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[1696, Marzo]

22 de marzo. Para dedicarse más de lleno a los asuntos del P. General, el P. Rector de Horn no quiso seguir más tiempo en Horn, sino que envió una carta llamando al P. Martín de S. Bruno que estaba en Nikolsburg, el día de San José, y con él salió hacia Viena el 22 de marzo, día que trajo diversos caminos para continuar o más bien para comenzar el negocio que le había confiado el P. General en la ciudad de Viena.

23 de marzo. Enviamos de vuelta el coche con el carro y los caballos, y poco después de la comida fuimos a ver al Secretario de Su Eminencia, que estaba ausente entonces, queriendo saber si estaba presente el Emmo. Cardenal. Fuimos también a ver al Sr. Secretario Provincial a Brokhift, para que su yerno, el Dr. Schik, consejero de Su Excelencia, recomendase nuestro asunto.

24 de marzo. Hoy se han escrito dos ejemplares de carta suplicatoria a Su Imperial Majestad par ser entregadas por algunos de los Principales de la Corte. El resto del día lo hemos pasado principalmente hablando con el Ilmo. Sr. Conde de Aham, oficial de Passau, y con el Rvmo. Carzersth sobre la materia que nos interesa.

25. Fuimos a ver al notario de la oficina de Passau, en relación con el asunto anterior. Después, como el Muy Ilustre Sr. Albrechtsburg, refrendario del Consejo Privado, estaba ausente de su casa, preguntamos por el Excelso Príncipe Antón de Lichtenstein, que entonces se ocupaba en la corte imperial de introducir en su condado la solemnidad del Escapulario de la Virgen de los Dolores por parte de los PP. Servitas.

26. Esta mañana encontramos al Excelso Príncipe muy ocupado en un asunto, por lo que volvimos por la tarde, pero entonces iba con el archiduque a la mesa imperial, así que evitó nuestras manos y nuestras miradas. Fuimos a ver al Sr. Albrechtsburg, citado más arriba.

27. ¡Dios nos lo dé bueno! Por la mañana el P. Rector entregó la carta suplicatoria al Excelso Príncipe de Lichtenstein, quien, como servidor del P. General y de la Orden, se ofrece para entregarla a Su Majestad, y la entregó con unas breves palabras en sus manos. La carta sometida, traducida al latín decía lo siguiente:

Carta suplicatoria. Por fuera: Al augusto, Poderoso e Invicto Emperador de Romanos Leopoldo I, Rey de Germania, Hungría y Bohemia; Archiduque de Austria etc., Príncipe y Señor Clementísimo. Humilde súplica de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías.
Dentro: Augusto, Poderoso e Invicto Emperador, Serenísimo Rey, Príncipe y Señor nuestro clementísimo.
Toda la Orden de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías de rodillas ante la Cesárea Majestad con toda sumisión, le recuerda que este instituto fue fundado en Roma al comienzo del siglo que está terminando por el Venerable José de la Madre de Dios, de la noble familia de los Calasanz, de Aragón en España, de piadosa memoria. Después en el año 1630 pasó de Italia a Germania por obra del Emmo. Cardenal S.R.I. el Príncipe Francisco Dietrichstein, generoso fundador que estableció la primera casa de Germania en Nikolsburg, bendita sea su memoria, y después con el permiso de su Cesárea Majestad, el clementísimo y augustísimo padre de vuestra Imperial Majestad, Fernando III, de imperecedera memoria, se propagó en Moravia, en Bohemia y en Austria. A menudo ha insistido sumisamente a causa de su utilidad, y más bien por la necesidad para poder crecer y perfeccionarse, además de para disminuir los gastos e incomodidades que por falta de una residencia sufrimos cuando tenemos que gestionar nuestros asuntos ante los tribunales de Su Imperial Majestad, especialmente en el año 1686, y últimamente en la persona del P. Juan Francisco de S. Pedro, nuestro Prepósito General, al cual Su Augusta Majestad honró con una clementísima audiencia, para que admita clementemente también nuestro Instituto en esta residencia imperial, para que pueda incorporarse a las demás Estrellas de la mañana, que por la mañana, por la noche y a medio día invocan al Señor.
Como siempre tenemos esperanza de que nuestros piadosos deseos se hagan realidad en el futuro, y ahora se está construyendo fuera de las murallas una Casa para los Pobres que sin duda necesitarán sacerdotes para ocuparse del asunto de su salvación, y además maestros que instruyan a los jóvenes que estén en ella en las letras y la doctrina cristiana, y como el benignísimo Dios nos ha bendecido con un piadoso legado cuyo rédito es suficiente para mantener perpetuamente doce y más religiosos, máxime si se nos conceden benignamente los estipendios de los citados sacerdotes y maestros en la citada Casa de los Pobres, por lo cual podemos estar allí sin ningún cargo a la Sac. Imp. Majestad, y sin ningún prejuicio para los mendicantes intramuros, como podemos demostrar ante cualquier juez.
Por lo cual, Augustísimo Emperador, Serenísimo Rey, Príncipe y Señor clementísimo, como nuestro censo citado está por su naturaleza destinado a nuestra primera fundación por la piadosa intención de los testadores, y que nuestro P. General quiere y manda que se dedique en especial a Viena, una y otra vez se pone a vuestros pies de rodillas ante Su Majestad la Orden Mariana de las Escuelas Pías, para que por su clemencia para con todos los pobres, con su Imperial Placet se digne también recibir clementemente a los Pobres de la Madre de Dios en la citada Casa de los Pobres, o en cualquier otro pequeño lugar.
Esperamos firmemente que moverán a ello a Su Augusta Majestad tanto el infatigable celo de Su Majestad para promover en todas partes el culto de Dios y de la Virgen, como los suspiros de los niños pobres, cuyos padres nos suplican que les repartamos el pan de las virtudes y les demos a beber la leche de la doctrina cristiana, para conseguir la admisión de nuestra Orden en esta santa ciudad.
Prometemos honradamente de una vez por todas que una vez conseguido el clementísimo permiso de nuestros ruegos, no seremos en el futuro una carga ni para la ciudad ni para el clero mendicante, como no lo somos en ningún lugar de Germania (como certificarán quienes están en los mismos lugares que nosotros), y no meteremos la hoz en la mies de los Mendicantes, sino que viviremos satisfechos con el censo de nuestra fundación, aunque es pequeño. Por lo cual tendemos nuestra mano más bien para cooperar en la viña del Señor, ofreciendo a todos nuestro servicio día y noche. De este modo promoveremos y nos esforzaremos en proponer el culto a Dios y a la Santa Virgen, Madre y Patrona nuestra tutelar, y a su castísimo esposo José, primer patrono de nuestra Orden después de la Virgen, especialmente mediante lo que se refiere a nuestro Instituto. También será especial solicitud nuestra elevar nuestras súplicas al Rey de Reyes en el Santo Altar por la Augusta Casa de Austria, para que consiga imponerse sobre las coronas del mundo en la paz y en la guerra en los siglos futuros. Es habitual entre nosotros, sacerdotes y estudiantes, orar continuamente al Señor de los Ejércitos por el nuevo Marte, para que la augustísima casa de Jacob, es decir, del invictísimo Leopoldo, a ejemplo de Jacob que ardía en el fuego divino (tal como leemos en la Sagrada Página), arda la casa de José, es decir del serenísimo José, y queme los rastrojos de Esaú de la casa otomana, y que finalmente la bendición de Aquel que se apareció en la zarza, venga sobre la cabeza de José.
Esto desea ardientemente y suplica devotamente con sumisión
A su Augustísima Imperial y Real Majestad
Su humilde sierva
La Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías”.

El P. Comisario no quiso ocultar al Emmo. Cardenal que había presentado el memorial, sino que le informó dándole inmediatamente una copia, el cual aprobó lo hecho, prometiendo ofrecer eficazmente sus favores. Todavía ese día (que en adelante se contará entre uno de los más beneficiosos) fuimos a la corte del Excmo. Sr. Conde Bucceleni, Canciller Mayor de la Corte, el cual comenzó poniendo algunas dificultades a nuestras peticiones, primero a causa de la estrechez de los lugares alrededor de Viena, luego porque ya había muchas familias religiosas, aunque prometió no poner obstáculos por su parte. También estuvimos con el Ilmo. Barón Gieng, consejero del Excelso Gobierno, escuchamos sus consejos y le rogamos que intercediera por nosotros.

28 de marzo. El P. Rector informó al P. Provincial sobre estos comienzos. El resto del día lo dedicó a una conversación con el Ilmo. Sr. Viceoficial de Passau y a la investigación ofrecida por dos consejeros del gobierno. Y como parecía que no había mucha información sobre nuestro instituto, especialmente en lo referente al origen y al fundador, se decidió a preparar un resumen del folleto sobre este tema escrito por el P. Jorge Miguel de Jesús María, para entregarlo al saludar a cada persona por la dignidad de su oficio o porque se veían como potenciales protectores.

29. Por la mañana fuimos a ver al Excmo. Lugarteniente de Su Majestad y Excelso Presidente del Gobierno, el Conde Görger, pero había tomado sus medicinas y no pudimos verlo. Sin embargo vimos al Ilmo. Sr. Schix, consejero del gobierno, quien nos informó cómo teníamos que actuar en las instancias jurídicas para conseguir nuestro objetivo. Pedimos después la misma información a un funcionario muy afectuoso de la Cancillería de la Ciudad sobre cómo presentarse a la gente principal del senado, como el Cónsul, el Juez, etc.

30. El mencionado más arriba Conde Görger ha recibido la causa de nuestra Orden en una breve pero agradable audiencia, y por consiguiente, como él es el director del Consejo, todas las cosas parece que serán más fáciles. No menor gracia recibió nuestro asunto del Excelso Príncipe de Dietrichstein y Nikolsburg, garantizando que él apoyará e la corte el intento de la Orden.

31. Al Excmo. Sr. Guarient, consejero del Gobierno y Gran Oficial de la Provincia de Austria Inferior, también nos encomendamos. En un primer momento le pareció difícil que se nos aceptara a nosotros y nuestro proyecto. El Excelso y Rvmo. Obispo de Viena examinó minuciosamente el estado de la Casa de Pobres, y nuestros pretendidos medios de alimentación, y tenía muchas dudas (de hecho hoy día no está claramente establecida la cuestión de la citada Casa de Pobres) acerca del éxito del intento. Entre otras cosas afirmó mitigadamente que dudaba que los demás se tomaran a bien que nosotros ocupáramos un edificio que había costado tantos gastos, y que los adversarios cooperasen pacíficamente. Nos dijo que había oído que entre los que se opondrían a nuestra petición del lugar no estarían en el futuro tanto los jesuitas como los trinitarios y los maestros de escuela. Después el P. Rector presentó su comisión, mediante varios documentos, al Sr. Gall, alcalde de la ciudad.

Notas