GinerMaestro/Cap23/12

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23.12. Exaltación de Mario y humillación de Calasanz

Las iras del desterrado Mario recayeron a través de Albizzi en el General. De todos modos, difícilmente es admisible que el astuto, inteligente, sutil, diplomático y sagacísimo Monseñor Asesor fuera tan ingenuo y crédulo para caer en las redes de Mario y creer a pie juntillas -una vez más- la calumniosa versión de que el destierro se había hecho por instigación del viejo General y sus Asistentes. Quizá fuera más exacto decir que lo único que lamentaba Albizzi en todo esto era la humillación de Mario. Y tuvo un encuentro personal o al menos llegaron sus protestas hasta el P. Fundador, quien de acuerdo con sus Asistentes -como escribe uno de ellos, Castelli- 'ofrecieron a dicho Padre [Mario] el Provincialato de Roma y algunos Asistentes su propio Asistentazgo'.[Notas 1] Pero Mario rechazó las propuestas.

Su despecho e impudor se hacían cada vez más manifiestos, acusando abiertamente al General de connivencia política con los Médicis, los Este y los Farneses contra los Barberinis,[Notas 2] para provocar la reacción airada del papa y sus nepotes. Pero especialmente se ingenió entonces para lograr su destitución por el bien de la Orden, diciendo a Monseñor Albizzi y a otros miembros del Santo Oficio que el P. General era un viejo chocho y alelado, y que no sabía ya lo que hacía; que había perdido la memoria y no recordaba las órdenes dadas, y escribía cartas contradictorias sobre el mismo tema, creando confusión y desorden en la Religión; que era incapaz de resolver los problemas; que no respetaba las Sda. Congregaciones; que obraba por sí mismo, tercamente, sin admitir consejos de nadie. Ni se arredraba para insultarle en público, como recuerda Berro: 'un día le dijo en presencia de muchos: '¡Sois un mentiroso!' Y el pobre P. General le respondió: ‘Dios hará que un día mis mentiras sean reconocidas como verdades’'.[Notas 3]

Toda esta vergonzosa campaña de desprestigio suscitó dudas en el Santo Oficio, y para cerciorarse se mandaron disimuladamente a ciertos personajes de confianza para que conversaran con el Santo Viejo y controlaran sus facultades mentales. El veredicto unánime fue que, aunque contaba ya 85 años.[Notas 4] 'tenía la cabeza en su sitio, la memoria buenísima, el discurso muy prudente, siguiendo perfectamente el hilo, de lo cual se admiró toda la Sda Inquisición'[Notas 5] No se le podía suspender o deponer o arrinconar por incapacidad, ni por chochez, pero algo había que hacer para compensar al desterrado y despechado Provincial de Toscana, a pesar de que sus últimas calumnias contra el pobre anciano General acababan de ser comprobadas.

Con muchas prisas, Albizzi decide -y consigue que el papa lo consienta- nombrar a Mario Vicario General de la Orden. He aquí la disposición que da Albizzi a Mons. Maraldi, secretario de breves:

'Por orden de S. S. se ha de expedir un Breve, pero secretamente, creando Vicario General de la Orden de la Madre de Dios de las Escuelas Pías al P. Mario de S. Francisco, por la grave edad del P. General y por otras causas, que mueven el ánimo de S. S. El Breve se ha de dar a Mons. Asesor del Sto. Oficio. [Firmado] Francisco degli Albizzi'.[Notas 6]

El breve fue expedido y fechado el día 30 de diciembre de 1642, siguiendo estrictamente las instrucciones de Albizzi, es decir, se nombraba a Mario Vicario General 'a fin de que la Congregación… de las Escuelas Pías no sufra detrimento alguno ni en lo espiritual ni en lo material, por la avanzada edad de su actual Prefecto (sic) General… y por otras razones que mueven nuestro ánimo'.[Notas 7] El breve, como pedía Albizzi, quedó secreto, pero en sus manos. No obstante, a los pocos días llegó a conocimiento del P. General, que en carta del 10 de enero se lo comunicaba al P. Apa, residente en Florencia, diciendo: 'Estoy seguro de que otros con más detalle escribirán sobre el Breve que ha obtenido el P. Mario, de Vicario General de la Orden, y cuando nos sea intimado lo recibiremos y obedeceremos prontamente'.[Notas 8] Pero ni el P. General, ni los demás religiosos, a medida que se iban enterando, sabían explicarse el significado de tal nombramiento, pues no estaba contemplado en las Constituciones.[Notas 9] Es decir, que no cabía un Vicario General efectivo, sin renuncia voluntaria o deposición o suspensión del General en sus funciones. De aquí que se creyó que el nombramiento era puramente honorífico, con los resultados que lamentaba indignado -pero sin razón- el interesado en su ‘Memorial calumnioso’:

'Ahora, más y más se le ridiculiza [a Mario] junto con la Sda. Congregación, por el Breve últimamente expedido ‘motu proprio’ por el Papa, de Vicario General, diciendo que se ha hecho por mera pompa, de modo que al P. Mario le llegan cartas de la Provincia de Toscana y de otros, incluso de seglares, todas con el título de Vicario General, y aun con Reverendísimo…, y esto ocurre porque el P. General ha escrito y publicado por toda la Orden que el P. Mario ha sido hecho Vicario General por el Papa, para exasperar todavía más los ánimos'.[Notas 10]

Sin embargo, ni en la mente de Albizzi ni en el texto del breve se trataba de un nombramiento honorífico, sino todo lo contrario. Ignorando las Constituciones, se quería que el Santo Viejo quedara relegado del gobierno, manteniendo el título honorífico de General, mientras Mario asumiría toda la autoridad y poderes efectivos de General, con el título de Vicario.[Notas 11] No siendo, pues, posible acceder al mando supremo de la Orden mientras siguiera el P. General en sus funciones, se pensó directamente en desposeerle de ellas. El acto, empero, debía justificarse con razones convincentes, por lo que el P. Mario -con la probable sugerencia de Albizzi- escribió en defensa y apología propia e inculpación directa al P. General y Asistentes el llamado ‘Memorial calumnioso’, y lo presentó a los cardenales y prelados del Santo Oficio.[Notas 12]

Y una vez más -repetimos- el calumniador fue creído por Albizzi y también por los demás prelados y cardenales y aun por Urbano VIII, todos los cuales, en la sesión ordinaria del Santo Oficio del 15 de enero de 1643, promulgaron el decreto ‘In causa P. Mari’, en el que decidieron:

1º. nómbrese cuanto antes un Visitador apostólico para toda la orden;
2º. el P. Mario queda constituido Primer Asistente General, que gobernará la Orden junto al predicho Visitador y los demás Asistentes nuevos;
3º. se prohíbe en adelante fundar nuevas casas y recibir novicios sin licencia del papa y del Santo Oficio.
4º. el P. General, José de la Madre de Dios, sea suspendido de sus funciones de General por el Vicegerente de Roma.

5º. los cuatro Asistentes generales actuales quedan sin más destituidos de sus cargos.[Notas 13]

¡Desconcertante! Es una decisión del Tribunal del Santo Oficio. Y uno se pregunta en voz baja, con honda perplejidad: ¿Qué clase de tribunal es éste en que se suspende de sus funciones al General de una Orden y se destituye a sus cuatro Asistentes sin proceso canónico y legal, sin citarles a juicio, sin decirles al menos de qué se les acusa y sin darles oportunidad de defenderse? ¿Qué clase de jueces son éstos que sólo se fían de las acusaciones de un hombre, cuyas mentiras, calumnias y trapisondas han estado comprobando desde que le conocieron? Y aun reconociendo la injusticia de estas decisiones, no se sabe qué es peor, si la suspensión humillante del P. General, o la indigna exaltación del P. Mario Sozzi.

Con todo, ni las dos cosas juntas eran lo más grave del decreto. Como reconoce el P. Sántha, 'este decreto va más allá de los límites del caso del P. Mario y del intento de arreglarlo, y afecta en altura y profundidad a toda la Orden. Pues lo que en el decreto se refiere a la cuestión del P. Mario es solamente su nombramiento a Primer Asistente y también la suspensión de Calasanz y deposición a sus Asistentes, mientras las demás cosas del decreto se refieren a toda la Orden'.[Notas 14] Y esas otras cosas eran la Visita Apostólica y la prohibición de fundar nuevas casas y admitir novicios. En otras palabras: recordando lo dicho por Albizzi al embajador Niccolini, cabría esperar que la nueva exaltación de Mario y el castigo de sus 'perseguidores' pudieran recompensar el 'destierro de Toscana', quedando a salvo la comprometida dignidad y reputación del Santo Oficio y de su Asesor Albizzi. Pero, al parecer, no satisfecho con ello, se mantiene en pie la amenaza de que 'del destierro del P. Mario de las Escuelas Pías prevé (Albizzi) ahora la ruina total de su Religión'[Notas 15] y ese decreto da la amarga impresión de poner ya el hacha a la raíz del árbol. La palmaria desproporción entre ofensa y castigo responde a la mentalidad reflejada por Mons. Albizzi en una de sus obras editadas, en que se lee: 'el que ofende a los oficiales del Santo Oficio, se dice que comete un delito atoradísimo, y por tanto debe ser atrozmente castigado, dicen los autores'[Notas 16] así fue. Mas con la salvedad de que la supuesta ofensa nunca fue probada, ni siquiera por lo que a los principales reos se refiere: el P. General y sus cuatro Asistentes. De lo contrario, no luciría hoy su aureola San José de Calasanz.

Notas

  1. EC, p.661.
  2. Cf. n. anterior 117.
  3. BERRO II, p.34.
  4. Esta afirmación de Berro avala la tesis de que Calasanz nació en 1557, pues esto ocurría en noviembre o diciembre de 1642. No obstante, Berro mismo propuso en disyuntiva los años 1556 o 1558 (cf. BERRO I, p.53).
  5. BERRO II, p.35.
  6. Cf. G. SÁNTHA, ‘Quomodo perventum sit ad Deuetum 'In causa P. Marii>, die 15 jan. 1643 emanatum?’: EphCal 12 (1963) 399, n.4.
  7. Ib., p.395-396. Tanto el breve como la orden de Albizzi a Maraldi pidiéndolo fueron hallados y publicados por Sántha en el citado artículo. Picanyol llegó a dudar de que hubiera existido, a pesar de las referencias expresas de Calasanz y Mario, que citaremos (cf. EGC VIII, p.182).
  8. C.4082.
  9. El ‘Vicario General’ debía nombrarlo el P. General para que rigiera la Orden en el intervalo entre su muerte y la elección de su sucesor en Capítulo (CC, n.263). Si por ancianidad o enfermedad se viera que es inhábil para gobernar, debe ser aconsejado que elija a un Coadjutor, y si se opone, los Asistentes, junto con otros determinados religiosos, le elegirán dicho Coadjutor (CC, n.256). Sin duda existía otra solución, y era la renuncia voluntaria del General en favor de un Vicario General, como quiso hacer en 1640 (c.3491).
  10. EC, p.2534.
  11. El breve decía: '… Vicarium Generalem cum omnibus et singulis facultatibus, auctoritate, praeeminentiis, praerogativis, honoribus et oneribus ad officium Vicarii Generalis hujusmodi pertinentibus' (G. SÁNTHA, o.c., p.395).
  12. Texto íntegro italiano en EC, 2528-2534; traducidlo al castellano en síntesis en BAU, BC, p.948-951. De él hemos citado muchos párrafos. No lleva fecha, pero la narración de hechos termina en la alusión al breve de nombramiento de Vicario General (30 de diciembre de 1642).
  13. Cf. EGC IX, p.115-116; EC, p.3072; BAU, BC, p.952. Estuvieron presentes el papa y los card. Roma. Ant. Barberini, Pamfili, Spada, Verospi, Scaglia, F. BArberini y Ginetti, y Mons. Asesor Albizzi y el P. Comisario, Martinengo. No asistió Cesarini.
  14. G. SÁNTHA, Card. Fran. Albitius..., p.71
  15. EC, p.200
  16. F. ALBIZZI, De inconstantia, cit en L. CEYSSENS, o.c., p.84