo Oficio que tuvo esa oportunidad… ¡Pero tampoco fue creído!

Efectivamente, dado el cariz que había tomado la visita desde el principio, el P. Mario se sentía incómodo e indignado y pronto empezó a poner en juego su astucia y su lengua de víbora para hacer ver a Monseñor Asesor que lo que pretendía el Visitador era demostrar la inocencia del General y su Curia y la injusticia con que les había tratado el Santo Oficio, con deshonra del Supremo Tribunal, de Monseñor y de los Barberinis. Se lamentó también ante sus Asistentes de que el Visitador había usurpado el título y poderes del p. General, marginándoles a ellos y deshonrando al Fundador. Y los Asistentes le creyeron. Era, por tanto, necesario quitarle de en medio'.[Notas 18]

Lejos andaba Ubaldini de la idea de renunciar a su cargo, pues en los decretos firmados el 13 de abril y leídos en San Pantaleón como conclusión de la visita local, dejaba en uno de ellos a su futuro arbitrio las penas aplicables a los transgresores, y en el otro exigía su propia licencia para sacar libros de la biblioteca.[Notas 19] Con lo que daba a entender que quería seguir la visita en las otras casas de Roma y de otras provincias. Los biógrafos, sin embargo -desde Berro-, crearon la falsa tradición de que 'Ubaldini cayó en la cuenta de que se le quería para algo muy distinto de una Visita imparcial y objetiva… y presentó… su dimisión'.[Notas 20] Pero los documentos nos sugieren la versión más grave de que Mario y Albizzi lograron que Ubaldini fuera destituido de su cargo. El P. Baldi, por ejemplo, escribió en un famoso memorial de 1644 que el P. Mario 'hizo anular no sé cómo un Breve de Visitador Apostólico, hecho a nombre del P. Agustín Ubaldini… y quiso él mismo que se eligiese a otro Visitador Apostólico, porque tal Padre no hacia la Visita a su gusto'.[Notas 21] Mons. Albizzi, al recibir la minuta del breve de nombramiento del sucesor de Ubaldini, escribió el 7 de mayo de 1643 a Mons. Maraldi, secretario de Breves, que añadiera la cláusula: 'revocando a cualesquiera Visitadores deputados por nuestra autoridad, o algo semejante -decía- sin nombrar al mismo P. Ubaldini'.[Notas 22] Y mal podría hablarse de 'revocación' si había sido 'renuncia voluntaria'. Es cierto que las ‘Memorias’ de los PP. Somascos dicen que 'a 29 de abril renunció' el P. Ubaldini a su cargo de Visitador apostólico de las Escuelas Pías,[Notas 23] pero en una especie de diario de la Embajada de España anotaron el día 30 de abril: 'Ayer el P. Silvestre Pietrasanta fue avisado por Mons. Asesor que era Visitador apostólico de la Orden de las Escuelas Pías'.[Notas 24] Si Ubaldini hubiera presentado su dimisión voluntariamente el 29, difícilmente se comprende que el mismo día decida ya Albizzi quién será su sucesor. Lo lógico es que Monseñor hubiera elegido ya al sustituto y entonces, el mismo día, comunique el cese de uno y la elección del otro.

Notas

  1. EC, p.2900.
  2. Sántha cree que fue a la vez Vicario General y Primer Asistente, 'et cum duplici hoc titulo universo Ordini nostro praefuit usque ad mortem' (G. SÁNTHA, o.c., p.73, n.75). Sería inexplicable que, dada su indudable ambición de poder, no figurase el título de Vicario General en algún documento público o privado de Mario, si en realidad lo era (cf. EC, p.2527-2540, 3002). El 15 de febrero nombró Vice-Provincial de Toscana 'cum plenitudine potestatis' a su fiel amigo P. Juan A. Ridolfi, y se- firma 'Mr. Provincialis', pero no Vicario, ni Asistente General, pues ninguno de los dos nombramientos estaba promulgado.
  3. BERRO II, p.36.
  4. Ib., p.37.
  5. Cf. G. SANTHA, o.c., p.72. Sobre el P. Ubaldini y su Visita véase: C. VILÁ, ‘Ubaldini, Visitador de las Escuelas Pías’: Archivum 3 (1978) 3I-69; M. TENTORIO, ‘P. Agostino Ubaldini’: Archivum 2 (1977) 181-192.
  6. BERRO II, p.35.
  7. C.4103. Lo mismo escribió a Varsovia, al P. Orselli, el 28 de marzo de 1643, pero sin nombrar a Mario (c.4096).
  8. Véase el breve en C. VILÁ, o.c., p.37-38. Hay incluso cierta ambigüedad en el breve, que le llama 'generalem et specialem Visitatorem'. El mismo se firma una vez 'Agostino Ubaldini G. e Vis. Apostolico' (BERRO II, p.37). Los somascos le tenían por 'Ministro General de toda la Orden' (cit. en C. VIlÁ, o.c., p.61). De ello le acusaron Mario y sus Asistentes, como veremos.
  9. Cf. EGC IX, p.119.
  10. Cf. C. VIlÁ, o.c., p.42-43.
  11. BERRO II, p.38. Sobre Caputi, cf. BAU, BC, p.964.
  12. EC, p.2686-2687.
  13. BERRO II, p.38-39.
  14. Berro asegura que existió tal informe (ib., p.39). Es curioso que las Relaciones de Pietrasanta se han conservado, pero no la de Ubaldini.
  15. BARTLIK, EphCal 2 (1956) 44-45; C. VIlÁ, o.c., p.52-54.
  16. C, VILÁ, o.c., p.54-55
  17. G. SÁNTHA, o.c., p.74. Lo mismo cree C. VILÁ, o.c., p.60,67
  18. Cf. BERRO II, p.39-40; C. VILÁ, o.c., p.60-62
  19. Cf. C. VIlÁ, o.c., p.53-55.
  20. BAU, BC, p.966-967; BERRO II, p.40-41.
  21. EC, p.204-245. El P. Valeriano Magni dice en su ‘Apología de las Escuelas Pías’ que Ubaldini 'submotus est' (EC, p.3089). Asi piensan también Vilá (cf. o.c., p.61-67) y Sántha (cf. o.c., p.74).
  22. Cf. G. SÁNTHA, o.c., p.74, n.81.
  23. Cf. M. TENTORIO, o.c., p.189, n.17.
  24. Cod. 170, p.34 (cit. en RegCal 73, p.3). El P. Pietrasanta era muy conocido en la Curia Romana como excelente orador sagrado y autor de muchas obras escritas en latín sobre géneros variados, como poemas y elogios a personajes conocidos, biografías, relatos de viajes, temas bíblicos, teológicos, de controversia, de piedad. Tenía familiaridad con muchos cardenales, obispos y prelados. Se le habían confiado asuntos importantes de la Santa Sede y estuvo en Alemania un decenio al servicio del nuncio Carafa. Fue también rector del Colegio de jesuitas de Loreto antes de pasar a Roma definitivamente (cf. EC, p.2068-2077; C. VILÁ, ‘P. Silvestre Pietrasanta S. I.’: Archivum 1 [1977] 49-112).